martes, 25 de agosto de 2015

Laclau y Spinoza: dos lógicas de la autofundación




(en complemento a mi última intervención sobre Althusser estas notas con reflexiones provisionales sobre Laclau, Spinoza y Althusser)

1.
Las principales contribuciones de Laclau a la teoría política son la reinterpretación de la hegemonía en términos no esencialistas y la recuperación del denostado "populismo" como sinónimo de "política" y de "democracia".  Laclau reinterpreta el concepto gramsciano de hegemonía con una finalidad precisa: restablecer para los movimientos populares, genéricamente denominados "socialistas", un campo abierto para la acción política. Este campo había quedado cegado por el marxismo y sus lecturas esencialistas de la lucha de clases. La idea de que la política fuese la expresión de la lucha de clases y esta a su vez de una dinámica económica fundamental, presente de manera contradictoria en Marx y de manera explícita en una tradición del "socialismo científico" que va de Engels a Stalin, somete la política y sus actores a un completo determinismo. El resultado de este determinismo económico es que la acción política de los trabajadores queda sometida al saber y el poder organizativo de unos dirigentes a quienes se supone el conocimiento teórico de los resortes de la historia y la política. La clase obrera, como actor político, al igual que el pueblo para Hobbes, solo existe en tanto que representada. Laclau no es el único pensador de la izquierda consciente de la necesidad de romper con el determinismo esencialista que dominaba a los partidos marxistas. Ya Gramsci había saludado la revolución rusa como una "revolución contra el Capital", tal vez confundiendo la obra de Marx con la vulgata del marxismo y Castoriadis afirmó la necesidad de "dejar de ser marxista para seguir siendo revolucionario". La obra misma de Althusser, intenta salir de este mismo callejón sin salida pensando más allá del esencialismo y de una lógica de la expresión, una ontología de lo complejo que conduciría al esbozo de una teoría maquiaveliana de la política cercana en alguna de sus expresiones a la de Laclau.

2.
Laclau escribe su primera gran obra, Hegemonía y estrategia socialista, en 1985, en plena debacle de las izquierdas, entre la convulsión del 68 y una caída del bloque socialista que se produciría pocos años más tarde. Toma nota del fin de un paradigma, del desdibujamiento en muchas sociedades de la figura de la clase obrera, de la complejidad general en que se desenvuelve la acción política socialista y la existencia de demandas múltiples que no pueden traducirse de manera inmediata en el lenguaje del socialismo: feminismo, ecologismo, movimientos culturales y nacionales, etc.  El socialismo, en efecto, pretendía expresar en su política la posición de clase de una clase obrera cuya "esencia" está objetivamente definida por su posición en las relaciones de producción y a la que solo faltaba que el propio partido la unificase como un todo coherente aportándole una "conciencia de clase". En estas condiciones, una auténtica política hegemónica -o, simplemente una auténtica política, pues no hay estrictamente política al margen de la hegemonía- se hace imposible, pues el esencialismo está reñido con una idea de la articulación aleatoria de distintas fuerzas y demandas sociales. La hegemonía es implica articulación de una pluralidad, no simple despliegue de una esencia, ni de la potencia de una sola clase.

3.
Pensar la política es, pues, volver a pensar el concepto gramsciano de hegemonía liberándolo de sus residuos esencialistas. La hegemonía no puede ya tener como sujeto una clase o una de sus expresiones organizativas, sino un polo de articulación más abierto, despegado de una esencia fija. De ahí la utilidad del término "significante" procedente de la lingüística saussureana y central en el psicoanálisis de Lacan. El significante es, en el signo lingüístico, la parte "material", los sonidos o las grafías articulados que representan un significado que, para Saussure es una cosa, un fragmento de la realidad. El significante es, por consiguiente, la parte material del signo vaciada de su significado: un segmento sonoro o gráfico disponible para significar múltiples cosas, esto es ponerse en el lugar de múltiples cosas. De hecho, el psicoanálisis se vale de esta disponibilidad del significante para situar en él una multiplicidad de sentidos, afirmando que el significante está, en el sueño "sobredeterminado" (Freud). La hegemonía se constituye, pues, según Laclau, mediante la sobredeterminación de un significante disponible por una serie de demandas que este significante hace equivalentes. El significante en cuestión (un partido, una persona, una idea, cualquier cosa que cumpla las condiciones formales de un significante) está liberado de una significación concreta y puede funcionar como equivalente general dentro de una cadena de equivalencias. Cumple en cierto modo el papel del dinero en Marx, esa mercancía (el oro, la moneda) separada por convención de todo valor de uso que podía representar por ello a todas las demás.

4.
Al no remitir a una esencia, el significante vacío articula una pluralidad sin llegar nunca a representarla plenamente ni a suturarla haciendo de ella un Uno. El uno es siempre provisional, nunca algo cerrado, sin lo cual la lógica hegemónica se encierra en una nueva esencia, en un nuevo saber y la hegemonía se convierte en nueva dominación: "ninguna lógica hegemónica puede dar cuenta de la totalidad de lo social y constituir su centro, ya que en tal caso se habría producido una nueva sutura y el concepto mismo de hegemonía se habría autoeliminado. La apertura de lo social es, por consiguiente, la precondición de toda práctica hegemónica."(Ernesto Laclau, Hegemonía y estrategia socialista, p. 241). Ninguna dirección política puede, en nombre de una esencia, convertirse en donadora unidireccional de sentido. Toda su entidad es la de un mediador evanescente, que produce la equivalencia de lo irreductiblemente plural: "Si la hegemonía es un tipo de relación política y no un concepto topográfico, está claro que tampoco puede ser concebida como una irradiación de efectos a partir de un punto privilegiado. Podríamos decir, en tal sentido, que la hegemonía es esencialmente metonímica: sus efectos surgen siempre a partir de un exceso de sentido resultante de una operación de desplazamiento." (Laclau, op.cit. 241).

5.
Esta lógica del significante (vacío, valga la redundancia: por definición todo significante es vacío) conduce a que la política, la hegemonía, nunca pueda deducirse de ninguna esencia previa, de ninguna "topología" -como la tópica marxista de la base y la superestructura- pues según Laclau, la política no expresa un significado preexistente, sino que lo funda. Esto, evidentemente, supone un riesgo teórico: el de suponer que la hegemonía se funda a sí misma, que establece sus propias condiciones de existencia. Algo que solo es insensato y contradictorio si la hegemonía se entifica, se identifica de manera plena con una persona o una cosa dotadas de sentido propio. La autofundación de la hegemonía solo es absurda si el significante pierde su carácter vacío y se identifica con un significado concreto, si la hegemonía se confunde con el control, con el fetichismo de la organización. Es difícil conciliar el método de Laclau con una organización de tipo leninista o estalinista. Este error Laclau no lo comete. Su sujeto hegemónico no pierde nunca la condición de significante, su disponibilidad para lo plural, no se cierra. Por ello mismo puede aplicarse la propiedad del Dios de Spinoza, ponerse como causa sui, como causa de sí mismo. Y es que, al igual que el Dios de Spinoza no es ni puede ser una cosa más de la naturaleza. Si lo fuera, su autofundación sería tan absurda como la autocausación de cualquier cosa por ella misma. El poder hegemónico es mera relación política, pero no una imposible sustancia concreta.

6.
Por otra parte, ese significante disponible, está disponible para el encuentro y, en el encuentro, para crear un orden nuevo que no responde al despliegue lógico o causal de ninguna esencia preexistente: "El pasaje de una formación hegemónica a otra, de una configuración popular a otra diferente, siempre va a involucrar una ruptura radical, una creatio ex nihilo. Esto no significa que todos los elementos de una configuración emergente tengan que ser completamente nuevos, sino que el punto de articulación, el objeto parcial alrededor del cual la formación hegemónica se reconstituye como una nueva totalidad, no adquiere su rol central de ninguna lógica que haya operado en la situación precedente." (Laclau, La razón populista, p.283)

7.
En este sentido, Laclau reproduce la lógica de equivalencias que describe Spinoza en el Tratado teológico-político cuando expone la fundación aleatoria de la nación hebrea por el encuentro aleatorio entre el profeta y su pueblo. No estaba escrito que ese encuentro tuviera que producirse y que pudiese Moisés ser capaz de representar la índole de su pueblo, su imaginación diversa, sus plurales, haciéndose el lugar vacío donde estos devenían, en su multiplicidad, equivalentes. Laclau está mucho más cerca de Spinoza que de Hobbes. A pesar de que Laclau y Hobbes tienen tesis comunes, como el que el poder se genera mediante la representación, Laclau no serializa lo plural, mantiene siempre abiertas sus diferencias, su multiplicidad, sometiéndolas a una lógica de equivalencia y no de identidad. El sujeto hegemónico de Laclau es democrático, no es un Leviatán -como una lectura apresurada de su texto ha hecho decir a muchos lectores que han -hemos- privilegiado una crítica genérica de la representación a la comprensión de la matizada teorización de esta que propone Laclau. El sujeto político de la hegemonía, resultante como es de un encuentro aleatorio, no debería ser, por consiguiente, compatible con formas de organización política tradicionales en la izquierda como el partido basado en el saber supuesto de sus dirigentes, ni con supuestos gobiernos de "los mejores". El sujeto político hegemónico solo es válido para un uso plebeyo.

8.
Es perfectamente posible discutir algunos aspectos del planteamiento de Laclau, en concreto su formalismo aún cercano al estructuralismo y su crítica algo apresurada de las teorías que radican la política en la lucha de clases, incluso las que, como la de Louis Althusser, son más consecuentemente antiesencialistas que la del propio Laclau. Es perfectamente posible pensar la política como antagonismo basado en la lucha de clases y, a la vez, contemplar la necesidad de construir el sujeto político de la hegemonía, no solo en una dimensión simbólica y discursiva, sino en el contexto de una sobredeterminación causal, ontológicamente radicada en el cuerpo -escindido- de la sociedad y en la existencia material de esta. En otros términos, es posible pensar la vida material de una sociedad como algo distinto de una economía y ver la sociedad como una realidad siempre ya políticamente determinada y atravesada en sus distintos niveles por una lucha -la lucha de clases- que es siempre ya política. Esta politización de la economía y de la sociedad fue el principal empeño de la crítica de la economía política de Marx, algo que muchos marxistas e incluso postmarxistas no han sabido ver.







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