viernes, 26 de agosto de 2011

Violencia policial y golpe neoliberal: dimensiones del estado de excepción



Estamos asistiendo en las últimas semanas a un fuerte endurecimiento del régimen español. Este endurecimiento sucede a un intento de "seducción" del movimiento social identificado con las siglas 15M, por parte del gobierno de Zapatero y del flamante candidato Rubalcaba. Ese intento se ha traducido en un fracaso que responde a una imposibilidad: es imposible, en efecto, atender a las reivindicaciones de los jóvenes y menos jóvenes de las plazas y a la vez tranquilizar a los mercados que pretenden explícitamente saquear los bienes públicos y desvalorizar lo más posible la mercancía fuerza de trabajo. Ante esa imposibilidad manifiesta, las cosas se están poniendo claras. Ya no se trata de dialogar con quienes se oponen al régimen, ni siquiera de tolerarlos; ahora lo que se ensaya es la represión en la calle y el enrocamiento jurídico-constitucional. Los acontecimientos de Madrid en torno a la marcha laica y la visita del Papa, los episodios de violencia policial selectiva contra participantes notorios en el 15M han sido sólo el prólogo de un auténtico golpe de Estado legal: la consagración del equilibrio presupuestario como principio constitucional. Existe a pesar de las diferencias un parentesco entre la violencia policial desatada y la urgente reforma constitucional en ciernes: ambas se integran en la dimensión de la excepción propia del orden político y jurídico del Esrtado moderno.

La policía se nos presenta como una institución "normal" encargada de defender el orden público y de proteger a la ciudadanía frente a la violencia privada. Cuando somos víctimas o testigos de una agresión, solemos llamar a la policía. El problema es que la policía es también, con frecuencia, protagonista de agresiones contra personas. En ese caso, no tiene mucho sentido acudir a ella, pues quien te agrede no te va a proteger. Estas agresiones por parte de las fuerzas de orden público suelen considerarse "excesos" que contradicen la función "normal" de la policía y que a veces, cuando son demasiado evidentes, llegan incluso a sancionarse, aunque sin excesiva severidad. Sin embargo, esta consideración de la institución policial como un cuerpo normalmente destinado a proteger un interés general, que sólo ocasionalmente se desvía de su verdadera misión, es sumamente unilateral. Ignora el hecho de que la policía no se rige sólo por el principio de legalidad.

Una de las funciones de la policía, tal vez la que mejor la define, es el ejercicio de la violencia en nombre del mantenimiento del orden legal. El poder soberano, titular del monopolio de la violencia "legítima", delega en la policía como institución del Estado determinados aspectos del ejercicio de esta violencia. La policía es un poder "comisario", delegado, comisionado, una especie de dictadura comisaria permanente (cf. Carl Schmitt, Agamben). De la dictadura comisaria o delegación parcial del poder soberano procede el término "comisario de policía. La policía, al igual que el poder soberano que le otorga su mandato, actúa siempre dentro y fuera de la ley. Se afirma así que la policía defiende la ley, pero, en realidad, lo que defiende es un determinado orden social normal del que el ordenamiento jurídico es sólo una expresión parcial y mistificada. En el derecho, las relaciones sociales reales se reinterpretan en términos de un tejido abstracto de relaciones entre sujetos libres y objetos, de relaciones entre personas y de personas con cosas. La policía se sitúa formalmente en el plano del derecho, pero su función es restablecer las relaciones sociales reales, el orden social basado en la dominación y el poder de clase. Esto es lo que explica su doble inscripción en el derecho y en la realidad sancionada por los estatutos que la constituyen como institución o aparato de Estado y que, como ocurre en el caso de toda dictadura comisaria, le otorgan un mandato muy poco definido en cuanto a los fines, un mandato que se expresa en términos de derecho -defensa del orden legal-, pero que ciertamente va más allá del derecho. Los abusos policiales no son así una anomalía en el funcionamiento de la institución, sino uno de los aspectos esenciales de esta: su constante atravesamiento del orden jurídico en dirección de la realidad de las relaciones sociales.

En las últimas semanas, hemos podido ser testigos de esa posición excepcional de la policía como institución, viendo como en Madrid las fuerzas policiales desataron su violencia contra ciudadanos aislados e indefensos y que no suponían la más mínima amenaza, so pretexto de disolver una "concentración ilegal". El objetivo real de esta intervención, más allá de su objetivo declarado era intimidar a participantes conocidos en el movimiento 15M. De ese modo, se procuraba restablecer, no sólo el principio de "legalidad", sino sobre todo el orden y la obediencia. Quien visite los foros de debate de la policía como foropolicia verá que la ideología media de la policía no es necesariamente antidemocrática, siempre que la democracia se limite a las vías electorales y representativas de actuación. Lo que molesta a la policía es la intervención política directa del ciudadano en la calle, que considera como un "desorden". Este "desorden" es, sin embargo, un elemento esencial de cualquier democracia digna de ese nombre, pues la democracia, cuando no es otro nombre y otra organización del absolutismo, debe reconocer siempre la existencia de la parte de la sociedad no representada ni representable. La utopía policial consiste en liquidar lo no representable, transformar la democracia en un absolutismo de base electoral. En el crisol de la ideología policial se produce el tránsito de la democracia al fascismo, un tipo de democracia basada en la homogeneidad de la población y en su perfecta representabilidad en la persona del Jefe. Contrariamente a lo que suele afirmarse, los comportamientos fascistas en la policía no son resultado de una infiltración de sus cuerpos por organizaciones políticas de extrema derecha, sino el efecto de la ideología espontánea del aparato policial. La policía no es fascista, el fascismo es esencialmente policial, ideología de madero.

2. Vemos así, a propósito de los aparatos policiales, cómo la normalidad democrática en el capitalismo es un aspecto del Estado de excepción permanente. Del mismo modo que carece de sentido apelar a la policía contra los abusos policiales, no cabe tampoco pretender que cambie el sistema apelando al orden jurídico y denunciando sus violaciones. Las "violaciones" del orden jurídico son aspectos esenciales de ese propio orden. En tanto que el orden jurídico representa formalmente la decisión de un soberano en el ejercicio de su poder legislativo, su "violación" forma parte de ese mismo poder legislativo. La norma puede así formularse o interpretarse al arbitrio del soberano, que se reserva el monopolio de la legislación y de la interpretación de las normas.

Formalmente, las democracias se basan en la voluntad general y persiguen el interés general. El poder democrático sólo puede legitimarse en términos universales. Incluso la defensa de un interés particular debe adoptar la forma -jurídica- de un precepto universal. La juridicidad y la realidad social se contradicen, pero son al mismo tiempo inseparables. En nombre del principio de legalidad, se transgrede "legalmente" el principio de legalidad. El gran secreto del capitalismo consiste en haber codificado en términos jurídicos el conjunto de las relaciones sociales de modo que la propia explotación adquiere la forma de una relación contractual entre iguales. Como afirma Marx, la relación de identidad entre la propiedad y el trabajo que sirve de base a la ideología jurídica burguesa se trastoca en la realidad de las relaciones sociales capitalistas en una relación de contradicción entre ambos términos. La constitución es, en un capitalismo democrático, el instrumento jurídico fundamental mediante el cual la explotación efectiva de los trabajadores adquiere rango legal. No tiene sentido alguno invocarla -salvo de manera táctica- para acabar con la explotación: es la forma jurídica de la propia relación de explotación.

3. Estas consideraciones nos permiten abordar la cuestión de la reforma constitucional sin ilusiones juridicistas. El cambio constitucional propuesto y consensuado por las principales fuerzas políticas del régimen español tiene por objetivo integrar en la constitución el principio de equilibrio presupuestario que se expresaría en un límite máximo de endeudamiento fijado por ley orgánica. Este límite de endeudamiento, para respetar el principio de equilibrio presupuestario, tendría por lo demás, que fijarse a un nivel sumamente bajo. Las únicas excepciones consideradas en el texto son los casos de "catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del Estado, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados". Lo que no se contempla entre las excepciones.son las catástrofes sociales a que puede dar lugar una reducción masiva del gasto social, definitivamente ilustradas por la reducción brutal de la esperanza de vida y del nivel sanitario y cultural de la población en los países de la antigua Unión Soviética sometidos a la "terapia de choque" neoliberal.

De lo que se trata claramente es de no poner en peligro el pago de la renta financiera a los titulares de títulos de deuda o de derivados mediante políticas que puedan conducir a una posible suspensión de pagos. Del mismo modo que el Estado garantizaba el futuro de los trabajadores mediante la sanidad gratuita y las pensiones, así como a través de los subsidios de desempleo, el mismo Estado garantiza ahora la rentabilidad de las inversiones, poniéndolas a salvo de todo riesgo y transfiriendo el riesgo a las poblaciones. Si hoy existe una Juventud sin Futuro es porque sólo se está garnatizando el futuro de la renta financiera. Este cambio de estrategia, de la protección social de las personas a la protección pública de la renta financiera refleja un nuevo modelo de acumulación capitalista. En el nuevo modelo, el capital ha adquirido una completa movilidad gracias a la desregulación de los mercados. No tiene tendencialmente ninguna relación real con la producción y traslada los riesgos de la producción de mercancías y servicios a los propios trabajadores, cuyas relaciones laborales se convierten cada vez más en relaciones mercantiles. La cooperación interna a la empresa que se regía por estructuras de gobernanza interna distintas del mercado se sustituye por formas de intercambio -desigual- entre trabajadores. Cada trabajador es así responsable de su "capital humano" y eventualmente de cierta cantidad de capital fijo. El capital financiero, a través del endeudamiento sistemático de los productores funciona como un sistema de extracción de renta cada vez más disociado de la producción. Si la constitución española del 78 había registrado en su texto las dos principales características del modo de acumulación fordista: el libre mercado y la planificación, la reforma constitucional hoy propuesta se adapta a un capitalismo financiero y desterritorializado, a un capitalismo definitivamente parasitario y casi feudal en su modo de extracción de la plusvalía.

A esta transformación jurídica que consagra, -dentro de una constitución que ya consagraba explícitamente el capitalismo- la dominación del capital financiero no se puede responder por el mantenimiento de la redacción constitucional ya existente: no se combate el neoliberalismo con un retorno utópico al fordismo. La nueva redacción responde a la necesidad por parte de un capital parasitario de capturar la riqueza producida por los comunes productivos, por la colaboración y la inteligencia colectivas, esas mismas fuerzas que, desbordando el marco del orden vigente -celosamente defendido por la policía- ocupan nuestras plazas y las convierten en espacio de debate político y no de mera circulación de mercancías. En las plazas esta surgiendo la nueva constitución política de la multitud y de los comunes productivos: un derecho más allá de la propiedad, del individuo propietario y del Estado, más allá del propio derecho. Decir NO a la reforma constitucional es sólo un momento en la resistencia frente el golpe de Estado permanente del capital y a los distintos golpes que puntúan la historia de este régimen de explotación. Lo esencial es seguir afirmando en las plazas y en todo lugar la potencia de una multitud que no necesita y ya ni siquiera puede tolerar al capital ni al Estado.

viernes, 19 de agosto de 2011

El papa en Madrid. Un Inquisidor con zapatos de Prada


(Rembrandt, Cristo y la adúltera)
"Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas"
Jesucristo, Sermón de la montaña


En estos días de visita papal a cargo del contribuyente, el cristianismo camina como un zombi alegre y juvenil, pero espiritual y moralmente muerto, por las calles de Madrid. Se trata de una vieja religión que, sin duda, para lo bueno y para lo malo, contribuyó a definir muchos rasgos de la civilización europea y mundial. Una religión que, en sus inicios, con Jesucristo y San Pablo representó la ruptura más radical con el orden establecido, la implicada por la inminente llegada del Mesías. El cristianismo era una religión mesiánica, no un culto de este mundo, sino la puesta entre paréntesis del orden vigente en nombre de la más necesaria de las contingencias: la inminente llegada del Mesías y el fin del viejo mundo. Afirma así San Pablo en la 1a epístola a los Corintios: "Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen;  y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen;  y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa." Para el cristianismo, como para el materialismo radical, el mundo existente no es el despliegue de una esencia previamente dada. Nada justifica, nada garantiza su existencia. Es la lógica de la facticidad irreductible, la lógica de la gracia. El Mesías que se sitúa más allá de la ley que sostiene este mundo, ni siquiera se opone a esta última, está en otro plano, en otro mundo. El Dios de Jesucristo no es una garantía para los poderosos: su reino no es de este mundo. Por la misma razón, no es tampoco una garantía para los pobres y oprimidos. Ninguna estructura de este mundo, ningún poder, recibe ninguna garantía ni justificación divina. Sólo sabemos que no durará para siempre, pues no deriva de ninguna realidad eterna, sino que es fruto de encuentros aleatorios. El tiempo del Mesías llegará cuando nadie lo espere: no depende de ninguna necesidad de este mundo, pues expresa la absoluta facticidad de este mundo. Sólo es necesaria la facticidad, la gracia, que se confunde con Dios. Ni Dios ni el mundo obedecen al principio de razón suficiente. Su única ley es la de la necesidad aleatoria. Jesucristo y Pablo de Tarso no están en esto lejos de Demócrito de Abdera, ni de Spinoza, ni de Marx.

El mensaje de Joseph Ratzinger y sus secuaces es muy otro. El mesianismo queda enteramente olvidado. El tema central de la pastoral del papa actual como de la de sus antecesores desde los años 60 es algo tan ajeno al mensaje evangélico como la moral sexual. No hablan casi de ninguna otra cosa. Jesucristo, que anuncia la inminencia del fin de los tiempos, la renovación del mundo, no se ocupa, sin embargo, de esta cuestión. Es algo enteramente mundano. Por ello se perdona a la prostituta y a la adúltera. La Iglesia actual centra, sin embargo, su poder en este tema. Es cierto que, desde que la Iglesia se convirtió en institución, dedicó mucho empeño a desarrollar un discurso sobre la disciplina del cuerpo y el sexo destinado a los miembros de las órdenes monásticas, que fueron, como muestra Michel Foucault, un auténtico laboratorio del poder sobre los cuerpos y una auténtica fábrica del discurso de la sexualidad. Sin embargo, fuera del mundo monástico, las cuestiones de moral sexual no eran centrales. Empezaron a cobrar importancia cuando el Estado moderno, al convertirse en gestor de poblaciones, asumió una competencia biopolítica de Estado pastor. Con todo, hasta el siglo XX, e incluso hasta su segunda mitad, el discurso de la sexualidad no será central en la pastoral de la Iglesia. A principios del siglo XX, la Iglesia llegó incluso a desarrollar una "doctrina social" bastante crítica con el orden capitalista y que hoy parece enteramente olvidada por las jerarquías. También se permitía hasta mediados del soglo XX cultivar cierta dimensión sobrenatural dando gran notoriedad a supuestos milagros y apariciones de las que, hoy, prácticamente no se habla. La Iglesia actual habla del sexo y de la vida, se inscribe abiertamente en un discurso biopolítico.

Punto dogmático central de la actual doctrina de la Iglesia es la obligatoriedad de la vida en nombre de la cual, con la mayor de las coherencias biopolíticas -y sin ninguna referencia a la doctrina mesiánica del Evangelio- se prohiben a la vez el aborto y la eutanasia. No sólo se prohiben a los fieles, sino que la misma doctrina se intenta aplicar al conjunto de la sociedad influyendo sobre el Estado y sus leyes. El objetivo es que la vida, don de Dios según estas modernas doctrinas, se multiplique al máximo y se preserve. No tiene que perderse ni un solo embrión, ni tiene que permitirse a ningún enfermo terminal abreviar su sufrimiento. Como buen pastor, el poder eclesiástico procura que la "moral sexual" se traduzca en técnicas intensivas de cría de ganado humano. Para ello operan una amalgama entre la vida y la personalidad humana. Ciertamente, un embrión está vivo, pero es absurdo decir que cualquier entidad que, como esa masa de células no tiene acceso a la palabra ni a la nominación tenga una personalidad humana. Tampoco puede considerarse que la decisión de no seguir en vida de un enfermo terminal que se considere a sí mismo un cadáver viviente pueda invalidarse en nombre de una "dignidad de la vida" determinada por otro. Bien conocido es en los manuales de tortura que utilizan democracias "de nuestro entorno como la norteamericana" el nivel de sufrimiento que se alcanza en los estados cercanos a la muerte. Prolongarlo, por el sadismo de los torturadores o por el humanitarismo de la Iglesia contra la voluntad de quien prefiere morir, es un acto de inequívoca crueldad. Nacer de una madre que no desea tener un hijo o vivir a la fuerza cuando ya apenas se es una persona humana, tal y como prtende la Iglesia católica es algo que nos acerca a la vida desnuda y nos aleja de la humanidad. Frente a esa monstruosidad, es posible otra ética. Cuando Freud, enfermo de cáncer de mandíbula vió que sólo le quedaba una perspectiva de sufrimiento, de muerte en vida sin el uso de la palabra, optó por morir de una sobredosis de opio. Existe un momento en que el ser humano experimenta la inminencia de un estado que Spinoza designaba "muerte sin cadáver", propios de la enfermedad terminal o de algunas formas de locura. En tales momentos, optar por no seguir viviendo puede ser el último acto de potencia.

Por los mismos criterios de rentabilidad de la ganadería humana que preconizan, los poderes de la Iglesia condenan la homosexualidad y toda práctica sexual que no conduzca a la reproducción. La dignidad humana se expresa en términos cuantitativos, como productividad de los actos. La dimensión simbólica, la mediación lingüística que siempre acompaña a la sexualidad humana, haciendo de ella algo siempre "antinatural" son enteramente ignoradas por el poder biopolítico eclesial. Paradójicamente, las formas de sexualidad que nos alejan del animal son las que la Iglesia fomenta en nombre de la espiritualidad, al tiempo que condena las formas -como demuestra Freud siempre perversas- que adquiere la sexualidad en el animal hablante. El papa y su Iglesia se hacen así portadores de un ideal, un ideal de comunión animal en el sexo, de relación sexual natural, más allá de las dificultosas mediaciones simbólicas e imaginarias de la sexualidad humana, más allá de la inexistencia de la relación sexual que caracteriza al animal que habla. El cristianismo biopolítico mantiene así la promesa naturalista de una sexualidad animalesca como principal horizonte moral de su doctrina. Tal vez sea esa promesa su último atractivo.

Otra cuestión que ocupa el interés del papa es la del materialismo y el consumismo propios de nuestra civilización. Uno tendría la tentación de seguirle al menos en eso, hasta que, al levantarse del suelo los bajos de su alba, vemos aparecer unos zapatos rojos de Prada y no podemos evitar pensar en el título de una famosa película. El derroche absurdo de medios que representa la vista del papa a Madrid, los desfiles de moda eclesiástica dignos de Fellini que son cada una de sus misas, la manifiesta preferencia del pontífice por los poderosos y su carencia de críticas al desastre material y moral del capitalismo muestran a todas luces que la Iglesia no es la sucesora del perroflauta palestino cuya imagen crucificada exhiben por doquier. Jesucristo no frecuentaba a los reyes y a los banqueros, ni siquiera a las autoridades religiosas. Jesucristo fue despreciado por fariseos y sayones del mismo modo que los poderosos desprecian a los perroflautas de hoy, pero como decía una oportunísima pancarta exhibida en la puesta del Sol reconquistada por el pueblo del 15M: "Más vale ser un perro flauta que un pastor alemán."

domingo, 14 de agosto de 2011

Reino Unido: la revuelta lógica




"Nous massacrerons les révoltes logiques"(Arthur Rimbaud)
(Machacaremos las revueltas lógicas)

1.
La imaginación, sostenía Spinoza, funciona como un conjunto de conclusiones separado de sus premisas. De modo exquisítamente imaginario, esto es ideológico, es como se nos han presentado en los medios de comunicación las poco sorprendentes revueltas acontecidas estos últimos días en Inglaterra. Si se intentaban seguir los acontecimientos a través de las cadenas de televisión, la necia pregunta que más se oía era "¿qué se siente ahora en Londres?". La respuesta lógica era "temor e inquietud", pero, en ningún caso se preguntaban los "periodistas" qué estaba pasando y por qué. Con esa lógica implacable que comparte la geometría con la imaginación y el delirio ideológico, se asociaban las imágenes de los jóvenes saqueadores encapuchados negros y blanco con las de viejos temores a las clases peligrosas, aquella hidra de muchas cabezas magistralmente descrita en el libro de Peter Linebaugh y Marcus Rediker. Los pobres eran así el fondo oscuro y necesario de una sociedad que se presenta como libre y próspera. Ese fondo oscuro empezó a moverse bajo los pies de la gente biempensante y a perturbar su equilibrio. Lo que ocurría sólo podía atribuirse a la falta de integración de las distintas comunidades "de color" y a otros exotismos en los que se reproponía como explicación de los acontecimientos la figura del temible Calibán shakespeariano, aunque este nuevo Calibán, en muchos de los individuos que lo encarnaban era "de color"...."blanco" y había participado en las revueltas estudiantiles masivas contra el saqueo de la educación pública acometido por el gobierno de Cameron. Para Cameron y las distintas derechas británicas o extranjeras, se trata de "crime", de delincuencia que hay que combatir con los medios más rigurosos, llenando aún más esos auténticos dispositivos del nuevo apartheid que son las cárceles. Sin embargo, la ola de saqueos y de enfrentamientos con la policía de los últimos días no es sino el revés de la violencia estructural que produce a la  vez la pobreza y la "peligrosidad" de los pobres.

2.
El Reino Unido fue, con el Chile de Pinochet y los Estados Unidos de Ronald Reagan uno de los primeros países en emprender la contrarrevolución neoliberal. Lo hicieron, como se sabe, desplegando formas más o menos aparatosas de violencia estatal contra los trabajadores y sus derechos. La más espectacular y sanguinaria fue, sin duda, la protagonizada por Augusto Pinochet Ugarte en Chile, que se saldó con miles de personas asesinadas por el ejército y la policía y centenares de miles de exilados. El mejor símbolo de la fraternidad entre los distintos procesos neoliberales, fue el "emocionante" encuentro entre Margaret Thatcher y Augusto Pinochet en Surrey en torno a una taza de té que selló definitivamente su amistad en tiempos difíciles para el anciano general. Las demás contrarrevoluciones neoliberales no fueron tampoco suaves: recuérdese la actuación paramilitar de la policia británica en el conflicto de los mineros o las brutales intervenciones de los distintos Estados del centro y de la periferia imperiales contra los derechos de los sindicatos y de los trabajadores en general. Los episodios iniciales de violencia que fundaron el orden actual formaban parte de una estrategia coherente de limitación -cuando no liquidación- de la democracia en unos países capitalistas donde las conquistas sociales del movimiento obrero -unidas a la nueva fuerza de los países del tercr mundo- ponían en peligro la tasa de ganancia del capital. Esta estrategia se describía en el famoso texto de la Comisión Trilateral elocuentemente titulado "La crisis de la democracia", donde Samuel Huntington -el mismo del "Choque de Civilizaciones"- sostenía que "El funcionamiento eficaz de un sistema político democrático requiere una determinada medida de apatía y de no participación por parte de ciertos individuos y grupos". Sabemos de qué modo se obtuvo esa "apatía" y esa "no participación" en Chile y en el resto de América Latina. En los Estados Unidos, el Reino Unido y los demás países del centro capitalista, los medios fueron algo más sutiles, pero el resultado fue el mismo.

3.
Desde los años 70, la historia del neoliberalismo ha seguido siendo la de la exclusión sistemática de las clases populares de toda decisión política efectiva. Es correlativamente la historia de la "crisis de la izquierda", debilitada por su incapacidad de mediación efectiva en favor de los intereses de los trabajadores en el nuevo marco social y económico postfordista. Esa exclusión cobró las dos formas descritas y preconizadas por Huntington: la apatía y la marginación. La apatía afectó sobre todo a las "clases medias" que dejaron de identificarse con las conquistas sociales de postguerra y -como les urgían a hacerlo los ideólogos neoliberales- situaron el centro de la "democracia" en el mercado. Para los demás grupos, se pusieron en marcha medidas de exclusión. Estas afectaron preferentemente a los jóvenes hijos de obreros cuyas perspectivas profesionales se hacían cada vez más precarias y a los inmigrantes cuyas posibilidades de "ascenso social" mediante el trabajo en las sociedades de acogida quedaron liquidadas por la  supresión de las distintas medidas de protección social y de inserción y la introducción de la coacción al trabajo (workfare).

La combinación de estas políticas logró el objetivo de rebajar de manera efectiva el valor de la fuerza de trabajo aumentando la oferta de esta mercancía a unos precios de mercado cada vez más bajos y dividir a las clases trabajadoras entre los apáticos y los marginados. Los apáticos fueron representados por una izquierda "socialdemócrata" y "eurocomunista" y unos sindicatos que se convirtieron en pilares del nuevo régimen. Los marginados fueron objeto de medidas de exclusión y control cada vez más rigurosas. En una sociedad como la británica, pero también en otros países europeos como Francia, los marginados se identificaron en gran medida con los inmigrantes. Estas personas, procedentes de las antiguas colonias, han venido siendo objeto desde el bloqueo de su "ascenso social" en los años 70, de una auténtica política de marginación colonial en el interior de las propias metrópolis: concentración en guetos o ciudades dormitorio, control policial permanente, humillaciones racistas permanentes por parte del Estado etc. La divisoria entre trabajadores organizados, representados, con contratos estables y los cada vez más numerosos trabajadores precarios se articuló así con una frontera racial cuya gestión se basa en la rica experiencia de control y represión de los "indígenas" adquirida en ultramar por las viejas potencias europeas. Africanos, indios, antillanos y demás grupos de inmigrantes de las colonias obtenían así en la metrópoli un trato semejante al que tuvieran sus padres en los países colonizados. El espacio colonial se había trasladado con ellos a la metrópoli y englobaba ahora a una capa creciente de precarios "blancos". Como afirmaba en la BBC un popular y algo reaccionario historiador británico "los blancos se han vuelto negros".

4.
La "paz" neoliberal logró, a pesar de todo, mantenerse gracias a la sustitución parcial del Estado del bienestar gestionado por el gasto público por una forma supletoria del Estado del bienestar representada por la renta financiera y el crédito fácil. El sector "apático", junto con el conjunto de las "clases medias" fue inicialmente el principal beneficiario de estas medidas, aunque, en cierto modo estas, a través de los "créditos basura" acabaron extendiéndose a los sectores más insolventes de la población. Experimentamos hoy la quiebra del sistema financiero causada por esta sustitución del gasto público por el crédito. Hoy día, ni los marginados ni los apáticos pueden contar con la renta financiera y aún menos con el gasto público para obtener condiciones de vida decentes: desde el punto de vista de la gestión de los equilibrios y consensos sociales, el capitalismo ha entrado en un callejón sin salida. Tanto en Inglaterra como en el resto de Europa y del mundo, el capitalismo ya no puede proponer a las clases populares un sistema de protección social y de bienestar; sólo les puede imponer por la violencia un trabajo precario en condiciones cada vez más degradadas. La respuesta pacífica del 15M y las respuestas violentas de Grecia o de los muchachos de Tottenham frente al saqueo capitalista son un mismo proceso en coyunturas políticas diferentes. Un grupo de jóvenes "antisistema" franceses, el colectivo Invisible escribió hace unos años un libro proféticamente titulado "La insurrección que llega"; hoy, la insurrección ya ha llegado y vive entre nosotros.

jueves, 28 de julio de 2011

Morir en Oslo



"Extreme violence has a way of preventing us from seeing the interests it serves."
(La violencia extrema se las arregla para que no veamos los intereses a los que sirve)
Naomi Klein

1.
Noruega es uno de los últimos países europeos de modelo socialdemócrata que han sobrevivido a la ofensiva neoliberal. El secreto de esta supervivencia está en la renta petrolera, que permite redistribuir riqueza al mismo tiempo que prosigue, como en el resto del planeta, la acumulación financiera en favor de una exigua minoría. Noruega consigue así, gracias a la circunstancia enteramente fortuita que constituyen sus grandes reservas de petróleo, conciliar lo que en el resto del mundo es inconciliable. Aún así este modelo está en crisis. En primer lugar porque la clave de reparto de la renta petrolera no satisface a los representantes del capital financiero que proponen una salida de la socialdemocracia y una "modernización" del país como la que ya se ha conocido en los demás países escandinavos donde impera el modelo neoliberal de la "flexiguridad". Incluso entre las clases populares se acusa cierto cansancio del paternalismo burocrático con el que las burocracias políticas y sindicales de la socialdemocracia han gestionado el Estado del bienestar. Esta combinación de presión oligárquica y desencanto popular se ha traducido ya en recortes considerables del gasto social y en cierta inquietud entre los sectores populares que  sufren, a consecuencia de este recorte, un deterioro de su nivel de vida. Entre estos sectores se encuentra una posible base de apoyo para una nueva extrema derecha como la que ya ha conocido éxitos importantes en Suecia, Dinamarca o Finlandia, así como, fuera de la zona escandinava, en los Países Bajos o en Hungría. La función explícita de esta nueva extrema derecha es la de presionar en favor de la liquidación del Estado del bienestar socialdemócrata preconizando inicialmente la supresión de prestaciones sociales a los inmigrantes, pero también a los "vagos" y demás individuos que no viven de un trabajo asalariado.  En Noruega, el "efecto petróleo" hace menos justificable este tipo de actuación. Esta es probablemente una de las claves de la particular aplicación de la "Doctrina del shock" que ha tenido lugar en Oslo y en la vecina isla de Utøya.

2.
Es necesario entender de dónde sale en esta zona privilegiada de la ya privilegiada Europa esta nueva extrema derecha. En cierto modo, es un efecto colateral de la difícil introducción del neoliberalismo en Escandinavia. El descontento de las clases populares por la reducción de sus derechos sociales requiere para ellas mismas una explicación. Sólo un pequeño sector es capaz de formular esta explicación en términos de lucha de clases por la apropiación de la riqueza; la mayoría es vulnerable a "explicaciones" que corresponden a su "experiencia" inmediata y asocian la reducción de sus derechos a la cada vez mayor presencia de inmigrantes. Los inmigrantes serían así "parásitos" de otras culturas que se aprovechan de la riqueza noruega en detrimento de la propia población del país. El odio de clase se ve, de esta manera, desplazado de los agentes del capital hegemónicamente financiero causantes y beneficiarios de los recortes en el Estado del bienestar, a las comunidades inmigrantes y sobre todo musulmanas que no sólo se benefician de los derechos sociales, sino que también se niegan a "integrarse" y conservan su religión y sus costumbres. Del mismo modo que el antisemitismo -el "socialismo de los idiotas", según Bebel- desvió hacia los judíos el odio de clase del proletariado europeo hacia sus explotadores, hoy el antiislamismo está ejerciendo un papel semejante en el marco del neoliberalismo y la globalización. La orientación del odio hacia los musulmanes y hacia el Islam como religión "oscurantista" y "antifeminista" permite dar a los temas xenófobos y racistas de extrema derecha, así como a las guerras neocoloniales en curso, una orientación "progresista" de defensa del laicismo, de los derechos de la mujeres y de la libertad de orientación sexual. La extrema derecha y las guerras del Imperio se hacen así "ilustradas".

3.
El atentado contra la sede del gobierno noruego y la matanza de la isla de Utøya, aparentemente protagonizados por un individuo aislado, no son meros disparates de un loco, pues se inscriben claramente en este contexto social e ideológico. En el larguísimo texto publicado por Breivik en internet,donde expone los motivos de sus atentados y explica en centenares de páginas los aspectos técnicos de su ejecución, destaca la amalgama entre marxismo e islamismo. La idea dominante en el texto de Breivik parece ser que la izquierda socialdemócrata ha vendido Noruega al islamismo y que es necesario resistir a la vez a los "marxistas" y a la nueva "dominación" islámica. De ahí que se titule "2083: A European Declaration of Independence" (2083 -aniversario de la victoria sobre los turcos a las puertas de Viena- Una declaración de independencia europea). Breivik se ve a sí mismo como un combatiente contra el islamismo, pero se trata de un cruzado que defiende no ya la religión sino una "civilización cristiana" que habría dejado un espacio para el laicismo y las libertades individuales. No parece casual que atacase un campamento de verano de las juventudes laboristas noruegas que tenía en su programa debatir sobre el boycott a Israel y rendir homenaje a los combatientes noruegos de las Brigadas Internacionales. 

En esa lógica de "guerra cósmica", la posición de Breivik es el reflejo especular de la otra rama de la ideología de la guerra de civilizaciones representada por Al Qaida, para la cual existe una amenaza real representada por los "cruzados" occidentales y los judíos contra la identidad de los países musulmanes. La diferencia es que la justificación de Al Qaida, aun siendo una mistificación, guarda algún contacto con la realidad, pues algunos países musulmanes experimentan una ocupación efectiva por parte de ejércitos occidentales y todos ellos una sumisión política y económica a los intereses de los países capitalistas centrales, mientras que estos últimos países sólo han conocido una inmigración pacífica desde los países musulmanes. No existe, pues, ninguna simetría real, pero esto no impide que se dé una simetría imaginaria, ideológica, que encubre la dominación y la agresión occidentales bajo la retórica de la "guerra de civilizaciones" o de la versión "progre" de esta misma "guerra" que es el "diálogo de civilizaciones".

4.
Breivik y las demás personas que colaboran en el sitio http://www.document.no/ son defensores de Israel. Esto es algo que los diferencia al menos en apariencia de las  extremas derechas de épocas anteriores, caracterizadas habitualmente por su antisemitismo y los aproxima a personajes más ambiguos como Bernard Henri Lévy o André Glucksmann que defienden a la vez los "drechos humanos" y las matanzas israelíes. Israel aparece en los textos que se publican en esta página como un país que ejerce de adelantado de occidente frente al peligro representado por el Islam. Israel no es así el país que encarna y materializa la identidad judía, sino el baluarte de una supuesta identidad "occidental". Israel, para la nueva extrema derecha, es sobre todo el supuesto representante de una civilización occidental "judeo-cristiana" enfrentada a la islámica. El antisemitismo, por su parte, sin dejar de existir y valiéndose de los mismos temas racistas de principios del siglo XX se aplica ahora -sin denominarse antisemitismo- a la otra gran familia semita, los árabes. Del mismo modo que la extrema derecha nazi creó la figura del judeo-bolchevique, la nueva extrema derecha proisraelí imagina la existencia de un complot islamo-marxista destinado a acabar con la cultura europea y, para luchar contra él, erige a Israel en vanguardia de su cruzada. Israel no es, sin embargo, la cabeza de ningún lobby de proyección universal ni de ninguna nueva edición del complot judío mundial, sino la cola del dragón que representa el sistema imperial capitalista.

5.
Hay quien ha querido ver la implicación del Mossad en los atentados de Oslo apoyándose en las proclamaciones filoisraelíes de Breivik. De momento, no hay ninguna prueba de ello. Tampoco parece verosímil. No es además técnicamente necesario ningún apoyo logístico particular para el tipo de atentado -bastante clásico- perpetrado por Breivik: bastaron varias toneladas de fertilizantes, un fusil y una munición expansiva que puede obtenerse en el mercado negro o directamente del ejército o de fuerzas policiales. Buscar la presencia israelí detrás de los atentados es intentar identificar un sujeto "malvado" y ahorrarse un análisis de los determinantes efectivos de estos atentados. Quien intenta, así, desvincular a Israel del conjunto del sistema de dominación denominado "Occidente" considerándolo un sujeto político autónomo o incluso el centro de un lobby judío que determina la política occidental no suele acabar muy lejos de las temáticas ideológicas del "complot judío" cuyo paradigma son los Protocolos de los Sabios de Sión. Además se ve incapacitado para comprender, más que en términos conspirativos la instalación en casi todo el mundo de sociedades basadas a la vez en el control y la segregación según un modelo del que Israel es el paradigma, pero en modo alguno el único promotor. El objetivo de la nueva extrema derecha coincide con el objetivo general del capitalismo globalizado: por un lado, defender la libre circulación de capitales y de mercancías en el marco de la globalización, lo que supone el establecimiento de una serie de mecanismos de control -no de bloqueo- de sus movimientos, y, por otro lado, la creación o el refuerzo de dispositivos de segregación de las poblaciones dentro y fuera de los países del centro capitalista.

La segregación mundial que se manifiesta en la brutal limitación de la circulación de personas impuesta por los Estados del centro a las poblaciones de la periferia, se ve replicada dentro de cada Estado por nuevas formas de segregación de las poblaciones inmigrantes (segregación económica y laboral, segregación social y política, distintas formas de encierro en centros de acogida o incluso penitenciarios). Se reproducen así en las metrópolis viejas formas de segregación colonial, que se pueden además extender a la propia población pobre de la metrópoli. Todas estas características las encontramos en forma modélica en Israel, Estado colonial clásico y, a la vez sociedad de control y vigilancia generalizada postmoderna. De ahí que los más firmes e intransigentes defensores del orden existente vean el el Estado sionista un auténtico modelo.

6.
Se ha debatido mucho últimamente sobre las conexiones de Breivik con las fuerzas policiales o militares de su país o de otros países. Ciertamente, hizo falta que alguien en la policía noruega hiciera la vista gorda, o tuviera una distracción, para que Breivik obtuviera la autorización que le permitió adquirir un fusil de asalto. Una vez adquirido, necesitaba también municiones. Las que se emplearon en el atentado fueron balas expansivas, conocidas como balas "Dum Dum". Estas pueden obtenerse en los arsenales de los ejércitos o fabricarse de forma casera mediante la manipulación de otras municiones. De momento no existe ninguna indicación precisa en un sentido ni en otro. Sin embargo, el atentado de Breivik -como muchos de los de Al Qaida- es harto probable es que se haya preparado de manera descentralizada. En la actualidad es posible acceder a los conocimientos en materia de explosivos necesarios para fabricar bombas mediante una simple consulta de Google, es posible incluso utilizar las recetas que describe el propio Breivik en su "manifiesto" ampliamente difundido por la red. Los ingredientes necesarios para ello son también fácilmente accesibles: abonos químicos, aspirina, ácidos...Breivik es probablemente un "terrorista" postmoderno que replica en sus actos las características fundamentales del trabajador postfordista: acceso libre a conocimientos compartidos, inciativa individual, creatividad, ausencia de jerarquías etc. 

7.
Dentro del contexto ideológico y político del ascenso generalizado de las extremas derechas en Europa y, particularmente en la Europa nórdica, y sobre todo de las políticas racistas en materia de inmigración practicadas por los gobiernos de Europa y las instituciones de la UE, es perfectamente posible que un individuo relativamente aislado pase al acto. No hace falta para ello que lo apoye ningún aparato estatal, aunque tampoco puede afirmarse su completa independencia respecto de temas ideológicos que encuentran su caldo de cultivo en aparatos específicos, en concreto en los policiales. La ideología de la extrema derecha actual tiene muchos ingredientes de la ideología espontánea de la policía, en concreto las ideas de "peligrosidad" intrínseca de determinados grupos sociales, la necesidad de la "prevención" de los efectos de esa peligrosidad mediante medidas de exclusión y segregación etc.. No hace falta así que existan "infiltrados" de la extrema derecha en un aparato policial supuestamente neutro. Más bien hay una expansión de la ideología policial hacia el espacio de las organizaciones y redes políticas de la extrema derecha, una exfiltración, más que una infiltración. 

Y es que la policía expresa de manera particularmente explícita la doble naturaleza del Estado soberano ("hombre y bestia" debía ser el príncipe según Maquiavelo): por un lado un orden jurídico, por otro una violencia que suspende las leyes. Ambos lados no son, sin embargo recíprocamente exteriores: la violencia extrajurídica del Estado, cuya posibilidad permanente se encarna en la policía y el ejército, es una forma permanente del estado de excepción reconocido por el propio ordenamiento jurídico como una posibilidad límite. Existe así un Estado de excepción momentáneo que puede declarar el soberano, al lado de formas permanentes de la excepción soberana encarnadas en aparatos de Estado, como el policial, cuyas finalidades (prevención del delito, matenimiento del orden) son necesariamente imprecisas y no pueden someterse enteramente a ninguna ley. El aspecto bestial del Estado se encuentra así en contacto directo con todas las formas de ilegalidad. Nunca el Estado está más cerca de su gemelo especular mafioso que cuando se presenta a través de sus fuerzas policiales. La definición engelsiana de la policía como "lumpen uniformado" expresa correctamente la posición límite de este aparato de Estado. La extrema derecha como ideología y como organización política nunca está muy lejos de esa "ideología espontánea" de la policía generada por la posición del aparato policial en el conjunto de las estructuras de dominación (unificado -precariamente- en el Estado). La extrema derecha, como la policía expresa un proyecto de restablecimiento del orden, mediante la suspensión del ordenamiento jurídico. Del mismo modo que Israel pudo inspirar a Breivik y sus congéneres sin participación alguna del Mossad en sus crímenes, la policía como referente ideológico también pudo tener una influencia sin realizar ningún acto preciso. La función de la violencia policial en el Estado postfordista también se privatiza, tanto de manera oficial, como por iniciativa de individuos y grupos.

jueves, 30 de junio de 2011

Las cucarachas de la plaza Syntagma: resistir ante un poder vacío



                           "El cuerpo humano es afectado de muchísimas maneras por los cuerpos exteriores, y está dispuesto para afectar los cuerpos exteriores de muchísimas maneras"
(Spinoza, Etica, II, prop. XIV, Demostración)
En una lista de correo donde discutimos sobre Spinoza, se suscitó estos últimos días un debate sobre la limpieza y la suciedad de la revolución. Raúl, un compañero de la lista, defendió brillantemente frente al ideal de "limpieza" y "pureza" de las revoluciones clásicas, una nueva figura ética del revolucionario, o mejor aún del insurgente, de los nuevos movimientos de la multitud, como un personaje que acepta la "suciedad", que renuncia a la pureza asumiendo la contaminación en y por la multitud. Es interesante esta postura en lo que tiene de rechazo al purismo de las vanguardias, que tiene mucho de miedo a la multitud. El ser de la multitud y el modo de ser del individuo en la multitud es transindividual. Dentro de la multitud no hay ya un "homo oeconomicus", ni un yo racional aislado de todos los demás. El individuo, o mejor la singularidad concreta dentro de la multitud no puede situarse en una serie como los sujetos racionales clásicos o los sujetos económicos que practican el cálculo racional.

En la ideología económico-jurídica que sirve de fundamento a todo el edificio de representaciones e identificaciones propias del capitalismo, el individuo se piensa aislado, inmunizado frente a los demás. La única presencia del otro está mediada por el interés económico y el cálculo, por leyes generales y abstractas que, a tenor de estas ideologías, rigen el comportamiento de los individuos. Cada uno en su esfera de intereses, con su propiedad protegida por el Estado, intercambia libremente bienes con unos "otros" que son muy poco otros y que más bien constituyen una reproducción serial de un mismo modelo. El sujeto opta así por la inmunidad, por el no verse afectado por los demás, en lugar de la co-munidad, la afección recíproca de los miembros de un grupo humano. Hay cierta racionalidad extrínseca en el cálculo económico y en las relaciones de mercado, pero esta racionalidad opera dentro de una radical soledad del individuo, que limita gravísimamente su capacidad de ser afectado por los otros cuerpos, por el mundo exterior y particularmente, por los demás humanos, mermando así su racionalidad y su inteligencia.

La limpieza del sujeto "inmune" es una enorme limitación para el despliegue de su potencia. Pensar de manera compleja es algo que requiere trato con los demás. Lo estamos viendo en España desde que el sistema inmunitario se rompiera el 15M y la multitud se pusiera a hablar en las calles y plazas. Harta de soledad, de impotencia y de tristeza, harta de que en ella sólo resonaran las necedades de los distintos agentes del régimen, incluso las de cada uno de nosotros como agentes reproductores de la democracia inmunitaria de mercado. Necedades nuestras que repiten las de quienes afirman "representarnos", que a su vez, en un delirio de espejos que se reflejan al infinito, también se nutren de lo que "pensamos" en nuestra tonta soledad. A la limpieza inmunitaria parece haber sucedido una feliz contaminación de unos por otros que agudiza la mente y da valor para despreciar a un poder cuya necedad se hace tanto más patente, cuanto producimos entre todos un discurso de mucha mayor racionalidad. Lo afirmaba Spinoza contra todas las representaciones y las vanguardias políticas: ".En un régimen democrático no cabe temer órdenes absurdas, pues.es casi imposible que la mayoría de una gran asamblea se ponga de acuerdo sobre una misma cosa absurda." (Spinoza, Tratado teológico-político, cap. XVI). Entre la masa de individuos solitarios del mercado y del sistema de represntación "democrática" y la multitud efectivamnte democrática de una gran asamblea, la diferencia es abismal. La única multitud irracional es la que se convierte en masa, precisamente al intentar defender su individualidad frente a los demás, en lugar de desarrollar su singularidad conviviendo, deliberando y actuando con los demás. La multitud reivindica para sí la lógica del enjambre, del insecto social, pero con el añadido importantísimo de que una multitud de animales que hablan sólo puede componerse de singularidades, de individualidades únicas. Únicas y singulares son estas individualidades en la estricta medida en que en lugar de oponerse a los demás, de protegerse de los demás, se componen con los demás aumentando así su potencia.

Sirva esto de introducción para este bello texto que le fue inspirado a la compañera griega Nelli Kambouri por la brutal agresión con productos químicos de la policía griega contra la multitud que, en la plaza Syntagma de Atenas, mostraba ante un parlamento vacío e impotente el surgir de una nueva legitimidad democrática ajena a la representación y al capital:

"Desde anteayer (28 de junio), vivimos como cucarachas en la plaza Syntagma. La policía griega nos rocía constantemente con productos químicos, independientemente de lo que hagamos o digamos, pero persistimos. Nos vamos un rato de Sintagma para recuperar la respiración y volvemos una y otra vez. Descansamos un poco y volvemos. Incluso antes de que empezaran a estallar las bombas cargadas con productos químicos, ayer por la mañana, estábamos, sin más, sentados en el suelo y la policía antidisturbios cargó y detuvo a una persona que estaba sentada cerca de nosotros. Cuando protestamos por la detención, la policía antidisturbios respondió deteniendo a otra persona que pasaba por allí y acababa de salir de una cafetería con un café en la mano. Sólo estar de pie cerca de Sintagma pararece sospechoso y, sin duda, peligroso. Las detenciones se han practicado para dispersar a la multitud, pero nosotros seguimos acercándonos cada vez más a la plaza en lugar de irnos. 
A medida que nos vamos convirtiendo en cucarachas, empezamos, aun sin darnos realmente cuenta, a adoptar tácticas estáticas, de perseverancia y de aguante, que antes desconocíamos. Siguen volando las bombas lacrimógenas, las bombas de ruido siguen explotando a nuestro alrededor con un estruendo de espanto y las multitudes responden no yéndose, permaneciendo en la plaza Sintagma. Al hacernos cucarachas y transformarnos en seres cada vez más resistentes a los productos químicos, nuestros cuerpos empiezan a mutar. Con máscaras de gas, con las caras pintadas de Maalox, con gafas de sol, nos protegemos y persistimos. Las figuras con máscaras de gas y caras pintadas de Maalox se reconocen entre sí y transmiten mensajes incluso cuando se encuentran a gran distancia de la plaza Sintagma. 
Incluso ahora que la ley de austeridad ha sido aprobada en el parlamento griego, las multitudes no se van, se refuerzan. "Hagamos ahora una asamblea", dijo alguien en medio de una nube de productos químicos. Como hicimos cuando "organizamos el concierto de música ayer", explica. Ayer estuvimos limpiando y fregando el suelo de la plaza con agua durante horas para dispersar el olor de los productos químicos y luego, con un amplificador difunto, los  Tiger Lillies tocaron en directo en la plaza Syntagma. Las bombas con productos químicos y las bombas de sonido empezaron a estallar por todas partes alrededor de Syntagma , pero todo el mundo se quedó en la plaza y siguió bailando.  
Las clásicas tácticas urbanas de confrontación como el lanzamiento de bolas de rodamiento, piedras y cócteles molotof a la policía parecen y son secundarias respecto de nuestras tácticas. Las cucarachas no atacan, tampoco rompen nada. Sin embargo, nosotras las cucarachas sómos mucho más persistentes y productivas que otros animales que, lentamente, van desapareciendo."
Nelli Kambouri
(traducción JB)


El poder es ridículo e impotente. Su policía es incapaz de vaciar la plaza Syntagma, aun agotando todas las reservas de gases lacrimógenos y de bombas de ruido. Incluso, echando bombas de humo y gases lacrimógenos contra el ya anciano Manolis Glezos, quien de joven descolgó del Partenón la bandera nazi y puso la griega y anteayer protestaba contra la nueva ocupación de país por los poderes del capital financiero. Los policías, los "batsi" están haciendo una representación teatral o un número de danza. Mi amigo griego, Mihalis Pavlou, artista de video, montó unas imágenes de una manifestación el año pasado en Salónica: filmó los movimientos rítmicos de los policías que, al final del corto parecían bailar un absurdo "rembétiko". Imagen de un poder brutal y vacío. Como los televisores que los polacos ponían en sus ventanas mirando a la calle cuando hablaba el general Jaruzelsky después del golpe de Estado. Fin de reino.

(Οι μπατσοι, (i batsi: los polis, los maderos, rembétiko)

Las cucarachas son resistentes, adaptables, no agresivas, pero invencibles. Ocupan hoy junto al ser humano gran parte de la superficie terrestre. Su capacidad de resistencia viene de su "suciedad" de esa capacidad de ser afectadas por entornos hostiles y de resistirles. En eso se parecen al ser humano. Las cucarachas de Syntagma, nuestras hermanas, se diferencian, sin embargo de los insectos homónimos porque no sólo pueden verse afectadas de muchas maneras por el mundo exterior, sino que pueden afectar su entorno, transformarlo, adaptarlo, también de muchas maneras. Tienen imaginación productiva y palabra: son poder constituyente. La suciedad -como la limpieza o la pureza- es, en realidad, meramente imaginaria, sólo existe hoy la suciedad desde la ideología de la inmunidad y de la soledad concebida como virtud cardinal. En realidad, la suciedad debe llamarse complejidad, división interna y potencia de las singularidades que componen la multitud y de la propia multitud. Las cucarachas humanas que describe Nelli Kambouri no son sucias, pero aún menos limpias.

jueves, 23 de junio de 2011

Carta abierta a los militantes de Izquierda Unida de Extremadura


"tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este 
enemigo no ha cesado de vencer"
Walter Benjamin
"Tenemos un mundo nuevo en nuestros corazones" 
(Buenaventura Durruti en un cartel de Acampada Salamanca)
"¡No pasarán!"
Cartel de la plaza Syntagma ocupada en Atenas 


Queridos compañeros:

Os escribo sin que me asista ningún derecho formal a hacerlo, pues no soy militante de Izquierda Unida y no tengo relación directa con Extremadura. Me sitúo, sin embargo, como vosotros, en posiciones anticapitalistas y las intento desarrollar en mis escritos e intervenciones. Me dirijo a vosotros como miembro del movimiento real que transforma las cosas y que no puede ser contenido por ningún partido y ningún Estado, ese movimiento que, como agua de mayo se derrama en el secarral político de nuestro país, reverdeciendo los campos y cubriéndolos con los miles de flores distintas de una sola primavera. Por primera vez, el miedo que Franco y Yagüe sembraron en toda España y con particular empeño en Extremadura, parece haberse disipado. Centenares de miles de personas salieron a las calles el 19 de junio para protestar contra el capitalismo "democrático" que arruina nuestras vidas; lo hiceron después de que miles de ciudadanos jóvenes y no tan jóvenes ocupasen durante largas semanas las plazas de muchas ciudades. De nada sirvieron las intimidaciones ni la violencia policial, ni las provocaciones: el movimiento sigue ahí, firme y creciendo.

Vuestra actitud tras los resultados de las elecciones autonómicas en Extremadura ha sido impecable y transparente; por ello mismo a tantos les resulta insoportable. Tras una consulta de las bases de vuestra organización en vuestra comunidad, estas decidieron abstenerse en la votación parlamentaria del próximo gobierno autónomo. Las voces de la izquierda de la derecha, a través del grupo Prisa y de los medios de comunicación "de izquierdas" se apresuraron a descalificar vuestra conducta, pues esa abstención daría el gobierno a la mayoría relativa que hoy ostenta un partido de "la derecha de la derecha", el PP, cuando era según ellos "posible" que gobernara el PSOE con vuestros votos. Las cosas, como bien habéis explicado en vuestro reciente comunicado, no son así: no le estáis quitando el gobierno a un partido de izquierdas para dárselo a un partido de derechas, estáis permitiendo que el partido de derechas más votado gobierne en Extremadura, lo cual se ajusta sencillamente a las formas de la democracia burguesa. No había ninguna elección real entre la derecha y la izquierda, entre una políticas más neoliberales y otras más socialdemócratas, sino entre dos clases políticas parasitarias y caciquiles: en términos del Subcomandante Marcos, entre la "derecha de la derecha" y la "izquierda de la derecha", entre la peste y el cólera.

La dirección federal de vuestra organización, despreciando sus estatutos que reconocen la autonomía de las distintas federaciones en cuanto a la política de cada comunidad, pretende machaconamente anular vuestra decisión con el apoyo y bajo el impulso de una amplia campaña de prensa y balndiendo el fantasma de unas sanciones -antiestatutarias- contra vosotros. Hay quien llega a decir que, gracias a vuestros votos, volverán a Extremadura los asesinos cómplices de Yagüe, los que asociaron el nombre de Badajoz  a una espantosa y cruel carnicería, sólo comparable a las que los pueblos europeos se habían permitido perpetrar en sus colonias. Afirmar esto muestra cortedad de miras, pues Franco y Yagüe nunca se fueron: vivieron en la pasividad ciudadana, en el caciquismo, en el miedo a los poderosos y a los ricos, incluidos los caciques y los capitalistas del PSOE. El objetivo de tanta matanza hace 75 años no era desalojar a la izquierda, sino aplastar la potencia del pueblo, su capacidad de decidir sobre su destino. Que la izquierda, que el PSOE haya gobernado durante un trentenio, sólo ha servido para ampliar la clase de los caciques, pero no para que los trabajadores, la mayoría de los ciudadanos, recuperasen su dignidad política. La oposición derecha-izquierda, en estas condiciones, tiene mucho de mistificación, mistificación que oculta la existencia de un partido único neoliberal dentro de un régimen que es legítimo heredero del de Franco.

De lo que se trata ahora, en Extremadura y en el resto de España, es de iniciar un proceso constituyente, del que fuimos privados tras la muerte de Franco, un proceso constituyente que nos permita librarnos por fin de la apatía, de la impotencia y del miedo y que sólo podremos poner en marcha si nos libramos de la apatía, de la impotencia y del miedo. (A veces, en la verdadera realidad, se confunden las causas y los efectos.) Vosotros habéis hecho algo muy importante en vuestra comunidad con vuestra votación a favor de la abstención: al igual que los ciudadanos que están llenando de alegría y de inteligencia nuestras calles y plazas, os habéis negado, en nombre de la democracia o, valga la redundancia, del anticapitalismo coherente, a caer en la trampa de una oposición vacía entre derecha e izquierda. Hoy la izquierda no es desde luego el PSOE, ni siquiera Izquierda Unida, sino algo mil veces más valioso, el multitudinario y diverso "pueblo de izquierda" que está renaciendo, que no se da por definitivamente asesinado y quiere vivir y salvar a todos los abuelos que yacen en nuestras cunetas con un inmenso abrazo que incluye a muchos, como el que escribe, que somos nietos de franquistas.

También contribuye a este renacer la presencia digna, laica y republicana de vuestros tres diputados en el parlamento autónomo. Ellos han afirmado públicamente que no renuncian a la Tercera República en un gesto sin precedentes desde la muerte del general Franco. Una izquierda anticapitalista no puede existir como tal sin unirse a la indignación de la multitud, sin convertirse en su expresión. Vosotros, en estos momentos, estáis siendo una expresión parcial de esa potencia enorme. No estáis solos ni dentro ni fuera de vuestra organización. Desde dentro y desde fuera será necesario refundar la izaquierda, pero esta vez no como un aparato, sino como expresión del pueblo de izquierda que renace. Franco afirmó que lo dejaba todo "atado y bien atado", nosotros volvemos a afirmar, a pesar de todo, a pesar de Yagüe, de la matanza de Badajoz, de la victoria de Franco, de todo el terror de decenios, de las prisiones y torturas, del tedio y la impotencia de tantos años, de los insultos y mentiras de la prensa en todas la etapas del régimen, una consigna que hoy se oye y se ve escrita en nuestras calles y en la plaza Syntagma de la Atenas rebelde: ¡No pasarán!

Os mando un fuerte abrazo y mi más sincero testimonio de admiración,

John Brown (el que escribe en el blog iohannesmaurus.blogspot.com )

viernes, 17 de junio de 2011

15M. Hobbes en la Ciutadella: Violencia y legitimación del Estado



Thomas Hobbes

15M. Hobbes en la Ciutadella: Violencia y legitimación del Estado




Han tardado en hacerlo, pero la máquina ya está en marcha. Tal vez por oportunismo preelectoral o por genuina sorpresa ante un movimiento tan lógico como inesperado y tan potente, no se atrevieron hasta ahora a utilizar el arsenal de siempre contra el 15M. El arsenal de siempre, blandido ayer por Felip Puig y Artur Mas en el Parlamento catalán, es la utilización de los términos "batasunización" y "kale borroka", es la reducción de toda oposición radical al régimen al punto de fijación que es "la cuestión vasca" identificada con el "terrorismo" y la "violencia". La cuestión vasca acepta a una zona pequeña del Estado español, pero ha sido hasta ahora estratégicamente determinante, pues ha dado al régimen heredero del franquismo oxígeno para mantener un aspecto fundamental de su constitución material: la política, la legislación y los aparatos de excepción que configuran la democracia española como "democracia antiterrorista". No es exagerado pensar que lo que hizo tan extraordinariamente fácil la transición a la democracia fue que, en este aspecto de la excepción antiterrorista no hubiera transición alguna sino riguroso mantenimiento de la legislación y de los aparatos policiales y judiciales del franquismo.

Los incidentes de Barcelona en torno a la votación de los presupuestos de la Generalidad en el Parlamento de Cataluña fueron el pretexto para un ataque policial y político contra el movimiento 15M. Primero fue el ataque policial que repetía las agresiones policiales contra la acampada de la plaza de Cataluña. La particularidad, esta vez es que se produjeron algunas agresiones verbales o simbólicas contra los diputados catalanes. Si bien la mayoría aplastante de los manifestantes había mantenido la misma actitud pacífica y respetuosa que siempre caracterizó al movimiento, un sector optó por un acto de repudio simbólico (un escrache), contra unos diputados que se disponían a operar dolorosos recortes sociales con vistas a una salida de la crisis favorable al capital financiero. Otros aún protagonizaron algún pequeño acto de violencia urbana de mínima importancia como juntar contenedores de basura para frenar las cargas policiales, dar un empujón a un diputado o lanzar alguna imprecación. Está documentada la presencia de policías infiltrados entre los manifestantes. Falta documentar completamente las características de su actuación, pero son fáciles de adivinar. Normalmente, estos agentes procuran soliviantar a los manifestantes, tal como se ha podido ver en un video de las últimas manifestaciones de Valencia, a fin de propiciar cargas policiales y de iniciar una espiral de violencia que -retrospectivamente- justifica las cargas. De hecho, en los principales escenarios de actos "violentos" en torno al 15M:  en Madrid, el propio 15 de mayo, en Valencia y en la Ciudadela de Barcelona, se ha podido comprobar la presencia de agentes infiltrados y hay testimonios de su actuación. No todo es violencia policial, pero cuando las autoridades han optado por que se produzcan "incidentes", curiosamente siempre han seguido el mismo patrón con el fin de desprestigiar a un movimiento que ha optado abierta y claramente por la no violencia.

La opción no violenta, como toda opción política es discutible, pero ha sido la opción del movimiento desde el primer momento. Su mayor virtud es que desprestigia la represión y da una gran autoridad moral al movimiento. Su inconveniente es que resulta difícil en el ser humano determinar las fronteras entre el antagonismo constitutivo de la política y la violencia. Hay quien considera violento que se ocupen las plazas públicas o se deslegitime al parlamento y a las autoridades del país, otros consideramos violento que se voten leyes al dictado de los poderes económicos y financieros y en contra del interés general o que se deshaucie a miles de personas, o que haya más de cuatro millones de parados etc. En todos estos casos no hay violencia física traducida en golpes o lesiones, pero indudablemente se produce una agresión muy real contra las instituciones o contra la mayoría de los ciudadanos. El Estado nunca opta ni puede optar por la no violencia. Para existir necesita tener partidas permanentes de "hombres armados" que constituyen sus ejércitos y policías. El Estado es Estado en la medida en que dispone de la fuerza violenta más poderosa en un territorio. La famosa caracterización del Estado por Max Weber como "monopolio de la violencia legítima" es en cierto modo circular, pues el monopolio de la violencia sólo es legítimo cuando la propia violencia, en competencia con otras, se ha hecho con dicho monopolio. No es que la legitimidad otorgue un monopolio de la violencia; el monopolio de ésta, por el contrario, sustenta la legitimidad.

El problema de la violencia para un movimiento que, como el actual, pone en entredicho el orden existente y sus instituciones es decidir sobre el respeto del monopolio estatal de la violencia. Evidentemente, este monopolio tiene que ponerse en entredicho si se persigue un cambio político y social radical, pero existen varias maneras de hacerlo. La más evidente es violar el monopolio y practicar la violencia como han hecho las organizaciones que el Estado denomina "terroristas", esto es las que violan el monopolio estatal del terror y de la intimidación violenta de las poblaciones. El problema de esta posición es que, a menos de hacerse progresivamente con un potencia de fuego que pueda superar la del propio Estado y de mantener un fuerte vínculo con los movimientos sociales y las organizaciones políticas como ocurriera en Cuba o en Nicaragua, la organización que desafía el monopolio estatal de la violencia corre peligro de legitimar al Estado con cada una de sus acciones. La historia de ETA y de organizaciones armadas menores (FRAP, GRAPO) durante los últimos decenios en España lo demuestra con toda claridad. Ello no obedece sino a la lógica implacable del régimen de legitimación del Estado moderno.

El Estado moderno funda su legitimidad, desde Hobbes en el hecho de que pone fin a una supuesta situación de guerra civil generalizada. En el "antes" mítico del "estado de naturaleza" que precede a la fundación del Estado, la ilimitación de los deseos humanos enfrentaba a los individuos unos con otros en una guerra "de todos contra todos". La violencia circulaba libremente y, si bien algunos podían disponer de un mayor poder violento que otros por haber concluido alianzas contra un enemigo común o por otras circunstancias, nadie podía espontáneamente hacerse con el monopolio. El momento fundacional del Estado, según Thomas Hobbes, es aquel en que los distintos individuos pactan unos con otros entregar todo su poder (en particular toda su capacidad de ejercer la violencia) a uno sólo, una persona individual o colectiva que se convertiría en el soberano. El monopolio de la violencia que así adquiere el soberano es garantía de la paz y la seguridad para todos los que pasan -mediante el pacto- a ser sus súbditos. Hobbes reconocerá que este pacto reside en "la relación mutua entre protección y obediencia" ("the mutual relation between protection and obedience", Th.. Hobbes, Leviathan, A review and conclusion). No existe gran diferencia entre esta relación entre obediencia y protección y el viejo pacto mafioso por el cual la mafia obliga a obedecerle y pagarle tributos a cambio de "protección". Lo que diferencia Estado y mafia es sólo el monopolio de la violencia al que la mafia no puede acceder y que el Estado mantiene formalmente. Aquí podemos apreciar el carácter mítico y justificatorio del "pacto": gracias al pacto libremente suscrito por los individuos el Estado es, según Hobbes, no sólo un poder invencible sino un poder legítimo. La única manera que tiene Hobbes de impedir que el derecho se reduzca a mera expresión de una correlación de fuerzas es inventar esa ficción jurídica de un origen siempre ya jurídico -contractual- del propio derecho. Sabemos que otra línea de la modenidad filosófica, la que discurre de Maquiavelo a Marx pasando por Spinoza acepta como fundamento de la vida política y del derecho la correlación de fuerzas entre la multitud y el soberano, evitando así la paradoja de un origen jurídico del derecho y rechazando la problemática de la legitilidad como mera mistificación.

En las particulares condiciones de intercambio de obediencia por protección -en régimen de monopolio- que caracterizan al Estado moderno según la concepción jurídica dominante, toda violencia privada es una  reescenificación del estado de naturaleza inicial y justifica el temor de que vuelva a desencadenarse la dinámica de guerra civil. El Estado soberano no sólo se legitima por el pacto, sino por el temor constante a que vuelva a surgir, con cualquier acto de violencia no estatal, la guerra civil. Es esencial para él cultivar este temor para que nunca se olvide el motivo del pacto y de la obediencia. El régimen de Franco, después de la monumental acumulación de terror que él mismo protagonizó, basó así su legitimidad en el temor siempre reavivado al retorno de la guerra civil y fue contando al filo de largos decenios de opresión sus 20 y sus 40 "años de paz". El Estado burgués está basado, tanto en sus formas de excepción como en sus figuras "normales" en un mecanismo de retroalimentación por el cual todo acto -real o imaginario- de cuestionamiento de su monopolio de la violencia termina reforzándolo. La paradoja de la desobediencia violenta es que termina reforzando la obediencia.

Toda violencia política no estatal se reduce automáticamente a bandidaje y delincuencia, convirtiéndose, cualquiera que sea su motivo, en objeto de temor para la población y fuente de legitimación del soberano. Esto se enfrenta, sin embargo, a la indefinición de los límites de la violencia, pues un mismo acto, cualquier tipo de acto, en función de las circunstancias o de los actores puede o no considerarse violento. Por ello es vital para el Estado no sólo disponer del monopolio de la violencia, sino también del derecho exclusivo a definir como tal lo que es violento. Como sostenía San Pablo, "sin ley no hay pecado". Toda existencia social entraña necesariamente un determinado grado de violencia al enfrentarse necesariamente entre sí las pasiones e intereses humanos, Por ello mismo, el Estado no puede pretender acabar con toda violencia, empezando por la propia; lo que puede hacer es designar como violentos unos actos, ignorando la violencia de otros y tolerándola. Según Carl Schmitt, "soberano es quien designa al enemigo"; hoy, con más exactitud, podemos decir con Julien Coupat que "soberano es quien designa al terrorista" o en general al "violento".

Una de las grandes conquistas del movimiento 15M se debe a su opción "pacifista". Gracias a ella se ha podido ver, a veces de manera sumamente clara el funcionamiento del mecanismo de retroalimentación antes descrito. Efectivamente, el rechazo riguroso de toda violencia física por parte del movimiento ha obligado al Estado en varias ocasiones a escenificar artificialmente la violencia a través de sus cuerpos represivos. Lo sorprendente en el movimiento de los "Indignados" es la inmensa tranquilidad de su indignación y su escasa vulnerabilidad a las constantes provocaciones de la policía infiltrada o uniformada. Esta actitud ha tenido el efecto de un reactivo químico que ha separado claramente la violencia de la convivencia pacífica y de la auténtica vida política, poniendo toda la violencia del lado del Estado. El Estado no sólo se muestra así violento por su política social y económica en favor del capital financiero y en contra de la población, sino en cuanto sus cuerpos represivos, incapaces de realizar una provocación eficaz se ven abocados a la dramatización impotente -con la complicidad de los medios de comunicación- de escenas de guerra civil enteramente fabricadas.

Teniendo en cuenta la historia reciente y lejana del régimen español y los mecanismos de legitimación de que se vale, la puesta en jaque del sistema de retroalimentación de la violencia soberana por la violencia privada, la obligación que la potencia del movimiento ha impuesto a este sistema de retroalimentación de funcionar en circuito cerrado, constituyen un logro de dimensiones colosales que corrobora el acierto de la opción no violenta. En las circunstancias actuales, el régimen ya sólo puede funcionar de manera delirante considerando que es violencia discutir libremente en calles y plazas, resistir pasivamente a una carga policial, oponerse a un deshaucio, recuperar la vida civil, la existencia política de las que el Estado capitalista priva a sus súbditos a través de sus sistema hobbesianos de representación/protección. El Estado soberano tenía entre sus atributos el monopolio de la designación de la violencia, hoy la multitud se lo está arrebatando sin pretender en lo más mínimo disputarle el monopolio de la violencia física. Toda la violencia queda de su lado, del nuestro la potencia constituyente de la indignación.