miércoles, 21 de diciembre de 2011

Kim Jong Il: los dos cuerpos del rey





"Ahora bien, el gran secreto del régimen monárquico y su máximo interés en mantener engañados a los hombres y en disfrazar, bajo el especioso nombre de religión, el miedo con el que se los quiere controlar, a fin de que luchen por su esclavitud, como si tratara de su salvación, y no consideren una ignominia, sino el máximo honor, dar su sangre y su alma para orgullo de un solo hombre." Spinoza, Tratado Teológico-político, Prefacio


La muerte de Kim Jong Il, Líder Querido y Estimado de la República Popular Democrática de Corea es un momento importante para la reafirmación del régimen. Las escenas de dolor y de desesperación que se contemplaban en las calles de Piongyang y del resto del país mostraban la magnitud de la catástrofe que suponía la pérdida. Lo que denominaba el etnógrafo italiano Ernesto de Martino una "crisis de la presencia" estaba ocurriendo ante nuestros ojos. Para millones de personas, la certidumbre misma de tener una existencia con significado, un "estar en el mundo", un ser con los demás parecía derrumbarse al haber desaparecido el sujeto que le servía de garantía. Los propagandistas del régimen como el catalán Cao de Benós, afirman que, más que un jefe de Estado, Kim Jong Il era un padre y Corea una gran familia reunida en torno a él. Efectivamente, el régimen norcoreano se sustenta en el culto del padre. Esta involuntariamente acertada descripción recuerda la historia que relata Freud en Tótem y Tabú sobre el Padre de la horda primitiva, dueño de todas las riquezas y acaparador de todas las mujeres El padre originario es asesinado por sus hijos, pero su muerte no abole enteramente su función, puesto que la ley del padre sigue vigente para los hijos en ausencia del padre real. El Padre muerto es la figura principal de toda monarquía, es su arquetipo. El rey tiene efectivamente, como explica Ernst Kantorowicz, un doble cuerpo: un cuerpo natural (corpus naturale) y un cuerpo místico (corpus mysticum). El cuerpo natural perece, mientras que el cuerpo místico se mantiene. Tal es el sentido de la fórmula "El rey ha muerto. ¡Viva el rey!". Se trata con ella de abolir el catastrófico lapso de tiempo que media entre la muerte del rey natural y la reencarnación del cuerpo místico del rey en su sucesor. El tiempo intermedio, por mínimo que sea, es tiempo de catáctrofe, de crisis del orden político y social, fin provisional de un mundo social y político sostenido únicamente en la figura real..

En la monarquía, la ley toma cuerpo en la persona del rey y no puede existir simplemente como abstracción racional, ni como convención humana. La ley es inseparable del cuerpo místico del monarca, el cual, en vida da sacralidad al cuerpo natural de quien lo encarna. Tal es el tema reiterado en los "Diez Principios", el epítome de todas las formas de obediencia al Líder, expresadas de manera reiterativa y ditirámbica. Afirma el principio 1: "Tenemos que darlo todo en la lucha por unificar a toda la sociedad con la ideología revolucionaria del Gran Líder Kim Il Sung". En esta misma línea, sostiene el principio 5: "Tenemos que mostrar nuestra estricta adhesión al principio de obediencia incondicional a la hora de ejecutar las instrucciones de nuestro Gran Líder, el Camarada Kim Il Sung". Ley es ley del padre muerto que se reencarna en sus sucesores. Este fundamento clásico de la monarquía logró su consagración constitucional en Corea del Norte mediante el principio del "Gobierno de la Voluntad del Difunto" (yuhun tongchi) conforme al cual, quien gobernaba Corea del Norte bajo Kim Jong Il y la gobernará Bajo Kim Jong-un no es sino el difunto fundador de la dinastía y del país: Kim Il Sung. La monarquía norcoreana, en cuanto institución basada en la pervivencia mística de un cadáver es un régimen por autodefinición tanatocrático. Todo esto sería relativamente banal en un régimen que no se autodefiniese como "socialista" y se dijese inspirado por el marxismo. Es difícil, en efecto, encajar el materialismo y la democracia radical marxistas en los moldes monárquicos de Corea del Norte. Para lograrlo, ha sido necesaria una operación de transformación del marxismo en un avatar de los discursos de legitimación de la representación soberana, en otras palabras, hacer del marxismo una secta hobbesiana. Es incalculable la aportación del estalinismo a esta labor, en cuanto acentúa el papel representativo/sustitutivo del partido y del Estado "obrero" respecto de la clase. Una vez que el proletariado se transforma en una especie de pueblo representando por el partido y el Estado y que partido y Estado se ven a su vez representados por sus dirigentes, la operación monárquica se hace posible. Para ello, ha habido que quitar de en medio la idea marxista de que las clases sólo se definen en y por su lucha y sustituirla por una descripción sociológica de estas al margen de cualquier antagonismo constitutivo. El Líder se convierte así en la encarnación del destino universal del proletariado y en el más alto portador del saber sobre los procesos históricos. La historia es esencia que se despliega, a través de contradicciones superadas en y por el saber absoluto del Líder. La política y sus contingencias reales desaparecen y quienes viven bajo este gobierno de la voluntad del cadáver y del saber del Líder que encarna esa voluntad, afirman -no se pueden quejar- que viven en el Paraíso.

La posibilidad de verse expulsados del Paraíso por la pérdida del Líder se vive de manera traumática. De ahí el luto y el llanto de tantos norcoreanos cuya finalidad inmediata es compensar la crisis de la presencia rechazando con gritos, llantos y aspavientos la pérdida de Líder sobre quien reposaba un mundo. Sin embargo, estos llantos rituales y a la vez profundamente sentidos de los norcoreanos tienen toda la ambigüedad que caracteriza a cualquier conducta subjetiva: por un lado son actos de un sujeto, por otro son efectos de una rigurosa sujeción. Vemos en todos ellos una perfecta aplicación del consejo de Pascal a quienes querían abrazar la fe: "Queréis curaros de la infidelidad y me preguntáis por los remedios, aprended de aquellos que como vosotros estaban indecisos y que ahora apuestan todo su bien. Son personas que conocen el camino que querríais seguir y han sanado de un mal del que queréis curaros; seguid el modo en que ellos comenzaron. Hicieron como que creían, tomando agua bendita y diciendo misas etc. De manera natural, esto mismo os hará creer y os embrutecerá (vous abêtira)". (Pascal, Pensamiento 451). La fe es siempre la fe del otro que cree por mí y sustenta mi propia fe. Mirando al otro llorar, mi llanto se hace tan desconsolado como el suyo. De ese modo, lo más grotesco y odioso puede hacerse legítimo objeto de devoción. Si además, tenemos en cuenta la segura presencia de una buena policía política que controle la intensidad y la sinceridad del llanto público y tome nota de quienes no parezcan bastante convencidos para investigar su nombre y dirección, la fe tiene grandes posibilidades de afirmarse. La fe monárquica basada en el culto de la dinastía de los Kim es así a la vez sincera y enteramente fingida pues resulta a la vez de la imitación del otro y de la amenaza represiva. A efectos prácticos, según nos enseña Pascal, la verdad o la mentira son perfectamente indiferentes en esta materia. Lo único que cuenta es la sumisión obtenida. Y hay quien llama a esta aberración "socialismo" y muestra fuera de Corea del Norte su hondo pesar por la muerte del déspota, Difícilmente puede rendirse peor servicio a la causa comunista que el de quienes la identifican con pesadillas totalitarias que superan la imaginación de Orwell, Zamyatin o Huxley. Con amigos así al comunismo no le hacen falta enemigos.

2 comentarios:

  1. John... ¿Qué me dices de los tres días de duelo declarados en Cuba por el fallecimiento de susodicho Kim?

    ResponderEliminar
  2. Francisco Alberto: ¿Qué te voy a decir? Me parece lamentable que Cuba, un país que nada tiene que ver con el totalitarismo hiperbólico de Corea del Norte se solidarice más allá de las formas diplomáticas con ese engendro. Personalmente, prefiero pensar que es un error garrafal y no un síntoma....

    ResponderEliminar