La tricolor en el ayuntamiento de Donosti |
Tal vez lo que más daño haya hecho al republicanismo español sea la confusión de la República con una forma de Estado. Inicialmente, el término república (res publica) hace directa alusión a lo que es común a todos los ciudadanos, a aquello que a todos pertenece y sobre cuya base pueden establecerse derechos particulares, incluida la propiedad privada (proclamada en Roma, no como un atributo del individuo, sino "ex jure Quiritum", conforme al derecho común de los ciudadanos). República significa la primacía de lo común sobre la propiedad: por ello mismo, la república es el gobierno de la multitud libre, no de los reyes ni de los ricos, no de los soberanos ni de los propietarios. Ha habido y hay, sin embargo, repúblicas cuya alma es monárquica: son las constituidas sobre la propiedad y cuya finalidad es la preservación de la propiedad y no la salvaguardia de lo común. Esas repúblicas nominales tienen caracter estatal pues se configuran como un conjunto de aparatos de dominación y de representación y no como un espacio libre de intervención política de la variopinta multitud de los ciudadanos. Son, como las monarquías, un tipo de gobierno que aspira a la trascendencia sobre la sociedad.
Una república es, sin embargo, otra cosa, un modo de gobierno que se confunde con la democracia y que no aspira por consiguiente a representar/sustituir a la multitud. La multitud es irrepresentable y sólo en ese paradójico sentido es "soberana". El conjunto de los propietarios, en cambio, puede acceder a la representación; mejor dicho, los propietarios -separados entre sí por su propiedad privada- sólo existen como conjunto, en tanto que representados. El soberano representa a los propietarios y los somete a un régimen de legalidad cerrado que permite la libertad del mercado y en el mercado y excluye cualquier libertad política, cualquier ejercicio del poder constituyente. Las repúblicas de los propietarios -en lo esencial regímenes absolutistas que también pueden tener forma monárquica- llaman estado de derecho a la prohibición del poder constituyente. Por ello mismo procuran con afán totalitario criminalizar todo intento de cambio sustancial del orden legal y toda actuación al margen de la ley que no sea la del propio soberano. Es lo que estamos viendo hoy en esa república de los propietarios monárquicamente encabezada que es el Reino de España cuando se intenta criminalizar como violenta la resistencia pacífica a la autoridad o reprimir cualquier disenso respecto del orden capitalista reconocido por las leyes y la constitución.
Una verdadera república reconoce esencialmente el disenso, porque no se basa ni se puede basar en ningún fantasma consensual: la república es régimen de la multitud, gobierno de lo común. La multitud en sí sólo puede ser plural: por ello los clásicos del republicanismo radical como Maquiavelo o Spinoza siempre afirmaron que la libertad no se basaba en la excelencia de la legislación, sino en la correlación de fuerzas entre soberano y multitud y entre los distintos sectores de la multitud. La república nunca puede olvidar su fundamento, que es el poder constituyente de la multitud. Un régimen republicano nunca puede ser -como pretenden serlo las repúblicas de los propietarios- la encarnación del Estado de derecho más allá de la cual sólo existen el crimen y el delito, la violencia ilegítima y el terrorismo, sino un sistema donde el derecho es flexible y admite siempre márgenes de realidad, márgenes de anomalía, de disenso y de desobediencia que son irregulables y con los que todo poder debe negociar.
La República española de 1931 no llegó a ser una república de los propietarios, sobre todo porque los principales representantes de las clases propietarias nunca la quisieron. La República fue traída por ĺas clases populares que ocuparon la puerta del Sol ochenta años antes del 15M y echaron a una monarquía corrupta que intentó sobrevivir en sus últimos años mediante un régimen dictatorial. Las clases populares fueron quienes en el 34 y el el 36 salvaron la República contra los esfuerzos sibversivos de los propietarios y, durante tres años, impidieron la victoria de Franco. Hoy, la República tiene que volver a ser un marco de libertad y de democracia, pero al mismo tiempo un régimen de la multitud y un gobierno de lo común. La República de la multitud no es una forma de Estado sino la forma misma de la autodeterminación de la multitud como comunidad abierta y no representable. Reivindicar hoy la República en el Estado español es impulsar un proceso constituyente que abra nuevas posibilidades de organización y de relación al conjunto de individuos y de pueblos que hoy se ven incluidos en éste Estado que decía Gil De Biedma dominado por "todos los demonios". Esto es lo que ha permitido que hoy, 14 de abril de 2012, en varios ayuntamientos de Euskal Herria y, en concreto, en el de Donostia, ondease la bandera tricolor, y que un importante sector del 15M participara en las manifestaciones en favor de la República por considerarlas el marco idóneo para la dura batalla por la defensa de las libertades que se avecina.