lunes, 25 de febrero de 2019

Sobre la democracia española y los símbolos



Una España reconciliada consideraría como uno de los símbolos de su tradición democrática la bandera de la República. Una democracia sin adherencias franquistas, aun encabezada por un rey constitucional, no excluiría los símbolos de otros períodos democráticos, sino que los incluiría con legítimo orgullo en su propia historia. Las adherencias franquistas pueden a veces más que la propia democracia.

La cosa es sencilla, aunque -no lo niego- difícil: una democracia Española con altura podría instalarse en un relato multisecular de conquista de la democracia y de las libertades que incluyera la tradición constitucional de la monarquía, las dos repúblicas y la fase actual dejando de lado el paréntesis franquista. Como esto no se puede hacer, pues es obvio el origen de la actual monarquía en el régimen de Franco y ni el padre de Felipe VI ni él mismo han querido nunca instalarse en otro relato, lo que tiene que quedar excluido y marginado es el momento republicano, junto a toda la tradición constitucional y democrática. De este modo, la Transición y la Constitución aparecen como un milagro, como un efecto sin causa determinable, pero sabemos que el milagro consistente en crear una democracia coherente y digna de este nombre manteniendo importantes estructuras de un régimen militarista reaccionario de sangrietos orígenes, es, como muchos pretendidos "milagros", una mera imposibilidad

Podría ser muy sensato adoptar la bandera bicolor como símbolo de la democracia como proponen Errejón y otros y ya propusiera Santiago Carrillo, pero esta aceptación no puede tener lugar sobre la base de la exclusión de los símbolos de nuestra tradición democrática, ni sobre el suelo de unas cunetas que aún albergan las huellas infames del crimen fundacional del franquismo. Un Estado que respete el pasado democrático y excluya el dictatorial y honre con un entierro digno a las víctimas del totalitarismo puede tener la bandera que sea sin que esta ofenda a nadie, pues no será ya el símbolo de la exclusión de una parte de los vivos y de los muertos. Estamos muy lejos de ello y la bandera rojigualda es hoy más que símbolo de un país o de una nación, arma arrojadiza de un bando contra demócratas, republicanos, catalanes, vascos, gallegos y otros sectores del país que no encajan en un relato que excluye de nuestra historia sus momentos democráticos.

Pedro Sánchez cometió sencillamente un acto de indignidad el negarse a reconocer que la República y su bandera son España en su ofrenda floral a Antonio Machado y al presidente Azaña. A la España estrecha, sectaria y cainita de la que Pedro Sánchez es rehén moral no le cabe en su alma mezquina y resentida el pasado democrático y republicano de nuestro país. Precisamente por eso la democracia y la República siguen siendo nuestro futuro, mientras que el régimen del 78 no pasará de un pretérito imperfecto."

jueves, 14 de febrero de 2019

Volverá la derecha

La izquierda española, entendiendo por ello la suma de PSOE, Podemos y lo que queda de Izquierda Unida está según todos los sondeos de capa caída. No renovará según ninguno de ellos ni siquiera la fragilísima mayoría que hoy existe. Volverá la derecha de la mano de la abstención masiva de unos electores de izquierda que ven en los partidos de la izquierda simples manifestaciones de un Estado austeritario y liberticida. Volverá la derecha, pero en una versión mucho más agresiva que cuando gobernaba Rajoy, pues el crecimiento del neofranquismo de Vox produce efectos de contagio en las demás formaciones políticas de derecha. Todo lo diferente, desde la diferencia interna expresada por Cataluña y las otras nacionalidades y regiones, pasando por las mujeres para acabar en los inmigrantes, es para ellos objeto de hostilidad. Algunos sectores de la izquierda procedentes del carrillismo u otras variantes del estalinismo o del populismo europeronista de Podemos han mostrado "comprensión" por los temas de la derecha extrema como la afirmación de la identidad sobre la diferencia, los símbolos del Estado, etc. Las direcciones de Podemos y PSOE parecen anestesiadas, incapaces de cualquier tipo de reacción. No se atisba, en general, ninguna estrategia ni en la izquierda ni en la derecha pues las grandes opciones políticas siguen rigurosamente secuestradas por los mercados financieros. Todo se juega alrededor de temáticas simbólicas, aunque estas puedan tener terribles conscuencias materiales para las personas.

Mientras tanto, los presos políticos catalanes siguen en prisión y sometidos dsde anteayer a un auténtico proceso político en el que la fiscalía aplica con rigor el derecho penal del enemigo y, por consiguiente, el principio de analogía. Así, un referéndum ilegal pero enteramente pacífico y hasta festivo se convierte en un acto violento, porque las personas defendieron con sus cuerpos las urnas y los colegios, pasivamente, sin agresión alguna a una policía española que causó más de mil heridos. Los tipos penales se aplican con elasticidad a fin de condenar a largos años de cárcel a los encausados, que se han mantenido en prisión para evitar el riesgo de que continuasen "su actividad política". El principio que se aplica no es el del derecho penal democrático, el de la tradición del Estado de derecho: "nullum crimen sine lege", no hay crimen sin ley que lo defina con rasgos muy precisos, sino el principio inverso, el fascista: "nullum crimen sine poena", no hay crimen sin castigo, con el que se pretende garantizar la seguridad del Estado por encima de cualquier consideración de derecho.

En estas condiciones, el PSOE, que necesitaba que las Cortes aprobasen su proyecto de presupuestos, intentó un acercamiento a los independentistas catalanes para obtener su apoyo. Este acercamiento iba a materializarse bajo la forma de una negociación formal de la que tomaría nota un relator. Tras la manifestación conjunta de las derechas del domingo pasado que reunió unas 50.000 personas para reclamar el fin de la negociación con los catalanes y la convocatoria de elecciones, el gobierno ha puesto fin a la negociación con los catalanes y no tardará en convocar elecciones. Después de ello, ha seguido, directamente o a través de la mediación de Podemos, pidiendo el apoyo de los independentistas catalanes a sus presupuestos sin liberar a los presos ni proponer nada a los independentistas. Se les ofrecía a cambio de su apoyo mantener la situación actual. Algo evidentemente inaceptable, pues aunque la izquierda española siempre poco exigente en materia de libertades, no los considere así, la existencia de presos políticos y el bloqueo de la situación en Cataluña son problemas gravísimos que apuntan a una crisis institucional de primer orden y tal vez a la ruptura definitiva del marco constitucional vigente.

La derecha llegará al poder, pero puede hacerlo de varias maneras: como coalición de todas las derechas radicalizada por el apoyo interno o externo de Vox a la mayoría gubernamental o como gobierno de coalición entre Ciudadanos y PSOE. En cualquiera de los casos la crisis institucional se agravará, pues incluso la segunda fórmula solo podrá realizarse mediante un programa resueltamente anticatalán impuesto por Ciudadanos. Mientras tanto la izquierda sigue ignorando el único marco en el cual es posible formular una estrategia contra la austeridad: Europa. Se aproximan las elecciones europeas y no surge ninguna propuesta de política europea, ninguna idea, salvo el débil destello de Diem 25. Por otra parte, los presos seguirán en prisión y las direcciones de la izquierda estarán contentas de haber renovado sus mandatos parlamentarios, aunque sea a costa de perder muchos votos y diputados.