domingo, 3 de julio de 2016

Premio Nóbel a la impostura




Un grupo de más de 100 premios Nóbel ha publicado recientemente una carta abierta a Greenpeace en defensa de los cultivos transgénicos y criticando muy duramente a la organización ecologista por oponerse en concreto al arroz dorado. Esta es una varidad de arroz transgénico que contendría importantes cantidades de vitamina A, y cuya ingesta permitiría curar algunas graves enfermedades. Según los científicos autores de la carta esta variedad de arroz "tiene el potencial de reducir o eliminar muchas de las muertes causadas por la deficiencia de vitamina A, que tiene el mayor impacto en la gente más pobre en África y el sudeste de Asia". Por ello mismo piden "a Greenpeace que cese y desista en su campaña contra el arroz dorado específicamente, y los cultivos y alimentos mejorados a través de biotecnología en general". Dramatizando la situación llegan a decir al final de su carta:  "¿Cuántas personas pobres en el mundo deben morir antes de que consideremos esto un 'crimen contra la humanidad?" 

Los científicos que atacan a Greenpeace actúan aquí como ese "tercero" (the third party) que, desde su supuesto saber, afirma con autoridad las virtudes de un producto. Esto es algo que, desde principios del siglo XX sabemos y que fue teorizado y puesto en práctica por Edward Bernays, el gran referente de la propaganda moderna, sobrino de Sigmund Freud e inspirador -involuntario- del doctor Goebbels. El propio Bernays, en los años 40 hizo campañas apoyadas por médicos en favor de la industria del tabaco. La escena típica en el esquema básico de la propaganda según Bernays es la del anuncio de detergentes con sus tres personajes: el vendedor, el ama de casa y el científico con bata blanca que dirime la cuestión de si tal detergente es más eficaz que los demás mediante su supuesto saber. En el caso que aquí nos ocupa, no puede decirse que los científicos abajofirmantes actúen como científicos sino como auxiliares en bata blanca de una campaña de propaganda.


("El motivo por el cual no se distribuye ampliamente arroz dorado entre los campesinos es que a Greenpeace le gustan los niños ciegos. Ceguera, cortesía de Greenpeace": una ilustración de la brutal campaña de Monsanto contra Greenpeace.)

En realidad, lo que dicen en su carta estos señores da igual que lo digan unos premios Nobel o cualesquiera otros ciudadanos. El problema no es científico sino social, ético y político. Los transgénicos, a diferencia de los cultivos tradicionales, se valen de semillas manipuladas que son mercancías y no un bien común como las semillas tradicionales, que el agricultor puede producir por sí mismo reservando de una cosecha a otra una parte de lo cosechado como simiente de la siguiente cosecha. Con las semillas modificadas genéticamente esto deja de ser posible, pues suelen incluir un código propietario que obliga a comprarlas a cada cosecha o, como mínimo su propiedad, que sigue siendo del fabricante -en muchos casos, aunque no en este, Monsanto- es objeto de un blindaje jurídico que impide al agricultor utilizar sus propia semillas si dispusiera de ellas. En este caso, los inventores han renunciado a la patente por motivos "humanitarios", pero esto no quiere decir que se pueda disponer libremente de las semillas, pues tienen que ser suministradas por el fabricante, a diferecnia de las tradicionales. Obviamente, digan lo que digan estos prestigiosos científicos, este código propietario y esta protección jurídica -posibilidad inherente a las semillas modificadas genéticamente, aunque en contadas excepciones se renuncie a su uso- no están ahí por el bien de la humanidad, sino por el interés mercantil de los fabricantes-vendedores de semillas, Monsanto y muy pocas otras multinacionales. De lo que se trata para estos grupos es de expropiar a los agricultores del bien común que eran las variedades vegetales tradicionales obligándoles a utilizar un tipo de semillas manipulado genéticamente mediante un proceso industriaL Unas semillas que no son ya algo dado por la naturaleza y la tradición de la agricultura, sino fabricado por la industria como una mercancía.

Por otra parte, quedan por estudiar los efectos de la difusión de material genético manipulado sobre otras variedades vegetales. Un principio de elemental precaución aconseja experimentar y esperar, pues pueden producirse y extenderse por contaminación fenómenos como la esterilización de otras variedades de arroz, u otras consecuencias indeseadas sobre el ecosistema.


En cuanto a la difusión de alimentos y sustancias de efecto terapéutico a través de estas plantas y sus semillas destinadas al consumo humano, esta sería innecesaria si no se estuvieran destruyendo los medios de subsistencia de las poblaciones y bienes comunes como los sistemas de salud y de higiene pública. A la afirmación de sentido común de la activista india Vandana Shiva de que una dieta equilibrada tradicional permitiría obtener los mismos efectos que la introducción del arroz dorado en la alimentación, contestan Monsanto y sus secuaces que una dieta variada está fuera del alcance de las personas más pobres... Por lo visto, para esta gente, la pobreza es un dato natural irreversible e inmodificable, o por lo menos un dato que no están dispuestos a hacer nada por alterar. La industria intenta obtener beneficios económicos -o en este caso el beneficio político de una generalización del uso de las semillas modificadas genéticamente- a partir de una catástrofe social políticamente y económicamente generada. Con el arroz dorado pondrían supuestamente remedio a sus efectos sin remediar las verdaderas causas de estos. Esta estrategia de reproducción de la pobreza como condición "normal" de buena parte de la humanidad se integra en el régimen neoliberal de acumulación por desposesión, de simple rapiña. 
Curiosos científicos y curiosa ciencia. 

viernes, 1 de julio de 2016

Rajoy refuta a Laclau: el PP es el verdadero partido gramsciano


Una hipótesis que no se tiene en cuenta: ¿y si la resiliencia del PP y, en menor medida, del PSOE tuviese que ver con la existencia de su red clientelar? ¿Y si esa red fuese el sustituto ilegal de las redes de protección social? La corrupción podría entenderse como la variante mafiosa del Estado del bienestar, como un elemento del intercambio de obediencia por seguridad. Los partidos del régimen actúan en el plano material, pues se apropian y redistribuyen riqueza y poder, no solo actúian en el plano legal por el que se rigen oficialmente la política y los intercambios mercantiles. Hay una relación comunitaria jerárquica y desigual, una relación de poder social microfícica antes de cualquier intervención del derecho o de cualquier división de la sociedad en individuos.
Marx esboza en los Grundrisse la génesis del capitalismo como sociedad que liquida los lazos comunitarios separándose de las antiguas sociedades comunitarias igualitarias o jerárquicas. El capitalismo se presenta, así como una sociedad de individuos, pero no hay que olvidar que esta sociedad es el desarrollo histórico de una comunidad : "El hombre -nos dice Marx- se aísla solo a través del proceso histórico. Originariamente él se presenta como un ser que pertenece a la especie humana, a una tribu, como animal gregario -si bien no como zoon politikon- en sentido político." La disolución de las relaciones comunitarias, afirma Marx "presupone la disolución de las relaciones de clientela en sus diferentes formas, en las que el no propietario se presenta como consumidor del producto excedente en el séquito de su señor y como equivalente porta la librea de su señor, participa en sus luchas, realiza prestaciones de servicios personales, imaginarios o reales, etc." ¿Y si este proceso histórico no tuviera nunca un término definitivo, no llegara nunca a una fase final en la que solo existieran individuos, Estado y mercado unidos por relaciones abstractas? Marx no llega a afirmarlo explícitamente aunque podemos deducir de su texto así como de otros lugares de su obra que la dimensión comunitaria determina cualquier otra relación social, incluida la que se presenta como ausencia de comunidad, cuando afirma por ejemplo que "Un individuo aislado no podría tener la propiedad de la tierra, así como tampoco puede hablar". La dimensión de lo común y de la comunidad no es contingente, sino necesaria a toda sociedad, incluida la que pretende basarse en su negación. Independientemente del texto de Marx, la experiencia de las relaciones de poder en el capitalismo histórico nos invitaría más bien a defender la hipótesis de la pervivencia de una comunidad jerárquica bajo las formas de la disolución de todo tipo de comunidad. En cierto modo, el neoliberalismo nos impulsa a considerar todas las relaciones interindividuales a a la vez como personales y como mercantiles, a desarrollar una fuerte personalización del poder y del mercado. De este modo, rasgos arcaicos como el caciquismo oriundo de la Restauración, cobran en el caso español una nueva vida en el contexto del emprendimiento neoliberal y sus formas contradictorias de gestión y aprovechamiento de los comunes y, en particular de los gestionados por el Estado. En cierto modo, el poder capitalista pierde su anonimato y se convierte en red personal de relaciones.


Esta relación de poder opera por círculos concéntricos que van del interés material inmediato al sentimiento más abstracto de seguridad, van del intercambio material de favores al abstracto reconocimiento de una legitimidad en la expectativa de un favor tan abstracto como puede ser la "estabilidad" y la "seguridad" en sectores amenazados y fuertemente dependientes de un Estado social en crisi como los jubilados. Tenemos así una relación de capilaridad social que implica en sus primeros círculos una fuerte personalización del poder, la cual se convierte en los círculos más alejados en una confianza virtual en el cacique o una fe abstracta en el líder. Lo que pasa es que en esa estructura de intercambio de favores y obediencia, la corrupción es invisible para sus actores y poco puede sobre esta situación el recurso a normas jurídicas o morales. Decía Hassan II, el anterior monarca marroquí a un periodista francés que le preguntaba por la corrupción: "En Marruecos no hay corrupción, lo que pasa y usted no puede comprender, es que somos un pueblo generosidad y nos gusta hacer favores." Al norte del Estrecho y de los Pirineos, ese lado personal y comunitario-jerárquico del poder sigue operando.
Es necesario para una fuerza política y social que quiera transformar la realidad vigente actuar en el mismo plano que el poder: producir el equivalente democrático y comunitario de la comunidad jerárquica en que se basa el poder personal en red. Frente a esa radicación material del poder, una acción política que se limita al plano discursivo sin tejer ni articular solidaridades materiales resulta muy insuficiente. Se trata de producir el partido orgánico del bloque histórico del cambio, cuyo centro son las nuevas articulaciones y formas del trabajo vivo: trabajo precario, trabajo flexible, trabajo migrante, trabajo de cuidados y reproductivo, etc. En este sentido puede afirmarse que un Rajoy marxista y gramsciano capaz de unificar las distintas instancias de mando sobre las nuevas formas de trabajo en una red clientelar que responde a demandas de protección a cambio de obediencia por parte de sectores subalternos ha refutado en la práctica este 26J el postmarxismo de Laclau y sus secuaces.