lunes, 3 de junio de 2019

Sobre pulpos suicidas y ética spinozista


Respuesta a una pregunta de Alfredo Lucero-Montaño en Messenger (publicada junto a la pregunta con permiso de Alfredo)

Hola Juan Domingo: Una consulta spinozista sin causar honorarios. Sabemos que afirma que no hay nada en la esencia de la cosa que se siga  su auto-destrucción (teoría del conatus), sino de una causa externa. Los contra-ejemplos de la bomba de tiempo, la vela que se consume, el suicidio, los resuelve muy bien Spinoza.

Ahora bien, acabo de leer un artículo científico donde describen el comportamiento auto-destructivo del pulpo-hembra una vez que procrea sus criaturas. Los científicos han descubierto que una substancia segregada por las glándulas ópticas del pulpo-hembra en el post-parto (por así decirlo) es la responsable en la alteración de la conducta auto-destructiva del pulpo-hembra hasta causarle la muerte. Existen varias hipótesis para explicar este comportamiento, pero ninguna comprobada.

Aquí mi pregunta: ¿este caso no contraviene viene la idea de Spinoza que no hay causa interna en la esencia o naturaleza de la cosa que se siga su aniquilación? ¿Cómo Spinoza resolvería este caso?
10/10/18 6:57


Hola, Alfredo,
No solo el pulpo hembra se suicida: también lo hace a veces el sabio que no quiere ceder ante un tirano, como hiciera Séneca por no ceder a Nerón. El problema de la fórmula spinozista del conatus es su enorme generalidad. La destrucción de una cosa viene siempre de algo mayor con lo que esta se encuentra, afirma el axioma único de EIV. Sin embargo, qué pasa si en la esencia individual de todos los pulpos hembra está el estar dotados de un dispositivo de autodestrucción? Parecería en este caso que una pulsión que Freud llamaría del ego, cedería ante una pulsión erótica autodestructiva. Un elemento exterior como son las crías de pulpo precipitaría un mecanismo de autodestrucción en la hembra. Existen, por cierto, a nivel celular mecanismos de este mismo tipo bastante bien descritos. Spinoza no los conocía, con lo cual tendríamos que preguntarnos hoy: qué diría Spinoza ante esto?
La primera respuesta que se me ocurre es que Spinoza no tuvo nunca en cuenta niveles de esencia inferiores al organismo individualizado que conocemos mucho mejor hoy que en su época: no disponía de una noción de especie que no fuera mera abstracción empírica ni tampoco del concepto de célula, de reproducción celular, de ADN, etc. Su crítica a la escolástica lo pone en cierto modo por detrás de algunos planteamientos aristotélicos y lo incapacita para producir un concepto científicamente viable de la reproducción de las especies.

El problema es que Spinoza lo centra todo en el individuo y en los diversos grados de individualidad, a partir de una tesis materialista fuerte de la primacía del encuentro sobre la forma. Conserva así la tesis antiteleológica fuerte que inspira su mecanicismo multiniveles de los cuerpos.
Lo que no tiene en cuenta es la realidad de la especie, que no puede traducirse en relaciones de movimiento y reposo meramente mecánicas sino que constituye, al menos a nivel celular, del ADN, una estructura estable, una forma, capaz de reproducirse y de marcar un programa al comportamiento del individuo en el que puede haber toda suerte de pautas, incluidas las pautas reproductivas de la madre pulpo o de los pulpos en general.

Creo que este es el problema: que existe sin lugar a dudas la especie como código universal de una serie de individuos y que el spinozismo no parece ser capaz de afirmar el conatus propio de la especie. Una especie, que, repito, no es ninguna abstracción sino una fórmula, una estructura, una relación compleja entre distintos fragmentos de ADN.

Cómo resolver el problema desde el spinozismo? Creo que es posible siempre que se tenga en cuenta que el axioma de EIV tiene un ámbito de aplicación muy general y que puede considerarse que la afirmación del conatus afecta también al ADN en cuanto forma del individuo. Ese ADN es forma del individuo y de la especie, y respecto del individuo es algo tanto interior como exterior: en él se condensan su ley propia, y leyes más generales de la naturaleza como las dela reproducción y evolución de las especies. Creo que estos elementos pueden integrarse en una suerte de "extimidad" (inclusión exclusiva) en la esencia individual de un individuo vivo. De hecho, la afirmación de nuestra propia existencia se da siempre dentro de una cierta dialéctica entre un interior y un exterior que nunca es ajeno sino siempre constitutivo, pues constituyen nuestra esencia activa singular según Spinoza multitud de afecciones y de afectos que nos hacen existir y obrar de una determinada manera. Entre esas afecciones, el individuo que es la mamá pulpo tiene ese fragmento de ADN que la conduce a autodestruirse al tiempo que afirma su propio conatus, del mismo modo que Séneca realizó el suyo suicidándose por no ceder ante un tirano que deseaba humillarlo y destruirlo moralmente.

Lo esencial de todos esto es, a mi juicio, tener siempre en cuenta el aspecto transindividual que tiene para Spinoza toda esencia y el hecho de que una individualidad nunca sea una mónada cerrada sino un haz de relaciones internas y externas. Esto permite a Spinoza mantener la unidad del conatus y evitar su desglose en dos pulsiones contradictorias como las que reconoce Freud. Para Spinoza no hay pulsión erótica como tal, pero por ello mismo tampoco hay pulsión de muerte, pues el Otro de la pulsión erótica o de la pulsión de muerte tiene siempre una alteridad relativa. Somos parte de Dios o de la Naturaleza, somos Dios "en cuanto X", lo cual no excluye sino que implica que, como decía Bayle en su crítica a Spinoza, "Dios modificado en Alemán mate a Dios modificado en Turco" o que, en nuestro caso, "Dios modificado en ADN de la especie pulpo, mate a Dios modificado en mamá pulpo".

viernes, 22 de marzo de 2019

Cataluña: tanto derecho como potencia


Una nación es un grupo de gente que desea autodeterminarse y constituir unidad política independiente, y tiene además la potencia suficiente para ello. Absolutamente nada más. Todo lo demás (la historia, la lengua, la cultura, etc.) son pretextos ideológicos internos o externos a un nacionalismo o al nacionalismo que se le opone. Todas las justificaciones de ese deseo son posteriores a él y no le sirven de fundamento, sino como mucho de pretexto. Una nación se justifica a sí misma por su autodeterminación, igual que cualquier individuo se afirma a sí mismo y afirma su derecho como una potencia que existe en el mundo -se exterioriza- y se empeña en existir. No hay más derecho que la potencia, todo derecho es proporcional a la potencia. Tantum iuris quantum potentiae.

Uno tiene tanto derecho como potencia. Hay quien se pregunta por qué Cataluña tiene derecho a autodeterminarse y no Carabanchel. Cabe responder a esto que, con todo mi respeto por ese municipio, la potencia de Carabanchel para afirmarse como sujeto político independiente es casi nula, por mucho que lo intentaran sus vecinos, mientras que la de Cataluña existe realmente y la autodeterminación tiene el apoyo de una parte muy mayoritaria de la población. Estamos en un juego político y todo dependerá de la correlación de fuerzas. Adelanto que, con más de la mitad de los catalanes a favor de la independencia y un 80% a favor de la autodeterminación el ordenamiento constitucional español atraviesa una crisis muy grave que no se resolverá metiendo gente en la cárcel.

Se dice también que los independentistas catalanes son capaces de hacerse ori, y sin embargo no es solo cuestión de altavoces, de espectáculo y vociferación, sino de potencia efectiva de constituir una comunidad política, que Cataluña tiene de sobra, mientras que una España que tiene que intimidar y reprimir a un importante sector de sus ciudadanos para evitar su secesión está sumamente despotenciada, en este mismo instante. Esa impotencia política que Maquiavelo llamaría escasa "virtù" no es el efecto sino la causa del independentismo catalán y otras tendencias centrífugas. Es estúpido maldecir de los efectos cuando se persevera en las causas.

lunes, 25 de febrero de 2019

Sobre la democracia española y los símbolos



Una España reconciliada consideraría como uno de los símbolos de su tradición democrática la bandera de la República. Una democracia sin adherencias franquistas, aun encabezada por un rey constitucional, no excluiría los símbolos de otros períodos democráticos, sino que los incluiría con legítimo orgullo en su propia historia. Las adherencias franquistas pueden a veces más que la propia democracia.

La cosa es sencilla, aunque -no lo niego- difícil: una democracia Española con altura podría instalarse en un relato multisecular de conquista de la democracia y de las libertades que incluyera la tradición constitucional de la monarquía, las dos repúblicas y la fase actual dejando de lado el paréntesis franquista. Como esto no se puede hacer, pues es obvio el origen de la actual monarquía en el régimen de Franco y ni el padre de Felipe VI ni él mismo han querido nunca instalarse en otro relato, lo que tiene que quedar excluido y marginado es el momento republicano, junto a toda la tradición constitucional y democrática. De este modo, la Transición y la Constitución aparecen como un milagro, como un efecto sin causa determinable, pero sabemos que el milagro consistente en crear una democracia coherente y digna de este nombre manteniendo importantes estructuras de un régimen militarista reaccionario de sangrietos orígenes, es, como muchos pretendidos "milagros", una mera imposibilidad

Podría ser muy sensato adoptar la bandera bicolor como símbolo de la democracia como proponen Errejón y otros y ya propusiera Santiago Carrillo, pero esta aceptación no puede tener lugar sobre la base de la exclusión de los símbolos de nuestra tradición democrática, ni sobre el suelo de unas cunetas que aún albergan las huellas infames del crimen fundacional del franquismo. Un Estado que respete el pasado democrático y excluya el dictatorial y honre con un entierro digno a las víctimas del totalitarismo puede tener la bandera que sea sin que esta ofenda a nadie, pues no será ya el símbolo de la exclusión de una parte de los vivos y de los muertos. Estamos muy lejos de ello y la bandera rojigualda es hoy más que símbolo de un país o de una nación, arma arrojadiza de un bando contra demócratas, republicanos, catalanes, vascos, gallegos y otros sectores del país que no encajan en un relato que excluye de nuestra historia sus momentos democráticos.

Pedro Sánchez cometió sencillamente un acto de indignidad el negarse a reconocer que la República y su bandera son España en su ofrenda floral a Antonio Machado y al presidente Azaña. A la España estrecha, sectaria y cainita de la que Pedro Sánchez es rehén moral no le cabe en su alma mezquina y resentida el pasado democrático y republicano de nuestro país. Precisamente por eso la democracia y la República siguen siendo nuestro futuro, mientras que el régimen del 78 no pasará de un pretérito imperfecto."

jueves, 14 de febrero de 2019

Volverá la derecha

La izquierda española, entendiendo por ello la suma de PSOE, Podemos y lo que queda de Izquierda Unida está según todos los sondeos de capa caída. No renovará según ninguno de ellos ni siquiera la fragilísima mayoría que hoy existe. Volverá la derecha de la mano de la abstención masiva de unos electores de izquierda que ven en los partidos de la izquierda simples manifestaciones de un Estado austeritario y liberticida. Volverá la derecha, pero en una versión mucho más agresiva que cuando gobernaba Rajoy, pues el crecimiento del neofranquismo de Vox produce efectos de contagio en las demás formaciones políticas de derecha. Todo lo diferente, desde la diferencia interna expresada por Cataluña y las otras nacionalidades y regiones, pasando por las mujeres para acabar en los inmigrantes, es para ellos objeto de hostilidad. Algunos sectores de la izquierda procedentes del carrillismo u otras variantes del estalinismo o del populismo europeronista de Podemos han mostrado "comprensión" por los temas de la derecha extrema como la afirmación de la identidad sobre la diferencia, los símbolos del Estado, etc. Las direcciones de Podemos y PSOE parecen anestesiadas, incapaces de cualquier tipo de reacción. No se atisba, en general, ninguna estrategia ni en la izquierda ni en la derecha pues las grandes opciones políticas siguen rigurosamente secuestradas por los mercados financieros. Todo se juega alrededor de temáticas simbólicas, aunque estas puedan tener terribles conscuencias materiales para las personas.

Mientras tanto, los presos políticos catalanes siguen en prisión y sometidos dsde anteayer a un auténtico proceso político en el que la fiscalía aplica con rigor el derecho penal del enemigo y, por consiguiente, el principio de analogía. Así, un referéndum ilegal pero enteramente pacífico y hasta festivo se convierte en un acto violento, porque las personas defendieron con sus cuerpos las urnas y los colegios, pasivamente, sin agresión alguna a una policía española que causó más de mil heridos. Los tipos penales se aplican con elasticidad a fin de condenar a largos años de cárcel a los encausados, que se han mantenido en prisión para evitar el riesgo de que continuasen "su actividad política". El principio que se aplica no es el del derecho penal democrático, el de la tradición del Estado de derecho: "nullum crimen sine lege", no hay crimen sin ley que lo defina con rasgos muy precisos, sino el principio inverso, el fascista: "nullum crimen sine poena", no hay crimen sin castigo, con el que se pretende garantizar la seguridad del Estado por encima de cualquier consideración de derecho.

En estas condiciones, el PSOE, que necesitaba que las Cortes aprobasen su proyecto de presupuestos, intentó un acercamiento a los independentistas catalanes para obtener su apoyo. Este acercamiento iba a materializarse bajo la forma de una negociación formal de la que tomaría nota un relator. Tras la manifestación conjunta de las derechas del domingo pasado que reunió unas 50.000 personas para reclamar el fin de la negociación con los catalanes y la convocatoria de elecciones, el gobierno ha puesto fin a la negociación con los catalanes y no tardará en convocar elecciones. Después de ello, ha seguido, directamente o a través de la mediación de Podemos, pidiendo el apoyo de los independentistas catalanes a sus presupuestos sin liberar a los presos ni proponer nada a los independentistas. Se les ofrecía a cambio de su apoyo mantener la situación actual. Algo evidentemente inaceptable, pues aunque la izquierda española siempre poco exigente en materia de libertades, no los considere así, la existencia de presos políticos y el bloqueo de la situación en Cataluña son problemas gravísimos que apuntan a una crisis institucional de primer orden y tal vez a la ruptura definitiva del marco constitucional vigente.

La derecha llegará al poder, pero puede hacerlo de varias maneras: como coalición de todas las derechas radicalizada por el apoyo interno o externo de Vox a la mayoría gubernamental o como gobierno de coalición entre Ciudadanos y PSOE. En cualquiera de los casos la crisis institucional se agravará, pues incluso la segunda fórmula solo podrá realizarse mediante un programa resueltamente anticatalán impuesto por Ciudadanos. Mientras tanto la izquierda sigue ignorando el único marco en el cual es posible formular una estrategia contra la austeridad: Europa. Se aproximan las elecciones europeas y no surge ninguna propuesta de política europea, ninguna idea, salvo el débil destello de Diem 25. Por otra parte, los presos seguirán en prisión y las direcciones de la izquierda estarán contentas de haber renovado sus mandatos parlamentarios, aunque sea a costa de perder muchos votos y diputados.



lunes, 7 de enero de 2019

Sobre los orígenes de los "nuevos" fascismos



Alguien se había hecho la ilusión de que detrás del neoliberalismo no estuviese el Estado, en su dimensión minimalista que, en términos de Lenin, se define como "un puñado de hombres armados". Hay que insistir sobre todos los términos: el número reducido ("un puñado"), el género ("hombres") y su carácter en último término represivo ("armados"). La expresión mínima del Estado en régimen de hegemonía financiera son los aparatos represivos de Estado, constantemente reforzados a lo largo de todo el período de hegemonía neoliberal. Junto a las armas y a los hombres está también la ideología espontánea de los aparatos represivos de Estado: el fascismo, no solo el histórico aunque existan también conexiones con este, sino el estructural. Este fascismo estructural es un discurso del orden impuesto no a través del mercado y la comunicación sobre los que insiste el discurso manifiesto del neoliberalismo, sino de la violencia de Estado. A esta ideología se conectan formas abiertas de racismo y xenofobia como elementos de gestión selectiva de la mundialización y de definición de la comunidad como "nación o pueblo del Estado".

La mundialización neoliberal nunca ha sido un orden espontáneo sino el resultado de una correlación de fuerzas con las clases populares, con el trabajo vivo a nivel planetario. Hoy lo descubrimos con sorpresa al surgir como de la nada movimientos y partidos abiertamente fascistas, pero esa sorpresa es el resultado de una doble ingenuidad característica de dos sectores de la izquierda y del "progresismo": uno se creyó a pies juntillas el discurso neoliberal manifiesto y pensó seriamente en la posibilidad de establecer un reparto de la riqueza en un marco de economía globalizada de hegemonía financiera, el otro creyó en cambio, de manera tradicional en la virtualidad del Estado como defensor de la democracia y de los derechos cuando el Estado se había convertido en una máquina de privatizar y en un instrumento abierto de domnación de clase.

El surgimiento de los nuevos fascismos se relaciona directamente con la imposibilidad a la que se enfrenta la izquierda de estructurar formas democráticas de hegemonía popular más allá del mercado y del Estado. Esto a su vez responde a la sólida inscripciónd e la izquierda en el dispositivo de poder capitalista, que no es un poder del Capital ni aún menos del mercado, sino el poder conjunto de dos monstruos asociados: Capital y Leviatán. Dos monstruos, que, como todos los monstruos, son los productos de nuestra propia tristeza e impotencia y que se desvanecerán cuando hayamos conseguido articular la potencia productiva y de cooperación de la sociedad sobre bases autónomas. Mientras toda cooperación dependa de formas de obediencia basadas en la coacción mercantil o la violencia de Estado nos será imposible salir del círculo en que nos tienen encerrados los dos monstruos de la modernidad. El problema es que ese círculo, ese eterno desplazamiento entre el Estado y el mercado es lo que define históricamente a la izquierda. La conquista de la democracia y de la cooperación libre deberá, por consiguiente hacerse fuera y más allá de la izquierda.