viernes, 22 de marzo de 2019

Cataluña: tanto derecho como potencia


Una nación es un grupo de gente que desea autodeterminarse y constituir unidad política independiente, y tiene además la potencia suficiente para ello. Absolutamente nada más. Todo lo demás (la historia, la lengua, la cultura, etc.) son pretextos ideológicos internos o externos a un nacionalismo o al nacionalismo que se le opone. Todas las justificaciones de ese deseo son posteriores a él y no le sirven de fundamento, sino como mucho de pretexto. Una nación se justifica a sí misma por su autodeterminación, igual que cualquier individuo se afirma a sí mismo y afirma su derecho como una potencia que existe en el mundo -se exterioriza- y se empeña en existir. No hay más derecho que la potencia, todo derecho es proporcional a la potencia. Tantum iuris quantum potentiae.

Uno tiene tanto derecho como potencia. Hay quien se pregunta por qué Cataluña tiene derecho a autodeterminarse y no Carabanchel. Cabe responder a esto que, con todo mi respeto por ese municipio, la potencia de Carabanchel para afirmarse como sujeto político independiente es casi nula, por mucho que lo intentaran sus vecinos, mientras que la de Cataluña existe realmente y la autodeterminación tiene el apoyo de una parte muy mayoritaria de la población. Estamos en un juego político y todo dependerá de la correlación de fuerzas. Adelanto que, con más de la mitad de los catalanes a favor de la independencia y un 80% a favor de la autodeterminación el ordenamiento constitucional español atraviesa una crisis muy grave que no se resolverá metiendo gente en la cárcel.

Se dice también que los independentistas catalanes son capaces de hacerse ori, y sin embargo no es solo cuestión de altavoces, de espectáculo y vociferación, sino de potencia efectiva de constituir una comunidad política, que Cataluña tiene de sobra, mientras que una España que tiene que intimidar y reprimir a un importante sector de sus ciudadanos para evitar su secesión está sumamente despotenciada, en este mismo instante. Esa impotencia política que Maquiavelo llamaría escasa "virtù" no es el efecto sino la causa del independentismo catalán y otras tendencias centrífugas. Es estúpido maldecir de los efectos cuando se persevera en las causas.