El motivo que nos ha llevado a escribir lo que sigue es un suceso reciente. Copio la noticia tal como se encuentra en la prensa: "María Asunción López tiene 62 años y es maestra en el colegio público Sagrados Corazones de Redován. El 9 de mayo participó en una marcha espontánea y posterior concentración de rechazo a la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Por la noche, cuando ya estaba en casa, la Policía le llamó para notificarle que se había formulado una denuncia contra ella por haber participado en un acto que no estaba autorizado. "¿Pero cómo puede ser, si ni si quiera me pidieron la documentación? ¿Cómo sabe cómo me llamo o cuál es mi teléfono?", les preguntó. La respuesta del agente fue clara y concisa: "Te conocemos de toda la vida"."
I.
Esta anécdota tiene un primer nivel de interpretación. La
persona a quien avisan de la denuncia se queda sorprendida por el
hecho de que la policía, sin haberle pedido la documentación, la
hubiera identificado como una de las personas que participaron en la
manifestación "no autorizada". El policía le responde que
la conocen "de toda la vida". Esto mostraría que el
ciudadano es objeto de observaciones y seguimientos policiales cuyos
resultados van a parar a ficheros de datos. En el caso de los
ciudadanos más contestatarios y revoltosos es probable que la
observación sea aún más sistemática y minuciosa. El agente hacía
saber a la ciudadana que, como se suele decir en las películas, "la
policía no es tonta", esto es que sabe mucho sobre nosotros y
-supuestamente- no podemos escapar a su mirada. Es bien sabido que,
desde la Brigada Político Social franquista (hoy reconstituida en la práctica) a la Stasi de la
República Democrática Alemana, todas las policías, y en particular
las de los regímenes dictatoriales, han acumulado multitud de datos
sobre un gran número de ciudadanos. La policía tiene así una
función "panóptica": como institución se encuentra en
una posición en la que puede -como en el dispositivo de control
ideado por Jeremy Bentham- ver sin ser vista. Puede observar a todos
y a cualquiera: mejor aún, puede dar a entender que todos y cada uno
podemos ser observados en cualquier momento, aunque en la práctica
nadie ni nada nos esté observando. Con esto se consigue un primer
efecto de intimidación que nos hace ver nuestras vidas como algo que
ocurre bajo la mirada del policía o de su prótesis técnica que es
la cámara de vigilancia. Tal es el primer y ya temible sentido de
"Te conocemos de toda la vida", que es por lo demás una
frase " de manual" que han oido en estos mismos términos u
otros muy semejantes todos los que alguna vez han sido invitados a visitar una comisaría con
la energía y contundencia propias de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado .
II.
Existe, como anunciamos, otro nivel de interpretación de esa
frase policial. Esta frase implica una interpelación. esto es que un
sujeto (el policía) se dirija a otro sujeto (el ciudadano), que
llame su atención, en ese doble sentido de la expresión "llamar
la atención a alguien" que implica cierto grado de reproche.
Aquí, además de la idea de que la policía puede saberlo todo de
nosotros, nos encontramos con la institución policial como instancia
de censura moral. Si me llama la policía a casa o incluso si se
dirige a mí en la calle, cualquier "buen ciudadano" sabe
que tengo algo que reprocharme, que "algo malo" habré
hecho. Esto no solo lo saben los otros buenos ciudadanos, lo sé yo
mismo, sea o no un buen ciudadano. Es fácil además que tanto el
policía, como el buen ciudadano o yo mismo acertemos al considerarme
culpable de haber hecho algo malo, pues, contrariamente a lo que se
cree, un orden jurídico no ordena exhaustivamente la sociedad y
siempre deja grandes márgenes para su incumplimiento. No hay norma
tan exactamente definida que no pueda no ser incumplida, incluso por
quien más y mejor se aplica a cumplirla. La norma está siempre muy cerca de la excepción. Ante la policía, como Adán
y Eva en el paraíso después del pecado original, todos nos sentimos
culpables y desnudos. Esto no es todo: la policía tendrá una
función aún más importante que la de un mero aparato represivo que
detecta y señala la falta o que, por su mera sospecha nos hace
culpables. La policía será uno de los múltiples aparatos de Estado
que contribuyen a convertirnos en sujetos.
III.
Louis Althusser publicó en 1970 en la revista La Pensée un largo
artículo bajo el título Ideología y Aparatos ideológicos de
Estado. En este artículo que formaba parte de un proyecto de libro
dedicado a la reproducción de las relaciones de producción,
Althusser concibe la ideología como un discurso que contribuye a
reproducir las relaciones sociales existentes. La ideología no es un
conjunto de ideas que se encuentran en "la cabeza" de la
gente o en su espíritu, sino una asociación de palabras y prácticas
materiales que se da en el marco de unos aparatos de Estado
determinados. Si la función global del Estado es reproducir en las
condiciones de una hegemonía social determinada las relaciones
sociales de producción, la de los aparatos ideológicos de Estado
que Althusser diferencia de los represivos, será contribuir a esa
reproducción mediante la constitución de sujetos, de formas
específicas de subjetivación funcionales a las relaciones sociales
imperantes. Los aparatos ideológicos de Estado hacen así del
individuo un sujeto o, en los términos un poco cuarteleros de Althusser "reclutan al individuo como sujeto". Entre estos aparatos se encuentran la familia,
la escuela, los aparatos religiosos, y en parte los sindicatos, los partidos y los diversos elementos del aparato
jurídico-político. Esto no implica que los aparatos represivos no
tengan también una función ideológica, ni que los aparatos
ideológicos no realicen también una función represiva. Violencia
represiva y palabra ideológica siempre conviven en los aparatos de
Estado aunque en combinaciones y proporciones distintas según cada
aparato.
La ideología, tal y como la entiende Althusser no es una mera
deformación imaginaria de la realidad. No es un error ni un engaño
por los que el sujeto se confunde sobre la naturaleza de sus
condiciones de existencia. Si esto fuera así, bastaría al sujeto
salir del error para ser libre, pues tanto el error como el engaño
suponen -como bien sabía el Descartes del Discurso del método y las
Meditaciones- un sujeto preexistente. El problema es que la ideología
no es algo que enturbie la conciencia y perturbe el conocimiento que
el sujeto tiene del mundo. La ideología no engaña ni ofusca al
sujeto, puesto que es la propia ideología la que constituye al sujeto como
tal. De ahí que, abandonando el terreno de la falsa conciencia, del
engaño y de la alienación, Althusser afirme que "La
ideología representa la relación imaginaria de los individuos a sus
condiciones reales de existencia". Ahora bien, esta relación
imaginaria es la que hace que nos representemos nuestras condiciones de existencia
como un universo centrado en la categoría de sujeto, que es la
categoría central de toda ideología. La ideología hace que veamos
nuestra realidad de individuos producidos por unas condiciones
materiales determinadas como si fuera el resultado de la acción de
sujetos libres que son el fundamento de su conocimiento y de sus actos,
de sujetos capaces de "responder" de sus actos y de "dar razón" de sus
pensamientos.
IV.
Si, como propone Althusser, siguiendo en ello una larga tradición
materialista que va de Spinoza a Marx y a Freud, el sujeto es un efecto, será
necesario pensar su producción, pues todo efecto es producido por
una serie de causas. Naturalmente, los aparatos específicamente
ideológicos como la familia, la escuela o la Iglesia ocuparán un
papel fundamental en esa producción, pero también los aparatos
prioritariamente represivos como el policial tendrán aquí su función. De ahí que el ejemplo más famoso de funcionamiento de un
aparato ideológico que nos da Althusser sea precisamente una
"interpelación" policial. (Hay que precisar aquí que, en
francés, el término "interpelación" tiene varios
sentidos: en primer lugar es el hecho de llamar a alguien, de
dirigirse a alguien de manera individualizada, en un sentido próximo
al de la segunda acepción del término en el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española: "Requerir, compeler o simplemente preguntar a alguien para que dé explicaciones o descargos sobre un hecho cualquiera")..En segundo lugar, es el nombre
habitual que se da a la detención policial (interpellation
policière).
Althusser resumirá en una escena familiar su teoría de la interpelación:
"Sugerimos entonces que la ideología “actúa” o
“funciona” de tal modo que “recluta”sujetos entre los
individuos (los recluta a todos), o “transforma” a los individuos
en sujetos (los transforma a todos) por medio de esta operación
muy precisa que llamamos interpelación, y que se puede
representar con la más trivial y corriente interpelación, policial (o no) “¡Eh, usted, oiga!”
Si suponemos que la hipótetica escena ocurre en la calle, el
individuo interpelado se vuelve. Por este simple giro físico de
180 grados se convierte en sujeto. ¿Por qué? Porque reconoció
que la interpelación se dirigía “precisamente” a él y que
“era precisamente él quien había sido interpelado” (y no
otro). La experiencia demuestra que las telecomunicaciones
prácticas de la interpelación son tales que la
interpelación siempre alcanza al hombre buscado: se trate de un
llamado verbal o de un toque de silbato, el interpelado reconoce
siempre que era precisamente él a quien se interpelaba. No deja
de ser éste un fenómeno extraño que no sólo se explica por
el sentimiento de culpabilidad”, pese al gran número de
personas que “tienen algo que reprocharse”."
V.
Volviendo tras este desvío por la teoría de la ideología al
suceso que nos llevó a estas reflexiones, vemos que la frase « te
conocemos de toda la vida » adquiere un nuevo significado. Si
el origen de ese sujeto, de ese yo que se cree fundamento y origen de
sus actos y sus pensamientos es una interpelación -del tipo de la que
aquí describe Althusser- podemos afirmar que no existe sujeto antes
de que el individuo interpelado se reconozca como tal, aunque el
sujeto de la interpelación se tenga a sí mismo por un sujeto ya existente que
responde a ella. La relación que como individuos tenemos a nuestras condiciones de subjetivación, de producción como sujetos, es la primera relación a nuestras condiciones de existencia que nos representamos imaginariamente bajo la categoría de sujeto. Hay algo originario en la interpelación policial,
un gesto que convierte al individuo en sujeto en tanto que la voz del
policía es la voz que representa la ley en su doble sentido de norma
que instaura un orden y de norma basada en un poder de excepción. Este poder de excepción que encarna la policía actúa -al igual que el sujeto de la infracción- en los márgenes que necesariamente deja cualquier ley alrededor de los ámbitos que ordena. Toda ley deja un margen para su incumplimiento por parte del súbdito y para la actuación extralegal -excepcional- del soberano. La voz de la ley es siempre, para el súbdito/sujeto la voz que abre el espacio de
la culpa. Como afirma San Pablo : « yo no conocí el
pecado sino por la ley ».(Rom.7.7). La ley que nos interpela en el policía nos hace indistinta y simultáneamente sujetos y culpables. Nuestra existencia como sujetos depende de ese oscuro origen, por lo cual el policía puede suponer sin riesgo de equivocarse que "te conoce de toda la vida". La temporalidad que crean la ideología y los aparatos de Estado que son su encarnación tiene la falsa eternidad de un mecanismo que al producir sujetos produce a la vez la ilusión de un fundamento "siempre ya subjetivo" de su propio funcionamiento, de modo que el sujeto producido por la interpelación se reconoce siempre en ella.
Es ardua tarea salir de este laberinto y reconocer nuestra individualidad, e incluso nuestra singularidad, más allá de los aparatos que producen sujeto y sujeción, es, sin embargo una tarea necesaria en todo proceso de liberación. Para ello hay que reconocer formas de acción de los individuos que expresen la potencia de lo singular dentro de lo común, que permitan pensar todo lo que la categoría de sujeto excluye: la singularidad (pues todo sujeto es serial, al ser producido en un mismo molde ideológico), la transindividualidad y la complejidad interior (pues todo sujeto se presenta como una realidad autosubsistente y simple: un "yo pienso" o un "yo quiero") y lo común (pues todo sujeto se representa su serialidad como algo propio y exclusivo).