Podemos es un fenómeno sui generis. Su impresionante eficacia a la hora de conquistar hegemonía se basa en el hecho de que el sistema político en que interviene carecía de los medios para prever su surgimiento y no puede -¿aún?- asimilar a esta organización. Podemos es un fenómeno de muy bajo nivel de probabilidad, como esas mutaciones de las que habla el biólogo Jay Gould que generan características monstruosas con gran capacidad adaptativa. Este “monstruo prometedor” combina en un mismo cuerpo tres elementos: un sector del 15-M, un partido político de la izquierda radical contaminado por el 15-M y un equipo de comunicación política formado por profesores de ciencias políticas y sociólogos relegados por la universidad en crisis a condiciones laborales precarias.
En condiciones normales, los integrantes de este equipo estarían captados por el aparato universitario o por aparatos de partido, pero en las actuales condiciones de crisis Podemos tiene sin coste alguno un equipo de comunicación política propio. Este sector y su cabeza visible, Pablo Iglesias Turrión, dan a Podemos una visibilidad mediática impensable en otras circunstancias. Por su parte, el sector constituido por Izquierda Anticapitalista contribuye con una experiencia política, un apoyo logístico, un esfuerzo militante y una cobertura geográfica que no se pueden improvisar. Por último, los círculos Podemos introducen en la organización un interfaz con la sociedad y los movimientos sociales y un espacio de participación, debate y formación política.
La conjunción de estos elementos ha causado un seísmo, pues el 15-M y las Mareas, que se encontraban en un callejón sin salida por su incapacidad de forzar cambios en la esfera de la representación política, han podido por fin tener una voz pública y un comienzo de presencia institucional, que potencia y legitima sus reivindicaciones (contra los desahucios, por los servicios públicos, los derechos sociales, una democracia efectiva etc.). Podemos traduce eficazmente el enorme apoyo social a los movimientos sociales en presencia pública y legitimidad política. De ahí la importancia decisiva de su proceso de constitución formal que pronto desembocará en la adopción de un esquema organizativo y la elección de los cargos orgánicos que correspondan a la estructura adoptada. En este proceso, el objetivo es la consolidación de las “anomalías monstruosas” que son la fuerza de Podemos, en una articulación más estable que la producida por el encuentro inicial.
El régimen está empeñado en anular el monstruo surgido en su espacio político, haciendo de Podemos un partido más. Los principales medios para ello son la transformación del aparato mediático en mando, la separación de la organización respecto de los movimientos sociales y, por último, la división de sus componentes. Explotará con este fin todos los puntos débiles de la organización. Un posible peligro es el mantenimiento en el seno de Podemos de Izquierda Anticapitalista, una organización política autónoma con órganos de decisión propios en competencia con los de Podemos. Otro peligro no menos grave es que la organización sea un mero apéndice de sus portavoces mediáticos autonomizados e identifique presencia en los medios con mando. Por último, el sector de los movimientos sociales presente en Podemos podría apartarse del proyecto por temor a ser instrumentalizado.
Los dos primeros componentes han entrado ya en conflicto. El grupo organizador —la ejecutiva provisional de Podemos— ha propuesto excluir de cualquier cargo orgánico a las personas que militen en “otro” partido. Esta exclusión, que solo evitaría la entrada en masa de oportunistas y arribistas suficientemente necios como para conservar y exhibir el carné de su otra organización, es vista como una grave amenaza por Izquierda Anticapitalista, organización fundadora de Podemos, cuyos miembros no tendrían los mismos derechos que los demás afiliados. Una organización como Syriza resolvió una situación parecida, pero aún más complicada, proponiendo en su conferencia nacional del verano pasado a sus partidos componentes que se fusionaran en un solo partido y se convirtiesen en tendencias. Todos menos dos aceptaron hacerlo, pero ninguno quedó exluido del proyecto. Con esta estructura plural, Syriza está hoy muy cerca de llegar al gobierno en Grecia y de poner en marcha los cambios que reclama el país.
Podemos podría invitar a sus componentes organizados como partidos —existe algún otro partido, más pequeño que IA— a convertirse en tendencias que puedan libremente crear opinión y suscitar debates, pero se sometan exclusivamente a las decisiones mayoritarias adoptadas en Podemos. No contemplar en el esquema organizativo que salga de la asamblea las tendencias puede tener consecuencias muy graves, en una organización donde la presencia en los medios e incluso el liderazgo mediático de Pablo Iglesias son tan fuertes. La intervención mediática se transformaría en mando político directo al no existir instancias intermedias que expresen una diferencia política entre el simple afiliado y la dirección. Casi por imperativo técnico de una comunicación política hegemónica, el esquema organizativo terminaría siendo monárquico o jacobino: las diferentes sensibilidades y opiniones quedarían subordinadas a una sola, la del sector mediático que ya controla los órganos ejecutivos. Se justificaría esta situación como un triunfo de la igualdad, al desaparecer los “privilegios” de los cuerpos intermedios y prevalecer el principio “una persona, un voto”. Sin embargo, no habría igualdad de esa manera, pues la dirección sería una tendencia organizada, una tendencia que no se presentaría como tal ni se enfrentaría a contrapoderes eficaces.
El joven Marx, en 1842, escribiendo sobre la censura en Prusia ya criticó argumentos parecidos a estos. Afirmaba que “nadie combate la libertad, como mucho combate la libertad de los demás”, y afirma la propia “como el privilegio de unos pocos”. “No se trata —prosigue Marx— de saber si la libertad de prensa debe existir, pues existe de todas formas. Se trata de saber si la libertad de prensa es el privilegio de algunos individuos o el derecho del espíritu humano”. Puede decirse mutatis mutandis lo mismo del derecho de tendencia. Podemos debe evitar la trampa de la normalización mediática y representativa y asumir un pluralismo indispensable para desbordar los marcos de los viejos partidos de la izquierda que rara vez entendieron realmente que la libertad, como decía Rosa Luxemburg es “siempre la libertad del que piensa de otra manera.”