viernes, 26 de junio de 2009
La "condena" del terrorismo o la amistad obligatoria
("El enemigo es nuestra propia pregunta hecha cuerpo")
Theodor Däubler
Se acusa hoy a Alfonso Sastre en medios de la derecha de la derecha así como del centro de la derecha y de la izquierda de la derecha españolas de ser un secuaz de ETA, incluso de haber proferido en un reciente artículo publicado en Gara , al menos de forma indirecta "amenazas" en nombre de no se sabe quién contra tampoco se sabe quién. Las "amenazas" en cuestión consisten en afirmar:
1. que en el País Vasco existe un conflicto político que opone a una parte considerable de la población de este país al Estado Español y a sus autoridades (gobierno y leal oposición)
2. que la manera en que los distintos partidos del régimen español vienen tratando este conflicto es sumamente violenta y agresiva, pues trata sencillamente de ignorar el conflicto eliminando a un enemigo político tachado de criminal y terrorista
3. que, de persistir el régimen español y sus representantes en esa actitud, el futuro sólo podrá estar hecho de violencia y dolor para todos
4. que la única vía de salida del conflicto vasco es una solución negociada que reconozca el derecho democrático de autodeterminación del pueblo vasco.
Lo que Sastre afirmaba en su artículo de Gara es considerado por los portavoces del régimen español como una amenaza, en la medida en que la perspectiva de estos últimos sobre la cuestión vasca se ve enteramente ofuscada por el pseudoconcepto de "terrorismo". Gracias a esta categoría político-penal, no sólo la violencia política de un pequeño sector independentista, sino la aspiración ampliamente mayoritaria a la autodeterminación que existe enttre la población vasca terminan reducidas a actividad criminal o, cuando menos a complicidad o tolerancia respecto de esta actividad. De este modo, una posición política que reúne tras de sí elección tras elección a la gran mayoría de los vascos, se convierte en una reivindicación que sólo puede expresarse de manera tímida y vergonzante...para no hacer el juego a los terroristas. ¿Y si lo que realmente hiciera el juego a los "terroristas" no fuese la propia despolitización y criminalización del manifiesto antagonismo político que enfrenta a la mayoría de los vascos con el Estado Español? Sastre se ha atrevido a indicarlo: por ello han caído sobre él las iras de políticos y periodistas del régimen.
La posición de Sastre, a este respecto, no es distinta de la defendida por el sector mayoritario de la izquierda independentista. La inmensa mayoría de los integrantes de ese sector político ilegalizado y perseguido con manifiesto menosprecio de las libertades y garantías propias del Estado de derecho, se opone a la violencia como medio de resolución del conflicto. Sin embargo también se niega a "condenar" la actividad armada de ETA, incluso los actos moralmente más reprobables como el asesinato a sangre fría de personas desarmadas. Lamentan, sin duda, los efectos de esta violencia y el dolor que causa, pero no la "condenan". Esto no significa que padezcan ningún trastorno bipolar de la personalidad, sino que la propia idea de "condena" como ha explicado con gran acierto Carlo Frabetti en los numerosos textos que ha dedicado a esta cuestión es una idea confusa en la que se entremezclan elementos morales, judiciales y políticos.
Respecto de esta confusión vale la pena hacer algunas precisiones. En primer lugar, una "condena" es esencialmente una de las conclusiones posibles de un juicio. El juicio suele ser una decisión entre los términos de un binomio de valores. Existe así un juicio estético que dirime entre lo bello y lo feo, un juicio moral cuyos términos esenciales son lo bueno y lo malo, un juicio jurídico que decide entre lo justo y lo injusto y el juicio pronunciado por la justicia penal que decide sobre la legalidad o la punibilidad de un hecho. En todos estos casos puede existir una condena o una censura de lo feo, lo malo, lo injusto o lo ilegal.
Ahora bien, cuando las autoridades españolas exigen que se "condene" a ETA, ¿qué están pidiendo? Desde luego, como bien señala Frabetti, no un juicio moral, pues a nadie que no sea un monstruo se le escapa la maldad moral de toda violencia contra personas indefensas, ya se trate de los bombardeos de aldeas afganas que apoya y financia el gobierno de Zapatero, del asesinato de centenares de miles de iraquíes mediante embargos, invasiones, bombardeos, etc., o del asesinato mediante un tiro en la nuca de un concejal de pueblo. La izquierda independentista vasca viene lamentando sistemáticamente el dolor causado por la violencia derivada de un conflicto político que el régimen español no quiere -ni puede- reconocer como tal. La condena reclamada tampoco puede ser estética, pues nadie ve belleza en este tipo de actos. En cuanto a la condena jurídica o judicial, tiene por característica que sólo pueden pronunciarla los órganos estatales competentes para ello. Por exclusión, lo que se pide es una "condena política", esto es, un oxímoro.
La política, tanto para Aristóteles como para Carl Schmitt, implica antagonismo, supone la designación de un otro "enemigo". Ese otro enemigo no se caracteriza por ninguna particularidad moral, estética ni jurídica que le haga acceder a la condición de enemigo. El enemigo no es enemigo porque sea ni malo, ni feo, ni criminal. El enemigo lo es sencillamente porque no es amigo, porque pone en peligro la cohesión y la propia existencia del modo de vida vigente en una sociedad de amigos. Amigo y enemigo son los dos elementos del binomio político. La consideración del antagonismo como esencia de la política no supone necesariamente una violencia en acto, pero sí un horizonte donde la violencia, e incluso la guerra son una posibilidad permanente. Una sociedad enteramente pacificada, de la que hubiera desaparecido toda posibilidad de violencia sería por consiguiente una sociedad sin política.
Las sociedades en que vivimos, sometidas a la gobernanza neoliberal y a la pretendida "autorregulación" del mercado, pretenden haber superado la violencia mediante el consenso y la tolerancia. Por ello mismo, toda realidad que plantee un desafío a su modo de existencia no es vista como enemiga, sino como criminal o patológica. El independentismo vasco en el Estado Español o el comunismo en cualquier Estado neoliberal son realidades de este tipo. De ahí que se exija a quien desee tener una existencia pública una condena política de ese enemigo que, por no reconocerlo como tal, denominan "terrorista". El terrorista es, en efecto, lo que queda del enemigo cuando la gobernanza neoliberal ha liquidado la política sustituyendo el antagonismo y la decisión por la gestión de cosas y personas, lo que los clásicos denominaban en los siglos XVII y XVIII "policía", "police" o "Polizei".
Lo que pretenden los responsables y portavoces del Estado Español transfranquista es que, por ese gesto de condena que reclaman, se proclame una inquebrantable amistad hacia su régimen cuyas cunetas y conciencias rebosan de cadáveres, sin por ello designar a ETA y al independentismo vasco radical como enemigos, sino tan sólo como criminales, malos, feos e injustos. Esta "condena" es, efectivamente un oxímoro, pues pretende establecer una relación política de amistad, ignorando cualquier horizonte de enemistad o antagonismo. Se instaura así una utopía postpolítica de la "amistad" obligatoria. Y si alguien se atreve a oponerse a esta amistad obligatoria, si se presenta abiertamente como enemigo, no se le combatirá como tal, mediante una lucha política, sino que se procurará eliminarlo como criminal, canalla o en la terminología de Rosa Díez, "garrapata" que en términos de Iturgáiz habría que "fumigar". Con razón dice Alfonso Sastre que de esta manera sólo pueden volver tiempos de dolor y sufrimiento para todos.
miércoles, 24 de junio de 2009
Hasta la victoria, a veces (artículo de Youkali)
Una reivindicación materialista del fracaso
(acerca de la Conferencia de Londres (13-15 de marzo de 2009) sobre la Idea de comunismo)
por Juan Domingo Sánchez Estop
http://www.youkali.net/Youkali7-7c3-JuanDomingoSanchez.pdf
miércoles, 17 de junio de 2009
Berlusconi, el « Papi » de la horda
Berlusconi, el « Papi » de la horda
John Brown
« ...marchó a Capri, gustándole mucho esta isla porque solamente era abordable por un lado y por entrada muy estrecha, haciéndola inaccesible por los otros, escarpadas rocas inmensamente altas y el abismo de los mares. » (Suetonio, Tiberio, II, XL)
Las imágenes de Villa Certosa, la mansión sarda de Silvio Berlusconi, que ha publicado El País y que ha reproducido en su sitio web el diario « La Repubblica » no escandalizan por lo más obvio. A estas alturas la exhibición de cuerpos de chicas y de algún político corrupto de Europa del Este tal y como Dios los trajo al mundo no es en sí llamativa: sólo puede llamar a escándalo a algún legionario de Cristo o a algún cura irlandés que prefieren cosas más « picantes ». Tiene razón Berlusconi cuando afirma que son « inocentes ». Sin embargo, su contextualización política ya lo es algo menos, pues se sabe que entre las fotos aparece también según Il Manifesto algún soldado de uniforme encargado de velar por la seguridad de la mansión. Además, la organización de las fiestas privadas del primer ministro italiano, contó con importantes medios públicos: aviones oficiales, escoltas, vuelos de una compañía privada propiedad de Berlusconi convertidos por decreto en vuelos « de Estado ». La mansión sarda del dueño de Italia es el lugar donde quien ostenta el poder excepcional, el poder ilimitado que puede incluso cambiar la ley penal para quedar impune, recibe el homenaje de chicas jóvenes que lo llaman afectuosamente « Papi ». En esto se aprecia algún parecido con Mussolini, quien recibía en el Palacio de Venecia visitas patriótico-sexuales de numerosas damas fascistas. Lo que llaman por ahí el erotismo del poder...Sin embargo, hay que remontarse al pasado histórico y aun al mítico para entender la dimensión de las imágenes que tan generosamente nos prodigan y publicitan jueces, políticos y periodistas, funcionarios todos ellos del Espectáculo.
Llama la atención la fidelidad del montaje de Berlusconi a guiones bastante clásicos. Su pequeño paraíso sardo tiene mucho que ver con el del emperador Tiberio. El palacio de Tiberio se encontraba también según nos refiere Suetonio en las Vidas de los Doce Césares en una isla, en este caso Capri, que el emperador eligió por la dificultad de acceder a ella. El espectáculo del poder se manifestaba también en este caso por la exhibición de sus peculiares aficiones sexuales: « En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos en derredor. Allí un grupo elegido de muchachas y de jóvenes disolutos, reunidos de todas partes, y algunos que habían inventado monstruosos placeres, y a los que llamaba sus maestros de voluptuosidad (spintrias), formaban entre sí triple cadena, y entrelazados de esta manera se prostituían en su presencia para despertar, por medio de este espectáculo, sus lánguidos deseos. Tenía además diferentes camaras diversamente arregladas para estos placeres, adornadas con cuadros y bajo relieves lascivos, y llenas de libros de Elephantidis, con objeto de tener en la acción modelos que imitar. Gracias a él, los bosques y las selvas no eran más que asilos consagrados a Venus, y veíase a la entrada de las grutas y en los huecos de las rocas la juventud de ambos sexos mezclada en actitud voluptuosa, con trajes de ninfas y silvanos. Así es que el pueblo, jugando con el nombre de la isla, daba a Tiberio el de Caprineum. ». La apropiación masiva de objetos sexuales de uno y otro género ignoraba también las barreras de edad: « Se dice que llevó la obscenidad más lejos aun, y hasta excesos tan difíciles de creer como de referir. Dícese que había enseñado a niños de tierna edad, a los que llamaba sus pececillos, a que jugasen entre sus piernas en el baño, excitándole con la lengua y los dientes ». Decadencia, corrupción, atributos del Imperio que contratan con la « virtud » y la austeridad republicana.
Ciertamente, Berlusconi en su mansión no parece haber llegado a tanto como Tiberio, aunque juega harto complacido con los límites de la mayoría de edad de algunas de sus huéspedes. Su exhibición remite a algo bastante primitivo, a una forma extrema de animalidad del poder que períodos de honda decadencia como el nuestro ponen de manifiesto. La dimensión de excepción que hay en todo poder político, en toda política que gira en torno al concepto de soberanía, posee un doble aspecto: por un lado tiene un carácter de transcendencia teológica pues, como sostiene Thomas Hobbes, es el soberano « lugarteniente de Dios en la tierra », pero, por otro, es pura violencia animal, pura apropiación brutal de la riqueza y de los objetos sexuales. En tiempos de decadencia como los actuales, cuando el poder supuestamente democrático ha perdido toda credibilidad, más allá del automatismo de sus rituales y de la repetición de sus hueros significantes, lo que predomina en él es la bestialidad. Ahora bien, la excepcionalidad de quien ostenta el poder, su particular situación más allá de la norma que se aplica a todos los demás, corresponde según nos enseñan Freud y Lacan a la posición del único macho no castrado, el único al cual la ley no es aplicable y que según Freud posee por lo tanto a « todas las mujeres ». Freud nos habla en Tótem y Tabú de este « padre de la horda primitiva » refiriéndose a una hipótesis sobre las formas de sociedad humana más primitivas formulada por Darwin y que arrojaría indirectamente luz sobre los posibles orígenes del totemismo: « La teoría darwiniana no concede, desde luego, atención ninguna a los orígenes del totemismo. Todo lo que supone es la existencia de un padre violento y celoso, que se reserva para sí todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo. Este estado social primitivo no ha sido observado en parte alguna. La organización más primitiva que conocemos, y que subsiste aún en ciertas tribus, consiste en asociaciones de hombres que gozan de iguales derechos y se hallan sometidos a las limitaciones del sistema totémico, ajustándose a la herencia por línea materna. ¿Puede esta organización provenir de la postulada por la hipótesis de Darwin? Y en caso afirmativo, ¿qué camino ha seguido tal derivación? ». Existiría por consiguiente, a modo de hipótesis más o menos mítica, una fase inicial de la humanidad en la que el padre de la horda « violento y celoso » se adueña de todas las mujeres y expulsa a sus hijos. La actual barbarie capitalista se complace en la exhibición de estas escenas. Poco importa que Berlusconi haya sido « víctima » de la indiscreción de los fotógrafos -o Tiberio de la de Suetonio- la exhibición voluntaria o involuntaria de esta apropiación de « todas las mujeres » es un elemento fundamental del ritual de un poder que se sitúa más allá de toda norma. « Papi » es el Padre de la Horda.
Esta situación anterior a toda ley y a toda organización social sólo pudo ser superada según Freud por el asesinato del padre: « Basándose en la fiesta de la comida totémica, podemos dar a estas interrogaciones la respuesta siguiente: Los hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver, poniendo así un fin a la existencia de la horda paterna. Unidos, emprendieron y llevaron a cabo lo que individualmente les hubiera sido imposible. Puede suponerse que lo que les inspiró el sentimiento de su superioridad fue un progreso de la civilización quizá, el disponer de un arma nueva. Tratándose de salvajes caníbales era natural que devorasen el cadáver. Además, el violento y tiránico padre constituía seguramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la asociación fraternal, y al devorarlo se identificaban con él y se apropiaban una parte de su fuerza. La comida totémica, quizá la primera fiesta de la Humanidad, sería la reproducción conmemorativa de este acto criminal y memorable que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones morales y de la religión. » Con todo, la situación existente tras la muerte del padre es tan ambivalente como la que precedió a este acto fundador de la civilización. El padre muerto sigue presente detrás de la ley y de las prohibiciones: la ley se funda en un más allá de la ley que no está desligado de la violencia originaria: « Para hallar verosímiles estas consecuencias haciendo abstracción de sus premisas, basta admitir que la horda fraterna rebelde abrigaba con respecto al padre aquellos mismos sentimientos contradictorios que forman el contenido ambivalente del complejo paterno en nuestros niños y en nuestros enfermos neuróticos. Odiaban al padre que tan violentamente se oponía a su necesidad de poderío y a sus exigencias sexuales, pero al mismo tiempo le amaban y admiraban. Después de haberle suprimido y haber satisfecho su odio y su deseo de identificación con él, tenían que imponerse en ellos los sentimientos cariñosos, antes violentamente dominados por los hostiles. A consecuencia de este proceso afectivo surgió el remordimiento y nació la consciencia de la culpabilidad, confundida aquí con él, y el padre muerto adquirió un poder mucho mayor del que había poseído en vida, circunstancias todas que comprobamos aún hoy en día en los destinos humanos. Lo que el padre había impedido anteriormente, por el hecho mismo de su existencia, se lo prohibieron luego los hijos a sí mismos en virtud de aquella «obediencia retrospectiva» característica de una situación psíquica que el psicoanálisis nos ha hecho familiar. » Todavía -o, más bien ya- no estamos en esta fase. « Papi » y los demás cesarillos orangutanescos del capitalismo en su fase de putrefacción parecen gozar de buena salud.
miércoles, 3 de junio de 2009
Antiterrorismo: la deriva y la esencia.
(Publicado en Viento Sur sección: web 02/06/2009)
Brevísima introducción al manifiesto del Calas
John Brown
« Es soberano quien designa al terrorista »(Julien Coupat)
Se acaba de constituir en Francia un Comité por la derogación de las leyes antiterroristas (Calas ) en el que participan como miembros fundadores o como firmantes de su manifiesto algunos de los intelectuales más conocidos del pensamiento radical europeo: Giorgio Agamben, Alain Badiou, Slavoj Zizek, Jacques Rancière, Etienne Balibar, Daniel Bensaïd y otros. Este manifiesto titulado « Acabemos con las derivas autoritarias » se publica poco después de la puesta en libertad condicional de Julien Coupat, joven pensador neosituacionista fundador de la revista Tiqqun acusado de « terrorismo » por haber saboteado junto con sus compañeros de la comuna de Tarnac algunas vías de tren de alta velocidad sin el menor riesgo efectivo para la integridad física de las personas. La única prueba de la participación de Julien Coupat en estos actos -reivindicados, por otra parte, por un grupo antincuclear alemán- son una serie de escritos entre los que destaca « La insurrección que viene » en los cuales el autor anónimo y colectivo hace una crítica de la frenética « movilidad » obligatoria propia de la fase actual del capitalismo y manifiesta su confianza en que una próxima insurrección frene estos flujos deletéreos. Se pasa así del terrorismo al delito de opinión. Este caso ha terminado por ser recogido por varios medios de prensa (Libération e incluso más recientemente Le Monde) que lo dieron a conocer haciendo patente el funcionamiento aberrante y liberticida de las leyes antiterroristas francesas.
La campaña de prensa y la movilización de los comités de apoyo, que lograron desgastar considerablemente la imagen de la ministra de Justicia y de la fiscalía ha permitido que, por fin, Julien Coupat fuese puesto en libertad (condicional).La legislación antiterrorista francesa tiene una tradición propia que entronca con la extensión de las medidas represivas coloniales de Argelia a la metrópoli en los años 50 y 60, medidas mantenidas en la legislación y reforzadas a finales de los 90 por una legislación antiterrorista de nuevo cuño. Posteriormente, una nueva oleada legislativa, tras los atentados del 11 de septiembre, condujo a la adopción a nivel de la UE de una directiva antiterrorista cuyas prescripciones han ido transcribiéndose en las legislaciones internas de los Estados miembros.
El antiterrorismo, tanto en Francia como en el resto de Europa se ha convertido en un aspecto más de la legislación, perdiéndose de vista su carácter intrínsecamente excepcional. Como sostienen los miembros del Calas, es hoy « un modo de gobierno ». Por un lado, la legislación antiterrorista abole las garantías del derecho penal: presunción de inocencia, prohibición de la analogía en la incriminación penal, necesidad de que exista una tipificación previa del delito para que este sea perseguible (nullum crimen sine lege). Por otra parte, con el antiterrorismo se configura un tipo específico de delito, el de « terrorismo », cuya particularidad es la intencionalidad política, en torno a la cual puede ordenarse según un principio de analogía todo un conjunto de actos perfectamente dispares que incluyen desde los actos de violencia contra personas y bienes, o los asesinatos hasta los actos de sabotaje sin peligro para las personas y meros actos de apoyo ideológico o moral o incluso de « inspiración intelectual ». El poder dispone así de un enorme arsenal para acallar toda forma de disidencia en el marco de un sistema jurídico cuyos precedentes se encuentran en los regímenes totalitarios europeos.
En el Estado español, el País Vasco ha sido el laboratorio privilegiado de las medidas de excepción, desde las leyes antiterroristas de Franco de los años 70 hasta las de la monarquía. La represión del independentismo radical vasco bajo el pretexto de su vinculación al terrorismo de ETA es uno de los elementos definitorios del actual régimen español. El tratamiento antiterrorista de la cuestión vasca es, efectivamente, central para la monarquía transfranquista en la medida en que, por un lado permite controlar un importante foco de disidencia que sigue cuestionando uno de los pilares fundamentales del régimen, la denominada « unidad de España » . Por otra parte, y tal vez ello sea aún más importante que la dimensión de control de la disidencia vasca, el antiterrorismo se ha convertido en un elemento que sirve de sostén de la muy precaria « identidad nacional » española. En los precisos términos de José María Aznar que afirmaba preferir la úlcera del terrorismo al cáncer del separatismo, el País Vasco es el síntoma que sostiene a España como enfermizo sujeto político. Esto mismo es lo que permitió a Aznar convertir el antiterrorismo en « producto de exportación », made in Spain. El preciado trozo de la « patria española » que es el País Vasco para el españolismo constituye a la vez un objeto de odio a penas disimulado en el discurso del régimen. El País Vasco asociado con el terrorismo es el símbolo de un nuevo irredentismo español que ya tiene sus profetas en personajes como Fernando Savater o Rosa Díez. El conjunto de la clase política oficial, del PP a un importante sector de IU comulgan con este culto nacional del « antiterrorismo democrático ».
No cabe minimizar la responsabilidad de ETA en este fenómeno, pues esta organización ha imitado especularmente al Estado español: del mismo modo que era indispensable al poder español disponer de un País Vasco asociado al terrorismo de ETA como legitimación de su « democracia antiterrorista » frente a cualquier rebelión vasca o de otro lugar del Estado, ETA necesitaba de la brutalidad franquista disfrazada de « defensa de la democracia » para justificar su perpetuidad como organización y polarizar a un sector significativo del independentismo radical vasco en torno a sus actos y decisiones. En ambos casos la legitimidad de la representación política se basa en la violencia tiránica del otro. En ambos casos, la población y sus luchas sociales y políticas se ven secuestradas por una representación hobbesiana basada en el terror.
La España franquista se convirtió gracias a la explotación de la « cuestión vasca » en « democracia antiterrorista ». Ello le permitió conservar y legitimar lo esencial de sus recursos represivos e incluso transformar el Tribunal de Orden Público de Franco en la actual Audiencia Nacional. Así se mantenía en lo fundamental el clima de excepción jurídica y política de la dictadura que quedó personificado en el jefe del Estado designado por Franco. Esta perpetuación del franquismo es lo que ha permitido al Estado español estar en la vanguardia de la legislación antiterrorista europea: España a penas tuvo que introducir cambios en su legislación para aplicar la directiva antiterrorista y es sin duda -junto con Turquía- el país europeo donde se juzga y condena a más personas por supuestos delitos de terrorismo. En cierto modo, la adhesión de España a la Comunidad Europea en plena ofensiva neoliberal de los años 80, se vio facilitada por el hecho no de que el Estado español se hubiera hecho democrático, sino de que Europa se hubiera vuelto franquista.
La importancia de una campaña contra la legislación antiterrorista es en el Estado español aún mayor que en el resto de Europa. En España, el antiterrorismo no es una legislación de excepción sino uno de los pilares del régimen íntimamente asociado a la monarquía dentro del dispositivo de excepción que está en marcha ininterrumpidamente desde aquel lejano 18 de julio. Es este mismo dispositivo aún vigente el que impide juzgar hoy los crímenes de la dictadura. El autoritarismo no es una deriva sino una esencia. Sin perder de vista esta especificidad sería útil tomar ejemplo de la campaña francesa contra las leyes antiterroristas e introducir la temática de manera algo más enérgica dentro de lo que queda de campaña para las elecciones europeas y, desde luego, en el proceso de constitución del espacio político de la izquierda anticapitalista. Con el fin de estimular esta indispensable reflexión, se puede leer a continuación una traducción del manifiesto del Calas. El texto se puede también firmar en la URL que indicamos más abajo.
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Acabemos con las derivas autoritarias
Comité por la derogación de las leyes antiterroristas (Calas)
Desde 1986, año en que se estableció en Francia la legislación antiterrosista, una acumulación de leyes sucesivas ha edificado un sistema penal de excepción que resucita las « leyes canallescas » del siglo XIX y recuerda los períodos más sombríos de nuestra historia. La acusación de « asociación de malhechores con vistas a cometer una infracción terrorista » que se intodujo en el Código penal en 1996 es la piedra angular del nuevo régimen. Sus límites son particularmente imprecisos: bastan dos personas para constituir un « grupo terrorista » y basta un acto preparatorio para que exista infracción. Este acto preparatorio no se define en la ley, puede tratarse del mero hecho de tener depositadas octavillas en su propia casa. Sobre todo, cualquier tipo de relación, aunque sea tenue o lejana, de amor o de amistad, con uno de los miembros del « grupo » es suficiente para que estar a su vez implicado. Por este motivo, de diez personas encarceladas por infracciones « relacionadas con el terrorismo », nueve lo han sido bajo esta calificación penal..
Según confiesa uno de sus promotores, este derecho especial responde a un objetivo de prevención. A diferencia del derecho común que incrimina actos, la práctica antiterrorista se contenta con las intenciones, o con las meras relaciones. Según el juez Bruguière, citado por Human Rights Watch, « la particularidad de la ley es que nos permite perseguir a personas implicadas en una actividad terrorista sin tener que determinar un vínculo entre esta actividad y un proyecto terrorista en concreto ». En esta perspectiva ha podido considerarse la posesión de determinados libros como un elemento incriminatorio, pues constituirían indicios de opiniones y de la opinión a la intención sólo hay un paso. A este carácter borroso de la ley penal se asocia un procedimiento de extrema brutalidad. Basta que el ministerio fiscal opte de manera discrecional por incoar diligencias sobre una acusación de terrorismo para que la policía obtenga unos poderes de investigación exorbitantes: registros nocturnos, « sonorización » de los domicilios, escuchas telefónicas e interceptación del correo en todo tipo de soportes... Por su parte, el plazo de detención -período que precede a la presentación ante juez - pasa de 48 horas en derecho común a 144 en el procedimiento antiterrorista. La persona detenida debe esperar que hayan pasado 72 horas para ver a un abogado, limitándose la entrevista con éste a 30 minutos y sin que el abogado haya tenido acceso al sumario. Tras esta detención, a la espera de un posible juicio, el presunto inocente podrá pasar hasta dieciocho años en arresto provisional.
Por lo demás, la ley centraliza en París el tratamiento de los asuntos « terroristas », que se confía a una sección de la fiscalía y a un equipo de jueces instructores que trabaja en estrecha relación con los servicios de información. Se han creado asimismo audiencias penales epeciales donde el jurado popular se sustituye por magistrados profesionales. Se ha establecido así un auténtico sistema paralelo con jueces de instrucción, fiscales, jueces de las libertades y de la detención, audiencias penales y pronto incluso presidentes de audiencia, jueces de aplicación de las penas, todos ellos con el marchamo de « antiterroristas ». La aplicación cada vez más amplia de los procedimientos antiterroristas a asuntos de Estado muestra que el antiterrorismo es hoy ya una técnica de gobierno, un medio de control de las poblaciones. Además -y tal vez sea esto lo más grave- esta justicia exorbitante contamina el derecho común: la legislación antiterrorista ha servido de modelo en otros ámbitos para generalizar el concepto de « banda organizada », ampliar los poderes de los servisios de investigación y centralizar el tratamiento de determinadas instrucciones. El Convenio Europeo de Derechos Humanos y el Pacto de las Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos, ambos ratificados por Francia garantizan que una sanción penal se base en una incriminación inteligible y previsible. Además, estos textos otorgan a todos el derecho a organizar equitativamente su defensa -lo que supone la rápida intervención de un abogado con acceso al sumario. El procedimiento « hermano gemelo de la libertad » debe ser controlado por un tercero imparcial, lo que es imposible cuando existe un sector especializado que funciona en circuito cerrado, en una lógica de combate ideológico incompatible con la serenidad de la justicia. Es ilusorio pedir que este régimen procesal se aplique de manera menos amplia y brutal: precisamente está diseñado para aplicarse tal como se aplica. Por ello pedimos que las leyes antiterroristas se abroguen pura y simplemente y que Francia respete la letra y el espíritu del Convenio Europeo de Derechos Humanos y el Pacto de las Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos. Invitamos a todos aquellos que se preocupan por las libertades a que se unan a nuestra campaña en este sentido.
El Calas está compuesto por : Giorgio Agamben, Esther Benbassa, Luc Boltanski, Saïd Bouamama, Antoine Comte, Eric Hazan, Gilles Manceron, Karine Parrot, Carlo Santulli, Agnès Tricoire. Con las firmas de : Alain Badiou, filósofo; Etienne Balibar, filósofo; Jean-Christophe Barley, escritor; Daniel Bensaïd, filósofo; Alima Boumedienne, senadora; Rony Brauman, expresidente de Médicos sin Fronteras y docente; Raymond Depardon, fotógrafo y director de cince; Pascal Casanova, crítico literario; Jean-Marie Gleize, poeta; Nicolas Klotz, director de cine; François Maspero, escritor; Emmanuelle Perreux, presidenta del Sindicato de la Magistratura; Jacques Rancière, filósofo; Michel Tubiana, presidente honorario de la Liga de Derechos Humanos; Slavoj Zizek, filósofo.
Original francés: http://www.liberation.fr/societe/0101570130-pour-en-finir-avec-les-derives-autoritaires
La petición puede firmarse en el sitio del Calas: http://www.calas-fr.net/petition.2009-03-31.7555668522/Petition_signForm