lunes, 18 de enero de 2010

La mentalidad terrorista

"Oh you tell me that there's danger to the land you call your own
And you watch them build the war machine right beside your home
And you tell me that you're ready to go marchin' to the war
I know you're set for fighting, but what are you fighting for?"
(Phil Ochs, What are you fighting for?)
"Me dices que está en peligro el país que llamas tuyo
Y los miras construir la máquina de guerra junto a tu casa
Y me dices que estás listo para ir marchando a la guerra.
Ya sé que estás dispuesto a combatir, ¿pero qué es aquello por lo que luchas?"


El último atentado fallido contra un avión dirigido a los Estados Unidos ha ocasionado un nuevo aumento de la tensión en los medios políticos y policiales occidentales encargados de la lucha antiterrorista. El presidente Obama, premio Nobel de la paz que ni ha cerrado Guantánamo, ni ha retirado su ejército de Iraq y ha iniciado una nueva escalada en Afganistán, está preocupado por la incapacidad de sus servicios secretos para prever e impedir este intento de atentado. La respuesta frente a la « amenaza terrorista » es la misma que ya se aplica en Afganistán frente a la ofensiva de la resistencia y los conatos de insurrección contra los ocupantes: aumentar la presión incrementando los efectivos de las fuerzas de ocupación en el frente neocolonial y desplegar en « Occidente » una panoplia aún mayor de medios de lucha contra lo que se denomina « terrorismo ». Se supone que el restablecimiento del orden por la fuerza en los países árabes y musulmanes ocupados (Palestina, Iraq, Afganistán) y la consolidación de los regímenes tiránicos neocoloniales en los no ocupados permitirá reducir la « radicalización » conducente al « terrorismo ». Por otro lado, se confía en que un control cada vez más estrecho de las poblaciones inmigrantes y locales en los países denominados « occidentales » permitirá eliminar toda posibilidad de respuesta violenta a estas situaciones. Todo indica, sin embargo que la intensificación de la actividad militar está generando mayor resistencia y que la multiplicación de los controles desarrollará la inventiva de quienes pretenden responder violentamente a la brutalidad neocolonial en el corazón mismo del orden capitalista mundial. Es muy poco probable, sin embargo, que se llegue a una « solución final » del problema « terrorista » por estos medios.

Sin embargo, la obcecación organizada sigue su curso: psicólogos y sociólogos se movilizan para determinar los móviles del terrorismo, para describir la personalidad del terrorista poniendo rigurosamente entre paréntesis las condiciones políticas y militares que perpetúan y desarrollan la tensión. De ahí que se haya puesto de moda en los Estados Unidos y en Europa la temática de la « radicalización », dando a pensar que el problema político de la violencia neocolonial, de la ocupación militar y del racismo que las inspira tienen poco peso frente a determinados resortes psicológicos de la « personalidad terrorista ». Así un reciente artículo del New York Times titulado « The terrorist mind » (La mente del terrorista) se abría con estas alucinantes palabras: « ¿Qué lleva a la gente a matarse a sí misma junto con los inocentes que pasan por las inmediaciones? Este misterio de la mente ha vuelto a ponerse de actualidad en las últimas semanas en las que un terrorista suicida en Afganistán -un agente doble- mató a siete agentes de la CIA , un hombre irrumpió con un camión cargado de explosivos en una zona de juegos llena de gente en Pakistán; y un nigeriano intentó hacerse estallar en un avión con destino a Detroit el día de Navidad. » Aquí todo se confunde, desde el acto de guerra legítimo y eficaz (la eliminación de siete agentes enemigos) hasta los atentados sangrientos y crueles contra población civil. Lo llamativo, sin embargo es que el acto de guerra evidente realizado contra los agentes de la CIA se le quiera dar un sentido « psicológico », considerando que algo deberá andar mal en la cabeza de los afganos cuando liquidan a siete agentes de la CIA. De hecho ni siquiera los atentados contra el parque y el avión dejan de tener una coloración política y una relación directa con la guerra de Afganistán y la descomposición interna del Estado pakistaní que la extensión de esta guerra está ocasionando. La crueldad de lo que llama Mike Davis « la aviación de los pobres » se asemeja a la de los bombardeos diarios de población civil practicados por los « occidentales » en los países ocupados.No es ni más ni menos loca, ni más ni menos indecente. Este situación está bien resumida por Slavoj Zizek en uno de sus últimos libros (Violence, p.9): « ¿No hay acaso algo sospechoso, sin duda sintomático, en esta insistencia en la violencia subjetiva -la violencia perpetrada por agentes sociales, individuos malvados, disciplinados aparatos represivos, masas fanáticas? ¿No es algo que intenta desesperadamente distraer nuestra atención de otras formas de violencia participando así de forma activa en ellas? Conforme a una famosa anécdota, un oficial alemán visitó a Picasso en su estudio de Pzarís durante la segunda guerra mundial. Vió entonces el Guernica y chocado por el « caos » modernista de la pintura, le preguntó a Picasso: « ¿Ha hecho usted esto? ». Picasso replicó con tranquilidad: « No, lo hicieron ustedes ».

No es así útil ni necesario rebuscar en los adentros de la « mente del terrorista » para localizar sus móviles. Su violencia responde casi mecánicamente aunque a mucho menor escala y con mucho menor número de víctimas a la que aplican las potencias occidentales en los países « liberados » por la nueva cruzada que ya no es explícitamente cristiana sino humanitaria y democrática. Uno de los editorialistas del diario Libération, François Sergent, afirmaba en un texto dedicado al último intento de atentado contra un avión norteamericano (Voyager, Libération, 28.12.2009): « Los terroristas quieren que nuestro mundo se reduzca. Su última tentativa, afortunadamente fallida, significa de inmediato nuevas limitaciones para los viajeros. Controles, visados, horas de espera. Más allá de la muerte que este joven nigeriano, hijo de papá, quiso desencadenar, este mundo fundamentalista quiere limitar el horizonte del mundo a su tribu, a su país o a su religión. » Sin duda, lo único que preocupa a Sergent de ese desesperado y cruel intento de llamar la atención sobre la situación de Afganistán por parte de un joven islamista nigeriano es que nos vaya a resultar a los occidentales cada vez más difícil viajar. La ocupación occidental de países enteros no parece guardar ninguna relación con este tipo de violencia: sencillamente se ignora este hecho y se achacan los atentados al fanatismo y a una difícilmente explicable radicalización. En cierto modo, la violencia de los « terroristas » da la razón a Sergent, pues su objetivo político declarado no es el triunfo de una determinada fe, sino « que nuestro mundo -el mundo « occidental » erigido en norma de la mundialización- se reduzca ».

Lo llamativo no es tanto que un afgano o un nigeriano musulmán se radicalicen, sino que esto en occidente no se pueda comprender, incluso que no genere una radicalización antiimperialista entre lo que queda de las izquierdas o de las opiniones democráticas occidentales. La resistencia anticolonial argelina suscitó algunas simpatías en la izquierda radical francesa de los años 50 y 60 (Sartre, Fanon); hoy prácticamente nadie apoya las resistencias iraquí y afgana. Ello se debe en parte al éxito evidente de la propaganda en favor de la « guerra/diálogo de civilizaciones » en sus dos variantes, radical y neoimperialista, representada por Bush, Blair o Aznar o progresista y humanitaria al estilo de Obama o Zapatero. Detrás de ello hay que reconocer un auge del racismo rigurosamente paralelo al avance de la mundialización, un racismo que no sólo no permite entender al otro colonizado, sino que coloca a este último del lado de los que se pueden matar en nombre de la defensa de la vida « valiosa ». Ya había alertado Jacques Lacan en 1967 de que « Nuestro porvenir de mercados comunes se verá equilibrado por una extensión cada vez más dura de los procesos de segregación. » La psicología que pretende detectar la patología terrorista se inscribe en esta matriz racista: el terrorista actúa violentamente porque su naturaleza o su patología lo conducen a ello, no porque esté implicado en una relación de atroz violencia generada por la cruzada « antiterrorista occidental » y el despotismo de las distintas satrapías del « mundo libre ». La psicología del terrorismo tiene por misión crear al terrorista, al igual que la criminología y la prisión fabrican al delincuente y los guetos y campos de concentración del racismo científico a las « razas inferiores ».

La cruzada antiterrorista tiene, sin embargo otro aspecto, que podríamos caracterizar como más estructural, más íntimo a la sociedad capitalista de control en que vivimos. Se trata al igual que el proyecto de un mercado mundial, de un proyecto infinito. Quienes lo promueven saben perfectamente que nunca podrán acabar con las resistencias, que nunca podrán impedir que se tramen y se lleguen incluso a realizar actos de violencia contra el corazón mismo del Imperio. En un mundo centrado en la existencia de un mercado mundial y en las segregaciones que esta supone, se trata de una pretensión sencillamente imposible. Entre otras cosas, porque el mercado mundial exige una libertad de movimientos que desde hace tiempo se ha vuelto incontrolable. Incluso en un país como Israel, cerrado por los propios muros en que encierra a la población Palestina, a pesar de las enormes medidas de control siguen produciéndose atentados. Y, sin embargo, es el modelo israelí el que está siguiendo occidente en su conjunto: la combinación de la más brutal represión militar con el control más riguroso. Israel es además uno de los grandes productores de « material de seguridad », desde las alambradas a los equipos ultrasensibles de detección, pasando por las armas subletales. La « seguridad » también se ha convertido en un negocio rentable, en una sabrosa oportunidad de negocio. El dispositivo (anti)terrorista le ofrece una permanente renovación cuantitativa y cualitativa de la demanda. De ahí que sea necesario y comercialmente rentable gestionar un « terrorismo » que de todas formas nunca se podrá suprimir mientras se sigan alimentando sus causas reales. Con el terrorismo, al igual que con la esfera de la producción y distribución de riquezas o con el dispositivo de sexualidad, o con el tráfico y consumo de drogas, el poder contemporáneo no establece una relación exclusivamente represiva.

Como sugirió tantas veces Michel Foucault, el poder biopolítico que hoy se presenta como hegemónico frente al poder legal del soberano, no pretende suprimir las amenazas y riesgos, sino gobernarlos. Resumiendo su concepción del poder que denominará biopolítico, afirmará Foucault: « Se trata en resumen de orientarse hacia una concepción del poder que sustituya al privilegio de la ley, el punto de vista del objetivo, al privilegio de la prohibición, el punto de vista de la eficacia táctica, al pprivilegio de la soberanía, el análisis de un campo múltiple y móvil de relaciones de fuerza en el que se producen efectos globales, pero nunca totalmente estables, de dominación. El modelo estratégico, más que el modelo del derecho. » (Histoire de la sexualité I, La volonté de savoir, p.135). Existe un gobierno de la droga o del sexo o de las transacciones económicas o de la delincuencia que « deja hacer » dentro de determinados límites, pues no puede suprimir estos fenómenos y, en cierto modo, tampoco quiere hacerlo. Fenómenos anómalos para la lógica jurídica del poder soberano se convierten en una realidad inevitable que debe observarse para conocer sus evoluciones y resortes, y que cabe incluso suscitar en alguna medida. Guerras de agresión neocolonial como las de Afganistán o Iraq hacen mucho para producir nuevas formas de resistencia violenta o incluso de simple violencia fuera de una lógica de resistencia. La guerra contra el terrorismo alienta el terrorismo del mismo modo que la guerra contra la droga y las políticas prohibicionistas mantienen en pié un potente mercado mundial de la droga. El paradigma represivo del poder es aquí particularmente engañoso, pues impide reconocer la dinámica efectiva que genera a la vez el terrorismo y el antiterrorismo, el mercado de la droga y la cruzada contra la droga. Superar este paradigma es lo que nos permite ir más allá de una condena de la violencia « venga de donde venga » y desbloquear más allá de las ilusiones « soberanistas » y legales del (anti)terrorismo la posibilidad de una resistencia real a la violencia hegemónica, en Afganistán, Palestina, Iraq, Haití y aquí mismo.

4 comentarios:

Samuel dijo...

El paralelismo entre la gestión del "terrorismo" y la gestión de la producción y comercialización de drogas por parte del poder soberano vuelve a manifestarse en el caso de Haití. Ideólogos como Moisés Naím o think tanks reaccionarios como The Heritage Foundation están reclamando una intervención militar para evitar que el narcotráfico campe a sus anchas en un territorio "sin gobierno".

Como bien apuntas, las nuevas divisiones raciales que el poder está produciendo, así como la ideología antiterrorista, han contenido y bloqueado lo que podría haber sido un más amplio movimiento de apoyo a Iraq o Afganistán que fuera más allá de la solidaridad nacional, religiosa o étnica. Pero no sólo.

La heterogeneidad de los grupos de resistencia (que en el caso iraquí la prensa mezcla con las milicias sectarias de los partidos del gobierno), la frecuente infiltración de los servicios secretos de diversos países y los ataques contra la población civil no han ayudado a generar un movimiento de apoyo a la lucha contra la ocupación en Europa o Estados Unidos. Todo ello coronado por el hecho de que en los 50 y 60 había un lenguaje compartido (comunismo, socialismo, antiimperialismo) que ahora no encuentra equivalente. En parte, de nuevo, por las fisuras abiertas por la mentalidad neocolonial. Un abrazo.

Anónimo dijo...

La gente ha tomado, como un "standard" indiscutible, el concepto de "amenaza terrorista". El Estado español, por cierto, ha sido y es "campeón" de ello (una vez que el término "bandolerismo" se agotó en el vocabulario "franquista").

¿Qué parte de una población, y en qué condiciones, siempre está dispuesta a comulgar con las ruedas de molino del poder?. Parece que una mayoría...Igual pasa con el "problema" del desempleo. Hay que disculpar a la gente -a mi mismo, que también soy gente-: los formadores de opinión pública de los mass media no paran...Por cada despistado que lee, es un decir, a Juan Nadie, ahora mismo hay miles, millones, tragándose la "hamburguesa" prefabricada-multinacional de clichés satisfechos encuadrados bajo lo "políticamente correcto".

Para acabar, leería con todo el intérés un análisis de Juan Nadie de lo que está pasando en Haití, el país más pobre de América, donde, creo que el 1% de la población detenta el 50% de la riqueza (frente al resto de América, donde sería una relación de 2 a 5, para el mismo 50%: mala cosa, ser un "outlier" estadístico).

Salud.
CCM

Andrés dijo...

Afirmar sin matices, como hace Ioannes Maurus, que en Israel se "siguen produciendo atentados" tras la construcción del muro es sencillamente falso. Con excepción de el Dimona de 2008, no se han vuelto a producir atentados terroristas indiscriminados contra la población civil en Israel desde que finalizó la construcción del muro. Se puede (y se debe) criticar el muro israelí desde un punto de vista ético y estético, pero no desde la perspectiva de la eficacia: hoy en día se puede pasear por el zoco de Haifa, tomar un autobús en Jerusalén o disfrutar de una cena o una copa en Tel Aviv sin temor a saltar por los aires. La presencia policial y militar en las calles y carreteras se ha reducido muchísimo y se han retirado los detectores de metales de la mayoría de las tiendas y negocios. Incluso los propios árabes o palestinos que tienen la suerte de vivir en Israel reconocen en privado que aunque no les gusta el muro, gracias a él se puede llevar una vida normal en el país (otra cosa es, evidentemente, el tremendo y negativo impacto que el muro tiene para la maltrecha economía y la vida diaria de los palestinos).

El muro israelí será desmantelado algún día, dentro de algunos o de muchos años, y se cortará en pedacitos para venderlo a los turistas como "souvenirs" de Israel y/o Palestina. Esto ocurrirá cuando de una vez por todas una autoridad palestina unificada y responsable sea capaz de garantizar a Israel una paz duradera a cambio de que Israel devuelva definitiva y completamente los territorios ocupados y el control de las fronteras. Y esto es posible sin necesidad de reinventar la rueda: el modelo a seguir es el de los acuerdos de Camp David que consagraron la paz entre Egipto e Israel, la devolución del Sinaí y el establecimiento de plenas relaciones políticas y económicas entre ambos países.

Iohannesmaurus dijo...

En respuesta a Andrés:

Gracias por el comentario.
Ciertamente la eficacia del muro parece indudable. También la del bombardeo de Gaza. Con ellos se ha reducido mucho los atentados contra territorio israelí y se puede pasear tan tranquilamente por Israel como por la Varsovia ocupada. Incluso puede uno darse un paseo cerca del muro como hizo Curzio Malaparte en Varsovia en compañía del gobernador nazi Frank, para comprobar su solidez y eficacia. Cuenta Malaparte en Kaputt que del muro del gueto de Varsovia, por un imprevisible agujero, salió un niño judío contra el que disparó un soldado alemán. Frank comentó a su huesped: "será una rata". No haga Ud demasiada propaganda turística del Estado colonial y racista israelí: el café que uno se toma tan tranquilo sale demasiado caro. Y siempre puede salir alguna "rata"

En cuanto a la solución sobre el modelo egipcio, es sencillamente absurda e inviable. Ya la propuso sin éxito el gobierno de Hamás. Los Palestinos no son gente de un país extranjero respecto de los israelíes: son la otra parte de su país, la que no quieren ver. El suelo que ocupa Israel, no sólo en Cisjordania, es fundamentalmente suelo palestino. La limpieza étnica de hace 50 años y las siguientes que han venido durando hasta hoy no justifican ese Estado "de los judíos" que ignora, expulsa o asesina a quienes ponen en cuestión la pureza de sangre y de raza de Eretz Israel. La paz con dos Estados, como explicaba Edward Said, no sólo es un mito, sino un engaño que forma parte del dispositivo colonial. La única solución en el caso de Israel como en el de la Argelia francesa o en Sudáfrica es la liquidación del poder colonial. Esperemos que en Israel un número suficiente de judíos apoye esta solución. De ello depende que la vida y la cultura judías se mantengan implantadas en Palestina, lo que personalmente deseo.