Reflexiones sobre unos fragmentos del libro de Louis Althusser Maquiavelo y nosotros acerca de los conceptos de fortuna y virtù (las páginas citadas corresponden a la traducción española, Akal, 2004)
"Este encuentro de la Fortuna y la virtù tienen en Maquiavelo, en el caso de la fundación de un Principado Nuevo por un Príncipe Nuevo, un significado político muy preciso... Lo propio de la virtù es dominar la Fortuna, aunque sea favorable, transformar el instante de la Fortuna en duración política, la materia de la Fortuna en forma política, por consiguiente, estructurar políticamente la materia de la coyuntura local favorable, sentando los fundamentos del Nuevo Estado, es decir, echando raíces en el pueblo, para durar y crecer, siempre pensando en en el poder futuro y apuntando alto para llegar lejos...
[pg.105]
...Maquiavelo no solo plantea, sino que piensa políticamente su problema, es decir como una contadicción en la realidad, que no puede ser resuelta por el pensamiento, sino por la realidad, es decir, por el surgimiento, necesario pero imprevisible, inasignable en el lugar, el tiempo y la persona, de las formas concretas del encuentro político del que sólo se definen las condiciones generales... Este desajuste, pensado y no resuelto por el pensamiento, es la presencia de la historia y de la práctica política en la teoría misma"
[pg. 109]
Pensar la política, pero no pensar la política pasada, la historia ya hecha, sino la política y la historia por hacer. Hacerlo, además desde el materialismo, esto es, sin garantías trascendentes ni transcendentales. Sin finalismos y sin determinismos, otras tantas garantías, otros tantos refugios de la superstición. Pensar la política lúcidamente, desde la existencia real de los individuos y desde sus relaciones sociales concretas, sin sucumbir al optimismo ni al pesimismo antropológico en que se basan las teologías políticas. Tal es el objetivo de Maquiavelo, tal fue también el empeño de Louis Althusser, para quien el desvío por Maquiavelo fue un intento de pensar la política más allá de la crisis terminal del marxismo staliniano. Debajo de Spinoza -otra de las grandes referencias de Althusser- está Maquiavelo, este Maquiavelo que nos desvela Althusser, no el ficticio de la razón de Estado. Maquiavelo no es ningún teórico de la razón de Estado y mucho menos el fundador de la teoría de la razón de Estado. Maquiavelo frente a la teoría de la razón de Estado piensa la política en el antagonismo, pero piensa a su vez el antagonismo en su absoluta facticidad, en un horizonte abierto y no según el esquema amigo-enemigo en el que lo encierra la teología política schmittiana.
Para Maquiavelo, la política es creación de lo nuevo, sentido de la coyuntura y de la inmensa fragilidad de las coyunturas. No es en primer lugar gestión de las poblaciones: esto sería la política de la razón de Estado de un Giovanni Botero. Ragion di Stato en la lengua de Botero, donde "ragion" es, mucho más que razón, contabilidad (ragioneria). La razón de Estado es el viejo ardid de la economía, la forma laica de la Providencia de un Dios que pretende engañar al Mal para sacar adelante su plan de salvación. La razón de Estado es ya la "mano invisible" en acción. Una forma mezquina de desentenderse de la política y de imponer la dominación mediante la administración valiéndose de esa forma excelente de ocultación del acto de gobierno que es la estadística.
En Maquiavelo el cálculo es siempre cálculo de la coyuntura, no cálculo estadístico en el espacio lleno y pastoso de la dominación, sino juego en el que intervienen la fortuna, la ocasión y las fuerzas disponibles, la virtù. El conatus es la virtù spinozista, esa potencia por la que se afirma el individuo en su esencia entre los cambios de la fortuna. "Fortuna", en latín es a la vez la ocasión, pero también la tormenta, la tempestad que es desorden y confusión, pero también oportunidad de agarrar la huidiza ocasión. Todo esto nos sitúa lejos, lejísimos de la dicotomía entre administración y golpe de Estado, "ragion di Stato" (Botero) y "coup d'Etat" (Naudé) que domina el pensamiento moderno de la política, que alterna entre una política racional (contble) de la administración de la que todo acto innovador desaparece y una política de la acción que se presenta como enteramente irracional. Maquiavelo nos sitúa fuera de esa dicotomía, en la inmanencia de las relaciones sociales vistas siempre como una totalidad precaria. El materialismo, que, no por casualidad ha solido presentarse en los ropajes del atomismo, es conciencia de la precariedad del todo, o más bien de la esencial inconsistencia de cualquier todo. Su lema podría tomarse prestado al Jacques Lacan que replicaba a los estudiante maoistas que pretendían "cambiarlo todo" en el 68 que "rien n'est tout" (nada es todo o no hay nada que sea todo). Tanto el todo existente como el todo al que algunos aspiran son meras apariencias (semblant). Átomos y vacío: virtù irrealizada y fortuna pensada como apertura, como rechazo del principio de razón suficiente.
Para el pensamiento del orden todo debe justificarse: la violencia del príncipe, incluso su inmoralidad, se justifican según el Descartes de las cartas a Elizabeth por el fin último del gobierno que es el bien del pueblo. El fin justifica los medios o, en otros términos, para todo acto de gobierno debe haber una razón suficiente: si se quebranta una ley, tiene que ser en nombre de una legalidad superior. Nada de esto hay en Maquiavelo, para quien esta consideración económica de los medios y los fines sería no un instrumento, sino un obstáculo para pensar la política. El príncipe tiene una función constituyente: su acción es dictatorial en cuanto para fundar un nuevo orden tiene que ponerse al margen de las leyes que reproducen el orden existente. Su eficacia depende de su capacidad de hacerse con recursos (denari) y armas, pero también con el favor de la población y, sobre todo, de los más pobres. El príncipe no se justifica por los fines, sino que se autoriza a sí mismo fundando el principado nuevo. Un vacío lo separa del orden social y político anterior, un vacío abierto por su propio acto de autorización de sí mismo. El Príncipe es el sujeto que emerge en las brechas y las fallas del orden anterior, como aquello que el orden anterior jamás pudo llegar a expresar ni representar debido a su intrínseca inconsistencia, antes disimulada y ahora, en plena crisis, manifiesta. El Príncipe releido por Althusser es una buena lectura para pensar la crisis y actuar en ella. Como ya sabía Aristóteles, aunque mucho marxista y mucho revolucionario lo haya pretendido siempre ignorar, la conclusión del silogismo práctico no es una nueva proposición, sino un acto.
1 comentario:
JB/JD: sigo leyendo tus sugestivas palabras. Tras esta reflexión sobre el Maquiavelo de Althusser me dan ganas de preguntar a los que me rodean: ¿Eres supersticioso? ¿No? ¡Entonces eres materialista! ... y mostrarles tu texto. Por otro lado, como dices: "El fin justifica los medios o, en otros términos, para todo acto de gobierno debe haber una razón suficiente: si se quebranta una ley, tiene que ser en nombre de una legalidad superior. Nada de esto hay en Maquiavelo ...". ¡Cuesta tanto desenmascarar los lugares ... comunes!. Por ejemplo: Maquiavelo = El fin justifica los medios.
Con toda cordialidad.
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