jueves, 17 de enero de 2013

Marcel Mariën, un ilustre desconocido (prologuillo a la traducción castellana de la Teoría de la revolución mundial inmediata de Marcel Mariën, Hiru, Hondarribia, enero de 2013





Marcel Mariën, un ilustre desconocido
Juan Domingo Sánchez Estop (John Brown)

Prologuillo a la traducción castellana de la Teoría de la revolución mundial inmediata de Marcel Mariën, Hiru, Hondarribia, enero de 2013



El surrealismo belga es conocido fuera de las fronteras de ese pequeño y precario país europeo que se sigue llamando Bélgica por un solo nombre, el de René Magritte. El representante internacional del surrealismo belga nunca fue sin embargo aceptado como tal por los demás miembros del movimiento. Estos se habían dado, como nos cuenta Marcel Mariën en su biografía Radeau de la mémoire (Balsa de la memoria, 1983), una regla común : evitar a toda costa la notoriedad. Se habían comprometido incluso, en aplicación de esa misma regla, a imponer a los demás miembros del grupo la máxima discreción en caso de que alcanzaran algún renombre. Puede decirse que Marcel Mariën logró en vida realizar este ideal, haciendo lo que le dio la gana sin aspirar al reconocimiento público. La falta de ambición fue su regla, hasta el punto de afirmar en su biografía que « por falta de ambición nunca estuve en el paro ». Fue así su falta de ambición una discreción activa, compartida durante años con otros subversivos de la escritura, de la imagen, de la política o de cualquier otro tipo de expresión. En Mariën la discreta productividad del surrealismo belga se expresó magistralmente en su producción como cuentista con libros como Figures de poupe (Máscaras de popa, 1979) o Les Fantômes du Château de cartes (Los fantasmas del castillo de naipes, 1981). Louis Scutenaire cultivará la poesía automática declarando no ser “ni poeta, ni surrealista ni belga”, Gabriel Nougé se dedica a la fotografía y el relato pornográfico, aunque ninguno de los miembros del grupo surrealista se limitara a una especialidad. Todos ellos mantuvieron ese rechazo de la notoriedad con la única excepción de René Magritte.


La discreción no estuvo tampoco reñida con el escándalo para Marcel Mariën y su pequeño grupo reunido en torno a la revista Les lèvres nues (Los labios desnudos). El escándalo va desde la broma vengativa que gastaron a Magritte durante su primera exposición pública en el pijo casino de Ostende de 1962, en la que afirmaron por medio de octavillas anunciando una “Grande baisse” (Gran rebaja) que la obra del maestro Magritte se vendería a "precios populares" (unos centenares de francos de la época) para que el arte fuera accesible al pueblo, hasta el panfleto en defensa de Stalin que escribió Mariën tras el informe secreto de Jruschov. Este panfleto titulado en remedo al título de una famosa novela del realismo socialista Quand l'acier fut rompu (Cuando se rompió el acero, 1957) defiende a Stalin, pero presentándolo como un necio y un carnicero y afirmando cínicamente que era « el médico de los pobres », el que, para salvar a ocho mataba a dos.


Mariën siempre contempló a la vez con ternura y cinismo los tiempos terribles -o, lo que viene a ser lo mismo, los « tiempos interesantes » por utilizar la definición que de ellos nos ha dejado Hobsbawn- que le tocó vivir. Manifestó la más absoluta hostilidad a un capitalismo nefasto para todos, explotadores y explotados, pues en él hasta la clase dominante se afana por ganar dinero y en cierto modo trabaja. El capitalismo era para él un universo cruel, necio y degradante que había que liquidar por todos los medios. Uno de ellos era el pragmatismo brutal de Stalin, hasta que con la desestalinización se hiciera inviable; el que nos propone en la Teoría de la Revolución Mundial Inmediata (1958) publicada un año después de su reivindicación de Stalin no es brutal ni sanguinario, pero, si cabe, aún más cínico. Se trata en este delirante método surrealista del golpe de Estado revolucionario de hacer la revolución como una broma, como un acto que « tiene chiste ». La Teoría de la revolución mundial inmediata es la historia de una conjura de unos comunistas, de un grupo muy reducido de personas afines discretas y resueltas que deciden establecer el comunismo por los mismos medios de los que se valen el capitalismo de consumo y el sistema de la democracia representativa para imponer sus productos y partidos: lo que llamó Vance Packard la "persuasión clandestina" o lo que el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays denominó “Propaganda” . Se trata, pues de que, sólo una vez que se haya realizado la revolución, pero no antes, la mayoría de la gente se dé cuenta de que esta ha ocurrido y de que ha participado en ella. Los medios de la revolución no son ya las milicias armadas, ni los grandes oradores, ni la propaganda revolucionaria, sino los propios instrumentos de dominación del sistema: el consumo, el ocio, la publicidad y el espectáculo.
Mariën se adelanta a las tesis que formula Debord (quien, por cierto, publicó varios artículos en Les lèvres nues) en La sociedad del espectáculo (1967) y en cierto modo va más allá del simple negativismo y esteticismo de la crítica situacionista. Mariën en su « broma » o su « chiste » lo que intenta es asumir la plena inmanencia de la revolución al sistema. Actuar desde dentro cuando ya ni siquiera puede soñarse un "fuera". Acepta que estamos ya en el lodo de la sociedad del espectáculo debordeana o de la sociedad administrada de Adorno, en ese totalitarismo blando del capital, pero afirma también que desde dentro se puede destruir el monstruo utilizando exactamente los mismos medios que usa para oprimirnos. Así, tras haber comparado la brutalidad de Stalin con la de Hitler, optando por Stalin pues la brutalidad de este último tenía una finalidad comunista, Mariën no duda en aceptar los métodos de persuasión de la publicidad, incluso los de la propaganda fascista. Muy probablemente, la idea de dar a un partido el nombre y la apariencia de una sociedad comercial se inspirara incluso en la experiencia del nazismo belga francófono cuyo fundador y líder, Léon Degrelle, dio a su organización el nombre de la editorial católica que él mismo dirigía: Rex. Mariën propondrá dar a su organización revolucionaria secreta la cobertura de un club de ocio y vacaciones, algo parecido a ese Club Méditerranée que había fundado 8 años antes el también belga Gérard Blitz. Una vez "revolcaos en un merengue" como dice el más famoso tango de Santos Discépolo, no se puede uno permitir absurdos escrúpulos.


La propuesta de Mariën es sobre todo un chiste y una broma, pero la eficacia del chiste (Witz) consiste según nos enseña Freud en apuntar a un deseo reprimido a través de la ambigüedad de un significante explotada por la “técnica del chiste”. El chiste nunca es solo algo « gracioso », sino que siempre es el representante de algo imposible de decir y de representar en otro lenguaje, es una “formación del inconsciente” (Lacan). De ahí que el chiste sea profundamente surrealista, pues expresa no una realidad fantástica, sino ese lado oculto de la realidad, aquel que no queremos ver y que se manifiesta a la vez que se oculta en los sueños, los lapsus y los chistes. Tal vez la influencia confesada por André Breton del psicoanálisis sobre el surrealismo haya hecho de este último una estética del chiste. Sin embargo, una estética del chiste que, como tal, no ignora el insoportable mundo de larvas que se oculta detrás de todo chiste y a la vez se expresa en él, es más precisamente una estética del humor negro. Cuando ya no podemos desear abiertamente, explícitamente una cosa, el comunismo por poner un ejemplo, sólo un chiste negro, muy negro, nos puede salvar permitiéndonos entrever por medio de las risas lo que realmente queríamos. Por otra parte, el chiste que nos propone Mariën no carece de seriedad, de gravedad, pues apela a la necesidad de decidir, de actuar y de hacerlo muy rápido, de tomar por sorpresa a nuestros propios hábitos mentales y de no dar al enemigo que en nosotros mismos reside la posibilidad de reaccionar.
Tal vez las revoluciones latinoamericanas que han puesto en el lugar del poder a presidentes plebeyos, indios o mestizos, absolutamente incapaces de representar la gravedad y seriedad del Estado colonial latinoamericano, y muy capaces en cambio de abrir paso a las reivindicaciones y movimientos sociales sean una aplicación del método de Mariën. Se trata de quitar el poder a la burguesía, pero para ello lo que hay que hacer es bloquear el lugar del poder con un dirigente que por su propia presencia hace imposible el funcionamiento normal del Estado. ¿Qué mejor chiste político que la presencia en las presidencias de varias repúblicas latinoamericanas de exponentes de las mayorías sociales y étnicas históricamente dominadas por estos mismos Estados? ¿Qué mejor sorpresa que las sucesivas y aplastantes victorias elctorales de estos nuevos movimientos y dirigentes que, como Hugo Chávez o Evo Morales nunca han renunciado al sentido del humor, como tampoco lo hicieron el Che ni Fidel? Puede que nuevas sorpresas de este tipo aguarden al capitalismo, incluso donde menos las teme, en Europa y los Estados Unidos. La conjura para hacer la revolución mundial en solo un año ya ha comenzado. Empieza la cuenta atrás.

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