Marcel Mariën, un ilustre
desconocido
Juan Domingo Sánchez Estop
(John Brown)
Prologuillo a la traducción castellana de la Teoría de la revolución mundial inmediata de Marcel Mariën, Hiru, Hondarribia, enero de 2013
El surrealismo belga es
conocido fuera de las fronteras de ese pequeño y precario país
europeo que se sigue llamando Bélgica por un solo nombre, el de René
Magritte. El representante internacional del surrealismo belga nunca
fue sin embargo aceptado como tal por los demás miembros del
movimiento. Estos se habían dado, como nos cuenta Marcel Mariën en
su biografía Radeau
de la mémoire
(Balsa de la memoria, 1983), una regla común : evitar a toda costa
la notoriedad. Se habían comprometido incluso, en aplicación de esa
misma regla, a imponer a los demás miembros del grupo la máxima
discreción en caso de que alcanzaran algún renombre. Puede decirse
que Marcel Mariën logró en vida realizar este ideal, haciendo lo
que le dio la gana sin aspirar al reconocimiento público. La falta
de ambición fue su regla, hasta el punto de afirmar en su biografía
que « por falta de ambición nunca estuve en el paro ». Fue así su
falta de ambición una discreción activa, compartida durante años
con otros subversivos de la escritura, de la imagen, de la política
o de cualquier otro tipo de expresión. En Mariën la discreta
productividad del surrealismo belga se expresó magistralmente en su
producción como cuentista con libros como Figures
de poupe (Máscaras
de popa, 1979) o Les
Fantômes du Château de cartes (Los
fantasmas del castillo de naipes, 1981).
Louis Scutenaire cultivará la poesía automática declarando no ser
“ni poeta, ni surrealista ni belga”, Gabriel Nougé se dedica a
la fotografía y el relato pornográfico, aunque ninguno de los
miembros del grupo surrealista se limitara a una especialidad. Todos
ellos mantuvieron ese rechazo de la notoriedad con la única
excepción de René Magritte.
La discreción no estuvo
tampoco reñida con el escándalo para Marcel Mariën y su pequeño
grupo reunido en torno a la revista Les
lèvres nues (Los
labios desnudos). El escándalo va desde la broma vengativa que
gastaron a Magritte durante su primera exposición pública en el
pijo casino de Ostende de 1962, en la que afirmaron por medio de
octavillas anunciando una “Grande
baisse”
(Gran rebaja) que la obra del maestro Magritte se vendería a
"precios populares" (unos centenares de francos de la
época) para que el arte fuera accesible al pueblo, hasta el panfleto
en defensa de Stalin que escribió Mariën tras el informe secreto de
Jruschov. Este panfleto titulado en remedo al título de una famosa
novela del realismo socialista Quand
l'acier fut rompu (Cuando
se rompió el acero, 1957) defiende a Stalin, pero presentándolo
como un necio y un carnicero y afirmando cínicamente que era « el
médico de los pobres », el que, para salvar a ocho mataba a dos.
Mariën siempre contempló a
la vez con ternura y cinismo los tiempos terribles -o, lo que viene a
ser lo mismo, los « tiempos interesantes » por utilizar la
definición que de ellos nos ha dejado Hobsbawn- que le tocó vivir.
Manifestó la más absoluta hostilidad a un capitalismo nefasto para
todos, explotadores y explotados, pues en él hasta la clase
dominante se afana por ganar dinero y en cierto modo trabaja. El
capitalismo era para él un universo cruel, necio y degradante que
había que liquidar por todos los medios. Uno de ellos era el
pragmatismo brutal de Stalin, hasta que con la desestalinización se
hiciera inviable; el que nos propone en la Teoría
de la Revolución Mundial Inmediata (1958)
publicada un
año después de su reivindicación de Stalin no es
brutal ni sanguinario, pero, si cabe, aún más cínico. Se trata en
este delirante método surrealista del golpe de Estado revolucionario
de hacer la revolución como una broma, como un acto que « tiene
chiste ». La Teoría
de la revolución mundial inmediata
es la historia de una conjura de unos comunistas, de un grupo muy
reducido de personas afines discretas y resueltas que deciden
establecer el comunismo por los mismos medios de los que se valen el
capitalismo de consumo y el sistema de la democracia representativa
para imponer sus productos y partidos: lo que llamó Vance Packard la
"persuasión clandestina" o lo que el sobrino de Sigmund
Freud, Edward Bernays denominó “Propaganda” . Se trata, pues de
que, sólo una vez que se haya realizado la revolución, pero no
antes, la mayoría de la gente se dé cuenta de que esta ha ocurrido
y de que ha participado en ella. Los medios de la revolución no son
ya las milicias armadas, ni los grandes oradores, ni la propaganda
revolucionaria, sino los propios instrumentos de dominación del
sistema: el consumo, el ocio, la publicidad y el espectáculo.
Mariën se adelanta a las
tesis que formula Debord (quien, por cierto, publicó varios
artículos en Les
lèvres nues)
en La
sociedad del espectáculo (1967) y
en cierto modo va más allá del simple negativismo y esteticismo de
la crítica situacionista. Mariën en su « broma » o su « chiste »
lo que intenta es asumir la plena inmanencia de la revolución al
sistema. Actuar desde dentro cuando ya ni siquiera puede soñarse un
"fuera". Acepta que estamos ya en el lodo de la sociedad
del espectáculo debordeana o de la sociedad administrada de Adorno,
en ese totalitarismo blando del capital, pero afirma también que
desde dentro se puede destruir el monstruo utilizando exactamente los
mismos medios que usa para oprimirnos. Así, tras haber comparado la
brutalidad de Stalin con la de Hitler, optando por Stalin pues la
brutalidad de este último tenía una finalidad comunista, Mariën no
duda en aceptar los métodos de persuasión de la publicidad, incluso
los de la propaganda fascista. Muy probablemente, la idea de dar a un
partido el nombre y la apariencia de una sociedad comercial se
inspirara incluso en la experiencia del nazismo belga francófono
cuyo fundador y líder, Léon Degrelle, dio a su organización el
nombre de la editorial católica que él mismo dirigía: Rex.
Mariën propondrá dar a su organización revolucionaria secreta la
cobertura de un club de ocio y vacaciones, algo parecido a ese Club
Méditerranée
que había fundado 8 años antes el también belga Gérard Blitz. Una
vez "revolcaos en un merengue" como dice el más famoso
tango de Santos Discépolo, no se puede uno permitir absurdos
escrúpulos.
La propuesta de Mariën es
sobre todo un chiste y una broma, pero la eficacia del chiste (Witz)
consiste según nos enseña Freud en apuntar a un deseo reprimido a
través de la ambigüedad de un significante explotada por la
“técnica del chiste”. El chiste nunca es solo algo « gracioso
», sino que siempre es el representante de algo imposible de decir y
de representar en otro lenguaje, es una “formación del
inconsciente” (Lacan). De ahí que el chiste sea profundamente
surrealista, pues expresa no una realidad fantástica, sino ese lado
oculto de la realidad, aquel que no queremos ver y que se manifiesta
a la vez que se oculta en los sueños, los lapsus y los chistes. Tal
vez la influencia confesada por André Breton del psicoanálisis
sobre el surrealismo haya hecho de este último una estética del
chiste. Sin embargo, una estética del chiste que, como tal, no
ignora el insoportable mundo de larvas que se oculta detrás de todo
chiste y a la vez se expresa en él, es más precisamente una
estética del humor negro. Cuando ya no podemos desear abiertamente,
explícitamente una cosa, el comunismo por poner un ejemplo, sólo un
chiste negro, muy negro, nos puede salvar permitiéndonos entrever
por medio de las risas lo que realmente queríamos. Por otra parte,
el chiste que nos propone Mariën no carece de seriedad, de gravedad,
pues apela a la necesidad de decidir, de actuar y de hacerlo muy
rápido, de tomar por sorpresa a nuestros propios hábitos mentales y
de no dar al enemigo que en nosotros mismos reside la posibilidad de
reaccionar.
Tal vez las revoluciones
latinoamericanas que han puesto en el lugar del poder a presidentes
plebeyos, indios o mestizos, absolutamente incapaces de representar
la gravedad y seriedad del Estado colonial latinoamericano, y muy
capaces en cambio de abrir paso a las reivindicaciones y movimientos
sociales sean una aplicación del método de Mariën. Se trata de
quitar el poder a la burguesía, pero para ello lo que hay que hacer
es bloquear el lugar del poder con un dirigente que por su propia
presencia hace imposible el funcionamiento normal del Estado. ¿Qué
mejor chiste político que la presencia en las presidencias de varias
repúblicas latinoamericanas de exponentes de las mayorías sociales
y étnicas históricamente dominadas por estos mismos Estados? ¿Qué
mejor sorpresa que las sucesivas y aplastantes victorias elctorales
de estos nuevos movimientos y dirigentes que, como Hugo Chávez o Evo
Morales nunca han renunciado al sentido del humor, como tampoco lo
hicieron el Che ni Fidel? Puede que nuevas sorpresas de este tipo
aguarden al capitalismo, incluso donde menos las teme, en Europa y
los Estados Unidos. La conjura para hacer la revolución mundial en
solo un año ya ha comenzado. Empieza la cuenta atrás.
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