"...el enemigo mayor, el adversario estratégico (ya que la oposición de El Anti-Edipo con sus otros enemigos constituye más bien un combate táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y de Mussolini - que tan bien supo movilizar y utilizar el deseo de las masas- sino también el fascismo que existe en todos nosotros, que habita en nuestros espíritus y está presente en nuestra conducta cotidiana, el fascismo que nos hace amar el poder, desear esa cosa misma que nos domina y nos explota." (Michel Foucault, Introducción a la vida no fascista)
1. Hace poco, pudimos oir hablar en La Sexta a Marine Le Pen, líder del Frente Nacional francés, presentándose como "la voz de la verdad" y defendiendo frente a los inmigrantes, a Europa y a la mundialización la "preferencia nacional". Hay quien, en sectores de la izquierda quedó fascinado por este discurso, quien consideró difícil oponerse a él. Hay que tener mucho cuidado con este discurso y con los canales que pueden conectar ciertos discursos de izquierda con este. O
señalamos como
objeto de nuestro antagonismo
las relaciones de producción en lugar de a
un
grupo humano
más o menos definido,
o vamos al desastre y al racismo. Si se señala a « los
ricos », o
a los « financieros » como el enemigo, puede
siempre operarse un desplazamiento metonímico hacia otra categoría:
de
financieros
puede
pasarse a
judíos, árabes, gitanos, homosexuales, comunistas, etc. El
fascismo, como la pulsión de muerte, es un maestro de la metonimia.
Es muy
peligroso utilizar la lógica amigo-enemigo, propia de la soberanía,
para representar la lucha de clases. La lucha de clases como tal es
irrepresentable, solo se puede pensar como relación. Como
tal, no depende de sus polos, sino que los genera. Hay
que saber salir de las metáforas guerreras si queremos lograr
una
política no-fascista. El antagonismo debe pensarse como ampliación
de la potencia propia no como autodefinición desde y por el enemigo.
Si
nos definimos, no desde nuestra propia potencia y nuestro propio
deseo sino solo frente al enemigo,
nos convertimos como
correctamente
afirma Carl Schmitt, en la imagen especular de nuestro "enemigo".
Hay que poder salir de esa pelea imaginaria de
uno mismo ante su propio espejo
y abordar la realidad, la materialidad de las relaciones de
producción, las
relaciones de apropiación y expropiación.
2. Actuar
sobre lo real de las relaciones de producción no supone abandonar la
ideología ni la imaginación, pero una política abierta a las
relaciones de producción y a la lucha de clases, fomenta
otro imaginario, no guerrero, no fascista. La
lucha de clases no es una pelea especular, sino el resultado de una
relación social que constituye sus propios polos.
Frente
a una entificación del enemigo que abre las puertas al fascismo
fuera y dentro de nosotros mismos, hay que explicar las relaciones en
las que estamos implicados, no desde posiciones abstractas y
complicadas, sino de forma
accesible al común de los mortales. Hay que mostrar
en todas
nuestras
intervenciones públicas la relación efectiva que hay entre el
fascismo abierto y la normalidad tánatopolítica del neoliberalismo.
Si no hacemos que la gente comprenda -y no comprendemos nosotros
mismos- que hay una continuidad entre las muertes por hambre,
suicidios y enfermedades dentro del
Estado Español
y las muertes en sus
fronteras y que ambos tipos de muertes
responden a las mismas relaciones sociales y a la misma esclavitud,
habremos perdido. Nos
harán oponernos a los « inmigrantes », a los
« extranjeros », pero no a las relaciones sociales que
explotan y esclavizan a la inmensa mayoría. Cuando
se habla de « los nuestros » y de un patriotismo popular,
entre
ellos
deben estar inequívocamente
incluidos los 15 de Ceuta y
todo el pueblo en éxodo de los sin papeles y todos los navegantes de
las pateras,
sin que quepa la más mínima duda al respecto. Toda perspectiva de
cierre soberanista xenófobo
contiene en sí misma el germen de toda esta barbarie. Nuestro
problema no es
el "exterior", Europa o la emigración, sino las relaciones
de explotación y dominación imperantes a nivel europeo y mundial y
que no tienen remedio alguno mediante un repliegue tras
unas fronteras tan crueles y bárbaras como inútiles. La soberanía
hoy es mera gesticulación a la vez mentirosa y sanguinaria. Tenemos
hoy una extraordinaria ocasión de superarla
con una clara apuesta por un proceso constituyente europeo federal y
democrático que
rompa el cierre de los Estados y de la propia Europa.
3. Existe
ciertamente
contradicción entre
esta posición abiertamente universalista
y
los llamamientos a la designación de un « enemigo »
pero no es una
contradicción
insalvable: es
una contradicción necesaria que nace de la realidad de las
sociedades humanas. La forma predominante de toda política es, como
la de todo conocimiento,
imaginaria. Ahora
bien, una política imaginaria es necesariamente
sustancialista y schmittiana : se
basa en la oposición amigo-enemigo como hecho originario e
irreductible.
Schmitt acierta con el síntoma, pero no da con la causa.
Naturalmente que hay que tener en cuenta el síntoma y su efectividad
propia, pero al mismo tiempo, una
política de liberación debe
explorar las causas subyacentes
a esta oposición
e intervenir sobre ellas, debe reducir el síntoma. La
lucha de clases no es una dialéctica amigo-enemigo, no debe
contemplarse bajo la engañosa metáfora fascista de la guerra, sino
desde la perspectiva de la liberación y de la potencia de la
multitud. En tal caso, una vez investigadas sus causas en el terreno
de las relaciones de producción, la enemistad no será un elemento
sustancial y permanente, sino el efecto de una relación relativamente inestable que una
variación de la correlación de fuerzas puede modificar o destruir.
4. De nada vale complacerse en los efectos, incluso en los efectos
imaginarios e ideológicos que produce sobre nosotros una determinada
relación social. Conocer verdaderamente es conocer por las causas
(Verum
gnoscere est gnoscere per causas, decía
el Aritóteles latinizado de los escolásticos)...En
política, el conocimiento de las causas nos permite conocer los
síntomas en su génesis y su eficacia, pero nunca al revés. Conocer
una relación constitutiva permite a la vez conocer la realidad de
esta y los efectos imaginarios que produce, pero partiendo de los efectos imaginarios de esta relación sobre nosotros no puede concluirse nada seguro. Por
concluir con otro latinajo del maestro Spinoza: verum
index sui et falsi
(lo
verdadero es índice de sí mismo y de lo falso). Esta
inseparabilidad de lo verdadero y de lo falso es el principio de
toda teoría materialista de la ideología, pero también de toda
auténtica política de liberación.
1 comentario:
Desde hace tiempo estaba dándole vueltas a la idea de que la política es antagonismo, enfrentamiento, lucha, guerra... Al final de esa cadena siempre aparecía Schmitt y caía una y otra vez en todas y cada una de las trampas que tú has señalado. Después de leer este artículo lo veo todo de forma diferente.
Y es curioso porque en otros aspectos he sido capaz de pensar la "clase" como una relación, pero no de aplicar el mismo razonamiento en todos los casos. Claro que ese es problema de mi ingnorancia.
Gran post, como todos los demás.
Saludos.
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