jueves, 19 de junio de 2014

De la deuda a la casta...y vuelta.


(Para quienes asistieron al acto sobre la deuda ilegítima y también para las demás personas interesadas en el tema, dejo aquí el guión de la intervención que tenía prevista y a la que renuncié para dejar tiempo al debate)


Se ha solido asociar la cuestión de la deuda con dos dimensiones, la económica y la moral. Desde el punto de vista económico, la deuda aparece como una transacción diferida, como un intercambio cuyas dos fases, el préstamo y el reembolso, el acto de dar y la recepción de la contrapartida están separados en el tiempo. Por otra parte, desde el punto de vista moral, la deuda es el modelo de la obligación: el sujeto moral se ve obligado a devolver lo que le ha sido prestado en las condiciones estipuladas por el contrato. Su dignidad personal, su crédito moral, su palabra, quedan empeñados al suscribir la deuda.

Tanto desde el punto de vista económico como del moral, la deuda instituye aparentemente una relación entre iguales comparable a cualquier contrato. Yo compro una cosa a otra persona y es evidente que se la tengo que pagar, sin lo cual le estaré robando. La tengo que pagar porque contraté libremente con una persona jurídicamente igual a mí y bajo unas normas jurídicas idénticas para los dos. Se considera que el pago por una mercancía que yo compro extingue toda obligación hacia el vendedor. De este modo, las relaciones de mercado aparecen como relaciones libres entre agentes iguales. Antes y después de la transacción comercial cada uno de los sujetos es libre y no tiene ninguna relación estable con la otra parte contratante. Así, se ha visto en las relaciones de mercado el modelo de una liberación respecto de las relaciones de poder personal feudales o de la dependencia del individuo respecto de una comunidad. El mercado solo crea una comunidad transitoria, efímera, destinada a desaparecer, en el momento mismo de la transacción. Su modelo es la interacción a distancia a través de relaciones de intercambio entre propietarios. Kant compara esta comunidad de los propietarios con la acción a distancia de los cuerpos celestes. Marx afirma que en la sociedad de mercado, cada individuo tiene sus relaciones sociales en el bolsillo. Frente a toda comunidad directa entre los seres humanos, lo que crea el mercado es una comunidad inmunitaria, una comunidad que se autodestruye.

Si bien la relación de deuda se basa en una contrato, tiene una particularidad que la distingue radicalmente de cualquier intercambio mercantil: la separación en el tiempo entre sus dos momentos fundamentales, la entrega del bien (del dinero) y el pago de la contrapartida (capital + interés). La liberación de toda obligación que supone el pago tarda en producirse y puede demorarse mucho tiempo. Esta particularidad es el primer elemento que distingue la relación de endeudamiento de cualquier relación de intercambio mercantil. Por otra parte, esa distancia en el tiempo asocia la deuda a la vida: no constituye un momento puntual sino una relación estable que el sujeto endeudado establece con el deudor. Es además, una relación de desigualdad, pues la deuda se contrae por la imposibilidad que tiene quien la pide de dar inmediatamente una contrapartida a su acreedor. Los sujetos de la relación de deuda, aunque sean formalmente los mismos que operan en la de intercambio mercantil son en realidad muy distintos: el prestamista tiene algo, una cantidad de dinero que puede prestar, pero la persona que pide el crédito no tiene nada más que una determinada extensión de vida, de actividad, de tiempo futuro, nada más que una simple promesa, que dar inmediatamente a cambio. Esa promesa está, sin embargo, acompañada de "garantías". Al contratar un préstamo se acabó el anonimato de la relación comercial: el prestador exige del individuo que le solicita un préstamo información sobre sus ingresos, sobre sus condiciones de vida, sus relaciones, sobre personas que puedan responder por él. Se trata para el prestamista de conocer lo mejor posible a la persona a quien concede el préstamo. Esta, por su lado, se esfuerza por dar buena impresión, dar garantías de que cumplirá su promesa de pago, dando muestras de seguridad e sí mismo, de firmeza y determinación frente a un futuro aleatorio. El crédito se concede como una apuesta sobre el futuro que debe ser lo menos arriesgada posible. Para ello, el prestador controla y el solicitante del prestamo da todas las garantías necesarias. Así ilustra estas crueles garantías Nietzsche en el segundo tratado de la Genealogía de la moral, "Sobre la deuda, la mala conciencia y otros asuntos conexos":

"El deudor, para inspirar confianza en su promesa de reembolso, para dar garantía de la seriedad y sacralidad de su promesa, para inculcar en su propia conciencia el reembolso como un deber, como una obligación, empeña en virtud de un contrato, a favor del acreedor y para el caso de que él no pague, otra cosa que aún , otra cosa que todavía tiene en su poder, por ejemplo su cuerpo, su mujer, su
libertad o incluso su vida (o, cuando se dan determinadas presuposiciones religiosas, incluso su bienaventuranza, la salvación de su alma, en último término incluso su paz en la tumba: así sucede en Egipto, donde el cadáver del deudor no encontraba descanso frente al acreedor ni siquiera en la
timba, si bien es verdad que precisamente entre los egipcios ese descanso era un tanto especial). Sobre todo, el acreedor podía infligir al cuerpo del deudor todo tipo de ultrajes y torturas, por ejemplo cortar de él la cantidad que pareciese proporcionada a la magnitud de la deuda: y ya tempranamente y y en todas partes hubo a estos efectos estimaciones exactas conforme a Derecho —en ocasiones descendían a detalles tan minúsculos como estremecedores— de los distintos miembros y lugares del cuerpo."

Donde había antes una relación entre sujetos independientes se establece un vínculo estable, aunque fuertemente asimétrico. El banco controla, ejerce un auténtico poder individualizado sobre el sujeto endeudado. Este se somete a ese control con docilidad, se autodisciplina y adapta su actuación presente e incluso su futuro a las condiciones establecidas por la deuda. Hay una relación moral de confianza, de confianza que se da y de confianza que se esfuerza uno por merecer. No es así necesario que el acreedor controle constantemente a su deudor, pues este asumirá él mismo ese control, velando por cumplir las condiciones de reembolso, mostrando laboriosidad, parsimonia y otras virtudes prácticas. La relación de deuda, al ser una relación intersubjetiva, singular, se convierte en relación moral. Las deudas se pagan y si no pago mis deudas pierdo mi crédito, pierdo la confianza que en mi se depositó.

Cuando ha podido pagar la deuda en el plazo estipulado, la situación del deudor es la misma que la del comprador de una mercancía una vez que se la ha pagado al vendedor. Está libre de cualquier tipo de obligación. Sin embargo, esto no es siempre así: en caso de que, a pesar de todos los esfuerzos por ser creíble y responder a sus obligaciones, el deudor no pueda hacer frente por circunstancias imprevistas al reembolso de su deuda, su situación será más complicada, pues tendrá que renegociar los plazos y cantidades, volver a dar garantías, nuevas y más estrictas esta vez. El pago se retrasa, la inseguridad aumenta, el interés de la deuda también. La deuda se acumula y obliga a nuevas negociaciones con el acreedor. Se pasa de tener una deuda a ser "endeudado", a ingresar en la condición estable de endeudado. Las consecuencias del endeudamiento pueden ser graves: empobrecimiento, pérdida de ingreso disponible, de patrimonio, de la vivienda (desahucios).

La relación de deuda es así una relación constitutiva de un tipo nuevo de subjetividad y de sujeción, de un tipo específico de poder. Nietzsche llega a afirmar que es la relación que crea la subjetividad humana propiamente dicha, la conciencia como memoria de la deuda. Se trata de un poder singularizado, próximo al individuo, internalizado por él. La deuda se convierte en culpa. La lengua alemana tiene, como señalaba Nietzsche una palabra única para las dos: Schuld. Cuando la deuda se hace un modo de vida, se convierte en una culpa inexpiable. El discurso del poder neoliberal se basa en ese sentimiento de culpa: nunca se es bastante capaz de garantizar el pago de la deuda, nunca se es bastante competitivo. Se nos dice: "Hay que pagar las deudas". Se repite "Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora nos toca pagar". El régimen juega con las "evidencias" que sustentan esa relación de poder y se vale de ellas para legitimar el dominio de una casta financiera frente a una sociedad endeudada y progresivamente expropiada de sus bienes comunes, de sus derechos, de sus viviendas, por el pago de una deuda que se come el futuro. La deuda crea la casta.

El origen de la deuda es político: es la desigualdad, la perfecta asimetría existente entre el prestador y el deudor, entre el que tiene y el que no tiene. No es una relación comercial abstracta sino desde el principio mismo una relación de dominación que poco tiene que ver con el intercambio mercantil. Una deuda que se hace impagable sirve de base a una nueva forma de esclavitud, pues el acreedor se hace dueño del presente y del futuro de la persona endeudada. La deuda de los Estados obedece al mismo principio que la deuda privada, aunque hay que añadir en este caso la corrupción estructural de un grupo dirigente político que representa fielmente al capital financiero y considera esta nueva esclavitud como una relación natural. De ahí que se le denomine con un término certero: casta, pues casta es el grupo social que, como en la India, afirma la naturalidad de sus privilegios. La deuda como relación política, más allá de la moral y de la economía, es el fundamento del poder de la casta, pero también su principal instrumento de legitimación. La solución del problema de la deuda no podrá ser por consiguiente ni moral ni económica, sino política, pues político es su propio origen. La política tendrá que prevalecer sobre la falsa naturalidad de la economía y el falso moralismo de la culpa. La política tendrá que devolvernos la libertad frente a esta nueva esclavitud.


4 comentarios:

Pedro Coiro dijo...

Hubiera usted enriquecido la charla, es una lástima que no lo haya leído ayer.

Dos cuestiones me preocupan y me acercan al pesimismo con respecto a vuestro proyecto:

El pragmatismo del que se jactan y al que oponen el sectarismo de las izquierdas tradicionales, no peca de indefinido? En cuestiones teóricas claves no podrían ustedes posicionarse si perder adeptos.
Otra cosa: el voluntarismo que se expresa en varias intervenciones, de no ser desmontado rápidamente, no puede desgastar las luchas y ser, de esta manera, contraproducente?

Iohannesmaurus dijo...

Hubo sin dudas muchas cosas imprecisas, pero nosotros no avanzamos solos. Nuestro objetivo no es imponer una verdad sino descubrir soluciones y caminos entre todos. Nos posicionamos mucho más claramente que nadie sobre un montón de temas, pero eso no significa que sacrifiquemos la posibilidad de dialogar con capas amplias de la población a unos símbolos, unas tradiciones o una terminología.
Tendría usted que precisar lo del voluntarismo. No sé a qué se refiere.

Carlos CM dijo...

¿Es por eso por lo que en tiempos recientes la versión castellana, al menos, del Padrenuestro sustituyó el "...perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores..." por el políticamente correcto "...perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...."?

¡Magnífico artículo de nuevo, Juan Domingo! Es bueno que algunos puedan escribir palabras tan certeras en las que tantos y tantos (espero que cada vez más) nos reconozcamos.

¡Y cuánta labor pedagógica por delante para contar con todos! Como he leído en el "Curso urgente de política para gente decente" de Juan Carlos Monedero, es un trabajo tan "agotador como necesario". Y la "casta" no se va a quedar quieta, de hecho ya lo estamos viendo, con el principito, ahora reyecito, diciendo, con mayestático cinismo, que "aquí cabemos todos" (¿con permiso de Víctor Manuel: "aquí cabemos todos o no cabe ni Dios"?)...

¿También cabe la mujer navarra del "minuto de gloria"?¿También los desahuciados? ¿También los inmigrantes expulsados? ¿Los que pierden su trabajo? ¿Los que ven su vida en la cuerda floja cada vez más? ¿Caben los trabajadores en un mundo dominado por la casta capitalista y sus acólitos, entre ellos, este nuevo reyezuelo?

Siempre con aprecio y cordialidad.

Pedro Coiro dijo...

Gracias por la respuesta.
No me refiero a los símbolos sino a la posición que se defiende con respecto al estado, a la democracia a las clases sociales, al nacionalismo.

Lo del voluntarismo no pienso que lo pueda explicar yo mejor que usted, no sé por qué me lo pregunta. Un ejemplo sólo, ayer alguien dijo que lo del dinero es una creencia, que bastaría con que nos creamos que hay otra moneda para que ésta tenga valor.

Un saludo.