(Breves reflexiones sobre una política de la inmanencia)
"Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas: -y mi honda es la de David."
José Martí, Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo de 1895
1. El problema es el siguiente ¿Cómo actuar dentro del Estado, bajo la forma Estado y dentro de sus distintos aparatos, sin convertirse en aparato de Estado? ¿Cómo conservar, más allá del indispensable actuar en la esfera de la representación, un exterior de la representación? Es innegable la necesidad de actuar dentro del Estado y de atravesarlo, pues hoy no existe ningún exterior del Estado y del capital que no estén dentro de ellos. Hoy, el trabajo vivo se reproduce bajo la relación capital y la propia relación capital es inseparable de sus formas políticas.
2. Se ha acabado el periodo histórico en que el capitalismo podía aún crear la ilusión -nunca fue otra cosa- de que existía una esfera de la economía y una esfera de la política. Con la ilusión de las dos esferas se conseguía separar dominación política y explotación. Como la separación entre ambas esferas se operaba mediante el tejido conjuntivo del derecho, dominación y explotación quedaban invisibilizadas mediante dos contratos: el contrato social supuestamente fundador del Estado y el contrato laboral. Hoy, esta separación se ve fuertemente cuestionada, no por el fracaso, sino por el éxito de la relación capital. Hoy, la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, la de la vida, ha quedado invadida por la del trabajo bajo la relación capital. Estamos ante lo que Marx denominó "subsunción real" del trabajo vivo bajo el capital.
3. El capital se ha hecho mundo e incluye en sí lo que fuera su exterior. La propia posibilidad de una esfera política diferenciada es cada vez más absurda, pues las ficciones jurídicas del individuo libre e igual no se mantienen en un ámbito donde la dominación del capital sobre los productores se presenta abiertamente como mandato del poder financiero, ejercido directamente y sancionado por los aparatos de Estado. Estamos dentro del Capital y somos modificaciones de la sustancia de este monstruo (Marx lo vio como un monstruo, según el modelo del Leviatán de Hobbes y casi como una perversión de la sustancia de Spinoza).
4. Estamos también dentro del Estado, que no es hoy sino otro nombre del mismo monstruo. Capital y Leviatán se han fusionado y son indistinguibles. De ahí la necesidad de salvaguardar del hundimiento al monstruo en el que vivimos y del que somos parte. Giannis Varoufakis, un marxista muy próximo al verdadero pensamiento de Marx y al que, como a Marx, se ha entendido mal, lo expresó correctamente: "hay que salvar al capitalismo de sí mismo". Sin embargo, la única fuerza que puede "salvarlo" es la del trabajo vivo, el exterior-interno del monstruo. Salvar el Capital de sí mismo significa tomar el control político de la reproducción del Capital. Significa darse los medios, desde dentro (no existe un afuera) de cambiar el ADN del monstruo al tiempo que preservamos las condiciones de reproducción de la vida en su interior y evitamos el hundimiento político del régimen capitalista, del capitalismo "democrático", que aún preserva las formas jurídicas de la separación entre dominación y explotación, en el fascismo que abole esta distinción.
5. Salvar al capitalismo de sí mismo significa que sólo el comunismo -que hoy representa ya una aspecto determinante de la cooperación productiva en una economía donde el mercado se hace red- salva al capitalismo. Es un bien extraño "salvamento". Hoy, la "socialdemocracia" que salva al capital es la que liquida su mando político propio y lo reorganiza en función de la cooperación en red.
"Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas: -y mi honda es la de David."
José Martí, Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo de 1895
1. El problema es el siguiente ¿Cómo actuar dentro del Estado, bajo la forma Estado y dentro de sus distintos aparatos, sin convertirse en aparato de Estado? ¿Cómo conservar, más allá del indispensable actuar en la esfera de la representación, un exterior de la representación? Es innegable la necesidad de actuar dentro del Estado y de atravesarlo, pues hoy no existe ningún exterior del Estado y del capital que no estén dentro de ellos. Hoy, el trabajo vivo se reproduce bajo la relación capital y la propia relación capital es inseparable de sus formas políticas.
2. Se ha acabado el periodo histórico en que el capitalismo podía aún crear la ilusión -nunca fue otra cosa- de que existía una esfera de la economía y una esfera de la política. Con la ilusión de las dos esferas se conseguía separar dominación política y explotación. Como la separación entre ambas esferas se operaba mediante el tejido conjuntivo del derecho, dominación y explotación quedaban invisibilizadas mediante dos contratos: el contrato social supuestamente fundador del Estado y el contrato laboral. Hoy, esta separación se ve fuertemente cuestionada, no por el fracaso, sino por el éxito de la relación capital. Hoy, la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, la de la vida, ha quedado invadida por la del trabajo bajo la relación capital. Estamos ante lo que Marx denominó "subsunción real" del trabajo vivo bajo el capital.
3. El capital se ha hecho mundo e incluye en sí lo que fuera su exterior. La propia posibilidad de una esfera política diferenciada es cada vez más absurda, pues las ficciones jurídicas del individuo libre e igual no se mantienen en un ámbito donde la dominación del capital sobre los productores se presenta abiertamente como mandato del poder financiero, ejercido directamente y sancionado por los aparatos de Estado. Estamos dentro del Capital y somos modificaciones de la sustancia de este monstruo (Marx lo vio como un monstruo, según el modelo del Leviatán de Hobbes y casi como una perversión de la sustancia de Spinoza).
4. Estamos también dentro del Estado, que no es hoy sino otro nombre del mismo monstruo. Capital y Leviatán se han fusionado y son indistinguibles. De ahí la necesidad de salvaguardar del hundimiento al monstruo en el que vivimos y del que somos parte. Giannis Varoufakis, un marxista muy próximo al verdadero pensamiento de Marx y al que, como a Marx, se ha entendido mal, lo expresó correctamente: "hay que salvar al capitalismo de sí mismo". Sin embargo, la única fuerza que puede "salvarlo" es la del trabajo vivo, el exterior-interno del monstruo. Salvar el Capital de sí mismo significa tomar el control político de la reproducción del Capital. Significa darse los medios, desde dentro (no existe un afuera) de cambiar el ADN del monstruo al tiempo que preservamos las condiciones de reproducción de la vida en su interior y evitamos el hundimiento político del régimen capitalista, del capitalismo "democrático", que aún preserva las formas jurídicas de la separación entre dominación y explotación, en el fascismo que abole esta distinción.
5. Salvar al capitalismo de sí mismo significa que sólo el comunismo -que hoy representa ya una aspecto determinante de la cooperación productiva en una economía donde el mercado se hace red- salva al capitalismo. Es un bien extraño "salvamento". Hoy, la "socialdemocracia" que salva al capital es la que liquida su mando político propio y lo reorganiza en función de la cooperación en red.
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