Si la izquierda quiere terminar de suicidarse, le basta seguir regalando el proyecto europeo a los neoliberales. A la alternativa que estos plantean a nivel nacional y europeo entre la guerra social que ellos proponen contra las clases populares a niveles nacional y europeo, y la guerra civil que nos quieren imponer los fascistas, las poblaciones europeas han respondido oponiéndose a la guerra civil. Es una reacción correcta: la democracia y la construcción europea son bastiones contra la guerra civil. Lo han hecho en sucesivas elecciones dando la victoria a opciones neoliberales tanto en Francia y Alemania ayer, como en Holanda hace un par de meses. El neoliberalismo, desde el principio, retomó del liberalismo clásico su voluntad de oponerse a una política de la violencia (el "espíritu de conquista" del que hablara Benjamin Constant), y concibió el dominio del mercado sobre la sociedad como el más eficaz recurso contra el totalitarismo. Su propuesta es clara: sustituir la guerra civil por una guerra social no declarada. Confundir neoliberalismo y fascismo y proponer para combatirlos a ambos un imposible camino de regreso a las soberanías nacionales es aceptar contra la guerra social la misma receta del fascismo: el retorno a la guerra civil. Melancolía y violencia.
Esto no quiere decir, sin embargo, que haya que tomar partido por los neoliberales en la guerra social, sino muy estrictamente lo contrario: hay que construir democráticamente el otro bando de la guerra social tanto en cada uno de los países de la UE como a nivel de la propia UE. La Unión Europea se construyó a partir de una victoria contra el fascismo que alejó la guerra civil de nuestro continente. Hoy nos corresponde seguir construyendo la Unión Europea desde la perspectiva de una transformación social radical que haga posible una democracia digna de este nombre en todo nuestro continente y favorezca los procesos democráticos en el resto del mundo. Ello implica salir de una UE dominada por los Estados y dotarse de un gobierno federal democrático en el marco de una democracia europea multiniveles. No se puede regalar la bandera de la democracia y del rechazo a la guerra civil fascista a los neoliberales.
La guerra civil destruye la sociedad humana, liquida las potencias de la cooperación, crea miseria y opresión. La guerra social, en cambio, se inscribe en el marco de una resistencia social que edifica regímenes de libertad y promueve un marco de paz civil y de democracia a los distintos niveles de la vida política. Oponerse a la guerra civil a todos los niveles: subestatal, estatal, europeo y mundial implica aceptar el desafío de los neoliberales en lugar de rehuirlo. El neoliberalismo en su fase inicial sirvió para hurtar a las clases populares su victoria contra el fascismo, en su fase madura para desviar la potencia revlucionaria del 68 mundial hacia una reconstitución del orden capitalista. En ambos casos aprovechó legítimas aspiraciones de libertad de las clases populares para ponerlas al servicio del mando del capital. Hoy, hemos de saber dar a esas aspiraciones una expresión institucional autónoma, más allá de los Estados, del mercado y del mando capitalista. Sin ello, continuará la alternancia entre neoliberalismo y fascismo que está destruyendo nuestra existencia política y pervirtiendo el nombre mismo de "libertad".
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