(Estas breves observaciones constituyen una reacción al artículo de Muñoz Molina titulado Liturgia del gurú publicado, naturalmente, en El País.)
Ignorantia non est argumentum. La ignorancia no es un argumento. Tal vez sea esta una de las escasas frases de Spinoza que Marx repite en su obra y correspondencia. No se trata en modo alguno de despreciar al ignorante, sino de negar que un argumento basado en la ignorancia tenga valor alguno. La ignorancia como tal no es ningún mal, sino la suerte común a unos seres finitos como los humanos: podemos conocer muchas cosas, pero también ignoramos otras muchas...inevitablemente. Lo único grave es hacer pasar una ignorancia por un saber. Louis Althusser fue un spinozista coherente que se rigió siempre por este principio. Muñoz Molina no parece ser sensible a ese argumento y centra su crónica sentimental de la conferencia de Althusser en Granada en su perfecta ignorancia del contenido de esta y en el desprecio hacia los oyentes. No hay mención en su artículo de ninguno de los argumentos de Althusser en esa, por lo demás, interesantísima conferencia sobre el estatuto de la filosofía en el marxismo, solo comentarios subjetivos de la "vivencia" en que se tradujo para él el acontecimiento de la conferencia del filósofo materialista francés.
La filosofía requiere tomar distancia respecto del sentido común, o lo que es lo mismo, de la ideología. No se trata de reconocerse en un discurso comúnmente aceptado (la oscuridad de la filosofía) y de partir de ese reconocimiento inmediato, de esa ilusión de transparencia que es pura ignorancia, para juzgar un discurso filosófico. La filosofía no parte de la ignorancia sino que la desvela en nombre de la posibilidad de una producción rigurosa de verdades a través de la práctica teórica de las ciencias. No existe así la "verdad" que todos reconocemos -y que la escolástica declara una propiedad "trascendental" del ser por encima de sus distintas categorías- sino solo "verdades" producidas y contrastadas experimentalmente en el marco de dispositivos científicos. Frente al claro espejo de la ideología, el proceso de producción exigente de la práctica científica.
He consultado personalmente en el archivo Althusser del IMEC conservado en la Abadía de Ardenne los ejemplares del Capital que pertenecieron a Althusser, en francés y en alemán. Se observa una desproporción en las anotaciones entre el libro I y los libros II y III, pero, evidentemente, Althusser había leído el Capital en el momento del seminario "Leer el Capital". Probablemente no hubiera procedido antes del mencionado seminario a una lectura detenida del texto y se hubiera conformado con un conocimiento manualístico, pero tanto sus intervenciones en el seminario recogidas en Lire le Capital como textos sucesivos muestran que Althusser era un excelente lector filosófico de Marx, un lector al que debemos la posibilidad de leer hoy a Marx y de pensar con Marx, más allá de la oscura teología del marxismo realmente existente. En cierto modo, Althusser rescató a Marx para la posteridad repitiendo el modo de lectura a contrapelo de todo reconocimiento ideológico que el propio Marx aprendió del Tratado teológico-político de Spinoza. Nunca se trató para Althusser de reconocer un sentido al texto de Marx, sino de producir el conocimiento de este texto reconstruyendo a partir de sus significantes las tesis filosóficas que lo atraviesan y lo sostienen.
Obviamente, este ejercicio debe parecer asombroso, inútil y oscuro a un publicista como Muñoz Molina cuya labor fundamental es la de asentar e ilustrar el sentido común del régimen actual, esto es de producir una ilusión de conocimiento al envolver su ignorancia en palabras en las que todos podemos reconocernos. No todo el mundo debe dedicarse a la filosofía (aunque, como nos recuerdan Epicuro y Gramsci, todo el mundo puede hacerlo), pero sería bueno que quienes no lo hacen reconocieran con modestia su propia ignorancia en lugar de eructarla como supuesto argumento.
Ignorantia non est argumentum. La ignorancia no es un argumento. Tal vez sea esta una de las escasas frases de Spinoza que Marx repite en su obra y correspondencia. No se trata en modo alguno de despreciar al ignorante, sino de negar que un argumento basado en la ignorancia tenga valor alguno. La ignorancia como tal no es ningún mal, sino la suerte común a unos seres finitos como los humanos: podemos conocer muchas cosas, pero también ignoramos otras muchas...inevitablemente. Lo único grave es hacer pasar una ignorancia por un saber. Louis Althusser fue un spinozista coherente que se rigió siempre por este principio. Muñoz Molina no parece ser sensible a ese argumento y centra su crónica sentimental de la conferencia de Althusser en Granada en su perfecta ignorancia del contenido de esta y en el desprecio hacia los oyentes. No hay mención en su artículo de ninguno de los argumentos de Althusser en esa, por lo demás, interesantísima conferencia sobre el estatuto de la filosofía en el marxismo, solo comentarios subjetivos de la "vivencia" en que se tradujo para él el acontecimiento de la conferencia del filósofo materialista francés.
La filosofía requiere tomar distancia respecto del sentido común, o lo que es lo mismo, de la ideología. No se trata de reconocerse en un discurso comúnmente aceptado (la oscuridad de la filosofía) y de partir de ese reconocimiento inmediato, de esa ilusión de transparencia que es pura ignorancia, para juzgar un discurso filosófico. La filosofía no parte de la ignorancia sino que la desvela en nombre de la posibilidad de una producción rigurosa de verdades a través de la práctica teórica de las ciencias. No existe así la "verdad" que todos reconocemos -y que la escolástica declara una propiedad "trascendental" del ser por encima de sus distintas categorías- sino solo "verdades" producidas y contrastadas experimentalmente en el marco de dispositivos científicos. Frente al claro espejo de la ideología, el proceso de producción exigente de la práctica científica.
He consultado personalmente en el archivo Althusser del IMEC conservado en la Abadía de Ardenne los ejemplares del Capital que pertenecieron a Althusser, en francés y en alemán. Se observa una desproporción en las anotaciones entre el libro I y los libros II y III, pero, evidentemente, Althusser había leído el Capital en el momento del seminario "Leer el Capital". Probablemente no hubiera procedido antes del mencionado seminario a una lectura detenida del texto y se hubiera conformado con un conocimiento manualístico, pero tanto sus intervenciones en el seminario recogidas en Lire le Capital como textos sucesivos muestran que Althusser era un excelente lector filosófico de Marx, un lector al que debemos la posibilidad de leer hoy a Marx y de pensar con Marx, más allá de la oscura teología del marxismo realmente existente. En cierto modo, Althusser rescató a Marx para la posteridad repitiendo el modo de lectura a contrapelo de todo reconocimiento ideológico que el propio Marx aprendió del Tratado teológico-político de Spinoza. Nunca se trató para Althusser de reconocer un sentido al texto de Marx, sino de producir el conocimiento de este texto reconstruyendo a partir de sus significantes las tesis filosóficas que lo atraviesan y lo sostienen.
Obviamente, este ejercicio debe parecer asombroso, inútil y oscuro a un publicista como Muñoz Molina cuya labor fundamental es la de asentar e ilustrar el sentido común del régimen actual, esto es de producir una ilusión de conocimiento al envolver su ignorancia en palabras en las que todos podemos reconocernos. No todo el mundo debe dedicarse a la filosofía (aunque, como nos recuerdan Epicuro y Gramsci, todo el mundo puede hacerlo), pero sería bueno que quienes no lo hacen reconocieran con modestia su propia ignorancia en lugar de eructarla como supuesto argumento.
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