La ética no es una moral: la moral subordina la práctica a los valores, mientras que la ética entiende la práctica como la afirmación de una potencia en situación. La moral se basa en el juicio, en la alabanza y el vituperio conforme a una norma, mientras que la ética es un arte estratégico del conocimiento, la creación y la elección de situaciones. Para la ética no se trata de ser bueno, sino de seleccionar acertadamente las situaciones favorables a tu deseo racional (el único libre) y evitar las que le son contrarias. Nadie más parecido a Spinoza que Sun Tzu.
La política emancipadora se basa primero en la potencia de quien se quiere emancipar y luego formula valores. Si se parte de unos valores supuestamente universales y fuera de todo contexto, lo único que haces es reproducir la situación existente. Una ética reconoce en primer lugar dos elementos: el deseo propio, en este caso la voluntad de emancipación y la situación en la que se encuentra el agente. Proyectar un valor sobre una situación no te la da a conocer ni te permite actuar sobre ella saliendo de ella, transformándola, etc. Un valor, por lo demás, es siempre secundario respecto del deseo: es la proyección de un deseo sobre la realidad, que se salda con un juicio positivo si la realidad coincide con mi deseo y uno negativo si no lo hace.
En realidad, yo nunca deseo una cosa porque la considere buena, sino que la considero buena porque la deseo. Si muchos coincidimos en desear una situación distinta, más favorable a nuestra capacidad de acción, a nuestra libertad, al despliegue de nuestro deseo, y formulamos ese deseo tendremos un valor. Los valores tienen una gran importancia a la hora de unir nuestro deseo y nuestra imaginación con los de otros, pero no hay que olvidar que todo valor tiene por raíz un deseo compartible y compartido. No hay, pues, política sin valores, pero tampoco hay valores sin deseo determinado, sin deseo en situación.
La ética describe itinerarios y dinámicas, estrategias del deseo y de la acción humana. Todo el mundo desea y todo el mundo se afirma en su ser mediante el deseo, pero no todo modo de ser humano es igual. Hay deseos que se dejan llevar por pasiones tristes: el de poder, el de obediencia, todas las formas del resentimiento. Hay otros que corresponden a pasiones alegres como el amor, la solidaridad, la esperanza, etc. Unos permiten perseverar en formas de vida tristes dominadas por el rencor y el temor a los demás, mientras que otras permiten que el deseo de cada uno se articule en cooperación y potencia colectiva. No creo que el deseo de M.Rajoy dada su ambición de poder y su falta de escrúpulos aparente a la hora de apropiarse de lo común pertenezca al segundo tipo de deseos, al inspirado por pasiones alegres. Una moral o un código jurídico pueden condenar la actitud de M. Rajoy y compinches, pero una ética se limitará a describir y comparar, permitiendo a cada uno situarse dentro de una auténtica etología diferencial de las prácticas humanas, optando por una u otra situación, por uno u otro régimen de pasiones.
A la ética uno no se atiene, porque no supone ningún imperativo sino una descripción racional de las prácticas humanas y de los modos de vida (situaciones) en que se integran. Uno se puede atener solo a aquello a lo que podría no atenerse, como un código moral o una norma jurídica, pero uno no puede no atenerse a lo que es una descripción racional de la etología humana, como tampoco puede atenerse ni no atenerse a la ley de la gravedad.
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