jueves, 30 de octubre de 2008

Wendy Brown

Sobre la conferencia de Wendy Brown "Porous Sovereignty, Walled Democracy"
http://depts.washington.edu/uwch/katz/20072008/wendy_brown.html

Lo primero que sorprende en Wendy Brown es el hecho de que, aun siendo norteamericana, sus referentes culturales y teóricos sean fundamentalmente europeos. Marx, Foucault, Nietzsche, Carl Schmitt y, por supuesto, Freud, son componentes de un pensamiento muy apto para producir análisis sobre nuestra situación política y sobre lo que es hoy la política. Su conferencia trata de los muros que empiezan a proliferar por nuestro planeta, muros de control invisibles y perfectamentre visibles y aun ostentosos, muros que separan países y regiones del mundo con importantes diferenciales de desarrollo y muros que atraviesan sociedades. Caído el Muro, los muros proliferan. La conferencia estaba ilustrada por una serie de fotografías de muros: el que encierra a los palestinos en su menguante gueto de Cisjordania y Gaza, el que impide el paso a los latinos hacia el sueño americano, el que corta en Ceuta y Melilla el acceso de magrebíes y subsaharianos a España y la UE. Muros de arquitecturas, diseños y materiales diversos. Más o menos incompletos. Desde el imponente dispositivo de seguridad de la frontera entre los Estados Unidos y México en Tijuana, hasta tramos de frontera aún no sellados por ese muro que pronto será, junto con la gran muralla china una de las pocas construcciones humanas que se vean desde el espacio.

Muros porosos, sin embargo. Por serlo lo era hasta el del gueto de Varsovia por el cual siempre lograron pasar armas y alimentos según nos relata Marek Adelman o por donde se escapaban según el testimonio de Malaparte niños judíos a menudo abatidos a tiros “como ratas” por los ocupantes nazis. Los actuales muros no impiden nunca totalmente el paso: lo filtran solamente. A pesar de los muros y los controles sigue llegando a Europa y a los Estados Unidos una ingente cantidad de personas procedentes del Sur. La porosidad de los muros es una necesidad en una economía neoliberal que no puede permitirse prescindir de fuerza de trabajo barata. Lo que hacen los muros es filtrarla, para que llegue al otro lado desposeída, proletarizada, sin recursos y sin derechos.

Los muros rodean las democracias igual que las zonas residenciales de los ricos de los Estados Unidos y de América Latina eincluso de la Europa cuyo modelo social sólo existe en el recuerdo, las famosas “gated communities” (comunidades cerradas y con entradas vigiladas). Wendy Brown ha forjado el término “walled democracy” para designar a las democracias en tiempos de neoliberalismo. Democracias rodeadas de muros para impedir la entrada junto con el extranjero de la amenaza. Vemos fotos de carteles junto a la frontera mexicana en los que se advierte de que los inmigrantes clandestinos son potenciales terroristas. El muro no impide realmente el paso, pero convierte al extranjero en un personaje peligroso, potencialmente hostil. No ha habido ningún ataque terrorista en esa frontera ni parece que los responsables de Al Qaida hubieran pasado por ella de manera clandestina: entraron en los Estados Unidos por los grandes aeropuertos y con sus papeles en regla. El resto de los atentados importantes que han sufrido los norteamericanos son obra de norteamericanos, de fascistas o de adolescentes enfermos que disparan en sus colegios sobre sus compañeros las armas que han encontrado en casa o han comprado en un supermercado. Tampoco los carteles de la droga siguen esa ruta. No importa: de lo que se trata es de que se identifique al extranjero como un riesgo para la seguridad de los norteamericanos.

Este procedimiento se ve respaldado por lo que, en términos foucaultianos reconoce Wendy Brown como una demanda de poder, una demanda de muro en este caso. Son así numerosos los grupos de ciudadanos autoinstituidos en vigilantes de la frontera, que colocan cámaras en los tramos de frontera menos portegidos y organizan patrullas para cazar clandestinos. Naturalmente estos grupos espontáneos comunican sus datos y entregan sus presas a las autoridades, colaborando con ellas y resaltando al mismo tiempo el hecho de que estas autoridades no están a la altura de las circunstancias y no defienden adecuadamente al país del riesgo migratorio. Los numerosos agujeros de ese muro necesariamente poroso intentan ser colmados por los espontáneos, pero la labor de estos es desesperada e infinita, pues también se multiplican los ardides para cruzar ilegalmente la frontera.

Si el muro, si los muros que nos rodean no pueden contener los flujos de cuerpos, lo que cabe preguntarse es para qué sirven. La respuesta de Wendy Brown es que permiten compensar simbólicamente una pérdida definitiva, la de la homogeneidad étnica y nacional propia de los Estados nación y crear la ilusión de una soberanía fuerte, cuando esta misma soberanía está fortísimamente erosionada por la globalización, esto es por la realización del mercado mundial. La soberanía aparece como símbolo fuerte allí donde pierde existencia real y eficacia. Una de las fotos más llamativas entre las que ilustran la conferencia es la de una de las enormes presas del gigantesco embalse de las tres gargantas en China. Se trata también de un muro gigantesco, pero de un muro que ya no contiene flujos humanos, sino ingentes masas de agua. Se trata también de una enorme exhibición de poder soberano en estos tiempos de mundialización en los que China se ha convertido en el primer acreedor y el primer proveedor de los Estados Unidos, en una simbiosis que impide cualquier sueño de auténtica soberanía. En China y en Estados Unidos la soberanía son los muros porosos y las presas espectaculares más la pena de muerte.

La exhibición de símbolos de soberanía tiene hoy para Wendy Brown un carácter profundamente melancólico. Melancólico en sentido estricto, freudiano. La melancolía, como el duelo, lamenta una pérdida, pero, a diferencia de lo que ocurre en el duelo, donde la pérdida es algo empíricamente comprobable, la pérdida del melancólico es la de algo que nunca tuvo. Cabría a este respecto hacer una matización en las afirmaciones de Brown. Ella afirma que la soberanía es algo está en la actualidad desvaneciéndose, desapareciendo, "waning". Para ello utiliza la misma expresión que Lenin empleara para referirse a la progresiva desaparición del estado al ir implantándose el comunismo. La pérdida progresiva de soberanía que Brown considera un fenómeno actual debe sin embargo entenderse de otra manera. La soberanía es o no es, no puede disminuir, repartirse ni perderse, por algo comparte con la divinidad los atributos propios de lo uno por excelencia. La soberanía no se desvanece ni disminuye bajo los efectos del mercado. A través del mercado se manifiesta como gobierno indirecto. La soberanía directa se autocontrae dejando así espacio al mercado. Los muros porosos, con toda su carga simbólica, son el caparazón vacío de esa soberanía autocontraída.

Como el Dios cristiano lo hiciera a través de la economía trinitaria y la economía de la salvación, el soberano moderno se vale de medios indirectos para crear orden y generar obediencia. Entre esos medios está la libertad humana, pero también el deseo, la necesidad e incluso la crueldad propios de nuestra especie. Desde que el paradigma liberal se convirtiera en occidente en la principal expresión del gobierno de la población, la economía no impone límites a la soberanía, sino que, por el contrario, es la soberanía la que abre cada vez mayores especios a la economía y al mercado contribuyendo así a una constante destrucción de tejido social en una especie de acumulación originaria permanente. Según Foucault, la izquierda no ha creado ninguna nueva forma de gubernmentalidad. Tan sólo ha oscilado entre los dos polos de la acción directa soberana y la acción económica indirecta. Pero esa polaridad es precisamente la que hace imposible cualquier transformación que suponga una ruptura con el capitalismo. Para ello es necesario dar un salto fuera del marco donde se realiza la dominación del capital: fuera de la economía y de la política, para entrar en el territorio donde realmente algo se decide que nos es otro que el de la lucha de clases y las distintas formas de dictadura de clase.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Sólo hay un punto en el que no estoy de acuerdo: no creo que la crueldad esté en la naturaleza del hombre, como no lo está en ningún animal superior. Como lo contaba Erich Fromm hace ya algunos años, estudios prehistóricos y antropológicos muestran que el hombre llamado primitivo no es cruel, ni siquiera autoritario o agresivo, salvo por motivaciones de autodefensa. Es con el surgimiento de la propiedad privada y la civilización agrícola y urbana con lo que aparecen esos comportamientos.

tapercito dijo...

Es uno de los objetivos del capitalismo hacernos creer que los hechos solo suceden por un acontecer "lógico" del curso historico. Una de las primeras barreras a destruir es intentar comprender (y hacer comprender) que los sucesos presentes son el resultado de un sistema productivo que solo puede funcionar mientras la explotación del hombre por el hombre no tenga fin.

Anónimo dijo...

Comentario de William Garcia:
"Pues sí, hablando de muros y de democracias, resulta curioso lo poco que se acuerdan ahora los apologistas de la democracia liberal y burguesa de uno de los muros que ellos hicieron muy famoso en su tiempo: el muro de Berlín ("el muro de la vergüenza") Creo que esta desmemoria tiene su razón principal en que dicho muro se ha quedado en poca cosa en comparación con los que las "democracias" liberales y burguesas han levantado para "protegerse" de esa plaga de migrantes "ilegales" que osan intentar una mejor vida lejos de los hogares que les vieron nacer, con los resultados incluso mortíferos que conocemos.

Tampoco quieren acordarse los susodichos apologistas de la medida en que las susodichas democracias no sólo miraron para otro lado sino incluso apoyaron a las "democracias" segregacionistas: los "appartheid" sudafricanos y norteamericanos y la actual "democracia" israelí, la cual, no encuentra otra manera de defenderse que mediante una supermuralla frente al "terrorismo" de los otros.

Las democracias burguesas, que se tienen por liberales, necesitan de muchos muros, no sólo los físicos de hormigón y alambradas, sino también de otro tipo, por ejemplo los de "clase", pues se trata al fin y al cabo de democracias de ricos y para ricos, donde los pobres deben tener un acceso limitado y, si es preciso, vedado. En el capitalismo no pueda haber democracia para todos, sólo en abstracto. De hecho, la democracia en el capitalismo es una democracia desigualmente repartida, muy desigualmente, cada vez más. Y si también es preciso se recurre a las dictaduras o democracias "orgánicas", como la franquista, cuya dilatada existencia debe dar gracias, y muchas, a la más grande de las democracias, según los liberales: los Estados Unidos de América, cuya democracia se asienta en sus orígenes en uno de los genocidios más olvidados, el de los pueblos autóctonos de su extenso territorio. Su desarrollo comercial e industrial originario se debe asimismo a otro de los grandes crímenes de la humanidad usualmente relegados u olvidados: la "importación" de esclavos africanos... y esto fue sólo el comienzo ¡cuánto olvido y desmemoria histórica!

Saludos,
William García