miércoles, 15 de octubre de 2008

El mito del capitalismo productivo y de la rapiña financiera

John Brown

http://iohannesmaurus.blogspot.com/






"Was ist der Einbruch in eine Bank gegen die Gründung einer Bank?"(¿Qué es asaltar un banco en comparación con fundar un banco?")

Bertolt Brecht, Die Dreigroschenoper/La ópera de perra gorda)



La crisis financiera actual ha logrado crear extraños consensos entre la derecha y la izquierda; consensos que revelan más que otra cosa la incapacidad por parte de la izquierda mayoritaria de vislumbrar una salida del capitalismo. Era realmente asombroso ver un día cómo IU llamaba a nacionalizar la banca y ver al otro día a Bush y Sarkozy nacionalizarla al menos en parte. Los ministros del Eurogrupo (grupo de países de la zona euro) llamaban también a la toma pública de participaciones en el capital de los grandes bancos y, con algo más de timidez, a lanzar inversiones en infraestructuras de interés público. Se trata con la máxima urgencia de evitar lo peor y para ello se espera que el sacrificio de grandes cantidades de dinero público en los agujeros negros de la finanza permita restablecer la confianza y el crédito. El capitalismo y la economía son cuestión de fe.

Dentro de esta vorágine está despuntando de nuevo uno de los viejos tópicos comunes a los populismos de izquierda y de derecha: la idea de una economía -capitalista- real opuesta a una esfera financiera enteramente virtual. A esta distinción se añade una valoración: la economía real sería virtuosa, pues estaría basada en el esfuerzo y respondería a necesidades reales, mientras que la economía financiera sería una Sodoma de vicio y corrupción. Este moralismo se vé reflejado en la prensa que se escandaliza de los 440.000 dólares que se gastaron en una fiesta los directivos de AIG, empresa de seguros recientemente intervenida por el Estado norteamericano, o los de Fortis, el banco franco-belga, que tras una buena inyección de dinero público que lo salvó de la quiebra, celebraron el salvamento en un hotel de Mónaco gastando en ello unos cuantos centenares de miles de euros. A esto se añade también el escándalo que producen los elevados sueldos de los directivos de entidades financieras o los paracaídas que se han autoasignado en caso de quiebra. Ciertamente son casos de abuso, al menos desde un punto de vista moral, pero hay que tener cuidado cuando del capitalismo se trata con moralizar demasiado. Lo recordaba hace unos 70 años Mackie Messer, Mackie "Navaja", el gángster y rey de los mendigos de la Ópera de perra gorda de Brecht que exclamaba indignado ante quien le reprochara sus crímenes: "¡Qué es asaltar un banco en comparación con fundar un banco!"

El problema del capitalismo no es la transgresión de sus propias normas morales o jurídicas -transgresión que es perfectamente posible e incluso frecuente- sino el funcionamiento normal de un sistema basado en la expropiación y la explotación del trabajador individual y colectivo. La rapiña normal respetuosa de las leyes, del Estado de derecho y aun de los derechos humanos es un fenómeno mucho menos llamativo que los excesos de los sátrapas de la finanza, pero es infinitamente más grave. Por eso pretenden que desvíemos la mirada de ella para atender a la prédica moral de todos aquellos que hasta anteayer contribuyeron a desdibujar los límites entre capitalismo legal y delincuencia organizada. Y es que la gravedad de la situación "normal" estriba en el hecho de que el capitalismo obligatorio, impuesto no por el mercado, sino poir el Estado, impide a los presuntos "ciudadanos" de nuestras democracias decidir democráticamente qué y cuánto producen nuestras sociedades y cómo lo hacen. Tampoco, por mucho que Friedman y Hayek hablen del mercado como la más excelsa democracia -tan excelsa que es compatible con el régimen del general Pinochet- puede el libre ciudadano de nuestros regímenes decidir qué consume, limitado como está a elegir dentro de la gigantesca y repetitiva oferta de unos mercados tan tóxicos como los activos financieros con qué se va a envenenar hoy o qué inútil artefacto comprará para sobrevivir a la soledad y el aburrimiento. Todo bajo el influjo de una propaganda constante y más omnipresente aún que en los más acreditados totalitarismos. Y es que los famosos totalitarismos no son sino desarrollos caricaturales de esta "normalidad": Goebbels, como sabemos, fue un admirador y discípulo de Bernays, el padre de la propaganda moderna.

La explotación, la sumisión de la fuerza de trabajo, de la capacidad física, intelectual y afectiva de los seres humanos a un mando ajeno que se apropia la riqueza producida aparece también como algo normal. Las palabras y las instituciones jurídicas y morales encubren la realidad; una realidad, la del trabajo libre y dependiente que los clásicos del pensamiento jurídico de los albores del capitalismo y el Estado moderno como Hugo Grocio consideraban una esclavitud temporal. Tras siglos de manipulación, moralismo y propaganda, lo que aparecía a todas luces como un sistema despótico se nos ha presentado como el paradigma de la libertad.

La explotación es la esencia del capitalismo: en él no hay producción de valor sin extracción de plusvalor. La producción capitalista se presenta a sí misma como el proceso en que el riesgo de los personajes austeros que han acumulado riqueza, se combina con el noble sudor de los seres más sencillos que no lo han podido hacer, dando como fruto mercancías que se destinan a satisfacer las necesidades de todos. Nada más idílico que el "capital productivo": basta para entrar en este paraíso cerrar los ojos a la expropiación y la explotación de los trabajadores.

El capital financiero tiene, frente al productivo, bastante mala fama. En su momento fue el objetivo soñado del "socialismo de los imbéciles", cuya máxima expresión es, según nos enseña Bebel, el antisemitismo. La idea de que todo el mal del capitalismo está en la finanza o en sus vectores judíos o gentiles ha sido sumamente popular entre la izquierda -Marx incluso llegó a coquetear con ella en La cuestión judía- y entre la extrema derecha procedente de la izquierda (Boulanger, Drumont etc.).

La crítica del capital financiero corre pareja con el enaltecimiento del trabajo como valor, como valor moral en el sentido en que, jugando con las palabras de Marx, habla Sarkozy de "retorno al valor trabajo". La exaltación del trabajo como valor es obrerismo y populismo. Obrerismo y crítica de la finanza desvían la atención de la explotación para centrarla en los "abusos" del capital financiero. Son así importantes baluartes del sistema en tiempos de crisis, pues el obrerismo y el populismo hacen que el trabajador explotado persevere en su esencia de explotado creando al mismo tiempo la ilusión de un "sujeto revolucionario" sociológica u antropológicamente determinado mientras, por otro lado, también se genera la imagen no menos ilusoria de un capitalismo financiero inmoral e improductivo gestionado por parásitos que también son objeto de identificaciones sociológicas u antropológicas como la históricamente operada con "el judío" por los famosos "imbéciles" del socialismo.


No es que el capital financiero sea tampoco bondadoso, lo que no es es separable de la relación social denominada "capital." Relación que se expresa según Marx en dos fórmulas: una fórmula productiva en la que el dinero se intercambia por mercancías y estas por más dinero (D-M-D') y una fórmula financiera en la que el dinero se intercambia en determinadas circunstacias por más dinero y que no es sino la abreviación de la primera, pasando por alto la fase de producción de mercancías. Naturalmente, la segunda no existe sin la primera, pues el valor sólo se genera en la producción. Pero tampoco existe la primera sin la segunda, a partir de cierto grado de división social del trabajo: el dinero y el crédito son tanto el motor como el resultado de la división social del trabajo.

Lo que hace el capital financiero es liberar al capital de las limitaciones de tiempo y de espacio, ya se concrete en un préstamo de caja a una PYME o en un contrato de futuros. La fase actual del capitalismo, el neoliberalismo, que tal vez esté llegando a su fin, se caracteriza por la hegemonía del capital financiero, motor y resultado de la globalización. Este capital financiero es el que ha convertido al Asia oriental y sobre todo a China en la nueva fábrica del mundo, el que ha extendido internet por todo el planeta. Ha contribuido así a mantener en Occidente, con salarios prácticamente congelados -en valor constante- desde los años 70, unos niveles de consumo elevados gracias a las importaciones de la periferia industrializada y a las deslocalizaciones totales o parciales de la producción.





Lo que ha hecho el capital financiero es darle alas a la explotación para poder así mejor mantenerla en Europa y Estados Unidos. Si a esa explotación, dentro del capitalismo, se le cortan las alas, no por ello desaparecerá la explotación capitalista en ningún lugar. Quien piense por lo demás que lo que están haciendo hoy los gobiernos de norteamérica y de los países europeos tiene que ver con un auténtico control democrático del capital financiero se equivoca. Más se equivoca aún quien considere que estamos ante el fin del capitalismo. Con una izquierda incapaz de atacar el corazón del sistema y que sólo persigue fantasmas generados por el régimen del capital como el del "capitalismo financiero despiadado" y el del especulador ávido y corrupto, el fin del capitalismo está aún lejos de nosotros. Para acabar con la bestia es necesario abrirle las entrañas donde descubriremos que lo que la hace vivir es la posibilidad de que exista, en nombre de la libertad, expropiación y compraventa de la fuerza de trabajo. Sostenían Marx y Engels que el comunismo, además de presuponer la dictadura del proletariado, esto es la "conquista de la democracia", implicaba la "supresión del trabajo" (Die Beseitigung der Arbeit). Dado que "trabajo" es para Marx utilización de la mercancía fuerza de trabajo en el proceso de producción, supresión del trabajo no quiere decir fin de la producción, sino de la existencia de la fuerza de trabajo como mercancía. Como vemos, es algo que va mucho más allá de sumarse al coro de los que claman contra la inmoralidad de la finanza, pues implica elevarse también contra la moralidad de la explotación.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Siempre he pensado que la mera denuncia del neoliberalismo conducía a medio plazo a un callejón sin salida, a menos que volviera a replantearse la cuestión de fondo, que es la crítica del capitalismo. Excelente artículo, que despeja muchos equívocos sobre la cuestión.

Álvaro dijo...

Me encanta, esto es genial. Lo he leído dos veces seguidas. Genial.

Anónimo dijo...

He estado dandole un par de vueltas a tu blog y no acabo de entenderlo del todo. Haces una defensa del comunismo, pero que comunismo es ese? Tus ataques al sistema capitalista actual se quedan en mera dialectica. Cual es el modelo alternativo que propones? Pues tus referencias al comunismo no pasan de teoricas; no veo ningun ejemplo tomado de ningun pais que haya tenido un sistema comunista.

Efectivamente, se puede criticar, y mucho, al sistema capitalista. Pero cual ha sido la aplicacion practica de los postulados comunistas, y que aplicacion practica de ese comunismo no puede ser asimismo ferozmente criticable?

Iohannesmaurus dijo...

RESPUESTA AL RABINO KUERBOVICH

Estimado Rabino:

Gracias por su atención a mis escritos y por su amable comentario.

La cuestión del comunismo es compleja. Yo he decidido, a pesar de los fracasos y horrores que han tenido lugar bajo su nombre, conservar no sólo la idea sino el significante comunista. Como proyecto de liberación individual y colectivo, como proyecto constituyente.

De lo que se trata es de ir más allá de la facticidad, de la reafirmación que existe como justificación del horror existente. Mi defensa del comunismo no es la de ninguna realización concreta del socialismo, sino la de la capacidad humana de cooperación directa al margen del mercado y del Estado.
No sé si es Ud. Rabino, pero la tradición religiosa israelita, sobre todo la profética y la mesiánica, permiten comprender este rechazo de la facticidad que yo propongo desde el materialismo. El materialismo plantea la precariedad del mundo, del hombre y de los poderes humanos desde una perspectiva inmanente. Afirmando su necesaria incompletud y escisión interna. Las religiones monoteistas, israelita, cristiana o musulmana afirman la precariedad del mundo desde su fundamento divino transcendente. En muchos puntos existe coincidencia entre una filosofía auténticamente materialista y un planteamiento religioso que no se limite a adorar al becerro de oro y a legitimar los poderes de este mundo.

Ud me desafía a proponer un "modelo alternativo" a partir de experiencias ya realizadas. Imagínese que un hombre primitivo le dijera a quien intentó hacer el primer instrumento de piedra que abandonase el intento y siguiera dando dentelladas, porque todas sus tentativas anteriores fracasaron. Afortunadamente las cosas no son así y muchos proseguimos en la busqueda de una salida al capitalismo, régimen no sólo injusto, sino peligroso para la libertad humana, para la existencia política del hombre y para su entorno natural.

Coincido con Vd. cuando afirma: "Efectivamente, se puede criticar, y mucho, al sistema capitalista. Pero cual ha sido la aplicacion practica de los postulados comunistas, y que aplicacion practica de ese comunismo no puede ser asimismo ferozmente criticable?"

Mi crítica del socialismo soviético como modalidad policial del Estado capitalista es tan feroz como la que cualquiera pueda realizar. Si me dice Vd. que la aplicación práctica de los planteamientos de Stalin (su positivismo y tenicismo burdo, su determinismo cientista, su despotismo político) han conducido a la revolución rusa por el sendero de su autodestrucción y del regreso al capitalismo más salvaje y corrupto, se lo concedo sin restricciones. Pero todo esto no tiene nada que ver con el comunismo, sino con rasgos del capitalismo que fueron llevados al extremo por la contrarrevolución staliana.

No se asombre de que no haya habido experiencias comunistas en libertad: ¿recuerda Ud a Salvador Allende? Es un hecho histórico incontrovertible que cada vez que se ha intentado transformar el capitalismo por medios electorales y democráticos, la respuesta del sistema ha sido un golpe de estado cruento o una invesión extranjera. Repase la historia del siglo XX.

Son escasos los ejemplos de comunismo moderno. No cuento entre ellos ningún Estado de tipo soviético, pues estos no son sino materializaciones de la "Polizeiwissenschaft", la "ciencia de la policía" cultivada hasta bien entrado el siglo XIX en los medios académicos y políticos alemanes. Sin embargo, considero importante y mucho más interesante que todo esto la tradición del comunismo minoritario que incluye los comunismos primitivos residuales (Chiapas), las experiencias de comunismo libertario a pequeña o gran escala (Barcelona y Aragón durante la Revolución española), una parte del movimiento de los kibbutzim, las formas de economía popular de resistencia desarrolladas en gran parte del tercer mundo (Chile, Argentina, Palestina). Hay mucho de donde aprender y mucho más aún está por inventar.

Por otra parte, asumo toda la responsabilidad por el carácter filosófico y dialéctico de mis razonamientos. Es mi oficio y lo considero hoy indispensable.

Shalom ve shana tova!

John Brown

Anónimo dijo...

Estimado Iohannes

Mi seudonimo de Rabino Kuerbovich no tiene nada de religioso, si no en todo caso de chanza dentro de mi circulo de amistades; la lengua hebrea y las tradiciones judaicas no me interesan mas que los records de velocidad entre los artropodos. Si usted echa un vistazo a mi blog, vera que las cuestiones religiosas son marginales.

Aclarado esto, le agradezco su respuesta extensa e intensa, pero sigo sin darle la razon: las experiencias practicas comunitarias a las que hace referencia apenas si llegaron a durar unos pocos meses o un par de anyos a lo sumo, tiempo este demasiado breve siquiera para implementar las leyes sobre las que se basaban. Escribir una norma es relativamente facil, pero implementarla en el sentido que el legislador quiso, es otro asunto.

Mi critica, aunque reflexionada, fue escrita rapidamente y no bien desarrollada del todo. Efectivamente, sus postulados adolecen de dos elementos, ambos complementarios: uno, y vuelvo al parrafo anterior, no hay ejemplos - llamemosles durables - de Estados o para-Estados que hayan implementado esos postulados. Ademas, entre los ejemplos que cita esta el caso de Barcelona durante la I Republica, que creo recordar utilizo una formula de autogestion anarquista, que como ustede debe saber, es antagonica de un modelo de "dictadura del proletariado". Si estoy equivocado, que es lo mas probable, considero de lo mas instructivo (para mi lo seria al menos) utilizar esos ejemplos de "economia popular de resistencia" para mejor ilustrar sus disquisiciones. Repaso aun asi la historia del s. XX y sigo sin ver ejemplos durables - limitados deben ser mis conocimientos: Vietnam - tras la retirada de USA, se entiende - ? Cuba? experiencias socialistas en Africa? No sera, digo yo, que los modelos fracasaron ya no solo por invasiones extranjeras o cruentos golpes de Estado, ambos factores que podrian tener un efecto limitado en el tiempo, si no porque simplemente el modelo es utopico y los que quisieron ponerlo en practica fallaron estrepitosamente al no saber conectar con la sociedad y hacer de la teoria una elemento practico que fuera de mayor utilidad (en terminos de teoria econnomica) que el modelo capitalista?

Segundo; puesto que no hay un ejemplo practico, porque no al menos proporcionar soluciones practicas desde el mundo de la teoria sobre cuestiones concretas? Quizas sea eso lo que mas echo en falta en su blog.

Pero de todas maneras, es SU blog, que no el mio, por lo que le sugiero que tampoco preste mucha atencion a mis comentarios.

Para concluir, y en relacion a la ultima frase de su respuesta; estoy de acuerdo que hacen mucha falta los filosofos hoy en dia. Pero creo que hace mucha mas falta un cambio social e ideologico. Quedar reducido a mero espectador que intenta minimizar el impacto del ORDEN establecido (normativo, economico, social ...) esta bien desde un punto de vista individual. Criticar ese ORDEN e intentar hacer "apostolado" de la necesidad del cambio, esta aun mejor. Pero desde mi punto de vista, es a los filosofos (entre otros) a quienes deberia corresponder la inspiracion de ese cambio. Desgraciadamente, las posturas proactivas en este sentido son escasas. Falta de imaginacion en el gremio quizas? Falta de deseo de cambio dentro de la sociedad en la que vivimos? Quizas sea lo mas probable ...

No se enganye; la sociedad esta acomodada en el modelo actual. Los cambios solo surgen cuando existe una necesidad, y por el momento no ha llegado esa catarsis que empuje al cambio. Hay por supuesto razones que a usted (o a mi, o a muchos otros) nos hacen encender las sirenas de alarma, pero no son obvias para el resto. Y mientras no lo sean, la "evangelizacion" no dejara de ser un ejercicio dialectivo, quizas muy sano como estimulo mental e incluso como desahogo psicologico desde el punto de vista individual, pero esteril en cualquier otro caso.