viernes, 30 de marzo de 2012

29M: farolas encendidas a mediodía



La gente que tiene el mando suele creer que su poder se debe a su mérito propio y que puede, por consiguiente, manipular a los súbditos a su antojo. Bonito ejemplo de los efectos de esta singular crencia fue la decisión de algunos ayuntamiento dirigidos por el PP de mantener encendido el alumbrado urbano durante la jornada del 29 de marzo a fin de falsear los datos de reducción del consumo eléctrico y, por lo tanto, hacer creer que el seguimiento de la huelga general fue menor del que efectivamente fue. Son métodos totalitarios que recuerdan los de la Oceania de 1984. La idea subyacente a la utopía que en sí es todo totalitarismo -no existe ni puede existir un totalitarismo real- es que el poder es capaz no sólo de mentir, sino de construir la realidad. Esto es algo de sobra conocido en el funcionamiento habitual del racismo que crea enteramente a través de la discriminación, la segregación, la humillación y la violencia la "raza inferior" que se trata de poder exterminar. Así lo hizo Hitler con los judíos y Franco con los "rojos".

Ayer el poder fue capaz de intentar falsear los datos de consumo eléctrico y también de prohibir que un helicóptero de la prensa tomara fotografías aéreas de las manifestaciones en que culminó la huelga, para poder concluir con El País, diario "indepediente de la mañana" pero muy dependiente de los poderes financieros transfranquistas, que el seguimiento de la huelga fue "moderado". Esconden la realidad, mienten, pero no pueden crearla. La realidad es que una nueva correlación de fuerzas se está estableciendo gracias a la convergencia de los sectores tradicionales del trabajo (representados, aunque mal, por los sindicatos) y los nuevos sectores de trabajadores (precarios, inmateriales, cognitivos, afectivos etc.)que no están representados ni son representables y que han decidido por lo tanto estar ellos mismos presentes en la plaza pública con sus reivindicaciones. Ayer se produjeron fenómenos de hibridación entre los sindicatos y el 15M: se vio a sindicalistas maduros reproducir gestos y consignas de los jóvenes y también liberar a algún adolescente que cayó en manos de las mal llamadas "fuerzas de orden público". Ambos grupos sociales se mezclaban sin insistir demasiado en sus identidades. Esa hibridación, esa contaminación de las organizaciones sociales tradicionales por la cultura 15M -muy a pesar de las direcciones sindicales- ya se pudo percibir en la Marea Verde de la enseñanza madrileña y en otros movimientos recientes. Algo se está formando ante nuestros ojos, con un enorme potencial de resistencia y transformación. Si se consolida, el mando capitalista podrá encontrarse con un gravísimo problema. Tal vez por eso tenga que consolarse con ensueños totalitarios.

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