26S. Segundo día de movilización después del 25S. Hoy la gente ha vuelto a concentrarse en Neptuno, lo más cerca posible del Congreso. No ha habido cargas policiales. Se ha conseguido neutralizar eficazmente a algunos infiltrados. La gente sigue cortando parcialmente el flujo de automóviles, cortando el flujo de mercancías. También protesta contra la austeridad y más aún contra el régimen que la impone que, cada vez más se identifica con su propio pasado inmediato, el franquismo. Esto es algo más que el 15M, un 15M que ha emprendido la senda de la destitución del régimen, de la erosión definitiva de su legitimidad.
La primera respuesta del régimen ha sido típicamente hobbesiana: en primer lugar, insiste en su legitimidad representativa (el Parlamento como Sede de la Soberanía Popular), pero enseguida regresa al origen mítico de la representación presentándose a sí mismo como el Gran Protector de la población... frente a sí misma. El gobierno español intentó ayer renovar el intercambio mafioso de "obediencia a cambio de protección" que, según Hobbes, resume el pacto en que se funda la soberanía. Lo hizo generando descaradamente caos, violencia e incluso pánico en las calles de Madrid con escenas dignas de esas películas en que unos extrataerrestres cubiertos con un exoesqueleto intentan dominar la tierra y atacan indiscriminadamente a los terráqueos que huyen despavoridos. Que la violencia de ayer procediera de infiltrados policiales o de márgenes del movimiento tiene poca importancia: la tensión estaba ya preparada con las barreras, los 1500 androides y las amenazas y descalificaciones de las distintas cavernas de todas las derechas, incluidos el País y el PSOE.
A pesar de todo, el grado de dignidad e indignación de la población se pudo medir ayer en la pacífica -o más enérgica- resistencia a unas cargas ampliamente injustificadas. El terror que desde el 18 de julio del 36 genera el régimen español en sus súbditos está disipándose rápidamente. Desde hace un año, de mano de la creciente indignación por el pillaje generalizado que sufre la mayoría de la población la indignación, el odio producido según Spinoza por un mal hecho a un semejante, está siendo más fuerte que el miedo. Esto responde también al hecho de que las nuevas formas de trabajo postfordistas son menos receptivas al terror. Aterrorizar a un trabajador cognitivo, comunicativo, afectivo, social como es el trabajador actual es abiertamente destruir fuerzas productivas, destruir un capital fijo que hoy es inseparable del trabajo vivo. Por eso la amenaza de un golpe de Estado no es creible. Ni siquiera es posible un corte sistemático de las comunicaciones de Internet. Un golpe de Estado era una solución disciplinaria útil para la burguesía fordista; en el postfordismo no vemos ya golpes de Estado, sino intentos cada vez más paranoicos de control y vigilancia de la población. Mantener los flujos de comunicación y las redes de cooperación, pero vigilándolos muy estrechamente. La forma de la libertad debe mantenerse intacta para que la nueva figura del trabajador produzca.
Hoy, 26 de septiembre, la gente ha vuelto a salir a la calle. Afirmando que no tiene miedo. Como si intuyera que el terror ya no funciona como método de gobierno. Ya por la mañana pudimos ver cómo la prima de riesgo del Estado español subía más de treinta puntos. La resistencia hace subir la prima de riesgo. La prima de riesgo indica la gran sensibilidad de los mercados financieros a la destrucción represiva de la productividad de las nuevas formas de trabajo. El empobrecimiento al que somete el neofranquismo neoliberal a la población española se refleja en esa prima, la resistencia al mando también. Hay resistencia al mando cuando este es incapaz de establecer con los trabajadores, con el conjunto de la población, una convención compartida sobre la apropiación y el reparto del valor. El capital financiero no desea la ruina de las poblaciones: la constata cuando esta se produce. Prefiere, con mucho, explotar su riqueza. Como toda forma de poder, la dominación del capital financiero es una relación que supone una constante mediación y negociación del mando con la población. La transacción que supuso el endeudamiento privado y la renta financiera ya no funciona desde que estalló la crisis. Por ello mismo, el mando intenta imponer la explotación por la fuerza, pero, como podemos ver, esto tampoco funciona, pues produce ruina y pobreza. Está abriéndose ante nosotros la base material de un nuevo período marcado por una nueva constitución material y una nueva forma política.
La prima de riesgo está siendo hoy el seguro de vida de la población rebelde. El régimen fundado en las cunetas nunca tuvo ningún escrúpulo en matar durante las manifestaciones dirigidas contra él. Lo hizo con particular brutalidad en los años 70 cuando se impuso su nuevo avatar, la joven democracia, por el miedo, la sangre y la claudicación de la izquierda mayoritaria. Sin embargo, desde el 15M hasta aquí no ha habido ningún muerto. Para quien ha vivido los años 70 sorprende -gratamente- comprobarlo. Esto responde no a una mayor altura moral, ni a un mayor grado de civilización de este régimen criminal, sino como antes se había señalado, al temor a que la conflictividad quede reflejada en la prima de riesgo o en la nota de las agencias de calificación de la deuda. Hoy no tenemos miedo, porque ya no se nos puede gobernar con el miedo. La multitud productiva, -esto lo sabía ya Durruti pero hoy está más claro que nunca para todos nosotros-, es la que hace el mundo, sin el cual no es posible la riqueza, ni esa forma mistificada de la riqueza que es el capital. Todo poder se enfrenta a una resistencia, pues es relación: el capital también.