sábado, 21 de septiembre de 2013

Elogio materialista del papa Francisco como jesuita


El padre Matteo Ricci en China, con traje de mandarín 
(English translation by Richard Mac Duinslebhe in Richard's blog)
(Publicado en Voces de Pradillo

Los jesuitas siempre tuvieron fama de ser gente retorcida y poco de fiar. Los ideólogos de la Reforma los consideraron por ello herederos legítimos de Maquiavelo, y Pascal, en las Cartas Provinciales, los fustigó con su terrible ironía por su práctica del doble pensamiento. El lector de Pascal recuerda esas largas citas desternillantes que hace el filósofo de los manuales de confesión jesuíticos en los que se afirma la doctrina de la intención. Para la teología moral de los jesuitas -como por cierto, para la ética spinozista- el sentido ético de un acto viene determinado no ya por su materialidad, sino por su intención. Por recurrir a un ejemplo que toma Pascal de uno de esos manuales : cuando un sacerdote aparece en público sin sotana, comete pecado mortal, pero si se ha quitado la sotana para no deshonrarla, pues se dirige a un lugar para fornicar, este acto deja de ser pecado. Si fornica un sacerdote, comete pecado mortal, pero si lo hace por satisfacer un impulso de su cuerpo y no por ofender a Dios, ya no lo comete. En resumen : con un buen confesor jesuita a mano es difícil condenarse. Para condenarse haría falta una voluntad explícita y determinada de condenarse, habría que obedecer, independientemente de los actos que se realicen, a una especie de imperativo categórico del mal (malum radicale) que Kant describe como sigue : « el fundamento del mal no puede residir en ningún objeto que determine el albedrío mediante una inclinación, en ningún impulso natural, sino sólo en una regla que el albedrío se hace él mismo para el uso de su libertad, esto es, en una máxima. » (I. Kant, La religión dentro de los límites de la simple razón, 31; VI, 21).

Lo que para Pascal en su rigorismo jansenista es una actitud reprobable y una monstruosa doctrina es precisamente lo que permitió a la Compañía de Jesús tomar contacto con las más diversas civilizaciones y desarrollar desde mucho antes de que surgiera la teología de la liberación una pastoral respetuosa de las culturas indígenas. Son ejemplos conocidos de esta pastoral las reducciones del Paraguay o las misiones del Perú o la fenomenal aventura de los jesuitas que se hicieron mandarines en China y estuvieron a punto de hacer del imperio Chino un país católico. La idea de que los actos importan poco y que la intención es lo esencial se traduce así en una máxima política muy cercana a la de Maquiavelo, para quien la táctica debe siempre supeditarse a la finalidad estratégica. La actitud del jesuita es una actitud política, pero en ello responde bien al carácter esencialmente político de la Iglesia Católica que describiera Carl Schmitt. El político cristiano que es el jesuita sabe, como dice San Pablo : « ser griego entre los griegos y judío entre los judíos » , pues lo que importa no es el rito exterior sino la intención efectiva.

Una reducción jesuítica en Paraguay


Jorge Bergoglio, el papa Francisco, es un jesuita y ese jesuitismo suyo no es ninguna circunstancia exterior sino característica esencial de su pensamiento y de su actuación. La doctrina de la intención está así presente en cada una de sus declaraciones, no como hipocresía, sino como liberación evangélica de la realidad humana, como restitución a la naturaleza de su inocencia. Así, cuando recuerda que no ha de darse tanta importancia a las cuestiones de moral sexual y no ha de atormentarse a las personas con estos temas, está supeditando los actos humanos a la intención que los inspira, está dejando de considerar ningún acto concreto como « intrínsecamente malvado ». Puede afirmar así que, incluso los ateos que obran rectamente y obedecen a su conciencia se salvan defendiendo así en nombre del cristianismo una libertad de pensamiento en línea con la que reivindica Spinoza en el Tratado teológico-político. En su carta al director del diario italiano La Repubblica, Eugenio Scalfari, afirma, por ejemplo, Francisco: "En primer lugar, me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a quien no cree o no busca la fe. Considerando que  -  y es la cuestión fundamental  -  la misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a Él con corazón sincero y contrito, la cuestión para quien no cree en Dios radica en obedecer a la propia conciencia. Escucharla y obedecerla significa tomar una decisión frente a aquello que se percibe como bien o como mal. Y en esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar."

Los actos pueden ser muy diversos siempre que exista una intención recta. El pecado, sin embargo, existe y existe en esa voluntad maligna de perderse, en esa ignorancia absoluta del otro, en la incapacidad de amor que los teólogos de la liberación denominaron « pecado objetivo ». Un pecado objetivo es el resultado de una voluntad maligna : la miseria políticamente orquestada, la tortura, el asesinato de Estado, la explotación, no pueden tener como finalidad la obediencia a una ley moral de amor y respeto al otro. A pesar de la enorme plasticidad del mensaje evangélico, no todo vale. Bergoglio, en su condición de arzobispo de Buenos Aires pudo departir con el jefe de Estado efectivo de la República Argentina, el general Videla, porque un político habla con el mismísimo diablo. Esto no significa que compartiera en lo más mínimo sus planteamientos, como, por desgracia sí hicieron otros sectores de la Iglesia argentina. Bergoglio podía asistir a recepciones oficiales de la Junta, pero sobre todo era asiduo de las villas miseria, de los lugares donde vivían los más pobres. Esto no hace de él un teólogo de la liberación de manera explícita, pero el jesuitismo no deja de ser la actitud que hace posible una teología de la liberación. No hay teólogos de la liberación del Opus Dei ni podrá nunca haberlos, porque el Opus se centra en los actos, califica los actos humanos como intrínsecamente virtuosos o perversos, sin importarles la intención con que se hagan. El Opus Dei profesa un cristianismo legalista, muy poco cristiano en su esencia y muy cercano al judaismo fariseo que somete la vida al imperio minucioso de la Ley.

El estilo pastoral jesuita permite al papa Francisco dirigirse a los más pobres de manera directa y abierta: en la isla de Lampedusa, visitando a los emigrantes clandestinos abandonados a su suerte por el Estado y la mayor parte de la izquierda italiana, en Brasil con el pueblo de las favelas, en la propia Roma, proponiendo que los conventos vacíos acojan a las personas sin papeles y sin domicilio. Se comprende que afirme que « nunca he sido de derechas », separándose así de quienes en las derechas esgrimen el catolicismo como arma arrojadiza y dejando en situación difícil a los clérigos españoles que actúan políticamente de la mano del partido de la derecha neofranquista. Hay quien dice que esto son solo palabras y gestos, pero las palabras y los gestos producen efectos. Ya los están produciendo. Bergoglio sabe -y lo afirma- que una Iglesia que proclama exclusivamente un mensaje biopolítico reaccionario contra las mujeres y la libertad sexual tiene los días contados. Es necesario abandonar la imagen de unos confesonarios convertidos en « cámaras de tortura » y del siniestro cura pedófilo y abrazar de nuevo el mensaje mesiánico del tiempo nuevo. En este sentido, Francisco como jefe de la Iglesia está sabiendo reconciliar dos características de esta longevísima institución que se habían visto a menudo enfrentadas : el mesianismo y la capacidad política. Son dos características que la izquierda siempre reivindicó para sí y que hoy ha abandonado en nombre del realismo o de la intransigencia ideológica. Esperemos aprender algo del actual magisterio de la Iglesia quitándonos de encima al equivalente de los curas pedófilos y los fariseos, esos siniestros burócratas, esos tristes repetidores de dogmas, esos más tristes aún que encomian a los déspotas sanguinarios como campeones de la libertad.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente. He disfrutado mucho de su artículo. Muy bien expresado, y con un gran nivel de conocimientos. Además, de un contenido valiente y actual, que rompe viejos prejuicios y moldes secos y caducos. La conexiones trazadas entre filosofía, política y tradición religiosa son profundas, y, lejos de quedarse en un vacuo academicismo, están vivas a la luz de lo actual y lo relevante.

Muchas gracias, creo que no va a ser esta mi última visita a este blog.

Anónimo dijo...

Brillante..., como siempre