lunes, 13 de diciembre de 2010

Wikileaks: Del abate Barruel a Jeremy Bentham. (Una breve introducción a las nuevas teorías de la conspiración y de la transparencia)




I. LA TRAMA Y EL HILO
Existe una teoría de Wikileaks, la producida por sus promotores y concretamente por Julian Assange en diversos escritos y entrevistas. Quizá el texto teórico más importante que hasta el momento ha producido y publicado el inspirador y fundador de Wikileaks sea State and Terrorist Conspiracies (Estado y conspiraciones terroristas), publicado en 2006 en su blog junto con otra versión reelaborada del mismo texto titulada Conspiracy as Governance (La conspiración como modo de gobierno). En sustancia, la teoría del poder de Assange sostiene que existen unos poderes que, valiéndose del secreto, impiden que exista un buen gobierno (good governance) basado en la justicia y la transparencia: "Cuando se conocen detalles del funcionamiento interno de los regímenes autoritarios, vemos interacciones conspirativas entre la élite política, no sólo por obtener preferencias o favores dentro del régimen, sino como la principal metodología de planificación primaria que subyace al mantenimiento o el reforzamiento de un poder autoritario. Los regímenes autoritarios hacen surgir fuerzas que se oponen a ellos oprimiendo la voluntad individual y colectiva de libertad, verdad y autorrealización. Una vez descubiertos, los planes de los que se vale el gobierno autoritario suscitan resistencia. De ahí que los poderes autoritarios que logran sus fines oculten esos planes. Esto es suficiente para definir su conducta como conspirativa" (State and Terrorist Conspiracies).

Es sumamente interesante ver en el mismo texto cómo se analizan las redes conspirativas en   términos casi idénticos (modelo matemático de los "grafos conectados" incluido) a los que emplean los organismos de seguridad antiterrorista y el ejército de los EEUU. La conspiración, según Wikileaks, se organiza así en redes organizadas alrededor de algunos nodos principales de comunicación que sólo funcionan mediante el secreto. Si se desvelan los secretos de la conspiración, o se filtra al menos una parte de ellos, la trama queda dividida y parcialmente neutralizada. El objetivo es revelar el suficiente número de secretos para que la trama como tal deje de existir. La historia es así, básicamente la de dos fuerzas: una conspiración de los poderosos para mantener sus privilegios y su poder arbitrario y la resistencia de quienes persiguen la libertad, la verdad y la autorrealización. Detrás del poder existe pues una subjetividad ccon intenciones claras para ella misma, aunque ocultas al público. Lo que ocurre es que se trata de una subjetividad transindividual capaz de sumar distintas aportaciones de sus miembros (inputs) y producir  como resultado (output) el siguiente acto de la conspiración.

El esquema es básicamente el desarrollado por John Boyle, el teórico norteamericano de la contrainsurgencia en su esquema del "OODA loop" y posteriormente aplicado por Arquilla y Ronfeldt en su teoría de la netwar o "guerra red". El OODA loop o "bucle de Observación-orientación-decisión-acción" parte de la idea de que la posibilidad de victoria se decide antes del combate. Es así necesario interrumpir el circuito OODA en la primera fase posible, para que el enemigo no pueda llegar a la siguiente y atacarnos. Este esquema que posteriormente ha sido desarrollado por la doctrina militar y antiterrorista norteamericana -basándose también en el clásico taoísta de la guerra Sun Tzu- es esencial para actuar frente a un enemigo que funciona en red. Cortar la red es privarle de capacidad de observación (privándolo de fuentes de datos), orientación (perturbando la interpretación de los datos), decisión (cortando las cadenas fiables de mando) y acción. Así, afirma Assange, fiel a esta teoría, aunque pretende utilizarla contra el propio poder que la formula y desarrolla, que: "Una conspiración autoritaria que no puede pensar eficazmente, no puede actuar para preservarse frente a los oponentes que genera. Cuando consideramos una conspiración como un conjunto orgánico, vemos un sistema de órganos que interactúan, un cuerpo con arterias y venas cuya sangre puede espesarse y fluir cada vez más lentamente hasta que el organismo cae, incapaz de comprender y controlar las fuerzas de su entorno."

La diferencia entre esta doctrina militar adaptada a los nuevos paradigmas biopolíticos y cognitivos y la doctrina anticonspirativa de Wikileaks es que en la primera no se parte de la idea de una conspiración , sino de una estructura cooperativa no necesariamente oculta. Ello se debe a que los teóricos militares omiten enteramente la dimensión política e ideológica de la soberanía para centrarse en los modos en que las relaciones de fuerzas se determinan en un marco de poder a todos los efectos post-soberano (y post-fordista).  La dimensión de la conspiración tiene, sin embargo, un papel fundamental en la teoría de Assange, pues, como ya señalábamos en este blog, sólo el mantenimiento de la dimensión del secreto puede a la vez preservar las apariencias de la soberanía (el secreto de Estado) y justificar el programa de la leal oposición liberal de aumentar la transparencia de la vida pública. El punto de vista de los gobernantes como el de la leal oposición parten de dos actitudes igualmente utópicas y complementaias frente a lo real del poder: quienes ostentan el poder piensan que es posible ocultar los resortes de su funcionamiento, que existen realmente unos "arcana imperii" o secretos de Estado, quienes buscan la transparencia y quieren desenmascarar el poder creen que se puede llegar a descubrir ese secreto, que puede saberse toda la verdad del poder. ¿Y si simplemente ese secreto no existiera? ¿Si la intimidad del poder se manifestara como su más completa exterioridad, como lo que Lacan denominaba su extimidad? ¿Si inversamente, por mucho que el poder se haga transparente, su exhibición no puede no dejar un residuo, una dimensión no simbolizable que constituye al poder como tal? La obediencia al soberano, la servidumbre voluntaria en que La Boétie reconoció la clave del poder moderno, sólo pueden funcionar mediante la creencia en la excepcionalidad del soberano en el hecho de que este posea algo que los demás no tienen y que no es sino la oscura causa del deseo de obedecer. De este modo, tanto para el poder soberano como para su leal oposición liberal en la que milita Assange la creencia en el secreto de Estado es un dogma de fe. Del mismo modo que el blasfemo afirma a Dios con cada una de sus blasfemias, Wikileaks afirma y refuerza el mito de la soberanía en el momento en que todos los hechos desmienten la realidad de ésta.

En ese aspecto, Assange es un tal vez insospechado discípulo del gran autor moderno de la teoría de la conspiración, el abate Barruel. Barruel, un sacerdote contrarrevolucionario y legitimista publicó un largo memorial (Mémoires pour servir à l'histoire du jacobinisme, Hamburgo 1798) para demostrar que la revolución francesa había sido el resultado de una conspiración urdida por una secta, la de los jacobinos, y que esta secta, a su vez, formaba parte de una trama mucho más dilatada en el tiempo y el espacio cuyo punto inicial se sitúa en el asesinato por el rey de Francia Philippe le Bel de los principales dignatarios de los templarios. Los templarios supervivientes se mantuvieron ocultos en espera de su venganza y se unieron a otros enemigos del trono, del altar y la sociedad como los Illuminati de Baviera y los masones, para acabar haciendo ejecutar al rey de Francia. Desde el punto de vista novelesco, la narración de Barruel tiene mucho interés, pero aquí nos interesa su aspecto epistemológico. La tesis principal de Barruel es que la historia tiene un sujeto, que detrás del carácter aparentemente aleatorio de los acontecimientos, existe una voluntad oculta que mueve los hilos y termina realizando su propósito. Los enfrenamientos sociales claros y abiertos que se produjeron en las distintas fases de la Revolución francesa no tienen así para Barruel la más mínima importancia: en realidad todos fueron inspirados por los jacobinos-templarios-iluminados: "Bajo el nombre desastroso de Jacobinos, ha surgido una secta en los primeros días de la revolución francesa, que enseña que todos los hombres son iguales y libres, pisoteando, en nombre de esa libertad, de esa igualdad desorganizadoras, altares y tronos, llamando en nombre de esa misma igualdad, de esa misma libertad, a todos los pueblos a los desastres de la rebelión y a los horrores de la anarquía.[...] En esta revolución francesa,todo, hasta sus crímenes más espantosos,todo ha sido previsto, meditado, combinado, resuelto, decidido: todo ha sido resultado de la más profunda inspiración criminal, pues todo ha sido preparado, impulsado, por hombres que eran los únicos que llevaban el hilo (le fil) de las conspiraciones ha tiempo urdidas en esas sociedades secretas y han sabido elegir y apresurar los momentos propicios para las conjuras."
Cabe destacar en el fragmento que acabamos de citar  la curiosa coincidencia terminológica con los textos del siglo XXI a que nos hemos referido más arriba, pues nos encontramos incluso con la metáfora del hilo que en la problemática de Assange sirve de material para construir su ejemplo didáctico de la red en que consiste el grafo conectado de la conspiración. La conspiracióntiene que ver con los hilos, los hilos que constituyen ocultamente una trama o una red. La modernidad de Wikileaks coincide con el tradicionalismo del abate en considerar el poder como algo misterioso, algo que está en manos de algunos que mueven sus hilos. Con ello el abate y el hacker ignoran por igual las correlaciones de fuerzas que efectivamente constituyen el poder  contribuyendo así eficazmente a la mistificación sobre su origen.





II. LA LIBERTAD DE PRENSA Y LA CASA DE CRISTAL
La teoría de Wikileaks tiene, sin embargo, otra vertiente, pues realiza, junto a su denuncia de la conspiración y del secreto una firme reivindicación de la transparencia en la vida social y política. Todo ello en nombre de una capacidad de autorregulación de la sociedad que exige como condición para su realización efectiva que cada uno de los sujetos disponga de los datos necesarios a fin de efectuar opciones racionales. El objetivo de Wikileaks es a corto plazo perturbar la opacidad de los gobiernos "autoritarios", a largo plazo, establecer una gobernanza basada en la transparencia. Esto es lo que explica el propio Assange en una entrevista  a la revista Forbes:

 "¿Diría de Vd. que es partidario del libre mercado?
Sin la menor duda (absolutely).Tengo una opinión menos definida respecto al capitalismo, pero me encantan los mercados. [...] 
¿Cómo encajan las filtraciones dentro de todo ésto?
Dicho de manera sencilla, para que exista un mercado, tiene que existir información. Un mercado perfecto requiere una información perfecta".  
En esta búsqueda de una utópica transparencia, Wikileaks no es sino el reverso progresista del proyecto TIA (Total Information Awareness- Conociemiento total de la Información) un plan de control absoluto de toda la información mundial formulado por el almirante Poindexter después del 11 de septiembre y hoy sólo parcialmente aplicado. El proyecto TIA tenía la imposible misión de impedir que exista nigún tipo de secreto haciendo que todas las comunicaciones estén de un modo u otro interceptadas. El problema fundamental de ese proyecto es que, por un lado es imposible definir lo que es información y aún más qué es toda la información, por no hablar de lo que significa el "conocimiento" de la información y esa imposibilidad no es contingente, sino estructural, pues la lógica (Gödel) y el psicoanálisis (Lacan) demuestran que no existe ningún conocimiento que pueda aspirar a la totalidad..

Poindexter formula un proyecto que aspira a hacer a los súbditos transparentes en nombre la seguridad, mientras que Wikileaks pretende que el poder sea transparente el poder en nombre de la libertad.
En realidad, no existe contradicción alguna entre las dos  transparencias cruzadas: la del poder para el ciudadano y la del ciudadano para el poder. Jeremy Bentham, quien Marx considerara el epítome de las libertades de mercado (Libertad, igualdad, propiedad ...y Bentham) defendió con la máxima energía ambas transparencias, considerándolas no sólo compatibles sino claramente complementarias. Bentham no es sólo el diseñador del modelo formal de cárceles, escuelas y hospitales denominado "panóptico", sino también el utopista de la sociedad transparente en la cual todos los actos públicos deberían realizarse como si cualquiera los pudiera ver y todos los actos privados e incluso íntimos deberían suponerse observados por un poder transparente y benévolo. De ese modo, en dos párrafos memorables de su Deontology, que conviene transcribir sentará a la vez las bases de la libertad de prensa y de la sociedad de control:
"Cuanto más viven las personas en público, más sensibles son a la sanción moral. Cuanto mayor sea la dependencia en que se encuentran las personas cuando están en público, esto es cuanto mayor sea la igualdad que existe entre ellas, más claramente se abre paso la evidencia, mayor es la certeza de sus resultados. La libertad de prensa coloca a todos los hombres en presencia del público. La libertad de prensa es el mayor coadyuvante de la sanción moral." (J. Bentham, Deontology) De este modo, gracias a la transparencia que se obtiene en la esfera pública,  la  observación recíproca de sus conductas  por parte de los hombres conduce a todos ellos a cumplir con su deber a la vez que realizan su interés bien entendido. En esto se inspira la idea liberal de la libertad de prensa: una libertad que facilita la autorregulación social y contribuye a la buena gobernanza. No es esto, sin embargo lo único que sostiene Bentham, pues, la transparencia, además de en esa dirección ascendente que, según la tradición liberal permite al ciudadano controlar al poder, puede también ejercitarse de arriba a abajo del gobernante al súbdito:
"Sería deseable que el nombre de cada hombre estuviera escrito en su frente así como en su puerta. Sería deseable que no exisitiera el secreto -que la casa de cada uno fuera de cristal, con ello necesitaríamos menos ventanas abiertas a su corazón. Las acciones son una interpretación tolerablemente adecuada de los sentimientos,.cuando la observación nos ha dado la llave de aquellas."
 .

Este poder para el que las casas han de ser de cristal como la propia urna desde la que nos observa pótumamente Bentham, va imponiéndose cada vez más en numerosos países en nombre de la libertad, la seguridad y el respeto del consentimiento de los agentes del de mercado. Un lugar donde este tipo de poder que Michel Foucault denomina "pastoral" ha triunfado es Suecia, país donde los márgenes de libertad e inseguridad propios de la práctica sexual ya pueden ser objeto de una severa inspección por parte de la justicia. Puede someterse así a prueba si ha habido durante un acto sexual rotura del preservativo y si en todo y cada uno de los momentos de un coito se contaba con el consentimiento de ambas partes. En esto, la transparencia postmoderna coincide con el celo inquisidor de lo íntimo de los manuales de confesión católicos que son precisamente una de los instrumentos de ese poder pastoral. Julian Assange puede hoy verse en su propia piel  como un apóstol y un mártir de la transparencia y como una víctima de la propia voluntad de transparencia del poder.  Con todo, no hace falta estar de acuerdo con ellos para manifestar una activa solidaridad con Assange y con Wikileaks. Los amenaza toda la rabia de un poder impotente.



jueves, 9 de diciembre de 2010

"Je lutte des classes" (Respuesta a Salvador López Arnal)




(A modo de premisa: es difícil traducir la primera parte del título de este artículo. Se trata de una consigna del último movimiento francés contra la reforma regresiva del sistema de pensiones impuesta por Sarkozy. Se trata de un juego de palabras intraducible alrededor del término "lutte" que puede ser un verbo o un sustantivo. Así "Je lutte des classes" significa: "Yo lucho de clases" o "yo lucha de clases". Una posible interpretación, entre otras muchas, es que, en uno de los casos, el sujeto se asume como sujeto de la lucha de clases, en el otro, como sujeto dividido por la propia lucha de clases). El presente artículo es, entre otras cosas, una respuesta al que escribiera Salvador López Arnal en Rebelión bajo el título Controladores, golpe de Estado social y pasividad/complicidad de la izquierda de tradición laborista.

Carta abierta a Salvador López Arnal

Querido Salvador:

No creo que la cosa haya que tomársela tan a la tremenda, de manera tan personal y apasionada. No creo que hayas de sentirte infamado por mis palabras, ni que tengas que amenazarme con colocarme en una de tus misteriosas "aristas". Más vale que consideremos con serenidad y recíproca benevolencia algunos de los motivos de la tremenda impotencia de la izquierda tradicional ante la crisis y la ofensiva del capital actualmente en curso. Esto sí que son cosas serias, y no el buen o el mal nombre de una u otra organización. Una organización es un instrumento político y, una buena organización comunista un buen instrumento de la lucha de clases por el comunismo. Una mala organización por el contrario, es una organización incapaz de actuar sobre la realidad por hallarse presa de una trama interna y externa de relaciones e intereses que la neutralizan o la hacen incluso servir a causas contrarias a las supuestamente perseguidas.

Este tejido de intereses y relaciones se expresa en un discurso ideológico determinado. En el caso que nos afecta, me refiero al discurso ideológico que denomino "laborismo". Tal vez el término no esté muy bien elegido -y sea casi un italianismo-, pero creo que se entiende bien que designa el carácter central que desempeñan el "trabajo" (latín "labor") así como la identidad y la dignidad del trabajador en el pensamiento y la práctica de algunas organizaciones y, muy en concreto, al menos en Europa occidental, las organizaciones políticas y sindicales mayoritarias que afirman representar a la clase obrera. Estas y no otras son las famosas organizaciones "socialdemócratas, eurocomunistas y stalinistas". Para todas ellas, el trabajo es el horizonte insuperable de la condición humana, hasta el punto de que su reivindicación fundamental es -a estas alturas- el establecimiento del pleno empleo y la recuperación del Estado del bienestar. El hecho de que la insistencia en estos dos temas no haya impedido en lo más mínimo el desmantelamiento del estado del bienestar y la pérdida masiva de puestos de trabajo debería haber hecho reflexionar a esta izquierda, pero estos hechos tozudos no parecen inquietarla.

Ocurre que, si bien este tipo de organizaciones sindicales y políticas pudo obtener conquistas importantes en la doble coyuntura del fordismo/keynesianismo y de la guerra fría, hoy, una vez liquidados los "socialismos reales" y los modos de regulación fordistas y keynesianos, la representación colectiva del trabajo se ha hecho sencillamente imposible. Hoy, con lo que nos encontramos no es con un obrero fabril con un contrato fijo y un marco de derechos negociados colectivamente y reconocidos por un Estado regulador y planificador, un obrero que trabaja con un tiempo de trabajo y un lugar de trabajo definidos, sino con un estallido de las formas de trabajo y contractualidad: del parado, al trabajador de telepizza o de los "call center", al trabajador "flexible" de las ETT, al número creciente de trabajadores "afectivos" que se ocupan de ancianos, enfermos etc, a los trabajadores sociales, los disitntos tipos de trabajo intelectual desde los productores de videojuegos cuyas jornadas de trabajo/juego no tienen límite hasta los investigadores o los profesores de universidad financiados directamente por el capital, o incluso los mismísimos controladores aéreos o los intérpretes de conferencias. Todo esto, sin olvidar esa categoría fundamental de trabajadores que, en una "sociedad del espactáculo" son los artistas y otros trabajadores del espactáculo. El catálogo, como el del Don Giovanni de Mozart es abierto, seguro que escarbando un poco podemos decir que "en España son ya 1003 (mille e tre...)".

La representación de esta realidad no es que no esté al alcance de las organizaciones tradicionales que, mal que bien lograron en una coyuntura muy precisa representar el trabajo abstracto y negociar el estado del bienestar, es que resulta sencillamente imposible. El trabajo no obedece a las unidades de lugar, de tiempo y de valor que antes lo definían, sino que se ha convertido en una actividad cada vez más difusa, una actividad productiva de cada momento y lugar, un auténtico trabajo social. Esto no quiere decir que no exista la lucha de clases, sino que hoy menos que nunca puede representarse esta lucha de clases como un enfrentamiento entre dos bandos preexistentes. Como afirmaba Louis Althusser, "la lucha de clases es anterior a las clases" y las constituye y reproduce como tales. Tenemos que abandonar la metáfora futbolística de los dos bandos preexistentes. Uno se divide en dos ( o más). Hoy la lucha de clases atraviesa a nivel macrofísico al conjunto de la sociedad y a nivel microfísico todas sus moléculas y átomos: desde las organizaciones políticas y demás aparatos de Estado hasta los individuos y sus relaciones. Las distintas categorías de trabajadores son así escenarios de formas muy diferenciadas de la lucha de clases que no pueden representarse de manera unificada, aunque, si se quiere luchar contra el capitalismo, deban encontrar formas de articulación horizontal que todavía no hemos logrado desarrollar. Antes de que el movimiento obrero descubriera su arma fundamental, la huelga, tardó décadas en encontrarla y en nombrarla como una práctica coherente: antes tuvo la tentación de romper las máquinas o de asesinar a los patronos. Hoy, estamos ante una fase parecida a esos momentos iniciales de la clase obrera fabril: tenemos que inventar las nuevas formas de resistencia que permitan articular las fuerzas necesarias para bloquear el conjunto de la producción social difusa, puesto que la huelga tradicional -salvo en países donde la clase obrera industrial tiene un gran peso como China o Alemania- es, como cínicamente recordaba Sarkozy "invisible". Sólo la huelga general universal, la huelga metropolitana que bloquea los flujos de comunicación y de transporte puede resultar visible y dañina para el capital.

Hoy no creo que tenga mucho eco apelar al trabajo fabril como elemento de dignidad de ningún individuo de nuestra sociedad, insistir, por ejemplo, como haces en tu artículo sobre los controladores publicado en Rebelión, en que "cuando los trabajadores van a la huelga no lo hacen por no trabajar sino por hacerlo en condiciones dignas. Aspirando a ser tratados como seres humanos, no como piezas de un mecanismo diabólico e injusto." Para muchos, ya no se trata de ser explotados (trabajar) en condiciones "dignas" o "humanas", sino de no trabajar bajo un patrón (o un Estado) y para el capital. El trabajo social difuso tiene la ventaja de mostrar a diario a millones de personas la perfecta inutilidad productiva del capital y de su Estado. El capital es hoy exclusivamente parasitario y el Estado no es un límite para el capital, sino el último de sus baluartes. De ahí que el actual renacimiento marxo-kantiano de discursos neosocialistas de defensa del Estado de derecho como defensor de la sociedad frente al capital sólo pueda conducir a un callejón sin salida.

El límite del "laborismo" es precisamente su incapacidad de pensar el deseo de comunismo latente en nuestras sociedades, pues siempre tiene que transcribirlo en categorías "socialistas" de gestión estatal del capital fijo (capital invertido en medios de producción a excepción de la fuerza de trabajo) y del variable (capital invertido en fuerza de trabajo: la única mercancía que genera nuevo valor o plusvalía). No salir del horizonte salarial, de las reivindicaciones ligadas al empleo y (al menos en los sindicatos de la CES como CCOO y UGT) al crecimiento, es prohibirse a sí mismo y condenar en los demás toda perspectiva de salida de la condición salarial, de la sociedad de clases y del Estado. Así, para empezar a citar nombres, como se me pide, Izquierda Unida defiende respectivamente en su en su programa de las últimas elecciones europeas y en su programa de las generales de 2008 el pleno empleo y el crecimiento (sostenible):"Para IU, también en el nivel de decisión de las instituciones europeas, las políticas que favorezcan la creación de empleo son el objetivo fundamental" (europeas); "Los objetivos de la política monetaria deben ampliarse, incluyendo, junto a la estabilidad de precios, el crecimiento y el pleno empleo seguro y de calidad." (generales). En estos objetivos "laboristas" coincide con el PSOE que en su programa electoral de 2008 afirma algo hoy tan surrealista como lo siguiente: Acercaremos nuestra economía al pleno empleo y mejoraremos la calidad del trabajo y su estabilidad, el incremento salarial, la igualdad en el trabajo y la conciliación de la vida personal y laboral."

Con estos objetivos es difícil, sino imposible, entrar en contacto con los nuevos tipos de trabajador integrados en el "trabajo social difuso". Los objetivos de estos trabajadores no son el pleno empleo, que saben imposible y no consideran deseable, sino una renta de ciudadanía independiente de cualquier prestación laboral asalariada, el libre acceso a los comunes productivos, que es el otro nombre -comunista- de una libertad de emprender efectiva, el libre acceso a bienes públicos como la sanidad y la enseñanza y la progresiva gestión social de estos bienes al margen del capital y del Estado. Todos ellos son objetivos de transición hacia una sociedad sin clases y sin esclavitud salarial. Ninguno de ellos se recoge en los programas de la izquierda laborista. En otros términos, como decía el Manifiesto: "Los comunistas no tienen partido". No creo que hoy la forma partido sea útil ni necesaria, pues está demasiado ligada a la lógica de la representación. Tenemos que pensar en otra cosa: te invito cordialmente a que lo hagamos.

Un abrazo
John Brown

Una nota rápida en respuesta a algunas críticas y observaciones sobre la cuestión de los controladores

Parece que, para algunos, el límite entre las clases trabajadoras y quienes viven del capital y de la explotación ajena no está claro. Creo que tienen razón en no verlo claro. Uno de los efectos de la lucha de clases en el capitalismo es precisamente hacer invisible ese límite. Quienes hoy tengan cierta nostalgia de la vieja clase obrera y del viejo capitalismo, de aquellos tiempos míticos en que las cosas estaban claras, más vale que se desengañen: la forma salario, el hecho de que la fuerza de trabajo sea objeto de compraventa entre agentes libres del mercado, antes que de explotación en el ámbito productivo, siempre ha servido para enmascarar la expropiación y la explotación de los trabajadores. Del mismo modo que el propiestario de esclavos disimulaba la explotación incluyendo a los seclavos en su familia -familia sive patrimonium-, el moderno capitalista hace del trabajador que explota un interlocutor comercial que, formalmente, es su igual.

Hoy que los trabajadores -o muchos de ellos- son además accionistas de fondos de pensiones o de fondos de inversión que exigen un aumento gigantesco de las tasas de explotación a las propias empresas en que estos trabajan, la cosa es aún mucho más complicada.

La comparación que proponen algunas personas -en particular el Sr. Cabrera- entre el caso de los gestores de los fondos financieros y el de los controladores aéreos es sumamente instructiva. Los gestores de fondos financieros son directamente los agentes (Träger, vectores o portadores, diría Marx) de un capital anónimo. Ciertamente tienen un salario, pero un salario que fijan ellos mismos, junto a toda suerte de primas y beneficios. Por lo demás, suelen ser propietarios también de una parte del capital que gestionan. Su función de rapiña en los fondos de pensiones por capitalización ha sido puesta de relieve por Frédéric Lordon en un reciente y brillante artículo de su blog del Monde diplomatique (La pompe à Phynance). En cierto modo, los gestores de fondos financieros son la personalización del capital en un momento en que el anonimato es la forma de propiedad del capital más extendida. A través de ellos habla y actúa el capital. Que su remuneración conste parcialmente de un componente salarial es una mistificación necesaria al no ser ellos los propiestarios de todo el capital que gestionan, pero no deja de ser una mistificación.

El caso de los pilotos y el de otras personas que en nuestra sociedad ganan muy buenos sueldos es distinto. En primer lugar, es gente que vive de su trabajo y no de las rentas del capital, esto es de trabajo ajeno. Por otra parte, no gestionan en lo más mínimo el capital de la empresa en la que trabajan. Si sus sueldos son abultados, ello se debe a diversas razones: 1) la escasez de controladores "natural", es decir, la dificultad intrínseca de su tarea, que exige formación y capacidad de soportar el estrés e implica una enorme responsabilidad, 2) la escasez artificial de controladores provocada en España por la mala gestión de los diversos gobiernos que, en la primera potencia turística europea, no han formado un número de controladores acorde con las exigencias de un tráfico aéreo creciente, 3) al hecho, por último, de que, a consecuencia de lo anterior, el número de horas extras (pagadas el triple de la hora normal) haya crecido enormemente.

Eso es básicamente lo que hay. A quien le parezca que los sueldos de los controladores son abultados, considere lo que cobran otros trabajadores especializados como los intérpretes de conferencias con cuatro o cinco lenguas o los cirujanos etc. ¿Qué es injusto que haya gente que cobre tanto y otra tan poco? Si acepta Vd. la existencia del mercado como regulador económico de unos recursos escasos, no veo qué se puede objetar. Por mi parte, yo tengo poca fé en el mercado y sé que, por ejemplo en Cuba, los cirujanos y los controladores aéreos, que son funcionarios del Estado, hacen su trabajo de manera plenamente responsable por muchísimo menos dinero; pero es enteramente indecente juzgar la situación española (la de una sociedad de mercado) con los criterios (políticos, deontológicos, cívicos) de una sociedad muy distinta.

Los pilotos y los controladores seguirán teniendo sueldos muy elevados en una sociedad capitalista. Esto no es una decisión política ni moral, sino el simple resultado del funcionamiento del mercado. Sin embargo, como tienen que volver a trabajar cada día y no viven sino de su propio trabajo, no dejan de ser trabajadores. Por ello mismo, un gobierno como el español, fiel y lúcido representante de los intereses del capital, ataca con toda violencia a los controladores aéreos, dentro de una ofensiva generalizada contra todas las categorías de trabajadores, pero, a pesar de todas las catástrofes que han originado y que siguen causando, deja en paz, cuando no favorece descaradamente desde un punto de vista fiscal, a los gestores de fondos financieros y a los banqueros, que en Islandia ya están, por cierto, en la cárcel.

PS. Quien no entienda en qué sentido o dirección evoluciona el reparto de la renta en nuestras sociedades, parece que no vive en este mundo y anda por los cielos de la abstracción. Para aterrizar, le recomiendo como controlador aéreo =por una tarifa cubana= al profesor Vincenç Navarro: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=102667

lunes, 6 de diciembre de 2010

Sueño de una noche de 6 de diciembre, día de la Constitución (Si en España hubiera una democracia)



"Y soñé que en otro Estado más lisonjero me vi"
Pedro Calderón de la Barca, La vida es sueño, Jornada  segunda, parte VI
(la pequeña modificación ortográfica del texto de Calderón es un lapsus cálami perfectamente voluntario)


Si en España hubiera una democracia, este podría ser el contenido de una página del Boletín Oficial del Estado:

"BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Núm. 298 Lunes 6 de diciembre de 2010 Sec. I. Pág. 101222
I. DISPOSICIONES GENERALES
MINISTERIO DE LA PRESIDENCIA
18683 Real Decreto 1680/2010, de 6 de diciembre, por el que se declara el estado de alarma para la normalización del sector financiero.

Los artículos 35, apartado 1, 47 y 50 de la Constitución española reconocen a todos los españoles el derecho al trabajo, a la vivienda así como a una pensión de jubilación digna. Dicho derecho está igualmente reconocido a todas las personas en los Tratados y Convenios Internacionales de los que España es parte.
Las circunstancias extraordinarias que concurren por la especulación masiva contra los títulos de deuda pública españoles como consecuencia de la situación desencadenada por el abandono de sus obligaciones por parte de la banca y los diversos servicios financieros, impiden el ejercicio del derecho fundamental mencionado y determinan la paralización de un servicio público esencial para la sociedad como lo es el sector del crédito, tanto al sector público como a la ciudadanía en general. Todo ello constituye, sin duda, una calamidad pública de enorme magnitud por el muy elevado número de ciudadanos afectados, la entidad de los derechos conculcados y la gravedad de los perjuicios causados.

Para recuperar la normalidad en la prestación del citado servicio de interés público y restablecer los derechos fundamentales de los ciudadanos, hoy menoscabados, y habiendo fracasado todos los intentos para poner fin a la situación de catástrofe pública existente, es indispensable proceder a la declaración del Estado de Alarma en orden a eliminar los obstáculos que impiden su segura y continuada prestación.
Las medidas que se contienen en el presente real decreto son las imprescindibles para hacer frente a la situación y resultan proporcionadas a la extrema gravedad de la misma.

En su virtud, a propuesta del Vicepresidente Primero del Gobierno y Ministro del
Interior, de la Ministra de Defensa y del Ministro de Fomento, y previa deliberación del
Consejo de Ministros en su reunión del día 6 de diciembre de 2010,
DISPONGO:
Artículo 1. Declaración del Estado de Alarma.
Al amparo de lo dispuesto en el artículo 4 apartado c. en relación con los apartados a.
y d. de la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio,
se declara el Estado de Alarma con el fin de afrontar la situación de grave perturbación de los servicios financieros.
Artículo 2. Ámbito territorial y material.
La declaración de Estado de Alarma afecta, en todo el territorio nacional, a la totalidad
de las entidades bancarias y crediticias, agencias bursátiles y financieras y todo tipo de intermediarios del ramo.
Artículo 3. Ámbito subjetivo.
Todos los agentes de entidades financieras pasan a tener, durante la vigencia del Estado de Alarma, la consideración de personal militar a los efectos de lo previsto en el artículo 10.Uno de la citada Ley Orgánica y en consecuencia, quedan sometidos a las órdenes directas de las autoridades designadas en el presente real  decreto, y a las leyes penales y disciplinarias militares, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 8.5 de la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre. cve: BOE-A-2010-18683#BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO 
Núm. 297 Lunes 6 de diciembre de 2010 Sec. I. Pág. 101223
Artículo 4. Licencias, habilitaciones y anotaciones.
Los agentes de los servicios financieros mantendrán todas las
facultades inherentes a las licencias, habilitaciones, anotaciones y certificados médicos de
que sean titulares, si bien ejercerán dichas atribuciones, en todo caso, bajo la organización
y supervisión del Ejército de Tierra.
Artículo 5. Duración.
La duración del Estado de Alarma que se declara en este real decreto es de quince
días naturales.
Artículo 6. Autoridad delegada del Gobierno.
El Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra y las autoridades militares que designe
adoptarán las decisiones pertinentes en cumplimiento de lo que dispone el artículo 3 del
presente real decreto.
Disposición transitoria única. Procedimientos en tramitación.
Los procedimientos a que se refiere el artículo 3 de este real decreto iniciados y no
terminados durante la vigencia del Estado de Alarma continuarán su tramitación, una vez
extinguido dicho Estado, con sujeción a la legislación laboral o administrativa.
Disposición final única. Entrada en vigor.
El presente real decreto entrará en vigor en el instante de su publicación en el «Boletín
Oficial del Estado».
Dado en la Embajada de España en Tegucigalpa, el 6 de diciembre de 2010.
FRANCARLOS R.
El Ministro de la Presidencia,
ROMÁN ARREGUI ROTOND"

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Nota importante: Los personajes de este pastiche llevan nombres parecidos a los de personas existentes, pero deben considerarse a todos los efectos personajes de ficción. Sólo se han mantenido estos nombres y las denominaciones de sus cargos, para contribuir al efecto de irrealidad aquí perseguido. En ningún momento hemos creído que los personajes reales casi homónimos fueran capaces de tomar una medida de este tipo. Todo parecido con la realidad es así mera ilusión, un posible ensueño de quienes creen que basta aplicar la constitución para cambiar las cosas. Ni siquiera una constitución republicana cambiaría nada esencial si no fuera acompañada de un cambio social radical de orientación anticapitalista. La Constitución española vigente tiene además otras caracterísiticas menos amables que el reconocimiento de boquilla -en un marco capitalista obligatorio- de los derechos a los que hace referencia el anterior pastiche. Para que el derecho sirva de algo, tiene que existir un más allá del derecho, unas correlaciones de fuerzas sociales que determinen el sentido y el modo de aplicación de las normas. Como sabían perfectamente Hobbes y Spinoza, una norma por sí misma no es más que palabras, lo esencial es quién la interpreta y cómo se aplica. La interpretación de la ley debe ser por lo tanto un derecho irrenunciable del soberano..Hoy por hoy, la constitución vigente es el estado de alarma declarado o latente.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Alarma de Estado: el plante de los controladores y la ficción de la soberanía




„Non est potestas Super Terram quae Comparetur ei
(No hay poder sobre la tierra que se le compare")
Job, 41,24
"Quien le echa un pulso al Estado pierde"
A. P. Rubalcaba







1.
La rabia con que cierta izquierda de tradición laborista (estalinista, eurocomunista o socialdemócrata) está respondiendo al conflicto de los controladores aéreos no sorprende. Su posición es la de la defensa de
los intereses residuales de un tipo de trabajador hoy minoritario (el trabajador con contrato indefinido del fordismo), muy en particular de los intereses particulares de sus representantes políticos y sindicales autoproclamados. Estas organizaciones pretenden enfrentar al trabajador modélico del fordismo con lo que hoy es ya la mayoría de los trabajadores: precarios, intermitentes, incluso parados, trabajadores cognitivos, domésticos, afectivos etc. Formas de trabajo todas ellas  que desconocen los límites de la jornada laboral y del centro de trabajo, pues corresponden a un trabajo difuso en el tiempo y el espacio. Cuando enfrentan a una auténtica "clase obrera" -en desaparición- con el trabajo social difuso postfordista, algunos de los representantes de la antigua clase obrera se convierten en los más preciados aliados del capital y de sus gobiernos en su lucha contra el proletariado realmente existente.

2. 
Los controladores aéreos son unos trabajadores de un tipo muy particular. Son fundamentalmente trabajadores de la atención, con una altísima responsabilidad sobre la seguridad y la vida de los viajeros.
Su tiempo de trabajo es a la vez dilatado (muchas horas de presencia), intermitente (necesidad de pausas para mantener la capacidad de atención necesaria) y sumamente intenso (atender a los movimientos
simultáneos de 60 aviones en Barajas...). En eso se asemeja, por ejemplo al de los intérpretes. Su fuerza de trabajo es por ello mismo una mercancía escasa en el mercado laboral. Por otra parte, su posición clave en el sistema de flujos de circulación rápida de mercancías y de personas les ha permitido presionar eficazmente para mantener y mejorar sus salarios (aunque en los último años, y particularmente en los últimos meses, ha aumentado su tiempo de trabajo con numerosas horas extras no voluntarias). La conjunción de estos dos factores explica que sus sueldos sean elevados. Sin embargo, el que sean bastante superiores a la media obedece también al hecho de que los salarios de la mayoría de los otros trabajadores llevan 30 años estancados, cuando no se han visto drásticamente cercenados. Tal vez, si se hubiera dado una progresión de los demás salarios en consonancia con la productividad del trabajo y la inflación, existiría ahora una diferencia menor entre los sueldos de los controladores aéreos y los del resto de la población asalariada.

Los controladores aéreos constituyen por consiguiente un ejemplo a seguir para todos los demás trabajadores. Ciertamente no corresponden al tipo genuino del "proletario con conciencia de clase", no son esos trabajadores de los que dice López Arnal en un artículo publicado en Rebelión que "cuando los trabajadores van a la huelga no lo hacen por no trabajar sino por hacerlo en condiciones dignas. Aspirando a ser tratados como seres humanos, no como piezas de un mecanismo diabólico e injusto.". Sería por lo tanto absurdo e indecente según el moralismo "laborista" que los trabajadores fuesen a la huelga por trabajar menos o por ganar mucho más, o para dejar de ser trabajadores y asalariados apropiándose de los medios de producción. Los controladores son por ello un muy mal ejemplo de indocilidad por parte de los trabajadores, desde el punto de vista del capital y sus gobiernos, pero también de las organizaciones que no tienen ninguna perspectiva que vaya más allá de la identidad obrera y de la "dignidad" del trabajo asalariado . De ahí que López Arnal se apresure a excluir a los controladores aéreos, cuya huelga califica de "huelga burguesa", del mundo del trabajo, pues: "no dan ninguna señal de querer pertenecer al movimiento obrero ibérico, de cultivar los ideales ilustrados de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Ellos no son obreros, son trabajadores especializados de cuello blanco; no se ensucian, no tienen nada que ver con los trabajadores de la construcción o con las trabajadoras de los call center." Afortunadamente, existen otras voces entre las organizaciones sindicales, que son capaces de evitar la trampa hoy tendida a los trabajadores.

3. 
La militarización de los controladores aéreos aprobada por el gobierno socialista no es, con todo, una sorpresa.  No sorprende el grado de docilidad, hija de la costumbre, con que se está aceptando el “golpe de Estado social” del gobierno del PSOE, quien, por primera vez depués de la muerte del fundador del actual ordenamiento político español, ha declarado un Estado de alarma para hacer frente a un conflicto laboral. No es esta, por cierto, la primera vez que la socialdemocracia española toma medidas radicales contra los trabajadores a fin de establecer condiciones más favorables para el capital. El gobierno de Felipe Gonzalez fue el reponsable de la mayor reestructuraciópn industrial de la historia reciente. En España la labor que en otros países desempeñaran Thatcher, Reagan o Pinochet corrió a cargo del primer partido de la “izquierda”. Su ministro de industria de la época, Carlos Solchaga, afirmaba, emulando el “enrichissez-vous” ("enriquecéos") de Thiers que “España es el país del mundo donde es más fácil hacer dinero”. Sin duda, lo era y lo es para quienes ya tienen mucho. Un general del ejército español llegó a explicar al autor de este blog en una conversación privada a principios de los 80 que, aun siendo de derechas, los militares estaban contentos con que el PSOE gobernase, pues una reestructuración industrial de esas dimensiones con un gobierno de derechas podría haber supuesto una revolución social. La cínica lucidez del general definía correctamenter la función del PSOE en la transición: hacer pasar como medidas progresistas las principales reformas neoliberales. Ya en los años 80, los responsables económicos del PSOE hablaban de los “privilegios” de los trabajadores. El más escandaloso era disponer de un empleo con contrato fijo y contra él se activó todo el aparato del gobierno y del partido con notable eficacia. Hoy, la mayor parte de los puestos de trabajo que se crean se rige por contratos a tiempo definido o por formas precarias de contractualidad. El resultado de esto es que, una vez declarada la última crisis, España fue el país que más puestos de trabajo perdió en menos tiempo y el que ostenta el récord absoluto de desempleo en la UE.

Aún así, la lucha contra los “privilegios” no había ido lo bastante lejos y el gobierno “progresista” de Zapatero ideó no ya salvaguardas contra el despido como correspondería a una socialdemocracia digna de ese nombre, sino subvenciones al despido en favor de las empresas...Además, para mantener debidamente intimidado al ya nutrido ejército de reserva de trabajadores que cuenta con la bonita cifra de 4.100.000 exponentes y sigue creciendo, el gobierno socialista español suprimió la ayuda de 460 euros para los parados sin subvención. Los mercados están ya más tranquilos, a la espera de lanzar la siguiente ofensiva depredadora contra los títulos de deuda del Estado español. En este contexto de denodada lucha del gobierno socialista contra los supuestos privilegios...de los trabajadores y en favor de los muy reales privilegios del capital, surgen el plante masivo de los controladores aéreos y las medidas de excepción del gobierno.

4. 
Las medidas de excepción, que se concretan en la declaración por quince días del Estado de alarma, se presentan como una firme toma de control de la situación por parte del ejecutivo español en nombre de la defensa de los usuarios frente a un colectivo profesional priviluegiado e irresponsable y del mantenimiento de la buena imagen exterior del país. Rubalcaba resumía el espíritu de las medidas con la energía de un nuevo Fraga Iribarne: "quien le echa un pulso al Estado pierde". Atacando a los controladores aéreos, el gobierno tiene la seguridad de ganarse la simpatía de los usuarios, pero también la de la izquierda laborista y fordista, para la cual el resentimiento contra un colectivo "privilegiado" hace las veces de conciencia de clase; de una muy peculiar conciencia de clase que se traduce en un patriótico llamamiento a arrimar el hombro junto a la patronal y el gobierno para recuperar el crecimiento y el empleo. El terror provocado por la militarización y el estado de alarma ya ha permitido "normalizar" la situación de los aeropuertos, aun a punta de pistola. Es ciertamente un resultado apreciable. Otro es la lección que por anticipado se emite a quienes pretendan bloquear los flujos de transporte y comunicación esenciales para el funcionamiento del capitalismo postfordista. La próxima huelga general que intente bloquear el conjunto del espacio social metropolitano puede recibir una respuesta particularmente firme.

Con todo, mediante esta exhibición de "fuerza", el gobierno español intenta ocultar con gesticulaciones su apabullante debilidad. Debilidad ante el capital español e internacional que se expresa en sus varias series de concesiones para "calmar a los mercados": reforma laboral, reducción de los sueldos en la función pública, privatizaciones, subsidios al despido, eliminación de ayudas a los parados, y próximamente, si nadie lo evita, una brutal reducción de las pensiones. Todas estas medidas son en principio contrarias a la supervivencia de un gobierno socialdemócrata, salvo que este haya optado clara y definitivamente por una tercera vía semejante a la de Tony Blair en el laborismo británico, consistente en prescindir cada vez más de un voto obrero y popular que se dirige a la abstención o a la extrema derecha, en favor de una competición con los partidos conservadores  por el voto del electorado tradicional de la derecha. Para ello es importante dar una impresión de fuerza del Estado, de ejercicio de la soberanía, pues, nuestros socialistas saben perfectamente que, como afirmaba el gran jurista -y deleznable cómplce del nazismo- Carl Schmitt: "Soberano es quien decide sobre la situación de excepción" (C. Schmitt, Teología política). Decidir sobre la situación de excepción es hoy reconocer la peligrosidad del "mal ejemplo de los controladores" para el conjunto de la población y tomar las medidas de excepción correspondientes.

Como, por otra parte, el ejercicio de la soberanía frente a los intereses de los poderes financieros es estrictamente imposible si se aceptan  las condiciones del capitalismo mundializado, la actuación "soberana"debe desplazarse a un objetivo menos peligroso. De momento, intervención soberana que restablece el orden legal y constitucional se ejerce sobre los controladores aéreos e indirectamente sobre el conjunto de los trabajadores del Estado español. De esta manera, ese triste apéndice del capital globalizado que es el gobierno de España puede permitirse lucir un poco creíble disfraz de Leviatán, afirmándose como soberano allí donde ya no pueden ejercer ni el ejecutivo ni ningún otro de los poderes del Estado la más mínima soberanía efectiva. Lo que ocurre es que todo tiene sus límites y que no es posible militarizar al conjunto de la sociedad, ni gestionar la fuerza de trabajo mediante el simple terror dentro de un régimen postfordista en que el tiempo y el espacio del trabajo y por consiguiente el tiempo y el espacio del conflicto y del bloqueo de los flujos mercantiles cubre el conjunto de la sociedad. A lo mejor, con un poco de suerte, Julian Assange ha introducido algún "secreto de Estado" del gobierno español en su florilegio de chismes:de Wikileaks esto quizá pueda regalar alguna escama al lamentable disfraz del patético Leviatán hispánico.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Wikileaks: ¿Existe un -obsceno- secreto del poder?



"Nec sic incipies, ut scriptor cyclicus olim:
"Fortunam Priami cantabo et nobile bellum".
Quid dignum tanto feret hic promissor hiatu?
Parturient montes, nascetur ridiculus mus."
Horacio, Arte poética
                                        
    
(Ni tu exordio ha de ser tan retumbante
como el de cierto autor necio y pedante:
"De Príamo en su propia infausta tierra
la suerte cantó y una noble guerra".
Ilustre exordio si el autor no cesa 
de dar el lleno todo a su promesa.
Mas ¿qué sucede? Atiende. Dan bramidos
con dolores de parto conmovidos
los montes elevados,
las cumbres, los peñascos, los collados,
y, al cabo de su grande emoción,
parieron un ratón.)
1.
La última gran filtración de Wikileaks se nos ha presentado en los principales medios de comunicación  como un acontecimiento sin precedentes y con gravísimas repercusiones sobre la política internacional y en concreto sobre las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con sus "aliados". La Secretaria de Estado norteamericana no ha dudado en calificarla de "atentado contra la comunidad internacional", mientras que en el Congreso de los Estados Unidos han llegado a oirse voces que calificaban de terroristas al responsable de Wikileaks, Julian Assange y a sus colaboradores. Por otra parte, numerosas voces progresistas se han apresurado a felicitar a Wikileaks por su contribución a la "transparencia" y su servicio a la "democracia". Sin embargo, basta atender a lo que se nos sirve en bandeja en los periódicos que han tenido el privilegio de recibir la información filtrada, por ejemplo en el País de los dos últimos  días de noviembre, para comprobar que los pretendidos secretos que iban a hacer temblar los cimientos del mundo no son para tanto y que la mayoría de ellos eran de sobra conocidos desde hace mucho tiempo. 

La montaña, como en la fábula, parió un ratón. Descubrimos a estas alturas que Berlusconi organiza orgías o contrata a prostitutas o que Sarkozy es arrogante o Putin autoritario o que las autoridades españolas han frenado las investigaciones de los crímenes de guerra norteamericanos. No tardaremos en descubrir con Wikileaks que una extensión de agua cuyo nombre secreto es "Mediterráneo" separa África de Europa. El contenido de las filtraciones recuerda el chiste del escritor francés Régis Hauser quien descubría con sorpresa: que "debajo de su ropa, todas las mujeres están desnudas". ¡Gran escándalo! ¡Tremenda obscenidad por fin descubierta gracias a la perspectiva del mirón! Desnudar a las mujeres con la palabra y la mirada es suponer que debajo de la ropa se encuentra el preciado (y obsceno) objeto del deseo, la verdadera causa de éste. De modo similar, quienes alaban las hazañas de Assange y Wikileaks, suponen que existe una verdad del poder debajo de los secretos que destapan. En eso, coinciden, quizá sin saberlo con una vieja tradición del pensamiento político europeo que situaba el resorte fundamental del poder en los "arcana imperii", es decir en unos misteriosos y secretos principios de la razón de Estado al margen de la moral y de la comprensión del vulgo. Los secretos del Estado moderno se nos presentan así como unos "arcanos", como los principios ocultos  -y posiblemente inmorales y violentos- de un poder cuya justificación oficial pretende ser, sin embargo, de orden jurídico, moral o teológico.

2.
La teoría política de los arcana tiene su correlato y complemento "contestarario" en las teorías de la conspiración, teorías éstas que pueden expresarse desde posiciones de derecha o de izquierda, pero cuyo esquema fundamental es de una invariable monotonía. Son exponentes de esta teoría: la conspiración de los jesuitas contra las monarquías europeas, la conspiración de los judíos "descubierta" con la publicación -en realidad fabricación- de los Protocolos de los Sabios de Sión por la policía secreta zarista y "redescubierta" por los nazis, quienes volvieron a publicar ese infame panfleto junto a una plétora de textos antisemitas, la "sinarquía" que tanto el régimen de Vichy como el populismo peronista consideraban su más peligroso enemigo, el complot judeo-masónico de Franco o, ya desde la "izquierda", la "mentira" del 11 de septiembre, la conspiración de Bilderberg, la conjura del capital financiero contra el "buen" capital productivo etc. Umberto Eco les dedicó un divertido libro titulado "El péndulo de Foucault" que valdría la pena releer hoy. La estructura de todas estas "teorías" es siempre la misma: existe un grupo más o menos numeroso de personas (una religión, una secta, una raza, una sociedad secreta) que no para de maquinar para apoderarse del poder en el mundo entero y, para eso, sin escrúpulo moral alguno, manipula ocultamente los hilos del poder oficial y legítimo. Los defensores de estas "teorías" suelen afirmar que ellos  conocen sestos "secretos" y que "a ellos no los engañan". Tal fue el caso de Hitler que, pretendiendo "conocer" el plan judío para apoderarse del poder, organizó una conspiración para contrarrestarlo, conspiración cuya estructura visible era el partido nacional-socialista, partido conocido por su magistral uso del doble lenguaje y de la verdad mentirosa, pero también por el estricto secretismo con que tomaba sus decisiones. Hitler pretendía haber visto lo que se escondía debajo del poder, haber descubierto que el poder es sólo una sucia trama para engañar y dominar a la gente y actuó en consecuencia. 

3.
Las teorías de la conspiración, con sus pretendidos descubrimientos, encubren, sin embargo algo esencial. En el fondo, quienes creen que el poder se basa en secretas conspiraciones compiten en ingenuidad y optimismo con quienes piensan que el poder tiene un fundamento legítimo, moral o jurídico. Ambos bandos comparten una misma problemática: piensan que el poder en una sociedad de clases podría ser justo y legítimo si no estuviera manipulado por los conjurados y que basta desvelar y vencer la conjura para restablecer un orden basado en la legalidad y los derechos. La utopía del Estado de derecho es el horizonte insuperable de ambas posturas. Merced a esta utopía el ser de la sociedad de clases y del antagonismo se oculta bajo las apariencias morales y jurídicas de la "injusticia" y el "abuso".

Esta identidad de posición de ingenuos y suspicaces obedece a un mecanismo fundamental del poder moderno. El poder del Estado moderno pone a quienes a él están sometidos ante una exigencia contradictoria: por un lado pretende que se dé fe a su legitimación oficial en términos jurídicos, morales o religiosos, pero, por otro, conserva siempre una dimensión oculta, una dimensión de secreto que se presenta a sí misma como una salvaguardia del margen de decisión del soberano. En cierto modo, el poder exhibe y proclama el hecho de que oculta algo. Soberano no es sólo quien promulga la ley y a ella se somete, sino también - y, según Carl Schmitt, sobre todo- quien desde el propio derecho en que se funda su soberanía puede con toda legitimidad suspender las leyes, poniéndose a sí mismo fuera de la ley conforme a la ley. Tal es la paradoja de los poderes de excepción. El secreto como exigencia de la práctica de gobierno abiertamente reconocida e incluso inscrita en la ley permite articular la exigencia de legitimidad jurídica con la necesidad de una actuación al margen de la ley. 

Tal era al menos la doctrina oficial que justificaba los secretos de Estado. La política adquiría de este modo en el Estado moderno, una dimensión misteriosa y casi mágica. Los golpes de Estado (Gabriel Naudé, 1600-1653) se presentan como esos actos ilegales e imprevistos que realiza el propio soberano para restablecer el orden político o para establecer un orden nuevo. Son actos que se comparan con la acción milagrosa de Dios sobre la naturaleza. Junto a un mundo físico donde el milagro había desaparecido gracias a la física galileana y a sus desarrollos cartesianos, subsiste un espacio para el prodigio, no ya en la naturaleza sino en la política. La creencia en los milagros cambia de terreno, pero no por ello resulta menos imaginaria. De lo que se trata en la doctrina de los "arcana imperii" o en general en las teorías de la soberanía es de sustraer al soberano al orden común de la naturaleza y, casi, a la propia naturaleza humana. No es casual que las primeras formulaciones modernas de la economía política con Montchrestien y, posteriormente, los fisiócratas, pertenezcan a este mismo período de fundación y afianzamiento del Estado absolutista, pues de lo que se trata en la economía política es de separar claramente un espacio "económico" de regulación de la sociedad que se presenta como natural y sólo necesita del soberano  que éste lo deje funcionar con plena libertad conforme a sus propias leyes "naturales", y otro espacio, propiamente político, que no corresponde  ya a la necesidad natural, sino a la decisión absoluta del soberano.  El secreto es en este contexto una tramoya teatral en la que se escenifica el carácter supuestamente "sobrenatural" de este  poder supuestamente capaz de una decisión absoluta . En cierto sentido, es un dispositivo teológico-político que genera, más allá de las relaciones sociales efectivas, la ilusión necesaria del Estado soberano. Creer en el secreto, aceptar su necesidad, es cerrar los ojos sobre la violencia del poder, pues sólo de ese modo es posible creer en un poder con un fundamento legítimo, en la legalidad autofundante del Estado de derecho. No de otra manera, las teodiceas permiten, aludiendo a los insondables designios de Dios y a sus fines impenetrables, conciliar la bondad y la omnipotencia divina con la existencia del mal.

4.
El secreto de Estado parece constituir una necesidad para el funcionamiento del poder. Sin embargo, lo que las filtraciones de Wikileaks nos revelan es algo bastante más importante que su contenido manifiesto: la función esencial que desempeña la creencia en el secreto de Estado en los propios dispositivos ideológicos en que se fundamenta la idea de soberanía. El secreto, en términos de Louis Althusser, sería un componente fundamental de la "ideología de Estado". Hoy día no importa que el contenido de un secreto sea secreto. Una vez que la invasión de Afganistán se aprobó en la ONU en flagrante violación de la Carta de esta organización, o que la invasión de Iraq se decidiera con luz y taquígrafos en el Congreso y en el gobierno de los Estados Unidos, o en el gabinete de José María Aznar, una vez que el gobierno de los Estados Unidos ha legalizado la tortura y encubre con descaro la colonización sionista en Palestina, ¿qué cosa aun más grave podría ocultarse? Todos estos actos constituyen crímenes gravísimos: las dos invasiones aludidas  son actos de guerra de agresión, actos idénticos a los que llevaron a la horca en Nuremberg a los jerarcas nazis. En cuanto a la tortura, es un delito internacionalmente perseguible y gravemente penado. Los mencionados actos fueron realizados con plena publicidad y, gracias al aparato ideológico número 1 del actual Estado capitalista, los medios de comunicación, quedaron hasta hoy impunes. En esta misma línea, Berlusconi modifica abiertamente mediante su mayoría parlamentaria la legislación de su país para evitar penas de cárcel. 

Nadie se esconde, nada se esconde. Berlusconi se jacta de sus conquistas sexuales mercantiles, Bush de sus crímenes de guerra, Aznar de su complicidad en lo que el tribunal de Nuremberg calificó como el "mayor de todos los crímenes"... Sorprende así que, caído el velo del secreto y expuesta la desnudez de este poder nudista o incluso exhibicionista con las filtraciones de Wikileaks, siga produciéndose un escándalo. Es que el objeto del escándalo no son los actos criminales de los gobernantes, sino el descubrimiento profundamente subversivo de que estos no tienen nada que ocultar. Con la hoja de parra del secreto cae un aspecto importante de la legitimación del poder moderno, precisamente la idea de que existe una dimensión oculta y arcana en la que se mueven los gobernantes y que poco tiene que ver con la de los simples mortales. El  poder ya no es un arte oculto basado en "arcanos". Por por eso mismo le resulta indispensable imponer por todos los medios no ya la ilusión del secreto, sino la forma exterior de esa ilusión. Es algo que ya hace por otros medios el Estado nación globalizado imponiendo muros visibles e invisibles en sus fronteras y dentro de su territorio: esos muros no paran gran cosa, pero disimulan la inmensa merma de soberanía que han experimentado los Estados. Son más que un instrumento represivo, un elemento de mistificación. Del mismo modo que los musulmanes rigoristas velan a la mujer para ocultar la más tremenda de todas las verdades: que no hay gran cosa que ocultar o, mejor dicho, que la causa del deseo sólo se manifiesta como tal cuando se oculta, los gobernantes del capitalismo tardío unen a la obscenidad pública y notoria de sus actos la imposición de un velo de secreto que muestra esos actos como regidos por razones ocultas. De ese modo, el crimen y la corrupción cotidianos pueden legitimarse como algo en el fondo sublime, digno de ser respetado e incluso deseado por los súbditos.

5.
Frente a la mistificación que representa ese renacer del secreto de Estado, sólo cabe el más estricto rigor materialista: negar al poder todo carácter sublime o teológico, reconocer en el secreto de Estado o en los muros, no sólo dispositivos de protección o de represión, sino auténticos aparatos ideológicos. Es esencial, para quien quiera actuar contra el capitalismo y sus aparatos de Estado nacionales o imperiales, deshacer la consistencia imaginaria del Estado y de la soberanía con todo su secreto y su pretendido misterio, reconociendo la realidad efectiva del poder como un entramado móvil de correlaciones de fuerzas en el que nunca existen un soberano omnipotente y unos súbditos impotentes, sino una potencia de la multitud que siempre ya resiste a un poder que pugna por imponerse. Para entender las relaciones de fuerza que constituyen el poder y determinan el grado de potencia efectiva de las posibles resistencias, no basta que se revelen muchísimos datos aparentemente escandalosos: la realidad del poder no está en ningún dato, sino en la fórmula de las correlaciones de fuerza de cada coyuntura. Para determinarla y poder aprovechar datos como los de Wikileak y una infinidad de otros datos que nunca estuvieron ocultos no podemos ni debemos contar con revelaciones, sino con el lento trabajo de la producción de conceptos adecuados.