jueves, 16 de diciembre de 2010

COMUNISTAS SIN COMUNISMO (respuesta muy parcial a Santiago Alba y otros polemistas amigos)




(El presente artículo constituye una respuesta al artículo de Santiago Alba titulado "El trabajo social difuso y la piscina de chocolate" (La polémica entre John Brown y Salvador lópez Arnal) publicado en Rebelión el 14.12.2010)  

  




"während die kommunistische Revolution sich gegen die bisherige Art der Tätigkeit richtet, die Arbeit beseitigt     und die Herrschaft aller Klassen mit den Klassen selbst aufhebt, weil sie durch die Klasse bewirkt wird, die in der Gesellschaft für keine Klasse mehr gilt, nicht als Klasse anerkannt wird, schon der Ausdruck der Auflösung aller Klassen, Nationalitäten etc.
(Karl Marx, Die deutsche Ideologie, I, B, 3)
(al paso que la revolución comunista está dirigida contra el modo anterior de la actividad, elimina el trabajo y suprime la dominación de las clases al acabar con las clases mismas, ya que esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades etc., K. Marx, La Ideología alemana, I, B, 3) 


I.

La izquierda es hoy presa de lo que Spinoza denominaría sus “pasiones tristes”, esto es de aquellas que disminuyen su capacidad de actuar, pues no es otra cosa la tristeza que “el paso de una mayor a una menor perfección”(Ética III, escolio), siendo la perfección riguroso sinónimo de la potencia o capacidad de obrar. Incapaz de comprender en qué consiste la propia potencia de los trabajadores, la izquierda sigue fiando la emancipación a instancias que saben: el partido, el Estado, determinados pensadores comunistas o marxistas etc. Instancias, por lo demás, que han sufrido una catastrófica derrota política, organizativa, ideológica y goestratégica. La posibilidad de que en el propio proletariado actualmente existente pueda encontrarse, a pesar de esa derrota, una potencia subversiva y a la vez constituyente debe, según esta izquierda triste, descartarse sistemáticamente: la derrota es el único horizonte, la nostalgia del “socialismo” o aun del keynesianismo-fordismo, el único proyecto, pues, para ellos, el proletariado, como el pueblo de Hobbes, sólo existe en tanto que representado por el Partido o por el Estado. Cuando por una serie compleja de motivos que no puede caracterizarse (sólo) como una derrota, esa representación se hunde, las izquierdas mayoritarias -hoy el calificativo parece irónico, cuando su apoyo social y electoral se ha esfumado casi por completo- consideran que es el proletariado el que se ha hundido. ¿No se les pasa por la cabeza que ese proletariado podría perfectamente vivir sin las izquierdas y sus organizaciones derrotadas y derrotistas, sin el capital y sin el Estado, sin todo lo que hace de los trabajadores un proletariado? ¿No pueden comprender que la finalidad de quienes viven en una condición de opresión -y la proletaria no es otra cosa- no puede ser convertirla en una esencia en la que perseverar?

II.
Digámoslo claramente: hoy, quien es proletario quiere dejar de serlo, no, ser un proletario “digno” en un marco fordista o socialista. Por eso ha podido ser engañado por Thatcher, Blair, Berlusconi, Felipe González y otros buitres del neoliberalismo que le ofrecían cambiar de condición para pasar a ser ser empresario, capitalista, inversionista etc. Desde luego, todo ello era parcialmente mentira, pero nos ha instalado en una situación en la que la lucha por unas condiciones de trabajo decentes en el mercado y en la empresa capitalista se ve gravemente obstaculizada; pues la segunda cara “capitalista” de ese nuevo Jano bifronte que es el propio trabajador nos lo presenta como accionista de un fondo de pensiones o de un fondo de inversión cuya exigencia de rendimiento es radicalmente contraria a cualquier reivindicación obrera. Incluso cuando no es accionista de nada de eso, tiene también una existencia financiera mínima como deudor, en la medida en que le corresponde una parte de la deuda pública del Estado y tiene que dar pruebas de "responsabilidad". En estas condiciones, el trabajador se convierte en explotador de sí mismo, como siempre quisieron los teóricos de las distintas familias del neoliberalismo, tanto los “ordoliberales” alemanes como los neoliberales de Chicago. El trabajador se encuentra hoy entre la sartén y las ascuas debido a su interna división. Antes, también lo estuvo, pues su voluntad de abandonar la condición proletaria también se vio secuestrada, no ya por el capital, sino por el Estado, el keynesiano-fordista en Occidente o el socialista en el Este; Estado para el que el trabajador era ciudadano a condición de ser un proletario representado por sus partidos y sindicatos. En ambos casos, el Estado funcionó como una formidable máquina de reproducción y de perpetuación de la condición proletaria. Hoy, la participación de los trabajadores en el mercado de capitales como titulares de valores, aunque sean los de sus fondos de pensiones, también mantiene atenazada la voluntad de liberación.

III.
La expropiación de los comunes por el Estado en favor de una propiedad pública no es en este sentido más virtuosa que la que la propia fuerza del Estado lleva a cabo en favor de la propiedad privada y, por mucho que se hayan degradado las condiciones de vida en Europa occidental y los Estados Unidos, todavía falta mucho para que alcancemos el nivel de escasez y de cochambre que se conoció en la Europa socialista. En cualquier caso, considerar que la única alternativa existente es la que opone lo público estatal a lo privado y hacer un canto nostálgico a lo público estatal es ignorar la posibilidad real de un modo de organización de la producción y la distribución basado en el libre acceso a los comunes y la posibilidad real de una comunidad cuya integración no sea efecto del derecho ni de la violencia estatal. A todo esto debe renunciarse, según los vates negros de esta izquierda necrófila, pues la derrota y la muerte son el único horizonte legítimo para los puros. 

Afortunadamente, entre los que no son tan puros y supieron considerar que las derrotas de las organizaciones y las experiencias políticas son algo posible y necesario en la siempre incierta y difícil lucha por el comunismo está un tal Karl Marx de quien decía Broja con su onsondable mala leche que es un autor poco leído entre los marxistas españoles. Ni la derrota de la Comuna de París, ni el fin de la Primera Internacional fueron para Marx motivo suficiente para instaurar un culto nostálgico del pasado, visto como un tiempo mítico en que el mundo tenía sentido. Como militante comunista y como pensador, Marx continuó a través de las derrotas explorando el mundo real, las transformaciones del capitalismo ya impuestas en su época por la resistencia obrera, y teniendo en cuenta sobre todo las fuerzas, la potencia real, el movimiento real que, desde dentro del capitalismo impulsaba su transformación y tal vez permita su superación. Casi todo es posible para un racionalismo materialista exigente como el de Marx, casi todo menos, como diría Althusser “contarse cuentos” (“se raconter des histoires”), aunque estos cuentos tengan la belleza épica de las leyendas fundacionales o la pregnancia ontológica del dreamtime, el “tiempo de los sueños” de los aborígenes australianos.

IV.
En este contexto de nostalgia y luto permanente, se victimiza al trabajador, que debe ser “protegido” de las fuerzas del mercado...por el derecho y el Estado que fundan y reproducen ese mismo mercado. Las actuales transformaciones del capitalismo se entienden como puras y simples derrotas de una clase obrera que habría conocido su edad de oro durante el período que media entre el fin de la segunda guerra mundial y el final de los años 70.  Este período es denominado “fordismo”por los economistas de la “escuela de la regulación” (Aglietta, Boyer etc.) -que adoptan parcialmente la problemática y la terminología de los marxistas autónomos (Tronti). El fordismo está inicialmente asociado a la fórmula de gestión empresarial inaugurada por Henry Ford en la industria del automóvil y que se basaba en una intensa uniformización y racionalización de los procesos de producción, una división racional de las tareas productivas tendente a su máxima simplificación (Taylorismo) y por otra parte, en una combinación de disciplina de fábrica y de paternalismo social. El trabajador fordista es un trabajador con un nivel salarial comparativamente elevado, pues tiene que poder ser, en la concepción del propio Ford, el primer y principal cliente de la empresa. El fordismo, combinado a nivel macroeconómico con el keynesianismo, que pretendía aumentar la demanda interna solvente mediante el desarrollo del gasto público, fue la clave de los treinta años de mayor crecimiento en Europa y los Estados Unidos (1945-1975).

V.
El postfordismo es la forma de regulación del capital que sucede al fordismo-keynesianismo cuando éste sucumbe a lo que la Comisión Trilateral designara como “ingobernabilidad”, esto es a la coincidencia de una fuerte ofensiva obrera en la metrópoli que sitúa los salarios en zonas peligrosas para la acumulación capitalista y la liberación de los países del tercer mundo que hace multiplicarse los precios de las materias primas. En estas condiciones, la tasa de ganancia peligra, pero también el orden social fordista cuestionado por una ola de revueltas sociales protagonizadas por la juventud contra la disciplina de fábrica y las distintas disciplinas del Estado. Ese doble fenómeno de valorización acelerada de la fuerza de trabajo y de revuelta contra el orden laboral y político establecido queda emblematizado por el significante “mayo del 68”, por mucho que el proceso real cubre países tan distintos como Francia, Italia, Checoslovaquia, Polonia, China, los Estados Unidos etc. y tiempos bastante más dilatados, sobre todo en Italia donde se habla de un “mayo largo” que dura diez años o en Alemania donde arrastran los fenómenos de contestación hasta bien entrados los 70. El terrorismo (de Estado) pondrá fin a los procesos italiano y alemán; los demás serán liquidados mediante la cooptación de los dirigentes autodesignados de los movimientos y mediante una recuperación capitalista de sus objetivos de liberación respecto de la condición proletaria. 

Las distintas derechas (socialdemócratas y eurocomunistas incluidos) han podido hacer así  bandera de lo que fueran objetivos anticapitalistas radicales y recuperar para sí un lenguaje libertario, del mismo modo que los termidorianos y bonapartistas pudieron en su momento adueñarse de los significantes de la revolución francesa o los stalinistas de los símbolos de la revolución de octubre. El neoliberalismo, como ideología económica del postfordismo se nutre hipócritamente de numerosos temas de la revuelta proletaria contra la forma fábrica y la forma Estado cuando propugna que se acabe con la preponderancia del Estado (“big government”). Hipocresía, puesto que nunca ha sido el Estado tan fuerte, ni el gasto público se ha disparado de manera tan vertiginosa como en el neoliberalismo. La particularidad del neoliberalismo no es que haya menos Estado -hay que ser un ingenuo nostálgico del fordismo para créerselo- sino que un Estado enormemente reforzado redistribuye la riqueza en sentido inverso al del Estado keynesiano cuando estaba sometido a la presión obrera. La transferencia de riqueza se produce hoy básicamente de abajo a arriba, pues no sólo se reducen los salarios, sino que las prestaciones sociales de todo tipo se recortan y se favorecen los rgímenes fiscales regresivos (impuestos indirectos, IVA) sobre las formas de imposición progresivas ligadas a la riqueza. Al mismo tiempo, el gasto militar, el gasto público en represión o en exhibición de la potencia represiva, la subvención pública a los capitales privados, cuyos últimos grandes episodios han sido el “rescate de los bancos” y el “rescate de los países endeudados” (Grecia, Irlanda, Portugal...etc.) han hecho crecer considerablemente el endeudamiento público sin la más mínima repercusión sobre el bienestar social.

No es que no exista hoy el Estado protector, pues el Estado es más fuerte y prepotente que nunca y también más protector, pero a quien protege en la actualidad, de manera casi exclusiva es al capital y a los accionistas e inversores frente a los riesgos de pérdidas. Si, en el período anterior, la acumulación de capital pudo basarse en el desarrollo de una demanda solvente mediante la protección de los salarios directos e indirectos, hoy en lo que se basa es en el fomento del beneficio privado como fuente también de demanda solvente. Es útil leer los análisis de Brenner para comprender la enorme función de la especulación inmobiliaria y bursátil en el mantenimiento de la demanda en países como los Estados Unidos. La especulación y el crédito fácil -convertido a su vez en objeto de especulación de riesgo- permitieron a la clase trabajadora norteamericana y en parte a la europea acceder a niveles de consumo incompatibles con unos ingresos laborales estabilizados o decrecientes. Con ello vemos que la lucha por la valorización de la fuerza de trabajo puede tener escenarios ditintos del fordista-keynesiano-socialista.


VI.
Dicho esto, puede entenderse mejor que considere demagógico y ridículo que se me declare “partidario” del postfordismo o se me atribuyan memeces como el haber afirmado que existe una oposición entre “fordismo y laborismo” (cf. el texto de SA:”John Brown opone “postfordismo” y “laborismo” de una manera ideológicamente interesada y por ello poco rigurosa”). Yo no puedo haber opuesto postfordismo y laborismo, porque nadie que sepa un poco lo que dice puede hacerlo. El postfordismo, al igual que el fordismo son modos de regulación del capitalismo, son realidades sociales; el “laborismo” es, en cambio una ideología conforme a la cual la ciudadanía se basa en el trabajo (la idea de una república de trabajadores) y que considera el propio trabajo como una dimensión antropológica transhistórica. Confesaré que soy tan fervoroso partidario del postfordismo como puedo serlo del capitalismo o de la ley de la gravedad. De un modo de producción o, dentro de él, de un modo de regulación, no se es partidario ni se deja de serlo; de lo que se trata es de que la hipótesis formulada corresponda o no a la realidad.

Que la lucha de clases tiene un papel fundamental en el advenimiento del postfordismo me parece evidente, basta para comprobarlo leer los ya aludidos textos de la Trilateral de los años 70 sobre la crisis de la democracia. Una vez que la lucha de clases y, en particular la resistencia obrera en el fordismo y al fordismo queda descartada como hipótesis explicativa, sólo queda buscarle un sujeto a la historia: una vez se abandona el terreno de la explicación materialista, hay que buscar culpables, traidores, encarnaciones del mal. “Asilos de la ignorancia” diría el maestro Spinoza. Sin embargo, en la historia real no hay culpables ni pecadores, porque tampoco hay mérito ni virtud, lo que hay son fuerzas sociales enfrentadas y los resultados de su lucha. Resultados complejos, pero en ningún caso desesperantes para un comunista, entre otras cosas, porque sólo se alcanza un planteamiento materialista realizando un gran esfuerzo por abandonar la esperanza y el temor, la alabanza y el vituperio. 

Hacer culpable a la gente real que vive en este mundo postfordista -que a mí tampoco me gusta- de no llegar a ser un fantasmagórico “sujeto histórico” revolucionario es no querer explicar nada, no querer ver nada, en realidad no querer hacer nada más que complacerse en la derrota. O la revolución la hace la gente que, aquí o en el tercer mundo, bebe Coca Cola, calza Adidas o Nike, consume no sé qué y no sé cuántas porquerías, y se hace todavía ilusiones respecto de su posible salida capitalista del proletariado, o no la va a hacer ni Dios. Tal vez sea ese profundo desprecio de la izquierda nostálgica -¿o tal vez fuera mejor llamarla melancólica en el sentido preciso de Freud?- por una población real que considera vendida al capitalismo, el que motive la respuesta tan negativa que esta misma población da a las poco tentadoras propuestas de regreso al fordismo (en sus variantes más liberales o más socialistas) que le presenta la izquierda mayoritaria. Cuesta entender qué ganarían con ello las mayorías sociales, aunque se entiende mejor qué podrían ganar las organizaciones de la izquierda o, incluso, los posibles jerarcas de Estados que se autoproclamaran postcapitalistas por haber confiado al Estado la gestión del capital y la reproducción de la condición proletaria.

Que no se pretenda que los distintos movimientos de transformación social que están en curso en América Latina -la ya añeja revolución cubana incluida- son retornos a ese añorado modo de regulación. Si lo hubieran sido, cosecharían hoy los mismos éxitos que nuestras izquierdas laboristas europeas. Lo que tiene lugar en América Latina es un proceso de gran complejidad, pues, por un lado -como ocurrió ya en Cuba en el 59- se ha puesto término al Estado colonial racista y semiesclavista sustituyéndolo por formas de democracia que incluyen a toda la masa de los antiguos excluidos, pero por otra parte, en países como Bolivia o Venezuela la actuación misma del Estado no lo explica todo ni mucho menos. Sin la pujanza de los movimientos sociales que apoyan estos procesos, ni Chávez ni Evo Morales estarían gobernando: en cierto modo, estos países son “quilombos” a gran escala donde lo único que está claro es la voluntad de las mayorías sociales indígenas y mestizas de no volver a sumirse en la nada. Afortunadamente, los ropajes jurídicos y constitucionales visten la rebelión pero no la apagan. El futuro está abierto y ciertamente, su horizonte no es el (re)establecimiento del fordismo. En cuanto al uso del término “socialismo”, puede decirse con Fidel Castro que designa aquello “que no sabemos cómo se hace”, esto es el problema político abierto de la salida del capitalismo y del Estado burgués, el único verdadero problema político de nuestro tiempo, el del paso al comunismo.

VII.
Es imposible aquí responder a la multitud de cuestiones que plantea en su artículo Santiago Alba. Supongo que, a la mayor parte de ellas responderé en la recensión del interesantísimo libro de nuestros comunes amigos Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, El orden de El Capital cuya redacción estoy interrumpiendo para escribir estas páginas. Sin embargo debo contestar a la siguiente afirmación de Santiago Alba: “a John Brown este “estallido de las formas de trabajo y contractualidad”, con todos los sufrimientos concretos aparejados, no sólo no le espanta sino que de algún modo le entusiasma;” . A mí me entusiasma tan poco la condición proletaria del postfordismo como la del fordismo. Lo que no entiendo es que mis amigos con los que aquí intento debatir no comprendan los “sufrimiento concretos” de la disciplina de fábrica y del despotismo interno -y aún externo: Henry Ford era un admirador y financiador de Hitler, cuyo régimen se inspiró también en parte del fordismo- que entraña el modo de gestión inaugurado por Ford. No erijo en valor ninguno de los dos modos de regulación del capitalismo y considero tarea fundamental de los comunistas suprimir las regulaciones de la condición proletaria que respectivamente les corresponden, junto con la propia condición proletaria. Tampoco creo que la inmersión en piscinas de chocolate sea un gran placer, ni que la abolición del trabajo preconizada por Marx (“Die Beseitigung der Arbeit”) sea otra cosa que la abolición del trabajo en el sentido que este tiene en el capitalismo, a saber, utilización de la mercancía fuerza de trabajo. La actividad productiva socialmente organizada será siempre necesaria para una especie que no está compuesta por ángeles y debe perseverar en su esencia mediante un constante esfuerzo, lo cual no significa que esta actividad productiva esté condenada a coincidir con la utilización de la fuerza de trabajo integrada en el capital como capital variable por una instancia de control del capital, sa esta estatal o privada. No creo que ninguna forma de Estado sirva para abolir la condición proletaria, ni siquiera un quimérico Estado de derecho socialista en que se respetara escrupulosamente la independencia civil del trabajador basada en el trabajo. Unos comunistas cuya perspectiva última es el Estado, el derecho y el Estado de derecho sólo pueden ser unos comunistas sin comunismo. 

lunes, 13 de diciembre de 2010

Wikileaks: Del abate Barruel a Jeremy Bentham. (Una breve introducción a las nuevas teorías de la conspiración y de la transparencia)




I. LA TRAMA Y EL HILO
Existe una teoría de Wikileaks, la producida por sus promotores y concretamente por Julian Assange en diversos escritos y entrevistas. Quizá el texto teórico más importante que hasta el momento ha producido y publicado el inspirador y fundador de Wikileaks sea State and Terrorist Conspiracies (Estado y conspiraciones terroristas), publicado en 2006 en su blog junto con otra versión reelaborada del mismo texto titulada Conspiracy as Governance (La conspiración como modo de gobierno). En sustancia, la teoría del poder de Assange sostiene que existen unos poderes que, valiéndose del secreto, impiden que exista un buen gobierno (good governance) basado en la justicia y la transparencia: "Cuando se conocen detalles del funcionamiento interno de los regímenes autoritarios, vemos interacciones conspirativas entre la élite política, no sólo por obtener preferencias o favores dentro del régimen, sino como la principal metodología de planificación primaria que subyace al mantenimiento o el reforzamiento de un poder autoritario. Los regímenes autoritarios hacen surgir fuerzas que se oponen a ellos oprimiendo la voluntad individual y colectiva de libertad, verdad y autorrealización. Una vez descubiertos, los planes de los que se vale el gobierno autoritario suscitan resistencia. De ahí que los poderes autoritarios que logran sus fines oculten esos planes. Esto es suficiente para definir su conducta como conspirativa" (State and Terrorist Conspiracies).

Es sumamente interesante ver en el mismo texto cómo se analizan las redes conspirativas en   términos casi idénticos (modelo matemático de los "grafos conectados" incluido) a los que emplean los organismos de seguridad antiterrorista y el ejército de los EEUU. La conspiración, según Wikileaks, se organiza así en redes organizadas alrededor de algunos nodos principales de comunicación que sólo funcionan mediante el secreto. Si se desvelan los secretos de la conspiración, o se filtra al menos una parte de ellos, la trama queda dividida y parcialmente neutralizada. El objetivo es revelar el suficiente número de secretos para que la trama como tal deje de existir. La historia es así, básicamente la de dos fuerzas: una conspiración de los poderosos para mantener sus privilegios y su poder arbitrario y la resistencia de quienes persiguen la libertad, la verdad y la autorrealización. Detrás del poder existe pues una subjetividad ccon intenciones claras para ella misma, aunque ocultas al público. Lo que ocurre es que se trata de una subjetividad transindividual capaz de sumar distintas aportaciones de sus miembros (inputs) y producir  como resultado (output) el siguiente acto de la conspiración.

El esquema es básicamente el desarrollado por John Boyle, el teórico norteamericano de la contrainsurgencia en su esquema del "OODA loop" y posteriormente aplicado por Arquilla y Ronfeldt en su teoría de la netwar o "guerra red". El OODA loop o "bucle de Observación-orientación-decisión-acción" parte de la idea de que la posibilidad de victoria se decide antes del combate. Es así necesario interrumpir el circuito OODA en la primera fase posible, para que el enemigo no pueda llegar a la siguiente y atacarnos. Este esquema que posteriormente ha sido desarrollado por la doctrina militar y antiterrorista norteamericana -basándose también en el clásico taoísta de la guerra Sun Tzu- es esencial para actuar frente a un enemigo que funciona en red. Cortar la red es privarle de capacidad de observación (privándolo de fuentes de datos), orientación (perturbando la interpretación de los datos), decisión (cortando las cadenas fiables de mando) y acción. Así, afirma Assange, fiel a esta teoría, aunque pretende utilizarla contra el propio poder que la formula y desarrolla, que: "Una conspiración autoritaria que no puede pensar eficazmente, no puede actuar para preservarse frente a los oponentes que genera. Cuando consideramos una conspiración como un conjunto orgánico, vemos un sistema de órganos que interactúan, un cuerpo con arterias y venas cuya sangre puede espesarse y fluir cada vez más lentamente hasta que el organismo cae, incapaz de comprender y controlar las fuerzas de su entorno."

La diferencia entre esta doctrina militar adaptada a los nuevos paradigmas biopolíticos y cognitivos y la doctrina anticonspirativa de Wikileaks es que en la primera no se parte de la idea de una conspiración , sino de una estructura cooperativa no necesariamente oculta. Ello se debe a que los teóricos militares omiten enteramente la dimensión política e ideológica de la soberanía para centrarse en los modos en que las relaciones de fuerzas se determinan en un marco de poder a todos los efectos post-soberano (y post-fordista).  La dimensión de la conspiración tiene, sin embargo, un papel fundamental en la teoría de Assange, pues, como ya señalábamos en este blog, sólo el mantenimiento de la dimensión del secreto puede a la vez preservar las apariencias de la soberanía (el secreto de Estado) y justificar el programa de la leal oposición liberal de aumentar la transparencia de la vida pública. El punto de vista de los gobernantes como el de la leal oposición parten de dos actitudes igualmente utópicas y complementaias frente a lo real del poder: quienes ostentan el poder piensan que es posible ocultar los resortes de su funcionamiento, que existen realmente unos "arcana imperii" o secretos de Estado, quienes buscan la transparencia y quieren desenmascarar el poder creen que se puede llegar a descubrir ese secreto, que puede saberse toda la verdad del poder. ¿Y si simplemente ese secreto no existiera? ¿Si la intimidad del poder se manifestara como su más completa exterioridad, como lo que Lacan denominaba su extimidad? ¿Si inversamente, por mucho que el poder se haga transparente, su exhibición no puede no dejar un residuo, una dimensión no simbolizable que constituye al poder como tal? La obediencia al soberano, la servidumbre voluntaria en que La Boétie reconoció la clave del poder moderno, sólo pueden funcionar mediante la creencia en la excepcionalidad del soberano en el hecho de que este posea algo que los demás no tienen y que no es sino la oscura causa del deseo de obedecer. De este modo, tanto para el poder soberano como para su leal oposición liberal en la que milita Assange la creencia en el secreto de Estado es un dogma de fe. Del mismo modo que el blasfemo afirma a Dios con cada una de sus blasfemias, Wikileaks afirma y refuerza el mito de la soberanía en el momento en que todos los hechos desmienten la realidad de ésta.

En ese aspecto, Assange es un tal vez insospechado discípulo del gran autor moderno de la teoría de la conspiración, el abate Barruel. Barruel, un sacerdote contrarrevolucionario y legitimista publicó un largo memorial (Mémoires pour servir à l'histoire du jacobinisme, Hamburgo 1798) para demostrar que la revolución francesa había sido el resultado de una conspiración urdida por una secta, la de los jacobinos, y que esta secta, a su vez, formaba parte de una trama mucho más dilatada en el tiempo y el espacio cuyo punto inicial se sitúa en el asesinato por el rey de Francia Philippe le Bel de los principales dignatarios de los templarios. Los templarios supervivientes se mantuvieron ocultos en espera de su venganza y se unieron a otros enemigos del trono, del altar y la sociedad como los Illuminati de Baviera y los masones, para acabar haciendo ejecutar al rey de Francia. Desde el punto de vista novelesco, la narración de Barruel tiene mucho interés, pero aquí nos interesa su aspecto epistemológico. La tesis principal de Barruel es que la historia tiene un sujeto, que detrás del carácter aparentemente aleatorio de los acontecimientos, existe una voluntad oculta que mueve los hilos y termina realizando su propósito. Los enfrenamientos sociales claros y abiertos que se produjeron en las distintas fases de la Revolución francesa no tienen así para Barruel la más mínima importancia: en realidad todos fueron inspirados por los jacobinos-templarios-iluminados: "Bajo el nombre desastroso de Jacobinos, ha surgido una secta en los primeros días de la revolución francesa, que enseña que todos los hombres son iguales y libres, pisoteando, en nombre de esa libertad, de esa igualdad desorganizadoras, altares y tronos, llamando en nombre de esa misma igualdad, de esa misma libertad, a todos los pueblos a los desastres de la rebelión y a los horrores de la anarquía.[...] En esta revolución francesa,todo, hasta sus crímenes más espantosos,todo ha sido previsto, meditado, combinado, resuelto, decidido: todo ha sido resultado de la más profunda inspiración criminal, pues todo ha sido preparado, impulsado, por hombres que eran los únicos que llevaban el hilo (le fil) de las conspiraciones ha tiempo urdidas en esas sociedades secretas y han sabido elegir y apresurar los momentos propicios para las conjuras."
Cabe destacar en el fragmento que acabamos de citar  la curiosa coincidencia terminológica con los textos del siglo XXI a que nos hemos referido más arriba, pues nos encontramos incluso con la metáfora del hilo que en la problemática de Assange sirve de material para construir su ejemplo didáctico de la red en que consiste el grafo conectado de la conspiración. La conspiracióntiene que ver con los hilos, los hilos que constituyen ocultamente una trama o una red. La modernidad de Wikileaks coincide con el tradicionalismo del abate en considerar el poder como algo misterioso, algo que está en manos de algunos que mueven sus hilos. Con ello el abate y el hacker ignoran por igual las correlaciones de fuerzas que efectivamente constituyen el poder  contribuyendo así eficazmente a la mistificación sobre su origen.





II. LA LIBERTAD DE PRENSA Y LA CASA DE CRISTAL
La teoría de Wikileaks tiene, sin embargo, otra vertiente, pues realiza, junto a su denuncia de la conspiración y del secreto una firme reivindicación de la transparencia en la vida social y política. Todo ello en nombre de una capacidad de autorregulación de la sociedad que exige como condición para su realización efectiva que cada uno de los sujetos disponga de los datos necesarios a fin de efectuar opciones racionales. El objetivo de Wikileaks es a corto plazo perturbar la opacidad de los gobiernos "autoritarios", a largo plazo, establecer una gobernanza basada en la transparencia. Esto es lo que explica el propio Assange en una entrevista  a la revista Forbes:

 "¿Diría de Vd. que es partidario del libre mercado?
Sin la menor duda (absolutely).Tengo una opinión menos definida respecto al capitalismo, pero me encantan los mercados. [...] 
¿Cómo encajan las filtraciones dentro de todo ésto?
Dicho de manera sencilla, para que exista un mercado, tiene que existir información. Un mercado perfecto requiere una información perfecta".  
En esta búsqueda de una utópica transparencia, Wikileaks no es sino el reverso progresista del proyecto TIA (Total Information Awareness- Conociemiento total de la Información) un plan de control absoluto de toda la información mundial formulado por el almirante Poindexter después del 11 de septiembre y hoy sólo parcialmente aplicado. El proyecto TIA tenía la imposible misión de impedir que exista nigún tipo de secreto haciendo que todas las comunicaciones estén de un modo u otro interceptadas. El problema fundamental de ese proyecto es que, por un lado es imposible definir lo que es información y aún más qué es toda la información, por no hablar de lo que significa el "conocimiento" de la información y esa imposibilidad no es contingente, sino estructural, pues la lógica (Gödel) y el psicoanálisis (Lacan) demuestran que no existe ningún conocimiento que pueda aspirar a la totalidad..

Poindexter formula un proyecto que aspira a hacer a los súbditos transparentes en nombre la seguridad, mientras que Wikileaks pretende que el poder sea transparente el poder en nombre de la libertad.
En realidad, no existe contradicción alguna entre las dos  transparencias cruzadas: la del poder para el ciudadano y la del ciudadano para el poder. Jeremy Bentham, quien Marx considerara el epítome de las libertades de mercado (Libertad, igualdad, propiedad ...y Bentham) defendió con la máxima energía ambas transparencias, considerándolas no sólo compatibles sino claramente complementarias. Bentham no es sólo el diseñador del modelo formal de cárceles, escuelas y hospitales denominado "panóptico", sino también el utopista de la sociedad transparente en la cual todos los actos públicos deberían realizarse como si cualquiera los pudiera ver y todos los actos privados e incluso íntimos deberían suponerse observados por un poder transparente y benévolo. De ese modo, en dos párrafos memorables de su Deontology, que conviene transcribir sentará a la vez las bases de la libertad de prensa y de la sociedad de control:
"Cuanto más viven las personas en público, más sensibles son a la sanción moral. Cuanto mayor sea la dependencia en que se encuentran las personas cuando están en público, esto es cuanto mayor sea la igualdad que existe entre ellas, más claramente se abre paso la evidencia, mayor es la certeza de sus resultados. La libertad de prensa coloca a todos los hombres en presencia del público. La libertad de prensa es el mayor coadyuvante de la sanción moral." (J. Bentham, Deontology) De este modo, gracias a la transparencia que se obtiene en la esfera pública,  la  observación recíproca de sus conductas  por parte de los hombres conduce a todos ellos a cumplir con su deber a la vez que realizan su interés bien entendido. En esto se inspira la idea liberal de la libertad de prensa: una libertad que facilita la autorregulación social y contribuye a la buena gobernanza. No es esto, sin embargo lo único que sostiene Bentham, pues, la transparencia, además de en esa dirección ascendente que, según la tradición liberal permite al ciudadano controlar al poder, puede también ejercitarse de arriba a abajo del gobernante al súbdito:
"Sería deseable que el nombre de cada hombre estuviera escrito en su frente así como en su puerta. Sería deseable que no exisitiera el secreto -que la casa de cada uno fuera de cristal, con ello necesitaríamos menos ventanas abiertas a su corazón. Las acciones son una interpretación tolerablemente adecuada de los sentimientos,.cuando la observación nos ha dado la llave de aquellas."
 .

Este poder para el que las casas han de ser de cristal como la propia urna desde la que nos observa pótumamente Bentham, va imponiéndose cada vez más en numerosos países en nombre de la libertad, la seguridad y el respeto del consentimiento de los agentes del de mercado. Un lugar donde este tipo de poder que Michel Foucault denomina "pastoral" ha triunfado es Suecia, país donde los márgenes de libertad e inseguridad propios de la práctica sexual ya pueden ser objeto de una severa inspección por parte de la justicia. Puede someterse así a prueba si ha habido durante un acto sexual rotura del preservativo y si en todo y cada uno de los momentos de un coito se contaba con el consentimiento de ambas partes. En esto, la transparencia postmoderna coincide con el celo inquisidor de lo íntimo de los manuales de confesión católicos que son precisamente una de los instrumentos de ese poder pastoral. Julian Assange puede hoy verse en su propia piel  como un apóstol y un mártir de la transparencia y como una víctima de la propia voluntad de transparencia del poder.  Con todo, no hace falta estar de acuerdo con ellos para manifestar una activa solidaridad con Assange y con Wikileaks. Los amenaza toda la rabia de un poder impotente.



jueves, 9 de diciembre de 2010

"Je lutte des classes" (Respuesta a Salvador López Arnal)




(A modo de premisa: es difícil traducir la primera parte del título de este artículo. Se trata de una consigna del último movimiento francés contra la reforma regresiva del sistema de pensiones impuesta por Sarkozy. Se trata de un juego de palabras intraducible alrededor del término "lutte" que puede ser un verbo o un sustantivo. Así "Je lutte des classes" significa: "Yo lucho de clases" o "yo lucha de clases". Una posible interpretación, entre otras muchas, es que, en uno de los casos, el sujeto se asume como sujeto de la lucha de clases, en el otro, como sujeto dividido por la propia lucha de clases). El presente artículo es, entre otras cosas, una respuesta al que escribiera Salvador López Arnal en Rebelión bajo el título Controladores, golpe de Estado social y pasividad/complicidad de la izquierda de tradición laborista.

Carta abierta a Salvador López Arnal

Querido Salvador:

No creo que la cosa haya que tomársela tan a la tremenda, de manera tan personal y apasionada. No creo que hayas de sentirte infamado por mis palabras, ni que tengas que amenazarme con colocarme en una de tus misteriosas "aristas". Más vale que consideremos con serenidad y recíproca benevolencia algunos de los motivos de la tremenda impotencia de la izquierda tradicional ante la crisis y la ofensiva del capital actualmente en curso. Esto sí que son cosas serias, y no el buen o el mal nombre de una u otra organización. Una organización es un instrumento político y, una buena organización comunista un buen instrumento de la lucha de clases por el comunismo. Una mala organización por el contrario, es una organización incapaz de actuar sobre la realidad por hallarse presa de una trama interna y externa de relaciones e intereses que la neutralizan o la hacen incluso servir a causas contrarias a las supuestamente perseguidas.

Este tejido de intereses y relaciones se expresa en un discurso ideológico determinado. En el caso que nos afecta, me refiero al discurso ideológico que denomino "laborismo". Tal vez el término no esté muy bien elegido -y sea casi un italianismo-, pero creo que se entiende bien que designa el carácter central que desempeñan el "trabajo" (latín "labor") así como la identidad y la dignidad del trabajador en el pensamiento y la práctica de algunas organizaciones y, muy en concreto, al menos en Europa occidental, las organizaciones políticas y sindicales mayoritarias que afirman representar a la clase obrera. Estas y no otras son las famosas organizaciones "socialdemócratas, eurocomunistas y stalinistas". Para todas ellas, el trabajo es el horizonte insuperable de la condición humana, hasta el punto de que su reivindicación fundamental es -a estas alturas- el establecimiento del pleno empleo y la recuperación del Estado del bienestar. El hecho de que la insistencia en estos dos temas no haya impedido en lo más mínimo el desmantelamiento del estado del bienestar y la pérdida masiva de puestos de trabajo debería haber hecho reflexionar a esta izquierda, pero estos hechos tozudos no parecen inquietarla.

Ocurre que, si bien este tipo de organizaciones sindicales y políticas pudo obtener conquistas importantes en la doble coyuntura del fordismo/keynesianismo y de la guerra fría, hoy, una vez liquidados los "socialismos reales" y los modos de regulación fordistas y keynesianos, la representación colectiva del trabajo se ha hecho sencillamente imposible. Hoy, con lo que nos encontramos no es con un obrero fabril con un contrato fijo y un marco de derechos negociados colectivamente y reconocidos por un Estado regulador y planificador, un obrero que trabaja con un tiempo de trabajo y un lugar de trabajo definidos, sino con un estallido de las formas de trabajo y contractualidad: del parado, al trabajador de telepizza o de los "call center", al trabajador "flexible" de las ETT, al número creciente de trabajadores "afectivos" que se ocupan de ancianos, enfermos etc, a los trabajadores sociales, los disitntos tipos de trabajo intelectual desde los productores de videojuegos cuyas jornadas de trabajo/juego no tienen límite hasta los investigadores o los profesores de universidad financiados directamente por el capital, o incluso los mismísimos controladores aéreos o los intérpretes de conferencias. Todo esto, sin olvidar esa categoría fundamental de trabajadores que, en una "sociedad del espactáculo" son los artistas y otros trabajadores del espactáculo. El catálogo, como el del Don Giovanni de Mozart es abierto, seguro que escarbando un poco podemos decir que "en España son ya 1003 (mille e tre...)".

La representación de esta realidad no es que no esté al alcance de las organizaciones tradicionales que, mal que bien lograron en una coyuntura muy precisa representar el trabajo abstracto y negociar el estado del bienestar, es que resulta sencillamente imposible. El trabajo no obedece a las unidades de lugar, de tiempo y de valor que antes lo definían, sino que se ha convertido en una actividad cada vez más difusa, una actividad productiva de cada momento y lugar, un auténtico trabajo social. Esto no quiere decir que no exista la lucha de clases, sino que hoy menos que nunca puede representarse esta lucha de clases como un enfrentamiento entre dos bandos preexistentes. Como afirmaba Louis Althusser, "la lucha de clases es anterior a las clases" y las constituye y reproduce como tales. Tenemos que abandonar la metáfora futbolística de los dos bandos preexistentes. Uno se divide en dos ( o más). Hoy la lucha de clases atraviesa a nivel macrofísico al conjunto de la sociedad y a nivel microfísico todas sus moléculas y átomos: desde las organizaciones políticas y demás aparatos de Estado hasta los individuos y sus relaciones. Las distintas categorías de trabajadores son así escenarios de formas muy diferenciadas de la lucha de clases que no pueden representarse de manera unificada, aunque, si se quiere luchar contra el capitalismo, deban encontrar formas de articulación horizontal que todavía no hemos logrado desarrollar. Antes de que el movimiento obrero descubriera su arma fundamental, la huelga, tardó décadas en encontrarla y en nombrarla como una práctica coherente: antes tuvo la tentación de romper las máquinas o de asesinar a los patronos. Hoy, estamos ante una fase parecida a esos momentos iniciales de la clase obrera fabril: tenemos que inventar las nuevas formas de resistencia que permitan articular las fuerzas necesarias para bloquear el conjunto de la producción social difusa, puesto que la huelga tradicional -salvo en países donde la clase obrera industrial tiene un gran peso como China o Alemania- es, como cínicamente recordaba Sarkozy "invisible". Sólo la huelga general universal, la huelga metropolitana que bloquea los flujos de comunicación y de transporte puede resultar visible y dañina para el capital.

Hoy no creo que tenga mucho eco apelar al trabajo fabril como elemento de dignidad de ningún individuo de nuestra sociedad, insistir, por ejemplo, como haces en tu artículo sobre los controladores publicado en Rebelión, en que "cuando los trabajadores van a la huelga no lo hacen por no trabajar sino por hacerlo en condiciones dignas. Aspirando a ser tratados como seres humanos, no como piezas de un mecanismo diabólico e injusto." Para muchos, ya no se trata de ser explotados (trabajar) en condiciones "dignas" o "humanas", sino de no trabajar bajo un patrón (o un Estado) y para el capital. El trabajo social difuso tiene la ventaja de mostrar a diario a millones de personas la perfecta inutilidad productiva del capital y de su Estado. El capital es hoy exclusivamente parasitario y el Estado no es un límite para el capital, sino el último de sus baluartes. De ahí que el actual renacimiento marxo-kantiano de discursos neosocialistas de defensa del Estado de derecho como defensor de la sociedad frente al capital sólo pueda conducir a un callejón sin salida.

El límite del "laborismo" es precisamente su incapacidad de pensar el deseo de comunismo latente en nuestras sociedades, pues siempre tiene que transcribirlo en categorías "socialistas" de gestión estatal del capital fijo (capital invertido en medios de producción a excepción de la fuerza de trabajo) y del variable (capital invertido en fuerza de trabajo: la única mercancía que genera nuevo valor o plusvalía). No salir del horizonte salarial, de las reivindicaciones ligadas al empleo y (al menos en los sindicatos de la CES como CCOO y UGT) al crecimiento, es prohibirse a sí mismo y condenar en los demás toda perspectiva de salida de la condición salarial, de la sociedad de clases y del Estado. Así, para empezar a citar nombres, como se me pide, Izquierda Unida defiende respectivamente en su en su programa de las últimas elecciones europeas y en su programa de las generales de 2008 el pleno empleo y el crecimiento (sostenible):"Para IU, también en el nivel de decisión de las instituciones europeas, las políticas que favorezcan la creación de empleo son el objetivo fundamental" (europeas); "Los objetivos de la política monetaria deben ampliarse, incluyendo, junto a la estabilidad de precios, el crecimiento y el pleno empleo seguro y de calidad." (generales). En estos objetivos "laboristas" coincide con el PSOE que en su programa electoral de 2008 afirma algo hoy tan surrealista como lo siguiente: Acercaremos nuestra economía al pleno empleo y mejoraremos la calidad del trabajo y su estabilidad, el incremento salarial, la igualdad en el trabajo y la conciliación de la vida personal y laboral."

Con estos objetivos es difícil, sino imposible, entrar en contacto con los nuevos tipos de trabajador integrados en el "trabajo social difuso". Los objetivos de estos trabajadores no son el pleno empleo, que saben imposible y no consideran deseable, sino una renta de ciudadanía independiente de cualquier prestación laboral asalariada, el libre acceso a los comunes productivos, que es el otro nombre -comunista- de una libertad de emprender efectiva, el libre acceso a bienes públicos como la sanidad y la enseñanza y la progresiva gestión social de estos bienes al margen del capital y del Estado. Todos ellos son objetivos de transición hacia una sociedad sin clases y sin esclavitud salarial. Ninguno de ellos se recoge en los programas de la izquierda laborista. En otros términos, como decía el Manifiesto: "Los comunistas no tienen partido". No creo que hoy la forma partido sea útil ni necesaria, pues está demasiado ligada a la lógica de la representación. Tenemos que pensar en otra cosa: te invito cordialmente a que lo hagamos.

Un abrazo
John Brown

Una nota rápida en respuesta a algunas críticas y observaciones sobre la cuestión de los controladores

Parece que, para algunos, el límite entre las clases trabajadoras y quienes viven del capital y de la explotación ajena no está claro. Creo que tienen razón en no verlo claro. Uno de los efectos de la lucha de clases en el capitalismo es precisamente hacer invisible ese límite. Quienes hoy tengan cierta nostalgia de la vieja clase obrera y del viejo capitalismo, de aquellos tiempos míticos en que las cosas estaban claras, más vale que se desengañen: la forma salario, el hecho de que la fuerza de trabajo sea objeto de compraventa entre agentes libres del mercado, antes que de explotación en el ámbito productivo, siempre ha servido para enmascarar la expropiación y la explotación de los trabajadores. Del mismo modo que el propiestario de esclavos disimulaba la explotación incluyendo a los seclavos en su familia -familia sive patrimonium-, el moderno capitalista hace del trabajador que explota un interlocutor comercial que, formalmente, es su igual.

Hoy que los trabajadores -o muchos de ellos- son además accionistas de fondos de pensiones o de fondos de inversión que exigen un aumento gigantesco de las tasas de explotación a las propias empresas en que estos trabajan, la cosa es aún mucho más complicada.

La comparación que proponen algunas personas -en particular el Sr. Cabrera- entre el caso de los gestores de los fondos financieros y el de los controladores aéreos es sumamente instructiva. Los gestores de fondos financieros son directamente los agentes (Träger, vectores o portadores, diría Marx) de un capital anónimo. Ciertamente tienen un salario, pero un salario que fijan ellos mismos, junto a toda suerte de primas y beneficios. Por lo demás, suelen ser propietarios también de una parte del capital que gestionan. Su función de rapiña en los fondos de pensiones por capitalización ha sido puesta de relieve por Frédéric Lordon en un reciente y brillante artículo de su blog del Monde diplomatique (La pompe à Phynance). En cierto modo, los gestores de fondos financieros son la personalización del capital en un momento en que el anonimato es la forma de propiedad del capital más extendida. A través de ellos habla y actúa el capital. Que su remuneración conste parcialmente de un componente salarial es una mistificación necesaria al no ser ellos los propiestarios de todo el capital que gestionan, pero no deja de ser una mistificación.

El caso de los pilotos y el de otras personas que en nuestra sociedad ganan muy buenos sueldos es distinto. En primer lugar, es gente que vive de su trabajo y no de las rentas del capital, esto es de trabajo ajeno. Por otra parte, no gestionan en lo más mínimo el capital de la empresa en la que trabajan. Si sus sueldos son abultados, ello se debe a diversas razones: 1) la escasez de controladores "natural", es decir, la dificultad intrínseca de su tarea, que exige formación y capacidad de soportar el estrés e implica una enorme responsabilidad, 2) la escasez artificial de controladores provocada en España por la mala gestión de los diversos gobiernos que, en la primera potencia turística europea, no han formado un número de controladores acorde con las exigencias de un tráfico aéreo creciente, 3) al hecho, por último, de que, a consecuencia de lo anterior, el número de horas extras (pagadas el triple de la hora normal) haya crecido enormemente.

Eso es básicamente lo que hay. A quien le parezca que los sueldos de los controladores son abultados, considere lo que cobran otros trabajadores especializados como los intérpretes de conferencias con cuatro o cinco lenguas o los cirujanos etc. ¿Qué es injusto que haya gente que cobre tanto y otra tan poco? Si acepta Vd. la existencia del mercado como regulador económico de unos recursos escasos, no veo qué se puede objetar. Por mi parte, yo tengo poca fé en el mercado y sé que, por ejemplo en Cuba, los cirujanos y los controladores aéreos, que son funcionarios del Estado, hacen su trabajo de manera plenamente responsable por muchísimo menos dinero; pero es enteramente indecente juzgar la situación española (la de una sociedad de mercado) con los criterios (políticos, deontológicos, cívicos) de una sociedad muy distinta.

Los pilotos y los controladores seguirán teniendo sueldos muy elevados en una sociedad capitalista. Esto no es una decisión política ni moral, sino el simple resultado del funcionamiento del mercado. Sin embargo, como tienen que volver a trabajar cada día y no viven sino de su propio trabajo, no dejan de ser trabajadores. Por ello mismo, un gobierno como el español, fiel y lúcido representante de los intereses del capital, ataca con toda violencia a los controladores aéreos, dentro de una ofensiva generalizada contra todas las categorías de trabajadores, pero, a pesar de todas las catástrofes que han originado y que siguen causando, deja en paz, cuando no favorece descaradamente desde un punto de vista fiscal, a los gestores de fondos financieros y a los banqueros, que en Islandia ya están, por cierto, en la cárcel.

PS. Quien no entienda en qué sentido o dirección evoluciona el reparto de la renta en nuestras sociedades, parece que no vive en este mundo y anda por los cielos de la abstracción. Para aterrizar, le recomiendo como controlador aéreo =por una tarifa cubana= al profesor Vincenç Navarro: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=102667

lunes, 6 de diciembre de 2010

Sueño de una noche de 6 de diciembre, día de la Constitución (Si en España hubiera una democracia)



"Y soñé que en otro Estado más lisonjero me vi"
Pedro Calderón de la Barca, La vida es sueño, Jornada  segunda, parte VI
(la pequeña modificación ortográfica del texto de Calderón es un lapsus cálami perfectamente voluntario)


Si en España hubiera una democracia, este podría ser el contenido de una página del Boletín Oficial del Estado:

"BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Núm. 298 Lunes 6 de diciembre de 2010 Sec. I. Pág. 101222
I. DISPOSICIONES GENERALES
MINISTERIO DE LA PRESIDENCIA
18683 Real Decreto 1680/2010, de 6 de diciembre, por el que se declara el estado de alarma para la normalización del sector financiero.

Los artículos 35, apartado 1, 47 y 50 de la Constitución española reconocen a todos los españoles el derecho al trabajo, a la vivienda así como a una pensión de jubilación digna. Dicho derecho está igualmente reconocido a todas las personas en los Tratados y Convenios Internacionales de los que España es parte.
Las circunstancias extraordinarias que concurren por la especulación masiva contra los títulos de deuda pública españoles como consecuencia de la situación desencadenada por el abandono de sus obligaciones por parte de la banca y los diversos servicios financieros, impiden el ejercicio del derecho fundamental mencionado y determinan la paralización de un servicio público esencial para la sociedad como lo es el sector del crédito, tanto al sector público como a la ciudadanía en general. Todo ello constituye, sin duda, una calamidad pública de enorme magnitud por el muy elevado número de ciudadanos afectados, la entidad de los derechos conculcados y la gravedad de los perjuicios causados.

Para recuperar la normalidad en la prestación del citado servicio de interés público y restablecer los derechos fundamentales de los ciudadanos, hoy menoscabados, y habiendo fracasado todos los intentos para poner fin a la situación de catástrofe pública existente, es indispensable proceder a la declaración del Estado de Alarma en orden a eliminar los obstáculos que impiden su segura y continuada prestación.
Las medidas que se contienen en el presente real decreto son las imprescindibles para hacer frente a la situación y resultan proporcionadas a la extrema gravedad de la misma.

En su virtud, a propuesta del Vicepresidente Primero del Gobierno y Ministro del
Interior, de la Ministra de Defensa y del Ministro de Fomento, y previa deliberación del
Consejo de Ministros en su reunión del día 6 de diciembre de 2010,
DISPONGO:
Artículo 1. Declaración del Estado de Alarma.
Al amparo de lo dispuesto en el artículo 4 apartado c. en relación con los apartados a.
y d. de la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio,
se declara el Estado de Alarma con el fin de afrontar la situación de grave perturbación de los servicios financieros.
Artículo 2. Ámbito territorial y material.
La declaración de Estado de Alarma afecta, en todo el territorio nacional, a la totalidad
de las entidades bancarias y crediticias, agencias bursátiles y financieras y todo tipo de intermediarios del ramo.
Artículo 3. Ámbito subjetivo.
Todos los agentes de entidades financieras pasan a tener, durante la vigencia del Estado de Alarma, la consideración de personal militar a los efectos de lo previsto en el artículo 10.Uno de la citada Ley Orgánica y en consecuencia, quedan sometidos a las órdenes directas de las autoridades designadas en el presente real  decreto, y a las leyes penales y disciplinarias militares, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 8.5 de la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre. cve: BOE-A-2010-18683#BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO 
Núm. 297 Lunes 6 de diciembre de 2010 Sec. I. Pág. 101223
Artículo 4. Licencias, habilitaciones y anotaciones.
Los agentes de los servicios financieros mantendrán todas las
facultades inherentes a las licencias, habilitaciones, anotaciones y certificados médicos de
que sean titulares, si bien ejercerán dichas atribuciones, en todo caso, bajo la organización
y supervisión del Ejército de Tierra.
Artículo 5. Duración.
La duración del Estado de Alarma que se declara en este real decreto es de quince
días naturales.
Artículo 6. Autoridad delegada del Gobierno.
El Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra y las autoridades militares que designe
adoptarán las decisiones pertinentes en cumplimiento de lo que dispone el artículo 3 del
presente real decreto.
Disposición transitoria única. Procedimientos en tramitación.
Los procedimientos a que se refiere el artículo 3 de este real decreto iniciados y no
terminados durante la vigencia del Estado de Alarma continuarán su tramitación, una vez
extinguido dicho Estado, con sujeción a la legislación laboral o administrativa.
Disposición final única. Entrada en vigor.
El presente real decreto entrará en vigor en el instante de su publicación en el «Boletín
Oficial del Estado».
Dado en la Embajada de España en Tegucigalpa, el 6 de diciembre de 2010.
FRANCARLOS R.
El Ministro de la Presidencia,
ROMÁN ARREGUI ROTOND"

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Nota importante: Los personajes de este pastiche llevan nombres parecidos a los de personas existentes, pero deben considerarse a todos los efectos personajes de ficción. Sólo se han mantenido estos nombres y las denominaciones de sus cargos, para contribuir al efecto de irrealidad aquí perseguido. En ningún momento hemos creído que los personajes reales casi homónimos fueran capaces de tomar una medida de este tipo. Todo parecido con la realidad es así mera ilusión, un posible ensueño de quienes creen que basta aplicar la constitución para cambiar las cosas. Ni siquiera una constitución republicana cambiaría nada esencial si no fuera acompañada de un cambio social radical de orientación anticapitalista. La Constitución española vigente tiene además otras caracterísiticas menos amables que el reconocimiento de boquilla -en un marco capitalista obligatorio- de los derechos a los que hace referencia el anterior pastiche. Para que el derecho sirva de algo, tiene que existir un más allá del derecho, unas correlaciones de fuerzas sociales que determinen el sentido y el modo de aplicación de las normas. Como sabían perfectamente Hobbes y Spinoza, una norma por sí misma no es más que palabras, lo esencial es quién la interpreta y cómo se aplica. La interpretación de la ley debe ser por lo tanto un derecho irrenunciable del soberano..Hoy por hoy, la constitución vigente es el estado de alarma declarado o latente.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Alarma de Estado: el plante de los controladores y la ficción de la soberanía




„Non est potestas Super Terram quae Comparetur ei
(No hay poder sobre la tierra que se le compare")
Job, 41,24
"Quien le echa un pulso al Estado pierde"
A. P. Rubalcaba







1.
La rabia con que cierta izquierda de tradición laborista (estalinista, eurocomunista o socialdemócrata) está respondiendo al conflicto de los controladores aéreos no sorprende. Su posición es la de la defensa de
los intereses residuales de un tipo de trabajador hoy minoritario (el trabajador con contrato indefinido del fordismo), muy en particular de los intereses particulares de sus representantes políticos y sindicales autoproclamados. Estas organizaciones pretenden enfrentar al trabajador modélico del fordismo con lo que hoy es ya la mayoría de los trabajadores: precarios, intermitentes, incluso parados, trabajadores cognitivos, domésticos, afectivos etc. Formas de trabajo todas ellas  que desconocen los límites de la jornada laboral y del centro de trabajo, pues corresponden a un trabajo difuso en el tiempo y el espacio. Cuando enfrentan a una auténtica "clase obrera" -en desaparición- con el trabajo social difuso postfordista, algunos de los representantes de la antigua clase obrera se convierten en los más preciados aliados del capital y de sus gobiernos en su lucha contra el proletariado realmente existente.

2. 
Los controladores aéreos son unos trabajadores de un tipo muy particular. Son fundamentalmente trabajadores de la atención, con una altísima responsabilidad sobre la seguridad y la vida de los viajeros.
Su tiempo de trabajo es a la vez dilatado (muchas horas de presencia), intermitente (necesidad de pausas para mantener la capacidad de atención necesaria) y sumamente intenso (atender a los movimientos
simultáneos de 60 aviones en Barajas...). En eso se asemeja, por ejemplo al de los intérpretes. Su fuerza de trabajo es por ello mismo una mercancía escasa en el mercado laboral. Por otra parte, su posición clave en el sistema de flujos de circulación rápida de mercancías y de personas les ha permitido presionar eficazmente para mantener y mejorar sus salarios (aunque en los último años, y particularmente en los últimos meses, ha aumentado su tiempo de trabajo con numerosas horas extras no voluntarias). La conjunción de estos dos factores explica que sus sueldos sean elevados. Sin embargo, el que sean bastante superiores a la media obedece también al hecho de que los salarios de la mayoría de los otros trabajadores llevan 30 años estancados, cuando no se han visto drásticamente cercenados. Tal vez, si se hubiera dado una progresión de los demás salarios en consonancia con la productividad del trabajo y la inflación, existiría ahora una diferencia menor entre los sueldos de los controladores aéreos y los del resto de la población asalariada.

Los controladores aéreos constituyen por consiguiente un ejemplo a seguir para todos los demás trabajadores. Ciertamente no corresponden al tipo genuino del "proletario con conciencia de clase", no son esos trabajadores de los que dice López Arnal en un artículo publicado en Rebelión que "cuando los trabajadores van a la huelga no lo hacen por no trabajar sino por hacerlo en condiciones dignas. Aspirando a ser tratados como seres humanos, no como piezas de un mecanismo diabólico e injusto.". Sería por lo tanto absurdo e indecente según el moralismo "laborista" que los trabajadores fuesen a la huelga por trabajar menos o por ganar mucho más, o para dejar de ser trabajadores y asalariados apropiándose de los medios de producción. Los controladores son por ello un muy mal ejemplo de indocilidad por parte de los trabajadores, desde el punto de vista del capital y sus gobiernos, pero también de las organizaciones que no tienen ninguna perspectiva que vaya más allá de la identidad obrera y de la "dignidad" del trabajo asalariado . De ahí que López Arnal se apresure a excluir a los controladores aéreos, cuya huelga califica de "huelga burguesa", del mundo del trabajo, pues: "no dan ninguna señal de querer pertenecer al movimiento obrero ibérico, de cultivar los ideales ilustrados de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Ellos no son obreros, son trabajadores especializados de cuello blanco; no se ensucian, no tienen nada que ver con los trabajadores de la construcción o con las trabajadoras de los call center." Afortunadamente, existen otras voces entre las organizaciones sindicales, que son capaces de evitar la trampa hoy tendida a los trabajadores.

3. 
La militarización de los controladores aéreos aprobada por el gobierno socialista no es, con todo, una sorpresa.  No sorprende el grado de docilidad, hija de la costumbre, con que se está aceptando el “golpe de Estado social” del gobierno del PSOE, quien, por primera vez depués de la muerte del fundador del actual ordenamiento político español, ha declarado un Estado de alarma para hacer frente a un conflicto laboral. No es esta, por cierto, la primera vez que la socialdemocracia española toma medidas radicales contra los trabajadores a fin de establecer condiciones más favorables para el capital. El gobierno de Felipe Gonzalez fue el reponsable de la mayor reestructuraciópn industrial de la historia reciente. En España la labor que en otros países desempeñaran Thatcher, Reagan o Pinochet corrió a cargo del primer partido de la “izquierda”. Su ministro de industria de la época, Carlos Solchaga, afirmaba, emulando el “enrichissez-vous” ("enriquecéos") de Thiers que “España es el país del mundo donde es más fácil hacer dinero”. Sin duda, lo era y lo es para quienes ya tienen mucho. Un general del ejército español llegó a explicar al autor de este blog en una conversación privada a principios de los 80 que, aun siendo de derechas, los militares estaban contentos con que el PSOE gobernase, pues una reestructuración industrial de esas dimensiones con un gobierno de derechas podría haber supuesto una revolución social. La cínica lucidez del general definía correctamenter la función del PSOE en la transición: hacer pasar como medidas progresistas las principales reformas neoliberales. Ya en los años 80, los responsables económicos del PSOE hablaban de los “privilegios” de los trabajadores. El más escandaloso era disponer de un empleo con contrato fijo y contra él se activó todo el aparato del gobierno y del partido con notable eficacia. Hoy, la mayor parte de los puestos de trabajo que se crean se rige por contratos a tiempo definido o por formas precarias de contractualidad. El resultado de esto es que, una vez declarada la última crisis, España fue el país que más puestos de trabajo perdió en menos tiempo y el que ostenta el récord absoluto de desempleo en la UE.

Aún así, la lucha contra los “privilegios” no había ido lo bastante lejos y el gobierno “progresista” de Zapatero ideó no ya salvaguardas contra el despido como correspondería a una socialdemocracia digna de ese nombre, sino subvenciones al despido en favor de las empresas...Además, para mantener debidamente intimidado al ya nutrido ejército de reserva de trabajadores que cuenta con la bonita cifra de 4.100.000 exponentes y sigue creciendo, el gobierno socialista español suprimió la ayuda de 460 euros para los parados sin subvención. Los mercados están ya más tranquilos, a la espera de lanzar la siguiente ofensiva depredadora contra los títulos de deuda del Estado español. En este contexto de denodada lucha del gobierno socialista contra los supuestos privilegios...de los trabajadores y en favor de los muy reales privilegios del capital, surgen el plante masivo de los controladores aéreos y las medidas de excepción del gobierno.

4. 
Las medidas de excepción, que se concretan en la declaración por quince días del Estado de alarma, se presentan como una firme toma de control de la situación por parte del ejecutivo español en nombre de la defensa de los usuarios frente a un colectivo profesional priviluegiado e irresponsable y del mantenimiento de la buena imagen exterior del país. Rubalcaba resumía el espíritu de las medidas con la energía de un nuevo Fraga Iribarne: "quien le echa un pulso al Estado pierde". Atacando a los controladores aéreos, el gobierno tiene la seguridad de ganarse la simpatía de los usuarios, pero también la de la izquierda laborista y fordista, para la cual el resentimiento contra un colectivo "privilegiado" hace las veces de conciencia de clase; de una muy peculiar conciencia de clase que se traduce en un patriótico llamamiento a arrimar el hombro junto a la patronal y el gobierno para recuperar el crecimiento y el empleo. El terror provocado por la militarización y el estado de alarma ya ha permitido "normalizar" la situación de los aeropuertos, aun a punta de pistola. Es ciertamente un resultado apreciable. Otro es la lección que por anticipado se emite a quienes pretendan bloquear los flujos de transporte y comunicación esenciales para el funcionamiento del capitalismo postfordista. La próxima huelga general que intente bloquear el conjunto del espacio social metropolitano puede recibir una respuesta particularmente firme.

Con todo, mediante esta exhibición de "fuerza", el gobierno español intenta ocultar con gesticulaciones su apabullante debilidad. Debilidad ante el capital español e internacional que se expresa en sus varias series de concesiones para "calmar a los mercados": reforma laboral, reducción de los sueldos en la función pública, privatizaciones, subsidios al despido, eliminación de ayudas a los parados, y próximamente, si nadie lo evita, una brutal reducción de las pensiones. Todas estas medidas son en principio contrarias a la supervivencia de un gobierno socialdemócrata, salvo que este haya optado clara y definitivamente por una tercera vía semejante a la de Tony Blair en el laborismo británico, consistente en prescindir cada vez más de un voto obrero y popular que se dirige a la abstención o a la extrema derecha, en favor de una competición con los partidos conservadores  por el voto del electorado tradicional de la derecha. Para ello es importante dar una impresión de fuerza del Estado, de ejercicio de la soberanía, pues, nuestros socialistas saben perfectamente que, como afirmaba el gran jurista -y deleznable cómplce del nazismo- Carl Schmitt: "Soberano es quien decide sobre la situación de excepción" (C. Schmitt, Teología política). Decidir sobre la situación de excepción es hoy reconocer la peligrosidad del "mal ejemplo de los controladores" para el conjunto de la población y tomar las medidas de excepción correspondientes.

Como, por otra parte, el ejercicio de la soberanía frente a los intereses de los poderes financieros es estrictamente imposible si se aceptan  las condiciones del capitalismo mundializado, la actuación "soberana"debe desplazarse a un objetivo menos peligroso. De momento, intervención soberana que restablece el orden legal y constitucional se ejerce sobre los controladores aéreos e indirectamente sobre el conjunto de los trabajadores del Estado español. De esta manera, ese triste apéndice del capital globalizado que es el gobierno de España puede permitirse lucir un poco creíble disfraz de Leviatán, afirmándose como soberano allí donde ya no pueden ejercer ni el ejecutivo ni ningún otro de los poderes del Estado la más mínima soberanía efectiva. Lo que ocurre es que todo tiene sus límites y que no es posible militarizar al conjunto de la sociedad, ni gestionar la fuerza de trabajo mediante el simple terror dentro de un régimen postfordista en que el tiempo y el espacio del trabajo y por consiguiente el tiempo y el espacio del conflicto y del bloqueo de los flujos mercantiles cubre el conjunto de la sociedad. A lo mejor, con un poco de suerte, Julian Assange ha introducido algún "secreto de Estado" del gobierno español en su florilegio de chismes:de Wikileaks esto quizá pueda regalar alguna escama al lamentable disfraz del patético Leviatán hispánico.