A pesar de estas proclamas que recuerdan las de la Falange con algún toque progre y liberal, el principio moral y político de UPyD es algo más elemental: la mera obediencia al orden social, político y económico vigente. "Lo que nos une", como pueblo es siempre, por definición, la obediencia al poder del soberano. La expresión más nítida de este espíritu de obediencia es el anuncio electoral que mostraba en grandes dimensiones el DNI de Rosa Díez. Ese -otrora odioso- documento de control policial se convierte en el imaginario de UPyD en un símbolo del partido que defiende el Estado. Tal vez en eso consiga esta organización superar en punto a franquismo -no en fascismo, pues el franquismo nunca fue un fascismo- al propio PP, pues en España ya hubo antes de UPyD un auténtico "partido del Estado" fundado por Franco sobre las ruinas de las distintas derechas que lo apoyaron: su nombre era "Movimiento Nacional". En el Movimiento Nacional confluyeron a la fuerza -a veces a punta de pistola- los tradicionalistas del carlismo, los "revolucionarios" de la Falange y los monárquicos. El Movimiento Nacional neutralizaba así las diferencias y antagonismos políticos internos a la derecha española en un partido cuya única ideología era la de la preservación del Estado y del orden social. Rossana Rossanda, en su libro Un viaje inútil calificaba el franquismo como un régimen de "gestión autoritaria de la vida cotidiana" enteramente alejada de la movilización y politización total que caracterizaba al fascismo italiano. El PP, que participa en modos domesticados de antagonismo político en el marco del actual régimen monárquico, recoge menos directamente la herencia de este partido -que llegó a ser ministerio- que la organización de Rosa Díez. UPyD se propone combatir el bipartidismo; sin embargo, la síntesis de los dos términos del bipartidismo no puede ser la alternativa al bipartidismo, sino "el partido único del bipartidismo", el partido que logra extraer de ambos polos del bipartidismo su común esencia espectacular. La vocación de UPyD es reconstruir un espejo que represente a la sociedad y a lo que llaman "las personas", más allá del espejo roto y deformante del juego político partidario.
UPyD une a su antivasquismo y anticatalanismo y a su nacionalismo rojigualdo falsamente universalista (es un universal abstracto y violento no mediado por la particularidad) un discurso antiterrorista centrado en la categoría de víctima. Ahora bien, la víctima es una de las expresiones del homo sacer; esa figura ambigua de la sacralidad que en el derecho romano primitivo así como en la religión romana correspondía a la vez al muerto en un sacrificio -sacri-ficium= transformación de la víctima en algo "sacer", sagrado- y a la persona expulsada de la ciudad por crímenes horrendos como el parricidio. UPyD toma partido por las víctimas del terrorismo visto como acto sacrificial, elevando a las víctimas -la mayoría de ellas involuntarias- a la condición de mártires de la democracia y a los verdugos, los terroristas, a la condición de monstruos enemigos de la humanidad, para los que se suspenden todas las garantías jurídicas. Esta dimensión tanatófila está muy presente en el discurso de UPyD y asienta el nacionalismo español en una nueva base: sustituyendo a los mártires de la Cruzada, aparecen los mártires de la democracia. UPyD, como lo hiciera su anterior avatar, Basta Ya, está intentando crear el altar de la patria de la monarquía, darle al Estado franquista reformado lo que nunca tuvo: un carácter nacional, en torno a lo que según Benedict Anderson contribuye en máximo grado a la construcción de una nación: un cenotafio, la tumba vacía del mártir desconocido de la democracia. Esa tumba está vacía, pues aunque la actividad de ETA haya provocado numerosas víctimas, es perfectamente oportunista considerar que estas personas cayeron por una causa: la mayoría de ellas fue objeto pasivo de la violencia; algunos incluso fueron, Como el almirante Carrero Blanco o el policía torturador Melitón Manzanas, responsables políticos, policiales o militares de la fase pre-democrática del régimen y difícilmente puede afirmarse que combatiesen por la democracia.
UPyD une a su antivasquismo y anticatalanismo y a su nacionalismo rojigualdo falsamente universalista (es un universal abstracto y violento no mediado por la particularidad) un discurso antiterrorista centrado en la categoría de víctima. Ahora bien, la víctima es una de las expresiones del homo sacer; esa figura ambigua de la sacralidad que en el derecho romano primitivo así como en la religión romana correspondía a la vez al muerto en un sacrificio -sacri-ficium= transformación de la víctima en algo "sacer", sagrado- y a la persona expulsada de la ciudad por crímenes horrendos como el parricidio. UPyD toma partido por las víctimas del terrorismo visto como acto sacrificial, elevando a las víctimas -la mayoría de ellas involuntarias- a la condición de mártires de la democracia y a los verdugos, los terroristas, a la condición de monstruos enemigos de la humanidad, para los que se suspenden todas las garantías jurídicas. Esta dimensión tanatófila está muy presente en el discurso de UPyD y asienta el nacionalismo español en una nueva base: sustituyendo a los mártires de la Cruzada, aparecen los mártires de la democracia. UPyD, como lo hiciera su anterior avatar, Basta Ya, está intentando crear el altar de la patria de la monarquía, darle al Estado franquista reformado lo que nunca tuvo: un carácter nacional, en torno a lo que según Benedict Anderson contribuye en máximo grado a la construcción de una nación: un cenotafio, la tumba vacía del mártir desconocido de la democracia. Esa tumba está vacía, pues aunque la actividad de ETA haya provocado numerosas víctimas, es perfectamente oportunista considerar que estas personas cayeron por una causa: la mayoría de ellas fue objeto pasivo de la violencia; algunos incluso fueron, Como el almirante Carrero Blanco o el policía torturador Melitón Manzanas, responsables políticos, policiales o militares de la fase pre-democrática del régimen y difícilmente puede afirmarse que combatiesen por la democracia.
En cualquier caso, el discurso de UPyD sirve para ocultar mediante este desplazamiento otro tipo de "víctimas" y "mártires" que son los centenares de miles de personas asesinadas por los fundadores franquistas de la actual democracia rojigualda. UPyD no es de izquierdas ni de derechas porque aspira secretamente a que su partido del Estado vuelva a convertirse en aquella secretaría general del Movimiento que Adolfo Suárez tuvo el coraje político de liquidar. UPyD apuesta, con un aire joven y mucha mercadotecnia, por un nuevo patriotismo constitucional en un país que, en realidad, no tiene constitución, pues nadie ignora que la "constitución" del 78 es sólo el artefacto legal que permite mantener bajo formas democráticas la continuidad del régimen franquista.