jueves, 24 de noviembre de 2011

De la gobernanza o de la constitución política del neoliberalismo


Me permito proponer en el blog un texto de hace ya bastantes años que vuelve a cobrar actualidad en estos tiempos de "dictadura comisaria" de los mercados (Balibar). El texto se difundió a través de la red Attac en 2001 y hoy es difícil de encontrar. La parte crítica (pars destruens) sigue siendo válida y ha sido desgraciadamente confirmada con creces por la realidad; sin embargo el autor matizaría hoy mucho todo lo que afirma sobre la democracia y la soberanía popular en el capitalismo. Con la edad se pierde la fe. John Brown


John Brown: De la gobernanza o la constitución política del neoliberalismo


¿Quién no ha oído mencionar el término gobernanza ? Hoy día es difícil encontrar un texto de los principales organismos gestores de la economía mundial en que esa palabra no haga reiteradamente aparición : bajo el manto de la « buena gobernanza », cuando de ella habla el FMI en el marco de las críticas a los países del Sur que mantienen un mínimo de servicios públicos y algo de soberanía económica, otras con tintes locales cuando se refiere a la implicación de empresas, asociaciones, grupos, etc. en la gestión de comunidades urbanas sustituyendo servicios públicos que han desaparecido tras la ofensiva neoliberal, otras aún como técnica del gobierno (independientemente de qué se gobierne y de quién gobierne) llamándose entonces en el español pujolista « gobernabilidad ».
De la gobernanza o la constitución de la política del neoliberalismo
¿Quién no ha oído mencionar el término gobernanza ? Hoy día es difícil encontrar un texto de los principales organismos gestores de la economía mundial en que esa palabra no haga reiteradamente aparición : bajo el manto de la « buena gobernanza », cuando de ella habla el FMI en el marco de las críticas a los países del Sur que mantienen un mínimo de servicios públicos y algo de soberanía económica, otras con tintes locales cuando se refiere a la implicación de empresas, asociaciones, grupos, etc. en la gestión de comunidades urbanas sustituyendo servicios públicos que han desaparecido tras la ofensiva neoliberal, otras aún como técnica del gobierno (independientemente de qué se gobierne y de quién gobierne) llamándose entonces en el español pujolista « gobernabilidad ». A lo más que ha llegado es a « gobernanza mundial » o « global » cuando las Naciones Unidas proponen constituir un gobierno mundial que no se atreve a llamarse así.
En general este neologismo se refiere a aquellas formas de gobierno que no se atreven a llamarse « gobierno ». Y no se atreven a ello, porque, de hacerlo, delatarían su carácter dictatorial. El término de moda es un eufemismo, pues. Como todo eufemismo, algo oculta en nombre de un orden que se vería en aprietos si se mostrara. Vamos a ver de qué se trata.
I. Brevísima historia del término y de sus significados
A. El « imperialismo » económico de la escuela de Chicago
La cosa empieza hace ya bastantes años en los Estados Unidos cuando Ronald Coase descubre que las relaciones de cooperación internas a la empresa permiten eliminar los costes de transacción que supondría la adquisición de bienes y servicios a otras empresas [1] y concluye que la razón de ser de la empresa es precisamente esa eliminación de los costes de transacción. Coase descubre así que existe una división del trabajo en el interior de la empresa que no se reduce a  intercambio mercantil aunque es perfectamente analizable en términos de rentabilidad. La empresa, que había sido hasta entonces un objeto relativamente opaco para la economía neoclásica ingresa gracias al cálculo de costes de transacción en la lógica general de la ventaja comparativa y la rentabilidad.
En su artículo « The nature of the Firm » donde expone los fundamentos de esta nueva perspectiva, Coase sienta ya en 1937 las bases del neoinstitucionalismo americano : una escuela de pensamiento social que interpreta en términos estrictamente económicos ( de rentabilidad y de eficacia, conforme al método general de la economía neoclásica) las relaciones sociales y políticas, la historia (North, Williamson) y, por supuesto, las relaciones sociales internas a la empresa. Este nuevo planteamiento recibe el nombre de « imperialismo económico », pues extiende al conjunto de las ciencias sociales el método de la economía neoclásica.
En el marco de esta escuela es donde empieza a hablarse de gobernanza de empresa y de estructuras de gobernanza (corporate governance, governance structures) desde los años 70, en particular en la obra de Oliver Williamson, para designar la política interna de la empresa, esto es el conjunto de dispositivos que ésta aplica para efectuar coordinaciones eficaces en dos planos : los protocolos internos cuando la empresa está integrada (jerarquía : « amos y siervos » en terminología de Coase) o bien los contratos, asociaciones temporales, uso de normas, cuando el producto o servicio se subcontrata. Es una metáfora, reinterpretada en términos de imperialismo económico, de la política. Y es que a los economistas institucionalistas les interesan los diferenciales de rentabilidad de las relaciones de poder hacia dentro y hacia fuera de la empresa : aspecto que luego resultaría central en el paso del fordismo al toyotismo y a la modernísima « economía en red ». La gobernanza es, en esta primera fase de su andadura, metáfora de la política : la política en la economía concebida como gestión de las personas con vistas al beneficio.
B. Las ambigüedades de la gobernanza municipal
El segundo gran momento de la gobernanza marca su transición hacia el ámbito público :  la gobernanza se hace urbana (urban governance). La gobernanza urbana es inicialmente el resultado de los intentos contradictorios de los ayuntamientos británicos de la era Thatcher de gestionar la ciudad con recursos financieros fuertemente recortados. Hablamos de contradicción porque nos hallamos en una trama en la cual las reducciones y privatizaciones de los servicios públicos se combinan con prácticas de resistencia y solidaridad de las clases populares que luchan por no ser excluidas. Contradicción también, porque ayuntamientos neoliberales y ayuntamientos de izquierda apelan a la « sociedad civil » de manera opuesta, si bien coinciden en presentar las privatizaciones o la participación ciudadana como formas de gestión « próximas al ciudadano ». En cualquier caso, la crisis molecular del Estado del bienestar que se produce a nivel municipal conduce a un abandono de responsabilidades por parte de los poderes locales en favor de todo lo que no es poder público y se denomina con un término magmático sobre el que tendremos que volver : « sociedad civil ».
La metáfora de la gobernanza da así un paso más : si de lo que se trata es de disponer en tiempos de escasez de un instrumento político eficaz para responder de manera económicamente sensata (cost-effective) a las necesidades sociales, se impone por definición, ahora a nivel municipal, la perspectiva económica de la gobernanza de empresa. Y ¿qué se infiere de esta moderna perspectiva ? Que dado que los costes internos de la gestión pública de los servicios sociales son excesivos, estos deben externalizarse y confiarse al sector privado y a la sociedad civil. Se matan así al menos tres pájaros de un tiro : se reduce el gasto público, se aumenta el beneficio privado y se suprime en gran medida el margen de intervención de las clases populares en la gestión de los asuntos públicos. La política de empresa tras ser política municipal pasa, así, a invadir o incluso a sustituir el ámbito político en su totalidad.
C. La gobernanza mundializante y mundializada
Si a nivel subestatal la crisis del Estado del bienestar y de la legitimidad fordista se traduce en intervención directa de la « sociedad civil », lo mismo ocurrirá al nivel supraestatal donde la enorme autonomización del poder financiero respecto de leyes y normas nacionales, la implantación transnacional de las grandes empresas y el desarrollo de los intercambios y comunicaciones a escala planetaria se convierten en señas de la « mundialización »  (o « globalización »). La economía y las finanzas mundializadas son el resultado de toda una serie continuada y aún no acabada de medidas políticas que la mayoría de los gobiernos del planeta han adoptado para liberalizar los movimientos de todos los factores de producción, con la salvedad de la fuerza de trabajo, entre los años 70 (Pinochet fue un precursor) y el día de hoy. Estas medidas se combinan en el Tercer y el Primer mundo con programas monetaristas de lucha contra la inflación y de « saneamiento » del gasto público, en particular en el sector social, educativo, sanitario, etc. destinados a mantener la confianza de los inversores, esto es a mantener un alto y seguro rendimiento de las inversiones y de los títulos de deuda… El término que emplean el Banco Mundial y el Fondo Montetario Internacional para designar este conjunto de medidas es el de buena gobernanza.
La buena gobernanza es en este contexto la disciplinada aplicación de los planes de ajuste estructural ahora radicalizados y orwellianamente denominados « estrategias de reducción de la pobreza ». Naturalmente, las sociedades  también tienen un importante papel que desempeñar cuando el Estado ha abandonado sus políticas sociales y sus planes de desarrollo autocentrado : y los actores de la « sociedad civil » a los que constantemente se apela son Organizaciones No Gubernamentales que, intentando paliar los efectos más destructivos del sistema, se convierten en pilares del mismo, cuando no son directamente empresas privadas interesadas en el negocio humanitario.
A esta gobernanza que a escala nacional palia o más bien gestiona los efectos de las políticas neoliberales hay que añadir la gobernanza económica mundial flexiblemente articulada que coordina a nivel planetario estas políticas : entre sus principales agencias figuran el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el Foro Económico Mundial y las instituciones de la Unión Europea.  Junto a estas instituciones, hay que contar entre los nuevos gobernantes fácticos del planeta a las grandes empresas transnacionales, convertidas en poderosos actores políticos capaces de imponer su voluntad a los Estados colectivamente, a través de los organismos económico-financieros mundiales, o incluso de forma estrictamente individual : como Monsanto, que fue capaz de imponer la introducción masiva de cultivos transgénicos al gobierno federal brasileño (pero no al del Estado de Rio Grande do Sul) y al de los Estados Unidos. También a nivel mundial, las ONG que sustituyen a las agencias estatales de desarrollo de los países del Norte, sin gestionar ya ningún desarrollo, ejercen un papel fundamental de representación/sustitución de la sociedad civil en el marco de la nueva gobernanza mundial, nacional y local. Su papel es ambiguo : por un lado forman inequívocamente parte del dispositivo neoliberal de sustitución de las funciones sociales que fueran competencia de los poderes públicos - ya previsto por Friedman y los clásicos del neoliberalismo-, pero por otro, han podido a veces servir para canalizar formas de resistencia política de las clases populares o de los pueblos del Sur.
D. La gobernanza armada
Un último aspecto importante de esta gobernanza mundializante es el militar. Aquí también la desaparición de las lindes entre lo público y lo privado y la intervención de la « sociedad civil » y de las empresas se hace evidente. En primer lugar, los sujetos de la guerra no son los Estados, sino coaliciones de Estados, organismos internacionales, ONGs, grupos politicos civiles o armados, empresas que prestan servicios, etc. La guerra, además, no se declara : no sólo las constituciones de los distintos países se violan alegremente (intervenciones de « Occidente » en Iraq, Yugoslavia, etc.) sino que ni las cartas de las organizaciones internacionales (ONU, OTAN) se respetan. El ámbito de actuación de la mayor alianza militar existente, la OTAN, es desde hace más de un año planetario y los motivos de su intervención son fundamentalmente « humanitarios ». La confusión entre lo político y lo militar, la paz y la guerra, la economía y la acción humanitaria son señas de una gobernanza flexible orientada a la máxima eficacia y rentabilidad, sin que nadie se tenga que preguntar desde una instancia política cuáles son los fines perseguidos. Lo fundamental en la lógica de la gobernanza, como en la del capital, es que la pregunta por los fines no se plantea : sólo los medios cuentan.
II. La unificación de los significados
A . De la economía a la política pensada como criada de la economía
Recapitulando : si aplicamos a la política la teoría de los costes de transacción y la racionalidad económica del modelo « imperialista », un número cada vez más importante de funciones asumidas por entes públicos debe pasar a la sociedad civil o al mercado, porque la competencia y el voluntariado suponen unos costes de transacción inferiores al coste de la gestión pública de esas funciones. Tal es la lógica que domina las privatizaciones y la externalización de funciones por parte de empresas y de administraciones públicas. Si esas funciones se abandonan al mercado o a las acciones voluntarias de la sociedad civil, su realización será muy aleatoria y el acceso de la ciudadanía a determinados servicios antes garantizados por entidades públicas pasará a depender de la existencia de una demanda solvente. La sociedad y los individuos, como afirman los teóricos de la Tercera vía tienen que asumir sus responsabilidades y no confiar permanentemente en el Estado : vivimos en una « sociedad de riesgo » : « vivimos –nos dice Anthony Giddens- en una sociedad mucho más activa en la que existe un nuevo contrato social que implica derechos y responsabilidades de los individuos en el conjunto de la sociedad y en la política. En unas instituciones de bienestar social más activamente estructuradas, queremos a menudo animar a la gente a arriesgarse en vez de impedir que asuman riesgos. El riesgo es la base de la innovación y la innovación es la base del espíritu de empresa ». [2]
La gobernanza se refiere en todos los casos a formas de gestión de los asuntos públicos en las que se apela a la intervención de la « sociedad civil » reduciéndose paralelamente el papel de las instancias políticas. Ello puede ocurrir a todos los niveles : local, regional, nacional, mundial, militar... Se trata de que un gobierno reducido a su mínima expresión coordine u oriente a una « sociedad civil » que adquiere un papel preponderante en la elaboración, la aplicación y la fiscalización de las distintas políticas. Idealmente, a lo que la gobernanza debería conducir es a una desaparición del Estado como instancia de determinación del interés público y a la sustitución de las normas legales por formas flexibles de regulación. Utilizando el título de una obra ya  clásica en la defensa e ilustración de la gobernanza, esta consiste a nivel político en « governing without government »  [3]. Sólo la paradoja, como en la mística o en la teología negativa puede expresar la verdadera esencia de la gobernanza. Como afirma el inefable comisario Lamy :  « El concepto de « gobernanza » es afortunadamente a mi juicio lo bastante sólido como para cristalizar la reflexión y lo bastante flexible para facilitar la convergencia de los puntos de vista. Es un poco como el embrague de un coche : es indispensable pero tiene varias versiones » [4]
Todo esto tiene un aire fresco y libertario, pues se quiere dar la impresión de que la sustitución del Estado democrático por una serie de transacciones contractuales supone mayor libertad y mayor capacidad de iniciativa para todos. El problema es que esta concepción de la libertad que el liberalismo quiere inculcarnos es tremendamente ingenua : la libertad se presenta como un dato inicial propio de un idílico estado de naturaleza y el Estado se ve como una traba para su pleno despliegue. Lo que no tienen en cuenta los nuevos « libertarios » de la gobernanza es que el Estado democrático, al derivar su legitimidad de la existencia de un espacio público donde los ciudadanos son iguales en derecho, es la única garantía de la igualdad de los ciudadanos por hoy existente. Cualquier otro plano y, en concreto, el de la sociedad civil, por no hablar del del mercado o el de la empresa, es un lugar de desigualdad o de dominación de unos individuos por otros.
B. La constitución política del neoliberalismo
Es frecuente, al considerar la gobernanza, ver en ella un mero cambio de estilo en el modo de gobernar sin que ello suponga ningún cambio político fundamental. La gobernanza mejoraría la eficacia del Estado agilizando la vida social y económica : incluso, en términos de Giddens -el teórico de la Tercera vía- serviría para « democratizar la democracia » liberándola de la carga del Estado social y acercándola a la « sociedad civil ». Sin embargo, un simple repaso de sus objetivos explícitamente declarados permite ver su absoluta incompatibilidad con los conceptos e instituciones básicos de la democracia. La soberanía popular, el principio de legalidad, la separación de poderes, la idea misma de ley, la distinción entre lo público y lo privado son abandonados como antiguallas. El cambio de modelo político que de manera más o menos explícita supone la gobernanza es un auténtico proceso constituyente encaminado a que las realidades económicas y sociales de 30 años de neoliberalismo queden legal y políticamente sancionadas.  Expondremos a continuación algunas de las características de la nueva constitución que se propugna.
Dado que la actual Comisión Europea se ha convertido en un líder indiscutido de la gobernanza a nivel mundial, para exponer este proyecto constitucional nos basaremos en gran medida en intervenciones públicas del Comisario Lamy (ideólogo mayor de la gobernanza europea y mundial) y del Presidente Romano Prodi así como en otros varios estudios encaminados a la elaboración por parte de la Comisión de un Libro Blanco sobre la Gobernanza Europea. Nos centraremos en aquellos aspectos no específicamente europeos que son directamente aplicables a la dimensión planetaria.
1. La distinción público/privado
La distinción entre lo público y lo privado es un aspecto determinante del orden político : existen así asuntos que interesan a la comunidad en su conjunto (públicos) y otros que sólo afectan a individuos o grupos particulares (privados). El ámbito de la decisión política es un ámbito público, pues afecta a toda la comunidad ; en una democracia todos los ciudadanos tienen acceso a la toma de decisiones en ese espacio público de manera más o menos directa. Los ciudadanos son, sin embargo, siempre individuos que la ley considera iguales. Estos ciudadanos congregados real y directamente o indirecta y virtualmente en un espacio público constituyen en una democracia el único sujeto colectivo cuya voluntad tiene fuerza de ley : ello permite que nadie esté sometido a otro hombre y que todos lo estén a las leyes.
La gobernanza viene a trastocar este orden : “Creo- dice Romano Prodi- que tenemos que dejar de pensar en términos de poderes jerarquizados, separados por el principio de subsidiariedad y empezar a imaginar más bien la constitución de una red en que los distintos niveles de gobernanza actúen conjuntamente en la elaboración, la proposición, la aplicación y el seguimiento de las políticas », afirmando en otro lugar el mismo autor : « Es tiempo ya de darse cuenta de que Europa no está tan sólo administrada por las instituciones europeas, sino también por las instituciones nacionales, regionales y locales y por la sociedad civil » [5].
Nos encontramos así ante una poderosa horizontalidad que abarca los distintos niveles e implica, de manera no declarada, el abandono de las prerrogativas del soberano, no a poderes públicos de rango inferior en aplicación de una forma perfectamente democrática del principio de subsidiariedad, sino a la « sociedad civil », esto es a los intereses privados y particulares. Como afirma explícitamente el programa de trabajo de la Comisión sobre el Libro Blanco de la gobernanza europea : « El término gobernanza designa las normas, procesos y comportamientos que condicionan la calidad del ejercicio de los poderes europeos: responsabilidad, visibilidad y eficacia. Este enfoque es particularmente apropiado para la profundización en el modelo democrático europeo en general y en el papel desempeñado por la Comisión en particular, ya que da cuenta de situaciones caracterizadas por la multiplicidad de los centros de decisión a varios niveles geográficos, públicos y privados en la Unión. » [6]
Puesto que se trata de dar cuenta de esa multiplicidad emergente de centros de decisión dentro de la cual los centros de decisión privados se sitúan en el mismo plano que los públicos, los teóricos y profetas de la gobernanza no hacen ascos a un regreso de la religión a la vida pública abandonando así la tradición laica de las democracias europeas :
« En la época moderna, la separación de la religión y el Estado ha sido una doctrina tan reiterada como a menudo ignorada, eludida, incumplida a pesar de las buenas palabras. Esta separación era a su vez un apartado de la distinción entre lo « privado » y lo « público », línea divisoria ésta que se ha ido desvaneciendo a medida que los Estados han ido subcontratando crecientes proporciones de los asuntos públicos y las organizaciones privadas desempeñan un papel más robusto en la elaboración de las medidas políticas (…). En este contexto parece muy probable que la religión, definida como « espiritualidad organizada » desempeñe un liderazgo cada vez más importante en todos los ámbitos. ». [7] No estamos ni en Teherán ni en Kabul, sino, aunque cueste creerlo en Bruselas. Y esto no es ninguna fábula sino una tendencia política actual del neoliberalismo : el gobierno de Bush acaba de financiar a toda una serie de asociaciones religiosas para que se hagan cargo de servicios sociales básicos.
2. La sociedad civil
La palabra mágica que, desdibujando las lindes de lo público y de lo privado, permite dar una impresión de profundización de la democracia y al mismo tiempo abandonar el principio de soberanía popular es « sociedad civil ». La sociedad civil es un término « culto » de origen filosófico : designa en Hegel la esfera donde se expresan los intereses particulares [8] contrapuesta a la del Estado que representa lo universal : « en la sociedad civil cada uno es para sí un fin, todo lo demás no es nada. Sin embargo, sin relación con otro no puede alcanzar su fin, por lo cual el otro es un medio para el fin del particular ». En el uso que se hace de ella en la neolengua de la gobernanza, es un concepto intermedio entre las asociaciones privadas con funciones de interés público (ONGs, asociaciones caritativas religiosas o laicas, etc.) y el mercado. El idealismo del voluntariado y el acicate de la ganancia se conjugan para sustituir « eficazmente » las funciones relacionadas con la ciudadanía social de las que el Estado neoliberal hace dejación.
La sociedad civil debe compartir las tareas de gobierno con los poderes públicos y la tarea legislativa con el Parlamento. En algunas versiones « de izquierda » de la gobernanza que, por parecer más presentables, se están generalizando, la sociedad civil se distingue del mercado dando paso a un sistema de poder tripartito : Estado-mercado-sociedad civil. Sin embargo, es fundamental que el término « sociedad civil » mantenga su provechosa ambigüedad, incluyendo unas veces el mercado (la sociedad civil se confunde con el conjunto de los actores socioeconómicos)  y excluyéndolo otras [9].
Cuando se plantean los responsables de la gobernanza dialogar con la sociedad civil reducida a los representantes de ONG o de sindicatos y movimientos sociales, el mercado como tal desaparece : ello se debe a que los intereses que en él se expresan son subsumidos por los « poderes públicos », que representan como interés general el interés privado de los mercados o del capital. De ahí que sean ejes fundamentales de las políticas neoliberales el aumento de la competitividad, la seguridad de la inversión, la reducción de los costes laborales, etc. Por su parte la sociedad civil queda a menudo reducida a su expresión más visible : las ONG cuyo papel es fundamental en el nuevo orden. Para Pascal Lamy, que desde Seattle –donde representaba a la UE- no para de insistir sobre la implicación de las ONG en el proceso de toma de decisiones : « Las ONGs y la sociedad civil pueden contribuir a la legitimación proporcionando distintos canales de actividad (por ejemplo, la movilización, la representación o simplemente un apoyo jurídico-técnico) respondiendo así a una demanda de nuevos intermediarios sociales que no encuentra respuesta en ningún otro lugar ». [10] Las ONG tienen una « función de legitimación » de una situación que no es democrática en las instituciones financieras y comerciales internacionales, pero también en la Unión Europea. ¿Basta acaso implicar a las ONG en el proceso de toma de decisiones y de aplicación de las normas para que tengamos « más » democracia o « más »legitimidad ?
En todo este proceso el pueblo, entendido como conjunto de los ciudadanos es el gran ausente y hay quien define ya el Orden Nuevo como « gobierno de las organizaciones, por las organizaciones y para las organizaciones » [11]. La gran paradoja de la gobernanza es que se nos propone ampliar la democracia hacia la sociedad civil  que es precisamente aquel conjunto de relaciones en que no soy ciudadano, sino mero agente de un interés particular. Sólo soy ciudadano como integrante del pueblo soberano. Las prerrogativas que colocan la ley, expresión de la voluntad del soberano, por encima del interés privado son la única garantía de los ciudadanos que integran la persona colectiva del soberano contra la desigualdad y contra la dominación de los más débiles por los más fuertes. Así, la aparente « devolución » de poderes que realiza la gobernanza neoliberal en favor de la sociedad civil equivale a expropiar al pueblo de su soberanía. Se trata, sencillamente de un golpe de Estado, de momento incruento…
3. Lo excesivamente grande y lo sumamente complejo
Todo poder presume ante sus súbditos de saber y poder más que ellos a fin de justificar su existencia. Las distintas religiones lo hicieron durante siglos al presentarse como depositarias de una revelación divina cuya interpretación complejísima era competencia de quien tuviera sutilísimos conocimientos o una gracia especial de su Creador. Esta idea según la cual el « simple ciudadano » es incapaz de comprender la gran complejidad de la realidad social y económica y ha de contentarse con delegar su poder de decisión en una casta de profesionales de la toma de decisiones, es un elemento esencial del dispositivo gobernancista.
La revelación fundacional de la gobernanza que el súbdito de la gobernanza europea y mundial debe repetirse varias veces al día como una plegaria es que se encuentra ante una realidad que lo supera en todos los aspectos y a la que tienen que amoldarse él y las instituciones democráticas. Según Tom Burns, autor de un informe sobre el futuro de la democracia parlamentaria en Europa : « Una de las razones principales de que los sistemas parlamentarios estén cada vez más marginados en la política y gobernanza modernas es que las sociedades occidentales se han hecho altamente diferenciadas y demasiado complicadas para que un parlamento o una administración las controle, adquiera suficientes conocimientos y competencia y delibere sobre ellas. En la actualidad numerosos discursos, negociaciones, diseños y aplicaciones de políticas acontecen en miles de agencias definidoras de políticas o sub-gobiernos »[12].  Así, el efecto de 20 años de neoliberalismo se quiere presentar como un fenómeno natural, haciendo de la privatización de numerosas decisiones y políticas de interés público la justificación principal de una nueva oleada –tal vez definitiva- de privatizaciones.  Pues qué otra cosa es esa famosa « complejidad » sino el efecto de esa privatización y desregulación generalizadas ?  En este mismo sentido abunda el Seminario de Genval organizado en 1999 por la Comisión Europea : « Las reformas  que han de producirse sólo podrán tener éxito si responden a las expectativas de la sociedad civil en relación con el proceso político europeo. La complejidad de los problemas y la diversidad de la sociedad civil son hoy tales que el modelo de la democracia representativa no constituye ya una fuente de inspiración suficiente. El proceso de reforma deberá por necesidad abrirse a opciones más innovadoras ». [13]
A lo complejo viene a añadirse lo desmesurado : cuyo nombre es « globalización ». La globalización, como el Dios judeocristiano existe por sí misma y carece de causas : a la criatura sólo le cabe inclinarse ante la fuerza imparable de esta nueva « realidad », que no es sino el resultado de la desregulación sistemática de la actividad económica y financiera producto de tres décadas de neoliberalismo. Todo vale para hacernos creer que nuestras democracias son incapaces por invencibles razones de hacerse cargo de la cosa pública. Así, puede el Comisario Lamy afirmar que la mundialización « ha producido una fuerza auténticamente radical, en el verdadero sentido de la palabra. Ha tenido un efecto de enorme envergadura sobre la soberanía, tanto dentro como fuera de Europa ; sobre cuestiones de legitimidad y responsabilidad democráticas ; y sobre todo sobre la economía real y las personas reales » [14].
La ciudadanía, perdida entre lo sumamente grande y lo excesivamente complejo, tiene que aceptar así verse privada de su soberanía dentro de un nuevo orden que recibe varios calificativos : gobernancia post-parlamentaria, democracia participativa (las carcajadas se oyen desde Porto Alegre) o, con pleno sentido histórico, « democracia orgánica » [15]. En cualquier caso, el poder que en la gobernanza se abre paso toma sus decisiones más allá del ámbito político.
4. Más allá de la democracia parlamentaria ¿o de la democracia sin más ?
Desde un planteamiento de soberanía popular, estas soberanías difusas no tienen sentido : la legitimidad política emana del pueblo : una decisión o una norma de carácter público es legítima cuando la adoptan órganos que expresan la soberanía popular (los famosos tres poderes, pero los de Montesquieu) y no lo es cuando un interés privado la dicta. Que las ONG, que son organizaciones privadas, intervengan en un proceso « legislativo »  cuyo contenido fundamental será determinado por intereses económicos privados bajo la mirada de un Estado post-parlamentario no modifica en nada la radical ilegitimidad del procedimiento. Tampoco cambia nada que intervengan las ONG para ocuparse en nombre de la « sociedad civil » de los aspectos « humanitarios » en una vana pretensión de « moderar » la ilegitimidad democrática de la OMC, la OCDE, el FMI o la OTAN, órganos en los que unos ejecutivos autonomizados deciden en nombre de sus países sin el más mínimo mandato popular y a menudo violando preceptos constitucionales como en las negociaciones sobre el Acuerdo Multilateral de Inversiones en la OCDE o en la « guerra » contra Yugoslavia.
Conscientes de esta ilegitimidad, los partidarios europeos de la gobernanza -que ya han dejado de hablar del déficit democrático europeo- pretenden justificarla en nombre del sacrosanto principio de la eficacia desarrollando una teoría de la doble legitimidad por « input » (origen de la legitimidad como en el caso de la legitimidad democrática) o « output » (por los resultados) [16]. Naturalmente, se considera que la legitimidad del output, la de los resultados o los efectos es preponderante.  Para Romano Prodi, actual presidente de la Comisión, “La eficacia de la acción de las instituciones europeas es su fuente principal de legitimidad.” [17] No habría dicho otra cosa Franco respecto de su propia función de Caudillo cuya legitimidad era « de ejercicio » según una fórmula heredada de Weber y de Carl Schmitt. De hecho, nadie pondrá en duda según esta teoría la « output legitimacy » que supone el formidable desarrollo que conoció España bajo el franquismo ni la eficacia que mostró Hitler haciendo autopistas…y eliminando a millones de personas.
Pero no sólo la « output legitimacy » recuerda estos tiempos de ingrata memoria, también la « input legitimacy » bebe en fuentes semejantes. El antiparlamentarismo justificado por motivos de eficacia desemboca en una propuesta original de democracia : la « gobernanza orgánica » también denominada « democracia orgánica ». Este término, que ya fuera abundantemente utilizado en el franquismo resurge ahora para designar el tipo de participación indirecta propia de la gobernanza. [18] Para Tom Burns : « Frente a la creciente complejidad y dinamismo – y a las limitaciones o deficiencias de las formas parlamentarias- están emergiendo nuevas formas de regulación y gobernanza. A nivel sectorial nos encontramos con diversas redes o comunidades estables que intervienen en políticas, subgobiernos y gobiernos de intereses privados e incluyen grupos de interés implicados en cuestiones o problemas relacionados con aspectos de políticas particulares o sectoriales. He denominado « gobernanza orgánica » a un conjunto de estas formas » [19]. Losgobiernos de intereses privados así como otras comunidades o redes también privadas son gestores más eficaces del beneficio empresarial que los poderes públicos y aparecen así como la más acabada expresión del neoliberalismo constituyente. Hemos pasado así a una universalización de la « corporate governance », a una general transmutación de lo privado en público bajo la hegemonía indiscutible de unos poderes económicos que aspiran a arrebatar al pueblo su soberanía. Lo que queda es dar a estos poderes un lugar en el nuevo entramado constitucional haciendo que unos parlamentos escuálidos les reconozcan un poder normativo : « tenemos que explicar el concepto de ciudadanía de las organizaciones, una constitución de las organizaciones en que se defina el papel de éstas en la gobernanza y se establezcan normas explícitas o públicas para regularlas ». [20] ¿Estamos ante una nueva democracia censitaria donde sólo la « parte activa » de la sociedad tiene derecho a decidir sobre la cosa pública ? ¿O quizá ante formas aun más brutales de dictadura de clase ? ¿Volvemos al Siglo XIX o a los años 30 ? Malos tiempos para la democracia.
Conclusión
La gobernanza se presenta como el proyecto de constitución política más adaptado al neoliberalismo, para el cual ha llegado la hora de eliminar todo riesgo de que las mayorías sociales hagan oir su voz. No basta para ello reunirse en Qatar. Hay que liquidar los fundamentos básicos de la democracia y ello con un aire juvenil y libertario. Su proyecto de devolución del poder a la sociedad civil significa la desaparición misma del espacio público de la participación política ciudadana que queda sustituido por el espacio privado del mercado y de la « sociedad civil ». Los arreglos privados en el seno de la sociedad civil pasan a sustituir el principio de legalidad.
La tradicional separación de poderes de Montesquieu queda sustituida por una triada en la que el Estado se opone a dos expresiones del interés particular (nadie negará que una ONG o un sindicato representan un interés particular, por legítimamente que lo hagan). De hecho, en este particular esquema, el Estado no expresa ningún interés general debiéndose arbitrar entre los intereses particulares, con lo cual sólo representa el interés particularísimo de sus burocracias. Pero ni siquiera es el Nuevo Orden de la gobernanza nada particularmente nuevo. Años atrás su doctrina fundamental ya triunfó en Europa :
« Deberán fomentarse, desarrollarse y defenderse los valores autónomos del individuo y los comunes de varios individuos expresados mediante personas colectivas organizadas (familias, municipios, corporaciones, etc […].
El Estado debe reducirse a sus funciones esenciales de orden político y jurídico.
El Estado debe investir de capacidad y responsabilidad a las Asociaciones dando asimismo a las corporaciones profesionales y económicas derecho electoral en los Consejos Técnicos Nacionales.
Por consiguiente deberán limitarse los poderes y funciones que actualmente se asignan al Parlamento. Serán competencia del Parlamento los problemas relacionados con el individuo como ciudadano del Estado y el Estado como órgano de realización y protección de los supremos intereses nacionales ; competencia de los Consejos Técnicos Nacionales serán los problemas relativos a las distintas formas de actividad de los individuos en su calidad de productores» [21]
Menos Estado, menos parlamento, defensa de las personas colectivas organizadas y participación de éstas en el proceso de elaboración de las normas : pura gobernanza neoliberal. La gran diferencia es que en los años 20 decían las mismas cosas cuidando más el lenguaje y sin anglicismos. Algo hemos avanzado.
Notas:
[1]  "Outside the firm, price movements direct production, which is co-ordinated through a series of exchange transactions on the market. Within a firm, these market transactions are eliminated and in place of the complicated market structure with exchange transactions is substituted the entrepreneur-co-ordinator, who directs production. ... We may sum up this section of the argument by saying that the operation of a market costs something and by forming an organization and allowing some authority (an ’entrepreneur’) to direct the resources, certain marketing costs are saved" [Coase 1937].
[2]  Arnold Goodman Charity Lecture : Professor Anthony Giddens, Director of the London School of Economics & Political Science, Tuesday 15th June 1999.
[3]   Wolfgang H. Reinicke, Global Public Policy, Governing without government ?, Brookings Institution Press, Washington D.C., 1998.
[4]  Intervención de Pascal Lamy, Comisario europeo responsable de comercio, en el seminario Good governance in the public and private sectors against the background of globalisation, OSCE, Bruselas, 30 de enero de 2001.
[5]  Romano Prodi, Presidente de la Comisión Europea (2000-2005), Dar forma a la Nueva Europa, discurso ante el Parlamento Europeo, Estrasburgo, 15 de febrero de 2000.
[6]  Libro Blanco sobre la Gobernanza Europea. Profundizar en la democracia de la Unión Europea, Programa de trabajo, Documento de trabajo de los servicios de la Comisión, SEC(2000) 1547/7 final.

[7]  Harlan Cleveland and Marc Luyckx, "Civilizations and Governance", Working paper for the seminar Governance and Civilisations, Brussels, 14-16 may 1998.
[8]  « In der bürgerlichen Gesellschaft ist jeder sich Zweck, alles andere ist ihm nichts. Aber ohne Beziehung auf andere kann er den Umfang seiner Zwecke nicht erreichen ; diese anderen sind daher Mittel zum Zweck des Besonderen ». G.W.F.Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts, § 182.
[9]  « What is this civil society. It is the web of countless groups, organizations, and movements. These networks are not controlled by the state, although they may be influenced or regulated to a greater or lesser extent by the state and, therefore, interface with state agencies.Obviously, civil society is not reducible to market or capitalist relationships. It also concerns family, religious communities, professional groups, and academies, among others. Civil society is complex, dynamic, organic — not simply an unequivocal source of good (or evil). ».
  Tom Burns, "The evolution of parliaments and societies in Europe: challenges and prospects", European Journal of Social Theory 2(2), pp. 167-194, Sage publications, London, 1999.
  Naturalmente, para Burns como para Hegel, la sociedad civil incluye las relaciones de mercado capitalistas, aunque no sólo.
[10]  P. Lamy, Ibid.
[11]  Svein Andersen and Tom Burns, "The European Union and the Erosion of Parliamentary Democracy. A Study of Post-Parliamentary Governance in The European Union", How democratic is it?, edited by Svein S. Andersen and Kjell A. Eliasse, SAGE, London, 1996, p. 229.
[12]  Andersen and Burns, Ibid.
[13]  Notis LEBESSIS et John PATERSON, Accroître l’efficacité et la légitimité de la gouvernance de l’Union européenne, Commission européenne, Cellule de prospective, CdP 99-750, Bruxelles, 1999.
[14]  Pascal Lamy, Harnessing Globalisation: do we need Cosmopolitics? Speech by Commissioner Pascal Lamy, London School of Economics, 1 February 2001.
[15]  Tom Burns, The future of parliamentary democracy: transition and challenge in European Governance, Green Paper prepared for the Conference of the Speakers of EU Parliaments (Rome - September 22-24, 2000) September 2000 Rome, Italy/Uppsala, Sweden.
  El capítulo 4 de la sección III de este informe se titula : « Contemporary Forms of Modern Democracy: Demos and Organic Democracy ».
[16]  P. Lamy, The European Union: Between Globalisation and Enlargement, Speech, Freie Universität Berlin, Dialogue on Europe, 8 february 2001.
[17]  Romano Prodi, Ibid.
[18]  Tom Burns, art.cit.
[19]  Tom Burns, art.cit.
[20]  Andersen and Burns, Ibid, p.248.
[21]  «I valori autonomi dell’individuo e quelli comuni a più individui espressi in persone collettive organizzate (famiglie, comuni, corporazioni, ecc.), vanno promossi, sviluppati e difesi, sempre nell’ambito della Nazione a cui sono subordinati. [...]
Attac France, 21/05/01

lunes, 21 de noviembre de 2011

21N: Adorando a un Dios oscuro. El capital financiero castiga a sus devotos partidarios





Hace falta sufrir de una considerable miopía o de una grave obcecación ideológica para no reconocer que el PP ganó clarísimamente las elecciones del 20 de noviembre de 2011. Sin embargo, no faltó quien afirmase en una lamentable velada -afortunadamente ultraminoritaria- de vudú electoral celebrada en la puerta del Sol que "ganó la abstención". Examinando los datos de participación y los votos recibidos por el PP esa afirmación es matemáticamente inexacta y políticamente insignificante. Ganó el PP. Ganó el PP porque se hundió el PSOE y el PP quedó como el único pilar -aún incólume- del régimen bipartidista surgido de la transición. El PP ha cosechado relativamente pocos votos nuevos (630.000) y sólo ha superado al PSOE porque este ha perdido un poco más de cuatro millones de votos. Todos esto da al PP una holgada mayoría, tan holgada que, incluso si no se hubiese aplicado la ley d'Hondt, el PP habría podido gobernar fácilmente con el apoyo de CiU o de UPyD. Lo importante, sin embargo, es que, de todas formas, el PP podrá contar con el voto del PSOE en todos aquellos aspectos que se consideren "de Estado" o relacionados con la "gobernabilidad", esto es con el mantenimiento del sistema neoliberal y de la unidad de los "hombres y tierras de España". El PP ha ganado un amplísimo espacio en el ámbito de la representación, pero el consenso en torno al neoliberalismo en el arco parlamentario es aún mayor. Cabe destacar dos excepciones: el ascenso de IU y la irrupción de Amaiur como primera fuerza política en Euskadi y tercera fuerza política en Navarra. IU y Amaiur son los dos únicos herederos de las fuerzas políticas que lucharon por una ruptura de la continuidad política del régimen. Son organizaciones capaces de un cierto antagonismo (un desafío social y constitucional) que supera el marco político de la constitución de 1978.  Hoy, más aún que ayer se ve confirmado el "no nos representan" del 15M. La disociación entre un régimen enrocado y una sociedad que genera cada vez mayores espacios de disidencia recuerda otros fines de imperio.


Con todo, los resultados del PP han quedado relativizados desde el primer día por los mercados, o mejor dicho, por los distintos agentes del capital financiero. Apenas despertados de la resaca electoral, los dirigentes y los votantes del PP se han visto enfrentados a un aumento de la prima de riesgo acompañado de una importante bajada de la bolsa. A propósito de la prima de riesgo, el País afirma que: "Al cierre, el diferencial entre la rentabilidad exigida a los bonos españoles frente a los alemanes ha aumentado en 22 puntos básicos frente al viernes hasta los 463 con los títulos que vencen en 2021 cotizando por encima del 6,5%. " En cuanto a la bolsa, el Ibex cerró la primera jornada tras la victoria de la derecha con una bajada del 3,48%, una de las más importantes del año.  Este es tal vez el dato más importante para un balance de estas elecciones: aunque haya ganado ampliamente Mariano Rajoy, el capital financiero parece reaccionar como si hubiesen ganado las izquierdas...


No es de extrañar esta reacción de la bolsa y de los mercados. Ciertamente no es la que esperaban ni la dirección del PP ni sus votantes. La dirección del PP venía suplicando a los mercados una tregua, pensando que los mercados son los aliados naturales de la derecha. No la han obtenido y esto ha sido así porque el mecanismo de la deuda no es un cálculo político táctico o estratégico, sino muy precisamente un sistema automático, un automaton, ciego. Lo que importa dentro de este sistema es que la deuda de un país llegue a pagarse y lo haga al máximo tipo de interés posible. La creación de miedo e incertidumbre determina en modo decisivo los resultados. Importa muy poco que un gobierno sea de derechas o de izquierdas, lo decisivo es que pague y haga pagar a su población. Para ello, los mercados financieros tienen un arma infalible: el monopolio de la calificación de la deuda. Basta con que, a partir de la evolución de cualquier indicador, reduzcan la solvencia de un país deudor para que la prima de riesgo se dispare y la solvencia real de ese país disminuya como resultado del aumento automático de los tipos de interés sobre su deuda. Las profecías de los mercados se autorrealizan, no porque tengan una base científica, sino porque la economía financiera y la economía de la deuda son sistemas donde el cálculo de expectativas y la anticipación de la actuación de los demás actores priman sobre cualquier consideración de otro tipo y los actores más potentes tienen los medios de provocar las reacciones en cadena necesarias. En la economía financiera hoy hegemónica, un fuerte subjetivismo en las apreciaciones se une a un enorme automatismo en las reacciones.


El capitalismo financiero extrae renta a partir de la actividad productiva de la población. De manera tan parasitaria como lo hiciera un señor feudal. El trabajador cognitivo, precario,  afectivo, social, que el programa del PP ve como autoempresario conforme al dogma neoliberal, está inmerso en un sistema de producción basado en la cooperación en red y en el acceso a unos comunes productivos que en parte se confunden con las capacidades lingüísticas, intelectuales, sociales y afectivas de la especie. El individuo aislado es un individuo situado en una trama de relaciones sociales de cooperación rica y compleja que el capital no puede controlar desde dentro. El capital no puede ya organizar la cooperación como lo hacía en el marco de la fábrica: es imposible someter al trabajador cognitivo en red a un régimen disciplinario.  Su instrumento fundamental de explotación es la deuda. Hoy, el beneficio que obtenía el capital industrial mediante la producción de mercancías se ve sustituido por la renta del capital financiero convertido en títulos de deuda libremente negociables. La sumisión a la deuda financiera es además un instrumento eficacísimo de sumisión tanto de los particulares como de los gobiernos, al constituir, como señala Maurizio Lazzarato un auténtico dispositivo de control del futuro de personas y países. Si a esto se añade la particular situación de indefensión frente a la especulación financiera y sus profecías autorrealizadas de los países más débiles de la zona euro, el comienzo de la nueva legislatura con mayoría del PP no va a resultar menos difícil que el calvario de los últimos meses del gobierno de Zapatero o del políticamente también difunto Georgos Papandreu..


Es comprensible que mucha gente siga apoyando al PP y que, incluso haya visto aumentar su apoyo en las últimas elecciones. Ante una situación de crisis de un sistema social, es frecuente que quienes viven en él regresen a sus principios básicos como si fueran los artículos de un credo religioso y culpen de la crisis a quienes no fueron suficientemente ortodoxos. Como nos explicaba Walter Benjamin, el capitalismo es una religión basada en la deuda hacia un Dios implacable: el capital financiero. Intentamos por todos los medios serle gratos, pero siempre descubrimos que nuestro sacrificio es insuficiente.Ante el pánico que produce la intensificación de la deuda y la culpabilidad que la acompaña sólo vemos una perspectiva de salvación en una cada vez más estricta ortodoxia. Hoy los votantes del PP han buscado la salvación en el fervor religioso y en el vituperio hacia los supuestamente menos ortodoxos. Esto no ha saciado a su Dios: serán necesarios mayores sacrificios. La evidencia de la zozobra del capitalismo financiero -y del capitalismo en general- produce reacciones defensivas desesperadas: los viajeros del Titánic, viendo que el buque se hundía, se agarraban a sus estructuras más sólidas, cuando lo racional hubiera sido buscar botes salvavidas o incluso echarse al agua en busca de una tabla de salvación. Hoy, una mayoría importante de los votantes españoles ha hecho lo mismo.  

martes, 15 de noviembre de 2011

UPyD: el vacío del extremo centro




Unión Progreso y Democracia es el extremo centro, la nueva forma -postpolítica y brutalmente incolora- de la extrema derecha, la representación del Estado y el capital, en general. Rosa Díez lo afirma abiertamente en el texto de presentación de su organización que figura en la sección "Conócenos" de su página web: "fundamos UPyD [...] porque nos parecía necesario que en España hubiera un partido que defendiera el Estado". El partido de Rosa Díez se presenta como de izquierdas y de derechas a la vez, como una síntesis de ambos polos del arco político en el "progresismo": "Nosotros no tenemos reparo en declarar que si ser de izquierdas ahora es apoyar en España las exigencias nacionalistas o separatistas, la asimetría regional o el diálogo político con los terroristas, y en política exterior tener como referentes a Fidel Castro o Chávez… entonces somos de derechas. Y que si pertenecer a la derecha exige considerar la homosexualidad una enfermedad (y el matrimonio entre personas del mismo sexo una indecente aberración), un delito el aborto o la experimentación genética con fines curativos, y tener a los padres por exclusivos responsables de la formación ética de sus hijos aún en cuestiones cívicas, además de estar obligados a apoyar la invasión de Irak, o a considerar inalterable la distribución de la renta y resignarse ante la pobreza de millones de hombres y mujeres… pues entonces no habrá más remedio que ser de izquierdas.[...]  Para evitar este falso dilema, nosotros preferimos hablar de progresismo en vez de izquierda o derecha." (Manifiesto fundacional de UPyD).

A pesar de estas proclamas que recuerdan las de la Falange con algún toque progre y liberal, el principio moral y político de UPyD es algo más elemental:  la mera obediencia al orden social, político y económico vigente. "Lo que nos une", como pueblo es siempre, por definición, la obediencia al poder del soberano. La expresión más nítida de este espíritu de obediencia es el anuncio electoral que mostraba en grandes dimensiones el DNI de Rosa Díez. Ese -otrora odioso- documento de control policial se convierte en el imaginario de UPyD en un símbolo del partido que defiende el Estado. Tal vez en eso consiga esta organización superar en punto a franquismo -no en fascismo, pues el franquismo nunca fue un fascismo- al propio PP, pues en España ya hubo antes de UPyD un auténtico "partido del Estado" fundado por Franco sobre las ruinas de las distintas derechas que lo apoyaron: su nombre era "Movimiento Nacional". En el Movimiento Nacional confluyeron a la fuerza -a veces a punta de pistola- los tradicionalistas del carlismo, los "revolucionarios" de la Falange y los monárquicos. El Movimiento Nacional neutralizaba así las diferencias y antagonismos políticos internos a la derecha española en un partido cuya única ideología era la de la preservación del Estado y del orden social. Rossana Rossanda, en su libro Un viaje inútil calificaba el franquismo como un régimen de "gestión autoritaria de la vida cotidiana" enteramente alejada de la movilización y politización total que caracterizaba al fascismo italiano. El PP, que participa en modos domesticados de antagonismo político en el marco del actual régimen monárquico, recoge menos directamente la herencia de este partido -que llegó a ser ministerio- que la organización de Rosa Díez. UPyD se propone combatir el bipartidismo; sin embargo, la síntesis de los dos términos del bipartidismo no puede ser la alternativa al bipartidismo, sino "el partido único del bipartidismo", el partido que logra extraer de ambos polos del bipartidismo su común esencia espectacular. La vocación de UPyD es reconstruir un espejo que represente a la sociedad y a lo que llaman "las personas", más allá del espejo roto y deformante del juego político partidario.


UPyD une a su antivasquismo y anticatalanismo y a su nacionalismo rojigualdo falsamente universalista (es un universal abstracto y violento no mediado por la particularidad) un discurso antiterrorista centrado en la categoría de víctima. Ahora bien, la víctima es una de las expresiones del homo sacer; esa figura ambigua de la sacralidad que en el derecho romano primitivo así como en la religión romana correspondía a la vez al muerto en un sacrificio -sacri-ficium= transformación de la víctima en algo "sacer", sagrado- y a la persona expulsada de la ciudad por crímenes horrendos como el parricidio. UPyD toma partido por las víctimas del terrorismo visto como acto sacrificial, elevando a las víctimas -la mayoría de ellas involuntarias- a la condición de mártires de la democracia y a los verdugos, los terroristas, a la condición de monstruos enemigos de la humanidad, para los que se suspenden todas las garantías jurídicas. Esta dimensión tanatófila está muy presente en el discurso de UPyD y asienta el nacionalismo español en una nueva base: sustituyendo a los mártires de la Cruzada, aparecen los mártires de la democracia. UPyD, como lo hiciera su anterior avatar, Basta Ya, está intentando crear el altar de la patria de la monarquía, darle al Estado franquista reformado lo que nunca tuvo: un carácter nacional, en torno a lo que según Benedict Anderson contribuye en máximo grado a la construcción de una nación: un cenotafio, la tumba vacía del mártir desconocido de la democracia. Esa tumba está vacía, pues aunque la actividad de ETA haya provocado numerosas víctimas, es perfectamente oportunista considerar que estas personas cayeron por una causa: la mayoría de ellas fue objeto pasivo de la violencia; algunos incluso fueron, Como el almirante Carrero Blanco o el policía torturador Melitón Manzanas, responsables políticos, policiales o militares de la fase pre-democrática del régimen y difícilmente puede afirmarse que combatiesen por la democracia.

En cualquier caso, el discurso de UPyD sirve para ocultar mediante este desplazamiento otro tipo de "víctimas" y "mártires" que son los centenares de miles de personas asesinadas por los fundadores franquistas de la actual democracia rojigualda. UPyD no es de izquierdas ni de derechas porque aspira secretamente a que su partido del Estado vuelva a convertirse en aquella secretaría general del Movimiento que Adolfo Suárez tuvo el coraje político de liquidar. UPyD apuesta, con un aire joven y mucha mercadotecnia, por un nuevo patriotismo constitucional en un país que, en realidad, no tiene constitución, pues nadie ignora que la "constitución" del 78 es sólo el artefacto legal que permite mantener bajo formas democráticas la continuidad del régimen franquista.

domingo, 13 de noviembre de 2011

El gobierno de los banqueros: la utopía capitalista realizada

Monumento a Auguste Comte



"Dans chaque république particulière, le gouvernement proprement dit, c'est-à-dire le suprême pouvoir temporel, appartiendra naturellement aux trois principaux ban­quiers" (En cada república particular, el gobierno propiamente dicho, es decir el supremo poder temporal pertenecerá naturalmente a los tres principales banqueros) Auguste Comte, Catéchisme positiviste




1. La respuesta del poder a la oleada de resistencia contra las políticas dictadas por el capital financiero tiene la gran virtud de no ser hipócrita. Frente a quienes en las calles veníamos gritando "lo llaman democracia y no lo es" o "no nos representan", la oligarquía que está al mando del régimen ha decidido no desengañarnos. La reforma constitucional "de alta velocidad" en España fue un primer hito que luego, en una tremenda aceleración histórica, se ha visto seguido por el nombramiento del hombre de Goldman Sachs que es Mario Draghi como presidente del Banco Central Europeo, un banco formalmente "independiente", pero que sólo es independiente de cualquier órgano emanado de la voluntad popular. La sociedad que falsificó las cuentas públicas griegas para que Grecia entrase en el euro, y que luego especuló abiertamente contra la deuda griega, va a dirigir los destinos financieros de la UE. En Grecia, tras el acoso y deposición de Giorgos Papandreu por una troika (FMI, Comisión Europea, BCE) que ha tratado a Grecia como un país colonial, el nuevo primer ministro será otro exponente de la oligarquía financiera, Lucas Papadimos, antiguo responsble del Banco Central Europeo. En Italia, Mario Monti, la persona impuesta por "los mercados" y sus representantes en la tierra y en Europa para suceder al infausto Berlusconi también es, según fuentes de la Comisión Europea, además de antiguo comisario... asesor de Goldman Sachs. En este momento, el Banco Central Europeo y dos países de la UE están dirigidos por personas abiertamente ligadas al capital financiero y, en el caso de Draghi y Monti, a Goldman Sachs. Parece verificarse la afirmación del histriónico corredor de bolsa Alessio Rastani cuando decía en su entrevista a la BBC que "Los gobiernos no gobiernan el mundo, es Goldman Sachs quien gobierna el mundo". Invirtiendo la fórmula de Marx, podemos decir para describir lo que hoy ocurre que "la historia se repite dos veces: una vez como chiste o farsa, la otra como tragedia...griega".


2. El capitalismo siempre tuvo una relación difícil con la democracia. Contrariamente a la historia oficial que nos presenta capitalismo y democracia como términos de un binomio inseparable, la democracia formal tardó mucho en establecerse en el mundo capitalista y, según van hoy las cosas, puede ya decirse que habrá durado poco. Los regímenes liberales del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX no eran democráticos ni siquiera en el sentido muy limitado que hoy damos a ese término: en casi todos ellos el sufragio era censitario o estaba fuertemente limitado y sólo votaban los hombres. La representación política quedaba así abierta tan sólo a quien tuviera unos ingresos y un patrimonio considerables y no estuviese supeditado al poder patriarcal en la esfera familiar. En cuanto al pluralismo político, siempre fue muy limitado, estando las opciones anticapitalistas a menudo fuera de la ley. Las cosas cambiaron en el segundo decenio del siglo veinte, en el convulso período comprendido entre la revolución rusa y los años posteriores a la crisis del 29, cuando, ante la amenaza de la revolución y de la crisis, fue indispensable a las burguesías europea y norteamericana crear un amplio consenso en torno al capitalismo que incluyese al proletariado y a sus representantes. Con los gobiernos de Roosevelt en los Estados Unidos o del Frente Popular en Francia, pero también al margen de la democracia liberal, con el fascismo y el nazismo, fue posible establecer un acuerdo social hegemónico en torno al orden capitalista basado en el intercambio de disciplina social y laboral por protección y derechos sociales. Después de la segunda guerra mundial y l victoria sobre el fascismo, hasta los años 70 se consolidan  en la Europa en reconstrucción regímenes capitalistas democráticos con un importante contenido "social" y una considerable influencia de las izquierdas, mientras que los logros sociales y democráticos de la era Roosevelt se mantienen a pesar de ciertos recortes en los Etados Unidos. El capitalismo admite de este modo, en su propio seno, un margen para la reivindicación de derechos sociales y para cierto juego político pluralista y democrático, contenido, eso sí, en los límites fijados por el sistema de la representación, la "democracia de partidos" y la preservación de las condiciones mínimas para el funcionamiento del propio capitalismo. 


Este idilio del capitalismo con la democracia no dura más de 30 años (los treinta "años gloriosos" de crecimiento posteriores a la IIa Guerra Mundial) y entra en crisis cuando las conquistas populares en los países del centro capitalista y las independencias de los países del Tercer Mundo reducen drásticamente la tasa de ganancia del capital al hacer aumentar respectivamentre salarios y precios de las materias primas. El capitalismo democrático se encuentra así frente a un límite. Estamos ante lo que la Comisión Trilateral definirá como "La Crisis de la democracia" y caracterizará como una crisis de "gobernabilidad". La solución a esa crisis será, como se sabe, la contrarrevolución liberal con sus diversos hitos: Pinochet, Reagan, Thatcher, Felipe González-Solchaga etc. Sus instrumentos serán la desregulación financiera, el monetarismo, la sustitución del contrato laboral y la contratación colectiva por el contrato mercantil y la contratación individual, y la liquidación progresiva de los derechos sociales


3. En el régimen neoliberal inicial se mantienen las formas democráticas: los gobiernos son elegidos por la mayoría parlamentaria y los intereses privados se diferencian aún del interés público, aunque este último tiende a traducirse cada vez más en términos de eficacia y rentabilidad mercantil. La democracia pierde, con todo, sus contenidos, al implantarse la divisa de Margaret Thatcher "TINA" (There Is No Alternative-No hay alternativa) y hacerse casi imposibles las políticas socialdemócratas. Sin embargo, cuando a partir de 2008 y la crisis de los "bonos basura", el capital financiero se convierte en acreedor despiadado de los mismos poderes que salvaron a la banca de su seguro hundimiento, el margen de negociación de los derechos e intereses de las categorías sociales mayoritarias desaparece  por completo. La única prioridad de los Estados es el pago de la deuda y la salvaguardia de su credibilidad ante los mercados. A partir de ese momento, los representantes políticos no pueden mantener la ficción del "interés general" y se convierten abiertamente en marionetas en manos del capital financiero. Las patéticas imágenes y declaraciones de Papandreu, Zapatero y, en diversos grados, de los demás dirigentes de nuestras democracias en estos últimos meses dan buena muestra de esta completa supeditación del poder político formal a un poder privado. En cierto modo, el capitalismo, tras haber conocido una bastante breve fase democrática está regresando a su constitución liberal y oligárquica inicial. El gobierno de los distintos regímenes capitalistas se encuentra hoy cada vez más directamente en manos de quienes administran el capital. Los sueños de la soberanía popular, de la representación, de la mediación de intereses, se disipan y queda la realidad de un régimen que nunca tuvo mucho que ver con una democracia que no fuera la directa plasmación de las dinámicas de mercado con que soñaran Hayek y Friedman.


4. El capitalismo está haciendo realidad su utopía. No es la de una democracia de mercado -anárquico- donde, como sostenía Hayek, mi dinero es mi papeleta de voto, sino la de un capitalismo de la deuda, donde quien gobierna es el capital financiero a través de sus agentes. A finales del siglo XIX este sueño que hoy se hace realidad  fue descrito por Auguste Comte en varios de sus textos. Para el fundador del positivismo, toda constitución política debe ajustarse al estado de la civilización que le corresponde. Conforme a la ley de los tres Estados, la humanidad habría conocido un primer estado  teológico (con sus tres momentos: fetichismo, politeismo y monoteismo), un segundo estado dominado por las representaciones abstractas de la metafísica y un tercer estado de madurez dominado por la ciencia y la industria, el estado positivo. En este último estado de la civilización, la observación de los fenómenos naturales y, en particular, de los sociales debe ser la base de toda organización política. La base del orden político es la "sociocracia", el poder de las leyes de la sociedad que enuncia la sociología. En esto, Comte es un directo heredero de los fisiócratas, que ya propugnaron un gobierno basado en la naturaleza (fisiocracia o gobierno natural). La democracia queda para Comte relegada al orden de las antiguallas del estado metafísico, pues se basa en abstracciones como la soberanía popular o la igualdad de derechos que no coinciden con las conclusiones de la observación científica de la sociedad y las leyes que de ella se infieren. "Todo está fijado en política -sostendrá Comte- conforme a una ley realmente soberana, reconocida como superior a todas las fuerzas humanas, puesto que deriva en último análisis de nuestra organización, sobre la cual no se podría ejercer ninguna acción. En una palabra, esta ley excluye, con la misma eficacia, la arbitrariedad teológica, o el derecho divino de los reyes, y la arbitrariedad metafísica o la soberanía de los pueblos" (Plan des travaux scientifiques nécessaires pour réorganiser la société -Plan de los trabajos científicos necsarios para reorganizar la sociedad- 1822, negrita nuestra). Para Comte, el estado positivo es el fin de la arbitrariedad representada por el pensamiento teológico y el abstracto-metafísico. El principio único de gobierno es el respeto de las leyes científicas, naturales e inviolables descubiertas por la sociología. La política queda completamente naturalizada y supeditada, como la propia naturaleza a un saber científico y una intervención técnica. Por ese motivo, no tiene sentido cuestionar el orden positivo, pues se impone no mediante la arbitrariedad de la voluntad humana, sino por la fuerza de los hechos identificada a un despotismo no arbitrario: "Si algunos quisieran ver en el imperio supremo de esta ley una transformación de la arbitrariedad existente, habría que instarles a que se quejasen también del despotismo inflexible ejercido sobre toda la naturaleza por la ley de la gravedad "(Ibid.)


Para Comte, el fin de la arbitrariedad se traduce en un nuevo tipo de gobierno, basado en la política científica, en el que dejen de gobernar los hombres y pasen a hacerlo las cosas: "En esta política, la especie humana se condierada como sujeta a una ley natural que puede determinarse por la observación y que prescribe para cada época, de la manera menos equívoca, la acción política que puede ejercerse. La arbitrariedad cesa pues necesariamente. El gobierno de las cosas sustituye al de los hombres" (Ibid.-negrita nuestra). El problema es que el gobierno de las cosas sobre los hombres necesita siempre de unos intermediarios entre las cosas y los hombres que formulen e interpreten las leyes positivas dictadas por las cosas. 


Los banqueros ocupan en la escala de la industria un puesto privilegiado, pues, en la clase de los empresarios, su función es la más abstracta y general y la que mejor permite conocer la leyes fundamentales de la sociedad y aplicarlas. La jerarquía social de los empresarios se eleva, en efecto, "de los agricultores a los fabricantes, de estos a los comerciantes, para ascender por último hasta los banqueros, fundándose cada clase en la precedente. Unas operaciones más indirectas que se confían a agentes más selectos y menos numerosos, requieren así concepciones más generales y más abstractas, al igual que una más amplia responsabilidad" (Catecismo positivista. CP). Por ese motivo, debe un triunvirato de banqueros asumir el poder temporal en cada una de las repúblicas que configuran el orden mundial positivista: "En cada república particular, el gobierno propiamente dicho, es decir el supremo poder temporal pertenecerá naturalmente a los tres principales banqueros" (CP.).  Se perfila así una utopía de un gobierno mundial del capital a través de sus agentes: "dos mil banqueros, cien mil comerciantes, doscientos mil fabricantes y cuatrocientos mil agricultores me parecen suficientes jefes industriales para los ciento veinte millones de habitantes que componen la población occidental. En este pequeño número de patricios se encuentran concentrados todos los capitales occidentales cuya activa aplicación deberán dirigir libremente, bajo su constante responsabilidad moral, en beneficio de un proletariado treinta veces más numeroso". (CP). 


5. La idea de que quien gobierna realmente el mundo no son los gobiernos sino Goldman Sachs pudo considerarse un chiste e incluso se creyó durante unos días que la entrevista de Alessio Rastani a la BBC era una broma de los Yes Men. El psicoanálisis nos ha enseñado, sin embargo, que un chiste es mucho más que un chiste, pues tiene una relación estrecha con el inconsciente. El chiste (Witz) como manifestación del inconsciente, nos abre, según Freud, a un saber que no se sabe a sí mismo por resultar insoportable. En las formas liberales y democráticas que hasta hoy había asumido el capitalismo, afirmar que vivimos en la dictadura del capital parecía una exageración que sólo podía expresarse a través del humor. Se podía objetar a quien afirmase esto que en nuestros países hay elecciones y que el pueblo puede cambiar la lína del goberno, lo cual era además cierto dentro de determinados límites que siempre coincidieron con los del propio capitalismo. En un capitalismo democrático, todo podía cambiarse menos el propio capitalismo. Sin embargo, la evolución del sistema nos ha llevado, en primer lugar, a un completo vaciamiento de los contenidos de la política en la primera fase (monetarista, desreguladora) de la contrarrevolución neoliberal, y, en su segunda fase dominada por lo que denomina Maurizio Lazzarato "la economía de la deuda", a una abierta desaparición de las formas democráticas, a un estado de excepción permanente. Los peores chistes y los más descabellados sueños utópicos se hacen realidad ante nuestros ojos. Nunca ha sido más descarnada la crisis de la representación política en el capitalismo, nunca más urgente ni más sentida la necesidad de refundar la democracia sobre una base distinta del capitalismo. 

martes, 25 de octubre de 2011

El asesinato de Gadafi y la bestialidad humanitaria



Jan de Baen, Los cuerpos de los hermanos De Witt (1672)


Las imágenes del asesinato de Muammar Al Gadafi son brutales. Corresponden a un linchamiento cruel, el de un individuo cuya vida es absolutamente despreciada y que es tratado peor que un animal de matadero. Las imágenes de televisión y las fotografías tienen un regusto exhibicionista y casi pornográfico, regodeándose en la sangre, el sufrimiento, la humillación. Son imágenes del dirigente libio capturado por un grupo de rebeldes que atormentan a su antiguo amo al grito de allahu akbar (Dios es el más grande), fórmula teológico-política que afirma la absoluta superioridad de Dios sobre todo hombre, incluso el más poderoso. Quienes martirizan a Gadafi se ven, pues, a sí mismos, como brazos ejecutores de la justicia divina. Es de suponer que el odio al antiguo amo se intensifica por el hecho de que muchos de sus captores eran hace siete meses personas que participaban en la adulación obligatoria del Líder libio, personas que lo amaban, en cierto modo, pero con ese amor obligatorio tan típico de las tiranías. Se trataba de un amor basado en el miedo, un amor que era motivado por la esperanza -inseparable del propio temor- de no ser objeto de su ira. La destrucción de un déspota que es imagen y causa de la indignidad de sus súbditos siempre ha sido cruel. Lo que hemos visto en Internet, en la prensa y en la televisión estos últimos días, no son sino las imágenes de la última versión de la muerte del padre omnipotente de la horda primitiva a manos de sus hijos, que nos describía Freud en Tótem y tabú. Esta muerte, sólo puede amparar su crueldad en la invocación de Dios, esto es del propio Padre muerto, un padre cuya violencia se ha transformado en ley.

Las imágenes que se nos muestran son, pues, de fanatismo y se las presenta en contraste con el sosiego y la racionalidad de unas fuerzas de la OTAN que, desde el cielo y con medios de alta tecnología habían bombardeado poco antes el convoy de Gadafi. También contrastan las imágenes con el mandato que tenía la propia OTAN cuyos dos objetivos principales eran : 1) defender a la población civil frente a los desmanes del Régimen y 2) capturar a Gadafi para trasladarlo ante la Corte Penal Internacional que lo acusaba de gravísimos crímenes contra su población. Barbarie teológica de árabes y musulmanes, y racionalidad técnica y jurídica occidental parecen oponerse diametralmente. Sin embargo, las cosas son bastante menos claras de lo que parece. La OTAN no sólo ejecutó su mandato de protección de la población civil, sino que se convirtió en actor directo de la guerra mediante el bombardeo de toda una serie de objetivos que no eran todos militares y, por otra parte, los horribles crímenes de lesa humanidad de que acusaba la CPI a Gadafi no fueron confirmados ni por Amnistía Internacional ni Por Human Rights Watch. Hubo represión, sin duda, muy dura, tanto que bastó para disuadir a los manifestantes de volver a salir a la calle sin armas, pero no bombardeos aéreos de los manifestantes, como afirmaron los medios occidentales y Al Jazeera

Al margen de estos incumplimientos y falsificaciones, existe, sin embargo, una lógica de la intervención de la OTAN en Libia que no contrasta tanto con la de los fanáticos y desesperados ejecutores del antiguo amigo libio de Berlusconi y de Aznar. Las acusaciones de la CPI, sean verdaderas o falsas, se inscriben en un marco que ya conocemos, el del humanitarismo militar. El humanitarismo se expresa y actúa en nombre de los más altos valores, en nombre de la humanidad: su empeño en socorrer y proteger a las víctimas se basa en la condición humana de estas. Ahora bien, esa humanidad que parece ser enteramente universal y no admitir excepciones, no se basa sólo en la pertenencia a la especie, sino en la idea de una dignidad moral del sujeto humano. Una dignidad moral cuya definición, por supuesto, es enteramente flexible y adaptable a las circunstancias: quien dice "humanidad" quiere engañar. Así, la solicitud por las víctimas puede conciliarse con la expulsión de los verdugos del orden humano. Gadafi, para la OTAN o para la CPI no era un enemigo, sino un criminal, no era un ser humano o un dirigente político en relación de antagonismo con otros, sino un monstruo que no pertenecía al género humano . 

Una vez que un individuo se ve fuera de la humanidad por sus crímenes reales o supuestos, pasa a tener un estatuto particular. Los romanos condenaban a los autores de crímenes muy graves como el parricidio al estatuto de « homo sacer ». Esta expresión reúne dos significados aparentemente contrarios, por un lado significa « hombre sagrado » y por otro « hombre infame », al margen de la sociedad, que cualquiera puede matar sin culpa ni castigo. En el antiguo derecho germánico se declaraba a los grandes criminales Vogelfrei, literalmente libres como los pájaros, pues ya no tenían ninguna obligación social, ningún lazo comunitario, pero también libres de ser devorados por los pájaros y los peces. Osama Ben Laden y Muammar Al Gadafi han cumplido ese destino tras haber sido excluidos de la humanidad en nombre de la justicia universal y de la humanidad. 

Nos enseña el jurista alemán Carl Schmitt que toda guerra combatida en nombre de la humanidad, o de Dios o de algún supuesto valor universal deja de ser guerra para convertirse en cruzada y, como sabemos, todo cruzado está más allá de las leyes de la guerra. De este modo, quienes asesinaron a Gadafi en nombre de Dios y quienes decidieron capturarlo en nombre de la humanidad y de los derechos de sus víctimas no estaban moral e intelectualmente tan alejados como pretenden los medios de comunicación. La ambigüedad de la intervención de la CPI y de su brazo armado en Libia en nombre de la humanidad se aprecia en esta mezcla inextricable de enunciación de valores universales y creación de un espacio más allá del derecho de la guerra, de un espacio para la violencia ilimitada ejercida en nombre de la paz y del derecho. Ahora bien, ese espacio al margen del derecho, ese espacio de excepción en el que es posible el bombardeo de población civil, la tortura pública y el asesinato ante las cámaras de vídeo, es el espacio que habitamos, más allá de la retórica de los derechos humanos que, como hemos visto, no sólo sirve para encubrir la violencia, sino para justificarla. 

La bestialidad evidente de quienes actúan en nombre de la humanidad no niega, en absoluto, la legitimidad de la revuelta de los libios contra su despótico Líder, pero es necesario no ignorar el marco "humanitario" en que esta revuelta se ha visto "secuestrada". La revuelta de los libios pertenece al ámbito de la política, del antagonismo, es una lucha por la libertad y por los derechos de todos perfectamente comparable a la que se libra en Túnez o Egipto y, con variada suerte y diversos métodos, en el resto del mundo árabe y aún del planeta. La intervención de la OTAN es, en cambio, un acto dirigido a la abolición de la politica y a su sutitución por una brutal defensa humanitaria de víctimas reales o supuestas.