jueves, 29 de mayo de 2014

Occupy representation. Podemos y la política de la verdad.



"Affectus nec coerceri nec tolli potest nisi per affectum contrarium et fortiorem affectu coercendo." (Spinoza, Ethica IV, prop. 7) (Un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario, y más fuerte que el que ha de ser reprimido.)

1. La izquierda, sobre todo la de tradición marxista, ha solido concebir la actuación política como aplicación de una verdad teórica y solo considera posible actuar bajo las formas de la representación cristalizadas en la forma partido o en el Estado como  representación general  de la sociedad. Frente a esta corriente, el anarquismo ha solido defender una verdad moral y una organización más inmediata de los trabajadores como el sindicato o la asamblea, despreciando la representación. Salvo raras excepciones, esto ha conducido a los anarquistas y a los sectores demócratas radicales de la izquierda a ignorar todo tipo de participación electoral. A pesar de su oposición, estas dos posiciones se articulan en torno a un mismo eje: la relación "verdad-representación". Esta relación ha sido, tanto para el anarquismo como para los marxismos políticos el centro de la teoría y de la práctica política, pues si para unos la representación en el partido o el Estado constituía la verdad de la clase (universal) o de la sociedad, para los otros, la verdad debía buscarse en la inmediatez de la vida social evitando las apariencias engañosas de partidos y Estados .

2. El 15M compartió en buena medida la perspectiva del anarquismo, al menos si se interpreta en sentido fuerte la consigna central del movimiento de las plazas: "no nos representan". Esta frase puede, en efecto, leerse en dos sentidos: en un sentido débil como una aspiración a una buena representación, "estos no nos representan, pero otros mejores sí que lo harán" o en un sentido fuerte como rechazo basado en la imposibilidad ontológica de toda representación: "no nos representan, porque no somos representables". Dentro de los intentos de intervenir en las coordenadas representativas a partir de los principios del 15M, experimentos políticos como el Partido X son portadores del sentido débil de esta consigna al buscar mediante sus prácticas en red y su democracia virtual la "buena representación", mientras que otros sectores han interpretado la imposibilidad de la representación como necesidad de aislarse herméticamente de esta esfera. Estas versiones fuertes del "no nos representan" -sin contar la propuesta de regreso a las viejas formas de representación por parte de organizaciones veteranas como Izquierda Unida- encontraron su límite: no bastaba que la democracia y el anticapitalismo vivieran unos días o unas semanas en las plazas, era necesario que se extendieran y durasen. Contra la extensión y la duración de estos espacios liberados se manifestó y se manifiesta día a día "toda la fuerza del Estado", todo el peso del aparato de la representación. Las plazas libres se mantenían como una particularidad éticamente impecable, pero desbaratada en su eficacia por la represión, las cargas policiales, las multas, etc. y deslegitimada desde los aparatos de propaganda tanto públicos como privados del régimen: partidos, prensa, instituciones.

3. Para desbloquear la situación era indispensable buscar otra cosa, cambiar de elemento. Era necesario asumir una paradoja: representar lo no representable o, mejor aún, introducir lo no representable en la esfera de la representación. Esto suponía y supone un fuerte desafío. Se trata, nada más y nada menos que de echar al malgobierno neoliberal del poder por el único medio hoy posible, las urnas. Sin embargo, no se trata de suturar el espacio del poder mediante una nueva forma de representación que sea "la buena", sino de, emulando al 15M o al movimiento Occupy, acampar en ese espacio, ocupar ese espacio desde y para los movimientos sociales, neutralizando así la acción del Estado contra ellos e incluso tomando medidas efectivas de gobierno en favor de las reivindicaciones de movimientos como la PAH, las Mareas, el feminismo, el movimiento obrero, etc. Se trata de una fórmula inicialmente ensayada por los gobiernos populares de América Latina, pero que en las condiciones europeas debe necesariamente adoptar otros rasgos.

4. No bastaba presentarse a unas elecciones en una coyuntura que venía exigiendo una actuación de los movimientos sociales en el espacio de la representación política, había que "ser" también el tipo de organización adecuado para articular los dos cuernos del dilema de una representación de lo irrepresentable. Por un lado, había que jugar con mucha fuerza la carta de la representación, incluso la del liderazgo mediático, pero por otro, y con la misma fuerza, era necesario apostar por formas de democracia directa y horizontal. Podemos ha sido el comienzo de la solución de este dilema. Con su lado mediático, su aparato de campaña y sus dispositivos de intervención comunicativa, en la red y en todos los espacios públicos disponibles, Podemos fue abriendo una brecha en el espacio representativo, en las máquinas de producción de discurso como son la televisión, la radio y las redes sociales. Pablo Iglesias, antes de encabezar las listas de Podemos, había ocupado junto al equipo de la Tuerka un lugar que parecía imposible en el espacio de definición del sentido común en favor del sentido común de los movimientos sociales y, según los sondeos, de ese 80% de la población que apoya al 15M o a la PAH. Había que introducirse por esa brecha en el espacio representativo, pero lo que había que introducir no era cualquier cosa, sino una organización de nuevo tipo capaz de mantener siempre un interfaz abierto con los movimientos sociales y la gente corriente.

5. La organización y extensión de los círculos, en buena parte apoyada por la total entrega a la nueva organización de un pequeño partido militante, Izquierda Anticapitalista, fue el segundo ingrediente de la paradójica fórmula de Podemos. Los círculos, auténticas asambleas abiertas, fueron el espacio donde se elaboraron las listas electorales y el programa, pero más allá de los periodos electorales seguirán existiendo como órganos de participación y de actuación social. Cada uno de los 400 círculos es el equivalente de una asamblea local del 15M, pero con la particularidad de que esta vez el movimiento social se da los medios de irrumpir en la esfera de la representación, de ocuparla. Los brillantes cinco diputados de Podemos en el Parlamento Europeo son el comienzo de una necesaria larga marcha por las instituciones marcada por prolongadas ocupaciones: quedan las municipales, legislativas y autonómicas. En cada uno de esos espacios, el movimiento popular debe tener presencia, no para sustituir la acción política y social de las mayorías sociales, sino para potenciarla, librarla de la represión e impulsar sus objetivos.

6. Todo esto habría sido y será perfectamente imposible con un partido clásico de la izquierda. El partido, como forma institucional, es estrictamente un aparato ideológico y un aparato político de Estado (Althusser). Aun ejerciendo funciones de representación de los sectores explotados y oprimidos, un partido no deja de ser parte de un "juego político" que reproduce las relaciones sociales existentes y las legitima. Para evitar esto y generar un auténtico proceso de ocupación de las instituciones y de la representación en general por los movimientos sociales y el común de los ciudadanos, es necesario que los "representantes" no representen, sino que actúen dentro de las instituciones como apéndices de la mayoría social en resistencia. La articulación de círculos y de aparatos ideológico-representativos en competencia con los del Estado y de los sectores sociales dominantes permite obtener una neutralización efectiva de las funciones represivas y reproductoras del orden social ejercidas por la representación.

7. La construcción de Podemos como movimiento social y político de nuevo tipo no solo se basa en la subversión de las formas clásicas de organización, sino una audaz travesía del espacio ideológico dominante. A diferencia de las organizaciones marxistas clásicas que se creían dotadas de una verdad, de un "álgebra de la revolución" en la que basaban su actuación política, Podemos parte del sentido común existente e interviene en él. No se trata de imponer al cuerpo social un determinado modelo basado en una supuesta verdad que poseen unos sujetos, los dirigentes, a quienes se supone el saber, sino de llegar a partir de la imaginación, de la ideología, del espacio mismo de nuestra existencia sumisa y pasiva, a una serie de nociones comunes capaces de configurar un sentido común al alcance de todos, de producir en nosotros los sujetos de un proceso efectivo de liberación. La hegemonía no se conquista mediante la imposición de una supuesta verdad, sino mediante un trabajo de intervención en el mundo de los seres humanos realmente existentes, que es un mundo dominado por la ideología. Como nos esneñaro Spinoza y Freud, así como el Marx más lúcido y, por supuesto, Antonio Gramsci o mi querido maestro Louis Althusser, la ideología no es un "error" sino el mundo que vivimos y del que nadie va a salir por mucho que le enseñen "la verdad" o se la intenten imponer. La tragedia de la izquierda marxista consistió siempre en su incapacidad para hacer ninguna revolución y su permanente culto a las revoluciones hechas por otros, por los heterodoxos del marxismo. Ni en Cuba, ni en Venezuela, ni en China, ni en la propia Rusia se hizo una revolución en aplicación de la verdad del marxismo. Muy al contrario, como afirmó Gramsci en un célebre artículo, la revolución en Rusia -y en todos los demás países- se hizo "contra El Capital". En general, una política no se basa ni puede basarse en la verdad, pues la constitución de subjetividades políticas no es el resultado de un proceso científico, sino de una transformación ideológica, una transformación del espacio de la imaginación. Intentar hacer política en nombre de una verdad conduce, cuando se dispone de un aparato de Estado al terror (stalinismo) o, cuando no se dispone de él, a la proliferación de capillas posesoras cada una de "la verdad" y, por ende, a la ineficacia que caracterizó históricamente a muchos sectores izquierdistas tanto trotskistas como maoistas.

8. La grandeza de Podemos consiste en haber sabido salir de la doble trampa histórica en que estaba y sigue estando presa la izquierda: la forma partido y la política verdad heredera del "socialismo científico". Podemos sale así del molde de la izquierda para constituir una hegemonía efectiva de las mayorías sociales y de los movimientos sociales. Su lenguaje llano, a la vez accesible y verdadero, constituye a partir de la imaginación y de la ideología las nociones comunes de un proceso constituyente en marcha. La identidad de izquierda, identidad imaginaria que conduce a la impotencia ha sido desplazada por un potente trabajo de configuración de hegemonía en la sociedad realmente existente, que no es de izquierdas ni aun menos participa de supuestas verdades "marxistas", pero se opone a los desahucios, a las consecuencias de la deuda ilegítima, al pillaje, al empobrecimiento, a la casta político-económica y exige democracia. Queda mucho por hacer para que Podemos sea la máquina de guerra contra la casta que necesitamos, pero los cimientos están puestos: nos queda desplegar y consolidar la estructura.

viernes, 23 de mayo de 2014

Vota Podemos, apoya lo imposible que se va haciendo realidad.

Participa en un círculo Podemos o crea uno nuevo


No es costumbre de este blog prodigar consejos de ningún tipo ni, en general, utilizar un lenguaje exhortativo. Siempre hemos preferido, por método, el análisis a la inmediata toma de partido. Esta vez será la excepción. Esta vez me permito pedir algo a los lectores a dos días de las elecciones europeas. Es que, como decía el Gato con Botas en el cuento del mismo nombre, "hay cosas que solo ocurren cuando uno se ocupa de ellas": hay acontecimientos que exigen de nosotros nuestra participación activa para llegar a producirse. Maquiavelo hacía, al referirse a la acción política una distinción entre las condiciones objetivas aleatorias que denominaba "Fortuna" y las condiciones subjetivas, no menos aleatorias que denominaba "virtù", es decir el conjunto de características subjetivas que permite realizar un determinado proyecto político. Fortuna y virtù forman un par indisociable, de tal modo que la "virtù" se manifiesta exclusivamente en su capacidad de "seducir" a la Fortuna y hacerla favorable.

Podemos tuvo inicialmente poca Fortuna pues carecía de los medios que tienen generosamente a disposición las grandes opciones políticas internas al régimen español: dinero, acceso a los grandes medios de comunicación y, sobre todo, presencia institucional, pues la presencia en las instituciones es de por sí una parte de poder que confiere una especie de prima de legitimidad. Sin embargo, hicieron los promotores del proyecto y, después de ellos, miles de personas, una apuesta muy fuerte: convertir la indignación en cambio político. Este cambio lo operamos primero dentro de nosotros mismos. Muchos fuimos más o menos activos en el 15M y vimos en esa fecha y ese movimiento un auténtico despertar a una nueva práctica de la política. Eramos reacios a todo tipo de representación y muchos seguimos siendo muy escépticos ante ella. Sin embargo, tres años después del 15M, muchos comprendimos que nada ocurriría, que el 15M no llegaría a consolidar su potencia si no logramos desalojar del poder a un régimen que nos es cada vez más hostil. Para ello había dos opciones teóricas y una sola real. Teóricamente era posible pensar en una insurrección o en una victoria electoral. Los intentos de insurrección pacífica contra el régimen fracasaron estrepitosamente, pues se encontraron frente a una aparato represivo tan brutal como rodado y eficaz; y podemos felicitarnos de que nadie se haya planteado en vista de ello la perspectiva de una insurrección minoritaria y violenta. Esta última hipótesis es la que el régimen acaricia desde hace años y tenemos que privarlo de ella. Quedan las urnas. Pero cuando las urnas se destinan a acabar con un régimen deben tener la potencia de una verdadera insurrección, como ocurrió en Latinoamérica.

Nos encontramos así ante no una sino dos paradojas. En primer lugar, ante la necesidad de hacer que un movimiento social que se caracteriza por su fuerte rechazo a la representación produzca efectos en la esfera representativa y en las instituciones, en otros términos, "representar lo no representable", representar el "no nos representan" destituyente. A esto se suma la necesidad de ir más allá del 15M, de movilizar el apoyo de las mayorías sociales golpeadas por la gestión de la crisis pero que no votaban o votaban por inercia a las opciones del bipartidismo o sus satélites. La segunda paradoja era la necesidad de hacer que una auténtica insurrección contra el régimen tomara la vía de un desbordamiento por las urnas evitando un enfrentamiento en la calle que debe darse por perdido de entrada ante la inmensa desproporción de fuerzas entre la población movilizable y el Estado con más policías por habitante de Europa. Nos encontrábamos hace cinco meses, cuando nació Podemos, ante un imposible, ante una tarea cuyos términos eran paradójicos y para la cual carecíamos de medios materiales. Si nada hubiese cambiado, estábamos condenados a la inexistencia o, lo que en política es peor, a la insignificancia. La Fortuna nos daba la espalda.

Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar cuando empezamos a existir. El primer elemento aglutinador fueron sin duda las intervenciones en la televisión de Pablo Iglesias Turrión, que representó un auténtico "clinamen" lucreciano, esa desviación mínima de un solo átomo que desencadena los torbellinos que crean cuerpos y mundos induciendo encuentros inesperados. Esos encuentros se produjeron: Pablo y los compañeros de la Tuerka y otras personas conocidas, intelectuales, artistas, activistas sociales, convergieron con un pequeño partido político, Izquierda Anticapitalista y se plantearon poner en marcha el proyecto cuyo perfil inicial se dibuja en el manifiesto "Mover ficha". Siguió la constitución rápida de centenares de círculos y el trabajo de debate y elaboración de un programa electoral. Después se organizaron las elecciones primarias que contaron con una amplia participación. Mientras tanto, la presentación pública de cada círculo se convertía en un acontecimiento político importante a escala local. Llegó la campaña de las europeas y, con una furgoneta y un local central costeados mediante crowdfunding y unos 60.000 euros de fondos obtenidos del mismo modo, hemos logrado estar muy presentes en todos los puntos del país, hacer conocer nuestra organización y nuestros candidatos. El esfuerzo ha sido titánico, sobre todo el de portavoces y candidatos y demás responsables de campaña, pero también el de los círculos. Todos nosotros somos gente que tiene su trabajo y vive solo de él y hace política robándole el tiempo al ocio y al descanso. Se trata de que lo sigamos siendo, se trata de desbancar a una clase política y sustituirla por la más amplia participación de los ciudadanos.

El valor, la audacia, la potencia, la virtù, están supliendo con creces unas condiciones objetivas inicialmente poco favorables y han conseguido que estemos ya muy presentes en la campaña y la sociedad de este país a través de la imagen de nuestros candidatos y de los centenares de círculos que los apoyamos. Dentro de Podemos no estamos todos de acuerdo en todo, ni hace falta, pero sí tenemos algo muy claro:entre todos vamos a cambiar un país y una Europa que se han hecho invivibles. Necesitamos vuestro apoyo, necesitaremos también converger con las demás fuerzas democráticas que hoy se oponen al pillaje del país a través de la deuda ilegítima, que luchan contra la austeridad, el recorte de derechos, el secuestro de la democracia por una clase política profesional. Antes de lo que puede ser la sorpresa electoral del domingo, tenemos motivos para estar satisfechos de nuestra jovencísima y ágil organización y de la imposible y tan necesaria movilización social y política que ha hecho realidad. Hemos demostrado ya que, aun en las circunstancias más desfavorables, el que las personas actuemos cambia las cosas, hace de la negra losa de las condiciones objetivas desfavorables un conjunto de circunstancias que es posible manejar para cambiarlo todo. Nuestra pasividad era parte del problema, nuestra acción es parte de la solución. Necesitamos sacudirnos el fatalismo, la idea miserable y tristísima de que no contamos y que todo seguirá siempre igual. Este 25 de mayo, en las europeas, puedes contribuir con tu voto a un proyecto que ya ha empezado a hacer realidad lo que nadie consideraba posible. Vota Podemos, participa en los círculos existentes o constituye uno y, sobre todo, actúa en los movimientos sociales, participa en la resistencia. Podemos.


jueves, 15 de mayo de 2014

La deuda: presente en nuestras vidas, ausente de la campaña electoral

La deuda presente en nuestras vidas, ausente de la campaña electoral

Juan Domingo Sánchez Estop.
Uno de los grandes temas ausentes de la actual campaña electoral es el de la deuda. Se habla poco de la deuda y se hace con timidez, como si fuera una cuestión difícil y delicada que la gente no pudiera entender. Sin embargo la deuda, tanto privada como pública, constituye el epicentro mismo de la crisis permanente en que estamos inmersos. La deuda desahucia, la deuda despide, la deuda rebaja salarios y pensiones, la deuda reduce derechos, la deuda redistribuye la riqueza hacia arriba y llena los sobres de los corruptos, la deuda alimenta a la « casta político-empresarial » y la reproduce.
Así, hablar de la corrupción o de la casta política sin hablar a la vez de lo que la sustenta es sencillamente quedarse en un nivel de discurso superficial, que puede ciertamente desencadenar pasiones « justicialistas », una voluntad de restablecer la justicia y el imperio de la ley y de castigar a quienes se enriquecen conculcando el ordenamiento jurídico.
Sin embargo, ya se han visto en otros países operaciones políticas « justicialistas » destinadas a acabar con la corrupción por medios enérgicos, que, al no haber intervenido sobre las causas, hicieron que la corrupción se siguiera reproduciendo e incluso se ampliara. Tal es el caso de Italia donde la operación político-mediático-judicial Mani Pulite (Manos Limpias) metió en la cárcel o, cuando menos llevó ante los tribunales, a buena parte de la casta política democristiana y socialista acusada de gravísimos actos de corrupción. Sabemos que el resultado de esa operación fue el surgimiento de un régimen de corrupción aún más sistemático y más impune durante los veinte años de gobierno de Berlusconi. 
Y es que no puede tratarse como una falta, un delito o una anomalía lo que es en realidad un sistema perfectamente normalizado y estable de pillaje de la riqueza social. El neoliberalismo, funcionó desde finales de los 80 hasta 2008 sobre la base de « burbujas especulativas » (dotcom, construcción, alimentos, etc.) apoyadas en el crédito fácil. Gracias a las grandes facilidades de crédito que permitieron a mucha gente comprarse viviendas o automóviles o financiarse unas vacaciones, los regímenes capitalistas de los países más ricos lograron lo que parecía imposible : mantener o ampliar los niveles de consumo de amplias capas de la población congelando o incluso reduciendo los salarios reales. Hoy, el capital financiero se está cobrando los créditos « fáciles » de la fase anterior que, para la población, se han convertido en una montaña de deuda. No solo para la población, también para el Estado que, puesto al servicio de los bancos, salvó a estos cuando en buena lógica liberal debieron quebrar. Efectivamente, al fracasar las operaciones especulativas de los bancos y otros operadores financieros (la burbuja inmobiliaria fue la última más importante y, en España, la decisiva), el Estado español -al igual que los demás grandes Estados capitalistas- optó por « salvarlos » mediante fuertes inyecciones de fondos públicos obtenidos mediante endeudamiento (emisiones de deuda pública y otros préstamos). Esto hizo que un Estado como el español cuya deuda pública era una de las más bajas de la UE, incrementase espectacularmente sus niveles de endeudamiento. En este momento, el Estado español es deudor de los propios bancos que ha salvado con fondos públicos. Para pagar esa deuda, o al menos sus intereses -pues la deuda se ha vuelto impagable- el Estado recurre a la liquidación y privatización de servicios públicos como la educación o la sanidad, la reducción de sueldos públicos y de las pensiones reales, la venta de bienes públicos, etc.
A los recortes se suma un fuerte aumento de los impuestos indirectos como el IVA que gravan por igual a todos los ciudadanos independientemente de su nivel de ingresos.
Una vez declarada la crisis, las deudas privadas y las públicas se han vuelto impagables. Las privadas por falta de ingresos salariales -a consecuencia del paro masivo causado por la crisis- la deuda pública por la baja de ingresos fiscales del Estado también originada por la recesión. 
Todo intento de recortar el gasto público mediante recortes de prestaciones sociales o subidas de impuestos reduce la capacidad de consumo de la población y aumenta la deuda. No existe ya ninguna racionalidad económica en las medidas destinadas a reducir el déficit y pagar la deuda, pues estas mismas medidas son las que hacen aumentar la deuda y el déficit a niveles sin precedente. Sin embargo, la deuda, esta deuda impagable y que crece cuando se la intenta reducir, tiene otra utilidad : someter a gobiernos y poblaciones a un mando político acorde a los intereses del capital financiero, imponer al conjunto de la sociedad y a la totalidad de los sectores productivos bajo una disciplina inexorable.
Una de las cosas que según el poder real deben estar claras para los gobiernos y los ciudadanos es que la deuda debe pagarse prioritariamente.
Sin embargo, esto que parece una idea de sentido común y un principio moral elemental empieza a ser cuestionado por amplios sectores sociales. Quien se niega a ser desahuciado de su vivienda antepone al pago de la deuda su derecho a la vivienda y cuestiona así la legitimidad de un sistema de crédito que no permite acceder a un bien tan elemental como la vivienda. El usuario de los servicios públicos antepone su salud y la educación de sus hijos al pago de la deuda y cuestiona implícitamente que este pago sea prioritario respecto de las condiciones de una vida civilizada. Movimientos sociales ampliamente representativos como la PAH, las Marea Verde o la Marea Blanca se oponen así a la deuda al no aceptar sus consecuencias. 
Es necesario ahora que estas reivindicaciones relativamente dispersas : vivienda, sanidad, educación, servicios públicos, etc. se unifiquen bajo una reivindicación general que las integre. Esta solo puede ser el rechazo al pago de la deuda ilegítima, la deuda contraída por el Estado para salvar a los bancos, la deuda contraída por los particulares con contratos de crédito abusivos, la deuda pública originada por la corrupción. Debe evaluarse urgentemente esa deuda ilegítima y debe dejarse de pagar, pues de ese impago depende la salvaguardia de una vida social civilizada : el que no haya niños pasando hambre, el que los ancianos tengan pesiones decentes, el que la actividad económica renazca sobre nuevas bases y genere ingresos para todos. La reivindicación del impago de la deuda ilegítima es una perfecta reivindicación transversal que no es de izquierda ni de derecha sino de estricto sentido común. Si es extrema es de extrema necesidad.
Es inquietante, por ello, que los partidos de la izquierda española hayan arrinconado en esta campaña europea esta reivindicación, que debería constituir la base de todas las demás, pues solo liberándonos del fardo de la deuda ilegítima será posible hacer otra política, gobernar en favor del 99 % de la población. 
En Grecia, un partido, Syriza, ha hecho bandera de ese impago, sin por ello quedarse en los márgenes : es hoy es el primer partido del país, lo que significa que las mayorías sociales entienden perfectamente lo que hoy significa la deuda. Una izquierda que quiera salir de la marginalidad, de la minoría de edad y del vacío retórico debe entender esto. Cuanto antes lo haga, antes podremos frenar el desastre en curso.

martes, 15 de abril de 2014

Possumus (Podemos)

Son muchos quienes desde espacios cercanos al 15M o desde posiciones libertarias critican a Podemos por ser una organización basada en el liderazgo mediático. La imagen del líder, de la personalidad, del notable, es en efecto uno de los elementos más profundamente antidemocráticos de las democracias liberales y de otros derivados más explicitamente autoritarios del absolutismo. La idea de que la representación es la única forma posible de unificación de una multitud que, fuera de ese marco, sería dispersa, desordenada, caótica y violenta, es común a absolutistas, liberales, stalinistas y fascistas. Es, en efecto, una pieza fundamental de la construcción ideológica del Estado moderno, un Estado cuyo fundamento es siempre una multitud de individuos aislados, incapaces de cooperar, o al menos de hacerlo de manera estable y eficaz. De ahí, la necesidad, indicada por Hobbes y corroborada por toda la tradición mayoritaria del pensamiento político occidental (Locke, Rousseau, Hegel), de una reducción de esa multitud peligrosa a la unidad por medio de su representación en un soberano en el que, formalmente, la multitud delega el mando buscando seguridad  una mejor capacidad de cooperación. La forma imaginaria más común de esa representación es la personificación de la soberanía en un individuo, sea este un rey o un presidente de la República o algún tipo de caudillo. Algo comprensible, porque cada individuo se reconoce en un individuo de su propia especie, "hecho a su imagen y semejanza". Nuestra identidad, el reconocimiento de nuestro yo, se forma en la contemplación del otro, que nos aparece como nuestra imagen especular. El que me representa y representa a todos los demás es la figura que unifica el cuerpo colectivo disperso, del mismo modo que el bebé se ve a sí mismo como cuerpo uno y coherente en la imagen que le devuelve un espejo o en la imagen equivalente de otro humano. De ahí, que una política que busque la unificación de lo disperso deba basarse en la representación.

La representación, como la imagen especular, es sin duda una ilusión de coherencia y de identidad, pero también es una ilusión necesaria. Esta necesidad viene dada por la efectiva atomización de los individuos en las relaciones de mercado. Mercado generalizado y Estado moderno representativo son dos caras de un mismo dispositivo de dominación. La atomización genera una identificación por representación. Los mecanismos de la representación, tanto los aparatos políticos (parlamento, gobierno, jefatura del Estado) como los aparatos ideológicos de Estado (partidos, aparatos escolares y otros aparatos disciplinarios, hasta el propio mercado en cuanto agente de subjetivación) que la sostienen, contribuyen a reproducir una sociedad atomizada, alejada de su potencia propia de cooperación y de los recursos comunes en que esta se basa. Esta sociedad se reconoce a sí misma como comunidad a través del Estado, del mando y estos se fundamentan en la representación, en que el otro que nos representa actúe en nuestro nombre, como si fuera cada uno de nosotros.

El problema fundamental de una política que quiera salir de este círculo es el hecho de que la ilusión representativa es una ilusión necesaria, algo que nos aparece como "natural". Muchos movimientos democráticos radicales han querido actuar como si no existiera esa ilusión necesaria: el anarquismo, por ejemplo, ha pensado que es posible destruir o ignorar el Estado a partir de la posición exterior de un sujeto proletario consciente. Era ignorar las causas que hacen necesaria la ilusión representativa, de ahí que la acción anarquista tuviera efectos sumamente limitados aunque muchas veces nos haya dado importantes lecciones para el futuro. Sencillamente, no se puede hacer política prescindiendo de la dimensión imaginaria de los seres humanos y de su inmersión en a ideología, que, mucho más que una ilusión, es el verdadero "mundo" en que vivimos, por mucho que ese mundo no sea verdadero. Ninguna actuación política que omita esta realidad de lo imaginario tiene ninguna posibilidad de éxito. Gran parte del fracaso de la izquierda tiene que ver con la utopía antipolítica del "socialismo científico" que pretendió ignorar la realidad insuperable de la imaginación y de la ideología en nombre de una supuesta ciencia de la historia.

Partimos pues de la imaginación, de la ideología, de la representación, pero para actuar en ellas y sobre ellas.Aceptar la existencia de una representación formal por un líder y hacerlo con menos complejos que la izquierda tradicional es, sin duda, un acierto de Podemos, pues este y no otro debe ser el punto de partida. Partimos de la imaginación política a partir de su forma más extrema: el líder mediático. Sin embargo, la fórmula Podemos no se acaba ahí. Podemos es también una organización abierta y horizontal de 300 círculos en los que se ha debatido el programa electoral de las europeas, se han elegido en primarias abiertas los candidatos e incluso se han emitido críticas útiles a los representantes públicos de la organización. Junto a a la representación, que pretende reducir imaginariamente la multitud al uno según la pauta del Estado moderno, existe un contrapoder multitudinario, abierto y centrífugo. La interacción de estos dos elementos tiende a reducir, sin pretender destruirla, la eficacia de la representación y a desplegar la potencia de la democracia. La democracia no se reduce así a la utopía de la óptima representación ni a la de la ausencia de representación, que serían las dos maneras de imaginar la perfecta identidad de gobernantes y gobernados, sino que se afirma como contrapoder y como instrumento de reducción asintótica de la representación.

La imagen del líder y de la representación permite a Podemos acceder a la esfera representativa y producir efectos en ella; la estructura abierta y asamblearia, por otro lado, conecta la organización con los movimientos sociales y las distintas formas de resistencia. La racionalidad democrática de la asamblea contrarresta así el siempre posible delirio del representante aislado, le recuerda que no puede tomarse a sí mismo por el todo y que, como sostenía Pascal, más loco que el loco que se cree rey es el rey que cree serlo. Esto, naturalmente, introduce antagonismos dentro de la propia organización, pero estos antagonismos son consustanciales a una democracia real que no sucumbe a la ilusión de la representación perfecta ni de la ausencia de representación, una democracia basada en el contrapoder. Solo de este modo, una estructura como Podemos puede representar un verdadero peligro para el régimen: usando la figura del líder y la representación como formas necesarias de acceso a la instancia representativa, pero sin creer en los líderes ni en la representación como contenidos.

Decía Jacques Lacan, el más rigurosamente materialista de los psicoanalistas, que "podemos servirnos de Dios a condición de no creer en él." Existe, en efecto, una posibilidad, reconocida mucho antes por Spinoza, de que la imaginación no sea solo pasiva, sino que se llegue a ajustar a la potencia activa de conocer que es la razón. Para ello, es esencial el descubrimiento, desde dentro mismo de la imaginación, de las nociones comunes, de ideas correlativas a lo que tienen en común la realidad exterior que me afecta pasivamente y la realidad de mi propio cuerpo. Las nociones comunes, que son siempre verdaderas, pues no dependen de mi pasividad como ocurre con las idas imaginarias, me unen así al resto del mundo y me permiten conocerlo racionalmente, pero sobre todo tienen una dimensión política, pues con ellas conozco lo que tengo en común con los demás humanos y los modos en que mi potencia se combina con la de ellos y constituye con ellos  la vez una cooperación material y un despliegue racional. A partir de la ilusión imaginaria del liderazgo podemos descubrir lo común que nos une. Ese prodigioso proceso de liberación, con capacidad de expandirse al resto de la sociedad es lo que con alegría, cierto desorden y tumulto y un gran amor racional e la libertad radicada en lo común intentamos desarrollar en Podemos.

lunes, 31 de marzo de 2014

¿Pacifismo o violencia? Más bien no...



"I would prefer no to"
("Preferiría no hacerlo")
H. Melville, Bartleby el escribano

1. Una característica fundamental del 15M fue su decidida opción por la no violencia e incluso por el pacifismo activo. Esa opción fue sin duda un acierto en la medida en que neutralizó todos los intentos del régimen por aplicar su método clásico de criminalización de los movimientos sociales dividiendo a la oposición entre una oposición legal y pacífica que acepta los marcos de participación existentes y una oposición violenta que intenta destruirlos. El 15M fue para el régimen un monstruo, pues enlazaba dos características incompatibles desde el discurso oficial: su apego a la no violencia y su voluntad de cambiar radicalmente las reglas del juego y los modos de participación política. Para nosotros fue un bello monstruo.

2. A este primer estupor del poder ante el monstruo sucedió la represión según un guión estable: manifestaciones más o menos numerosas, pero sumamente frecuentes y a veces enormemente multitudinarias que transcurrían pacíficamente hasta que, poco antes de la hora de los telediarios televisivos se producía algún incidente -en el que interactuaban policías de uniforme y algunos jóvenes imprudentes- que desencadenaba cargas policiales. Se vuelve así "violenta" la movilización social que se asocia a "disturbios" o "incidentes" independientemente de cuál sea el origen de estos. La violencia policial contamina así al propio movimiento social que la sufre. Como en los casos de violación, la víctima es mancillada por el agresor, de modo que, esta no siente solo indignación sino muchas veces también vergüenza. La respuesta a las auténticas cacerías humanas que han sucedido a la mayoría de las manifestaciones y movilizaciones sociales de los últimos tres años nunca había sido hasta ahora un reflejo especular de la violencia padecida. Tras las Marchas de la Dignidad del 22 de marzo, esto ha empezado a cambiar, pues un sector del movimiento social ha respondido de manera violenta a la violencia de manera más sistemática que otras veces. Algunos sectores se plantean hoy un guión insurreccional.

3. El peligro de una respuesta de este tipo, por comprensible que pudiera resultar, es que hace entrar a una parte de los movimientos sociales en una trampa que está abierta desde el 15M y en la cual, hasta ahora no habían entrado. Hasta el momento, la no asunción de la violencia como método había impedido que el Estado desencadenara un pulso con los movimientos, con el objetivo de (r)establecer claramente el monopolio de la violencia. Disputar el monopolio de la violencia a un Estado es siempre suicida. O se dispone ya de un potencial de violencia capaz de neutralizar al del Estado o se ha perdido de antemano. La insurrección de los años 70 en Italia fue ferozmente liquidada por el Estado en nombre de la lucha contra el terrorismo. La asunción por parte de los movimientos sociales (en particular las Brigadas Rojas y otros grupos de guerrilla urbana) de una línea de lucha armada condujo a la división, la desmoralización y la derrota de ese potentísimo "mayo del 68 de diez años" que había estremecido al Estado capitalista italiano. Es evidente que los dirigentes del Estado español, que hoy ya no pueden contar con el útil espantapájaros de ETA, sueñan con un nuevo brote de violencia organizada que legitime la represión y el mantenimiento de leyes de excepción.

4. Tal vez sea superficial caracterizar la posición del 15M y de la mayoría de los movimientos sociales como "pacifista". En cierto modo, ningún movimiento social que cuestione un orden establecido puede ser pacifista, porque, haga lo que haga, el poder siempre lo tildará de violento. La definición de la violencia no depende, en efecto, del individuo o de los grupos sociales sino del soberano. El soberano se define por su monopolio de la violencia legítima, pero este monopolio incluye también la definición y la interpretación de todo lo que constituye un acto de violencia. En la política como en la práctica comercial ordinaria, solo puede mantenerse un monopolio de una mercancía cuando al mismo tiempo se dispone de los medios para controlar la naturaleza y la calidad de la mercancía. La lucha por un monopolio incluye siempre la lucha contra las falsificaciones y contra la competencia ilícita. Los medios de control de las "falsificaciones" y de la violencia ilícita son, en el caso de la violencia, judiciales y policiales. La violencia es, por un lado la que monopolizan "legítimamente" la policía y el ejército, pero también las actuaciones de otros agentes sociales que policías y jueces definen como "violentas" y que constituyen la "violencia ilegítima" siempre más o menos asociada al "terrorismo".

5. Cuando el debate sobre la violencia se plantea en los términos del "pacifismo" o del "recurso a la violencia", los movimientos sociales juegan en el terreno definido por el poder, pues se hacen la ilusión de que son ellos quienes pueden decidir en este terreno, cuando esta decisión incumbe por esencia al poder soberano. Decidir una vía "insurreccional" o una vía "pacífica" es disputar o aceptar el monopolio de la violencia que para sí reivindica el soberano, cuando ese monopolio no existe ni ha existido nunca en la realidad. La idea de un monopolio de la violencia legítima implica la de un monopolio violento de la legitimidad. La soberanía del Estado se afirma, en efecto, mediante una violencia incomparable a la de cualquier segmento de la sociedad y mediante el consenso que legitima su actuación. Ambos elementos, desde Hobbes son perfectamente inseparables. Sin embargo, es una ilusión pensar que la violencia o la coerción sean posibles sin resistencia: todo poder es un "poder sobre", una dirección de la conducta de otro, "una conducta sobre una conducta" (Foucault) que debe tener siempre en cuenta la conducta del otro. El poder, en sus dos aspectos de legitimidad y de violencia, es siempre una relación, por mucho que se presente a sí mismo como una "sustancia", como una cosa trascendente a la sociedad. Tanto la legitimidad como el "monopolio" de la violencia son relativos y están en permanente disputa. Ningún soberano tiene más poder que aquel por el que aventaja al súbdito y a la multitud de los súbditos. Esto, más allá de los mitos monopolistas weberianos o schmittianos, no significa nunca que la multitud de los súbditos o incluso cada uno de ellos no tenga ningún poder, no sea capaz siempre de resistir en algún modo, en algún grado. Aventajar, superar es siempre estar en relación con alguien que tiene algo de lo mismo.

6. Una decisión de los movimientos sociales o de una parte de ellos por la violencia o la no violencia es imposible y absurda. Imposible, porque sobre la violencia decide el poder y absurda porque el monopolio de la violencia y de la legitimidad nunca existe y es absurdo disputárselo al poder. Lo que sí se puede hacer es ir haciendo evolucionar la correlación de fuerzas, o más bien las distintas correlaciones de fuerzas, que rigen las distintas manifestaciones del poder sin pretender disputar insurreccionalmente o asumir sumisamente un monopolio que nunca ha existido salvo en el mito fundacional del Estado moderno. Con la sabia indiferencia a las ilusiones de la soberanía y del Estado de quienes forman no ya la "extrema izquierda" sino la vanguardia de la "extrema necesidad", se trata de seguir desarrollando materialmente la red de resistencia como red activa de solidaridad con efectos materiales visibles, de crear ya la nueva sociedad que queremos. El ejemplo de la PAH tildada de violenta o hasta de nazi por los responsables del régimen, pero que sigue cosechando legitimidad y capacidad efectiva de acción a cada desahucio que para, ilustra lo que es una acción capaz de salir de la trampa del poder e incluso de poner importantes trampas al poder. Lo mismo puede decirse de las acciones del SAT a la vez simbólicas y materialmente eficaces como las tomas de fincas o la expropiaciones en supermercados. La fuerza real de las distintas Mareas también reside en este tipo de práctica.

7. Por mucho que la brutalidad del poder conduzca a imaginarios insurreccionales, la vía para debilitarlo y vencerlo no es la del pulso en el terreno de la violencia. Hemos visto los resultados desastrosos que ha tenido esa táctica sobre la perfectamente legítima revuelta ucraniana contra el régimen cleptocrático de Yanúkovich. Una revuelta perfectamente justificada, tras asumir medios que legitiman al poder y no despliegan la potencia propia de los movimientos sociales, ha terminado siendo hegemonizada por una facción del régimen cleptocrático postsocialista ucraniano y por peligrosísimas milicias nazis. La insurrección de Euromaidan, en lugar de neutralizar y reducir los fantasmas producidos por el poder de Estado y que contribuyen a la reproducción de este, les han dado entidad, los han "realizado", como esos patéticos espiritistas que en el "ectoplasma" esa materia sutil de la que estarían hechos los espíritus buscaban la paradójica "materialidad de lo inmaterial". Disputar un monopolio que no existe es un acto tan absurdo como el del blasfemo quien, por el mismo acto por el que ataca a Dios o a la religión, reafirma su propia fe. Por ello ante quienes nos piden elegir en la tramposa alternativa del pacifismo o de la violencia, habría que responder como el escribano de Melville le respondía a su patrón: "preferiría no hacerlo".

miércoles, 19 de marzo de 2014

Sobre ética, moral y héroes

Personalmente no echo de menos los héroes marxistas: no necesito ejemplos morales que haya que seguir y que muestren una supuesta perfección en la búsqueda de un fin moral. Tampoco hay héroes democríteos, lucrecianos, maquiavelianos ni spinozistas. Existen en la práctica humana discursos normativos, que fijan fines, pero esos fines -que son siempre imaginarios- pueden ser inmanentes a la práctica y medir la eficacia en la realización de un deseo o bien ser trascendentes y evaluar el grado de realización de una norma por unos determinados actos independientemente de todo deseo. Lo segundo es una moral, lo primero una ética. 

La ética es la etología de un animal con lenguaje y con relaciones sociales y privado de un medio ambiente específico. La ética determina las prácticas que más se ajustan al desarrollo de la propia potencia (del propio deseo) fuera de toda norma trascendente. La ética está siempre ya inscrita en una política. La moral supone, en cambio, un reino de los fines propio de la especie o de la naturaleza en general, una finalidad trascendente que sirve de norma a las prácticas reales. La moral interpela a un sujeto y lo interroga permanentemente sobre el cumplimiento de sus normas, la moral produce antes de cualquier acto del individuo una culpa trascendental que es su motor y la estructura misma del sujeto moral. 

En Marx, el hombre como conjunto de sus relaciones sociales (Tesis VIa sobre Feuerbach), como animal que habla y coopera (Ideología Alemana), sienta mediante su actividad productiva los presupuestos (Voraussetzungen) de su propia acción y es capaz de cambiarlos: no tiene por ello ni un medio al que adaptarse ni una finalidad preestablecida distinta de las que socialmente pueda darse. El que una sociedad humana se dé una determinada finalidad no garantiza, por otra parte, la adaptación de esta a sus condiciones de existencia efectivas y puede conducir al fin de esa sociedad. La civilización maya, la de la Isla de Pascua y, muy probablemente el capitalismo parecen haber seguido ese camino. Toda civilización es antes o después una civilización fracasada, pues el resto de la naturaleza es siempre más fuerte que ella. 

La historia no conoce ni progreso, ni finalidad, ni fines morales ni garantía alguna. La naturaleza es un sitio peligroso, pero el único lugar donde podemos existir como individuos o sociedades. No sé para qué demonios sirve una moral en un sitio así, si no para que nos hagamos las ilusiones que convienen a los poderosos y a los sacerdotes. Una ética de la solidaridad, en la que mi deseo no encuentre su límite sino su realización en el del otro, una ética de los comunes, es incompatible con una moral: la moral juzga, valora, desconecta los deseos, mata, mientras que la ética es inmanente a la vida. La moral reprocha a los individuos no responder a un determinado valor, la ética recusa ese valor como absoluto y somete todos los valores al deseo y a la vida.

jueves, 13 de marzo de 2014

Todo el vulgo es filósofo. A propósito de un artículo de Madrilonia sobre Podemos.

Los compañeros de Madrilonia hacen en un reciente artículo una interesante reflexión sobre Podemos, con críticas y advertencias útiles dirigidas a esta organización y a sus miembros. Sin embargo, el conjunto del texto manifiesta cierto idealismo, parece añorar una pureza del 15M que nunca existió y lamentar la contaminación de esa pureza originaria por el juego de la representación en el que Podemos pretende introducir a un sector de los movimientos sociales. Por un lado, el peligro de despotenciación es evidente, pues todo en el régimen político actual tiende a sustituir el protagonismo de la multitud por la apaciguada representación que operan los partidos, el Parlamento y el Estado.

Desde que se lanzó Podemos, quienes apoyamos esta iniciativa somos conscientes de ese riesgo, que va mucho más allá del supuesto ego de los promotores/portavoces y es parte integrante del sistema político de la modernidad y de sus formas más extremas y caricaturales como la partitocracia surgida de la Transición. La partitocracia no se romperá desde la calle, pero tampoco solo desde las instituciones. Hemos visto las peligrosas consecuencias de una revuelta como la ucraniana en la que la falta de estructuración de un movimiento social perfectamente legítimo y potente ha abierto las puertas a otra facción de la cleptocracia y al fascismo. También puede apreciarse la degeneración que afecta a los partidos y organizaciones centrados en la política representativa e institucional, degeneración que frustra la energías de valiosísimos militantes e imposibilita la expulsión del gobierno y de la mayoría parlamentaria de los partidos del régimen. Hace falta alguna forma de interfaz representativo de los movimientos que rompa la forma partido, un "partido-no partido". Muchos, dentro de Podemos, pensamos que una fuerte estructura horizontal de contrapoder basada en los círculos puede oponerse con ciertas posibilidades de éxito a la deriva que favorece el actual sistema político representativo. Es importante para ello que los círculos no se queden solos y se mantengan abiertos al conjunto de los movimientos sociales. Los círculos no deben ser células de un partido, sino auténticas asambleas abiertas. Para que el experimento Podemos no se quede en una caricatura de los procesos populistas de izquierda latinoamericanos en un terreno europeo donde tienen pocas probabilidades de arraigar, debe integrar con fuerza y mediante dinámicas rigurosamente horizontales las aportaciones y el impulso político de los movimientos sociales. Los círculos deben ser porosos ante la realidad que los circunda.desde el sueño

Podemos, como toda iniciativa política digna de ese nombre es un experimento en carne propia en el que participan ciertamente politólogos, pero también otras muchas personas que piensan y tienen una real capacidad crítica. Aquí, con Gramsci, "todo el mundo es filósofo", pero con Maquiavelo "todos somos vulgo", plebe. El experimento no se realiza en una campana de vacío fuera de la gravedad sino en medio de todas las fuerzas de gravedad y de fricción de un ambiente social real, en un ambiente determinado no solo por la pura y mítica espontaneidad de la multitud, sino por los aparatos políticos e ideológicos de Estado cuya función es doblegarla, traducirla en representación y neutralizar su potencia propia. Un ambiente determinado también por la lucha de clases y las múltiples resistencias a la brutal ofensiva neoliberal. No se trata de no tener representantes sino de darse los medios de neutralizar en general las dinámicas de representación. Se trata de representar el "no nos representan" sin liquidarlo, cuestionando y desestructurando los aparatos y máquinas que producen el efecto representación y a través suyo la imagen del soberano. En ningún caso se pretende que no haya instituciones, ni funciones estatales, sino devolverlas mediante las formas organizativas horizontales que son nuestras máquinas de guerra a su realidad inmanente de relaciones sociales. Solo mediante vectores de este tipo el virus del 15M podrá seguir haciendo su indispensable trabajo, en la inmanencia de las relaciones sociales efectivas y no en el territorio soñado de una eterna e incorrupta acampada en Sol digna de "La invención de Morel" de Bioy Casares o del Día de la Marmota..