"Affectus nec coerceri nec tolli potest nisi per affectum contrarium et fortiorem affectu coercendo." (Spinoza, Ethica IV, prop. 7) (Un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario, y más fuerte que el que ha de ser reprimido.)
1. La izquierda, sobre todo la de tradición marxista, ha solido concebir la actuación política como aplicación de una verdad teórica y solo considera posible actuar bajo las formas de la representación cristalizadas en la forma partido o en el Estado como representación general de la sociedad. Frente a esta corriente, el anarquismo ha solido defender una verdad moral y una organización más inmediata de los trabajadores como el sindicato o la asamblea, despreciando la representación. Salvo raras excepciones, esto ha conducido a los anarquistas y a los sectores demócratas radicales de la izquierda a ignorar todo tipo de participación electoral. A pesar de su oposición, estas dos posiciones se articulan en torno a un mismo eje: la relación "verdad-representación". Esta relación ha sido, tanto para el anarquismo como para los marxismos políticos el centro de la teoría y de la práctica política, pues si para unos la representación en el partido o el Estado constituía la verdad de la clase (universal) o de la sociedad, para los otros, la verdad debía buscarse en la inmediatez de la vida social evitando las apariencias engañosas de partidos y Estados .
2. El 15M compartió en buena medida la perspectiva del anarquismo, al menos si se interpreta en sentido fuerte la consigna central del movimiento de las plazas: "no nos representan". Esta frase puede, en efecto, leerse en dos sentidos: en un sentido débil como una aspiración a una buena representación, "estos no nos representan, pero otros mejores sí que lo harán" o en un sentido fuerte como rechazo basado en la imposibilidad ontológica de toda representación: "no nos representan, porque no somos representables". Dentro de los intentos de intervenir en las coordenadas representativas a partir de los principios del 15M, experimentos políticos como el Partido X son portadores del sentido débil de esta consigna al buscar mediante sus prácticas en red y su democracia virtual la "buena representación", mientras que otros sectores han interpretado la imposibilidad de la representación como necesidad de aislarse herméticamente de esta esfera. Estas versiones fuertes del "no nos representan" -sin contar la propuesta de regreso a las viejas formas de representación por parte de organizaciones veteranas como Izquierda Unida- encontraron su límite: no bastaba que la democracia y el anticapitalismo vivieran unos días o unas semanas en las plazas, era necesario que se extendieran y durasen. Contra la extensión y la duración de estos espacios liberados se manifestó y se manifiesta día a día "toda la fuerza del Estado", todo el peso del aparato de la representación. Las plazas libres se mantenían como una particularidad éticamente impecable, pero desbaratada en su eficacia por la represión, las cargas policiales, las multas, etc. y deslegitimada desde los aparatos de propaganda tanto públicos como privados del régimen: partidos, prensa, instituciones.
3. Para desbloquear la situación era indispensable buscar otra cosa, cambiar de elemento. Era necesario asumir una paradoja: representar lo no representable o, mejor aún, introducir lo no representable en la esfera de la representación. Esto suponía y supone un fuerte desafío. Se trata, nada más y nada menos que de echar al malgobierno neoliberal del poder por el único medio hoy posible, las urnas. Sin embargo, no se trata de suturar el espacio del poder mediante una nueva forma de representación que sea "la buena", sino de, emulando al 15M o al movimiento Occupy, acampar en ese espacio, ocupar ese espacio desde y para los movimientos sociales, neutralizando así la acción del Estado contra ellos e incluso tomando medidas efectivas de gobierno en favor de las reivindicaciones de movimientos como la PAH, las Mareas, el feminismo, el movimiento obrero, etc. Se trata de una fórmula inicialmente ensayada por los gobiernos populares de América Latina, pero que en las condiciones europeas debe necesariamente adoptar otros rasgos.
4. No bastaba presentarse a unas elecciones en una coyuntura que venía exigiendo una actuación de los movimientos sociales en el espacio de la representación política, había que "ser" también el tipo de organización adecuado para articular los dos cuernos del dilema de una representación de lo irrepresentable. Por un lado, había que jugar con mucha fuerza la carta de la representación, incluso la del liderazgo mediático, pero por otro, y con la misma fuerza, era necesario apostar por formas de democracia directa y horizontal. Podemos ha sido el comienzo de la solución de este dilema. Con su lado mediático, su aparato de campaña y sus dispositivos de intervención comunicativa, en la red y en todos los espacios públicos disponibles, Podemos fue abriendo una brecha en el espacio representativo, en las máquinas de producción de discurso como son la televisión, la radio y las redes sociales. Pablo Iglesias, antes de encabezar las listas de Podemos, había ocupado junto al equipo de la Tuerka un lugar que parecía imposible en el espacio de definición del sentido común en favor del sentido común de los movimientos sociales y, según los sondeos, de ese 80% de la población que apoya al 15M o a la PAH. Había que introducirse por esa brecha en el espacio representativo, pero lo que había que introducir no era cualquier cosa, sino una organización de nuevo tipo capaz de mantener siempre un interfaz abierto con los movimientos sociales y la gente corriente.
5. La organización y extensión de los círculos, en buena parte apoyada por la total entrega a la nueva organización de un pequeño partido militante, Izquierda Anticapitalista, fue el segundo ingrediente de la paradójica fórmula de Podemos. Los círculos, auténticas asambleas abiertas, fueron el espacio donde se elaboraron las listas electorales y el programa, pero más allá de los periodos electorales seguirán existiendo como órganos de participación y de actuación social. Cada uno de los 400 círculos es el equivalente de una asamblea local del 15M, pero con la particularidad de que esta vez el movimiento social se da los medios de irrumpir en la esfera de la representación, de ocuparla. Los brillantes cinco diputados de Podemos en el Parlamento Europeo son el comienzo de una necesaria larga marcha por las instituciones marcada por prolongadas ocupaciones: quedan las municipales, legislativas y autonómicas. En cada uno de esos espacios, el movimiento popular debe tener presencia, no para sustituir la acción política y social de las mayorías sociales, sino para potenciarla, librarla de la represión e impulsar sus objetivos.
6. Todo esto habría sido y será perfectamente imposible con un partido clásico de la izquierda. El partido, como forma institucional, es estrictamente un aparato ideológico y un aparato político de Estado (Althusser). Aun ejerciendo funciones de representación de los sectores explotados y oprimidos, un partido no deja de ser parte de un "juego político" que reproduce las relaciones sociales existentes y las legitima. Para evitar esto y generar un auténtico proceso de ocupación de las instituciones y de la representación en general por los movimientos sociales y el común de los ciudadanos, es necesario que los "representantes" no representen, sino que actúen dentro de las instituciones como apéndices de la mayoría social en resistencia. La articulación de círculos y de aparatos ideológico-representativos en competencia con los del Estado y de los sectores sociales dominantes permite obtener una neutralización efectiva de las funciones represivas y reproductoras del orden social ejercidas por la representación.
7. La construcción de Podemos como movimiento social y político de nuevo tipo no solo se basa en la subversión de las formas clásicas de organización, sino una audaz travesía del espacio ideológico dominante. A diferencia de las organizaciones marxistas clásicas que se creían dotadas de una verdad, de un "álgebra de la revolución" en la que basaban su actuación política, Podemos parte del sentido común existente e interviene en él. No se trata de imponer al cuerpo social un determinado modelo basado en una supuesta verdad que poseen unos sujetos, los dirigentes, a quienes se supone el saber, sino de llegar a partir de la imaginación, de la ideología, del espacio mismo de nuestra existencia sumisa y pasiva, a una serie de nociones comunes capaces de configurar un sentido común al alcance de todos, de producir en nosotros los sujetos de un proceso efectivo de liberación. La hegemonía no se conquista mediante la imposición de una supuesta verdad, sino mediante un trabajo de intervención en el mundo de los seres humanos realmente existentes, que es un mundo dominado por la ideología. Como nos esneñaro Spinoza y Freud, así como el Marx más lúcido y, por supuesto, Antonio Gramsci o mi querido maestro Louis Althusser, la ideología no es un "error" sino el mundo que vivimos y del que nadie va a salir por mucho que le enseñen "la verdad" o se la intenten imponer. La tragedia de la izquierda marxista consistió siempre en su incapacidad para hacer ninguna revolución y su permanente culto a las revoluciones hechas por otros, por los heterodoxos del marxismo. Ni en Cuba, ni en Venezuela, ni en China, ni en la propia Rusia se hizo una revolución en aplicación de la verdad del marxismo. Muy al contrario, como afirmó Gramsci en un célebre artículo, la revolución en Rusia -y en todos los demás países- se hizo "contra El Capital". En general, una política no se basa ni puede basarse en la verdad, pues la constitución de subjetividades políticas no es el resultado de un proceso científico, sino de una transformación ideológica, una transformación del espacio de la imaginación. Intentar hacer política en nombre de una verdad conduce, cuando se dispone de un aparato de Estado al terror (stalinismo) o, cuando no se dispone de él, a la proliferación de capillas posesoras cada una de "la verdad" y, por ende, a la ineficacia que caracterizó históricamente a muchos sectores izquierdistas tanto trotskistas como maoistas.
8. La grandeza de Podemos consiste en haber sabido salir de la doble trampa histórica en que estaba y sigue estando presa la izquierda: la forma partido y la política verdad heredera del "socialismo científico". Podemos sale así del molde de la izquierda para constituir una hegemonía efectiva de las mayorías sociales y de los movimientos sociales. Su lenguaje llano, a la vez accesible y verdadero, constituye a partir de la imaginación y de la ideología las nociones comunes de un proceso constituyente en marcha. La identidad de izquierda, identidad imaginaria que conduce a la impotencia ha sido desplazada por un potente trabajo de configuración de hegemonía en la sociedad realmente existente, que no es de izquierdas ni aun menos participa de supuestas verdades "marxistas", pero se opone a los desahucios, a las consecuencias de la deuda ilegítima, al pillaje, al empobrecimiento, a la casta político-económica y exige democracia. Queda mucho por hacer para que Podemos sea la máquina de guerra contra la casta que necesitamos, pero los cimientos están puestos: nos queda desplegar y consolidar la estructura.