(Gracias a Kristien Pottie por las fotos de Manolis Glezos y a Richard MacAlevey por la traducción al inglés de este texto. English version here.)
Es un honor poder tener cerca a un monumento de la historia de Europa. Ese honor me fue concedido recientemente con ocasión de una charla sobre la deuda y las políticas de Syriza y Podemos en esta y otras cuestiones relacionadas con la recuperación de la democracia. Compartí, en efecto, mesa y charla con Manolis Glezos y con Eric Toussaint. Manolis Glezos tiene hoy 94 años y es el diputado con más edad del Parlamento Europeo. También es uno de los más activos, de los que más en serio se toman su cometido. Manolis es diputado de Syriza en el Parlamento Europeo. Nunca fue un militante dócil y siempre discutió las medidas de la dirección de Syriza que no le parecían bien, desde su gigantesco sentido común que bebe de la experiencia del mundo rural, de la vida militante, pero también de una sólida formación científica en mineralogía. Este hombre sabe lo que es un pueblo -fue alcalde del suyo en la isla de Naxos- y sabe también lo que es un mineral: nos enseñó muestras de mármol y de esmeril de su isla. Nos mostró también, en una fabulosa parábola la fuerza de la diversidad que tomaba como ejemplo el esmeril, una piedra oscura, compuesta de 30 minerales, que parecería por ello mismo frágil, pero que es más dura y resistente que el diamante. La arrojó con fuerza al suelo y esa mezcla tan diversa no sufrió el más mínimo rasguño.
Manolis es célebre en Grecia por una hazaña: en plena ocupación nazi, cuando los alemanes ocupaban dificultosamente su país, oponiéndose a una constante resistencia cívica y militar del pueblo griego, subió a la Acrópolis y quitó de su cima la bandera de la cruz gamada sustituyéndola por la griega. Una hazaña tras la cual solo quedaba integrarse en la guerrilla del ELAS (Ejército Popular de Liberación Nacional (ELAS, en griego Ελληνικός Λαϊκός Απελευθερωτικός Στρατός). Este ejército popular liberaría Grecia por sus propios medios derrotando la máquina de guerra de Hitler. Son muchos los ejemplos de dignidad de esa época. Entre otros muchos, las redes de solidaridad frente a la catástrofe económica creada por nazis y colaboracionistas griegos. Todo el mundo recuerda los más de 100.000 muertos por hambre del año 1941, cuando la Alemania nazi cobró a Grecia un impuesto forzoso bajo la forma paradójica de un "préstamo de ocupación" por el cual el pueblo griego debía financiar su propia sumisión y explotación. La resistencia fue generalizada y tuvo tonos épicos, como esas manifestaciones en Atenas que desafiaban al ejército nazi y que se saldaban con decenas de muertos, pero que no dejaban de repetirse por ello, como la solidaridad material para repartir la escasa comida disponible. Como la autoorganización popular (poder popular, λαοκρατία) que gobernaba las amplias zonas liberadas bajo la coordinación del Gobierno de la Montaña).
Manolis es una síntesis de todo esto y, a pesar de venir de una tradición política en su origen autoritaria y stalinista, es un gran defensor de la democracia directa y del pluralismo. En su pueblo, cuando lo eligieron, alcalde les dijo a sus paisanos que le felicitaban y le expresaban su confianza: "ahora no mando yo, ahora os toca a vosotros decidir." La gente se retraía intimidada, no tenía costumbre de estas cosas: desde la guerra y aquella lejana experiencia de autoorganización en la resistencia, no había vuelto a haber nada parecido. Había que volver a aprender a asumir una responsabilidad ciudadana de manera directa. Es lo que ocurrió con ocasión de un primer pequeño conflicto relacionado con el cementerio del pueblo. Según informes de los técnicos del ayuntamiento, el cementerio, que se encontraba muy cerca del centro, estaba también demasiado cerca de las fuentes de agua que alimentaban al pueblo y podía contaminarlas, por lo cual recomendaban que se trasladase a un punto más alejado. Manolis se lo planteó así a la asamblea de los vecinos, pero en ella, una mujer le dijo: "si alejáis el cementerio del pueblo, ya no podré ver a mi marido todas las mañanas desde mi ventana". Otros vecinos estuvieron de acuerdo con la viuda y se acordó que no se moviera el cementerio de donde estaba. Esto obligó a buscar otras fuentes de agua, pero el principio de la decisión popular, frente a la opinión del alcalde y de los técnicos, había prevalecido. Desde entonces, a pesar de la timidez inicial, fue una práctica normal. Mirándome a la cara y cogiéndome suavemente de la solapa de mi chaqueta, me dijo Manolis con firmeza: "Os llamáis Podemos, pero tenéis que preguntaros ¿Qué podéis?. Sin el pueblo y su participación directa no se puede nada." Manolis nos señaló una tarea importante.
Al final de su intervención, Manolis contó una anécdota que es una auténtica parábola de la situación actual de Grecia. En una ocasión, durante el periodo semidictatorial que siguió a la guerra civil griega, lo llevaron preso los gendarmes. Se escapó una primera vez del calabozo y volvieron a detenerlo. Esta vez, para darle un escarmiento a él y a los demás presos comunistas, hicieron saber a todos que en la celda donde estaba encerrado Manolis habría un guardia apuntándole con un arma noche y día y él estaría de rodillas con las manos esposadas a la espalda. Así hicieron. Mientras un primer guardia apuntaba a Manolis, este le dirigió la palabra con calma: "Tú -le dijo- tienes un arma y yo estoy desarmado. Tú me estás apuntando y yo estoy aquí con las manos esposadas. Supongo que crees que tú eres libre y que yo soy prisionero, pero te equivocas." El guardia manifestó sorpresa ante esa declaración y Manolis le aclaró: "Tú está aquí porque recibes órdenes de tus superiores, pero yo no recibo órdenes de nadie. Yo soy libre y tú está sometido." Esto dio lugar a una larga conversación entre los dos. Cuando llegó el turno del guardia siguiente, el primero le dijo que esperase un momento, porque tenía que terminar la conversación. Llega por fin, algo sorprendido, el segundo guardia y apunta a nuestro hombre con la pistola. Manolis empieza una explicación sobre las esposas que tiene puestas. Le explica en detalle de qué metales están hechas, cómo se han fundido estos y qué piezas componen las esposas. Mientras tanto, las va manipulando hasta que consigue quitárselas. Le dice al guardia que tiene sueño y que no puede dormir con las esposas puestas: se las entrega y le dice: "yo tengo sueño y me voy a dormir, si quieres disparar, dispara...". El segundo guardia no disparó y depués de un tiempo, terminaron liberando a Manolis. Al cabo de muchos años, Manolis estaba en Atenas caminando por la calle y vio venir hacia él a una persona que lo saludaba de lejos. El desconocido le dijo: "Igual te has olvidado de mí, pero yo sé quién eres tú: tú eres el hombre que un día me dijo que yo era esclavo cuando me creía libre y gracias al cual soy hoy un hombre libre." El antiguo preso y el antiguo carcelero se dieron un fuerte abrazo.
Los antiguos decían de la Grecia dominada por los romanos: "Graecia capta ferum captorem cepit" (la Grecia cautiva venció a su fiero conquistador.) La anécdota de Glezos va exactamente en este sentido: la dignidad, la sabiduría y la calma de gente digna y lúcida como Manolis Glezos, como Alexis Tsipras o Yanis Varoufakis, que todo el mundo considera presos, en manos de sus fieros e ilegítimos acreedores, está volviendo a demostrar en las actuales negociaciones con los socios europeos y las instituciones de la UE quién es la persona libre y quién el esclavo.