"uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo"
Fidel Castro Ruz, 17 de noviembre de 2005
Ambas experiencias, profundamente democráticas, son sencillamente inconcebibles en las sociedades capitalistas en que nos ha tocado vivir. Ningún gobierno europeo ha organizado ningún debate público sobre la financiación pública de los bancos tras la crisis de los activos tóxicos, ni sobre las reformas laborales, ni sobre la reducción generalizada de sueldos públicos y pensiones, ni sobre el aumento de la edad de jubilación. Ni siquiera los partidos neoliberales de izquierda o derecha que nos gobiernan propusieron nunca medidas semejantes en sus programas electorales. Sencillamente, en el capitalismo, sobre la economía no se puede decidir nada que vaya en contra de los mercados, es decir de los intereses sagrados del capital financiero. La idea misma de una consulta sobre esta materia resulta tan absurda como la decisión de una asamblea de internos del frenopático de que mañana haga sol y buen tiempo. Un país como Cuba resulta, a pesar de sus múltiples defectos de los que no sólo es reponsable el bloqueo, un pésimo ejemplo para el orden capitalista en el resto del mundo. El hecho de que allí se decida sobre la economía, significa que aquí se ocultan decisiones políticas efectivas bajo la apariencia mentirosa de que se está obedeciendo a leyes naturales. Basta para convencerse de ello leer La crisis que viene, un excelente librito descargable gratuitamente que explica con claridad y rigor cómo en Europa y en concreto en el Estado Español se está haciendo pasar por una fatalidad económica un conjunto de medidas de redistribución de la riqueza en favor de los más ricos.
Aparentemente, los lineamientos representan un ajuste económico sin precedentes en el que se prevé transferir a un sector privado aún por estructurar a medio millón de trabajadores del Estado, quedaría progresivamente eliminada la "libreta" de racionamiento, sustituyéndola, para las personas más necesitadas, por una subvención en metálico y pasarían a un naciente y limitadísimo sector privado toda una serie de actividades que hasta hoy han estado en manos del gobierno con resultados poco halagüeños. El mercado hace pues su entrada oficial en una economía hasta ahora casi monopolizada por el Estado. Hay quien dirá que esto es el comienzo del fin del socialismo y un regreso al capitalismo y que se prefigura en Cuba un modelo de desarrollo a la China con un amplio desarrollo del mercado y una dirección política autoritaria de la economía. No lo parece. En primer lugar, las medidas que se van a adoptar se aplicarán de forma no traumática y se mantendrá un sistema de protección social eficaz para el conjunto de la población, preservándose la enseñanza gratuita a todos los niveles y la sanidad gratuita y universal.
Considerar que las medidas preconizadas por los lineamientos son "contrarias al socialismo" significa suponer que existe un único modelo de socialismo, que existe un saber sobre la economía y la sociedad que bastaría aplicar para construir un tipo de sociedad conocido de antemano. Sin negar que en la propia Cuba existió la tentación, sobre todo en los años 70, de afirmar que existía un modelo socialista identificado con el soviético, es importante destacar que la dirección comunista cubana antes y después de ese período se caracterizó por su flexibilidad y su capacidad de experimentar nuevas formas de organización y decisión con una participación nada simbólica de la población. La práctica del Che Guevara en los primeros años de la revolución es ejemplar a este respecto, pero no representa ni mucho menos el único caso de experimentación política y social de la construcción de una nueva sociedad. Por otra parte, la introducción de un espacio de mercado en la economía cubana sólo es una medida contraria al socialismo para quien identifique socialismo y economía de Estado. En sí, tanto el Estado como el mercado son obstáculos al único objetivo real del socialismo: el comunismo. El proceso de transición al comunismo que se denomina socialismo -no otro es el significado marxista de este término- no puede ser sino una desestabilización interna de los dos grandes dispositivos de dominación del capitalismo que son el Estado y el mercado generalizado en la perspectiva de la abolición de ambos.
El socialismo es según Marx una fase inestable de transición a un sistema en completa ruptura con el capitalismo que se denomina comunismo. El socialismo mantiene numerosos elementos del capitalismo: el Estado, elementos de mercado, el trabajo asalariado etc. El socialismo no es ningún modo de producción, sino una fase de desestabilización del orden capitalista determinada por la lucha de clases. Como lo hemos visto en los países de la Europa del Este, el socialismo no conduce sólo al comunismo. En las irónicas palabras de Etienne Balibar, el marxismo debería hoy plantearse el novedoso problema de la transición en un sentido regresivo: "del comunismo al capitalismo.." Esto significa algo muy sencillo para un materialista: no existe ninguna finalidad en la historia, no existe ningún "sentido de la historia" que pueda suplir a la providencia religiosa. Nada garantiza el comunismo y desde luego no el socialismo que, según Althusser reúne "todas las condiciones de imposibilidad del comunismo". El comunismo como régimen de abundancia y de libre acceso a los comunes productivos y a la riqueza social es un resultado aleatorio de una lucha social y política cuyo marco es el socialismo. El comunismo, además, no es posible en un solo país, ni siquiera en un país tan grande como era la URSS. Su requisito es una transformación social radical a nivel planetario.
Es absurdo plantearse hoy en Cuba una transición al comunismo independiente de un desarrollo comunista de la producción y de las sociedades a escala mundial. Con todo, la espera de una revolución mundial no puede ser pasiva. Mientras tanto, hay que hacer todo lo necesario para desarrollar la capacidad de acción, la potencia efectiva del conjunto de la población: la salud, la enseñanza y la cultura son a este respecto esenciales. Cuba ha cosechado en este terreno grandísimos éxitos que permitirían un paso sin demasiadas dificultades a una sociedad basada en el libre acceso a los comunes productivos. Sin embargo, quien hoy visita Cuba ve un contraste fortísimo entre una población sana, culta, correctamente vestida, más parecida a la del primer mundo que a la del tercero y unas condiciones materiales a menudo tercermundistas. Mantener el proceso revolucionario exige acabar con una escasez material excesiva que no puede sólo justificarse por el bloqueo, aunque éste es innegablemente muy dañino. Además de ser víctima del acto de guerra continuado que representa el bloqueo norteamericano, Cuba ha mantenido una especia de comunismo de guerra espartano que hoy, según los propios comunistas cubanos, ya no se puede mantener sin poner en peligro el conjunto del proceso. Una vida material aceptable para el conjunto de la población exige la movilización de la iniciativa particular de los ciudadanos tanto dentro de la economia estatal como en el sector mercantil.
Cuba nos da hoy un ejemplo de democracia efectiva. Nos muestra que es posible decidir independientemente de los mercados. Esa independencia es inseparable de la independencia nacional reconquistada en Cuba con la revolución de 1959. Sin embargo, para que esta independencia sea firme y efectiva, para garantizar precisamente que el mercado no vuelva a ser soberano, la revolución cubana tiene por delante un importante desafío: alentar no sólo la iniciativa económica, sino la iniciativa política del conjunto de la población. Para ello es necesario dar mayor contenido a las estructuras de poder popular hoy existentes haciendo no ya que evolucionen hacia un pluralismo partitocrático como en nuestros capitalismos "democráticos" de Europa y Estados Unidos, sino hacia formas de participación ciudadana efectiva basadas en otra forma más real de pluralismo que permita la expresión de las singularidades. La experiencia del debate sobre los lineamientos es un primer paso importante, aunque limitado. Unos medios de comunicación social públicos, pero libres y pluralistas, serían un elemento fundamental para este nuevo aliento político. En la Cuba actual los medios de prensa existentes, en particular la prensa comunista, son claramente inadecuados al nivel cultural y político de la población. La transición al comunismo no puede realizarse sólo en Cuba; por ello mismo, el período de inestabilidad y de experimentación permanente que constituye el socialismo perdurará aún durante bastante tiempo. Mientras tanto, la revolución cubana ha sabido mantener y desarrollar la posibilidad de un comunismo imposible. Esto es lo que explica, sin duda su pervivencia tras el derrumbe de un bloque socialista que había renunciado hacía tiempo a esa posibilidad de lo imposible.