El presente comentario se basa en el vídeo que acompaña al artículo del País titulado La intimidad de Felipe VI.
Un vídeo que no tiene desperdicio. Toda una lección sobre el funcionamiento de la ideología y sobre la (re)producción artificial de ideología a través de la propaganda. Obsérvese que en la comida familiar la comida aparece en la mesa como por encanto. Nadie la sirve y, sin embargo, la comida aparece ante los comensales como en el cuento ruso del Mantel mágico. Sin embargo, la propaganda, al revés de los cuentos que intentan producir asombro, lo que intenta es producir un efecto de normalidad en condiciones excepcionales. Si apareciera alguien sirviendo, el efecto de normalidad que se quiere producir quedaría dañado: ya no estaríamos ante una familia que aparenta ser de clase media, sino ante una familia de la oligarquía que tiene servicio en la mesa familiar. También es interesante la conversación, perfectamente banal, en la que la función del jefe del Estado y de su esposa se presentan como un "trabajo" normal y las niñas aparecen como chicas "normales". Gente sencilla y campechana, cuando todos sabemos que se trata de personas con una función excepcional en la política y la sociedad. Sin duda, "vulgo" como todo el mundo según nos enseñan el sentido común y Maquiavelo, pero vulgo elevado por las relaciones sociales y políticas a una condición muy distinta de la de los demás ciudadanos
La utilidad de esta propaganda monárquica consiste en que permite unir dos momentos de legitimación de la institución: 1) el momento soberano en el que el alto cargo del padre pone a los personajes de esta singular familia en un rango supuestamente superior, incluso en una posición de trascendencia respecto del resto de la sociedad, y 2) el momento populista que nos presenta a estos mismos personajes como gente normal, gente como uno, sin que por ello pierdan los atributos de la soberanía. Ambos momentos se alimentan recíprocamente, oscilando en la calificación de estos personajes como "excepcionalmente sencillos" o como "sencillamente extraordinarios". De ahí la importancia de que estén a la vez presentes, aunque ocultos los detalles que delatan el estatuto especial de estas personas: el servicio en la mesa, como ya hemos visto, pero también el dispositivo de seguridad durante el trayecto en coche. Todo está destinado a naturalizar la doble cualidad soberana y humana de los personajes, poniendo entre paréntesis los dispositivos de producción y reproducción de su situación excepcional. Esta puesta entre paréntesis se realiza a medio y largo plazo omitiendo el origen histórico de la institución y su función política, pero también en lo cotidiano, invisibilizando las condiciones materiales que hacen posible su modo de vida.
La ideología se basa en la imaginación. Esta nos presenta la realidad como una serie de cosas aisladas separadas de sus condiciones de existencia. Las cosas que imaginamos nos aparecen como algo que es en sí, que tiene la consistencia de una sustancia y que puede considerarse al margen de las relaciones de causalidad que las hacen existir y actuar de una u otra manera. Este conocimiento que nos "presenta" las cosas bloqueando la posibilidad de conocerlas por sus causas y en sus condiciones de existencia es producido espontáneamente por la imaginación, reproducido socialmente por la ideología y "fabricado" artificialmente por la propaganda.
"La puissance des rois est fondée sur la raison et sur la folie du peuple, et bien plus sur la folie. La plus grande et importante chose du monde a pour fondement la faiblesse. Et ce fondement‑là est admirablement sûr, car il n’y a rien de plus [sûr] que cela que le peuple sera faible. Ce qui est fondé sur la saine raison est bien mal fondé, comme l’estime de la sagesse." Blaise Pascal
[El poder de los reyes está basado en la razón y en la locura del pueblo. La cosa más grande e importante del mundo tiene por fundamento la debilidad. Y este fundamento es admirablemente seguro, pues nada hay más seguro que la debilidad del pueblo. Lo que se funda en la sana razón está muy mal fundado, como lo está la estima de la sabiduría.]
Un vídeo que no tiene desperdicio. Toda una lección sobre el funcionamiento de la ideología y sobre la (re)producción artificial de ideología a través de la propaganda. Obsérvese que en la comida familiar la comida aparece en la mesa como por encanto. Nadie la sirve y, sin embargo, la comida aparece ante los comensales como en el cuento ruso del Mantel mágico. Sin embargo, la propaganda, al revés de los cuentos que intentan producir asombro, lo que intenta es producir un efecto de normalidad en condiciones excepcionales. Si apareciera alguien sirviendo, el efecto de normalidad que se quiere producir quedaría dañado: ya no estaríamos ante una familia que aparenta ser de clase media, sino ante una familia de la oligarquía que tiene servicio en la mesa familiar. También es interesante la conversación, perfectamente banal, en la que la función del jefe del Estado y de su esposa se presentan como un "trabajo" normal y las niñas aparecen como chicas "normales". Gente sencilla y campechana, cuando todos sabemos que se trata de personas con una función excepcional en la política y la sociedad. Sin duda, "vulgo" como todo el mundo según nos enseñan el sentido común y Maquiavelo, pero vulgo elevado por las relaciones sociales y políticas a una condición muy distinta de la de los demás ciudadanos
La utilidad de esta propaganda monárquica consiste en que permite unir dos momentos de legitimación de la institución: 1) el momento soberano en el que el alto cargo del padre pone a los personajes de esta singular familia en un rango supuestamente superior, incluso en una posición de trascendencia respecto del resto de la sociedad, y 2) el momento populista que nos presenta a estos mismos personajes como gente normal, gente como uno, sin que por ello pierdan los atributos de la soberanía. Ambos momentos se alimentan recíprocamente, oscilando en la calificación de estos personajes como "excepcionalmente sencillos" o como "sencillamente extraordinarios". De ahí la importancia de que estén a la vez presentes, aunque ocultos los detalles que delatan el estatuto especial de estas personas: el servicio en la mesa, como ya hemos visto, pero también el dispositivo de seguridad durante el trayecto en coche. Todo está destinado a naturalizar la doble cualidad soberana y humana de los personajes, poniendo entre paréntesis los dispositivos de producción y reproducción de su situación excepcional. Esta puesta entre paréntesis se realiza a medio y largo plazo omitiendo el origen histórico de la institución y su función política, pero también en lo cotidiano, invisibilizando las condiciones materiales que hacen posible su modo de vida.
La ideología se basa en la imaginación. Esta nos presenta la realidad como una serie de cosas aisladas separadas de sus condiciones de existencia. Las cosas que imaginamos nos aparecen como algo que es en sí, que tiene la consistencia de una sustancia y que puede considerarse al margen de las relaciones de causalidad que las hacen existir y actuar de una u otra manera. Este conocimiento que nos "presenta" las cosas bloqueando la posibilidad de conocerlas por sus causas y en sus condiciones de existencia es producido espontáneamente por la imaginación, reproducido socialmente por la ideología y "fabricado" artificialmente por la propaganda.