1. Toda política es una política de la identidad. Toda política tiende a configurar una multitud en un todo tendencialmente organizado, tiende a hacerla pasar de un estado preindividual a cierto grado de individualidad. Esa individualidad, en una sociedad humana, se consigue mediante la imitación de los afectos que hace de los individuos distintos y singulares partes de un todo. Esa imitación genera formas de identidad que caracterizan a los diversos miembros de una sociedad.
2. Un mando político (un soberano) tiende a uniformizar los afectos de los súbditos, mediante leyes, rituales y toda suerte de normas y discursos. A través de diversos aparatos ideológicos se produce el efecto "nación" como conjunto de elementos de identidad.
3. Incluso bajo un régimen de soberanía que tiende a la uniformidad, a la plena identidad de todos los súbditos, las diferencias singulares e incluso sectoriales persisten. Es imposible a un soberano cambiar la naturaleza de los súbditos, por mucho que pueda determinar muchos rasgos de su identidad y de su vida.
4. Las diferencias sectoriales tienden a constituir identidades sectoriales si se alimentan de deseos y resistencias comunes. Las mujeres, las minorías culturales y étnicas, las clases sociales, etc. se comportan tendencialmente como grupos dotados de cierta identidad reproducida mediante instituciones, clonando así al Estado. Todo grupo que persigue el poder se constituye en cuasi-Estado, como lo hizo, por ejemplo, el movimiento obrero histórico.
5. La lucha de clases no es un problema de identidad. No existen las clases antes de su lucha sino solo en y por su lucha. Las clases, por consiguiente, son siempre realidades impuras con fronteras relativamente porosas. De ahí que, si bien ha existido históricamente una identidad obrera, esta no es obra de la mera lucha de clases, sino de la organización cuasi-estatal de la clase obrera favorecida por los partidos socialistas y comunistas. La identidad obrera no es un requisito de la lucha de clases, sino uno de sus efectos posibles.
6. La lucha de clases es una realidad compleja y mestiza, siempre lo ha sido, pero hoy este hecho es aún más evidente, pues el surgimiento de la clase media como constructo ideológico y realidad material ha invisibilizado las clases dejando ver solo la diversidad. La sociedad neoliberal es una sociedad "sin clases con clases", una sociedad en la que la lucha de clases se invisibiliza por el hecho de que una civilización de la clases media se basa en la exaltación del individuo, de lo singular, de la diferencia.
7. Eppure c'è la lotta di classe...La lucha de clases sigue existiendo, aunque no las clases como sujetos identificables. Lo único que existe en la actual composición de clase del proletariado, una vez reducida la clase obrera a realidad residual, es una inmensa diversidad de realidades que ya ni siquiera queda limitada por los marcos de los lugares y tiempos de trabajo. La explotación afecta hoy a las identidades singulares: el capitalismo, en una sociedad de control como la nuestra, gestiona las diferencias y las explota, dirigiéndose uno por uno a cada uno de los individuos, exigiéndole un proyecto singular que sirva de base a su capacidad de endeudarse. Las diferencias son fundamentales, de las grupales o sectoriales que van configurando y recombinando sectores de mercado que corresponden a distintas formas de vida, a las de los distintos grupos de riesgo.
2. Un mando político (un soberano) tiende a uniformizar los afectos de los súbditos, mediante leyes, rituales y toda suerte de normas y discursos. A través de diversos aparatos ideológicos se produce el efecto "nación" como conjunto de elementos de identidad.
3. Incluso bajo un régimen de soberanía que tiende a la uniformidad, a la plena identidad de todos los súbditos, las diferencias singulares e incluso sectoriales persisten. Es imposible a un soberano cambiar la naturaleza de los súbditos, por mucho que pueda determinar muchos rasgos de su identidad y de su vida.
4. Las diferencias sectoriales tienden a constituir identidades sectoriales si se alimentan de deseos y resistencias comunes. Las mujeres, las minorías culturales y étnicas, las clases sociales, etc. se comportan tendencialmente como grupos dotados de cierta identidad reproducida mediante instituciones, clonando así al Estado. Todo grupo que persigue el poder se constituye en cuasi-Estado, como lo hizo, por ejemplo, el movimiento obrero histórico.
5. La lucha de clases no es un problema de identidad. No existen las clases antes de su lucha sino solo en y por su lucha. Las clases, por consiguiente, son siempre realidades impuras con fronteras relativamente porosas. De ahí que, si bien ha existido históricamente una identidad obrera, esta no es obra de la mera lucha de clases, sino de la organización cuasi-estatal de la clase obrera favorecida por los partidos socialistas y comunistas. La identidad obrera no es un requisito de la lucha de clases, sino uno de sus efectos posibles.
6. La lucha de clases es una realidad compleja y mestiza, siempre lo ha sido, pero hoy este hecho es aún más evidente, pues el surgimiento de la clase media como constructo ideológico y realidad material ha invisibilizado las clases dejando ver solo la diversidad. La sociedad neoliberal es una sociedad "sin clases con clases", una sociedad en la que la lucha de clases se invisibiliza por el hecho de que una civilización de la clases media se basa en la exaltación del individuo, de lo singular, de la diferencia.
7. Eppure c'è la lotta di classe...La lucha de clases sigue existiendo, aunque no las clases como sujetos identificables. Lo único que existe en la actual composición de clase del proletariado, una vez reducida la clase obrera a realidad residual, es una inmensa diversidad de realidades que ya ni siquiera queda limitada por los marcos de los lugares y tiempos de trabajo. La explotación afecta hoy a las identidades singulares: el capitalismo, en una sociedad de control como la nuestra, gestiona las diferencias y las explota, dirigiéndose uno por uno a cada uno de los individuos, exigiéndole un proyecto singular que sirva de base a su capacidad de endeudarse. Las diferencias son fundamentales, de las grupales o sectoriales que van configurando y recombinando sectores de mercado que corresponden a distintas formas de vida, a las de los distintos grupos de riesgo.
8. Sin una tópica que pueda entender la materialidad propia de esta lucha de clases que se expresa en la dispersión y en las identidades múltiples como tensión interna al capitalismo financiarizado será imposible determinar una estrategia que nos permita salir de un orden social encaminado a la catástrofe social y ecológica y a una progresiva liquidación de las libertades. Las resistencias de los más diversos grupos identitarios contra el orden del capital y del Estado y la normalización institucional de estas mismas resistencias son los dos polos de esta tensión interna al régimen. Sólo un reconocimiento estratégico del régimen como tal permitirá oponerle una estrategia efectiva, más allá de cualquier significante vacío.
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