martes, 7 de junio de 2011

Franco: ¿dictador o colonizador?

Sello imposible y real de 1 EURO (Tasio-Gara)

".Ils prouvent que la colonisation déshumanise l'homme même le plus civilisé; que l'action coloniale, l'entreprise coloniale, la conquête coloniale, fondée sur le mépris de l'homme indigène et justifiée par ce mépris, tend inévitablement à modifier celui qui l'entreprend: que le colonisateur qui, pour se donner bonne conscience, s'habitue à voir dans l'autre la bête, s'entraîne à le traiter en bête, tend objectivement à se transformer lui-même en bête.." (Aimé Césaire, Discours sur le colonialisme)
(Prueban que la colonización deshumaniza incluso al hombre más civilizado; que la acción colonial, la empresa colonial, la conquista colonial, fundada en el desprecio del indígena y justificada por ese desprecio, tiene inevitablemente a modificar a quien la emprende: que el colonizador que, por darse buena conciencia, se acostumbra a ver en el otro la bestia, se entrena a tratarlo como bestia, tienede objetivamente a convertirse en bestia)




Mucho es el revuelo levantado por el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia y en concreto por la voz que en él se dedica al General Franco.  Su autor, Luis Suárez, insigne medievalista y persona de ideología ultracatólica, afirma sobre el antecesor de Juan Carlos I en la jefatura del Estado que::


"Montó un régimen autoritario, pero no totalitario, ya que las fuerzas políticas que le apoyaban, Falange, Tradicionalismo y Derecha, quedaron unificadas en un Movimiento y sometidas al Estado. Una guerra larga de casi tres años le permitió derrotar a un enemigo que en principio contaba con fuerzas superiores. Para ello, faltando posibles mercados, y contando con la hostilidad de Francia y de Rusia, hubo de establecer estrechos compromisos con Italia y Alemania" y ""Restaurando la bandera bicolor, anunció desde el primer momento su propósito de que las reformas por él emprendidas desembocasen en la Monarquía, pero sin partidos políticos ni sistema liberal, declarándola, sin embargo, confesionalmente católica".


Lo primero que se ha observado -y criticado- respecto del contenido del artículo es que no se menciona el término "dictadura". Sin embargo, que el régimen de Franco fuese o no una dictadura es cosa que el tiempo se encargó de dirimir, pues no existe ni puede existir dictadura que cuarenta años dure. Los regímenes de excepción pueden considerarse como tales desde dos puntos de vista: desde un punto de vista cronológico, en cuanto determinan una interrupción del orden jurídico por un tiempo limitado, a la manera del iustitium romano (interrupción del orden legal, del mismo modo que sol-stitium es interrupción del curso del sol) y de la magistratura extraordinaria que le correspondía, la dictatura, pero también pueden considerarse excepcionales los regímenes que se apartan de un modelo considerado normal cual es el de la democracia parlamentaria. El régimen de Franco es ciertamente un régimen burgués de excepción si se considera la democracia liberal prototipo del Estado capitalista, pero una dictadura es siempre un régimen breve y transitorio, una forma de gobierno excepcional destinada a restablecer las condiciones "normales" de gobierno de una sociedad, pero no a configurar de manera duradera esa "normalidad". Es figura clásica del dictador la antigua de Cincinato, quien tras haber salvado la república romana mediante una serie de medidas excepcionales y violentas para las que le facultó durante seis meses el senado, regresó, cumplida su misión, a su campo y a su arado. Poco tiene que ver esto con el longevo régimen a cuya cabeza se mantuvo durante dos ventenios el general Franco y que, desde un estricto punto de vista jurídico-constitucional, perdura hoy bajo la monarquía de Juan Carlos de Borbón. 


Cabe recordar que el actual monarca no es otro que el sucesor a la jefatura del Estado designado por Franco e investido por las Cortes franquistas como sucesor del fallecido, "a título de rey" . Que esta sucesión "legal" nada tiene de  mera formalidad queda también demostrado por la activa participación del sucesor durante los últimos años de vida del tirano en todos los actos importantes de apoyo al régimen, en particular en la infame concentración de apoyo a los últimos fusilamientos. Tampoco cabe olvidar que el monarca siempre se negó, no ya a condenar, sino tan siquiera a criticar al general que fue su tutor y antecesor en la jefatura del Estado o incluso a aceptar que se le criticase en su presencia. Por otra parte, la actual legalidad española es el resultado directo de un proceso de reforma política interno al régimen, proceso de reforma que no fue el único ni el primero, pues ya el franquismo conoció en los años 50 una primera transformación de Estado total nacional-sindicalista en "democracia orgánica". Su transformación en el año 78 en democracia pluralista no rompe con la "legitimidad" del Estado del 18 de julio, sino que, por el contrario, la reafirma en el terreno formal. Desde el punto de vista del contenido material del ordenamiento, los rasgos excepcionales del régimen se desplazaron, sin embargo, de la esfera de la representación, que pasó a ser de tipo liberal, a la esfera de la represión política. Dotándose de un arsenal de normas de excepción antiterroristas con carácter permanente, la joven democracia mantiene elementos clave de la estructura judicial y represiva como el Tribunal de Orden Público rebautizado Audiencia Nacional y de la legislación antiterrorista de la fase anterior del régimen. El franquismo, en este como en otro muchos aspectos, es a la vez un heredero de los regímenes de excepción europeos de los años 30 y un precursor de los nuevos regímenes de exepción neoliberales. No le faltaba así cierta razón a José María Aznar cuando intentaba "vender" le experiencia antiterrorista del régimen español a Europa y los Estados Unidos después del 11 de septiembre. La "joven democracia" es, gracias a su carácter de "democracia antiterrorista" a la vez el brote más verde del régimen del 18 de julio y una adelantada de la liquidación de las garantías que concocemos hoy en los demás capitalismos democráticos. Esto muestra, por lo demás, la rigurosa continuidad existente entre formas normales y excepcionales de la dominación capitalista. En la dominación capitalista, la excepción es siempre relativa, pues la excepción es un elemento irrenunciable del funcionamiento "normal" del Estado.


Afirma por otra parte el redactor de la voz "Franco" del mentado diccionario que su régimen no fue totalitario, sino autoritario, pues en él los partidos que lo apoyaban quedaron unificados y supeditados al Estado. Según el biógrafo de Franco, la relación partido-Estado sería el elemento decisivo a la hora de determinar el carácter "totalitario" de un régimen. Esto es algo bastante discutible, pues tanto el partido fascista de Mussolini como el NSDAP de Hitler quedaron en gran parte integrados en el aparato de Estado, como órganos del nuevo orden político totalitario, quedando sólo por encima del Estado la figura del Duce o la del Führer. Duce y Führer se concebían además como investidos de un poder excepcional al ser la encarnación del pueblo. Fascismo italiano y nazismo no son así sino formas extremas y sumamente personalizadas del Estado burgués clásico basado en el principio de la representación. Tanto Mussolini como Hitler pretendían tener una legitimidad "democrática" directa y aclamatoria, pues eran el más vivo exponente de la unificación de la multitud en pueblo por representación conforme a la teoría clásica de la soberanía desarrollada por Thomas Hobbes. El caso de Franco, a este respecto no es muy diferente, pues también en los períodos de su régimen en que ocupó la jefatura del Estado, encabezó como Caudillo el Estado y esa entidad más allá de los partidos y que se confunde con el pueblo español unificado bajo un mando que se denominó Movimiento Nacional. Si el totalitarismo es, por otra parte, conforme a la descripción de Hannah Arendt, la liquidación de todas las formas de organización subestatales autónomas que dan vida a la sociedad civil, los dos primeros períodos del régimen franquista, y sobre todo el inicial, merecen ciertamente ese calificativo. De nuevo apreciamos aquí la medida en que el régimen burgués normal y sus formas excepcionales no se diferencian sino por la desmesura a que llega la forma representativa en las segundas, siendo el principio de ambas absolutamente idéntico.


En cuanto al uso del término "fascista" para calificar al régimen de Franco, no parece tampoco indicado, salvo que se utilice como mero insulto. El fascismo, tal como lo fundó Mussolini, se presentaba como un movimiento político y revolucionario. Era objetivo del fascismo emular al bolchevismo en la movilización de las masas y de manera más general, inscribirse en la tradición revolucionaria europea. Naturalmente, esa revolución tiene aspectos contradictorios e incluso oximóricos, pues es en buena medida una revolución conservadora del orden social capitalista. Esto no excluye, sin embargo, que la movilización de masas y la propaganda política e incluso algunas formas elaboradas de ofensiva cultural e intelectual fueran aspectos fundamentales tanto del régimen fascista italiano como del nacionalsocialista alemán. Esto contrasta poderosamente con la pasividad e inercia de las masas en el régimen de Franco. Franco siempre desconfió de las movilizaciones de masas e incluso de la idea de revolución por muy conservadora que esta fuera. De ahí que no dejara ninguna posibilidad de salir con vida de su cautiverio a José Antonio Primo de Rivera y condenara a muerte a su sucesor Hedilla. Los auténticos fascistas españoles de la Falange quedaron asi neutralizados dentro de una estructura productora de despolitización paradójicamente denominada Movimiento. A esta despolitización generalizada corresponde una enorme atonía intelectual en un régimen que prescinde, a diferencia del fascismo y del nazismo, de toda auténtica afirmación cultural. En la España de Franco nunca hubo un equivalente de Heidegger o de Carl Schmitt, de Santi Romano o de Gentile: de lo que se trataba era de restablecer el orden "natural" de la sociedad, de pacificar y normalizar. En esas tareas ni el pensamiento ni la política tenían ninguna función relevante. El franquismo fue uno de los regímenes europeos que más arrinconaron a la universidad como institución pudiendo decirse que prácticamente vivió sin universidad. Franco es Caudillo y representa al pueblo, pero no como jefe revolucionario, sino como jefe de una Cruzada contra los enemigos de España y de la Iglesia. Una Cruzada cuya finalidad es liberar a España de sus "demonios familiares" y de contaminaciones foráneas. En esa Cruzada, prevalece el militar africanista con su brutal ideología "civilizadora" y la terminología revolucionaria falangista es mero adorno.


La clave del régimen de Franco es el africanismo de su fundador y de la camarilla que, desde el principio lo secundó. España fue tratada durante la guerra civil y en las décadas que le sucedieron como un terroitorio ocupado por un ejército que se consideraba a sí mismo en país extranjero y bárbaro. El historiador Gustau Nerín, en su extraordinario libro "La guerra que vino de África"(2005) incide en este aspecto recordando que la población española republicana era considerada por el ejército nacional como "los moros del Norte". La brutalidad empleada contra la población, el exterminio físico de los republicanos y sobre todo de los miembros de organizaciones de izquierda, incluso el racismo de los "nacionales" hacia los "rojos" tienen mucho más de política colonial que de política fascista. El fascismo intenta construir un consenso nacional y, si bien reprime a sus enemigos políticos, no tiene por objetivo exterminarlos sino someterlos; el franquismo, con su ideología colonial y racista y su estrategia de exterminio sistemático y de terror generalizado fue -como afirma el historiador Ismael Saz- mucho más lejos  en la violencia interna que los regímenes fascistas italiano y alemán. Franco hizo dentro de España lo que hiciera Hitler en Polonia o Mussolini en Etiopía, pero el que lo hiciera dentro de su propio país es algo más que un matiz. Como en la Polonia ocupada por los nazis, el objetivo explícito del régimen de Franco fue liquidar a las élites políticas y culturales de la España republicana, para sustituirlas por la fuerza brutal de un aparato represivo secundado por la Iglesia Católica. El gobierno de España por los nacionales tiene así muchos rasgos típicos de una administración colonial, en particular su permanente recurso a la violencia o a la amenaza de la violencia y su desprecio de toda mediación cultural capaz de crear una cultura nacional-popular. Una cultura nacional-popular bajo un régimen que siempre funcionó como régimen de ocupación era sencillamente imposible. Durante el franquismo, lo nacional impuesto oprimió duraderamente a lo popular.


La voz "Franco" del Diccionario histórico merece, en efecto, ser criticada, pero no porque niegue que el franquismo fuese un régimen totalitario -aunque podría sostenerse que sí lo fue-, sino por olvidar que fue sin duda un régimen bastante más mortífero y liberticida que los totalitarismos fascistas con los que se le suele comparar. Decir del franquismo que fue una dictadura fascista es casi un halago. Mucho más peligroso es asomarse a la realidad del régimen en cuyo marco legal vive aún la España de hoy tras la "modélica" transición. Si el franquismo fue un régimen colonial interno, la transición fue, como casi todas las descolonizaciones, un tránsito con bastantes garantías para las oligarquías dominantes, hacia el neocolonialismo. En el régimen de la neocolonia, los indígenas tienen derecho a la representación política y a cierto grado de participación en la cosa pública, pero siempre dentro de unos límites que no atenten a los intereses de los antiguos amos del país. La nueva autoridad neocolonial goza para defender de esos límites del amplio capital de terror acumulado durante los años de dominio colonial directo. Tal vez hoy, como algunos de nuestros vecinos del norte de África, hayamos empezado en nuestras calles y plazas a plantearnos una salida del régimen neocolonial.

miércoles, 25 de mayo de 2011

15M: La imitación de los afectos o el enjambre constituyente

Enjambre de estorninos


Acampadasol


"Ex eo, quod rem nobis similem, & quam nullo affectu prosecuti sumus, aliquo affectu affici imaginamur, eo ipso simili affectu afficimur. " Spinoza, Ethica, III, p. 27 
(Por el hecho de imaginar que experimenta algún afecto una cosa semejante a nosotros, y sobre la cual no hemos proyectado afecto alguno, experimentamos nosotros un afecto semejante.)


En un post reciente de su excelente blog Quilombo, Samuel interpreta las concentraciones posteriores al 15M recurriendo al interesante concepto de enjambre. Afirma lo siguiente: "En pocos días la multimillonaria campaña de los principales partidos políticos quedó convertida en un teatro de marionetas tristes, enmudecido por el zumbido del enjambre. El enjambre carece de voluntad general, no hay una unidad desde la que partan las decisiones, todos comunican, deciden y valen por igual, sin cuota preferente en el telediario. " Quienes, como yo, sólo hemos podido contemplar a distancia la Puerta del Sol a través de una cámara de televisión, podemos corroborar esa impresión: la concentración y la acampada que le sirve de núcleo duro tienen un aspecto parecido al de un hormiguero en marcha o al de los alrededores de una colmena. Los individuos, como pequeños insectos, se desplazan en distintas direcciones, erráticamente, pero el conjunto termina configurando un grupo con una geometría ordenada que corresponde más o menos, en nuestro caso, según los momentos, a la elipse aproximada de la plaza organizada en torno a diversos focos: el "caballo", el "oso".... Los insectos sociales, mediante interacciones simples realizan acciones colectivas e individuales cuya extraordinaria inteligencia ha sorprendido durante siglos a los naturalistas. Se valen de signos, de movimientos ordenados y de olores que orientan a otros individuos y al conjunto del grupo hacia fuentes de alimento u otros objetivos de interés, o bien alertan de los peligros que amenazan a todos y cada uno de los individuos. La comunicación dentro del enjambre es así el resultado de actos semióticos simples, cada uno de los cuales no necesita ni gran inteligencia, ni mucha información, pero que desembocan en una conducta general perfectamente adaptada al medio. La paradoja del enjambre es así que un comportamiento sumamente inteligente pueda ser el resultado de interacciones muy simples. Es la misma paradoja que encontramos en la biología darwinista o, en general, en cualquier explicación materialista que deseche el "diseño inteligente" o la existencia de una esencia universal de cuyo despliegue se derive toda la complejidad.


La lógica del enjambre es la que rige la investigación más avanzada en inteligencia artificial, que se basa en la "inteligencia de enjambre" (Gerardo Beni, 1989). Tras haberse descartado los modelos centralizados de inteligencia por la cantidad enorme de memoria necesaria para obtener el más mínimo resultado, se optó por la conexión flexible entre módulos de inteligencia y memoria simples que interactúan entre sí como un enjambre o como una nube dentro de sistemas distribuidos. Esto permite un gran ahorro de memoria y un máximo de flexibilidad. La pista parece ser muy prometedora para la construcción de nuevas generaciones de ordenadores y otras máquinas inteligentes. No se trata, pues, de crear un complicadísimo algoritmo del que todo se derive, sino de algoritmos simples encarnados en máquinas simples que aplican en su relación con las demás reglas simples y definidas. Tal vez el secreto de la inteligencia humana tenga que ver con el hecho de que las neuronas interactúen así y no conforme a una lógica o una gramática prestablecidas. La complejidad es , de ese modo, algo siempre derivado de lo más simple y no algo que le venga prescrito, pre-escrito. 


Probablemente un cerebro se parezca más a un cardumen de peces internamente caótico en apariencia, pero muy ordenado en su conjunto o a una bandada de aves migratorias que a una gran máquina inteligente de inmensa complejidad. Lo mismo ocurre con la inteligencia colectiva, el famoso "General Intellect" de Marx. El animal social imita a los otros individuos según un principio que Spinoza denominó, adelantándose a cualquier etología "imitación de los afectos" (emulatio affectuum). Imitamos a los demás individuos que se nos parecen, porque no conocemos adecuadamente nuestro propio cuerpo, no sabemos distinguirlo de los otros y esto es así, porque no lo podemos conocer como es, sino en su relación con los cuerpos que lo afectan. Este es el tipo de conocimiento que Spinoza denomina "imaginario" y que coincide en buena medida con la experiencia kantiana.  El conocimiento imaginario que tenemos de nuestro cuerpo, es decir el que tenemos a través de la imagen que otros cuerpos, también humanos, imprimen en nosotros, nos hace imitar los afectos y pasiones de aquellos. Ello no obedece a ningún instinto altruista, sino a la condición irremediablemente imaginaria del ser humano. De ahí que uno de los más fuertes resortes de la socialidad sea para Spinoza la indignación, el odio que experimentamos hacia quien hace mal a otro. El otro es siempre un otro imaginario, un otro que es "como yo" y cuya conducta nos vemos impelidos a imitar. La imaginación, en el ser humano, es un posible resorte de la conducta de enjambre, cuando la imitación de los afectos se extiende y unifica temporalmente una multitud. También es un resorte del odio y de la discordia, como lo muestra esa propia pasión ambigua que es la indignación, que nos hace odiar a quien hace mal a otro, a otro yo.  Odiamos así, en la indignación, a otro yo que hace mal a otro yo.


El ser humano no tendría, sin embargo, una vida ordenada y laboriosa como la de las abejas o las hormigas si permaneciera en esa dimensión imaginaria. Para el ser humano, la imaginación no sólo es fuente de orden, sino de odio y de destrucción. Por mucho que la Fábula de las abejas de Mandeville pretendiese que los vicios privados constituyen según una dialéctica rigurosa virtudes públicas o que Adam Smith nos explique cómo el egoismo es el motor fundamental de una sociedad libre y ordenada, la imaginación humana, base de todas las pasiones, incluso de las más extremas y mortíferas, puede conducir no sólo a la pacífica competencia, sino a la guerra civil y el exterminio cuando grupos enteros se convierten en objetos de odio para otros. La historia moderna, historia del capitalismo, nos da sobrados ejemplos de ello. Sin embargo, otra dimensión, la del lenguaje, se articula con la imaginación y nos permite superarla socializándola, a través de lo que Spinoza denomina "nociones comunes". Si la indignación es el origen pasional de lo social, su cimiento es esta razón colectivamente constituida a través del lenguaje y del concepto. Frente a la naturalidad instintiva de la imitación propia de los insectos, la imitación en los humanos se articula siempre con otra dimensión colectiva, esa primera relación"comunista" que es el lenguaje según el Marx de la Ideología Alemana. El lenguaje es lo común, de origen imaginario, pero socializado y racional, que nos permite salir del universo de la mera imaginación donde sólo caben dos posibilidades: la vida colectiva de los insectos sociales o la guerra. El lenguaje abre una tercera posibilidad: la política, el antagonismo dentro de lo común y el antagonismo por lo común. Existe política y no sólo guerra civil, porque la sociedad humana está unificada por el lenguaje, lenguaje que, a la vez, la divide permanentemente. El lenguaje permite, en efecto, nombrar la sociedad como un todo, pero al mismo tiempo declarar también ese mismo todo una ficción, afirmar que es una mentira. El lenguaje, por su propia existencia nos muestra que nada es todo, pues todo en él y por él se puede decir, menos el propio acto de decir. A diferencia de la bella totalidad imaginaria de la colmena, la sociedad humana está siempre "agujereada" por el lenguaje, por l lo que denomina Jacques Lacan el orden simbólico.


Hoy vivimos bajo el imperio del Uno, del supuesto todo del mercado y de la economía que nos dictan "leyes". Se nos presenta como inevitable nuestra adaptación a las supuestas leyes naturales de la colmena, a la laboriosidad y la competencia como único modo de integración en la sociedad. Los nuevos enjambres inteligentes que ocupan hoy las calles y plazas se niegan, sin embargo, a aceptarlo. En nombre de su capacidad de formar un todo incompleto y en permanente recomposición merced a lo común del lenguaje que constituye su elemento vital y su principal herramienta productiva, desafían las supuestas leyes de la colmena. Quieren cooperar sin formar un todo permanente, quieren ser algo en común, pero sin la jerarquía y el poder soberano que hace de una multitud un todo, un pueblo. Quieren ser un no-todo, un no-pueblo o un pueblo en éxodo que habita tabernáculos en el desierto, rechazando por igual el becerro de oro y las tablas de la ley. Saben que toda ley es transitoria y merece perecer y que sólo una será siempre válida para el animal hablante: la que afirma la perenne necesidad de la contingencia. Los encuentros de las partículas elementales determinan aleatoriamente todas las leyes del universo y de la sociedad. De esos encuentros, puede fraguarse algo que parece un todo, pero su totalidad está marcada desde el primer momento por una intrínseca mortalidad. El materialismo radical, desde la antigũedad, sólo viene pensando un solo orden, el precario e inestable orden de los encuentros. El enjambre, a diferencia de la colmena, es siempre un proceso marcado por los encuentros sucesivos que configuran totalidades parciales de distinto nivel, un proceso constituyente.

lunes, 23 de mayo de 2011

"Los españoles buenos son cubanos": lecciones de democracia cubana en la Puerta del Sol


Debate sobre los Lineamientos de la Política Económica y Social (2011)

"Una pregunta sí hay que hacerla casi de inmediato: ¿qué pasará en España donde las masas protestan en las ciudades principales del país porque hasta el 40% de los jóvenes están desempleados, para citar solo una de las causas de las manifestaciones de ese combativo pueblo? ¿Es que acaso van a iniciarse los bombardeos a ese país de la OTAN?"
Fidel Castro Ruz (Reflexiones del Cdte. 19.05.2011)

"Los españoles buenos son cubanos"
José Martí



Cuba es una democracia imperfecta. Una democracia que sufre de una grave falta de pluralismo motivada por las condiciones de amenaza exterior extrema y de guerra económica continuada en que ha tenido que sobrevivir desde los primeros años de la revolución. También es víctima de malos hábitos endógenos, pues en Cuba hay una experiencia política hecha por hombres con sus pasiones, sus miserias y sus grandezas, no la comunión de los santos. El poeta cubano Cintio Vitier afirmaba resumiendo esta situación que "hemos hecho un parlamento en una trinchera". No es fácil hacerlo, pero lo han hecho. Y no cualquier parlamento. Se trata de un parlamento y de un conjunto de órganos electivos donde el ciudadano no vota por partidos: ningún partido, ni siquiera el comunista, tiene derecho a presentar candidatos. El ciudadano "postula" candidatos entre sus vecinos en asambleas de barrio. Estos candidatos son elegidos después como representantes locales en votación secreta y acaban designando a través de distintas fases a los integrantes de la Asamblea del Poder Popular, el órgano legislativo supremo. Podría perfectamente pensarse en una aplicación multipartidista de este mismo sistema en el que los partidos y demás organizaciones sociales contribuirían al debate público dando una estructura más coherentes a las distintas posiciones debatidas y representando intereses diversos, pero sin derecho a presentar candidatos. Tal vez sea esta una forma sensata de acabar con la partitocracia, este régimen en el cual las direcciones de los partidos compiten mediante propaganda y presiones demagógicas en el mercado del voto ciudadano y donde el ciudadano común poco tiene que decir, pero los más poderosos y los más ricos tienen un amplio margen para manipular. Primero los partidos reciben financiación de los grandes grupos empresariales y financieros para manipular a los electores mediante campañas de propaganda, después estos les pasan factura. Le dijeron una vez a Juan March, el grande y poco escrupuloso financiero español que él "hacía ministros", a lo cual respondió con cinismo: "no los hago, los compro hechos". Esta práctica de corrupción es hoy la norma de las democracias neoliberales. Es precisamente lo que en ellas se llama "democracia" y que, como sabiamente repitan los jóvenes españoles "no lo es". Su colmo es que un empresario delincuente como Belusconi se haga a sí mismo primer ministro para salvar sus intereses económicos de la justicia. Esto en la Cuba de hoy, con todas sus carencias y defectos, no ocurre.

En la Cuba que el régimen español pretende "democratizar" se debate libremente la política económica y esto se puede hacer porque existe un sistema político y social en ruptura con el capitalismo, sin lo cual este tipo de discusiones y decisiones sería tan absurdo como decidir sobre las leyes físicas o la meteorología. Pero Cuba no es una asamblea de majaras, como tampoco lo es la acampada de Sol, ni los demás enjambres de "indignados", sino un lugar donde no se acepta el engaño fundamental del liberalismo, a saber la transformación de la esfera económica en una esfera pseudonatural regida por supuestas leyes propias. Porque se puede salir de esa absurda y liberticida ilusión que naturaliza la economía, el gobierno revolucionario de Cuba lleva más de 50 años ignorando la voluntad de los mercados y guiándose por la del pueblo, y somete directamente al juicio de la ciudadanía, y no al de supuestos técnicos que representan intereses económicos precisos, las grandes líneas de su política económica, como ha ocurrido en el reciente debate sobre los Lineamientos. Lo que en las "democracias" capitalistas es tan indiscutible como la meteorología, en la "dictadura" cubana lo debate la gente de toda edad y condición. Lo debate en la calle o en salas de barrio. Lo debate además con consecuencias importantes, pues la propuesta del gobierno relativa a los Lineamientos fue enmendada en un 60% por las aportaciones del debate ciudadano y con esas importantes enmiendas se aprobó. En este sentido, las anómalas elecciones locales españolas de este mayo de 2011 serían elecciones normales en Cuba, al menos en lo que a la -aquí ilegal- ocupación de las plazas, al debate y al llamamiento a un voto responsable y reflexivo se refiere. Unas elecciones donde los ciudadanos toman la palabra directamente y debaten con sus vecinos en las calles, una elecciones que no sirven para elegir políticos profesionales, sino a ciudadanos comunes.

(Es fácil objetar a quien defiende la democracia cubana en lo que tiene de más vital que la permanencia de los hermanos Castro en sus cargos desmiente cuanto sostenemos. Sin embargo, esta objeción no es válida del todo: los viejos comandantes Fidel y Raúl son más parte de la defensa de la trinchera que de la edificación del parlamento. Son viejos, pero necesarios como símbolos de una resistencia constante, símbolos de rebeldía y no de obediencia. En un país en revolución las "autoridades" son la más radical oposición a la realidad social y política dominante contra la que se alza esa revolución. Nada tienen que ver con viejos tiranos como Mubarak o Ben Ali. Los ha elegido reiteradamente el pueblo cubano a través de los órganos del poder popular, pero quien los sigue haciendo indispensables, al menos en su papel simbólico, es la permanente amenaza del vecino Imperio.)

Podemos concluir citando por una vez a Federico Jiménez Losantos quien ha afirmado sobre los acontecimientos recientes que: "Se ha dicho y es evidente que el programa económico de los indignaditos es idéntico al de IU. Yo he publicado que sólo sería posible ponerlo en marcha bajo una férrea dictadura comunista." Creo que en cuanto a su comparación con el programa de IU, es un poco demasiado optimista, pero en cuanto a la necesidad de lo que él llama "una férrea dictadura comunista", esto es un sistema que pueda hacer prevalecer las necesidades y la decisión de las mayorías sociales sobre los mercados, como condición de una vida digna, no podemos estar más de acuerdo. Algunos logros políticos de Cuba son ya una útil inspiración para esa necesaria dictadura sobre la fuerza tanática del capital, aunque tenemos que seguir inventando el futuro tanto en la Isla como en el resto del planeta. 

sábado, 21 de mayo de 2011

Nosotros y Ellos después del 15 de mayo: el régimen español y sus distintos tiempos

Ilustración de Nosotros de E. Zamiatin (1921)



El presente: ELLOS
Si hay algo que ha quedado claro después del 15 de mayo es que España, como Túnez, como Egipto, como Libia, no es una democracia, sino un régimen. El eslogan que más se ha oido en este movimiento ha sido "Que no, que no, que no nos representan", con una machacona triple negación con la que se niega que nos representen, pero con la que también nos negamos a que nos representen. En los expresivos términos que utilizaba la disidencia en la URSS breznevista para denominar a la nomenklatura tardoestalinista, los políticos profesionales son hoy ONI (en ruso: ELLOS). ELLOS, que no son nosotros, aunque su régimen quiera imponernos un falso Nosotros totalitario como en la novela de Zamiatin. Nuestro "nosotros" no los incluye, ellos son otros, son ELLOS en el sentido más fuerte del término. No nos representan. En otras palabras, no son parte del demos de nuestra democracia, sino lo que excluye al demos de la representación e imposibilita su expresión. ELLOS no son la democracia, sino el Régimen. Respecto de la democracia son estrictamente antisistema.


El preterito imperfecto: de las cunetas a Forbes
Son el régimen en cuanto, a través de las formas jurídicas de una democracia, expresan un poder dictatorial, actuando como agentes de la dictadura del capital y, de forma más concreta e inmediata, de la dictadura del capital financiero tal como esta se expresa a través de los mercados. Aunque existan diferencias formales entre los regímenes autoritarios y corruptos de Egipto y de Túnez y el régimen español, coinciden todos ellos en ser formas de una única dictadura. El régimen español tiene además un siniestro pasado que le sigue esperando en las cunetas, un pasado cuyo principal documento es el actual jefe del Estado, ese monarca nombrado por Franco para sucederle y que hoy ocupa un buen puesto entre las fortunas mundiales y el cuarto entre las del Estado español, con un patrimonio de sólo unos 1.790 millones de euros; los ahorros de toda una vida de alguien que ha vivido de su sueldo. Las cunetas y el poder financiero se abrazan así por encima de la población en una danza macabra en torno al actual Jefe del Estado y cabeza del Régimen español. Hoy, los jóvenes españoles de muy diversas edades están desafiando abiertamente la pedagogía del millón de muertos, bien nombrada por mi amigo Santiago Alba. Estamos desaprendiendo la sangrienta lección.

El futuro inmediato: Europa
La inteligencia de los jóvenes de muy distintas generaciones de todas las plazas españolas ha sabido poner de relieve la realidad del régimen por debajo de la supuesta democracia. Sus propias vidas son el doloroso síntoma de esa realidad que subyace a la democracia española. Para cambiar de sistema, para iniciar un verdadero proceso constituyente, no basta, sin embargo, calificar el régimen como dictadura de los mercados, que lo es. Tampoco basta denunciar la monarquía ni exigir un referéndum que nos permita romper con ella, aunque es algo hoy indispensable. Es necesario también atender a las ramificaciones internacionales del régimen español, que en gran medida es sólo una provincia de un régimen europeo y a mundial. La protesta española tiene que elevarse a escala europea. España no puede hacer como Islandia o como Argentina, no puede suspender pagos ni reestructurar la deuda por sí sola. La suspensión de pagos (el default) y la reestructuración que permitan poner fin a los recortes y cambiar definitivamente de política económica sólo pueden reivindicarse y obtenerse a nivel de la Unión Europea. Exigir hoy junto con los demás movimientos sociales antineoliberales de Europa, sobre todo de Portugal, Grecia, Irlanda y de los países del Este más afectados por la "cura de austeridad", una suspensión de pagos europea no es ninguna utopía, sino un objetivo necesario en un programa de lucha efectiva contra el régimen. Esto nos permitirá tener una democracia real en cada Estado miembro de la UE y tenerla también en una Unión Europea dotada de un constitución federal y democrática, en lugar del actual sistema oligárquico por el que se rige.

jueves, 19 de mayo de 2011

La insurrección ciudadana española y sus interpretaciones "antipolíticas": entre el encomio y la porra




Mateo 24:22-24
22 Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.

    23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.

    24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.

CUIDADO: Un sector de la derecha extrema se ha puesto a difundir mensajes confusionistas a propósito de los acontecimientos sucesivos al 15 de mayo. Gabriel Albiac y Agapito Maestre afirman apoyar el movimiento del 15 de mayo desmarcándose así de la posición mayoritaria en las publicaciones donde ellos escriben y que consiste, como se sabe, en exigir que la fuerza pública ponga fin a esa intolerable perturbación de la democracia capitalista que consiste en que "el pueblo influya en el voto". No se trata pues, según esta tendencia mayoritaria de la derecha española, de que el propio voto sea "responsable". "La petición del voto responsable", según afirma el inenarrable auto del magistrado presidente de la Junta Electoral Central "puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto. Esto supone que lo que orienta correctamente este voto es la propaganda electoral y la demagogia de los partidos mayoritarios, no el debate público. Como afirma Esperanza Aguirre, donde tiene que expresarse la ciudadanía es sólo en las urnas tras haberse formado una opinión a través de campañas publicitarias que excluyen cualquier debate. (Con esto, por cierto, coincide un importante sector de la izquierda institucional, aunque otro sector con singular cinismo se afirma dispuesto a "escuchar" a los movimientos.)

Albiac y Maestre intentan incluso superar por la izquierda al movimiento. Seducen como anticristos de pacotilla. Dan incluso ganas de difundir sus articulos con un "me gusta" por las redes sociales. Esto podría resultar extraño tratándose de textos destinados a medios tales como ABC, Libertad Digital o El Comentario, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta el conjunto de la producción de estos individuos. No es que haya habido una súbita conversión al anticapitalismo por parte de estos paladines de la derecha más agresiva; lo que hay es estrategia, una estrategia bastante clásica que emula la conducta de Stalin en los años 30, quien, como se sabe, superó por la izquierda a ltoda la vanguardia bolchevique para después machacarla. Una estrategia mucho más inteligente que la de la línea mayoritaria de la derecha, pero en nada incompatible con ella.

Que nadie se haga ilusiones: las afirmaciones de nuestros dos autores son perfectamente coherentes con su apoyo al neoliberalismo y a la barbarie neocolonial en Afganistán, Iraq y Palestina. Su crítica abstracta del Estado no se extiende al Estado español ni al monstruo colonial israelí, para quien Albiac reivindica el derecho a tener una conducta nazi. Tampoco se aplica a la riquísima legislación de excepción de nuestra "democracia antiterrorista". El apoyo de Albiac y Maestre a las concentraciones no les impedirá buscar un motivo para justificar su disolución violenta. Lo ideal, para ellos, es que el desafío de jóvenes y no tan jóvenes se quede en el espacio virtual de las redes y no transcienda demasiado a la calle. Como sostiene Albiac: "EN la red hay otro mundo. No es visible. Pero puede que sea el único vivo." El propio título del artículo de Albiac, "Antipolítica" ya nos da una indicación de su sentido real. El aparente libertarismo del que hacen gala en estos últimos textos es ideología "libertarian", neoliberalismo en su variante más extremista, enteramente ciego ante lo común del movimiento, ante su carácter constituyente. Digan lo que digan los que intentan robarnos nuestro propio lenguaje, lo que hay en Sol y en las demás plazas españolas no es "antipolítica", sino una política en estado puro que son incapaces de reconocer.


martes, 17 de mayo de 2011

15 de mayo y lo que vendrá después: ¿apoliticismo o lección de política?



Con todo mi afecto, mi admiración y  mi solidaridad hacia esa multitud de singularidades
(John Brown)


Si todavía hay alguien que piense que el movimiento social autoorganizado que ocupa el espacio urbano en Madrid y otras ciudades españolas es apolítico, es que su concepto de política coincide con el de la defensa a ultranza del orden establecido, en otros términos con el de administración o el de policía. Lo que miles de personas de distintas generaciones están en este momento realizando es uno de los primeros grandes actos políticos de la historia española reciente. Un levantamiento popular contra el neoliberalismo, contra la doctrina y la política oficial del régimen blandamente totalitario que padecemos y contra sus efectos destructivos sobre el tejido social. Es además un acto indudable de democracia, de poder de los que no cuentan, de la mayoría social contra la que gobiernan nuestros gobiernos neoliberales de izquierdas o de derechas. La democracia no es la elección de representantes en las urnas, sino expresión directa de la potencia de la multitud, afirmación inmediata de las singularidades en su dignidad, antagonismo, negación de las exclusiones y segregaciones en que se basa el Estado capitalista. No es la suma de unidades idénticas: un hombre en serie = un voto vacío; sino la multiplicación de lo singular no representable.

Democracia y política son, según Jacques Rancière, rigurosamente la misma cosa. Lo que no es democracia no es política, sino policía, reproducción del orden establecido con sus segregaciones y sus jerarquías, pero la democracia no se consuma ni se consume en la representación, es el tipo de gobierno que niega la posibilidad de una representación exhaustiva. Lo hace en nombre de lo irrepresentable:  la igualdad, la singularidad, la libertad y lo común de los individuos. De ahí la inquietud de los partidos políticos ante la política y la democracia real que hoy se expresa en las calles y plazas españolas. Los partidos hoy existentes son meras estructuras de representación, refracción falsamente plural de la luz única del Estado, que, desde Hobbes sabemos basado en el principio de representación. Cada partido es un haz de luz con una gama de colores propia, pero derivado del blanco absoluto. Son, en términos del filósofo marxista francés Louis Althusser, Aparatos Ideológicos de Estado destinados al igual que los demás aparatos del Estado a crear sumisión, generar obediencia. El eje derecha-izquierda expresa claramente esa continuidad, esa identidad en la representación, en la suplantación de la multitud. La política representativa, la "democracia de partidos", alude al antagonismo social -a las segregaciones y jerarquías y a las luchas contra ellas, a la lucha de clases-, al mismo tiempo que lo elude. La política representativa es un elemento más de la segregación policial de lo no representable en una sociedad de clases. Existe, sin embargo, otra política, la política del antagonismo, la que pugna por expresar lo que la representación oculta y no deja ver. Una política de la expresión y de la afirmación frente a la política de la representación. Es lo que tenemos hoy ante nuestros ojos atónitos y que tanto nos cuesta ver, lo que en una inversión delirante de la realidad nos hace pensar que el antagonismo es apolítico y no democrático. Sin embargo, los dignos y malhablados ciudadanos que hoy gritan que "esta mierda no es democracia" a la cara de los representantes políticos del capital salvan la democracia, pues nos recuerdan que la democracia no es una mierda.

Las organizaciones políticas anticapitalistas tienen que elegir entre la forma partido y la revolución. La forma partido es, en efecto, la inscripción de estas organizaciones en el espacio de la representación y de la reproducción de una unidad social sometida al capital y a su Estado. Una organización política revolucionaria, anticapitalista, democrática (todos estos términos son sinónimos)  es la que reduce al mínimo su carácter representativo y se pone al servicio de la multitud en lugar de constituirse en (fracción del) poder soberano por encima de ella. Esto no quiere decir que tenga que abandonar el espacio de la representación, sino que su espacio fundamental de actuación es otro, el de la irrepresentable lucha de clases. Lenin lo recordaba ya cuando hablaba del Estado revolucionario como de un Estado que no es un Estado.Spinoza nos enseñó también, mucho antes que Lenin, ese método de vaciamiento de la representación. Mi amigo Aurelio Sainz Pezonaga me recordaba hoy mismo el bello texto con que concluye Spinoza el capítulo VII de su Tratado Político dedicado a la monarquía: "Nuestra conclusión sería pues que el pueblo puede conservar bajo un rey una amplia libertad, siempre que la potencia dada al rey tenga como medida la potencia del propio pueblo y que no tenga otra protección que el pueblo." Dejamos nuestra conclusión a una pintada reciente: "Los grandes no son grandes, es que estamos de rodillas."

sábado, 14 de mayo de 2011

15 de mayo: Indignación y dignidad




"I n d i g n a t i o  est odium erga aliquem, qui alteri malefecit."
(La indignación es el odio hacia alguien que ha hecho mal a otro)
Spinoza, Etica, III, def.  XX de las pasiones

Para el 15 de mayo, varias asociaciones de jóvenes han convocado manifestaciones en numerosas ciudades de todo el territorio español. La campaña del capital, su gobierno, su oposición y -lamentablemente también- sus sindicatos contra los derechos de los trabajadores se ha saldado, de momento, en un aumento de la edad de jubilación, una congelación de las pensiones, la flexibilización e incluso la subvención del despido y un recorte sustancial de los sueldos de la función pública en todos sus sectores. El gobierno, la patronal y las instituciones europeas amenazan con nuevas medidas. El objetivo de esta campaña, al menos su objetivo declarado es dar confianza a los mercados e impedir que aumenten excesivamente los tipos de interés sobre la deuda española, evitando así situaciones como la de Grecia, Irlanda o Portugal. El resultado real es el que vemos ya en fase incipiente en el Estado Español y en fases más avanzadas en Grecia y Portugal: una depresión económica inducida que reduce los ingresos fiscales del Estado y aumenta el importe de la deuda. Es la espiral que ya conocieron los países del tercer mundo y de la que varios países de América Latina o Islandia sólo salieron mediante la decisión política de declarar una suspensión de pagos y negociar la reestructuración de la deuda y la reducción de esta a su valor real de mercado. En Europa, se afirma que esto es imposible, pero una decisión política a nivel de la UE inducida por la presión de los Estados más endeudados podría modificar la correlación de fuerzas. El actual gobierno español no está dispuesto a modificarla y opta, junto con la oposición y los sindicatos mayoritarios por perseverar en la redistribución hacia arriba de la riqueza que resulta de acatar el dictamen de los mercados. Esto es tanto más absurdo cuanto ya se aprecian los resultados nefastos de estas políticas en otros países europeos, y las agencias de calificación de la deuda que constituyen la voz de los mercados son parte directamente interesada en una degradación de la confianza en los países deudores. En Portugal ya están en curso varias demandas judiciales contra Moodys y otras agencias que especulan descaradamente contra la deuda pública.

El primer resultado de estas políticas es un vertiginoso aumento del paro a más del 20% y del paro juvenil al 40% o más según las regiones. La juventud se ve así metida en una trampa: por un lado, la depresión inducida le ofrece cada vez menos puestos de trabajo y degrada las prestaciones sociales al haberse recortado el gasto público social, por otra, al aumentarse la edad de jubilación, su posibilidad de sustituir de forma "natural" a las generaciones anteriores en sus puestos de trabajo se ve cada vez más menguada. Además, la formación que se les exige deja de ser una formación de interés general para adecuarse cada vez más a la demanda de las empresas, lo cual destruye la posibilidad de innovación. En efecto, sólo una sólida formación universalista y una seria investigación fundamental independiente de los mercados ha permitido hasta ahora la innovación, la creación de nuevas actividades económicas y la transformación de la propia sociedad. La historia del desarrollo económico europeo, norteamericano y japonés tras la segunda guerra mundial así lo confirma. Por otra parte, esta formación socialmente inútil que sólo mira al beneficio inmediato de las empresas y a la sumisión de los individuos al mando del capital, es cada vez más cara para los propios jóvenes y sus familias, pues el Estado ha renunciado a la gratuidad de la enseñanza así como al su carácter realmente público. Para el actual Estado neoliberal, la enseñanza es constitución de un "capital humano" individual y carece de dimensión pública, es acumulación privada de una riqueza expresada en términos de competencia y de destrezas por parte de unos individuos -los estudiantes- que luego estos podrán vender en el mercado. Sin embargo, como podemos apreciar, ni siquiera esta adaptación máxima al mercado rinde frutos y el desempleo en el Estado Español como en la mayoría de los países capitalistas desarrollados crece sin límites visibles. La mercancía fuerza de trabajo se ha convertido en una mecancía barata hasta tal punto que algunas empresas deslocalizadas al tercer mundo están empezando a desplazar de nuevo sus servicios a un primer mundo que se tercermundiza. Hoy el capital sólo puede prometer que "se trabaje más para ganar menos" y "que las nuevas generaciones vivan peor que sus padres".

Frente a esto, los capitalismos democráticos no dejan casi ningún margen de respuesta institucional. En los parlamentos se puede hablar de todo, excepto de "esto", a saber de la vida real de la mayoría de la población y de sus expectativas. En cuanto a los sindicatos mayoritarios, financiados por el poder, se muestran ante él obsequiosos y convocan huelgas simbólicas una vez gobierno y prlamento han "decidido" las medidas que imponen los mercados en contra del interés general. De ahí la doble indignación ante un sistema de explotación cada vez más transparente y un sistema de representación política cada vez más incapaz de representar el interés de las mayorías sociales. De ahí la indignación que se percibe y la indignación que se organiza. Una indignación que no es mero enfado, mera cólera ante la injusticia, sino pasión constituyente. Los jóvenes europeos han visto recientemente cómo del otro lado del Mediterráneo caían añejas tiranías a manos de gente con la que podían compararse y solidarizarse por mucho que la propaganda racista y neocolonial los pintase como "exóticos". La indignación de los jóvenes a mabos lados del Mediterráneo es directamente política, comparable con la de los argentinos que exigían de los políticos del régimen neoliberal una sola cosa: "¡Qué se vayan todos, que no quede ninguno!" o con la de tunecinos y egipcios que reiteraban en sus manifestaciones una consigna central: "El pueblo quiere que caiga el régimen". De eso se trata, de la caída de un régimen capitalista neoliberal que cierra el futuro y ensombrece el presente a la mayoría.

El término "indignación" está hoy de moda. En particular ha contribuido a su éxito el panfleto de Stéphane Hessel titulado "¡Indignáos!" (orig. "Indignez-vous!"). El ya anciano diplomático y antiguo resistente llama en él a la juventud francesa a retomar los principios y valores del Consejo Nacional de la Resistencia que, bajo el mando del general De Gaulle combatió al ocupante nazi y liberó Francia para imponer, al menos en sus primeros años, un programa político republicano de justicia y solidaridad social, abriendo parcialmente el capitalismo francés a los intereses de las clases populares. Hoy, la revuelta de los jóvenes a la que llama Hessel ha de dirigirse contra la dictadura del capital financiero que asola nuestras sociedades. Es, por otra parte, llamativo que el título del panfleto sea el imperativo de un verbo que expresa una pasión y que este mismo verbo carezca de complemento, como si a alguien se le pudiera exhortar a indignarse cuando no lo hace de manera espontánea. El problema es precisamente ese: que no haya ya una respuesta ante la opresión y explotación redobladas en que viven hoy las mayorías sociales, que sea necesaria una exhortación. Son varios los motivos que lo explican. El principal tal vez es la profunda atomización de nuestras sociedades, el hecho de que cada individuo sólo se preocupe de sus propios asuntos y sea cada vez más incapaz de discernir la dimensión social y política de su malestar. Esa atomización en el animal hablante y social, en el animal político, es pérdida de su propia dignidad. De ahí que las recientes revoluciones árabes tuviesen como lema la bella palabra "Karama", "dignidad", pues de lo que se trata frente a la tiranía es prioritariamente de recuperar la dignidad política y ética frente al poder que la niega. Tal es el primer móvil de la indignación: el esfuerzo por recuperar la dignidad propia.

La atomización extrema es característica del capitalismo neoliberal, pero puede afirmarse que todo régimen de dominación moderno interpela a los individuos de modo singularizado, uno por uno, impidiendo que su socialización acontezca al margen de los imperativos del derecho, del mercado y del Estado. El neoliberalismo es la exacerbación de ese régimen de control. La indignación como pasión es directamente contraria a la atomización que hoy se nos impone. Spinoza la definía como sigue: "I n d i g n a t i o  est odium erga aliquem, qui alteri malefecit.", la indignación es "odio contra alguien que ha hecho mal a otro". La indignación es, pues, una pasión triste, un odio, una tristeza que atribuimos a una causa exterior a nosotros. Sin embargo, esa tristeza, este odio, tendrá una función fundamental: restablecer la relación social cuando el poder la daña y amenaza con destruirla. Es una pasión peligrosa, pues va directamente dirigida contra el poder opresor y pone en peligro el conjunto del orden social: "aunque la indignación parezca ofrecer la apariencia de equidad, lo cierto es que se vive sin ley allí donde a cada cual les es lícito enjuiciar los actos de otro y tomarse la justicia por su mano" (Etica IV, Cap.XIV), Sin embargo, como otras muchas pasiones que Spinoza considera tristes desde el punto de vista ético, la indignación no deja de ser una pasión política necesaria, pasión de resistencia, pasión constitutiva de un nuevo orden. De ahí la paradoja del extraño imperativo militante que sirve de título al panfleto de Hessel, la paradoja de toda política, de toda revolución.
PS: Hoy día 15 de mayo es el día de la Naqba (el desastre palestino), la conmemoración de la expulsión de centenares de miles de árabes palestinos por el ocupante sionista. Palestina es hoy un permanente motivo de indignación y un ejemplo de dignidad.