La toma de la Bastilla (1789) |
Son de gran interés las últimas declaraciones de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Doña Esperanza Aguirre. A propósito de los acontecimientos que vienen sucediéndose enfrente de la sede de su institución, en la Puerta del Sol de Madrid, ha declarado en tono agresivo y antipático que constituyen un acto ilegal. Manifestarse y concentrarse, organizar asambleas o aún acampar en un espacio público es, a juicio de la mandataria, una infracción de la ley si estos actos no están avalados por lo que en tiempos de Franco se denominaba "la correspondiente autorización gubernativa". Cabría recordar a la Excma. Sra. Aguirre que los actos que se reproducen ante sus balcones desde el 15M, como mucho podrían constituir una infracción administrativa, pues no se ha solido pedir autorización para realizarlos, pero en ningún caso una violación de preceptos legales, pues los derechos de reunión y manifestación son derechos fundamentales reconocidos en la hoy tan maltrecha Constitución. Tampoco puede afirmar la responsable autonómica madrileña que todo esto sea algo que nunca se ha visto. La celebración de comicios ciudadanos en las plazas públicas tiene al menos un precedente histórico ilustre: la democracia ateniense. Es de temer, sin embargo, que la enfurecida Presidenta autonómica no esté para este tipo de matices. Por ese motivo, considera que la actuación del gobierno y de los ministros del interior de Zapatero ante los referidos hechos ha constituido un grave abandono de responsabilidades. El ministerio del interior habría permitido una violación repetida de la ley movido por oscuras intenciones electoralistas. En consecuencia, la Sra. Aguirre amenaza con pedir una policía autonómica que actúe con la misma contundencia que la catalana y, en cualquier caso, emplaza a los ciudadanos que hacen un uso político de la plaza en el marco del movimiento 15M al día después del 20 de noviembre, cuando haya "un nuevo ministro del interior" del Partido Popular. Como afirma en su tono de chulapa madrileña: "se acabó la broma de la Puerta del Sol".
Más allá de estas opinables declaraciones y de las amenazas que entrañan, la Presidenta de la Comunidad de Madrid ha afirmado que las actividades del 15M constituyen una "privatización de la Puerta del Sol". A su juicio, "unos quieren privatizar la Puerta del Sol para transformar la Puerta del Sol en la Bastilla." Curiosa comparación, la de la toma de la Puerta del Sol con la de la Bastilla. Tal vez la Sra. Aguirre tenga una potente memoria histórica y recuerde que el edificio que hoy ocupan las oficinas de su gobierno regional era hace unas décadas un siniestro centro de detención y de tortura, la Dirección General de Seguridad (DGS) de Franco. Tal vez el nexo nunca explícitamente justificado entre la Puerta del Sol y la Bastilla sea la relación entre su edificio emblemático y el principal centro de detención del régimen absolutista francés, la prisión de La Bastilla que la revolución francesa tomó como primer objetivo político y que el pueblo de París derribó hasta la última piedra. Con ese acto, no destruyeron los revolucionario franceses ningún bien público, sino la prisión que, de forma estrictamente privada, sin consideración alguna de legalidad, gestionaba a su antojo el monarca.
Si seguimos recurriendo a imágenes de la Revolución Francesa, como nos invita a hacerlo la enojada Presidenta, hay que decir que el 15M no tiene ninguna intención de transformar la Puerta del Sol en la Bastilla, ni siquiera en la plaza de la Bastilla librada de su prisión: pretende convertirla en el Juego de Pelota (le Jeu de Paume); pabellón en que se reunió la asamblea constituyente en 1789, prometiendo cada uno de sus miembros no salir de allí "a no ser por la fuerza de las bayonetas", mientras no hubiera constitución. El 15M lo que desea y ya en parte ha hecho es convertir la Puerta del Sol en un auténtico espacio público. El problema es que la Presidenta confunde las cosas y maneja un criterio para determinar lo público, enteramente...privado. Para ella lo público es lo que corresponde al público, a la clientela del Corte Inglés y demás almacenes, a la circulación privada de mercancías, a los flujos acelerados de personas y cosas propios del capitalismo actual, lo que corresponde también a la policía y a la administración de la población. Una reunión a cielo abierto, una asamblea de ciudadanos en la plaza pública no puede ser para ella algo público, pues, manifiestamente, los ciudadanos congregados en la Puerta del Sol para debatir de todo lo que no se debate en un Parlamento privatizado por los poderes financieros no son "el público" de nadie, ni de un gran almacén ni de políticos demagogos,..
Sin embargo, la ciudadanía de la Puerta del Sol, se mueve claramente en la esfera pública, una esfera pública que, para serlo debe ser accesible a todos, estar abierta a todos como las asambleas del 15M, a diferencia de la esfera del "público" de las relaciones mercantiles que no debe ser de nadie para poder funcionar como lugar de paso y de intercambio de mercancías. El derecho del Estado capitalista reconoce la propiedad privada y la propiedad pública estatal, que es a la vez propiedad "privada" del Estado, en cuanto nadie puede tener acceso privado a ella, y cosa de nadie, res nullius en cuanto no puede ser objeto de un acceso libre y directo, sin autorización administrativa, por parte de la ciudadanía. Nadie puede acceder a lo público estatal sin autorización de la autoridad competente, del mismo modo que tampoco puede nadie penetrar en una propiedad privada ni usar propiedades de otra persona sin autorización del titular. Lo público estatal es así una forma menor y mistificada de lo público que conserva características de lo privado. Lo público estatal es, pues, lo que no pertenece a nadie por pertenencer al Estado, lo público común, por el contrario, es lo que es de todos y a lo que todos tienen libre acceso como los recursos naturales, el lenguaje, los saberes, los afectos. Estas son también las características de la esfera pública. La política requiere la existencia de una esfera pública, sin la cual se ve sustituida por una serie de relaciones jerárquicas, por un orden constituido que impone sus imperativos de sumisión, obediencia y dependencia. La representación política parlamentaria o el mercado no son así espacios políticos ni públicos, por mucho que el liberalismo haya intentado transformar la política en parlamentarismo y el neoliberalismo traducirla a relaciones mercantiles (Friedman). No hay política sin poder constituyente de la multitud, sin que la multitud pueda cuestionar en todo momento en el espacio público el orden constituido. En ausencia de poder constituyente y de espacio público, lo que sustituye a la política es la policía, la mera defensa del orden existente (Rancière).
No hay más clara exposición de la diferencia entre lo que es un espacio público y un espacio privado (incluido el estatal) que la que hace Kant en ¿Qué es Ilustración? En ese texto define como se sabe la Ilustración como "la salida del hombre de su minoría de edad" basada en su temor a usar su propio entendimiento y su sumisión voluntaria al juicio de otro. El lema de la Ilustración es, pues, para Kant: Sapere aude! (atrévete a saber) y su objetivo que cada hombre use libremente de su entendimiento. Sin embargo, la salida de la minoría de dedad por parte de un hombre aislado es difícil, sino imposible, " en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, siempre que se le deje en libertad", siempre que en un espacio libre puedan contrastarse las opiniones y puedan expresarse ante todos quienes hayan salido de la minoría de edad. Ahora bien, ese uso libre de la razón en una sociedad constituida tiene un límite que es la preservación del orden vigente en esta sociedad. Por ese motivo, Kant distinguirá dos usos de la razón, un uso privado y un uso público:
" Entiendo por uso público de la propia razón el que alguien hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso privado al empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil o de una función que se le confía. Ahora bien, en muchas ocupaciones concernientes al interés de la comunidad son necesarios ciertos mecanismos, por medio de los cuales algunos de sus miembros se tienen que comportar de modo meramente pasivo, para que, mediante cierta unanimidad artificial, el gobierno los dirija hacia fines públicos, o al menos, para que se limite la destrucción de los mismos. Como es natural, en este caso no es permitido razonar, sino que se necesita obedecer. Pero en cuanto a esta parte de la máquina, se la considera miembro de una comunidad íntegra o, incluso, de la sociedad cosmopolita; en cuanto se la estima en su calidad de docto que, mediante escritos, se dirige a un público en sentido propio, puede razonar sobre todo, sin que por ello padezcan las ocupaciones que en parte le son asignadas en cuanto miembro pasivo."
El uso de las palabras que aquí hace Kant nos resulta extraño. Nos cuesta hoy concebir el uso privado de la razón como el que se asocia a una función o jerarquía social y que puede entrañar una obediencia ciega. Lo privado, para nosotros, es lo contrario: lo que no depende del Estado y de las funciones sociales que asociamos a los "poderes públicos". Por el contrario, denominamos hoy privado el ámbito de lo que consideramos como nuestra libertad individual. Esta evolución de los términos obedece al hecho de que el propio concepto de espacio público ha desaparecido en favor de un espacio mercantil y administrativo que denominamos "público" cuando lo consideramos en su totalidad y "privado" cuando consideramos las individualidades que en él intervienen. Para Kant, sin embargo, lo público será ese ámbito cosmopolita libremente accesible a todos cuantos deseen hacer uso de su razón sin límites ni distinciones de carácter "privado". El espacio público es el espacio en que se despliega libremente la razón: un espacio común sin exclusiones que perecería si fuera absorbido por los mecanismos del Estado u otras fuerzas en que se apoya el orden social. El espacio público kantiano es un aspecto parcial de los comunes cognitivos y productivos que hoy reivindican, con mayor extensión que Kant, los movimientos sociales que se enfrentan al orden neoliberal; con todo es un buen modelo de lo que puede ser un orden de los comunes y del libre acceso a ellos, más allá de la propiedad privada o de la propiedad pública estatal.
No entienden la Sra. Aguirre ni muchos agentes de la policía (los cuerpos y fuerzas y los demás aparatos de Estado, incluidas sus privatizadoras señorías) que el espacio público es lo contrario del espacio privado y que la ciudadanía madrileña que participa en las asambleas del 15M, muy lejos de haber privatizado nada, ha creado uno de los pocos espacios verdaderamente públicos de la capital. Maravilla ver que quien critica a los movimientos ciudadanos por esta supuesta "privatización" es quien pretende privatizar no sólo el espacio público en nombre de una absurda lógica administrativo-policial, sino los bienes comunes (sanidad, enseñanza, agua etc.) en aras de la ley de bronce de la rentabilidad del capital.