Se fue el comandante Chávez. Nos quedamos con este mundo que sigue oliendo a azufre y en el que hay tanto por hacer para lograr una vida libre y digna para todos. Pero ese mundo, hoy está en movimiento. La Bestia sigue gobernando, pero empieza a retroceder. En los feroces años 80, parecía invencible. Gracias a algunos personajes pintorescos, valientes y entrañables que venían de la mejor tradición latinoamericana, el Subcomandante Marcos y el comandante Hugo Chávez Frías, seguidos de otros muchos y de millones de personas, supimos que lo peor no era necesario e irremediable. Supimos que la opresión y la explotación, que el racismo y el colonialismo podían ser combatidos con éxito: no eran por lo tanto fenómenos "naturales" y "necesarios" como la ley de la gravedad. Sostiene Lucrecio en su poema De la Naturaleza que los átomos caerían todos ellos en línea recta como la lluvia con una necesidad invencible, si, de vez en cuando, sin que se pueda nunca saber como ni cuando, uno de esos átomos no se desviase de su curso. Solo esa desviación (clinamen) permite que los átomos se encuentren, se unan entre sí en cuerpos y exista un mundo. Chávez, en la larga noche de piedra, en la larga y fría lluvia de piedras que caía en los años 80 y a principios de los noventa sobre los que creíamos posible un mundo que fuera muchos mundos y donde todos cupieran, nos hizo ver más que una esperanza, la realidad tangible de esa desviación del curso "normal" y horrible de las cosas. ¿Quién no recuerda aquél momento en que muchos, muchísimos, fuimos Chávez, cuando en la tribuna de las Naciones Unidas que acababa de ocupar Bush, el presidente de la Venezuela bolivariana afirmó: "aquí huele a azufre"? La Bestia acababa en efecto de pasar por ahí. Casi nadie quiso verla, menos Hugo Chávez. Ese mismo Hugo Chávez a quien incumbió el honor -en nombre de millones de personas- de irritar diciendo verdades al heredero de Francisco Franco, que rompiendo el protocolo de una cumbre Iberoamericana le dijo chulescamente "¿Por qué no te callas?" Hoy que se ha ido el comandante, es necesaria la máxima alerta y una solidaridad activa con la revolución bolivariana. Lo más importante es seguir adelante con todos los procesos de resistencia y de liberación en curso. La mejor solidaridad con un proceso revolucionario es repetirlo en condiciones distintas. Replicar la revolución bolivariana, la revolución bonita, incluso aquí en Europa, sobre todo aquí en Europa. No hay tiempo que podamos dedicar exclusivamente al duelo y a las lágrimas, a pesar de la tristeza, de la pérdida de quien muchos consideramos un compañero, un amigo, un hermano, uno de nosotros, un hombre cualquiera presidiendo una república y encabezando una revolución. Gracias a Chávez, la idea de que otro mundo es posible se fue confirmando en la práctica después de décadas de contrarrevolución neoliberal, de tristeza y de oscurantismo. Gracias a Chávez, América Latina se atrevió a cambiar y sigue adelante un proceso muy alentador en muchos de sus países. En América Latina, al igual que en Europa y en el resto del mundo, tenemos en marcha una "revolución bonita" que nos costará mucho esfuerzo y muchas dificultades, pero que nos permitirá salir de la oscuridad y ser libres. Hasta siempre, comandante. Tus actos valientes seguirán produciendo efectos por muchas generaciones. ¡Venceremos!
El lugar del poder, nos enseña Michel Foucault en su curso sobre Los anormales, es siempre un lugar histriónico, marcado por actos, rituales, hábitos, formas, lenguajes y otros ropajes simbólicos insensatos y extravagantes respecto del sentido común. Los monarcas, los dictadores, los papas, difieren de los locos que se toman por tales por el aparato que los rodea y que organiza su "Gloria" y sienta las condiciones para que el pueblo les dé la ovación en que esta gloria se basa. Aislados de este dispositivo son, obviamente, gente como los demás, pues, según la premisa metodológica de Maquiavelo y de todo historiador materialista: "todo el mundo es vulgo". El carisma no es así causa y fundamento del poder, sino su efecto, el efecto de los aparatos ideológicos y políticos de Estado que reproducen la relación entre sujeto del mando y sujeto de la obediencia o súbdito. Lo curioso de Beppe Grillo -y en parte de Berlusconi- es que da una vuelta más a la ecuación que hace del poderoso un payaso rodeado de una pompa grotesca y se autoriza como simple payaso a entrar en el histriónico lugar del poder, como si lo hiciese en terreno conocido. Los efectos de este acto son incalculables.No se pueden olvidar a este respecto los entrañables cómicos antifascistas que interpretaron en To be or not To Be de Ernst Lubitsch el papel de Hitler y de su séquito de nazis -tan ridículos y tan realistas a la vez- ni por supuesto al Chaplin del Gran Dictador. Cuando penetra una persona del pueblo, a la que la división social del poder no ha otorgado ningún mando, en el lugar del poder, el efecto histriónico del poder se hace visible como tal. Es el caso del Cantinflas del Señor Presidente, pero también el de personajes del pueblo como Hugo Chávez o Evo Morales. En una democracia no debería tener nada de particular que cualquiera accediese a las más altas magistraturas. En la Atenas de la antigüedad, para cubrirlas, se hacía un sorteo entre los ciudadanos, único método que garantiza la prefecta igualdad de oportunidades necesaria entre ciudadanos que se reconocen entre sí como iguales. La elección, en cambio, nunca es democrática, pues como su nombre indica, se basa en una selección, en una discriminación basada en desigualdades, en la elección del "mejor" que suele ser el más poderoso, pues tiene los recursos necesarios para determinar su imagen social. A veces, sin embargo, por vía electoral puede darse la sorpresa de que la elección no reproduzca la jerarquía social y que una persona del pueblo acceda a las más altas magistraturas u obtenga una amplia representación electoral. Tal ha sido el caso de varios países latinoamericanos en las últimas décadas. Tal es probablemente el caso de Beppe Grillo en las últimas elecciones italianas. El ascenso a la representación parlamentaria como tercera fuerza política -y primer partido en solitario- de un importantísimo país europeo de un bufón profesional descoloca a una engolada clase política de izquierda como de derecha, le hace percibir su propio ridículo, la bufonería profunda de su poder frente a la dura realidad de la mayoría social que dicen representar. Ciertamente, en el programa electoral de Beppe Grillo no hay gran cosa, pero si se lee su blog, un instrumento fundamental de la elaboración participativa de la política del Movimiento 5 Estrellas, las reivindicaciones de la mayoría social se abren paso claramente: auditoría de la deuda y anulación de la deuda ilegítima u odiosa, renta básica (salario di cittadinanza), extensión de la participación democrática de la ciudadanía, asunción de reivindicaciones locales, ecologistas o de otros tipos, etc. Muchos elementos de lo que podría ser un interfaz de los movimientos como es en Grecia Syriza. Beppe Grillo no lo es aún: sigue siendo en gran medida un punto altamente inestable situado entre un vacío que puiede articular demandas, acogiéndolas en el marco de lo común y el agujero negro que las puede neutralizar e incluso ahogar en el espectáculo. En su propio programa existen eleme,ntos muy reaccionarios en materia de inmigración y el balance de la gestión de la ciudad de Parma por su "movimiento" es bastante preocupante. De momento, hay mucha incertidumbre y es arriesgado afirmar que Grillo sea "uno de los nuestros" como se afirmaba hoy en un artículo de Il Manifesto o que sea un elemento de reproducción del sistema como afirmaban los Wu Ming inmediatamente después de las elecciones. De momento, nadie puede negar que -unido al imprevisible partido de la Mafia encabezado por Berlusconi- ha sido hasta ahora, como afirma Bifo, el único freno eficaz al programa de devastación de la troika y eso es mucho, muchísimo. A partir de ahora, se abre un espacio en el que los movimientos sociales pueden definir sus reivindicaciones sin que queden simplemente aplastadas bajo el dictado de la troika: estas reivindicaciones podrán hacerse oir en un parlamento al que no podían acceder. Los grillistas tendrán que definirse claramente sobre la cuestión fundamental de los comunes, de los servicios públicos, de los bienes públicos. Esta será la piedra de toque que permitirá saber si estamos ante ese interfaz de los movimientos sociales que la izquierda itliana no ha querido ser, y por lo tanto ante el surgimiento de un movimiento popular de nuevo tipo, al margen de la izquierda tradicional como los que han surgido en el proceso de cambio que hoy conoce América Latina.
Una vez conocidos los resultados de las legislativas (politiche) italianas no puede dudarse de que el país -y con el la UE- se encuentre en un momento muy peligroso, pero Hölderlin afirmaba que "allí donde crece el peligro, crece también la salvación". En Italia se está derrumbando un régimen uno de cuyos pilares han sido el PCI y sus avatares. No hay que olvidar que el PCI fue el gran partido de la represión contra la insurgencia de los años 70, el del rechazo de cualquier forma de negociación, a cambio incluso de vidas como la de Aldo Moro y tantas otras. Fue también el partido comunista que más se separó de sus bases obreras activistas al optar por la defensa a ultranza del Estado capitalista italiano, lo que se tradujo en una utilización oportunista y cruel de las leyes antiterroristas como medio de purga interna de la izquierda italiana y de venganza contra el proletariado insurrecto indistintamente calificado como "terrorista". No hay que olvidar que fue la magistratura próxima al PCI la que mandó a la cárcel a Toni Negri por cargos absolutamente alucinantes y dignos de los procesos de Moscú. Falta en Italia la gran organización de la izquierda que se ha logrado formar en Grecia en torno a un programa claro de resistencia contra la deuda. Falta por motivos históricos, puesto que el PCI, ya desde la postguerra fue siempre el partido de la disciplina de fábrica y de la obediencia al Estado de derecho. De ahí su enorme disociación de los movimientos sociales, solo comparable a la que conocieron los partidos comunistas de la Europa del Este. El suicidio del PCI tiene que ver, sin duda, con lo que ocurrió en Europa del Este. El PCI, desde finales de los 60 fue desconectándose de la nueva configuración del proletariado e incluso llegó a enfrentarse a ella desde el Estado. La separación entre la izquierda representativa y los movimientos llegó en Italia a un grado extremo, a diferencia de otros países como España o Francia donde el PC logró mantener un enlace al menos parcial con los movimientos sociales. En España no hemos tenido Autonomia Operaia ni formas de insurrección de masas como en la Italia de los 70, y tampoco se llegó nunca a convertir el PCE -e IU- en un mero aparato de representación formal fuertemente represivo como es hoy el PD. De todas formas, llama poderosamente la atención que el PC más culto, abierto y distanciado de la Europa del Este y de la URSS, el PCI, el partido de Antonio Gramsci y fuera el que más acompañara en su suerte a los viejos aparatos del Este. La clave está probablemente -como en el Este, por cierto- en los años 60-70. El PD, el zombi que ocupa el lugar de ese ya cadavérico PCI que perdió toda fuerza militante en su enfrentamiento con la insurrección proletaria es incapaz de otra cosa que no sea imponer las disciplinas de la reproducción del capital y de su orden. Por ello mismo es hostil a cualquier planteamiento dirigido contra la deuda y la austeridad. Curiosamente, esa posición tan necesaria para la mayoría social no la ha ocupado ninguna capilla de izquierda, sino...Silvio Berlusconi, con su gigantesca capacidad de adaptación, un Berlusconi que ha estado a escasas décimas de punto de obtener una mayoría en la Asamblea. Los resultados de las elecciones italianas no son tan catastróficos como la izquierda deudocrática los pinta. La fórmula favorita de los mercados, esto es la del capital financiero, era un gobierno del PD con Monti: era claramente un gobierno de la austeridad y del empobrecimiento social que permitiría la "gobernabilidad", otro nombre de la continuación de saqueo. La expresión que se ha dado la protesta contra la austeridad y la deuda ha sido un voto de rechazo a Monti que saca un 10% y un voto insuficiente al PD para que pueda formar gobierno con Monti, pues no dispone de la indispensable mayoría en el senado. Suben dos payasos antipolíticos, Berlusconi y Grillo -con casi un 30% el primero y más de 25% el segundo- que bloquearán sistemáticamente la gobernabilidad. El cuarto partido del país es la abstención, del 25%. Lamentablemente, la protesta contra la deuda no ha encontrado una expresión política propia debido a la profunda descomposición de los partidos de izquierda: sólo Berlusconi y -desde dentro del PD, pero en posición muy minoritaria- Nicky Vendola son críticos con la austeridad, pero no llegan a pedir una auditoría y un impago de la deuda. En el resto del espectro político, incluido Beppe Grillo, parece aceptarse la necesidad de pagar la deuda, con todas sus consecuencias. Dado el desastre al que conduce necesariamente la política de austeridad, todo lo que la obstaculice es una buena noticia. Italia tiene claramente un 15M de retraso, pero existen en ese país importantes tradiciones de resistencia popular y una cultura política que algún día se traducirán en un nuevo bloque histórico emergente. De momento, el de las derechas, incluso apoyado por el PD está definitivamente roto. Grande es el desorden bajo el cielo...la situación es excelente.
A veces, las cosas importantes no pasan en el centro de esos monstruos que son los Estados modernos. En esas estructuras políticas, la capital tiene un papel central, pues es en el doble sentido de la palabra, el escenario principal de la representación. Política representativa y espectáculo se dan cita en ese espacio que asume el papel de centro. Sin embargo, la vida, la vida de las personas, va por otros cauces ajenos al espectáculo y a la representación. A muchas personas la vida hoy les duele, les falta la vivienda, los ingresos que permiten una vida digna, la libertad. Ese dolor no se ve en las grandes representaciones de la capital, pero es mucho más perceptible en espacios pequeños: en los barrios o en las regiones periféricas de las que apenas habla la televisión.
En Extremadura, ese dolor social y personal, ese dolor también moral, es muy intenso. Los indicadores de desempleo, pobreza, pobreza infantil, exclusión, son alarmantes. Se encuentran entre los más altos, no ya de España, sino de Europa, superando a los de Grecia o Rumanía. La región, en sí no es de las más pobres, pero sí de las más desiguales, de las más injustas, y ello desde hace mucho tiempo ya. En la memoria de todos están las escenas de Las Hurdes filmadas por Buñuel, en la de algunos menos, las de las ocupaciones de tierras por los campesinos desposeidos en los años 30. También está en la memoria colectiva la brutal venganza de clase ejecutada por Yagüe y sus huestes contra los campesinos extremeños llamados "moros del Norte" por las tropas del ejército de África y sus sanguinarios oficiales. Esos moros del norte fueron tratados como los moros del sur, con la brutalidad que exhiben los señoritos ante quienes desprecian y temen, con la brutalidad de un ejército colonial interno. Los pueblos de Extremadura se convirtieron en cábilas rifeñas exterminadas con saña.
Hay en Extremadura mucha memoria, porque en Extremadura la miseria y la represión, la desigualdad que insulta a la dignidad no son solo pasado. Las muertes del presente, los sufrimientos de ese pasado que no se acaba, son hoy obra de mecanismos fríos por los que se expulsa a las personas de sus viviendas, se las priva de medios de vida quitándoles sus puestos de trabajo y liquidando otras fuentes de ingresos. En ese marco, la Dignidad viene ya levantando cabeza desde hace algunos años, con organizaciones como la Plataforma por la Renta Básica. Los compañeros de la Plataforma han iniciado, lejos del centro del Estado, ajenos a la mirada de la prensa y la televisión del régimen, una acampada en las puertas del Servicio Extremeño de Empleo. La acampada reivindica sobre todo dos cosas: empleo digno y renta básica. Se trata, de un modo o de otro, de obtener los ingresos necesarios para vivir con dignidad. Por medio del trabajo, o si no, por medio de un ingreso garantizado independiente del trabajo. No es una reivindicación extravagante sino indispensable, si no se quiere que capas enteras de la población sucumban a la desesperación, caigan en la muerte civil. De ahí el nombre del campamento "Dignidad" que es la otra cara de la indignación ante un régimen inhumano de saqueo.
Un abrazo a todos los acampados: sois los irreductibles, los indispensables.
(El jubileo, la fiesta judía del perdón de las deudas se inauguraba al son del "shofar", este instrumento hecho con un cuerno de carnero)
"¡Mirad
lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!" Esto es lo
que gritaba hace unos días una mujer cuando, en una sucursalbancaria se prendió fuego con gasolina. Cuentan los periódicos que
es una persona de 47 años, con tres hijos y amenazada de desahucio.
Ada Colau, la representante más célebre de la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca (PAH) afirmaba en el Congreso, en una de
esas raras veces en que dentro de esa cámara de resonancia del poder
se ha oido una verdad, que el representante de la banca que intervino
antes que ella para oponerse a la dación en pago y al conjunto de la
iniciativa legislativa popular (ILP) promovida por la PAH era un
"criminal".
Los desahucios son
actos de violencia extrema. La persona desahuciada, expulsada de su
vivienda queda por ese mismo acto expulsada de la sociedad normal,
marginada, en los términos precisos de Ada Colau, condenada a la
"muerte civil". No olvidemos que la muerte civil, la
incapacidad para tener una vida social y una vida pública coincidía
en la antigüedad con el estatuto de los esclavos. Ahora bien, el
esclavo es quien debe a alguien su vida y con su vida entera debe
pagar su deuda. No muy alejado del estatuto antiguo del esclavo está
el del moderno desahuciado quien no solo pierde su vivienda, sino que
sigue teniendo -a pesar de su carencia de recursos- una deuda
impagable con el banco. Alguien a quien se lo han quitado todo se
convierte automáticamente en esclavo. La muerte civil propia del
esclavo es ese periodo de tiempo anterior a la muerte física en el
que ya no se está propiamente vivo, puesto que la potencia y el
deseo propios se encuentran casi extinguidos, oprimidos por un poder
exterior.
Algunos
no lo aceptan y se rebelan. Esa rebelión puede tomar dos formas: una
forma abstracta e individual en la que se considera que está todo
perdido y una forma concreta que apela a la potencia de lo colectivo,
a la potencia de la indignación. Ambas formas son perfectamente
respetables y constituyen afirmaciones de la dignidad. El suicidio
es, ciertamente, como afirma Spinoza el resultado de la acción de
una causa exterior, pues no hay nada en la esencia de una cosa que
tienda a destruirla. La proposición 4 de la parte III de la
Ética afirma sin matices: « Nulla
res nisi a causa externa potest destrui » (« Ninguna
cosa puede ser destruida sino por una causa exterior »).
Todo suicidio está pues precedido por un asesinato, por una
transformación de la esencia del individuo por una causa exterior
que lo destruye desde el interior, como un cáncer o una enfermedad
autoinmune, pero también, bajo la forma fenomenológica del suicidio
puede incluirse la elección de la muerte como "mal menor",
en cuyo caso, la propia muerte es una afirmación de la vida, una
forma extrema de perseverar en su propio deseo. "Así pues,-nos
dice Spinoza en Etica IV, proposición XX, escolio- nadie deja de
apetecer su utilidad, o sea, la conservación de su ser, como no sea
vencido por causas exteriores y contrarias a su naturaleza. Y así,
nadie tiene aversión a los alimentos, ni se da muerte, en virtud de
la necesidad de su naturaleza, sino compelido por causas exteriores;
ello puede suceder de muchas maneras: uno se da muerte obligado por
otro, que le desvía la mano en la que lleva casualmente una espada,
forzándole a dirigir el arma contra su corazón; otro, obligado por
el mandato de un tirano a abrirse las venas, como Séneca, esto es,
deseando evitar un mal mayor por medio de otro menor; otro, en fin,
porque causas exteriores ocultas disponen su imaginación y afectan
su cuerpo de tal modo que éste se reviste de una nueva naturaleza,
contraria a la que antes tenía, y cuya idea no puede darse en el
alma (por la Proposición 10 de la Parte III). Pero que el hombre se
esfuerce, por la necesidad de su naturaleza, en no existir, o en
cambiar su forma por otra, es tan imposible como que de la nada se
produzca algo, según todo el mundo puede ver a poco que medite."
El suicidio es así, siempre el resultado de una "muerte sin
cadáver previa" o del encuentro del individuo con una fuerza
exterior destructiva e invencible. Un "encuentro" de este
tipo explica el sucidio de Séneca, pero también el de los
insurrectos del Gueto de Varsovia, tal vez también muchos de los
suicidios que están ocurriendo últimamente en territorio español.
Aunque a veces, la única manera de conservar su propia dignidad sea
suicidarse, existe a menudo la posibilidad de rebelarse junto a
otros, de reconocer el mal que sufrimos en otros. Es lo que se llama
indignación. La indignación es una tristeza, pero una tristeza que
saca a la superficie el nexo social, la solidaridad, la comunidad, y
puede incluso dar lugar a una potenciación del individuo cuando este
es capaz de constituir con otros y frente a un poder hostil una nueva
realidad que haga posible vivir.
Hoy es indispensable
restablecer, o incluso crear sobre una nueva base mucho más sólida,
las condiciones sociales que hagan posible la vida. Si volvemos sobre
la frase con que empezamos estas reflexiones: "¡Mirad
lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!", podemos
sacar ya unas primeras conclusiones a partir de ella. Creo que es el
mejor homenaje y la mejor muestra de respeto que podemos rendir a la
persona que, envuelta en dolor y fuego, las pronunció. En primer
lugar, señala a los criminales que la condujeron a ese acto de
autodestrucción, nombrándolos como los verdaderos responsables de
su desgracia. En segundo lugar, y esto es lo más importante, explica
que su desdicha consiste en que "se lo han quitado todo".
Esto es decisivo y obliga a una reflexión. No en todas las
sociedades es posible quitárselo "todo" a alguien como lo
es en la « nuestra ». La mayoría de las sociedades
humanas que han conocido el crédito y la moneda basada en el crédito
han tenido también instituciones que perdonaban las deudas. El
"perdónanos nuestras deudas" del Padre Nuestro cristiano
evoca la antigua institución hebrea del jubileo en la cual se
restituían sus tierras cada 50 años a los campesinos expropiados
por impago de sus deudas y a sus familias. Declara así el Levítico
25.10 : « Y
santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la
tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y
volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su
familia. » Existían tanto en el antiguo Israel
como en las sociedades del creciente fértil desde la más remota
antigüedad normas que establecían el perdón de las deudas dentro
de la propia comunidad. Tanto entonces como ahora, una deuda
unilateral infinita conduce a la esclavitud y a la muerte civil y
ninguna sociedad, ni siquiera una sociedad esclavista, puede reducir
a la mayoría de su población a la esclavitud.
La deuda es un tipo
de relación social basada en algo tan poco "natural" como
el intercambio de bienes y valores. La deuda se basa en una promesa
de pago en el futuro que la distingue de las demás transacciones en
las cuales el pago acompaña al cambio de propiedad de un bien. Esto,
que nos parece tan evidente a los habitantes de una sociedad
compuesta de individuos que intercambian mercancías, es, sin
embargo, el tipo mismo de relación que las sociedades primitivas
-descritas por una larga de serie de antropólogos desde Clastre
hasta David Graeber- reservan exclusivamente a los enemigos. Con la
gente de la propia comunidad, se comparte la riqueza, con el enemigo,
se comercia, incluso se comercia con su propia persona
esclavizándolo, pues la esclavitud, como bien sabía John Locke se
basa en una deuda infinita e impagable. Sólo podemos comerciar con
quienes podemos también matar o esclavizar. De ahí la gran cantidad
de límites puestos a las relaciones comerciales en las sociedades no
capitalistas: en todas ellas se trataba de que nadie pudiera
"perderlo todo".
El capitalismo es la
única sociedad basada en la relación comercial generalizada,
aquella en la que, como decía Marx en los Grundrisse, el hombre
"lleva sus relaciones sociales en el bolosillo", pues casi
todas ellas dependen del dinero. Esto conduce, naturalmente al estado
de guerra pemanente, de hostilidad generalizada entre los individuos
que percibimos a diario. La relación que otras sociedades humanas
consideraban tan violenta y tan reservada al trato con enemigos como
la propia guerra se ha interiorizado en el capitalismo con efectos
nefastos sobre la sociedad. En las sociedades capitalistas que se han
"liberado" de toda barrera política o moral como las
neoliberales, la relación social es sumamente tenue y precaria. Las
sociedades se sostienen en la medida en que conservan una base
mínima, ontológica, antropológica, de cooperación directa entre
los individuos, al margen de las relaciones propiamente capitalistas.
Cornelius Castoriadis insistió muchas veces en que es imposible que
una sociedad basada en el mercado o en la jerarquía de fábrica, o
en el control estatal, es decir una sociedad atomizada, pueda
funcionar, si no intervienen otras dinámicas de cooperación. Puede
parecer una paradoja, pero el capitalismo, para funcionar, presupone
el comunismo: el comunismo del lenguaje al que Marx se refiere con
frecuencia, el de la cooperación, el del conocimiento, el de los
afectos, etc. Todo ese denso tejido de relaciones que el capital y
sus dos instituciones fundamentales, el mercado y el Estado son
incapaces de poner por sí mismas y que deben explotar, vampirizar,
para poder funcionar.
Hoy el capital está
poniendo en peligro esa base comunista mínima con la que tiene, sin
embargo que convivir si quiere sobrevivir, intentando someterla a la
ley del mercado y de la propiedad, haciendo de los comunes
cognitivos, afectivos, incluso lingüísticos, formas aberrantes de
mercancía no caracterizadas como cosas, sino como acceso a "formas
de vida". El capital, lo que intenta vendernos hoy para
valorizarse son nuestras propias vidas expropiadas/apropiadas. El
problema es que la relación de propiedad conviene muy mal a los
comunes: es difícil apropiárselos, pues no son cosas sino
relaciones. Los comunes no nos pertenecen, más bien pertenecemos
nosotros a ellos. De ahí el intento desesperado de asirlos mediante
la más sutil de las relaciones, la que se basa no ya en el tiempo
presente o en el pasado como la relación que se expresa en el
valor-trabajo, sino en el futuro y en la extensión total de nuestras
vidas, la relación de endeudamiento, la relación financiera. El
espacio de la explotación se convierte en un espacio ilimitado, en
un universo infinito, pero por eso mismo, es incontrolable, por eso
mismo se convierte en un espacio de resistencia como fue la inmensa
estepa rusa para las tropas de Napoleón o de Hitler.
Hoy mismo Mariano
Rajoy intenta convencer a los ya convencidos de que es capaz de
gobernar una crisis que ya se ha hecho inseparable del propio
sistema. Propone como receta los
"minijobs", que la Señora Merkel ya ha puesto en práctica
en Alemania, esos puestos de trabajo ultraprecarios, sin derechos, y
con remuneraciones muy inferiores a lo necesario para reproducir la
fuerza de trabajo. Se trata de una medida más en el camino de la
introducción tendencial, asintótica, de una nueva forma de
esclavismo en la que se mantiene la libertad formal del trabajador,
pero se estrecha al mínimo su capacidad de negociación. Cuando la
curva de la variante salario alcance el valor cero y la curva del
tiempo de trabajo tienda a infinito, habremos llegado a un
restablecimiento del esclavismo. Lo que pasa es que esto no puede
ocurrir del todo en el marco de un régimen que necesita imponer
políticamente la ley del valor como fundamento de un régimen
jurídico basado en la propiedad como el que hoy conocemos. El valor
ya no se determina en tiempo de trabajo, sino mediante convenciones
financieras basadas en apuestas sobre el valor que se producirá en
el futuro, pero al mismo tiempo, el Estado mantiene incólume un
entramado jurídico basado en la relación entre valor y trabajo,
imponiendo sus efectos mediante la violencia.
Para
evitar el nuevo esclavismo, es necesario disociar valor y trabajo,
pero de otra manera, haciendo que los ingresos, el reparto del valor
producido, se independicen del trabajo asalariado y de sus formas,
practicando una disociación no orientada al neoesclavismo sino al
comunismo, al acceso generalizado y libre a la riqueza común. No
tiene sentido aceptar que esa disociación sólo valga para el 1% que
ya la practica cobrando sobres y demás prebendas y no para el resto.
El 1% ya vive en el comunismo del capital, tenemos que aprender a
hacer que las relaciones comunistas se extiendan al conjunto de la
sociedad. Hoy como en la época de Marx, sigue siendo válida la
divisa saint-simoniana hábilmente desviada (détournée,
dirían los situacionistas...) por el Moro: "De cada cual según
sus capacidades a cada cual según sus necesidades". Si queremos
que no puedan "quitárnoslo todo", tenemos que garantizar
la existencia de bienes y recursos comunes inalienables. No basta
para ello que sean de titularidad estatal, pues los Estados pueden
comportarse como cualquier propietario y privatizarlos (es lo que
están haciendo): es necesario que los bienes comunes estén
inscritos en la constitución, tanto en la constitución material
como elementos fundamentales de las relaciones características de un
modo de producción comunista que no tiene nada que ver con los
socialismos de Estado, como en la constitución formal que debe
establecer las instituciones políticas y las leyes de un mundo libre
más allá de la propiedad. El comunismo hoy no es ninguna utopía,
sino una ncesidad vital para las sociedades y los individuos.
Jorge Moruno Sociólogo y autor del blog larevueltadelasneuronas.com Juan Domingo Sánchez Estop Filósofo Ilustración de Marcos Montoya
Los papeles de Bárcenas no son un simple caso de corrupción política donde un dirigente mete la mano en la bolsa y todo se puede simplificar hablando de manzanas podridas. Más allá del desenlace final, lo que tenemos delante, es todo un proceso de putrefacción del sistema de partidos surgido de las cortes del 78, donde el Partido Popular es el mayor exponente político —pero no el único—, del bloque inmobiliario-financiero español que tanto se ha beneficiado en estas décadas de burbuja. A esta capa dirigente del tándem político-especulativo que reúne a lo peor de nuestra sociedad, algunos lo hemos venido a calificar de lumpen-oligarquía, destacando así la cualidad de sus políticas y la forma de hacerlas efectivas.
Este modus operandi funciona democratizando la idea del propietario especulador, haciendo de cada ciudadano, un potencial empresario de su vivienda o de la que aspire a conseguir. La extensión de esta idea y su práctica han conseguido que durante un tiempo, la posibilidad del ascenso social venga asociada a la capacidad negociadora del individuo y no a la extensión de derechos colectivos y al desarrollo de una cultura democrática que valore lo público. Esta operación de derechización social apoyada en la ideología del propietario, funciona siempre y cuando, se pueda especular un poco más. La corrupción entonces, no es una simple consecuencia del capitalismo-casino, pues también es el lubricante necesario que permite su puesta en práctica. El hilo conductor entre políticos del régimen, especuladores y constructores se ve perfectamente reflejado en los papeles de Bárcenas, donde muchos de los donantes reciben hoy las contratas de los hospitales madrileños en vías de privatización. Corrupción —sistémica— es también que el vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández, cuente con la concesión de las cafeterías en instituciones públicas tales como Universidades o Ministerios, al mismo tiempo que arremete contra todo lo que suene a público, aunque sea este sector su mayor pagador.
Cuando toda una casta empresarial —los Rosell, Fernández, Ferrán— y financiera —bancos, fondos de inversión—, se apoya sobre una casta política del régimen totalmente alejada del sentir ciudadano para traficar con la riqueza y los servicios públicos, hablar de corrupción, es hablar de la descomposición de todo el edificio político tal y como se ha planteado. Por lo tanto, la corrupción no se reduce sólo a personas con apellidos, sino que responde más bien a una práctica generalizada y asentada, que acaba erosionando la legitimidad y la moralidad de una transición que se remonta al 78. Todo el régimen político en su conjunto ve alterada su composición, lo cual, no tiene porqué traducirse mecánicamente en una transformación social en beneficio de los de abajo, o responder a una situación pre-revolucionaria.
Esta coyuntura de crisis generalizada puede entenderse también como una crisis de la propia autoridad, cuando ésta, ya no es capaz de presentarse como clase dirigente porque no puede establecer un mínimo consenso y únicamente se mantiene por medio de la dominación coactiva y represiva en última instancia. La lumpen-oligarquía deja de guardar apariencias y se presenta en carne viva, directamente como una mafia. Cuando ya no se dirige y sólo se domina, las formas e ideologías hasta ahora instaladas en el imaginario y el hacer cotidiano se tambalean, abriéndose el campo a lo impredecible. En este tiempo no determinado, en este ya no es lo de antes pero todavía tampoco es lo que viene, se da la apertura a lo impredecible y con ello, la posibilidad del surgimiento de nuevas combinaciones, de nuevos modelos frente a la dificultad de restaurar lo viejo conocido por la vía coercitiva. Impedir que una de estas salidas desemboque en la ciénaga berlusconiana donde UPyD o una impredecible Aguirre, tendrían un papel degenerador de la democracia, es una tarea fundamental.
Pero esta crisis de autoridad que se convierte ya en crisis del régimen constituido, el del 78 en nuestro caso, afecta por igual y quizás en primer lugar, a las izquierdas que han encontrado dentro del régimen político un lugar donde ubicarse. A favor tienen, quizás a pesar suyo, que no se encuentran del todo insertadas en el régimen, lo que podría convertirse en una fortaleza si se sabe aprovechar en la dirección adecuada. El momento histórico-político que tenemos delante, no presenta la posibilidad de actuar según la cosmovisión y el discurso elaborado de forma prefabricada, ajustado más a una creencia que a una realidad material contrastable. Así las cosas, la única certeza con la que podemos contar con seguridad es que al no haber elegido la situación, la crisis descorre la cortina cuando estamos aún desnudos dejándonos sin capacidad en un primer tiempo, para proponer alternativas y relatos a la desorientación generalizada. Aun así, es de imperiosa necesidad detener y apartar de las vías un tren que camina directo a la colisión, explorando otras nuevas, una vez que consigamos frenarlo y evitar la debacle. La vía que deberemos tomar no pasa por revivir fórmulas que responden a tiempos, realidades y composiciones muy diferentes como eran los “frentes de masas”. Hoy no existen las organizaciones de masas propias del siglo XX, como tampoco la realidad antagonista se define por una limitada e insuficiente apelación a la unidad de la izquierda.
Reunir todo lo existente bajo el paraguas de la marca “izquierda”, centraliza, por un lado la pluralidad y al mismo tiempo resulta ser poco operativo políticamente. Desbordar los marcos discursivos incrustados en la izquierda, significa darle un nuevo sentido a la potencia que en su tiempo ésta pudo tener. Rechazar otra posibilidad e interpretar automáticamente en ella una deriva antipolítica o incluso fascista, supone un grave error político que destila rigidez, conservadurismo y en consecuencia, la creencia en que las metáforas y los símbolos son un ente atemporal y no fruto de los tiempos materiales y personas que las originan. Lenin llevó a Marx a Petrogrado, no por repetir salmos, sino a pesar de los insultos y de toda clase de acusaciones recibidas por parte de las pasiones más tristes. Lo mismo se podría decir de la revolución cubana, o de los actuales procesos latinoamericanos que han encontrado en la izquierda oficial un actor con poca cintura política cuando no un obstáculo.
En estas condiciones ser responsables no puede significar otra cosa que colocarse a la ofensiva y romper con los buenos modales y las formas educadas; ser responsable es hoy más que nunca romper con los de arriba y abrirse a los de abajo, pero sin repetir supuestas verdades que se justifican en sí mismas y nos posicionan más cerca de la parroquia que de la política. Hoy, la idea de la democracia es inseparable del impago de la deuda, de la ruptura y la detención del empobrecimiento y la destrucción social del país. Necesitamos aplicar una triple A de la deuda usando criterios distintos a los que suelen imponer las agencias de rating: Auditoría, Anulación, Alternativas son nuestra AAA. Colocar a la deuda en el centro del debate es hacer hincapié en el acceso a la vivienda, los servicios públicos y en pensar la flexibilidad laboral no como precariedad o paro, sino como el acceso a un ingreso continuo cuando los trabajos son discontinuos. Protestas y mareas, deben ser a la vez funcionales en sus propios ámbitos y protagonistas de un cambio, pues representan el verdadero valor de la política a través del conflicto. La presencia de nuevas candidaturas y organizaciones en las instituciones y el desarrollo de instituciones democráticas propias del movimiento no tienen porqué ser incompatibles, es más, ambas deben retroalimentarse en un proceso de envergadura constituyente. Esto no sucederá tal y como hasta ahora viene entendiéndose esta relación; el odio a la democracia que practican las élites europeas y españolas sólo podrá combatirse si se tiene en cuenta esta combinación. Movilización, democracia y candidaturas que consigan reunir e interpretar de forma viva el conjunto de aspiraciones y frustraciones sociales en clave de democracia radical serían las distintas facetas de un enorme ¡sí se puede!
Comparecencia
de Rajoy para explicar su posición y la de su partido ante el caso
Bárcenas. Tremenda imagen: la tribuna vacía, nada de preguntas y la
imagen de Rajoy, como una ridícula deformación del Gran Hermano, a
través de una pantalla. Se habrán dicho los periodistas a sí
mismos: así, por lo menos, no escupirá a nadie al hablar.
Maravillosa la cámara -en el centro de la foto- que filma
la imagen ya filmada como último resto de una realidad que se
ha escapado por el sumidero. Juego de espejos borgiano o realidad
virtual del Morel de Bioy Casares, sociedad del espectáculo, en
versión casposa. El suplente de nuestros verdaderos tiranos, su
mísero criado que supuestamente acepta tristes propinas se esconde
detrás de la pantalla. Tal vez, como sugiere la revista Mongolia, no
exista ya y esas imágenes sean las de alguien que, como el padre del
sueño de Freud ya está muerto y tal vez no lo sepa. Los
argumentos del personaje virtual no dejan de ser graciosos. En primer
lugar por la forma: "todo es falso". Puede verse en esa
afirmación cuya referencia es indeterminada una posible
autorreferencia involuntaria, o tal vez jesuítica, como cuando se
cruzan los dedos detrás de la espalda para mentir sin pecar. Ese
"todo es falso" recuerda, sin embargo, la famosa referencia
al cretense Epiménides que figura en la Epístola del apostol San
Pablo a Tito: "Dijo uno de ellos, propio profeta de ellos: Los
Cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos."
En su versión más breve este texto ha ilustrado la paradoja de
Epiménides o paradoja del mentiroso cuya forma extensa es "Dijo
Epiménides el cretense: todos los cretenses son mentirosos",
siendo su forma breve, la simple frase "yo miento". "Todo
es falso" (incluso lo que estoy diciendo) podría ser una
novedosa forma de esta añeja paradoja, merced a la cual miente el
sujeto que la enuncia cuando dice la verdad y dice la verdad cuando
miente. Tal vez sea esta la mejor forma lógica del disparatado y
corrupto régimen español actual. Aunque
tal vez la otra fuente del presidente Rajoy en sus declaraciones de
ayer sea Cantinflas, por ese escaso reparo en el absurdo de cuanto
afirma. Por un lado sostiene la imagen virtual de Mariano Rajoy que
"Nunca,
repito, nunca he recibido, ni he repartido dinero negro ni en este
partido ni en ninguna parte." La cosa parece clara, pero
no lo es tanto. En primer lugar porque precisa acto seguido que "Lo
digo con toda serenidad. Lo estoy leyendo porque no quiero pronunciar
una palabra más alta que otra." Parece el presidente español,
al decir esto, un justo ofendido, un santo Job, que quiere moderar su
indignación leyendo un texto en lugar de improvisarlo. Sin embargo,
el texto está perfectamente milimetrado y sus términos en su
imprecisión están escogidos para evitar cualquier responsabilidad
penal. "Dinero negro" es un término periodístico que
puede interpretarse de muchas maneras. Lo que no ha dicho Rajoy,
porque los asesores jurídicos que revisaron el texto de su
intervención se lo prohibieron con toda probabilidad es que no tuvo
ningún ingreso que no declarara. Por ello mismo remite
surrealistamente a sus declaraciones de hacienda y a las de sus
colaboradores para demostrar que no declaró ningún ingreso no
declarado...
Hay
que bromear: un régimen así tiene que acabar envuelto en una
inmensa carcajada. La comparecencia de Rajoy ha sido patética. El
silencio del PSOE en cuanto al fondo no lo es menos. Están en esa
situación que describe Spinoza en el Tratado Político en que el
gobernante se muestra en toda su indignidad: "corre
borracho y desnudo por las calles rodeado de prostitutas, hace
el payaso o desprecia las propias leyes que ha instituido", y,
podríamos añadir, precisando el texto del maestro de Amsterdam sin
traicionarlo: "roba a los pobres y ejerce una arbitraria
violencia". Lo que pasa es que esto puede tener dos efectos y no
sólo la indignación prevista por Spinoza como su consecuencia más
evidente: es posible también que, en una sociedad sumida en la
tristeza y la impoencia se contagie la indignidad como ocurrió en
Italia con Berlusconi o como ocurre en todos los ascensos del
fascismo. En ese caso, la propia indignidad del gobernante se vuelve
muestra de legitimidad, pues, la multitud corrompida ve al
gobernante, no como fuente de la ley y factor del orden social, sino
como excepción. Acostumbrarse al estado de excepción, a que el
gobernante no respete las leyes ni la "common decency" (la
decencia común sobre la que reflexionara Orwell) es el resultado de
una extrema corrupción de la multitud y del Estado, de una
degeneración supersticiosa de la multitud y de una conversión del
propio Estado en simple grupo de maleantes al margen de toda ley y de
toda moral. Es preocupante esta posibilidad, aunque, afortunadamente,
no es la única. Existe también la posibilidad de restablecer una
correlación de fuerzas m´as favorable a la liertad, recuperando
esas nociones y prácticas comunes que empezaron a constituirse el
15M y se han ido desplegando como base de un proceso constituyente.
No hay ninguna garantía de que vaya a ser así: de nosotros depende
evitar que se mantenga con el orden actual el rumbo seguro hacia el
desastre.