sábado, 23 de septiembre de 2017

Apuntes catalanes


Pequeño léxico de la dictadura

"Sedición" y "tumulto", son términos asociados en el derecho público romano a la institución de la "dictatura" y del "iustitium" (suspensión del derecho o estado de excepción coincidente con el nombramiento de un "dictator"). La palabra "iustitium" está construida como "sol-stitium", solsticio: el momento del año en que el sol parece detenerse. También el derecho y los derechos se detienen en la dictadura. Da miedo oir hablar de "sedición" y de "tumulto".

El verbo -en latín- que corresponde al castellano "sedición" es "ire", ir, con el prefijo "sed" que es una forma derivada del indoeuropeo "set", que significa aparte, por su cuenta, etc. Seditio originariamente es el acto de irse por su cuenta (el prefijo "sed" está emparentado con el reflexivo "se", sí mismo, como en castellano). Secesión, que procede de "se-cedo", también significa apartamiento, el acto de irse por su lado. Ninguna autoridad estatal acepta que uno se sustraiga a su mando y tenga su propia ley, que sea "sui iuris" (por derecho propio, según el estatuto de los hombres libres, en oposición a los esclavos y demás elementos de la familia, que eran "alieni iuris", de derecho ajeno).

PS: El más bello y radical llamamiento a la sedición es el que ha hecho Marina Garcès en su pregón de la Mercè, llamando a crear: "una república juntament amb el conjunt de les repúbliques ibèriques, lliures d’estat". Me declaro culpable de ese mismo delito.


Los Mossos y el Estado

Los Mossos, a pesar de su reciente y sobrevenido prestigio, seguirán siendo lo que siempre fueron: una parte particularmente violenta (tal vez debido al entrenamiento de sus mandos en Israel) del aparato represivo del Estado español, del mismo modo que la propia Generalidad es Estado... y español. Hay algo paradójico en un proceso independentista que parte de aparatos del Estado del que se quiere separar. Existen dos peligros: la continuidad, esto es que nunca se produzca la separación aunque la quiera la mayoría, o, el clonado de las estructuras españolas del régimen del 78 por un nuevo Estado catalán. De momento, la ley de transitoriedad define el nuevo Estado como "República de derecho, democrática y social", calcando el enunciado de la constitución española del 78 y sustituyendo Estado por República (ignorando, por cierto, la unidad conceptual expresada por el sintagma "Estado de derecho" en toda la doctrina jurídica). También calca algunos aspectos autoritarios de la constitución del 78 como el peso desmedido que tiene el poder ejecutivo y la escasa independencia del judicial. Cabe esperar que el actual y potente movimiento de defensa de la democracia y las libertades en Cataluña supere ese marco bastante sórdido.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Reflexiones catalanas (Un petit homenatge a Catalunya)

1.


Las razones de Rajoy

Desde el punto de vista estrictamente jurídico, Rajoy tiene razón. Sin embargo, la cosa es un pelín más compleja cuando se sale del marco jurídico y se pasa al político. Hace tiempo que el referéndum que quiere un 80% de los catalanes debería haberse negociado y celebrado, habiendo previamente interpretado o modificado el marco jurídico vigente para que esto sea posible. Por otra parte, la intervención contra las instituciones del autogobierno catalán, por motivada que pueda estar jurídicamente, es un disparate político y simbólico, que ha hecho pasar a un sector importante de catalanes autodeteterministas pero no independentistas al independentismo, al menos coyunturalmente.

El referéndum y su entorno jurídico son efectivamente un desastre y un fraude, pero la voluntad de decidir de los catalanes es una realidad que debe respetarse si se quiere seguir viviendo en democracia y no en una degeneración monstruosa de la democracia como el régimen de Erdogan. Hay que recordar que en Turquía también se aplican las leyes y actúa la justicia, contra los kurdos y la oposición democrática.

Creo que la actitud más inteligente que podría haber adoptado el gobierno si fuese un gobierno democrático, por muy de derechas que sea, sería haber tolerado un referéndum que habría tenido un mero valor simbólico al carecer de marco legal aceptable, de reconocimiento internacional e incluso interno dentro de Cataluña, lo que habría supuesto bajos niveles de participación. Acto seguido, podría haber iniciado la negociación de un referéndum dentro de las formas, habiendo tomado nota de la crisis de Estado que está abriéndose.

El gobierno ha optado, sin embargo, por usar la fuerza, amparándose en el derecho; tiene por lo tanto otra estrategia no necesariamente democrática cuyas estapas serían 1) el aplastamiento de la revuelta catalana, 2) una victoria electoral en el resto de España, 3) el paso a un régimen autoritario como el de Orban en Hungría o el de Erdogan en Turquía. En este sentido, Rajoy podría estar aprovechando la coyuntura del referéndum catalán del mimo modo que Erdogan aprovechó el intento de golpe de Estado en Turquía.

En España existe ya una grave crisis de Estado que solo se puede cerrar de dos maneras: permitiendo que el pueblo catalán se exprese libre y democráticamente dentro de un marco legal sobre su relación con España o impidiéndolo y transitando a una consolidación de formas autoritarias de gobierno. La solidaridad con los catalanes es vital para la defensa de las libertades de todos.

2.

La autodeterminación y la violencia

El problema del derecho de autodeterminación se parece mucho, en cuanto constituye un "exterior del derecho", al del terrorismo y está sujeto a las mismas paradojas jurídicas: antes de que un grupo terrorista tome el poder, o si ha sido derrotado, es una banda de criminales; si alcanza el poder se convierte en cambio en un grupo respetable de gobernantes de un nuevo Estado. Abundan los ejemplos: los dirigentes israelíes que fundaron el Estado, el ANC sudafricano y su dirigente Nelson Mandela, la propia resistencia francesa encabezada por el General de Gaulle que los nazis y el régimen de Vichy llamaban terrorista... 

Poco importa el marco legal o el derecho internacional: este es siempre suficientemente ambiguo para negar el derecho de autodeterminación y ampararlo cuando ya se ha ejercitado y no queda más remdio que reconocerlo. La autodeterminación se reconoce solo a posteriori, como un derecho surgido de un hecho. La voluntad de autodeterminación, incluso siendo pacífica - pues solo el soberano decide qué es pacífico y qué es violento- siempre se ve como algo violento, cuando no se identifica lisa y llanamente con el terrorismo. 

Si existe realmente autodeterminación, por definición solo puede depender de sí misma y no esperar ningún consentimiento o justificación exterior de orden moral o jurídico. De ahí que el acto de autodeterminación en que consiste el poder constituyente fuese comparado por Siéyès con la causa sui spinozista. Es algo que tenía muy claro Kant cuando hablaba de la Revolución francesa: los revolucionarios, antes de tomar el poder eran unos sediciosos que merecían el castigo de las leyes, una vez en el poder eran un gobierno legítimo al que se debía obedecer, y así.

lunes, 10 de julio de 2017

Ignorantia non est argumentum. Sobre Muñoz Molina y Althusser

(Estas breves observaciones constituyen una reacción al artículo de Muñoz Molina titulado Liturgia del gurú publicado, naturalmente, en El País.)

Ignorantia non est argumentum. La ignorancia no es un argumento. Tal vez sea esta una de las escasas frases de Spinoza que Marx repite en su obra y correspondencia. No se trata en modo alguno de despreciar al ignorante, sino de negar que un argumento basado en la ignorancia tenga valor alguno. La ignorancia como tal no es ningún mal, sino la suerte común a unos seres finitos como los humanos: podemos conocer muchas cosas, pero también ignoramos otras muchas...inevitablemente. Lo único grave es hacer pasar una ignorancia por un saber. Louis Althusser fue un spinozista coherente que se rigió siempre por este principio. Muñoz Molina no parece ser sensible a ese argumento y centra su crónica sentimental de la conferencia de Althusser en Granada en su perfecta ignorancia del contenido de esta y en el desprecio hacia los oyentes. No hay mención en su artículo de ninguno de los argumentos de Althusser en esa, por lo demás, interesantísima conferencia sobre el estatuto de la filosofía en el marxismo, solo comentarios subjetivos de la "vivencia" en que se tradujo para él el acontecimiento de la conferencia del filósofo materialista francés.

La filosofía requiere tomar distancia respecto del sentido común, o lo que es lo mismo, de la ideología. No se trata de reconocerse en un discurso comúnmente aceptado (la oscuridad de la filosofía) y de partir de ese reconocimiento inmediato, de esa ilusión de transparencia que es pura ignorancia, para juzgar un discurso filosófico. La filosofía no parte de la ignorancia sino que la desvela en nombre de la posibilidad de una producción rigurosa de verdades a través de la práctica teórica de las ciencias. No existe así la "verdad" que todos reconocemos -y que la escolástica declara una propiedad "trascendental" del ser por encima de sus distintas categorías- sino solo "verdades" producidas y contrastadas experimentalmente en el marco de dispositivos científicos. Frente al claro espejo de la ideología, el proceso de producción exigente de la práctica científica.

He consultado personalmente en el archivo Althusser del IMEC conservado en la Abadía de Ardenne los ejemplares del Capital que pertenecieron a Althusser, en francés y en alemán. Se observa una desproporción en las anotaciones entre el libro I y los libros II y III, pero, evidentemente, Althusser había leído el Capital en el momento del seminario "Leer el Capital". Probablemente no hubiera procedido antes del mencionado seminario a una lectura detenida del texto y se hubiera conformado con un conocimiento manualístico, pero tanto sus intervenciones en el seminario recogidas en Lire le Capital como textos sucesivos muestran que Althusser era un excelente lector filosófico de Marx, un lector al que debemos la posibilidad de leer hoy a Marx y de pensar con Marx, más allá de la oscura teología del marxismo realmente existente. En cierto modo, Althusser rescató a Marx para la posteridad repitiendo el modo de lectura a contrapelo de todo reconocimiento ideológico que el propio Marx aprendió del Tratado teológico-político de Spinoza. Nunca se trató para Althusser de reconocer un sentido al texto de Marx, sino de producir el conocimiento de este texto reconstruyendo a partir de sus significantes las tesis filosóficas que lo atraviesan y lo sostienen.

Obviamente, este ejercicio debe parecer asombroso, inútil y oscuro a un publicista como Muñoz Molina cuya labor fundamental es la de asentar e ilustrar el sentido común del régimen actual, esto es de producir una ilusión de conocimiento al envolver su ignorancia en palabras en las que todos podemos reconocernos. No todo el mundo debe dedicarse a la filosofía (aunque, como nos recuerdan Epicuro y Gramsci, todo el mundo puede hacerlo), pero sería bueno que quienes no lo hacen reconocieran con modestia su propia ignorancia en lugar de eructarla como supuesto argumento.