domingo, 8 de noviembre de 2015

(Publicado en CTXT)

Podemos, a pesar de todo
JUAN DOMINGO SÁNCHEZ ESTOP

28 DE OCTUBRE DE 2015
Los destinos recientes de las opciones políticas que promueven el cambio en Europa son exponentes claros de la dificultad a la que hoy se enfrenta cualquier proyecto que pretenda una transformación del orden político y social marcado por el capitalismo neoliberal. En este sentido cabe destacar dos iniciativas muy distintas que han conocido suertes dispares, que, sin embargo, ponen en evidencia los límites reales del sistema. Nos referimos a Syriza y Podemos. Syriza fue inicialmente el nombre de un éxito. Tal vez fuera, de todos los proyectos de reconstrucción de la izquierda europea, el que mejor integró la tradición de la izquierda representada en los partidos de la antigua coalición Synaspismos y los movimientos sociales que tomaron las calles y plazas del país desafiando el orden político de la deuda y de la austeridad. Podemos pareció inicialmente ser también un éxito merced a su capacidad de traducción mediática de las reivindicaciones de los movimientos sociales y, muy en particular, del 15M. Su paso de la nada a ser la cuarta fuerza política del país en las elecciones europeas constituyó una sorpresa, pero a la vez fue la consecuencia de un encuentro que llegó a crear una realidad inasimilable por el sistema político de la Transición. Por primera vez un conjunto de movimientos populares socialmente diversos e independientes de los partidos logró superar el doble obstáculo del rechazo de la representación y de una radicalidad imposible de traducir a términos de sentido común. Podemos, con sus círculos y un auténtico "comando mediático" que ponía en jaque en la televisión a las fuerzas del sistema con un lenguaje basado en el sentido común generado por los movimientos, parecía imparable y, después de su éxito en las europeas, llegó  a posicionarse en algunos sondeos como la primera fuerza política del país.
Como sabemos, esta fulgurante ascensión no duró mucho. Si Syriza sufrió una primera derrota desde el exterior, Podemos ha ido debiltándose desde su interior. Podemos se enfrentó a una despiadada campaña de acoso por parte de los medios que cuestionó su imagen hasta entonces inmaculada, pero sobre todo, después de su asamblea constitutiva de Vistalegre, se convirtió en un partido más. Rápidamente,  la dinámica expansiva de los círculos, que había permitido asociar a Podemos a un sector muy significativo del 15M, se agotó al enfrentarse a un proceso de control burocrático de la organización por su dirección. El partido se convirtió en una máquina electoral, y la maquina electoral adoptó las formas y los modos de una empresa. Se trataba, como en cualquier empresa, de producir un resultado, un producto: la victoria electoral que propiciara el cambio de régimen. Para ello, la constitución de un partido con procedimientos de democracia horizontal era para la dirección un obstáculo. La llamada "nueva política" se cifraba en un objetivo exclusivamente electoral, y la dirección exigía y exige para ello confianza y obediencia, dos cosas que difícilmente pueden exigirse al pueblo indignado y "perroflauta" del 15M y, en general, a una población deseosa de regeneración democrática, de participación y de transparencia.
Los dirigentes de Podemos que afirman ser gramscianos y maquiavelianos desatienden en esta estrategia las lecciones de Gramsci y de Maquiavelo. La de Gramsci cuando este afirma la necesidad de un partido, Príncipe Moderno, capaz de actuar en los distintos ámbitos de una estructura de poder compleja difusa a lo largo de la sociedad civil, lo cual no es ni puede ser Podemos en su estructura actual. La de Maquiavelo en cuanto no entienden la necesidad de "hacerse el pueblo amigo" e incluso de "armar al pueblo" para fortalecer  al príncipe. No entiende la dirección de Podemos que el poder de todo príncipe consiste y reside en la potencia de la multitud, potencia que preexiste al advenimiento del príncipe, pero que merced a este se articula en una potencia colectiva.

LA IMPREVISIBILIDAD HA DEJADO DE EXISTIR, COMO TAMBIÉN LA RELACIÓN INMEDIATA ENTRE LA DIRECCIÓN Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES QUE GARANTIZABA LA PROPIA ORGANIZACIÓN DE PODEMOS EN CÍRCULOS QUE REMEDABAN LAS ASAMBLEAS DEL 15M

Podemos ha quedado así convertido en la asociación de una dirección política autoritaria comparable con una dirección de empresa, un sector menguante de población que sigue pasivamente a esta dirección y un nombre, Podemos, que resume hoy los miedos de las clases dominantes y, a pesar de la realidad actual de Podemos, cifra la esperanza democrática  de muchos. El paisaje de destrucción que es hoy la izquierda en España es sin duda resultado de la irrupción de Podemos, que visibilizó la insignificancia de unas organizaciones custodias de su propia identidad frente a un poder social y simbólico capaz de integrar todas las identidades de izquierda en lugares que las neutralizan pues obedecen a la tópica misma del poder, que les asigna una posición en la escala que va desde la socialdemocracia al terrorismo, y en oposición a una derecha que va del centrismo democrático al golpismo. Podemos fue potente mientras no se dejó encasillar y produjo un discurso incompatible con la gramática del régimen. Tal vez el mejor ejemplo de este discurso fueran aquellas primeras intervenciones de Pablo Iglesias en las cadenas de televisión más derechistas donde por sorpresa introducía el sentido común elaborado en el 15M dejando perplejos a quienes intentaron localizar a Podemos en el consabido eje derecha-izquierda. Hoy, esta imprevisibilidad ha dejado de existir, como también ha dejado de existir la relación inmediata entre la dirección de Podemos y los movimientos sociales que garantizaba la propia organización de Podemos en círculos que remedaban las asambleas del 15M.
Sin embargo, algo queda de Podemos. En primer lugar, ese Podemos más allá de Podemos que son las candidaturas de unidad popular basadas en la confluencia de fuerzas y la participación popular, que hoy gobiernan de manera profundamente anómala respecto de la práctica anterior las principales ciudades de España. En personajes como  Ada Colau o Manuela Carmena es hoy más fácil reconocer el método Podemos que en la organización que lleva ese nombre. En la ejecutoria de sus corporaciones municipales se refleja esa apertura a la participación activa de la ciudadanía que fue la originalidad de Podemos, hasta el punto de que, con el tiempo, es mucha la gente de dentro y fuera de España que confunde estas mayorías municipales con Podemos. Insensiblemente, el significante Podemos se ha ido despegando de su referente inicial para unirse a una realidad distinta, pero conforme a la esencia del primer Podemos. El significante Podemos hace así de las suyas hasta el punto de que la nada pluralista y abierta dirección de Podemos se ve hoy obligada, para conjurar el constante declive de las oportunidades políticas de su organización, a asociarse con iniciativas plurales y participativas, viéndose obligada por la presión exterior a una apertura que no entraba en sus planes empresariales. El nombre de Podemos, como el cuerpo difunto del Cid Campeador, puede así ganar una última batalla. Tal vez un significante como Podemos, vinculado muy estrechamente al significante 15M, tenga la virtud de imponerse sobre la voluntad de las personas y de repetir el acontecimiento que se asocia con esos nombres. Magia de la palabra, como todas las magias.

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