miércoles, 1 de diciembre de 2010

Wikileaks: ¿Existe un -obsceno- secreto del poder?



"Nec sic incipies, ut scriptor cyclicus olim:
"Fortunam Priami cantabo et nobile bellum".
Quid dignum tanto feret hic promissor hiatu?
Parturient montes, nascetur ridiculus mus."
Horacio, Arte poética
                                        
    
(Ni tu exordio ha de ser tan retumbante
como el de cierto autor necio y pedante:
"De Príamo en su propia infausta tierra
la suerte cantó y una noble guerra".
Ilustre exordio si el autor no cesa 
de dar el lleno todo a su promesa.
Mas ¿qué sucede? Atiende. Dan bramidos
con dolores de parto conmovidos
los montes elevados,
las cumbres, los peñascos, los collados,
y, al cabo de su grande emoción,
parieron un ratón.)
1.
La última gran filtración de Wikileaks se nos ha presentado en los principales medios de comunicación  como un acontecimiento sin precedentes y con gravísimas repercusiones sobre la política internacional y en concreto sobre las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con sus "aliados". La Secretaria de Estado norteamericana no ha dudado en calificarla de "atentado contra la comunidad internacional", mientras que en el Congreso de los Estados Unidos han llegado a oirse voces que calificaban de terroristas al responsable de Wikileaks, Julian Assange y a sus colaboradores. Por otra parte, numerosas voces progresistas se han apresurado a felicitar a Wikileaks por su contribución a la "transparencia" y su servicio a la "democracia". Sin embargo, basta atender a lo que se nos sirve en bandeja en los periódicos que han tenido el privilegio de recibir la información filtrada, por ejemplo en el País de los dos últimos  días de noviembre, para comprobar que los pretendidos secretos que iban a hacer temblar los cimientos del mundo no son para tanto y que la mayoría de ellos eran de sobra conocidos desde hace mucho tiempo. 

La montaña, como en la fábula, parió un ratón. Descubrimos a estas alturas que Berlusconi organiza orgías o contrata a prostitutas o que Sarkozy es arrogante o Putin autoritario o que las autoridades españolas han frenado las investigaciones de los crímenes de guerra norteamericanos. No tardaremos en descubrir con Wikileaks que una extensión de agua cuyo nombre secreto es "Mediterráneo" separa África de Europa. El contenido de las filtraciones recuerda el chiste del escritor francés Régis Hauser quien descubría con sorpresa: que "debajo de su ropa, todas las mujeres están desnudas". ¡Gran escándalo! ¡Tremenda obscenidad por fin descubierta gracias a la perspectiva del mirón! Desnudar a las mujeres con la palabra y la mirada es suponer que debajo de la ropa se encuentra el preciado (y obsceno) objeto del deseo, la verdadera causa de éste. De modo similar, quienes alaban las hazañas de Assange y Wikileaks, suponen que existe una verdad del poder debajo de los secretos que destapan. En eso, coinciden, quizá sin saberlo con una vieja tradición del pensamiento político europeo que situaba el resorte fundamental del poder en los "arcana imperii", es decir en unos misteriosos y secretos principios de la razón de Estado al margen de la moral y de la comprensión del vulgo. Los secretos del Estado moderno se nos presentan así como unos "arcanos", como los principios ocultos  -y posiblemente inmorales y violentos- de un poder cuya justificación oficial pretende ser, sin embargo, de orden jurídico, moral o teológico.

2.
La teoría política de los arcana tiene su correlato y complemento "contestarario" en las teorías de la conspiración, teorías éstas que pueden expresarse desde posiciones de derecha o de izquierda, pero cuyo esquema fundamental es de una invariable monotonía. Son exponentes de esta teoría: la conspiración de los jesuitas contra las monarquías europeas, la conspiración de los judíos "descubierta" con la publicación -en realidad fabricación- de los Protocolos de los Sabios de Sión por la policía secreta zarista y "redescubierta" por los nazis, quienes volvieron a publicar ese infame panfleto junto a una plétora de textos antisemitas, la "sinarquía" que tanto el régimen de Vichy como el populismo peronista consideraban su más peligroso enemigo, el complot judeo-masónico de Franco o, ya desde la "izquierda", la "mentira" del 11 de septiembre, la conspiración de Bilderberg, la conjura del capital financiero contra el "buen" capital productivo etc. Umberto Eco les dedicó un divertido libro titulado "El péndulo de Foucault" que valdría la pena releer hoy. La estructura de todas estas "teorías" es siempre la misma: existe un grupo más o menos numeroso de personas (una religión, una secta, una raza, una sociedad secreta) que no para de maquinar para apoderarse del poder en el mundo entero y, para eso, sin escrúpulo moral alguno, manipula ocultamente los hilos del poder oficial y legítimo. Los defensores de estas "teorías" suelen afirmar que ellos  conocen sestos "secretos" y que "a ellos no los engañan". Tal fue el caso de Hitler que, pretendiendo "conocer" el plan judío para apoderarse del poder, organizó una conspiración para contrarrestarlo, conspiración cuya estructura visible era el partido nacional-socialista, partido conocido por su magistral uso del doble lenguaje y de la verdad mentirosa, pero también por el estricto secretismo con que tomaba sus decisiones. Hitler pretendía haber visto lo que se escondía debajo del poder, haber descubierto que el poder es sólo una sucia trama para engañar y dominar a la gente y actuó en consecuencia. 

3.
Las teorías de la conspiración, con sus pretendidos descubrimientos, encubren, sin embargo algo esencial. En el fondo, quienes creen que el poder se basa en secretas conspiraciones compiten en ingenuidad y optimismo con quienes piensan que el poder tiene un fundamento legítimo, moral o jurídico. Ambos bandos comparten una misma problemática: piensan que el poder en una sociedad de clases podría ser justo y legítimo si no estuviera manipulado por los conjurados y que basta desvelar y vencer la conjura para restablecer un orden basado en la legalidad y los derechos. La utopía del Estado de derecho es el horizonte insuperable de ambas posturas. Merced a esta utopía el ser de la sociedad de clases y del antagonismo se oculta bajo las apariencias morales y jurídicas de la "injusticia" y el "abuso".

Esta identidad de posición de ingenuos y suspicaces obedece a un mecanismo fundamental del poder moderno. El poder del Estado moderno pone a quienes a él están sometidos ante una exigencia contradictoria: por un lado pretende que se dé fe a su legitimación oficial en términos jurídicos, morales o religiosos, pero, por otro, conserva siempre una dimensión oculta, una dimensión de secreto que se presenta a sí misma como una salvaguardia del margen de decisión del soberano. En cierto modo, el poder exhibe y proclama el hecho de que oculta algo. Soberano no es sólo quien promulga la ley y a ella se somete, sino también - y, según Carl Schmitt, sobre todo- quien desde el propio derecho en que se funda su soberanía puede con toda legitimidad suspender las leyes, poniéndose a sí mismo fuera de la ley conforme a la ley. Tal es la paradoja de los poderes de excepción. El secreto como exigencia de la práctica de gobierno abiertamente reconocida e incluso inscrita en la ley permite articular la exigencia de legitimidad jurídica con la necesidad de una actuación al margen de la ley. 

Tal era al menos la doctrina oficial que justificaba los secretos de Estado. La política adquiría de este modo en el Estado moderno, una dimensión misteriosa y casi mágica. Los golpes de Estado (Gabriel Naudé, 1600-1653) se presentan como esos actos ilegales e imprevistos que realiza el propio soberano para restablecer el orden político o para establecer un orden nuevo. Son actos que se comparan con la acción milagrosa de Dios sobre la naturaleza. Junto a un mundo físico donde el milagro había desaparecido gracias a la física galileana y a sus desarrollos cartesianos, subsiste un espacio para el prodigio, no ya en la naturaleza sino en la política. La creencia en los milagros cambia de terreno, pero no por ello resulta menos imaginaria. De lo que se trata en la doctrina de los "arcana imperii" o en general en las teorías de la soberanía es de sustraer al soberano al orden común de la naturaleza y, casi, a la propia naturaleza humana. No es casual que las primeras formulaciones modernas de la economía política con Montchrestien y, posteriormente, los fisiócratas, pertenezcan a este mismo período de fundación y afianzamiento del Estado absolutista, pues de lo que se trata en la economía política es de separar claramente un espacio "económico" de regulación de la sociedad que se presenta como natural y sólo necesita del soberano  que éste lo deje funcionar con plena libertad conforme a sus propias leyes "naturales", y otro espacio, propiamente político, que no corresponde  ya a la necesidad natural, sino a la decisión absoluta del soberano.  El secreto es en este contexto una tramoya teatral en la que se escenifica el carácter supuestamente "sobrenatural" de este  poder supuestamente capaz de una decisión absoluta . En cierto sentido, es un dispositivo teológico-político que genera, más allá de las relaciones sociales efectivas, la ilusión necesaria del Estado soberano. Creer en el secreto, aceptar su necesidad, es cerrar los ojos sobre la violencia del poder, pues sólo de ese modo es posible creer en un poder con un fundamento legítimo, en la legalidad autofundante del Estado de derecho. No de otra manera, las teodiceas permiten, aludiendo a los insondables designios de Dios y a sus fines impenetrables, conciliar la bondad y la omnipotencia divina con la existencia del mal.

4.
El secreto de Estado parece constituir una necesidad para el funcionamiento del poder. Sin embargo, lo que las filtraciones de Wikileaks nos revelan es algo bastante más importante que su contenido manifiesto: la función esencial que desempeña la creencia en el secreto de Estado en los propios dispositivos ideológicos en que se fundamenta la idea de soberanía. El secreto, en términos de Louis Althusser, sería un componente fundamental de la "ideología de Estado". Hoy día no importa que el contenido de un secreto sea secreto. Una vez que la invasión de Afganistán se aprobó en la ONU en flagrante violación de la Carta de esta organización, o que la invasión de Iraq se decidiera con luz y taquígrafos en el Congreso y en el gobierno de los Estados Unidos, o en el gabinete de José María Aznar, una vez que el gobierno de los Estados Unidos ha legalizado la tortura y encubre con descaro la colonización sionista en Palestina, ¿qué cosa aun más grave podría ocultarse? Todos estos actos constituyen crímenes gravísimos: las dos invasiones aludidas  son actos de guerra de agresión, actos idénticos a los que llevaron a la horca en Nuremberg a los jerarcas nazis. En cuanto a la tortura, es un delito internacionalmente perseguible y gravemente penado. Los mencionados actos fueron realizados con plena publicidad y, gracias al aparato ideológico número 1 del actual Estado capitalista, los medios de comunicación, quedaron hasta hoy impunes. En esta misma línea, Berlusconi modifica abiertamente mediante su mayoría parlamentaria la legislación de su país para evitar penas de cárcel. 

Nadie se esconde, nada se esconde. Berlusconi se jacta de sus conquistas sexuales mercantiles, Bush de sus crímenes de guerra, Aznar de su complicidad en lo que el tribunal de Nuremberg calificó como el "mayor de todos los crímenes"... Sorprende así que, caído el velo del secreto y expuesta la desnudez de este poder nudista o incluso exhibicionista con las filtraciones de Wikileaks, siga produciéndose un escándalo. Es que el objeto del escándalo no son los actos criminales de los gobernantes, sino el descubrimiento profundamente subversivo de que estos no tienen nada que ocultar. Con la hoja de parra del secreto cae un aspecto importante de la legitimación del poder moderno, precisamente la idea de que existe una dimensión oculta y arcana en la que se mueven los gobernantes y que poco tiene que ver con la de los simples mortales. El  poder ya no es un arte oculto basado en "arcanos". Por por eso mismo le resulta indispensable imponer por todos los medios no ya la ilusión del secreto, sino la forma exterior de esa ilusión. Es algo que ya hace por otros medios el Estado nación globalizado imponiendo muros visibles e invisibles en sus fronteras y dentro de su territorio: esos muros no paran gran cosa, pero disimulan la inmensa merma de soberanía que han experimentado los Estados. Son más que un instrumento represivo, un elemento de mistificación. Del mismo modo que los musulmanes rigoristas velan a la mujer para ocultar la más tremenda de todas las verdades: que no hay gran cosa que ocultar o, mejor dicho, que la causa del deseo sólo se manifiesta como tal cuando se oculta, los gobernantes del capitalismo tardío unen a la obscenidad pública y notoria de sus actos la imposición de un velo de secreto que muestra esos actos como regidos por razones ocultas. De ese modo, el crimen y la corrupción cotidianos pueden legitimarse como algo en el fondo sublime, digno de ser respetado e incluso deseado por los súbditos.

5.
Frente a la mistificación que representa ese renacer del secreto de Estado, sólo cabe el más estricto rigor materialista: negar al poder todo carácter sublime o teológico, reconocer en el secreto de Estado o en los muros, no sólo dispositivos de protección o de represión, sino auténticos aparatos ideológicos. Es esencial, para quien quiera actuar contra el capitalismo y sus aparatos de Estado nacionales o imperiales, deshacer la consistencia imaginaria del Estado y de la soberanía con todo su secreto y su pretendido misterio, reconociendo la realidad efectiva del poder como un entramado móvil de correlaciones de fuerzas en el que nunca existen un soberano omnipotente y unos súbditos impotentes, sino una potencia de la multitud que siempre ya resiste a un poder que pugna por imponerse. Para entender las relaciones de fuerza que constituyen el poder y determinan el grado de potencia efectiva de las posibles resistencias, no basta que se revelen muchísimos datos aparentemente escandalosos: la realidad del poder no está en ningún dato, sino en la fórmula de las correlaciones de fuerza de cada coyuntura. Para determinarla y poder aprovechar datos como los de Wikileak y una infinidad de otros datos que nunca estuvieron ocultos no podemos ni debemos contar con revelaciones, sino con el lento trabajo de la producción de conceptos adecuados. 

domingo, 28 de noviembre de 2010

Comprar la paz a los mercados: el pésimo negocio de Zapatero

"No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro." George Orwell, Rebelión en la Granja)

Zapatero hace todo lo posible por dar confianza a los mercados prometiendo a las distintas facciones del capital más tiempo de trabajo por menos salario, esto es más explotación, y menos derechos para los trabajadores. Se trata efectivamente, después de la reunión del gobierno con la cúpula del capital español promovida por el monarca, de desregular aún más el empleo y de reducir los importes de pensiones y  salarios. Haciendo esto, el presidente del gobierno de la monarquía, cree ganar tiempo a la espera de alguna buena noticia económica o política, pero desatiende un viejo y valiosísimo consejo de sabiduría política de Montesquieu:

"A veces, la cobardía de los emperadores, a menudo también la debilidad del Imperio, hicieron que se intentase apaciguar mediante dinero a los pueblos que amenazaban con una invasión. Pero la paz no se puede comprar, pues aquél que la ha vendido se encuentra después de ello en mejores condiciones para volver a hacer que la compren..

Más vale correr la suerte de hacer una guerra desgraciada que dar dinero para tener la paz: pues siempre se respeta a un príncipe cuando se sabe que sólo se le vencerá tras una larga resistencia. ." (Montesquieu: Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y de su decadencia (1734))

La ilimitada pusilanimidad del gobernante supuestamente "socialdemócrata" sólo puede aplacar la voracidad del capital mediante concesiones cada vez mayores y sin límite alguno, concesiones que liquidan su propia base electoral, al tiempo que el capital financiero desestabiliza en su favor la economía de los países más débiles de la eurozona e incluso al propio euro. Como los cerdos de Rebelión en la granja, que negocian con los granjeros la carne y la fatiga de los demás animales, olvidando que pueden ellos mismos ser los siguientes, el actual gobierno del PSOE se empeña imprudentemente rn no ver que los granjeros, o los empresarios o los financieros no tendrán, llegado el momento, nada en contra de unas buenas chuletas...de cerdo.

Rara vez se ha visto mayor distancia entre el capital hoy hegemónico y las fuerzas productivas reales de la sociedad. Nunca el capital ha estado tan privado de cualquier legitimidad productiva, nunca ha sido tan abiertamente parasitario. A este respecto, vale la pena leer la dos últimas entradas del  blog sobre política europea de Jean Quatremer en Libération:. Vemos por un lado, que es el propio capital de la UE el que está destruyendo la estabilidad de la zona euro e imponiendo ajustes neoliberales cada vez más duros. En segundo lugar, que el ala espectacular del capital que representan los medios de comunicación desempeña un papel de primer orden a la hora de crear "amenazas" y "situaciones de peligro". Una realidad virtual como la de la finanza se vale de las construcciones imaginarias de los medios para producir efectos en la sociedad realmente existente. Una noticia con poco o ningún fundamento sobre la inquietud de los mercados o la debilidad fiscal de un Estado, provoca al día siguiente una baja de la bolsa y un aumento de los intereses de la deuda pública que, efectivamente debilita la solvencia efectiva de este Estado y justifica una nueva vuelta de tuerca en la reducción de salarios y prestaciones sociales. Nunca meras palabras, independientemente de que fueran verdaderas o falaces, han producido tantos efectos reales. El resultado es que la inmensa mayoría de la población de unos países que siguen siendo de los más ricos del planeta, verá degradarse sus condiciones reales de vida, porque la realidad virtual financiera está dispuesta a englutir en su trama (Matrix...) el conjunto de la realidad social.

Podría hablarse atendiendo a aspectos puramente formales de "performatividad", o de "self-fulfilling prophecy" (profecía autorrealizadora), pero  creo bastante más exacto denominar a esto, teniendo en cuent la dinámica social efectiva, capitalismo-mafia. Al igual que la mafia, estos señores ofrecen su "protección" contra los ataques que ellos mismos planean y perpetran, o, lo que es lo mismo, contra la inseguridad que ellos mismos generan. Ante gobiernos que, de tanto tratar con la mafia, en muy poco se diferencian ya de ella, lo que queda a las mayorías sociales no es reconocer democráticamente la "legitimidad" de la autoridades elegidas y esperar a otras nuevas "elecciones" en las que sólo quepa elegir a representantes de Lo Mismo, sino organizar la resistencia, tomar o estructurar posiciones en una lucha de clases difusa y ramificada. Para ello, es esencial elegir bien el nivel decisivo. A nivel nacional sólo podremos tener gobiernos que justifiquen la subordinación al capital aludiendo, desde la "derecha" o desde la "izquierda" a procesos mundiales y a decisiones tomadas a nivel europeo. Que ellos mismos nos indiquen el nivel donde debe actuarse no significa, sin embargo, que valga la pena apelar demasiado a los grandes responsables europeos, que en este momento son penosos peleles, cuando no agentes directos, del capital. Es idispensable organizar la resistencia a escala de la UE e incluso del continente y tendencialmente a escala mundial. Es cierto que una huelga general en cada uno de los Estados tiene un efecto muy limitado, incluso cuando constituye un éxito rotundo como la última huelga general portuguesa, pero aún no sabemos qué pasaría si se paralizara toda Europa. La imposición en ese espacio de mercado de nuevos derechos sociales tanto vinculados al trabajo como disociados de toda actividad laboral, permitiría salir de la actual trampa nacional-laborista en la cual los derechos se reivindican esencialmente en el espacio del Estado nación y como derechos del trabajador asalariado. Tal vez ese sea el único impulso que permita dar de nuevo vida al proyecto de construcción política europea. Como nos enseñaba Maquiavelo, la libertad de los romanos y la propia fuerza de Roma no sólo se basaban en las buenas leyes, sino en la capacidad de resistencia del pueblo ante los ricos y poderosos.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Irlanda: una modesta proposición contra la crisis



Nos ha llegado, gracias a una filtración de Wikileaks el siguiente informe del Fondo Monetario Internacional sobre la situación en Irlanda y los remedios que propone la institución financiera internacional para una de sus más alarmantes consecuencias, la lamentable condición de los niños pobres cuyo número no ha dejado de aumentar desde el estallido de la crisis.

Fondo Monetario Internacional
ref. 265A38
Asunto: Crisis fiscal y financiera en Irlanda- Situación de la infancia
Ponente J. Gulliver
.
A. La situación
Como sostenía un clásico de la literatura irlandesa, "es un asunto melancólico" para quienes pasean por Dublín o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las oficinas de empleo así como de los organismos de beneficencia atestadas de parados, fundamentalmente del sexo femenino, seguidos de tres o cuatro niños, todos mal vestidos e importunando a los viandantes. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida dignamente, se ven obligadas a perder su tiempo buscando asistencia pública o privada para sus hijos. Esta situación apresa a numerosas personas en la "trampa del desempleo", pues éstas se acostumbran a vivir de los subsidios, perdiendo todo interés por el trabajo. El Fondo Monetario Internacional considera que la solución más eficaz para salir de ese callejón sin salida económico y moral, que lastra las finanzas irlandesas y aumenta el peso de su ya muy considerable deuda pública y privada es aplicar el principio, reconocido por los principales economistas "Hacer que el trabajo sea rentable". Para ello, debe primero hacerse que no lo sea vivir de la asistencia. Es, con todo, condición indispensable para salir de esta indigna situación, encontrar una solución sostebnible y económicamente racional al problema de la infancia pobre, particularmente agudo en un país de tradición católica.

B. Método
La solución del problema debe respetar los principios de buena gobernanza económica desarrollados y aplicados por nuestra institución. En primer lugar, es esencial que toda medida que se adopte logre autofinanciarse, de modo que no suponga una carga adicional para las arcas públicas. En segundo lugar, es indispensable que las medidas reporten a las madres pobres un ingreso, pero que este no sa de carácter permanente, pues no debe, en ningún caso disuadirlas de trabajar. La perspectiva de obtener un ingreso es, como se sabe el primer incentivo de un cáculo racional del propio interés. El objetivo es pues que los niños pobres dejen de suponer una carga para sus padres y para la hacienda pública, permitiendo a la vez el retorno al mercado laboral de sus madres, en el marco de una política equilibrada de igualdad de género, y un sustancial ahorro en los subsidios de desempleo gracias a la nueva fuente -temporal- de ingresos que proponemos. De este modo, evitaremos entrar en ese "Camino de servidumbre" -de que hablaba Von Hayek- que representan las excesivas intervenciones del Estado en la vida económica y social. Frente al intervencionismo estatal, la experiencia ha demostrado la superioridad indiscutible de la libertad individual así como de los mecanismos de mercado y de la autorregulación. En este espíritu se orienta nuestra modesta proposición.

C. Solución
Transcribimos seguidamente el capítulo central del informe del director de nuestra oficina de Dublín:

"Mi intención está muy lejos de limitarse a proveer solamente por los niños de los mendigos declarados: es de alcance mucho mayor y tendrá en cuenta el número total de infantes de cierta edad nacidos de padres que de hecho son tan poco capaces de mantenerlos como los que solicitan nuestra caridad en las calles.
Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.
Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.
El número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos. Porque no podemos emplearlos ni en la artesanía ni en la agricultura; ni construimos casas (quiero decir en el campo) ni cultivamos la tierra: raramente pueden ganarse la vida mediante el robo antes de los seis años, excepto cuando están precozmente dotados, aunque confieso que aprenden los rudimentos mucho antes, época durante la cual sólo pueden considerarse aficionados, según me ha informado un caballero del condado de Cavan, quien me aseguró que nunca supo de más de uno o dos casos bajo la edad de seis, ni siquiera en una parte del reino tan renombrada por la más pronta competencia en ese arte.
Me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.
Propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.
Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.

Ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.
He calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.
Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.
Todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después: pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos mas niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.
Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.
Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.
En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos."

D. Conclusión
Los órganos directivos del FMI, en contacto con el gobierno irlandés y con las instancias europeas han decidido proponer oficialmente esta solución, en la que se combinan la racionalidad económica y la moralidad basada en el trabajo y la honesta ganancia. Este modelo de gobernanza de la crisis podría extrapolarse a otros países europeos donde la situación que hoy atraviesa Irlanda no tardará en reproducirse. Para ello, nos hemos puesto en contacto con los más altos responsables económicos y políticos españoles a fin de sondear su disposición a aplicar estas medidas. La respuesta ha sido más esperanzadora de lo que habíamos anticipado, pues el Reino de España está dispuesto a aplicarlas preventivamente, como lo hizo al aprobar la reforma laboral, la reducción de los sueldos de la función pública y la congelación de las pensiones. España está dispuesta a no ser Irlanda y, por ello mismo, acoge con entusiasmo nuestra proposición. Sólo propone el gobierno español un matiz: que el nuevo producto pueda comercializarse con la denomiación y el marcado de calidad "Ibérico". No tenemos ninguna objeción, pues el libre mrcado debe ser comptatible con las diversas tradiciones y métodos de producción.
Las autoridades irlandesas y las españolas han comprendido que una situación social controlada con arreglo a los modernos principios de la flexiseguridad, y unas finanzas públicas saneadas permitirán recuperar la confianza de los mercados y regresar al crecimiento. Una vez recuperada la inversión, se recuperarán también los niveles de empleo que reclaman los sindicatos y los demás intelocutores sociales. Según el gobierno español, las principales centrales sindicales son sensibles a nuestros argumentos.

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PS: Agradecemos su póstuma colaboración al gran Jonathan Swift, quien en plena fase de bárbara expropiación de los trabajadores y de hambruna provocada por la colonización inglesa en Irlanda, tuvo el valor de escribir en 1729 el bello panfleto satírico: "Una modesta proposición"

viernes, 19 de noviembre de 2010

¿El eurocomunismo en su camino de Damasco? La "dictadura de los trabajadores" según Cayo Lara


"in a Monarchy, the Subjects are the Multitude, and (however it seeme a Paradox) the King is the People"
(En una monarquía, los súbditos son la multitud y (aunque parezca una paradoja) el Rey es el pueblo)
Thomas Hobbes, De Cive, 12, VIII


El coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, sigue haciendo un ímprobo esfuerzo por situar más a la izquierda la imagen de su organización. El último episodio de esta limpieza de fachada de IU, una coalición política, cuyo principal componente es aquel Partido Comunista que Santiago Carrillo declaró "realista" por aceptar la monarquía encarnada en el Jefe de Estado impuesto por Franco, la bandera bicolor, los pactos de la Moncloa, el rechazo del derecho de autodeterminación, la inclusión de la economía de mercado en la constitución y otras lindezas, lo constituye una aparente vuelta atrás del Coordinador General sobre uno de los principios básicos del eurocomunismo: la renuncia a la dictadura del proletariado. Efectivamente, en un reciente mitin celebrado en Leganés, el dirigente de IU afirmaba
(cf.La República.es):

"Queremos hacer una dictadura", matizando estas palabras de la manera siguiente: "Queremos que las leyes se lleven al Boletín Oficial del Estado al dictado de los trabajadores, y no al de los intereses empresariales, por medios totalmente democráticos".

La dictadura, para Cayo Lara es por lo tanto un régimen basado en el "dictado", en el que unos dictan y otros transcriben. Hoy, quienes dictan son los empresarios, que hacen que sus intereses queden fielmente transcritos en la legislación; mañana, si la organización de Cayo Lara gana las elecciones ("por medios totalmente democráticos"), quienes dicten lo que tienen que escribir en las leyes los escribanos del Boletín Oficial del Estado (BOE) serán los trabajadores que IU pretende representar.

Por otra parte, Lara concibe su propuesta de dictadura "de los trabajadores" como remedio no a la actual legalidad, sino a su supuesto "incumplimiento". Afirma así Lara que "se está violando continuamente la Constitución" porque "la soberanía no es de los españoles. Es de los bancos y del Fondo Monetario Internacional", y porque "no se respeta la aconfesionalidad del Estado" y "se viola el derecho al trabajo" al haber más de cuatro millones de parados en España.

Aparte del interés histórico de unas declaraciones en las que el eurocomunismo español parece haber emprendido su camino de Damasco, abrazando de nuevo tan denostado concepto como el de "dictadura", las aserciones de Lara tienen un indudable valor teórico. En primer lugar, sitúan la propuesta de una "dictadura de los trabajadores" en un marco sociopolitico español y europeo caracterizado por la dictadura de la burguesía. En eso parece estar repitiendo el gesto del mejor Lenin, el del Estado y la Revolución, para quien "Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma o bajo otra, pero, en último resultado, necesariamente, una dictadura de la burguesía." (Lenin, El Estado y la Revolución, Cap.3). Así, a la dictadura de la burguesía, lo que hay que oponer -según Lara- es la dictadura "de los trabajadores", una dictadura que represente cabalmente sus intereses en el proceso legislativo.

Aun reconociendo lo anterior, las palabras de Lara resultan sumamente ambiguas. En primer lugar, el concepto de "dictadura" parece utilizarse de manera blanda. Aquí por "dictadura" no se entiende en absoluto, a la manera de Marx o de Lenin, una ruptura con la legalidad existente destinada a fundar otro orden social y político, pues esta curiosa "dictadura de los trabajadores" lo que prevé es redactar los contenidos del BOE de forma acorde con la legalidad vigente. Por otra parte, el objetivo no es sustituir esta legislación, ni modificar el texto constitucional que da cobertura al conjunto del ordenamiento político español. Para Cayo Lara, la "dictadura de los trabajadores" consiste en aplicar la constitución monárquica vigente, que a su entender permitiría realizar el derecho al trabajo y la separación de la Iglesia y el Estado y, probablemente superar el capitalismo. Con ello, además, el pueblo español recuperaría su soberanía hoy usurpada por los poderes financieros, pero, a juicio del coordinador general, inscrita en la constitución española del 78.

Cabe en primer lugar recordar algunos aspectos de la mencionada constitución que no sólo es liberal, sino fundamentalmente antidemocrática. Aun si pasamos por alto la forma de Estado monárquica que, en sí, es ya más que discutible, lo que no cabe ignorar es el origen de esta monarquía sui generis, una monarquía que es el resultado de la ley franquista de Sucesión a la Jefatura del Estado. Este aspecto histórico no es anecdótico, pues trae consigo importantísimas consecuencias. La primera de ellas es la consagración de principios antidemocráticos como la "unidad de España", principio que en un país históricamente plurinacional supone un atropello a los derechos de buena parte de la población, o del derecho del ejército a tutelar no ya la integridad territorial ni la seguridad del país, sino el propio "orden constitucional". Por otra parte, la constitución española es una de las pocas constituciones europeas que consagran un sistema económico como el único compatible con su ordenamiento: la "economía de mercado" (art. 38). Por mucho que en el mismo artículo 38 también se autorice la planificación, lo que no se puede hacer en el marco de la constitución española es abolir el capitalismo. De este modo, por mucho que se declare el derecho al pleno empleo, un hipotético gobierno de la monarquía presidido por Cayo Lara tendría que aceptar una gestión mercantil del empleo, esto es la existencia de un mercado de fuerza de trabajo, lo cual tiene como inevitable consecuencia la existencia permanente de un porcentaje de "desempleo natural" en términos de Friedman, o, en términos de Marx, un "ejército industrial de reserva", lo cual supone que el "derecho al trabajo" se niegue a una cantidad importante de ciudadanos.

El problema de Cayo Lara es que la constitución cuyos preceptos quiere ver cumplidos es la de un Estado esencialmente burgués, un Estado que no es una dictadura de la burguesía sólo coyunturalmente, por que haya gobiernos neoliberales de derecha o de izquierda, sino estructuralmente, y que lo seguiría siendo aunque gobernara Izquierda Unida. Un aspecto fundamental de la gobernamentalidad moderna encarnada en el Estado capitalista es precisamente el reconocimiento de la "naturalidad" de la esfera económica regida por el mercado. Dada esta esfera mercantil -supuestamente- autorregulada que funciona con la misma necesidad que los fenómenos meteorológicos, es tan absurdo considerar "anticonstitucional" que no haya pleno empleo, por mucho que la constitución reconozca este derecho, como acusar a una inundación o un terremoto que han barrido mi casa de negarme el "derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada" (art. 47). Un derecho que depende esencialmente de un orden contra el que el poder político afirma no poder ni deber hacer nada queda dejado al albur de las evoluciones del mercado.

En cuanto a la aconfesionalidad del Estado, cabe recordar que la única confesión explícitamente mencionada en la constitución es la Católica. Este hecho refleja el poder real de una institución que en los momentos inciales de la historia del Estado Español prestó a este la única institución que abarcaba los distintos reinos: la Suprema (Inquisición) de España. La Inquisicón española es así anterior a España y en cierto modo es uno de los agentes "etnógenos" que fundan la identidad de la entidad política heredera del Imperio español en que vivimos. La Iglesia forma así parte de los aparatos de Estado españoles y es un elemento integrante de su constitución "material" tan importante como el capitalismo o el poder militar. De este modo, quien aceptó, como lo hicieran los representantes del Partido Comunista en la ponencia constitucional, la mención explícita de la Iglesia Católica en la constitución sabía perfectamente cuáles son los límites de la "aconfesionalidad" del Estado Español. El enunciado del artículo 16.3, en su ambigüedad formal, apunta, sin embargo a una realidad material que no quiere combatir sino reflejar: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones." El contraste con la constitución republicana de 1931, realmente aconfesional, se aprecia a la simple lectura del artículo que esta dedica a la relación religión-Estado: "Artículo 3. El Estado español no tiene religión oficial.".

En cuanto a la soberanía del pueblo que Lara considera pisoteada por quienes hoy gobiernan, pero reconocida por el texto constitucional, cabe recordar al Coordinador General que en la constitución vigente "La soberanía nacional reside en el pueblo español". Ello no quiere decir que exista en España "soberanía popular", sino que corresponde al pueblo la "soberanía nacional". Esto significa que el pueblo no es titular de su propia "soberanía", cuyo atributo principal sería esa forma radical del poder legislativo que se denomina poder constituyente, sino que lo que al pueblo le corresponde es ser mero depositario de la "soberanía nacional", es decir de una entidad transhistórica y mítica independiente en gran medida de la voluntad del conjunto de la ciudadanía. La nación es soberana a través del pueblo, pero el pueblo en sí no es soberano. En el marco de la constitución española del 78, el pueblo español no puede permitir la autodeterminación de una parte de la población, pero ni siquiera puede imponer -sin ruptura- su propia autodeterminación si desea mayoritariamente fundar una república. El pueblo español, a través de la soberanía nacional existe en tanto que representado por el Estado, pero nunca como sujeto político autónomo, como poder constituyente. Por otra parte, la soberanía nacional consagrada por la constitución no implica que el pueblo pueda decidir sobre lo que ella misma ha excluido del ámbito de decisión de los poderes públicos, por ejemplo sobre las consecuencias del libre funcionamiento de los mercados. Esto no supone en modo alguno que los mercados, la banca o el FMI sean jurídicamente soberanos: dentro del actual ordenamiento constitucional, tienen el mismo estatuto que el anticiclón de las Azores o los movimientos de placas tectónicas, fenómenos físicos a los que ningún soberano se puede enfrentar.

La dictadura de los trabajadores que propone Lara no es por consiguiente, a pesar de las apariencias retóricas, la dictadura del proletariado. De hecho, los trabajdores que ejercerían esa dictadura tampoco coinciden con el proletariado. El proletariado es la clase sin cualidades, la clase de los sin clase, que no coincide con "los trabajadores" y cuyos miembros sólo tienen estatuto de trabajadores cuando están empleados y son representados por los sindicatos o la organización de Cayo Lara. La dictadura del proletariado, está más allá de la representación, más allá de la negociación sindical entre trabajo y capital en el mercado, más allá de la representación parlamentaria de los trabajadores por los partidos de "izquierda". El proletariado sólo se manifiesta como tal cuando ejerce su dictadura, esto es, en el momento paradójico en que desaparece como clase estableciendo las condiciones de la democracia. Esta dictadura, que Marx y Engels definen en el Manifiesto como "la conquista de la democracia" no puede ejercerse por medios democráticos, si con ello se entiende por los medios existentes en el régimen "capitalista democrático" en que vivimos; no porque su objetivo no sea la constitución de una democracia, sino porque ninguna democracia se ha fundado por medios democráticos preexistentes a su propia fundación. De lo que se trata hoy, es de acabar con el marco de la constitución formal y material española para fundar sobre una nueva base social una democracia; lo que es absurdo es soñar que se pueda decidir democráticamente, en contra de los poderes existentes, dentro del propio marco que estos poderes han establecido para su reproducción. No basta cambiar la voz que dicta el BOE, sino las relaciones sociales que en él se transcriben.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Los expertos: Sobre las declaraciones de González-Sinde acerca del Sáhara y la incompatibilidad de la democracia y el poder de los expertos.




La flamante ministra de Cultura del gobierno de Zapatero, Ángeles González-Sinde, se refirió en unas recientes declaraciones a Radio Nacional de España a las opiniones expresadas por determinados artistas acerca de la actual represión marroquí en el Sáhara Occidental. Lo afirmado por la ministra tal como lo recogen los diarios Público y La Vanguardia es lo siguiente:

"Nuestra responsabilidad en este asunto es lo suficientemente importante y es un tema lo suficientemente delicado como para que los que no somos expertos no hagamos ese papel de opinar y de contribuir a la confusión en lugar de encontrar soluciones"

1. En primer lugar, la ministra invoca -tal vez ignorando que pueda haber otra- una ética de la responsabilidad ("Nuestra responsabilidad en este asunto es lo suficientemente importante y es un tema lo suficientemente delicado.."). Recordemos que este tipo de planteamiento ético se contrapone desde Max Weber a la "ética de la convicción" o de "los principios". Lo fundamental es así para la ministra tener en cuenta las consecuencias de los actos que se realizan y no sólo el carácter moral o indecente de estos. Aquí, lo que está en juego son las relaciones con Marruecos en las que se nos da a entender que hay implicados muchos intereses económicos que van más allá de la "parcelita" que Felipe González afirmaba en su entrevista del País poseer en el Reino Alauita. Así, las consecuencias de una degradación de las relaciones con Mohamed VI deberían primar sobre el derecho de autodterminación e incluso sobre la libertad, la vida y la integridad física de los saharauis.

2. Por esto mismo, hay que dejar la palabra a los expertos y callarse. No se trata de que "los que no somos expertos hagamos ese papel de opinar" como dice la ministra torturando la lengua de Cervantes. No debemos, por lo tanto asumir un papel que no es el nuestro y que corresponde a quienes no saben de principios, sino de consecuencias: los expertos. Los expertos son los únicos que, en estas misteriosas y fangosas relaciones entre dos monarquías cuyo origen poco tiene que ver con la democracia, conocen lo que va a pasar con los intereses españoles si se defienden los derechos de los saharauis. El experto piensa en términos de causas y de efectos, de mecanismos que excluyen todo juicio ético. Su universo es el orden social y político existente y su objetivo no puede ser otro que su reproducción simple o ampliada. Otros expertos del mismo gobierno también habían decretado últimamente que hay que congelar sueldos y pensiones y atrasar hasta edades provectas la edad de la jubilación para que el capital financiero mantenga su confianza en España. Los expertos consideraron que el orden que beneficia al capital financiero es el único orden posible, incluso cuando, manifiestamente perjudica a la inmensa mayoría.

3. La ministra sostiene que los expertos son quienes más allá de "la confusión" saben "encontrar soluciones". Ahora bien, en el caso del Sáhara la confusión no la crean los no expertos que se permiten opinar, sino la gestión de este conflicto por parte de las autoridades marroquíes que han impuesto el cierre del territorio saharaui a la prensa española y a la prensa internacional que no comulga con su versión de los hechos. Dentro de esta confusión a la que contribuyó la torpeza de ciertos responsables saharauis que presentaron una foto de Gaza como si fuera del Sáhara, los expertos pisan un terreno sólido, el de los "intereses de España", esto es el de los intereses del capital español invertido en Marruecos o los de la "lucha contra el terrorismo islámico". Para defender estos supremos intereses, esto es el dinero de unos pocos o la perpetuación del miedo ante una amenaza fantasma que justifica un estado de excepción permanente, hay que renunciar a las obligaciones internacionales del Estado español, a su obligación de proteger a numerosos saharauis que siguien siendo ciudadanos suyos o a principios democráticos elementales como el derecho a la autodeterminación (renuncia esta última que las autoridades españolas hacen sin dolor, pues se ufanan de practicarla en su propio territorio). Los expertos nos dicen que la única opción es la complicidad con la ocupación y colonización marroquí y con sus consecuencias. Los socialistas españoles que se atienen a su dictamen comparten así la divisa de Margaret Thatcher, tan bien ajustada a la ideología espontánea de todos los expertos: "TINA" ("There Is No Alternative"/"No Hay Alternativa". Así, los "expertos" van instilando en el propio idioma castellano los significantes que vehiculan esta máxima como el extendidísimo latiguillo de la prensa y de los políticos "esto no es una opción". Anglicismo de ignorantes que oculta a penas la miseria ética del "experto".

4. Es difícil definir la democracia, pero si hay algo que la caracteriza es que no es un gobierno de los expertos. Más bien es un gobierno de los que no saben, o de los que sólo saben de aquello de lo que todos sabemos. La democracia se opone al poder aristocrático basado en la filiación o en el saber así como al poder plutocrático basado en la riqueza. Como afirma Jacques Rancière en su libro El odio de la democracia (2005), la democracia griega se basaba en el "demos", esto es en el pueblo concebido en oposición a los poderosos, como la parte de los que no tienen parte en la riqueza, en la nobleza ni en el saber, pero sobre todo, la democracia griega seleccionaba a los gobernantes por sorteo. Sólo el azar puede, en efecto decidir entre individuos rigurosamente iguales quien va a ostentar la responsabilidad de gobierno. No es así la elección, que siempre se basa en una cualidad o en la fabricación demagógica de la apariencia de una cualidad, sino la mera suerte la que decidía los cargos más importantes de la vida pública.Como afirma Rancière "Democracia significa en primer lugar lo siguiente: un "gobierno" anárquico, que no se basa en niguna otra cosa que la inexistencia de cualquier derecho propio a gobernar". Este aparente "escándalo" obedece al hecho de que la política -de la que la democracia no es sino el otro nombre-, a diferencia de la fabricación de automóviles o de la conducción de rebaños no requiere un saber, no es una técnica, sino una posición ética de la que todo animal parlante debe ser capaz. La virtud política existe, pero no está en el saber, sino en el juicio, en la capacidad de pensar prácticamente en la coyuntura, sin experiencia, ni ciencia, ni garantía. Tal es la belleza de la democracia que nosotros no conocemos, puesto que nos gobiernan los más ricos con la complicidad de los expertos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Felipe González: Más allá de la verdad y la mentira



"wenn du lügst, dann lüge gründlich, und vor allem bleibe bei dem, was du gelogen hast!" (cuando mientas, miente a fondo, y sobre todo no te desdigas de tu mentira) (Joseph Goebbels, 12 de enero de 1941, describiendo el arte de mentir...de los ingleses)


En su entrevista al País de hace unos días, Felipe González terminó por decir lo que aparentemente no sabía que sabía: que los GAL se dirigían desde los más oficiales de los despachos oficiales, haciendo patente que las cloacas desde las que se defiende el Estado no son nada oculto, sino que su fétido caudal discurre a la luz del día. Afirmando que "podía haber mandado volar a la cúpula de ETA", pero que "decidió no hacerlo", está reconociendo su mando directo al menos sobre una parte de la trama paramilitar asociada con los GAL. Afirmando que su ministro del interior, Barrionuevo, pudo mandar que liberasen de su secuestro a Segundo Marey, no hacía sino reincidir en lo mismo. Sorprende el descaro del exmandatario que afirma poseer una modesta parcelita en Marruecos y no poder comprarse una casa, cuando el mismo personaje acude como invitado a las reuniones de millonarios latinoamericanos convocadas por Álvaro Uribe y su círculo. Se puede ir por idealismo y sin ánimo de obtener un beneficio a casi cualquier reunión menos a las de gente de esa calaña.

Todo esto parece una broma, pero no lo es. Es más bien un síntoma de los tiempos que corren y que se caracterizan por el hecho de que, como sostenía un personaje de la última película de Jean-Luc Godard, "los canallas dicen la verdad"( "les salauds disent la vérité"). No la dicen siempre, pero la dicen. En el capitalismo tardío ya no es necesario mentir para cometer un crimen: las mentiras de Blair, Bush y Aznar sobre la guerra de Iraq parecen hoy casi una concesión a unas formas en desuso. Hoy los poderosos pueden decir abiertamente la verdad cuando cometen un crimen: ya no ocultan necesariamente el origen violento de su poder para que se les siga obedeciendo en nombre del derecho, sino que lo exhiben abiertamente. Ya no es, como pensaba Kant en su Doctrina del Derecho haciendo gala de cierto optimismo ilustrado, el disidente el que desvela los trasfondos y la genealogía del poder, sino el propio gobernante. Esta "sinceridad" es la de los herederos de los franquistas que ganaron la guerra y que no están dispuestos a ver horror alguno en las cunetas de media España. Es la franqueza del financiero de Wall Street, Warren Buffet cuando afirma que "hay guerra de clases, pero la estamos ganando nosotros"; la del presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán que afirma que, para salir de la crisis, habrá que "trabajar más para ganar menos", cuando bancos y capitales financieros acumulan los beneficios. Es una "verdad" que no es incompatible con la mentira. No sólo acompaña de cerca a la propia mentira, sino que, en cierto sentido la encarna. Este tipo de "verdad" es la más alta y efectiva expresión de la mentira. Es la verdad y la sinceridad de que hacía gala Adolfo Hitler cuando afirmaba desde los inicios de su carrera política que su objetivo era exterminar a los judíos. Una verdad y una sinceridad que por el contenido mismo de lo afirmado resultan increíbles. Goebbels aplicaba el principio inverso: para él cuanto más enorme era una mentira más creíble resultaba. La verdad es y era increible, la mentira es y era verosímil. Sobre la mentira el los regímenes totalitarios y, concretamente en el nazi, Alexandre Koyré afirmará:

"Por lo demás, podría discutirse el nexo que pretendemos establecer entre totalitarismo y mentira. Se podría argumentar que, lejos de ocultar o disimular los objetivos próximos o remotos de sus acciones, los gobiernos totalitarios siempre los han proclamado urbi et orbi (lo que ningún gobierno democrático ha tenido nunca el valor de hacer), y que es ridículo acusar de mentiroso a alguien que, como Hitler anunció públicamente (e incluso lo hizo imprimir negro sobre blanco en Mein Kampf) el programa que luego aplicó puntualmente.
Todo esto es cierto, sin duda, pero sólo en parte. Y por ello la objeciones que acabamos de formular no nos parecen en modo alguno decisivas.
Es cierto que Hitler (así como los otros jefs de Estado totalitarios) había anunciado públicamente todo su programa de acción. Pero era precisamente porque sabía que no le creerían "los demás", que sus declaraciones no serían tomadas en serio por los no inciados; es precisamente diciéndoles la verdad como tenía la certeza de engañar y de adormecer a sus adversarios.
" (Alexandre Koyré, Réflexions sur le mensonge, 1943)

Todo esto obedece al hecho de que el modo de conocimiento de nuestra realidad que hoy prevalece en nuestras sociedades, y sobre todo en el ámbito de la política, es el conocimiento imaginario. Se trata de un conocimiento que Spinoza definía como inadecuado, pues nos presenta los efectos separados de sus causas. Este conocimiento confuso que obtenemos por los sentidos o cuando sabemos algo de oídas se basa en la fe y no en una inferencia lógica. Es un conocimiento basado en ideas inadecuadas e incompletas cuya causa no es nuestra capacidad de conocer sino una determinación exterior a esta, que puede ser por ejemplo la palabra o la imagen abundantemente transmitidas por los medios de comunicación, o más bien de propaganda. Ante estas imágenes y estas palabras somos estrictamente pasivos y es indiferente que González, Buffett o el mismísimo Hitler digan una verdad o una mentira. El efecto de esas palabras e imágenes no será un conocimiento verdadero, porque no constituyen un verdadero conocimiento. Tal es el efecto de esa "estetización de la política" que ya denunciara Walter Benjamin en los años 30.

Así, por mucho que nos diga González que, por no se sabe qué escrúpulos, decidió no volar por los aires a la cúpula de ETA, despejando así la X de los GAL, la palabra que lo dice es, siendo veraz, perfectamente mentirosa en un sentido más radical, pues todo depende de la fé que se le conceda. De hecho, esa palabra ya ha producido sus efectos que no han sido como cabría esperar a algún incauto que un juez reabriese un sumario por terrorismo, sino que más de un partidario del régimen español haya afirmado con el crítico cinematográfico del País, Carlos Boyero, que él sí que habría decidido que se procediera a la voladura de esa famosa cúpula de ETA, "cúpula" esta que existe, por lo demás, en tantos ejemplares diligentemente desmantelados por la policía española que de envidia palidecieran ciudades como Roma o Florencia. El efecto de un conocimiento imaginario es así esencialmente práctico. Un cuerpo mueve a otros cuerpos; y una palabra y una imagen no son sino cuerpos. Lo que ocurre es que el movimiento de nuestro cuerpo al que corresponde un conocimiento imaginario es un movimiento pasivo, literalmente, es el movimiento/conocimiento de quien "se deja impresionar". El conocimiento imaginario, aquél que sólo reconoce verdades de la fe (en lo que otro nos revela) y no conoce las de la razón y el entendimiento (que investigan las causas), es el que acompaña a todo tipo de servidumbre.

Nos encontramos así ante una enorme dificultad a la hora de discernir lo verdadero de lo falso, pues no existe ningún criterio que permita hacerlo. Es lo que ocurre siempre que impera sin aparente remedio la imaginación. Pascal dice de ella algo tan actual como lo siguiente:

" IMAGINACIÓN. -He aquí la parte que engaña en el hombre, esta maestra de error y de falsedad, tanto más embustera cuanto que no lo es siempre; porque sería regla infalible de verdad si fuera infalible de mentira. Pero siendo casi siempre falsa, no da señal ninguna de su cualidad, marcando con un mismo carácter lo verdadero y lo falso.
No hablo de los locos, hablo de los más cuerdos; entre ellos es donde la imaginación tiene el gran don de persuadir a los hombres. Por mucho que la razón grite, no puede poner las cosas en su punto
."(Pensamientos, 82)

Para conocer la falsedad, es necesario conocer la verdad, pero esto resulta imposible desde la imaginación. Para Pascal, la solución está en apostar por la revelación como fuente de una verdad absoluta. Spinoza rechazará esa -falsa- solución. Para él es posible desplegar la actividad a partir de la transformación de un estado de pasividad. En una coyuntura adecuada,esto es uniéndonos a otros individuos de forma que aumente nuestra capacidad de actuar, es posible llegar a la verdad no mediante la trascendencia divina, sino por la construcción activa de lo común. Lo común es, entre otras muchas cosas, el lenguaje que nos pertenece a todos y sobre el que el poder puede muy poco. El lenguaje tiene gramática pero no gobernantes ni gobernados. A partir del lenguaje es posible interpretar los enunciados de los poderosos, de González, de Zapatero, de Hitler o de Ratzinger como fenómenos naturales cuyo conocimiento no requiere ninguna revelación, ni la de Dios ni la de sus autores, sino una investigación de sus condiciones de producción y de existencia. Es posible así investigar las causas y efectos del lenguaje del poder y obtener sobre él un conocimiento verdadero que nos permita afirmar una verdad, pero sobre todo una potencia de lo común al margen de él.

miércoles, 27 de octubre de 2010

SIDA, pensiones y justicia inmanente del mercado: contra la teología capitalista (para que cunda urgentemente el ejemplo de Francia)



Je suis la plaie et le couteau !
"Je suis le soufflet et la joue !
Je suis les membres et la roue,
Et la victime et le bourreau !
Je suis de mon coeur le vampire,
- Un de ces grands abandonnés
Au rire éternel condamnés,
Et qui ne peuvent plus sourire."


(Soy la herida y el cuchillo/soy la bofetada y la mejilla/soy los miembros y la rueda del suplicio/¡soy la víctima y el verdugo!/Soy de mi corazón el vampiro,/-uno de esos grandes abandonados/a la risa eterna condenados/ y que ya no pueden sonreir)

(Baudelaire, Heautontimoroumenos)


El Reino de Bélgica se ha visto sorprendido estas últimas semanas por unas declaraciones de su más alto prelado, Monseñor Léonard, arzobispo de Malinas y primado de Bélgica, sobre el SIDA. En un libro de conversaciones que había pasado hasta ahora inadvertido y que acaba de traducirse al neerlandés atrayendo la atención de los periodistas flamencos y del conjunto de la opinión pública belga, el prelado responde prudentemente a una pregunta algo provocadora del periodista acerca del SIDA negando que esta enfermedad sea un "castigo divino". Con ello, Monseñor Léonard se desmarca de la extrema derecha religiosa que había afirmado desde la era Reagan que el VIH era el instrumento directo del castigo divino que merece nuestra corrupta humanidad por los desordenes en materia de "moral sexual" que suponen la promiscuidad y la homosexualidad. El cardenal belga no afirma eso, afirma sin embargo, que en el SIDA podría verse, si no un castigo "un acto de justicia inmanente" en el que Dios no actúa de manera directa, sino a través de las leyes de la naturaleza. Entrevistado por la televisión belga acerca de las declaraciones vertidas en el libro, Léonard se reafirma en lo dicho y lo justifica. Recuerda por ejemplo que, en las cajetillas de cigarrillos se apela ya a esta justicia inmanente y que se recuerda al fumador que "el tabaco mata". También, usando una perspectiva "ecológica" sostiene el prelado que quien contamina tiene que sufrir él mismo los efectos de su incauto proceder.

El SIDA no es, pues, un castigo, sino un efecto directo del propio acto sexual "irregular" crudamente caracterizado por el representante de la Iglesia de Bélgica como el "uso de mucosas" que no son las adecuadas". La adecuación de las mucosas obedece aquí a dos criterios: un criterio fisiológico, esto es que se haga uso o no del conducto "natural" ("vas naturale")y un criterio jurídico, a saber que el acto se consume con el cónyuge legítimo y con la finalidad legítima del matrimonio que es la procreación. La epidemia de SIDA se ha extendido, según el monseñor, como efecto directo de la promiscuidad sexual reinante. De ahí que no hable de "castigo" en el mismo sentido del castigo divino infligido a Sodoma y Gomorra, sino de "justicia inmanente", esto es de efecto proporcionado a la causa, en este caso, de enfermedad que corresponde directamente -según él- a un acto "antinatural".

Independientemente de sus disparatadas apreciaciones "epidemiológicas" que vienen a incidir en la mortífera y oscurantista campaña que el Vaticano y otras sectas cristianas despliegan a propósito del SIDA, lo que llama la atención en la afirmación del prelado belga es la proximidad de su lógica, no ya a la de las extremas derechas relgiosas que blanden ante los pecadores la inminencia del castigo divino, sino a la corriente principal del neoliberalismo. Léonard, en sus declaraciones no sería así un simple cavernícola como algunos pretenden, sino un eclesiástico resueltamente "postmoderno", capaz de enlazar la vieja tradición cristiana de la "oikonomia", la economía de la salvación en la que Dios se vale de los recursos de este mundo para hacer llegar su reino y, en particular, recurre a la justicia inmanente de la "naturaleza", con la novedosa teoría (neo)liberal de la economía de mercado. Dos falsas inmanencias se comunican así a través de los siglos.

Baste recordar que el liberalismo desde su época clásica siempre se ha presentado como una fuerza de oposición al poder soberano. Lo que propugna el liberalismo es una contracción del poder soberano y un libre despliegue de la presunta capacidad de autoorganización de la sociedad en torno al mercado. La intervención directa del soberano para reprimir una conducta debe pues ser algo cada vez más excepcional, siendo el modo normal de gobierno aquél que se rige por la lógica económica de las acciones y reacciones de los sujetos libres que procuran realizar sus intereses en el mercado. La justicia inmanente es, en este contexto, la que arruina a un comerciante que vende productos que nadie quiere o al pródigo que dilapida sus recursos y tiene que vender su fuerza de trabajo en el mercado para sobrevivir. El mercado no castiga las conductas "irregulares", pero hace que generen pérdidas. En eso es el mercado el operador más eficaz de la justicia inmanente.

Lo que ocurre es que el propio mercado es algo constantemente creado y reproducido por la intervención del soberano y que, dejado a su suerte, genera crisis que amenazan su propia existencia. Tal fue el gran descubrimiento del neoliberalismo que, tanto en su versión alemana (el Ordoliberalismus) como en su versión anglosajona propugnan una firme intervención del Estado para fomentar el buen funcionamiento del mercado. Lo que para el liberalismo inicial era simple fruto de la naturaleza es ahora resultado de un artefacto político que "ayuda" a la naturaleza a funcionar correctamente.

Un excelente ejemplo de este funcionamiento de la "justicia inmanente" neoliberal lo tenemos en la actual política de liquidación del derecho a la jubilación con una pensión digna. Este derecho, hasta ahora garantizado por los poderes públicos, tiende, mediante una resuelta intervención política sobre las edades de jubilación y sobre el cálculo del importe de las pensiones, a desaparecer del paisaje social de la Europa occidental. El vacío que deja quedará progresivamente cubierto por fondos de pensiones por capitalización enteramente financiarizados. Esto podría considerarse un elemento anecdótico dentro de una ya larga estrategia neoliberal de privatizaciones, si no fuera porque amenaza con convertirse en el instrumento principal de un renovado "capitalismo financiero popular".

Se sabe que uno de los objetivos del neoliberalismo es la "desproletarización". Se trata de liquidar la lucha de clases haciendo que los trabajadores sean propietarios, de su vivienda, de su automóvil, incluso parcialmente de su empresa. En realidad, este objetivo algo utópico sólo se ha logrado en ínfima parte en algunos países como Alemania y los países nórdicos. En los demás, el sueño de la propiedad de la vivienda y del automóvil se ha transformado para muchos en la pesadilla del endeudamiento y la participación en el capital de la empresa no ha llegado a ser ni siquiera simbólica por falta de capacidad de ahorro. La transformación de los regímenes de pensiones brinda hoy al capital una oportunidad histórica para cumplir este programa de desproletarización. La liquidación de la pensión por reparto y su sustitución por la pensión por capitalización hacen de todo trabajador un participante en un fondo de pensiones cuya función es buscar sin descanso las inversiones más rentables posibles. Si la inversión en una determinada empresa ha dejado de ser suficientemente rentable, el capital financiero, como la langosta, busca otro lugar más propicio para obtener el rendimiento financiero que reclaman sus clientes. Ahora bien, sus clientes son los propios trabajadores de las empresas a las que se exige aumentar los márgenes de beneficio, en particular mediante una mayor explotación de sus trabajadores. Como lúcidamente explica Frédéric Lordon "Mediante las masas de ahorro que implica, la jubilación por capitalización lleva al colmo la implicación financiera de los asalariados y, por ello mismo, vincula objetivamente los intereses de los asalariados a la buena fortuna de la finanza, la cual prospera precisamente oprimiéndolos. Un sofista liberal que pasara por aquí objetaría, sin duda, que si ahora sufren un poco los asalariados, los jubilados que ellos mismos serán más tarde saldrán beneficiados. [...] Pero lo mandaremos a paseo haciéndole observar, basándonos en las numerosas experiencias ya existentes, que los fondos de pensión por capitalización producen a la vez asalariados explotados y jubilados indigentes, sencillamente porque los numerosísimos intermediarios de la división del trabajo financiero se cobran en especie embolsándose gigantescas comisiones."

El trabajador queda así dividido entre su condición de titular de un fondo de pensiones que exige mayores beneficios a las empresas donde invierte y de obrero o empleado de una de esas empresas, que aspira a mejorar sus condiciones laborales. Si, como dueño de una parte del fondo de pensiones exige mayor rentabilidad a éste, lo que está reclamando es ser más intensamente explotado o incluso ser despedido si el capital invertido no obtiene una remuneración suficiente. Si, en cambio, como obrero exige unas condiciones de trabajo y remuneración dignas, disminuirá por ello mismo la remuneración del capital financiero y pondrá en peligro su puesto de trabajo. Como futuro jubilado se hará solidario con el capital financiero en general y denunciará a los gobiernos que quieran limitar la movilidad del capital financiero. Ante cualquier intento de regulación de los movimientos del capital financiero podrá acusarse a los gobiernos y a los sindicatos que apoyen estas medidas, de "insolidaridad con nuestros mayores". Quien intente, frente al poder financiero, finalmente interiorizado, realizar una política con objetivos de clase que no sean los de la burguesía, tendrá que atenerse a las consecuencias de sus actos y arriesgarse a que su pensión por capitalización financiera se degrade. Aunque, de todas formas esa perspectiva de degradación está garantizada también por la monstruosa tasa de beneficios en formas de comisiones de los intermediarios financieros.

Tal es el nuevo marco "natural" que el neoliberalismo nos propone y contra el cual toda rebelión, en el caso improbable de que se produzca, saldrá muy cara, en términos estrictamente mercantiles. Como diría Monseñor Léonard, la naturaleza "se venga, mediante su justicia inmanente" cuando nos apartamos de ella." Esto nos hace ver lo que hoy está en juego en Francia y en toda Europa. La resistencia francesa contra la reforma de las pensiones es directamente política y, como toda acción política, se enfrenta a la enorme mistificación que es la apelación a esa muy artificial "naturaleza" representada por las "leyes del mercado". Gracias a Freud y a Marx sabemos hoy que ni en la sexualidad humana, ni en las relaciones sociales gobierna ningún tipo de naturaleza. Quien habla a este respecto de "naturaleza" nos quiere engañar presentándonos como "natural" su orden moral o político.