miércoles, 13 de marzo de 2013

La pesadilla de Orwell. Sobre El Malson d'Orwell

(Recensión de El Malson d'Orwell. Control social i noves tecnologies, Tigre de paper edicions, Manresa, 2013)

Este es un libro que nos viene de Cataluña y que menciona en su título a Orwell, no al Orwell que escribiera un vibrante homenaje al país ibérico como baluarte de la libertad y de la revolución, sino al autor de 1984. El Malson d'Orwell (La pesadilla de Orwell) trata de la Cataluña y del Estado español de hoy, pero no desde el punto de vista de la crisis, los recortes y el desastre social, sino desde la perspectiva -complementaria- de la instauración de una sociedad de control que crea en torno a la población una red de vigilancia cada vez más tupida y extensa tanto en el tiempo como en el espacio. Cataluña es un país donde una mayoría social desea la autodeterminación, pero donde esta autodeterminación intenta ser capitalizada por fuerzas de derecha neoliberal cuyo programa de diálogo con la sociedad azotada por los recortes sociales, el paro y la reducción de salarios es "hacer que vuelva el miedo". Responsables policiales catalanes han afirmado que si Gandhi fuese catalán habrían mandado a los Mossos a romperle los huesos o que los que protestan son "ratas que hay que hacer salir de las alcantarillas". La burguesía catalana prepara diversas estrategias de supervivencia: una de ellas es intentar encabezar -mentirosamente- un movimiento por la autodeterminación, otra paralela a esta es convertir al Principado de Cataluña en un laboratorio de represión y de control de las disidencias sociales asociado -como en tantos otros periodos históricos- a los aparatos del Estado español.

El librito se compone de tres partes: una introducción de David Fernández, diputado por las CUP en el Parlamento de Cataluña donde enmarca la dimensión represiva y de control en la coyuntura catalana actual, una introducción teórica sobre el control social en sentido amplio y una utilísima guía de los diversos instrumentos de control. La introducción teórica asocia correctamente el desarrollo del control social al "aumento de la complejidad social" propio de una sociedad y una economía que funcionan cada vez más en red y donde los aspectos cognitivos ocupan un lugar central tanto en la producción como en la autoproducción biopolítica de la sociedad. La dispersión y la diversidad de los agentes productivos no permite ya un control limitado al centro de trabajo: hoy el centro de trabajo es el conjunto del espacio social y el tiempo de trabajo es todo el tiempo de vida. Por ello mismo, no basta un control estatal: el control social es obra de un entramado flexible de agentes públicos y privados que pretende cubrir la vida social en la mayor extensión posible. Podría añadirse, como se indica en los análisis de Mathieu Rigouste que el control y la represión son, como sector económico de pleno derecho, una fuente de beneficio económico, un auténtico sector de la bioproducción propia del capitalismo postfordista.

La guía se articula alrededor de dos ejes principales: 1) los aparatos actuales de control social donde la concentración de la industria mediática como productora de subjetividad y sujeción se asocia a una espeluznante descripción -no exhaustiva, precisan los autores- de los medios de control y vigilancia, biométricos, de observación, de identificación, de interceptación de comunicaciones etc.; y 2) Los marcos legales (o no) de control social donde se destaca la importante producción legislativa de la UE en esta materia, desde la euroorden o  la legislación "antiterrorista" a los ficheros de activistas, así como el arsenal legislativo y las distintas prácticas de control desarrollados en el Estado español, como SITEL, las distintas posibilidades legales de cierre de páginas web, etc.

Ciertamente, Orwell ni soñó que las posibilidades de control social pudieran llegar tan lejos. Sin embargo, el poder, enfrentado a la complejidad de la trama biopolítica de nuestras sociedades, es incapaz de hacerse con toda la información. La pesadilla totalitaria del Total Information Awareness (Conocimiento Total de la Información) que llegó a proponerse como programa del Departamento de Defensa en los Estados Unidos después del 11 de septiembre se quedó en un ensueño del poder. Como afirma David Fernández  "Disponer de mucha información no es garantía de nada si no se sabe leer y descodificar y las posibilidades de bloquearla y sabotearla existen".  Esto no hace que el sobresaturado dispositivo actual de control social no sea peligroso. Lo es y mucho, pues una bestia ciega y acosada puede dar tremendas embestidas, pero lo que el poder capitalista no podrá hacer nunca es realizar su objetivo de control social exhaustivo, pues las redes de la bioproducción, del trabajo vivo, exceden a todo dispositivo de control o vigilancia.



jueves, 7 de marzo de 2013

Dalton Trumbo: el largo tiempo del sapo



Dalton Trumbo, El tiempo del sapo. Un estudio sobre la Inquisición en América (traducción de Breixo Viejo Viñas), Artefakte, Barcelona, 2012

La joven editorial Artefakte ha tenido la audacia de traducir y publicar recientemente un título que era difícil de encontrar en lengua original: El tiempo del sapo (The Time of the Toad, 1949) de Dalton Trumbo. Se trata, más que de un texto biográfico -aunque también lo es- de un alegato político por la libertad y, en concreto, en favor de la libertad de expresión. El tiempo del sapo se refiere a un período histórico preciso, el de la caza de brujas protagonizada por la comisión Mc Carthy contra la izquierda americana y, en el caso que afecta más directamente a Trumbo, a la que se encontraba ampliamente representada en la industria cinematográfica, el "Hollywood rojo". Dalton Trumbo era guionista de cine, autor de guiones de películas célebres como Éxodo o Espartaco, director también, en los años 70 de la impresionante película antimilitarista que es Johnny cogió su fusil. En 1948, comparece ante la comisión que lo interroga sobre su afiliación sindical y lo somete a la pregunta habitual: "Es o ha sido usted miembro del partidocomunista o de alguna de sus organizaciones?" Trumbo se niega a responder. Su negativa se basa en el derecho a la confidencialidad de las afiliaciones políticas y sindicales y de la libertad de conciencia así el derecho de asociación que reconocen la constitución y las leyes norteamericanas. Esta negativa a responder le costará muy cara. Después de un largo proceso con diversas apelaciones acaba condenado a un año de cárcel, a una multa y a la inhabilitación profesional como guionista cinematográfico. Tras salir de la cárcel le esperan años de exclusión y penalidades materiales, pero valiéndose de diversos ardides para ocultar su identidad, logra volver a trabajar como guionista en producciones que tuvieron gran éxito.

El tiempo del sapo es un largo panfleto político que Trumbo escribe como alegato contra una comisión Mc Carthy que -como se ve en el interrogatorio recogido como apéndice del libro- no le ha dejado ninguna posibilidad de defenderse de unas acusaciones anticonstitucionales y antijurídicas, propias de un proceso político. La línea defensiva de Trumbo es clara. Se inscribe en la línea de lo que el gran abogado francés, Jacques Vergès denominó "defensa de ruptura". De lo que se trata en esta táctica es de desacreditar a un tribunal que se presenta como un órgano imparcial y mostrar que es un instrumento de poder político. No era difícil en el caso particular de la comisión Mc Carthy.  La comisión aparece en el panfleto de Trumbo como una nueva inquisición o un avatar transatlántico de los aparatos represivos del Tercer Reich. No es mera exageración retórica: Trumbo comparará las declaraciones de este tribunal represivo surgido de la democracia americana con las de los órganos y jerarcas del nacionalsocialismo que utilizan expresiones y doctrinas muy próximas. Estamos en los años del comienzo de la guerra fría: el enemigo ha dejado de ser el nazismo y el fascismo; ahora el enemigo por excelencia es el comunismo. A finales de los años 40, la administración norteamericana no tiene ya ningún empacho en colaborar con antiguos o nazis o con los regímenes del Eje que, como el de Franco en España, han sobrevivido al conflicto. Se acabó el antifascismo, se acabó también esa fase de la democracia norteamericana que, con Franklin Delano Roosevelt había intentado dar una base material a los derechos recogidos en la Constitución. La prioridad es ahora contener el comunismo, no actuando sobre sus causas, sino sobre los efectos de estas. La comisión, que supuestamente defiende a los Estados Unidos de las "actividades antinorteamericanas" se ve en el alegato de Trumbo como la más antinortemaericana de las instituciones, la más hostil a las libertades, a la Constitución, incluso al libre mercado en cuanto presiona directamente a las productoras cinematográficas para que no contraten a "comunistas".

Muchos ceden ante la presión de la propia comisión, pero también ante la presión social que esta había desencadenado mediante un contagio del miedo. Se crea una atmósfera de delación generalizada, una atmósfera en la que, para sobrevivir socialmente, muchos prefieren "desayunarse con sapos", "tragar sapos", como en el panfleto de Emile Zola en que se inspira el título de Trumbo. El espíritu de El tiempo del sapo es, por lo demás, muy cercano al del otro gran panfleto de Zola,  J'accuse, en el que el gran novelista arremetió contra otra persecución, esta vez dirigida contra un oficial judío francés, el coronel Dreyfus y, por extensión, contra todos los judíos de Francia. La lógica del antisemitismo es hermana de la del anticomunismo o la del antiterrorismo. De lo que se trata es de perseguir a un grupo de personas, no ya por sus actuaciones supuestamente criminales, sino por lo que son. Tanto el judío, como el comunista o el terrorista son esencialmente peligrosos. El judío lo es, porque independientemente de lo que haga, el discurso antisemita lo verá como un conspirador nato, el comunista porque, en un extremo de idealismo, el anticomunista considera que sus ideas pueden ser peligrosas para el orden establecido, el terrorista, por último por ser la figura criminal más indefinida del mundo, pues ningún acto concreto es terrorista como tal, sino en cuanto ha sido realizado por alguien que el poder señala como "terrorista". Se perfila así una doctrina penal que hace primar la supuesta esencia del sujeto (esencia peligrosa) sobre sus actos y que castiga el hecho de "ser" una determinada cosa. Esta doctrina penal cuyos precedentes se encuentran en la la Inquisición y en el derecho penal "analógico" del Tercer Reich es la que denuncia Trumbo en su panfleto, muy cercano en su inspiración a Las leyes canallas, aquel alegato contra la legislación antiterrorista escrito por Émile Pouget y Léon Blum medio siglo antes.

Los Estados Unidos se han presentado ante el mundo como un modelo de libertad. Dalton Trumbo intentará tomarles la palabra a quienes defienden ese modelo y mostrar que la libertad no puede nunca existir en un sistema cerrado basado en un consenso sin fisuras. Trumbo suscribiría la idea de Rosa Luxemburg de que "la libertad es siempre la del que piensa de otra manera". Una libertad así implica desde el punto de vista jurídico la más exquisita distinción entre el pensamiento, que debe permanecer libre, y los actos. No puede haber un delito de pensamiento o un delito de esencia, sino que todo delito debe determinarse exclusivamente como un acto y como un acto bien definido según el principio "nullum crimen sine lege" (no hay delito sin ley). Negándose a responder ante la comisión Mc Carthy, Dalton Trumbo realizó un acto de resistencia contra el poder de excepción que es el rostro oscuro de todas las democracias y mostró que el régimen político "normal" de un capitalismùo democrático, nunca está muy lejos de sus formas de excepción.

El tiempo del sapo no se ha acabado: hoy se prolonga en las legislaciones antiterroristas y en sus consecuencias liberticidas, también en el antiislamismo, nuevo avatar del antisemitismo y en otras formas esencialistas de nombrar al enemigo y negar de ese modo la división y el antagonismo internos que caracterizan a nuestras sociedades de clase. Para conquistar una democracia real es necesario deshacerse de ese pesado lastre y abandonar el sueño totalitario de una sociedad sin fisuras ni antagonismos. Como la historia nos ha mostrado, este triste sueño, por desgracia, no es exclusivo del macarthismo ni de las derechas. Incluso una sociedad sin clases será una sociedad dividida y fisurada en la que existirán los que piensen "de otra manera".

(Texto publicado en la Web de Viento Sur)


miércoles, 6 de marzo de 2013

Hugo Chávez, el clinamen. Una despedida materialista.









Se fue el comandante Chávez. Nos quedamos con este mundo que sigue oliendo a azufre y en el que hay tanto por hacer para lograr una vida libre y digna para todos. Pero ese mundo, hoy está en movimiento. La Bestia sigue gobernando, pero empieza a retroceder. En los feroces años 80, parecía invencible. Gracias a algunos personajes pintorescos, valientes y entrañables que venían de la mejor tradición latinoamericana, el Subcomandante Marcos y el comandante Hugo Chávez Frías, seguidos de otros muchos y de millones de personas, supimos que lo peor no era necesario e irremediable. Supimos que la opresión y la explotación, que el racismo y el colonialismo podían ser combatidos con éxito: no eran por lo tanto fenómenos "naturales" y "necesarios" como la ley de la gravedad. Sostiene Lucrecio en su poema De la Naturaleza que los átomos caerían todos ellos en línea recta como la lluvia con una necesidad invencible, si, de vez en cuando, sin que se pueda nunca saber como ni cuando, uno de esos átomos no se desviase de su curso. Solo esa desviación (clinamen) permite que los átomos se encuentren, se unan entre sí en cuerpos y exista un mundo. Chávez, en la larga noche de piedra, en la larga y fría lluvia de piedras que caía en los años 80 y a principios de los noventa sobre los que creíamos posible un mundo que fuera muchos mundos y donde todos cupieran, nos hizo ver más que una esperanza, la realidad tangible de esa desviación del curso "normal" y horrible de las cosas. ¿Quién no recuerda aquél momento en que muchos, muchísimos, fuimos Chávez, cuando en la tribuna de las Naciones Unidas que acababa de ocupar Bush, el presidente de la Venezuela bolivariana afirmó: "aquí huele a azufre"? La Bestia acababa en efecto de pasar por ahí. Casi nadie quiso verla, menos Hugo Chávez. Ese mismo Hugo Chávez a quien incumbió el honor -en nombre de millones de personas- de irritar diciendo verdades al heredero de Francisco Franco, que rompiendo el protocolo de una cumbre Iberoamericana le dijo chulescamente "¿Por qué no te callas?"



Hoy que se ha ido el comandante, es necesaria la máxima alerta y una solidaridad activa con la revolución bolivariana. Lo más importante es seguir adelante con todos  los procesos de resistencia y de liberación en curso. La mejor solidaridad con un proceso revolucionario es repetirlo en condiciones distintas. Replicar la revolución bolivariana, la revolución bonita, incluso aquí en Europa, sobre todo aquí en Europa. No hay tiempo que podamos dedicar exclusivamente al duelo y a las lágrimas, a pesar de la tristeza, de la pérdida de quien muchos consideramos un compañero, un amigo, un hermano, uno de nosotros, un hombre cualquiera presidiendo una república y encabezando una revolución. Gracias a Chávez, la idea de que otro mundo es posible se fue confirmando en la práctica después de décadas de contrarrevolución neoliberal, de tristeza y de oscurantismo. Gracias a Chávez, América Latina se atrevió a cambiar y sigue adelante un proceso muy alentador en muchos de sus países. En América Latina, al igual que en Europa y en el resto del mundo, tenemos en marcha una "revolución bonita" que nos costará mucho esfuerzo y muchas dificultades, pero que nos permitirá salir de la oscuridad y ser libres. 



Hasta siempre, comandante. Tus actos valientes seguirán produciendo efectos por muchas generaciones. ¡Venceremos!

jueves, 28 de febrero de 2013

A propósito de Beppe Grillo: política y bufonería



El lugar del poder, nos enseña Michel Foucault en su curso sobre Los anormales, es siempre un lugar histriónico, marcado por actos, rituales, hábitos, formas, lenguajes y otros ropajes simbólicos insensatos y extravagantes respecto del sentido común. Los monarcas, los dictadores, los papas, difieren de los locos que se toman por tales por el aparato que los rodea y que organiza su "Gloria" y sienta las condiciones para que el pueblo les dé la ovación en que esta gloria se basa. Aislados de este dispositivo son, obviamente, gente como los demás, pues, según la premisa metodológica de Maquiavelo y de todo historiador materialista: "todo el mundo es vulgo". El carisma no es así causa y fundamento del poder, sino su efecto, el efecto de los aparatos ideológicos y políticos de Estado que reproducen la relación entre sujeto del mando y sujeto de la obediencia o súbdito. Lo curioso de Beppe Grillo -y en parte de Berlusconi- es que da una vuelta más a la ecuación que hace del poderoso un payaso rodeado de una pompa grotesca y se autoriza como simple payaso a entrar en el histriónico lugar del poder, como si lo hiciese en terreno conocido. Los efectos de este acto son incalculables.No se pueden olvidar a este respecto los entrañables cómicos antifascistas que interpretaron en To be or not To Be de Ernst Lubitsch el papel de Hitler y de su séquito de nazis -tan ridículos y tan realistas a la vez- ni por supuesto al Chaplin del Gran Dictador.

Cuando penetra una persona del pueblo, a la que la división social del poder no ha otorgado ningún mando, en el lugar del poder, el efecto histriónico del poder se hace visible como tal. Es el caso del Cantinflas del Señor Presidente, pero también el de personajes del pueblo como Hugo Chávez o Evo Morales. En una democracia no debería tener nada de particular que cualquiera accediese a las más altas magistraturas. En la Atenas de la antigüedad, para cubrirlas, se hacía un sorteo entre los ciudadanos, único método que garantiza la prefecta igualdad de oportunidades necesaria entre ciudadanos que se reconocen entre sí como iguales. La elección, en cambio, nunca es democrática, pues como su nombre indica, se basa en una selección, en una discriminación basada en desigualdades, en la elección del "mejor" que suele ser el más poderoso, pues tiene los recursos necesarios para determinar su imagen social. A veces, sin embargo, por vía electoral puede darse la sorpresa de que la elección no reproduzca la jerarquía social y que una persona del pueblo acceda a las más altas magistraturas u obtenga una amplia representación electoral. Tal ha sido el caso de varios países latinoamericanos en las últimas décadas. Tal es probablemente el caso de Beppe Grillo en las últimas elecciones italianas.

El ascenso a la representación parlamentaria como tercera fuerza política  -y primer partido en solitario- de un importantísimo país europeo de un bufón profesional descoloca a una engolada clase política de izquierda como de derecha, le hace percibir su propio ridículo, la bufonería profunda de su poder frente a la dura realidad de la mayoría social que dicen representar. Ciertamente, en el programa electoral de Beppe Grillo no hay gran cosa, pero si se lee su blog, un instrumento fundamental de la elaboración participativa de la política del Movimiento 5  Estrellas, las reivindicaciones de la mayoría social se abren paso claramente: auditoría de la deuda y anulación de la deuda ilegítima u odiosa, renta básica (salario di cittadinanza), extensión de la participación democrática de la ciudadanía, asunción de reivindicaciones locales, ecologistas o de otros tipos, etc. Muchos elementos de lo que podría ser un interfaz de los movimientos como es en Grecia Syriza. Beppe Grillo no lo es aún: sigue siendo en gran medida un punto altamente inestable situado entre un vacío que puiede articular demandas, acogiéndolas en el marco de lo común y el agujero negro que las puede neutralizar e incluso ahogar en el espectáculo. En su propio programa existen eleme,ntos muy reaccionarios en materia de inmigración y el balance de la gestión de la ciudad de Parma por su "movimiento" es bastante preocupante. 

De momento, hay mucha incertidumbre y es arriesgado afirmar que Grillo sea "uno de los nuestros" como se afirmaba hoy en un artículo de Il Manifesto o que sea un elemento de reproducción del sistema como afirmaban los Wu Ming inmediatamente después de las elecciones. De momento, nadie puede negar que -unido al imprevisible partido de la Mafia encabezado por Berlusconi- ha sido hasta ahora, como afirma Bifo, el único freno eficaz al programa de devastación de la troika y eso es mucho, muchísimo. A partir de ahora, se abre un espacio en el que los movimientos sociales pueden definir sus reivindicaciones sin que queden simplemente aplastadas bajo el dictado de la troika: estas reivindicaciones podrán hacerse oir en un parlamento al que no podían acceder. Los grillistas tendrán que definirse claramente sobre la cuestión fundamental de los comunes, de los servicios públicos, de los bienes públicos. Esta será la piedra de toque que permitirá saber si estamos ante ese interfaz de los movimientos sociales que la izquierda itliana no ha querido ser, y por lo tanto ante el surgimiento de un movimiento popular de nuevo tipo, al margen de la izquierda tradicional como los que han surgido en el proceso de cambio que hoy conoce América Latina.

martes, 26 de febrero de 2013

Italia: la hora de los bufones (reflexiones sobre las últimas elecciones)




Una vez conocidos los resultados de las legislativas (politiche) italianas no puede dudarse de que el país -y con el la UE- se encuentre en un momento muy peligroso, pero Hölderlin afirmaba que  "allí donde crece el peligro, crece también la salvación". En Italia se está derrumbando un régimen uno de cuyos pilares han sido el PCI y sus avatares. No hay que olvidar que el PCI fue el gran partido de la represión contra la insurgencia de los años 70, el del rechazo de cualquier forma de negociación, a cambio incluso de vidas como la de Aldo Moro y tantas otras. Fue también el partido comunista que más se separó de sus bases obreras activistas al optar por la defensa a ultranza del Estado capitalista italiano, lo que se tradujo en una utilización oportunista y cruel de las leyes antiterroristas como medio de purga interna de la izquierda italiana y de venganza contra el proletariado insurrecto indistintamente calificado como "terrorista". No hay que olvidar que fue la magistratura próxima al PCI la que mandó a la cárcel a Toni Negri por cargos absolutamente alucinantes y dignos de los procesos de Moscú. Falta en Italia la gran organización de la izquierda que se ha logrado formar en Grecia en torno a un programa claro de resistencia contra la deuda. Falta por motivos históricos, puesto que el PCI, ya desde la postguerra fue siempre el partido de la disciplina de fábrica y de la obediencia al Estado de derecho. De ahí su enorme disociación de los movimientos sociales, solo comparable a la que conocieron los partidos comunistas de la Europa del Este.

El suicidio del PCI tiene que ver, sin duda, con lo que ocurrió en Europa del Este. El PCI, desde finales de los 60 fue desconectándose de la nueva configuración del proletariado e incluso llegó a enfrentarse a ella desde el Estado. La separación entre la izquierda representativa y los movimientos llegó en Italia a un grado extremo, a diferencia de otros países como España o Francia donde el PC logró mantener un enlace al menos parcial con los movimientos sociales. En España no hemos tenido Autonomia Operaia ni formas de insurrección de masas como en la Italia de los 70, y tampoco se llegó nunca a convertir el PCE -e IU- en un mero aparato de representación formal fuertemente represivo como es hoy el PD. De todas formas, llama poderosamente la atención que el PC más culto, abierto y distanciado de la Europa del Este y de la URSS, el PCI, el partido de Antonio Gramsci y fuera el que más acompañara en su suerte a los viejos aparatos del Este. La clave está probablemente -como en el Este, por cierto- en los años 60-70. El PD, el zombi que ocupa el lugar de ese ya cadavérico PCI que perdió toda fuerza militante en su enfrentamiento con la insurrección proletaria es incapaz de otra cosa que no sea imponer las disciplinas de la reproducción del capital y de su orden. Por ello mismo es hostil a cualquier planteamiento dirigido contra la deuda y la austeridad. Curiosamente, esa posición tan necesaria para la mayoría social no la ha ocupado ninguna capilla de izquierda, sino...Silvio Berlusconi, con su gigantesca capacidad de adaptación, un Berlusconi que ha estado a escasas décimas de punto de obtener una mayoría en la Asamblea. 

Los resultados de las elecciones italianas no son tan catastróficos como la izquierda deudocrática los pinta. La fórmula favorita de los mercados, esto es la del capital financiero, era un gobierno del PD con Monti: era claramente un gobierno de la austeridad y del empobrecimiento social que permitiría la "gobernabilidad", otro nombre de la continuación de saqueo. La expresión que se ha dado la protesta contra la austeridad y la deuda ha sido un voto de rechazo a Monti que saca un 10% y un voto insuficiente al PD para que pueda formar gobierno con Monti, pues no dispone de la indispensable mayoría en el senado. Suben dos payasos antipolíticos, Berlusconi y Grillo -con casi un 30% el primero y más de 25% el segundo-  que bloquearán sistemáticamente la gobernabilidad. El cuarto partido del país es la abstención, del 25%. Lamentablemente, la protesta contra la deuda no ha encontrado una expresión política propia debido a la profunda descomposición de los partidos de izquierda: sólo Berlusconi y -desde dentro del PD, pero en posición muy minoritaria- Nicky Vendola son críticos con la austeridad, pero no llegan a pedir una auditoría y un impago de la deuda. En el resto del espectro político, incluido Beppe Grillo, parece aceptarse la necesidad de pagar la deuda, con todas sus consecuencias. Dado el desastre al que conduce necesariamente la política de austeridad, todo lo que la obstaculice es una buena noticia. Italia tiene claramente un 15M de retraso, pero existen en ese país importantes tradiciones de resistencia popular y una cultura política que algún día se traducirán en un nuevo bloque histórico emergente. De momento, el de las derechas, incluso apoyado por el PD está definitivamente roto. Grande es el desorden bajo el cielo...la situación es excelente.

viernes, 22 de febrero de 2013

Acampada Mérida: Los irreductibles, los indispensables



A veces, las cosas importantes no pasan en el centro de esos monstruos que son los Estados modernos. En esas estructuras políticas, la capital tiene un papel central, pues es en el doble sentido de la palabra, el escenario principal de la representación. Política representativa y espectáculo se dan cita en ese espacio que asume el papel de centro. Sin embargo, la vida, la vida de las personas, va por otros cauces ajenos al espectáculo y a la representación. A muchas personas la vida hoy les duele, les falta la vivienda, los ingresos que permiten una vida digna, la libertad. Ese dolor no se ve en las grandes representaciones de la capital, pero es mucho más perceptible en espacios pequeños: en los barrios o en las regiones periféricas de las que apenas habla la televisión.

En Extremadura, ese dolor social y personal, ese dolor también moral, es muy intenso. Los indicadores de desempleo, pobreza, pobreza infantil, exclusión, son alarmantes. Se encuentran entre los más altos, no ya de España, sino de Europa, superando a los de Grecia o Rumanía. La región, en sí no es de las más pobres, pero sí de las más desiguales, de las más injustas, y ello desde hace mucho tiempo ya. En la memoria de todos están las escenas de Las Hurdes filmadas por Buñuel, en la de algunos menos, las de las ocupaciones de tierras por los campesinos desposeidos en los años 30. También está en la memoria colectiva la brutal venganza de clase ejecutada por Yagüe y sus huestes contra los campesinos extremeños llamados "moros del Norte" por las tropas del ejército de África y sus sanguinarios oficiales. Esos moros del norte fueron tratados como los moros del sur, con la brutalidad que exhiben los señoritos ante quienes desprecian y temen, con la brutalidad de un ejército colonial interno. Los pueblos de Extremadura se convirtieron en cábilas rifeñas exterminadas con saña.

Hay en Extremadura mucha memoria, porque en Extremadura la miseria y la represión, la desigualdad que insulta a la dignidad no son solo pasado. Las muertes del presente, los sufrimientos de ese pasado que no se acaba, son hoy obra de mecanismos fríos por los que se expulsa a las personas de sus viviendas, se las priva de medios de vida quitándoles sus puestos de trabajo y liquidando otras fuentes de ingresos. En ese marco, la Dignidad viene ya levantando cabeza desde hace algunos años, con organizaciones como la Plataforma por la Renta Básica. Los compañeros de la Plataforma han iniciado, lejos del centro del Estado, ajenos a la mirada de la prensa y la televisión del régimen, una acampada en las puertas del Servicio Extremeño de Empleo. La acampada reivindica sobre todo dos cosas: empleo digno y renta básica. Se trata, de un modo o de otro, de obtener los ingresos necesarios para vivir con dignidad. Por medio del trabajo, o si no, por medio de un ingreso garantizado independiente del trabajo. No es una reivindicación extravagante sino indispensable, si no se quiere que capas enteras de la población sucumban a la desesperación, caigan en la muerte civil. De ahí el nombre del campamento "Dignidad" que es la otra cara de la indignación ante un régimen inhumano de saqueo.

Un abrazo a todos los acampados: sois los irreductibles, los indispensables.

miércoles, 20 de febrero de 2013

¡Me lo habéis quitado todo! Reflexiones sobre la urgente necesidad del comunismo


(El jubileo, la fiesta judía del perdón de las deudas se inauguraba al son del "shofar", este instrumento hecho con un cuerno de carnero)

  


 "¡Mirad lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!" Esto es lo que gritaba hace unos días una mujer cuando, en una sucursalbancaria se prendió fuego con gasolina. Cuentan los periódicos que es una persona de 47 años, con tres hijos y amenazada de desahucio. Ada Colau, la representante más célebre de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) afirmaba en el Congreso, en una de esas raras veces en que dentro de esa cámara de resonancia del poder se ha oido una verdad, que el representante de la banca que intervino antes que ella para oponerse a la dación en pago y al conjunto de la iniciativa legislativa popular (ILP) promovida por la PAH era un "criminal".

Los desahucios son actos de violencia extrema. La persona desahuciada, expulsada de su vivienda queda por ese mismo acto expulsada de la sociedad normal, marginada, en los términos precisos de Ada Colau, condenada a la "muerte civil". No olvidemos que la muerte civil, la incapacidad para tener una vida social y una vida pública coincidía en la antigüedad con el estatuto de los esclavos. Ahora bien, el esclavo es quien debe a alguien su vida y con su vida entera debe pagar su deuda. No muy alejado del estatuto antiguo del esclavo está el del moderno desahuciado quien no solo pierde su vivienda, sino que sigue teniendo -a pesar de su carencia de recursos- una deuda impagable con el banco. Alguien a quien se lo han quitado todo se convierte automáticamente en esclavo. La muerte civil propia del esclavo es ese periodo de tiempo anterior a la muerte física en el que ya no se está propiamente vivo, puesto que la potencia y el deseo propios se encuentran casi extinguidos, oprimidos por un poder exterior.

Algunos no lo aceptan y se rebelan. Esa rebelión puede tomar dos formas: una forma abstracta e individual en la que se considera que está todo perdido y una forma concreta que apela a la potencia de lo colectivo, a la potencia de la indignación. Ambas formas son perfectamente respetables y constituyen afirmaciones de la dignidad. El suicidio es, ciertamente, como afirma Spinoza el resultado de la acción de una causa exterior, pues no hay nada en la esencia de una cosa que tienda a destruirla. La proposición 4 de la parte III de la Ética afirma sin matices: « Nulla res nisi a causa externa potest destrui » (« Ninguna cosa puede ser destruida sino por una causa exterior »). Todo suicidio está pues precedido por un asesinato, por una transformación de la esencia del individuo por una causa exterior que lo destruye desde el interior, como un cáncer o una enfermedad autoinmune, pero también, bajo la forma fenomenológica del suicidio puede incluirse la elección de la muerte como "mal menor", en cuyo caso, la propia muerte es una afirmación de la vida, una forma extrema de perseverar en su propio deseo. "Así pues,-nos dice Spinoza en Etica IV, proposición XX, escolio- nadie deja de apetecer su utilidad, o sea, la conservación de su ser, como no sea vencido por causas exteriores y contrarias a su naturaleza. Y así, nadie tiene aversión a los alimentos, ni se da muerte, en virtud de la necesidad de su naturaleza, sino compelido por causas exteriores; ello puede suceder de muchas maneras: uno se da muerte obligado por otro, que le desvía la mano en la que lleva casualmente una espada, forzándole a dirigir el arma contra su corazón; otro, obligado por el mandato de un tirano a abrirse las venas, como Séneca, esto es, deseando evitar un mal mayor por medio de otro menor; otro, en fin, porque causas exteriores ocultas disponen su imaginación y afectan su cuerpo de tal modo que éste se reviste de una nueva naturaleza, contraria a la que antes tenía, y cuya idea no puede darse en el alma (por la Proposición 10 de la Parte III). Pero que el hombre se esfuerce, por la necesidad de su naturaleza, en no existir, o en cambiar su forma por otra, es tan imposible como que de la nada se produzca algo, según todo el mundo puede ver a poco que medite." El suicidio es así, siempre el resultado de una "muerte sin cadáver previa" o del encuentro del individuo con una fuerza exterior destructiva e invencible. Un "encuentro" de este tipo explica el sucidio de Séneca, pero también el de los insurrectos del Gueto de Varsovia, tal vez también muchos de los suicidios que están ocurriendo últimamente en territorio español. Aunque a veces, la única manera de conservar su propia dignidad sea suicidarse, existe a menudo la posibilidad de rebelarse junto a otros, de reconocer el mal que sufrimos en otros. Es lo que se llama indignación. La indignación es una tristeza, pero una tristeza que saca a la superficie el nexo social, la solidaridad, la comunidad, y puede incluso dar lugar a una potenciación del individuo cuando este es capaz de constituir con otros y frente a un poder hostil una nueva realidad que haga posible vivir. 

Hoy es indispensable restablecer, o incluso crear sobre una nueva base mucho más sólida, las condiciones sociales que hagan posible la vida. Si volvemos sobre la frase con que empezamos estas reflexiones:  "¡Mirad lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!", podemos sacar ya unas primeras conclusiones a partir de ella. Creo que es el mejor homenaje y la mejor muestra de respeto que podemos rendir a la persona que, envuelta en dolor y fuego, las pronunció. En primer lugar, señala a los criminales que la condujeron a ese acto de autodestrucción, nombrándolos como los verdaderos responsables de su desgracia. En segundo lugar, y esto es lo más importante, explica que su desdicha consiste en que "se lo han quitado todo". Esto es decisivo y obliga a una reflexión. No en todas las sociedades es posible quitárselo "todo" a alguien como lo es en la « nuestra ». La mayoría de las sociedades humanas que han conocido el crédito y la moneda basada en el crédito han tenido también instituciones que perdonaban las deudas. El "perdónanos nuestras deudas" del Padre Nuestro cristiano evoca la antigua institución hebrea del jubileo en la cual se restituían sus tierras cada 50 años a los campesinos expropiados por impago de sus deudas y a sus familias. Declara así el Levítico 25.10 : « Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. » Existían tanto en el antiguo Israel como en las sociedades del creciente fértil desde la más remota antigüedad normas que establecían el perdón de las deudas dentro de la propia comunidad. Tanto entonces como ahora, una deuda unilateral infinita conduce a la esclavitud y a la muerte civil y ninguna sociedad, ni siquiera una sociedad esclavista, puede reducir a la mayoría de su población a la esclavitud.

La deuda es un tipo de relación social basada en algo tan poco "natural" como el intercambio de bienes y valores. La deuda se basa en una promesa de pago en el futuro que la distingue de las demás transacciones en las cuales el pago acompaña al cambio de propiedad de un bien. Esto, que nos parece tan evidente a los habitantes de una sociedad compuesta de individuos que intercambian mercancías, es, sin embargo, el tipo mismo de relación que las sociedades primitivas -descritas por una larga de serie de antropólogos desde Clastre hasta David Graeber- reservan exclusivamente a los enemigos. Con la gente de la propia comunidad, se comparte la riqueza, con el enemigo, se comercia, incluso se comercia con su propia persona esclavizándolo, pues la esclavitud, como bien sabía John Locke se basa en una deuda infinita e impagable. Sólo podemos comerciar con quienes podemos también matar o esclavizar. De ahí la gran cantidad de límites puestos a las relaciones comerciales en las sociedades no capitalistas: en todas ellas se trataba de que nadie pudiera "perderlo todo".

El capitalismo es la única sociedad basada en la relación comercial generalizada, aquella en la que, como decía Marx en los Grundrisse, el hombre "lleva sus relaciones sociales en el bolosillo", pues casi todas ellas dependen del dinero. Esto conduce, naturalmente al estado de guerra pemanente, de hostilidad generalizada entre los individuos que percibimos a diario. La relación que otras sociedades humanas consideraban tan violenta y tan reservada al trato con enemigos como la propia guerra se ha interiorizado en el capitalismo con efectos nefastos sobre la sociedad. En las sociedades capitalistas que se han "liberado" de toda barrera política o moral como las neoliberales, la relación social es sumamente tenue y precaria. Las sociedades se sostienen en la medida en que conservan una base mínima, ontológica, antropológica, de cooperación directa entre los individuos, al margen de las relaciones propiamente capitalistas. Cornelius Castoriadis insistió muchas veces en que es imposible que una sociedad basada en el mercado o en la jerarquía de fábrica, o en el control estatal, es decir una sociedad atomizada, pueda funcionar, si no intervienen otras dinámicas de cooperación. Puede parecer una paradoja, pero el capitalismo, para funcionar, presupone el comunismo: el comunismo del lenguaje al que Marx se refiere con frecuencia, el de la cooperación, el del conocimiento, el de los afectos, etc. Todo ese denso tejido de relaciones que el capital y sus dos instituciones fundamentales, el mercado y el Estado son incapaces de poner por sí mismas y que deben explotar, vampirizar, para poder funcionar.

Hoy el capital está poniendo en peligro esa base comunista mínima con la que tiene, sin embargo que convivir si quiere sobrevivir, intentando someterla a la ley del mercado y de la propiedad, haciendo de los comunes cognitivos, afectivos, incluso lingüísticos, formas aberrantes de mercancía no caracterizadas como cosas, sino como acceso a "formas de vida". El capital, lo que intenta vendernos hoy para valorizarse son nuestras propias vidas expropiadas/apropiadas. El problema es que la relación de propiedad conviene muy mal a los comunes: es difícil apropiárselos, pues no son cosas sino relaciones. Los comunes no nos pertenecen, más bien pertenecemos nosotros a ellos. De ahí el intento desesperado de asirlos mediante la más sutil de las relaciones, la que se basa no ya en el tiempo presente o en el pasado como la relación que se expresa en el valor-trabajo, sino en el futuro y en la extensión total de nuestras vidas, la relación de endeudamiento, la relación financiera. El espacio de la explotación se convierte en un espacio ilimitado, en un universo infinito, pero por eso mismo, es incontrolable, por eso mismo se convierte en un espacio de resistencia como fue la inmensa estepa rusa para las tropas de Napoleón o de Hitler.

Hoy mismo Mariano Rajoy intenta convencer a los ya convencidos de que es capaz de gobernar una crisis que ya se ha hecho inseparable del propio sistema. Propone como receta los "minijobs", que la Señora Merkel ya ha puesto en práctica en Alemania, esos puestos de trabajo ultraprecarios, sin derechos, y con remuneraciones muy inferiores a lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo. Se trata de una medida más en el camino de la introducción tendencial, asintótica, de una nueva forma de esclavismo en la que se mantiene la libertad formal del trabajador, pero se estrecha al mínimo su capacidad de negociación. Cuando la curva de la variante salario alcance el valor cero y la curva del tiempo de trabajo tienda a infinito, habremos llegado a un restablecimiento del esclavismo. Lo que pasa es que esto no puede ocurrir del todo en el marco de un régimen que necesita imponer políticamente la ley del valor como fundamento de un régimen jurídico basado en la propiedad como el que hoy conocemos. El valor ya no se determina en tiempo de trabajo, sino mediante convenciones financieras basadas en apuestas sobre el valor que se producirá en el futuro, pero al mismo tiempo, el Estado mantiene incólume un entramado jurídico basado en la relación entre valor y trabajo, imponiendo sus efectos mediante la violencia.

Para evitar el nuevo esclavismo, es necesario disociar valor y trabajo, pero de otra manera, haciendo que los ingresos, el reparto del valor producido, se independicen del trabajo asalariado y de sus formas, practicando una disociación no orientada al neoesclavismo sino al comunismo, al acceso generalizado y libre a la riqueza común. No tiene sentido aceptar que esa disociación sólo valga para el 1% que ya la practica cobrando sobres y demás prebendas y no para el resto. El 1% ya vive en el comunismo del capital, tenemos que aprender a hacer que las relaciones comunistas se extiendan al conjunto de la sociedad. Hoy como en la época de Marx, sigue siendo válida la divisa saint-simoniana hábilmente desviada (détournée, dirían los situacionistas...) por el Moro: "De cada cual según sus capacidades a cada cual según sus necesidades". Si queremos que no puedan "quitárnoslo todo", tenemos que garantizar la existencia de bienes y recursos comunes inalienables. No basta para ello que sean de titularidad estatal, pues los Estados pueden comportarse como cualquier propietario y privatizarlos (es lo que están haciendo): es necesario que los bienes comunes estén inscritos en la constitución, tanto en la constitución material como elementos fundamentales de las relaciones características de un modo de producción comunista que no tiene nada que ver con los socialismos de Estado, como en la constitución formal que debe establecer las instituciones políticas y las leyes de un mundo libre más allá de la propiedad. El comunismo hoy no es ninguna utopía, sino una ncesidad vital para las sociedades y los individuos.