Existe un mecanismo psicológico fundamental del régimen español que explica que en la propaganda del régimen pueda pretenderse sin sonrojo aparente que las viejecitas catalanas que querían votar el domingo eran unas abominables tarascas radicales, enemigas de la democracia que agredían a la policía encargada de defender la democracia a cachiporrazos, por aquello de Weber de la "violencia legítima".
Este régimen democrático en continuidad legal con una dictadura sanguinaria está construido sobre las cunetas. Es como la famosa casa de Poltergeist construida sobre un cementerio indio en la que el pasado regresa como pesadilla y fantasma. La irresolución simbólica de ese problema que quedó tapado por la Transición hace que este resurja constantemente como síntoma. Así, la impresentabilidad del régimen tiene que ocultarse mediante la violencia supuesta o muy real de algunos de sus adversarios. Es una violencia que se mantuvo durante un largo periodo circunscrita al País Vasco, declarado Zona Especial del Norte.
Mantener una situación de excepción en el País Vasco sin la más mínima voluntad de resolverla daba importantes réditos al régimen. Este se presentaba como una joven democracia hostigada por el terrorismo, no como el régimen de las cunetas y de los grandes cementerios bajo la luna. Un régimen basado en la práctica masiva del tiro en la nuca, se encontraba con la posibilidad de ocultar ese desagradable origen haciendo de otro, "labandaterroristaETA", el campeón del tiro en la nuca. Fue así ETA un pilar indispensable del régimen, sin el cual lo real insoportable de su origen, mal tapado en la transición podría salir a la luz en cualquier momento.
Un Estado de origen criminal se convierte en Estado víctima. Por cierto, esta circunstancia de poder transferir su propio horrores a un enemigo permitió a la joven democracia dotarse impunemente de leyes y tribunales de excepción, a veces directamente heredados del franquismo y practicar de manera sistemática la tortura, la detención arbitraria y otras formas de brutalidad contra la ciudadanía, llegando incluso al propio terrorismo de Estado (valga la redundancia). Pudo así ser un Estado democrático sin dejar de ser el Estado franquista: tal fue la alquimia de la Transición.
Hoy, años después de que ETA se tomara una jubilación definitiva, el Estado se encuentra sin taparrabos y necesita hacerse de nuevo una legitmidad. Crear deliberadamente un foco de tensión permanente en Cataluña tal vez sea un intento de recuperar un enemigo que sea su propia imagen, tal vez, quién sabe, una ETA catalana...El problema es que la población catalana con su resistencia pacífica y su capacidad admirable de rodear la represión se lo está poniendo muy difícil. De ahí esa campaña de propaganda absurda y desesperada en la que se consideran opresores a quellos mismos a quienes se niegan derechos básicos y violentos a quienes sufren una absurda y calculada violencia.
En esta campaña se intenta goebbelsianamente hacer de los catalanes que desean decidir libremente sobre su relación con España "enemigos de la democracia" y por aproximación metonímica reconducir el independentismo a la figura de una ETA tan perdida como dolorosamente añorada por el régimen. Solo así puede distorsionarse la realidad para hacer de las ancianitas catalanas peligrosas radicales que agreden a la policía y exhiben sus -según ellos- falsas heridas y contusiones para desprestigiar a una policía encargada de la democrática tarea de impedir votar a la gente usando "la violencia legítima". Es que si no hacen eso, se ven privados de su síntoma. El síntoma es siempre una protección ante el abismo de lo real, de lo insoportable, que, en España, es el abismo siempre abierto de las cunetas.
Este régimen democrático en continuidad legal con una dictadura sanguinaria está construido sobre las cunetas. Es como la famosa casa de Poltergeist construida sobre un cementerio indio en la que el pasado regresa como pesadilla y fantasma. La irresolución simbólica de ese problema que quedó tapado por la Transición hace que este resurja constantemente como síntoma. Así, la impresentabilidad del régimen tiene que ocultarse mediante la violencia supuesta o muy real de algunos de sus adversarios. Es una violencia que se mantuvo durante un largo periodo circunscrita al País Vasco, declarado Zona Especial del Norte.
Mantener una situación de excepción en el País Vasco sin la más mínima voluntad de resolverla daba importantes réditos al régimen. Este se presentaba como una joven democracia hostigada por el terrorismo, no como el régimen de las cunetas y de los grandes cementerios bajo la luna. Un régimen basado en la práctica masiva del tiro en la nuca, se encontraba con la posibilidad de ocultar ese desagradable origen haciendo de otro, "labandaterroristaETA", el campeón del tiro en la nuca. Fue así ETA un pilar indispensable del régimen, sin el cual lo real insoportable de su origen, mal tapado en la transición podría salir a la luz en cualquier momento.
Un Estado de origen criminal se convierte en Estado víctima. Por cierto, esta circunstancia de poder transferir su propio horrores a un enemigo permitió a la joven democracia dotarse impunemente de leyes y tribunales de excepción, a veces directamente heredados del franquismo y practicar de manera sistemática la tortura, la detención arbitraria y otras formas de brutalidad contra la ciudadanía, llegando incluso al propio terrorismo de Estado (valga la redundancia). Pudo así ser un Estado democrático sin dejar de ser el Estado franquista: tal fue la alquimia de la Transición.
Hoy, años después de que ETA se tomara una jubilación definitiva, el Estado se encuentra sin taparrabos y necesita hacerse de nuevo una legitmidad. Crear deliberadamente un foco de tensión permanente en Cataluña tal vez sea un intento de recuperar un enemigo que sea su propia imagen, tal vez, quién sabe, una ETA catalana...El problema es que la población catalana con su resistencia pacífica y su capacidad admirable de rodear la represión se lo está poniendo muy difícil. De ahí esa campaña de propaganda absurda y desesperada en la que se consideran opresores a quellos mismos a quienes se niegan derechos básicos y violentos a quienes sufren una absurda y calculada violencia.
En esta campaña se intenta goebbelsianamente hacer de los catalanes que desean decidir libremente sobre su relación con España "enemigos de la democracia" y por aproximación metonímica reconducir el independentismo a la figura de una ETA tan perdida como dolorosamente añorada por el régimen. Solo así puede distorsionarse la realidad para hacer de las ancianitas catalanas peligrosas radicales que agreden a la policía y exhiben sus -según ellos- falsas heridas y contusiones para desprestigiar a una policía encargada de la democrática tarea de impedir votar a la gente usando "la violencia legítima". Es que si no hacen eso, se ven privados de su síntoma. El síntoma es siempre una protección ante el abismo de lo real, de lo insoportable, que, en España, es el abismo siempre abierto de las cunetas.