Una breve reflexión sobre una cita de Karl Marx que propone Jónatham Moriche para conmemorar los 130 años de su muerte
Le debo a mi querido amigo, Jónatham Moriche, la ocasión para esta reflexión. Para rendir homenaje a Marx, a los 130 años de su muerte, colgó en su página de Facebook esta cita, a la que sigue mi respuesta: « Esta acumulación originaria viene a desempeñar en la Economía política más o menos el mismo papel que desempeña en la teología el pecado original [...]. De este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar » Carlos Marx, El Capital, cap. 24
Yo completaría la cita de Marx diciendo que la dictadura del proletariado es al materialismo histórico lo que es el Apocalipsis a la teología, la introducción a un mundo sin "pecado original", donde los efectos de la acumulación originaria, a saber la desaparición de los comunes, la expropiación de los trabajadores, el monopolio de los medios de producción por las clases que gestionan el capital hayan desaparecido. Marx era perfectamente consciente de la correlación directa entre dictadura de la burguesía y dictadura del proletariado. Se trata de definir un plano histórico real en el que se despliegan dos violencias, es decir dos formas de actuación política al margen de toda legalidad, de toda norma preconstituida: la violencia que genera y reproduce la situación "normal" propia del capitalismo (la acumulación originaria, indefinidamente repetida) y la "violencia" que recupera, al margen de toda legalidad burguesa, los comunes y saca del mercado a la mercancía fuerza de trabajo para introducir el trabajo vivo, a los individuos productivos reales, en la comunidad democrática.
Esto no es por lo demás, un problema de términos, sino de conceptos. Nos lo recordaba el maestro Louis Althusser muchos años atrás en su folleto de 1977 sobre el 22o Congreso del Partido Comunista Francés (1976). Para Althusser, la dictadura del proletariado es ante todo un concepto, un concepto del materialismo histórico y no una consigna política. Cuando en este Congreso, el PCF "abandona" la dictadura del proletariado, está deshaciéndose de un bagaje molesto que lo asociaba al desprestigiado legado del "socialismo real", pero al mismo tiempo, abandona toda una concepción de la realidad y de la historia que nada tiene que ver con ese socialismo sino con la teoría de Marx, y de hecho, con uno de sus aspectos estratégicos. Vale la pena citar el texto en que Marx mismo nos muestra la necesidad para quien quiera acabar con el capitalismo, de intervenir en ese plano real que se sitúa más allá del derecho, de la economía y de las formas políticas burguesas: "Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases..."(Carta de Carlos Marx a Joseph Weydemeyer, 5 de marzo de 1852).
Althusser es perfectamente consciente de esto. Como spinozista, sabe que una decisión de una autoridad política jamás podrá modificar la verdad de una demostración. El "abandono" de un aspecto fundamental del descubrimiento de Marx es sencillamente un disparate, pues se usa para distanciarse del stalinismo esa manipulación de la verdad que caracterizó al régimen soviético -ya a todas las demás teocracias- en sus peores momentos: "Todo esto -nos dice Althusser- se jugó naturalmente por encima del concepto, es decir del sentido teórico del concepto de dictadura del proletariado. Puesto que el "abandono" de un concepto teórico (que -lo recordaremos por si acaso- no es pensable por sí mismo, aisladamente, sino que hace cuerpo con un conjunto de otros conceptods) no puede ser objeto de una decisión política. Todo materialista sabe desde Galileo que la suerte de un concepto científico que refleja objetivamente un problema real con múltiples aplicaciones, no puede ser objeto de una decisión política. Se puede "abandonar" la dictadura del proletariado: la volveremos a encontrar en cuanto hablemos del Estado y del socialismo"."
Efectivamente, la dictadura del proletariado vuelve por la ventana cuando se la expulsa por la puerta. En cuanto se plantea seriamente el problema del Estado y el de la transición al comunismo (socialismo). Volviendo a la metáfora teológica que hemos introducido en respuesta a la de Marx, como en el Apocalipsis, esta transición no se hará sin una lucha contra el Anticristo en sus diversas formas. La abolición de todas las clases, que es obviamente la condición sine qua non de la democracia, sólo puede ser el resultado de ese combate apocalíptico sin norma moral ni legal común a los contendientes que es la dictadura del proletariado. Tal vez la etimología sea aquí útil. De hecho, la raíz griega del término "democracia", gobierno o más bien poder (kratos) del "demos", de la parte de los ciudadanos libres excluida por su desposesión, que en latín se llama "proletariatus", nos muestra que la dictadura del proletariado no es sino la democracia misma en su fase prelegal, preconstitucional, polémica, antagonista. No olvidemos que la "dictatura" era en la Roma republicana una fase breve de suspensión del derecho destinada a combatir la usurpación de poder de una persona o de una clase con ambiciones tiránicas en detrimento de la República. Temer a la "dictadura del proletariado" es no solo ignorar una tesis fuindamental del materialismo histórico, sino participar del temor que tienen todas las oligarquías antiguas y modernas, incluidas las "socialistas", a la propia democracia.